Etiqueta: Sigfredo Ariel

Amaury Pérez y Meme Solís: dos artistas hechos y derechos

Amaury Pérez y Meme Solís: dos artistas hechos y derechos

“Este es un disco para fatigar con agrado los equipos de música, con mucho que descubrir y agradecer a dos artistas hechos y derechos que se dan la mano en 12 oportunidades bien maduras, en la coincidencia y la devoción artística, sin un reproche. Es un acto de justicia cubana y es también una acción de gracias. No por gusto la primera frase de este fonograma es: Señoras y Señores: ¡Qué emoción!”

Las anteriores son las palabras con las que mi amigo, el lamentablemente fallecido poeta, director de programas radiales e investigador de nuestra música, el villaclareño Sigfredo Ariel, concluía su nota de presentación al fonograma Amaury canta a Meme Solís, hermosa idea de Petí González Gutiérrez y que el compositor de “Acuérdate de abril” concretó en 2018, a fin de rendir tributo a uno de los imprescindibles hacedores de canciones entre nosotros: José Manuel “Meme” Solís.

Por un instante trato de evocar el momento en que conocí la obra de Meme y me resulta imposible precisarlo. Solo consigo percatarme del hecho de que desde muy niño, en el ya lejano decenio de los 60, en el tocadiscos de casa y por iniciativa de mi querida vieja, Elga Triana, resultaba presencia constante la música del cuarteto Los Meme. Así, piezas como “Destino de los dos”, “Estos días de lluvia”, “Te dije quédate”, “Todo eso eres” u “Otro amanecer” (esta última, suerte de himno para una generación de compatriotas) han sido importantes componentes de mi particular banda sonora.

Tampoco puedo establecer la fecha exacta en la que Meme se fue en parte de Cuba y digo así, porque está demostrado que nadie se va del todo. Más allá de que tristemente en una etapa sus canciones dejaron de escucharse en la radio cubana por la censura de que fue víctima, siempre hubo intérpretes que, como Rosita Fornés y Elena Burke, mantuvieron de forma activa en sus repertorios creaciones de Solís. Luego, con el transcurrir del tiempo, comenzaron a circular informaciones acerca de los grandes conciertos que, con frecuencia anual, Meme ha protagonizado en Miami y para los que ha armado cuartetos ocasionales con la intervención de figuras como Xiomara Laugart.

Al margen de la lectura de una que otra reseña en periódicos miamenses como El Nuevo Herald y Diario las Américas sobre dichas presentaciones, debo decir que yo no había podido escuchar nuevas composiciones de Meme. En ese sentido, uno de los principales aciertos del álbum grabado por Amaury Pérez viene dado por el hecho de que nos permite conocer, al menos una porción, de la reciente obra de alguien que no se ha conformado con vivir de repetir lo que en el pasado hizo en Cuba.

Y es que, como ha escrito el ensayista Emilio Ichikawa en un texto suyo a propósito del teatrista habanero Víctor Varela, mantener “fuera del locus domiciliar, más allá del jardín fecundo, un nivel de inconformidad creativa que conduzca, una y otra vez, a la obra de arte, requiere una energía descomunal”.

De los 12 cortes que arman el CD Amaury canta a Meme Solís, una producción que -para no perder la costumbre- ha resultado mal promocionada por los medios de comunicación en Cuba, 11 son temas desconocidos por los seguidores de Meme en nuestro país. Se trata de piezas en las que señorea la balada y en las que apreciamos el estilo que ha signado el trabajo de Solís, tanto en lo concerniente a las líneas melódicas como al tratamiento armónico.

La última pista del fonograma es un muy atinado popurrí de viejos éxitos del cuarteto de Meme y en el que se incluyen “Traigo mi voz”, “Ese hastío“, “Vida si pudieras“, “En la distancia“, “La orquídea“, y, por supuesto, “Otro amanecer”.

Digno de resaltar es el desempeño interpretativo de Amaury Pérez a través del álbum, en el  que logra identificarse con la esencia del repertorio de Meme, en lo cual ayuda mucho el hecho de que en lo fundamental sean baladas, manifestación que por excelencia Amaury ha trabajado como compositor. También es sobresaliente lo hecho por Juan Manuel Ceruto, responsable de la producción, los arreglos y la dirección musical, con una propuesta orquestal que mucho le debe a atmósferas jazzísticas.

