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Travesía con Ozzy en el Submarino Amarillo

Travesía con Ozzy en el Submarino Amarillo

La noche en que Guille Vilar te informó de la visita de Ozzy a La Habana y de que estabas invitado a un encuentro con el llamado The Prince of Darkness que se celebraría en el club Submarino Amarillo, te sentiste inmensamente feliz.

¿Quién te lo iba a decir? Cuando ya casi eres “un viejo cagalitroso”, empiezas a tener la posibilidad de asistir a conciertos de artistas que adoraste desde joven. En algunos casos, haz podido llegar a hablar con ellos, y ahora hasta abrazaste a uno de esos músicos que siendo tú apenas un adolescente imberbe, te voló la cabeza.

Sí, porque aunque en aquellos lejanos años 70 pocos en el entorno general comprendían el gusto que tú y el círculo de tus amistades más allegadas experimentaban por una banda como Black Sabbath, y en especial por su vocalista Ozzy Osbourne, desde que los escuchaste por primera vez en el aula de terapia musical de la Escuela Especial para Ciegos Abel Santamaría, gracias a tu recordado profesor José Ramón Abascal y a tu socio de esa época, Juan José Becerra. No sabrías decir por qué, pero te identificaste con aquellos temas largos, lentos y letárgicos que los de Sabbath interpretaban, algunos de los cuales llegaste a montar con una que otra agrupación de rockeros ingenuos con los que por entonces tocaste.

Con la ayuda del Jonny (como le decían a Becerra), ya para esos días aventajado conocedor del inglés y del cual llegó a ser un eminente profesor —carrera que abandonaría después para convertirse en lo que hoy denominan “emprendedor”—, te aprendiste de memoria la letra de “Iron man” y cuya primera estrofa aún recuerdas: Has he lost his mind?/ Can he see or is he blind?/ Can he walk at all,/ Or if he moves will he fall?/ Is he alive or dead?/ Has he thoughts within his head?/ We’ll just pass him there/ Why should we even care?/ He was turned to steel/ In the great magnetic field/ Where he traveled time/ For the future of mankind/ Nobody wants him.

Por eso, la noche en que Guille Vilar te informó de la visita de Ozzy a La Habana y de que estabas invitado a un encuentro con el llamado The Prince of Darkness que se celebraría en el club Submarino Amarillo, te sentiste inmensamente feliz. Lo único que te entristeció fue la advertencia de que no podías comentarle a nadie pues sería con un muy reducido grupo (a petición de los organizadores del viaje de Osbourne a Cuba). Y es que de inmediato pensaste en esos admiradores cubanos que no podrían estar cerca de alguien que ha sido idolatrado y hasta considerado como maestro y guía espiritual por no pocos amantes del rock y del metal de este lado del mundo.

A sabiendas de que violabas la orientación, no te resististe a comentarle la noticia a tu amiga Miriela Fernández, joven periodista amante y estudiosa del metal en Cuba y en particular sus variantes más extremas. Así, llegado día y hora señalados, del brazo de tu amiga, única persona con la que en la actualidad puedes intercambiar criterios en relación con lecturas de libros como Extreme Metal Music and Culture on the Edge, de Keith Kahn-Harris, o Running with the Devil power, gender, and madness in heavy metal music, de Robert Walser, una chica que siempre da la sensación de estar en las nubes y a quien ya has renombrado como “La flauta mágica” por los estudios que hace de dicho instrumento, estás ante la puerta del Submarino.

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Parece que lo de la puntualidad inglesa no va con Ozzy Osbourne ni con su hijo Jack, actor de 30 años de edad, lanzado a la fama a partir de su intervención en 2002 en el reality show “The Osbournes”, transmitido por MTV. Después de aquello, él se ha desenvuelto fundamentalmente en la televisión británica y acompaña a su padre a propósito del viaje realizado por este a La Habana para la grabación de uno de los capítulos de un programa de History Channel nombrado The world tour, en el que Ozzy narra las impresiones del país que visita.

