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Fragmentos de No quiero llanto, de Dolores Labarcena

Fragmentos de No quiero llanto, de Dolores Labarcena

No quiero llanto, cuarta novela de la escritora santiaguera Dolores Labarcena, recién ha sido publicada por la Editorial Betania. Disponible de forma gratuita en Internet, en Miradas Desde Adentro reproducimos unos fragmentos de esta narración de nuestra compatriotas, a fin de animarle a descargarla y leerla. Le aseguramos que no se arrepentirá.

LINO BOZA 66

Solo después de lo del Mar de la China se enteró. Y se enteró por casualidad. Mariela, Mariana, o tal vez Matilda, un nombre de esos. Le dijo a Píriz que su mujer había sido juzgada por un tribunal popular. ¡¿Cómo?! Explíquese, compañera. Debe ser un error, dijo atónito. Le iban a otorgar la medalla Conmemorativa XX Aniversario de la Revolución Cubana. Y la más mínima tacha podría truncar semejante condecoración. De tal manera prosiguió el interrogatorio:

–Compañero Germán, esta información que recabamos fue corroborada por la jefa de vigilancia y el presidente del CDR donde se ubica su actual domicilio. ¿No vive desde principios de los setenta en Santiago de Cuba, calle Lino Boza 66?

–Correcto, compañera. Correcto. Ahí vivo con mis hijos, mi mujer y mis suegros.

–No se alarme, Compañero Germán. Tenemos en conocimiento su trayectoria de lucha. Aquí está su expediente, vea– dijo extendiéndoselo–. Confiamos plenamente en su lealtad, en su compromiso con la Revolución. La Revolución, compañero Germán, todavía le reserva numerosísimas tareas. Según nos informan, y ya sabe que contrastamos cualquier información que nos llega, su sacrificio y entrega sirven de ejemplo para los nuevos cuadros, para aquellos que se acaban de incorporar a nuestras filas. Pero fíjese, su mujer y la hermana fueron acusadas en el sesenta y siete. No se alarme, eh. Cumplieron. La hermana se arrepintió públicamente de ser hippie, Adventista del Séptimo Día y lesbiana. Su mujer no. ¡Cuánto daño hizo a nuestra juventud semejante lacra! Nueve meses, compañero Germán. Su mujer cumplió nueve meses en una granja avícola. No se alarme, eh. Reformada. Incluso tenemos en conocimiento que se deshicieron de todo aquello que les recordaba su vida anterior: piano, biblias, tocadiscos, minifaldas, pelucas…

–No dudo de la investigación, compañera. Estamos en el mismo bando. Pero deduzco que fue juzgada por una, no por las tres acusaciones. Creo que es incompatible ser hippie y Adventista del Séptimo Día, o Adventista del Séptimo Día y lesbiana, o lesbiana y… Bueno, no sé, quizás me equivoque.

–Lo fueron, compañero Germán, lo fueron. La Revolución es grande. Mire el ejemplo ahí. ¿No se casaron? Veo que tiene unos hijos muy graciosos –dijo enseñándole una fotografía que se encontraba en el expediente.

Eran los hijos de Píriz en brazos de una señora mayor. Y continuó:

–Cuídelos, y cuide también a su mujer, compañero Germán.

Ahí cerró el expediente a cal y canto.

–Gracias por su desvelo, compañera. Pero dígame algo, ¿esta información, la cual no manejaba con anterioridad, puede impedir que me condecoren?

–En lo absoluto, compañero Germán. En lo absoluto. ¿Acaso nosotros como revolucionarios no estamos a favor de la rehabilitación, de la reinserción? De eso se trata, de no darles cabida en nuestra sociedad a tales degeneraciones. Recuerde que uno de los mayores vicios es la ignorancia. Y precisamente la ignorancia es la mayor aliada del Imperialismo. Sábado a las nueve antemeridiano en el Teatro Karl Marx para el ensayo.

–Muchas gracias, compañera.

Solo después de lo del Mar de la China se enteró. Y se enteró por casualidad. Mariela, Mariana, o tal vez Matilda, un nombre de esos. Era la coordinadora a nivel nacional de la Casa de los Combatientes.

Al poner punto final al episodio de los juicios públicos en los cuales se vieron enredadas la mujer y la cuñada, Píriz le dijo a Magdalena:

Imagina, hippie, Adventista del Séptimo Día y lesbiana, como los equipos que traía de Japón, un tres en uno.

¡Qué horror! ¿Se lo dijiste a Lola?, preguntó Magdalena. Para qué. ¿Acaso todas las verdades no son medias verdades? ¿Dónde empieza el calor y dónde termina el frío?, ¿eh? De no ser por ese tribunal popular no hubiese conocido a tu tía en La Habana.