Así, en la primera versión del material, la sonoridad es acústica, a partir de un formato de quinteto, en el que participan el aludido Juan Manuel Ceruto (saxofón tenor y flauta), Rodney Barreto a la batería (brillante en los pasajes con escobillas), el contrabajista Roberto Vázquez, Dayron Ortiz en la guitarra con cuerdas de nailon y el pianista Víctor Campbell (recomiendo especialmente escuchar con atención lo que hace en el tema “No soy yo”). En una segunda versión, al anterior formato se añaden unas cuerdas, que aportan diferente color y textura a la grabación.

Para concluir, deseo señalar que un CD como este de Amaury canta a Meme Solís, en el que intervienen otros muchos colaboradores, cumple una doble función: sociocultural y sicosocial, dado que posibilita a un músico como Meme incorporarse al que es su ámbito mayor, el constituido por las audiencias de Cuba, y al país le permite recobrar un fragmento de nuestra propia memoria colectiva, hoy desperdigada en los más diversos rincones del mundo. Cuando se piensa en el hecho de que los cubanos no somos un pueblo milenario sino que tenemos una historia bastante joven, apenas cinco siglos, hay que concluir que no podemos darnos el lujo de no incentivar la memoria cultural y perder del patrimonio nacional a figuras que, al margen de vivir en disímiles puntos del planeta y/o de discrepar del sistema sociopolítico imperante en la Isla, son glorias de nuestro devenir musical.

Poemas de Alberto Rodríguez Tosca

Poemas de Alberto Rodríguez Tosca

Alberto Rodríguez Tosca es un nombre imprescindible de la poesía cubana. Y digo es, así en presente, porque aunque él haya muerto en la madrugada del miércoles 16 de septiembre de 2015 para quienes le conocimos o simplemente fuimos sus fieles lectores, no cabe hablar en pasado de alguien que tan memorable literatura nos ha regalado.

En esa zona donde uno se guarda todo aquello que forma la memoria o, para ser más explícito aún, nuestra particular biblioteca cerebral, del decenio de los ochenta atesoro los decires de un grupo de poetas pertenecientes a mi generación y en el que figuraban, entre otros, Ramón Fernández Larrea, Teresa Melo, Sigfredo Ariel, Damaris Calderón, Omar Pérez, María Elena Hernández, Carlos Alfonso, y de manera muy especial  Alberto Rodríguez Tosca  o Tosquita, como se le solía decir en los predios de la emisora Radio Ciudad…

Para Miradas Desde Adentro es un honor reproducir algunos textos de este gran poeta, cubano y universal.

Las derrotas

Aquí comienza la enumeración de mis derrotas. Las que me propiné y me propinaron. Les ordeno marchar en fila india como bestias marcadas con broquetas de azufre a la vista de una horda de ángeles. Les tapo los oídos para que no se distraigan con la euforia de los triunfadores. Las beso en la boca para que se distraigan con mi beso mientras pasa la quinta columna de los hombres felices. Este lunes, mis derrotas y yo nos pusimos de acuerdo para mirarnos a los ojos. Ya nos estamos viendo, rozando con los dedos, casi amándonos a la sombra indiferente de un cielo en llamas: Amigos idos, cuerpos enfermos, espíritus en ruina, vinos baratos, endiablados alcoholes, heridas en la cara, lenguas traidoras, mujeres en fuga, puertas clausuradas, plegarias, miedos, hambres, fiebres, cansancios, filias, fobias, héroes, mártires, extravíos de fe, hojas en blanco, naves a la deriva, falsos poemas, entierros, destierros, nombres propios, recónditos adioses, mis 38 años, todas las tumbas: mi madre en una de ellas, y polvo, polvo, mucho polvo cayendo sobre la realidad como chispas de agua sin consagrar en un bautizo embrujado. Ya fueron despedidas todas las plañideras. No habrá lamentos pero habrá un gemido. Un solitario gemido de papel a la luz de dos lunas. La mía y la vieja luna del mundo sobre cuyas laderas se acuestan con la muerte todos los derrotados. Buenos días, siglo. Por fin nos encontramos. Ojalá no hayamos llegado tarde a la cita.