La cita en el Submarino Amarillo se pactó para la 1:00 PM y pasada la 1:30 ni señal de los ilustres personajes. Con ese modo tan peculiar de hablar que tiene el Guille, en un momento dado asegura que tampoco sería sorpresa si el hombre y su comitiva no viniesen. Empero, cuando falta un cuarto de hora para las 2, alguien da el grito de alerta. El mítico cantante de Black Sabbath está arribando al parque John Lennon, ubicado en la manzana conformada por las calles 17, 15, 8 y 6, en cuyos alrededores se han ubicado algunos fans enterados del acontecimiento, pues ya se sabe que entre cubanos nada puede mantenerse en secreto.

Le pides a Miriela que te vaya describiendo todo lo que el personaje haga, su vestimenta, modo de caminar, gestos, en fin, todo, absolutamente todo. Miriela te dice que su paso es calmado, cabría afirmar que lento, como el de un hombre que tuviese más de los 67 años de edad que recién cumplió el pasado 3 de diciembre. Viene con pantalón y pullover negros, una gabardina azul.

¿Y el pelo, lo mantiene largo?, preguntas. Sí, pero no tanto, lo lleva por debajo de los hombros, es la respuesta recibida. Además tiene un anillo en la mano izquierda y un crucifijo sobre el pecho. ¿Y los espejuelos con los que siempre se le suele ver actuar, no los trae puestos?, indagas al oído de tu acompañante. No, no viene con ellos, qué raro.

Entretanto, Ozzy se ha detenido frente a la estatua de Lennon y da la impresión como de hablarle a la imagen expuesta. ¿Simple performance destinado a las cámaras que lo filman?, pudieran cuestionarse algunos. Pero quienes le conocen, saben que en esta acción suya, no hay nada de eso. Es probable que parado ante la escultura, ideada por el artista Villa Soberón e inaugurada hace años como un paso en el intento de reivindicar la posibilidad de enlace entre el rock y la utopía revolucionaria, a su mente vengan los recuerdos de cuando en su adolescencia se convirtió en fan de The Beatles, al punto de expresar tiempo después: “Cuando dejé la escuela, quería ser fontanero. Cuando escuché a The Beatles quería ser un Beatle”.

Minutos más tarde y ya dentro del Submarino Amarillo, en el instante que Michel Hernández, treintañero periodista que ha logrado el milagro de que en las páginas culturales del diario Granma se hable de rock y metal sin las coletillas de antaño y que es uno de los que tiene la suerte de haber sido elegido por los dioses de la fortuna para la charla con el también renombrado The Madman y The Godfather of Heavy Metal, indague por la afinidad de Ozzy con la obra de The Beatles, no sea sorpresa que la respuesta categórica fuese: “Si no fuera por Los Beatles yo no estaría aquí ahora.”

El equipo de producción de History Channel, en el que según te describe Miriela hay unas mujeres muy altas y de rostros adustos, ha empezado a trabajar con absoluta y fría profesionalidad, por lo que registran cada movimiento de Ozzy y su hijo Jack. La escasa o nula amabilidad del personal técnico del canal televisivo la puedes comprobar por ti mismo en el instante en que Ozzy y Jack se detienen a observar las imágenes del sitio y que son alegóricas a The Beatles, así como las frases de sus canciones impresas en las paredes. Una de aquellas señoras, sin decir una palabra, te aparta por el brazo del lugar en que estás parado para que no obstaculices la visualidad del camarógrafo, acción totalmente comprensible pero que pudo ser hecha con una pizca de amabilidad.

En contraste, Guille —quien funciona como anfitrión de la velada— es toda gentileza y cortesía al introducirte a ti, al aludido Michel Hernández y a Juanito Camacho ante Ozy. En el minuto que es tu turno de presentación, pareciera que te vuelves más ciego que de costumbre (si ello fuera posible) o que los nervios te traicionan y no sabes bien hacia dónde extender tu mano. Ozzy se da cuenta, de seguro ha visto tu bastón plegable (señal internacional de que el portador es invidente) y es él quien te toma la diestra en gesto de saludo.