Nuevo libro de Dolores Labarcena

Nuevo libro de Dolores Labarcena

Recién se ha puesto en circulación la novela No quiero llanto, escrita por la cubana  Dolores Labarcena y publicada por la Editorial Betania. Es esta una obra donde el humor es la clave del discurso textual.

En la nota de contracubierta se afirma: “Novela del antihéroe a punto de morir, No quiero llanto se despliega como un relato dentro de otro.” Aquí, nuevamente la autora vuelve a contarnos un relato donde la historia resulta algo delirante, que irremediablemente nos atrapa de principio a fin, procedimiento ya empleado en anteriores trabajos suyos.

Nacida en Santiago de Cuba en 1972 y en la actualidad residente en Barcelona, España, , Dolores Labarcena se dio a conocer en el mundo literario cubano cuando en 2004 publicó a través del sello de la Casa Editora Abril el cuaderno de poesía Las puertas dialogadas. Tras su salida de Cuba, sus seguidores han podido leer las novelas Kruschov (Editorial Verbum, Madrid, 2015), Cachemir (Aduana Vieja, Valencia, 2016) y Diario de un Tuátara (Baile del Sol, Islas Canarias, 2018), así como el cuaderno de poesía Tundra (Casa Vacía, Richmond, Virginia, 2018).

En relación con Betania, editorial que da a la luz la cuarta novela de la santiaguera Dolores Labarcena, la misma es un proyecto ideado por el güinero Felipe Lázaro y que materializa en 1987, con el objetivo de estar al servicio de la cultura cubana desde España. El libro fundacional de Betania fue Conversación con Gastón Baquero, que ha tenido varias ediciones.

En el presente, esta editorial cuenta con 11 colecciones: Poesía, Narrativa, Ensayo, Teatro, Palabra Viva, Documentos, Arte, Literatura Infantil, Estudios Poéticos Hispánicos, Ciencias Sociales y Antologías.

Entre quienes han confiado en el quehacer del poeta y editor Felipe Lázaro para entregarle obras suyas a fin de que saliesen al mercado literario a través de Betania están Carlota Caulfield, Gustavo Pérez Firmat, Lourdes Gil, Rafael Bordao, Roberto Valero, Maya Islas, Elías Miguel Muñoz, Magali Alabau, Alina Galliano, Iraida Iturralde, David Lago González, Robert Lima, Elena Clavijo Pérez y Mercedes Limón

Igualmente, como parte de la  colección de narrativa de Betania pueden mencionarse los libros Al otro lado de la zarza ardiendo, de Graciela García Marruz; La hija del cazador, de Daniel Iglesias Kennedy; Juego de intenciones(Cuentos), de Jorge Luis Llópiz; Poniendo los sueños de penitencia (Encantada de conocerme), de Nidia Fajardo Ledea; La semana más larga, de León de la Hoz; Inscrita bajo sospecha, de Mabel Cuesta; y Nostalgias, ironías y otras alucinaciones (Cuentos escogidos), de Amir Valle.

Uno de los grandes méritos de Betania está dado por el hecho de que desde 2011 con la creación de su Colección Digital (ebook), sus libros están disponibles libre y gratuitamente para quienes estén interesados tanto dentro como fuera de Cuba (algo que no estaría mal que imitasen todas las editoriales cubanas de la Isla y la diáspora), por lo cual una novela como No quiero llanto, de Dolores Labarcena, es accesible para cualquier amante de nuestra actual narrativa, sin importar el sitio donde se encuentre residiendo

Poemas del libro Los perros de Amundsen

Poemas del libro Los perros de Amundsen

Una de las cosas que más he hecho durante los meses de confinamiento en casa por el coronavirus ha sido leer. No puedo decir la cantidad de libros que he consumido entre los que he leído en formato digital con la ayuda del software que empleo como lector de pantalla, mi querido Jaws, y los que me ha leído mi novia, en unas sesiones de intercambios de criterios muy enriquecedoras para ambos. Sí tengo claro que uno de los títulos que más me ha impactado en este período es el titulado Los perros de Amundsen, poemario del holguinero José Luis Serrano publicado por la Editorial Letras Cubanas y que en el 2018 recibiera el premio Nicolás Guillén.

El puñado de sonetos aquí recogidos y galardonados por un jurado que estuvo integrado por Edel Morales, Rogelio Riverón y Yanelis Encinosa debería ser materia de estudio para todo el que se interese por los actuales derroteros de la poesía cubana. Ahora bien, solo una advertencia: nadie se piense que es una lectura fácil, ¡todo lo contrario! Quien desee adentrarse por lo que José Luis Serrano ha escrito en Los perros de Amundsen, debe hacerlo a sabiendas de que tendrá que disponer de un buen diccionario a mano, porque de no ser así, se perdería buena parte de lo que el autor nos propone.