Los muertos y la luna

al milagro de vivir suma el milagro

de seguir viviendo no preguntes por qué

no preguntes conserva tu ignorancia

sobre la seducción de los escarabajos

nocturnos ladea el rostro y esquiva la mirada

de esos arqueólogos del conocimiento

compra un ramo de espinas y sale a repartirlo

cada peatón espera con ansia su pequeña

mordedura de plata no preguntes por qué no

preguntes simplemente camina y al filo

de la noche acércate a una vidriera contempla

fijamente tu rostro como si fuera de otro

(en realidad no es tuyo) ese otro sabrá explicar

lo que sucede después lava tus manos en todas

las pilas bautismales sécalas con el viento

no mires hacia atrás no mires camina

simplemente camina y ruega porque ningún

desprevenido reproduzca el juego (es peligroso

jugar cuando se borraron las reglas de antemano)

no preguntes por qué no preguntes lo que sólo

los muertos y la luna podrían responder.

Mi sombra y yo

No estamos para nadie mi sombra y yo. No estamos para el cobrador de impuestos, la prostituta, el argonauta, el ministro, el alienígena, el banquero, el

bibliotecario, la viuda alegre, la monja, el cura, el pastor cuáquero, el hijo pródigo, el aprendiz de brujo ni para el último de los Mohicanos. No estamos

para el Señor de los Anillos, el Corsario Negro, el dueño de las nubes, el cazador solitario, la voz de la conciencia, la mejor usanza, los días de guardar,

el Ángel de la Jiribilla, los ratones de Hamelin, el Cardenal Masarino, Rómulo y Remo, Hansel y Gretel, Tristán e Isolda, Jonás y su ballena, San Jorge

y su dragón. No estamos para el coleccionista de mariposas, el general de cinco estrellas, el soldado desconocido, el vendedor de Biblias, la niña, el

parapléjico, el suicida, el borracho, el proxeneta, el médico de guardia, el terrorista talibán, el falso amigo, el jugador de póker, el corredor de bolsa,

el contrabandista de huracanes. No estamos ni para Dios si llega con sus perros a llevarse mi sombra.

Todos los días lo mismo

todos los días lo mismo levantarse

tomar café bañarse vestirse salir a

caminar lo mismo todos los días todos

lunes martes miércoles jueves viernes

la misma resurrección después de una

madrugada de muerte todos los días

saludar beber comer besar a una mujer

desear la del prójimo sentir envidia por

el que sonrió sábado domingo lunes

martes miércoles jueves pagar cuentas

hablar siempre de más despedir amigos

masturbarse con rabia vender el alma

al diablo negar asentir (no señor sí señor)

redactar burdas lamentaciones que no

conducen si no a todos los días lo mismo

burlar las leyes acatarlas sortear deudas

dudar mentir reír llorar huir pedir perdón

arrepentirse hojear la prensa arrepentirse

escuchar la radio arrepentirse (se acaba

el mundo) viernes sábado domingo vagar

como alma en pena por calles de otros

tropezar en ellas con lánguidos transeúntes

enceguecidos por la indiferencia del ser

la inmortalidad del miedo y la rueda dentada

de la repetición todos los días lo mismo

todos los días lo mismo todos los días.

Otra vez Cecilia Valdés

Otra vez Cecilia Valdés

Por Joaquín Borges-Triana

La novela Cecilia Valdés o La Loma del Ángel, original de Cirilo Villaverde, nunca debería ser leída simplemente como un producto sentimental de entretenimiento, concebido para  la narración de un romance incestuoso. Así, en opinión de Manuel de la Cruz, este es “el libro más revolucionario que haya engendrado el intelecto cubano”. Una edición anotada del importante  título de nuestras letras recién ha visto la luz, preparada por el escritor Reynaldo González y la investigadora Cira Romero (Ediciones Boloña, Publicaciones de la Oficina del Historiador, Colección Raíces, La Habana, 2018, 505 páginas) y con una portada concebida por Sigfredo Ariel. A propósito del suceso, Carlos Espinosa Domínguez ofrece sus valoraciones en un texto publicado por cubaencuentro.com y que Miradas Desde Adentro se complace en reproducir a continuación.

Retrato de un país y una época

Por Carlos Espinosa Domínguez

Tras las dos últimas ediciones que circularon en Cuba, Cecilia Valdés o La Loma del Ángel merecía un desagravio. La de 2011 apareció con el título incompleto; la de 2014, con una fea portada en la cual se ve una figura femenina que grita: “¡A ella, a él no!”. Vaya por Dios Todopoderoso, que se le haga esto al que, a juicio de Manuel de la Cruz, es “el libro más revolucionario que haya engendrado el intelecto cubano”.