En los segundos que dura el estrechón de manos, evocas la época a fines de los 70 e inicios de los 80 cuando, feliz e indocumentado (de seguro lo uno por lo otro), compartías con tus amigos Ernesto Altshuler Álvarez, Lenny Martel y Carlitos Lugo, en la casa de este último en el quinto piso del edificio ubicado en la esquina de 13 y N, en el Vedado, la audición de los primeros discos de Black Sabbath, antes de que Ozzy iniciara su carrera en solitario con el álbum Blizzard of Ozz, fonograma que contenía temas como “Crazy Train” y “Mr. Crowley”.

Fue Carlitos, ese hermano que adquiriste por obra y gracia de compartir gustos musicales, lamentablemente desaparecido el 27 de noviembre de 2014, el primero del piquete que tuvo la oportunidad de asistir a un concierto de Ozzy con su banda. No olvidas que después de la función, te mandó un correo electrónico donde comentaba haberse quedado ronco, pues tras cada tema emitía un grito de “Bravo” y el nombre de alguna de las amistades que en La Habana admiraban al vocalista pero nunca habían podido concurrir a un directo del cantante.

Ya sentados ante el escenario, el preámbulo de la conversación lo protagoniza el guitarrista de concierto Luis Manuel Molina, figura también de estrecha relación con el rock desde los tiempos en que fundase el grupo Géminis. En virtud de ese vínculo, él era la persona indicada para llevar al ámbito de la música académica, tres versiones acerca de piezas relacionadas con Ozzy: “Changes” (del repertorio de Black Sabbath), “Dee”, original del fallecido Randy Rhoads, otrora integrante de la banda, y “Mr. Crowley”, perteneciente al debut fonográfico de Ozzy al frente de su proyecto en solitario. La reacción del visitante ante la acertada interpretación de Molinita fue comentar que era un trabajo muy profesional.

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Tras la propuesta musical toca el plato fuerte de la jornada: la hora de las preguntas y respuestas. El primero en asumir la palabra fue el Miche, quien —como se dijera líneas atrás— interrogó en torno a la afinidad de Ozzy con The Beatles. Detrás asumió la palabra Juanito Camacho, que dio muestras de su erudición en torno a la obra de Osbourne y cambió por completo el rumbo del diálogo. Tras asegurarle a Ozzy que él era un muy afortunado Sagitario, que pudo seleccionar a excelentes músicos para las distintas alineaciones de su banda, con énfasis en bateristas como Mike Bordin, preguntó a propósito de qué persona escogería para que le acompañase a la batería en el futuro. A lo que respondió:

“Mi actual baterista, Tommy Clufetos, que trabaja conmigo en Black Sabbath y en mi propia banda, es genial. Tanto a él como a los otros músicos que me acompañan, siempre les digo que si les ofrecen propuestas que les interesen, lo que necesito es que me lo comuniquen con tiempo para poder reemplazarlos. Es complicado cuando eso pasa en medio de una gira. Algo así me sucedió con el bajista Robert Trujillo, al que cuando le hicieron la oferta de tocar con Metallica, le dije: ¡felicidades, fantástico! Hoy él y yo seguimos llevándonos muy bien.”

Juanito vuelve a la carga y ni corto ni perezoso, pregunta: En estos momentos, luego del último álbum con Black Sabbath, el denominado 13, ¿estás pensando en armar una nueva banda tuya? ¿Crees que Gus G, el guitarrista griego, estará contigo en la agrupación? “Mi plan es hacer la última gira de Black Sabbath, titulada The End y que comienza en dos semanas. Después tomaré un breve descanso y escribiré algunas cosas nuevas. Hasta ahora no sé quién va a estar en la banda. No sé si el grupo que tengo en el presente sea el que tendré de aquí a un año”. Y añade: “El genial Gus G es hoy una de mis pesadillas. Ocurre que él también posee su propia banda. No obstante, es probable que siga conmigo en el futuro.”