Selección de poemas del libro Los perros de Amundsen

Por lo pronto y como pequeña muestra, en Miradas Desde Adentro publicamos una breve selección de un libro que en materia de poesía, nadie lo dude, es de los más importantes editados en nuestro país en los últimos años.

¿Depuraciones en la ludoteca?

¿Quiénes son los estúpidos que temen

a los frágiles músicos de Bremen?

Los masoquistas pagan su hipoteca.

Yo intercambio las cláusulas. Yo digo

una cosa por otra. En algún lado

estarán los botones, el cableado

de la perversa máquina. Al abrigo

de conjeturas tópicas confrontas

la realidad, las disyuntivas tontas

que nos conducen a engordar un cerdo.

Hay una dimensión en que la práxis

entra en conflicto con la profilaxis.

Hay una lógica del desacuerdo.

Hay sin lugar a dudas un desfase

entre la máquina que nos vigila

y la estructura sorda que asimila

la crudeza del dato. En el trasvase

los parámetros mutan. Toda magia

es un chantaje. Todo pase mágico

consiste en imponer un orden trágico.

Una fatalidad que se presagia.

Imperceptibles superestructuras.

Disfruta el cerdo sus enjuagaduras.

Detrás del esplendor está la inopia.

Mientras hay progreso habrá declive.

Es importante que el dolor se archive.

Todo lo que es verdad se fotocopia.

Bailan los muñecones tenebrosos.

La mano izquierda lava a la derecha.

Entre la multitud Pilato acecha.

Las utopías llegan con endoso.

Bestias que rumian en los pastizales.

Una felicidad inconsistente.

En el placer hay un dolor latente.

Olvidamos los ritos primordiales.

Los que van a acoplarse en el granero

no calcularon el cucarachero,

ni la humedad, ni el polvo. Habitaciones

donde solo se escucha el pizzicato

de la desilusión. Meprobamato

Diazepam. Tropicales depresiones.

Aquí terminan los desciframientos.

Entre los superhombres y la plabe

Hay un muñeco de impoluta nieve.

Combinatorias. Encadenamientos.

Un cúmulo de formas discursivas.

Una interpretación que desvincula

la causa del efecto y manipula

al objeto desde otras perspectivas

Montaje sin fisuras. Entre el acto

y la conciencia hay mecanismos, tracto,

carne deshidratada, tortas ácimas,

lipotimias, axiomas, arbolitos

de navidad, alcohol, pescados fritos,

insurrectos colgados de las guásimas.

Como por arte de birlibirloque

el receptor contagia al emisario.

Reducidos de placer involuntario

en el instante del electrochoque.

Levantan los apóstoles sus carpas.

Hemos comprobado todos los boletos

y seguimos ausentes e incompletos.

¿Dónde están los salterios y las arpas?

¿De qué sustancia somos el envase?

¿Escrutar a un objeto que no hace

más que fingir obedecer las leyes

mecanicistas por así complace

a los peritos? ¿Similar enlace

vincula a los bufones y los reyes?

Una felicidad que decepciona.

Que nadie se aproxime a la mezquita.

Aquí lo que hace falta es dinamita.

Aquí nos sobra la testosterona.

Trasplantes. Diálisis. Urocultivos.

¿Enfrentar de una vez al que más mea?

¿Darle estricnina al perro de pelea?

Hipotensores. Anticonceptivos.

Anatemas disueltos por la bula

Fornicación. Concupiscencia. Gula.

Adulterio. Pereza. Clic derecho.

Un par de bofetones y una multa.

El policía bueno nos indulta.

Salimos bien. Salimos por el techo.

Cuerpos que tienden a variar de estado

Es un error llamarles disolutos.

Para contravenir los estatutos

hay cierto personal autorizado.

Hay prendas de vestir fosforescentes.

Hay humo, hay frío, albaricoques, fresas.

Hay lagunas mentales. Hay tres mesas

ocupadas por tres adolescentes

con máscaras doradas. Pobrecitos.

Qué precarios, qué audibles, qué bonitos,

dentro de sus costosos envoltorios.

El huracán de la belleza amaina.

Hernán Cortés su espada desenvaina.

Convalecencias. Posoperatorios.

Nos inventamos acontecimientos.

La democracia encuentra a sus vasallos.

Dos cosas igualitas son los gallos

y las mujeres. Desmantelamientos.

Estaban dando la telenovela.

Es un revólver lo que necesitas.

Nos van a liquidar con sus tacitas

y sus biscochos de obediente muela.

Con más presión esperan que te ablandes.