Pues bien. Ese desagravio acaba de producirse y se puede afirmar que no puede ser mejor. La novela de Cirilo Villaverde vuelve a estar al acceso de lectoras y lectores con la edición anotada que prepararon el escritor Reynaldo González y la investigadora Cira Romero (Ediciones Boloña, Publicaciones de la Oficina del Historiador, Colección Raíces, La Habana, 2018, 505 páginas). Se ha impreso como un libro de gran formato, que posee una expresiva portada que firma Sigfredo Ariel.

Esa cubierta, además de sus valores estéticos, constituye el pórtico visual idóneo para esta edición. No aparece en ella una recreación de su celebérrima protagonista, ni tampoco una imagen alusiva al romance incestuoso que se cuenta en la novela. A partir de grabados antiguos, Sigfredo Ariel armó una suerte de mural que establece un contraste entre la vida de lujos y saraos de la sacarocracia cubana y la inhumanidad de la trata de esclavos, pilar este en el cual se sustentaba la bonanza de ese sector de la sociedad colonial. Esto es, muestra un cuadro panorámico de esta. Y ese es precisamente el criterio rector de esta edición, como lo adelanta sucintamente González en esta nota que se lee en las primeras páginas:

“Esta edición de la novela Cecilia Valdés o La Loma del Ángel, de Cirilo Villaverde, se basa fielmente en la que publicó el autor en 1882. Intentamos rescatarla de recensiones interesadas que accidentaron su comprensión en más de un siglo. No se trata de hallazgos, sino de elementos que estaban visibles sin que fuesen atendidos. En nuestra lectura cosechamos líneas de la novela y citas de la correspondencia privada del autor y del grupo delmontino, para obviar interpretaciones más inspiradas que investigadas. Consciente del ambicioso plan de su obra —retrato de un país y una época desde una historia de amor interdicto—, Villaverde esclareció dos columnas: su trabajo de narrador y su vida de combatiente anticolonialista. En atención a algunas lagunas de información que puedan tener las actuales generaciones sobre el período anterior a nuestras guerras de independencia, incluimos referencias de asuntos que toca el tema central, alejados de la novela, que permitirán compulsar datos y propiciarán fuentes complementarias. Las que remitan a páginas del relato, de satisfacción inmediata, las ponemos entre corchetes; a las otras damos el tratamiento habitual. Actualizamos la ortografía y allanamos las abreviaturas, socorridas en el intercambio habitual. Esta labor, alejada de todo afán retórico, fue posible gracias a la experiencia y la generosa colaboración de la investigadora Cira Romero”.

El empeño de González por rescatar la obra cumbre de nuestro siglo XIX de las lecturas fáciles, superficiales y atenidas a criterios preconcebidos, se remonta a algunas décadas atrás. En su libro Contradanzas y latigazos, publicado en 1983 y que tuvo una edición aumentada en 2013, se propuso escudriñar Cecilia Valdés desde el presente. Realizó una lectura desacralizadora y cuestionadora, que arroja luz sobre ángulos ciegos de la novela y desmitifica conceptos esenciales de nuestra cultura. Parte, como anuncia en el título, de “los chasquidos del látigo” y “los juguetones compases de la contradanza”, para examinar el complejo entramado de relaciones y sectores sociales que había entre esos dos polos.

Destaca el acierto de Villaverde, al “haber captado una época y una concepción de la vida en sus más complejos pormenores”, en una obra que constituye una reconstrucción crítica de la realidad colonial. Emplea un copioso cuerpo de documentos y referencias, que reunió mediante una acuciosa investigación. Su aguda inteligencia y su sólido conocimiento de la época dieron lugar a un texto que es un modélico ejemplo de estudio interdisciplinario. En su libro mezcla crítica literaria, observaciones sociológicas, valoraciones históricas, sin que falten apelaciones a recursos narrativos.