Cuando de pasada se comenta que Ozzy en la actualidad está muy cercano a Black Sabbath, de inmediato afirma: “Todos somos buenos amigos, nos llevamos bien. Ese es el modo en que siempre deberíamos proyectarnos. Según yo lo veo, cuando una banda se separa, no creo sea justo que tengan discusiones en el escenario, en frente de tus antiguos amigos o de tu audiencia. Hoy soy más sabio de lo que solía ser. Uno toma decisiones y tiene que ser consecuente con ellas. No respondas que sí cuando quieres decir no. Ocurre que las políticas de la mayoría de las bandas están confundidas. Eso afecta en primera instancia a la música. La gente se vuelve ambiciosa y loca.”

Con su parsimonia acostumbrada al hablar, Guille dice: Joaquín, te toca. Por unos segundos te quedas en silencio y te da por pensar que como periodista y académico, lo primero que eres es un scholar fan, condición mayoritaria entre los estudiosos de la música popular en Latinoamérica y en el mundo entero, aspecto sobre el que has leído en trabajos hechos por integrantes de aquella primera generación de investigadores de distintas ramas de las ciencias sociales, que en los tempranos 80 del pasado siglo dio vida a la International Asociation for the Study of Popular Music (IASPM) y que básicamente se interesaban en el rock y el pop.

Pero sucede que existen diferentes tipos de scholar fan e, incluso, tal condición resulta también cambiante, por lo menos en tu caso. En ocasiones de verdad te has dedicado a estudiar la música que veneras (lo que te pasa con el rock y el metal). En otros momentos, te proyectas como un outsider, fascinado por lo que hace una escena con su propia música. Tu experiencia personal con músicos como los de Sepultura, Rick Wakeman o ahora Ozzy Osbourne, te confirma en la idea de que no es lo mismo una atracción estética que ser fan.

Por ello, si en tu caso hubiese prevalecido lo primero y no la condición de fan, ahora al hablar con Ozzy indagarías acerca de sus críticas al mundo de las actuales bandas de metal, y en torno a lo que ha expresado acerca de que no entiende o está en desacuerdo total con la idea que afirma que Black Sabbath como grupo (tanto en lo musical como en su proyección escénica) es algo así como los padres del metal y en particular del doom. Como investigador, para ti habría sido estupendo que él te dialogase sobre tales criterios; pero como fan, sentiste que ello equivaldría a introducir un ruido en la buena comunicación que había en esos momentos.

Por eso prefieres encauzar la conversación en torno al buen tino que Ozzy siempre ha tenido para escoger a notables guitarristas que figuren en su banda, como por ejemplo, Randy Rhoads, Jake E. Lee, Zakk Wilde y Gus G. En relación con ello, preguntas por los criterios que él maneja para seleccionar a un ejecutante del instrumento de las seis cuerdas.Esta es la respuesta recibida: “Cuando hago una audición para un nuevo guitarrista, les envío una canción de mi banda, y hago que toquen delante de mí. De la manera en que yo lo veo, si estoy delante y mi grupo está detrás y yo no tengo que decir alto, eso es un grupo genial para mí. Porque a veces la gente quiere sobreactuar y yo soy el jefe de una máquina que reproduce música y si ese equipo no está enfocado en la audiencia, me saca de quicio y me molesta. Si alguien quiere tocar conmigo, lo que hay que hacer es conectar con el público, porque eso es lo divertido.”

Tienes una segunda oportunidad y como periodista quisieras saber qué permanece en el actual Ozzy de aquel chico nombrado John Michael Osbourne, que tuviese una niñez pobre, al punto de verse obligado a trabajar como limpiabotas en las calles de su Birmingham natal; o conocer si esa maravilla de balada metalera que responde al nombre de “Mama I’m coming home”, perteneciente al disco No more tears, se la compuso a su esposa y manager Sharon, para apaciguarla al llegar tarde a casa tras una de sus antiguas noches de toda clase de excesos.