Hay demasiados clítoris y glandes

en las pantallas. Válvulas pilóricas.

Contribuciones que no van al fisco.

Chivos expiatorios en el risco.

Retóricas. Retóricas. Retóricas.

El carnaval te aplica sus charangas

La oveja negra y el patico feo

pagan de sus bolsillos el paseo.

Prósperos vendedores de fritangas

capturan a la reina. Mojigangas

del carnaval. Feroz chisporroteo.

Las congas, las sirenas, el goteo

de los sueros, las incisivas tangas.

Se acercan los behiques con sus brevas

apestosas. ¿Abrirnos a las nuevas

causalidades? Sarta de guiñapos

que empinan sus canecas en cuclillas.

Han llegado los tristes cabecillas.

los malolientes y rabiosos capos.

La historia asoma su colmillo trunco

Las interpretaciones nos marean.

Tragedias que lo cómico bordean.

Rebaños infectados de carbunco.

Amordazada la ciudad se ahoga.

Esquizofrenias. Embrutecimientos.

Borrachos con disímiles talentos.

Convoyes que tantean el Ladoga.

Después que la utopía se desnutra

tendremos que elegir: el Kama Sutra,

el tornillo de banco o las chinampas.

Descalificación archisabida.

La culpabilidad es tu comida.

El plato de lentejas que te zampas.

¿Es una broma de los fabricantes?

¿Cuál es el truco? ¿Dónde está el piloto?

¿Al simulacro quién le pone coto?

¿Quién detiene al hatajo de farsantes?

Empiezan a bailar los primerizos.

Objetos ilusorios. Formas puras.

Distribuciones. Tráficos. Texturas.

Cámaras lentas. Nudos corredizos.

Nos quedan los museos, la impotencia

de los museos, la supervivencia

ficticia del zoológico. ¿Hasta cuándo

será el reinado de los energúmenos?

¿Una conspiración de catecúmenos?

¿Una prosperidad de contrabando?

¿Dónde estaban los toros de Pamplona?

¿Quiénes hicieron el primer envite?

¿Algún chivato dijo el escondite?

¿Un agujero negro nos succiona?

Pajas mentales. Cápsulas de ideas.

Un montón de utopías confinadas

en pomos de cristal y etiquetadas.

Un sistema de válvulas y apneas.

¿Caminar por lo oscuro como necios

o disfrutar la luz que a los efesios

recomendara Pablo? Consanguínea

precariedad que pone en entredicho

los despojos plantados en el nicho.

Entre el cuerpo y el alma hay una línea.

Cadáveres envueltos en sus mantas.

La conmiseración y sus enmiendas.

Al infierno se va por siete sendas

y las bifurcaciones no son tantas.

Desbordamientos. Cláusulas. Tembleques.

Formas de articular el amasijo.

Acepta el antropólogo cobijo

en los narcotizados bajareques.

¿Estamos en Ceilán? El agiotista

puede determinar a simple vista

la solvencia del prójimo. Un compendio

de alocuciones disimula el fiasco.

Pájaros que regresan al peñasco.

Objetos sustraídos del incendio.

Inoperantes focos de insurgencia

Los pobres ovacionan al famoso.

Ventrílocuos del títere rabioso.

Islas tocadas por la incandescencia.

No vamos a lograr con la docencia

lo que no pudo el sueño riguroso

de los patriarcas. El facineroso

sabe delimitar nuestra incumbencia.

Antes de comenzar te desmoronas.

Los cuerpos de caballos y personas

carbonizados. Un buche de sake

que nos haga volver. Unas granadas

que desmantelen nuestras barricadas.

Algo que nos obligue al contrataque.

Reflexiones debajo del enebro.

El triste beneficio de la duda.

Las ocho etapas que propone Buda.

Las circunvoluciones del cerebro.

El homo faber ama sus tarecos

tecnológicos. Nadie nos educa

en la contemplación. Dios se acurruca

en nuestro búnker, cámara de ecos

o campana de Gauss. ¿Incursiones

de las lesbianas y los maricones

en el dominio del dolor? Arcillas

que no comprendo, dices, que no culpo.

Los viscosos tentáculos del pulpo.

La perfección que muere de rodillas.

¿Alguien comprende las necesidades

de los vencidos? Frágil estamento.

¿Alguien sabe tocar el instrumento

dentro de cuyas posibilidades

y límites se expresa el repertorio

de los vencidos? Marcas de familia.

Estratos que conforman la vigilia,

las diferentes capas del velorio.

Que nadie se levante del pupitre

sin un par de utopías. El salitre

es un verdugo silencioso. Trepa

el buen salvaje al árbol, idolatra,

sufre… Lo mismo en Cuba que en Sumatra.

¿Alguien de estos capítulos discrepa?

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