Pormenorizada descripción de la vida habanera

Para la edición objeto de estas líneas, González redactó un extenso estudio introductorio de 63 páginas, titulado “Cirilo Villaverde y los Delmontinos: El drama racial en Cecilia Valdés”. En el mismo aporta nuevos argumentos a lo antes escrito por él. Entre otros muchos aspectos, comenta que cuando las primeras ediciones empezaron a aparecer, en las primeras décadas del siglo XX, la novela “padeció la torcedura frívola de considerarla puro entretenimiento, bajo apreciaciones de simples gacetilleros”. La recensión se centraba en el principal personaje femenino, traduciendo la consideración que en la colonia se daba a mujeres como ella, “mulatas expósitas, generalizadas rumbosas y de mala fortuna”. Al respecto, González anota que los atractivos bien perfilados que el autor le puso “parecieron trampas de seducción, sin que faltasen apreciaciones presuntamente científicas”.

En cuanto al debate —en su opinión, sobrevalorado— de su definición como participe por igual del costumbrismo y del romanticismo, González afirma que Villaverde asumió el primero “desde ángulos menos favorables al ambiente retratado, porque su comprensión del género divergía de sus colegas (…) No se detuvo en condescendencias al indicar la habitual orientación de estampas y curiosidades”. Y sostiene que tampoco se ciñó “al patrón heroico-romántico de presumibles luchas y personajes vindicadores”.

Y al hacer una valoración general de la obra, González concluye que “pocas novelas decimonónicas de América Latina tuvieron el destino de Cecilia Valdés: ser un documento de obligada consulta sobre un período marcado por la violencia y el crimen, sin perder la condición de relato sentimental. Junto a las características dadas a los personajes y una pormenorizada descripción de la vida habanera, indaga en el imaginario colectivo y las instituciones cuya crueldad e intolerancia motivaron el argumento”.

Cira Romero también contribuye a la edición con un texto, mucho más breve que el de González. Se titula “Cecilia Valdés o La Loma del Ángel: idas y vueltas de una novela” y en él detalla el proceso que hizo que la llamada “primitiva” Cecilia Valdés de 1839 se transformara, al pasar de la revista La Siempreviva a publicarse en libro ese mismo año, en “el inicio y la cima de un género”. Romero además expresa su valoración de la obra magna de Villaverde y apunta que “muestra el talento y la perseverancia de quien sabía, o presentía, que de sus manos había nacido una materia viva, que debía modelar para la posteridad”.

A la investigadora se deben, asimismo, los materiales adicionales que optimizan la edición: el bloque Cirilo Villaverde y su época, la bibliografía citada y consultada y el listado de las ediciones que pudo localizar. Al revisar estas últimas páginas, sale a la luz que la primera traducción fue al inglés, en 1935. Las siguientes fueron al ruso (1963), el polaco (1976), el rumano (1983), el checo (1983), el francés (1984), el chino (1986) y el portugués (2011).

También pertenecen a Romero los varios centenares de notas que contribuyen a que hoy se pueda disfrutar y comprender mejor la novela. Unas sirven para identificar a personajes reales que aparecen o se mencionan (Francisco Vives, José Severino Boloña, Vicente Escobar, para citar unos pocos). Otras ubican con exactitud lugares de La Habana en donde se desenvuelve la acción: Iglesia del Espíritu Santo, Barrio de San Isidro, Casa de Gobierno, Cuartel de Dragones, Colegio de Buena Vista, Jardín Botánico, Teatro Principal; o bien documentan hechos históricos a los cuales se alude (el Tratado de Inglaterra de 1817, la Constitución de 1812, el año en que ahorcaron a Aponte). Y, por último, están las notas que aclaran el significado de términos y frases ya en desuso. Por ejemplo, de ponina en ponina (de fiesta en fiesta), el naipe (la cabeza), de luego a luego (pronto, de inmediato), gañate (la garganta), gustar la tijera (hablar mal del prójimo), vaqueta (cuero), me tengo tragado (estar convencido).

Pienso que de las líneas anteriores se puede deducir que esta nueva edición de Cecilia Valdés es de un gran valor. Por un lado, propone y estimula una lectura que subvierte la manipulación que le agregó envoltorios y mitificaciones y la redujo a producto sentimental de entretenimiento. Aquí, en cambio, se propicia una interpretación en buena ley, que, atiende, ante todo, lo que dijo Villaverde. Por otro, incorpora materiales complementarios que proporcionan elementos para un aprovechamiento razonado de su lectura.

Se trata, en suma, de una notable aportación que permite un disfrute cabal de la novela: entrar en sus detalles, gozar sus matices, las referencias a la época, las figuras y hechos históricos, las costumbres, los modos de pensamiento.