En cambio, de nuevo te muerdes la lengua, te quedas con las ganas y optas por indagar si él prefiere a los guitarristas que diseñan poderosos riffs o a los que hacen solos bien calientes. “Lo que puedo decirte es que, para mí, Zakk Wilde es el mejor guitarrista que yo he tenido. Es un gran tipo y tremendo músico, locamente amable, lo considero como parte de mi familia, al punto de que si estuviera lejos de mí, siempre lo llamaría.”

Ahora se invierten los papeles y es Jack quien pide le aclaren una duda. “En EEUU uno piensa que la música rock todo el tiempo ha estado prohibida en Cuba en estos años o que les resultaba muy, pero muy difícil, acceder a ella. Sin embargo, yo noto que ustedes, tanto los músicos como los periodistas, están súper bien informados al respecto. ¿Cómo es que han accedido a toda esta música en el pasado y el presente?”

Casi a coro se le responde que por diferentes vías. En el pasado, gracias a marineros mercantes que traían los discos y después eran copiados en casetes que circulaban de mano en mano. También se le explica que dada la cercanía geográfica, estaba la recepción de programas de emisoras radiales y canales televisivos de USA, con señales que llegaban hasta el país. En la actualidad, gracias al mundo digital todo es mucho más fácil y casi a la salida de un disco, ya el mismo empieza a circular por acá.

Tras esto se reanudan las preguntas a Ozzy y es Guille quien interroga acerca de si el añejado rock llegará a ser valorado en el futuro del mismo modo que se habla hoy en día de la música clásica. A lo que Osbourne responde que sin lugar a dudas, puesto que la mayor tendencia en el rock de estos tiempos no tiene nada que ver con el espíritu creador de aquellos memorables años de la segunda mitad del siglo XX.

Alguien del equipo acompañante de Ozzy y Jack interviene para decir que esta es la última pregunta. Ramón Navarro, viejo fan del vocalista y que como otros admiradores (entre ellos gentes como el cantante y compositor de Blues Miguel de Oca o el multinstrumentista Abel Omar Pérez) ha conseguido entrar al Submarino, alza su voz por encima del murmullo general e interroga por la posibilidad de un concierto en Cuba. “¿Tocar aquí? No sé… Lo que quiero es venir a vivir al país. Esta es mi primera vez en Cuba y es fantástico. Uno se siente seguro aquí, es realmente genial, si lo hubiera sabido habría venido antes. Realmente lo estamos pasando muy bien acá.”

Ya en la despedida, Guille pide que se haga una foto colectiva. Boris, la persona que ha funcionado como coordinador por la parte cubana de esta visita, es el encargado de hacer de fotógrafo. Casualmente, al agruparse para la instantánea, Ozzy cae justo a tu lado izquierdo y tras el disparo de la cámara, te da un abrazo. Ahí te percatas de que su altura es más o menos similar a la tuya. En ese último instante le dices que su figura ha sido de suma importancia para tu generación y que, en nombre de ellos, los que siguen en Cuba y los que ya no están, le pides que le transmita a Tony Iommi (su amigo guitarrista y líder de Black Sabbath) las mejores energías y deseos de que se encuentre bien, completamente recuperado del cáncer que ha debido enfrentar. Como en señal de aprobación a lo que acabas de expresar, Ozzy te da una palmada en el hombro y entonces se dirige hacia Juanito.

Gracias a esa capacidad auditiva tuya, puedes escuchar perfectamente los comentarios de Osbourne de que en sus días en La Habana, ha estado muy triste por la muerte de su gran amigo Lemmy Kilmister, líder, bajista y cantante de Motorhead, banda de enorme popularidad en todo el mundo por discos como Overkill y Ace of Spades.

Son las 3 menos cuarto, apenas ha transcurrido una hora desde que comenzó el encuentro. El llamado The Prince of Darkness, The Madman o The Godfather of Heavy Metal, es decir, Ozzy Osbourne, hace un saludo de despedida y comienza a caminar hacia la puerta del Submarino Amarillo. No obstante, aún pronuncia otra frase: “I come back!”

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