Tomado de cubaencuentro.com

https://www.cubaencuentro.com/cultura/articulos/retrato-de-un-pais-y-una-epoca-334884

Poemas de Alberto Rodríguez Tosca

Poemas de Alberto Rodríguez Tosca

Por Joaquín Borges-Triana

Alberto Rodríguez Tosca resulta un nombre imprescindible en la poesía cubana de los últimos algo más de 30 años. Fallecido el miércoles 16 de septiembre de 2015, su libro Todas las jaurías del rey, Premio David de Poesía en 1987, es una obra fundamental de nuestro reino literario no solo de la década de los ochenta sino además de las que vinieron después, en virtud de su proyección de aguda y fina disquisición de índole filosófica, con textos signados por una intimidad poética explosiva y versos duros, estremecedores y profundamente dialogantes.

Hoy en Miradas Desde Adentro publicamos varios poemas del siempre recordado Tosquita,  que, aunque físicamente ya no está, para quienes le conocimos o simplemente fuimos sus fieles lectores, no cabe hablar en pasado de alguien que tan memorable literatura nos ha regalado.

Poemas de Alberto Rodríguez Tosca

Las derrotas

“Aquí comienza la enumeración de mis derrotas. Las que me propiné y me propinaron. Les ordeno marchar en fila india como bestias marcadas con broquetas de azufre a la vista de una horda de ángeles. Les tapo los oídos para que no se distraigan con la euforia de los triunfadores. Las beso en la boca para que se distraigan con mi beso mientras pasa la quinta columna de los hombres felices. Este lunes, mis derrotas y yo nos pusimos de acuerdo para mirarnos a los ojos. Ya nos estamos viendo, rozando con los dedos, casi amándonos a la sombra indiferente de un cielo en llamas: Amigos idos, cuerpos enfermos, espíritus en ruina, vinos baratos, endiablados alcoholes, heridas en la cara, lenguas traidoras, mujeres en fuga, puertas clausuradas, plegarias, miedos, hambres, fiebres, cansancios, filias, fobias, héroes, mártires, extravíos de fe, hojas en blanco, naves a la deriva, falsos poemas, entierros, destierros, nombres propios, recónditos adioses, mis 38 años, todas las tumbas: mi madre en una de ellas, y polvo, polvo, mucho polvo cayendo sobre la realidad como chispas de agua sin consagrar en un bautizo embrujado. Ya fueron despedidas todas las plañideras. No habrá lamentos pero habrá un gemido. Un solitario gemido de papel a la luz de dos lunas. La mía y la vieja luna del mundo sobre cuyas laderas se acuestan con la muerte todos los derrotados. Buenos días, siglo. Por fin nos encontramos. Ojalá no hayamos llegado tarde a la cita.”

El juicio inicial

“TODO SERÁ rendir homenaje a los contrarios. Este es el reino, la corona
tendida, y esta es la mano que va a trazar la última alabanza. (Infelices los conquistados, vamos a corear un estribillo que diga algo que alivie a los
conquistados, pero que enardezca a los conquistadores.) Y a rodear la hora del triunfo, que es la hora de la derrota. Que es la alegría de alguien y la
tristeza de alguien. El uno por el otro (y para); asistan a la ceremonia filial.
Este es el ademán de los vecinos y el susurro de las mujeres. Los niños no
vinieron. Los animales domésticos ──el perro, el gato o la mariposa── no vinieron. Sólo los contrarios, pero la fiesta parece cada vez más propicia
a la conciliación. Humanos, asistan a la primera noche común de la tierra de Dios. NADA HA SIDO nunca tan real como esta ceremonia del mundo
en la que se disputa a quién pertenece la inmortalidad.
Aquellas luces las dejamos para alumbrar la reunión. Véanse las manos,
las palabras que se demoran
en los labios y se accidentan en el aire. ¿Por qué resquicio escapan los espíritus acusados, las esencias vencidas? ¿Por qué agujeros de sus cuerpos se filtran vuestros cuerpos, huyendo de qué ideal agresión de los contrarios, tan sonrientes y tan tristes? Posterguemos la certidumbre
para ningún crepúsculo: la tierra no gira si no lo comprobamos con nuestro propio y elegido mareo.
Traición, humanos, desobedezcan, las palabras, los párpados,
asistan a la perplejidad del comienzo. ESTA ES la parte de la
nada que nos delimita la realidad y los augurios. Aquí se arriesga la vida. Alguien debe conocer nuestras coordenadas.
Acaso nos busquen antes de perdernos.
Hermano, demos pequeños gritos furiosos a ver.”

Los cobardes

“Y si sobre los cobardes no se ha escrito nada se va a escribir ahora. Y se va
a escribir por ejemplo que soy cobarde. Tan cobarde que ayer no lo pudiera haber escrito. Esto es un arranque de valor, un instante de relativa lucidez,
y si me da vergüenza es por la cobardía de no haberlo gritado antes. Los engañé a todos. Les hice creer un cuento y era otro. Y si me da vergüenza
es porque nunca me engañé yo mismo, siempre tuve conciencia de mis
disfraces, con ellos evadí infinitos campos de batallas y seguí recibiendo las mismas ganancias que en la Victoria. Que nadie me perdone ni me diga lo
que tengo que hacer (…) Lo peor de todo era escribirlo, y ya está escrito.”

Los muertos y la luna

“al milagro de vivir suma el milagro

de seguir viviendo no preguntes por qué

no preguntes conserva tu ignorancia

sobre la seducción de los escarabajos

nocturnos ladea el rostro y esquiva la mirada

de esos arqueólogos del conocimiento

compra un ramo de espinas y sale a repartirlo

cada peatón espera con ansia su pequeña

mordedura de plata no preguntes por qué no

preguntes simplemente camina y al filo

de la noche acércate a una vidriera contempla

fijamente tu rostro como si fuera de otro

(en realidad no es tuyo) ese otro sabrá explicar

lo que sucede después lava tus manos en todas

las pilas bautismales sécalas con el viento

no mires hacia atrás no mires camina

simplemente camina y ruega porque ningún

desprevenido reproduzca el juego (es peligroso

jugar cuando se borraron las reglas de antemano)

no preguntes por qué no preguntes lo que sólo

los muertos y la luna podrían responder.”

Mi sombra y yo

“No estamos para nadie mi sombra y yo. No estamos para el cobrador de impuestos, la prostituta, el argonauta, el ministro, el alienígena, el banquero, el

bibliotecario, la viuda alegre, la monja, el cura, el pastor cuáquero, el hijo pródigo, el aprendiz de brujo ni para el último de los Mohicanos. No estamos

para el Señor de los Anillos, el Corsario Negro, el dueño de las nubes, el cazador solitario, la voz de la conciencia, la mejor usanza, los días de guardar,

el Ángel de la Jiribilla, los ratones de Hamelin, el Cardenal Masarino, Rómulo y Remo, Hansel y Gretel, Tristán e Isolda, Jonás y su ballena, San Jorge

y su dragón. No estamos para el coleccionista de mariposas, el general de cinco estrellas, el soldado desconocido, el vendedor de Biblias, la niña, el

parapléjico, el suicida, el borracho, el proxeneta, el médico de guardia, el terrorista talibán, el falso amigo, el jugador de póker, el corredor de bolsa,

el contrabandista de huracanes. No estamos ni para Dios si llega con sus perros a llevarse mi sombra.”

Todos los días lo mismo

“todos los días lo mismo levantarse

tomar café bañarse vestirse salir a

caminar lo mismo todos los días todos

lunes martes miércoles jueves viernes

la misma resurrección después de una

madrugada de muerte todos los días

saludar beber comer besar a una mujer

desear la del prójimo sentir envidia por

el que sonrió sábado domingo lunes

martes miércoles jueves pagar cuentas

hablar siempre de más despedir amigos

masturbarse con rabia vender el alma

al diablo negar asentir (no señor sí señor)

redactar burdas lamentaciones que no

conducen si no a todos los días lo mismo

burlar las leyes acatarlas sortear deudas

dudar mentir reír llorar huir pedir perdón

arrepentirse hojear la prensa arrepentirse

escuchar la radio arrepentirse (se acaba

el mundo) viernes sábado domingo vagar

como alma en pena por calles de otros

tropezar en ellas con lánguidos transeúntes

enceguecidos por la indiferencia del ser

la inmortalidad del miedo y la rueda dentada

de la repetición todos los días lo mismo

todos los días lo mismo todos los días.”

Suscríbase a nuestros boletines diarios

Holler Box

Suscríbase a nuestros boletines diarios

Holler Box