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María Teresa Vera y su Conjunto: Una huella perdurable

María Teresa Vera y su Conjunto: Una huella perdurable

Para los que amamos lo más auténtico de la música tradicional cubana, sin lugar a duda escuchar a María Teresa Vera y su Conjunto, en el que sobresale la voz y la guitarra de Lorenzo Hierrezuelo, representa una fiesta innombrable, al decir de José Lezama Lima. El dueto de María Teresa y Lorenzo dejó registrados algunos de los temas capitales de nuestro devenir sonoro.

El virtuosismo que animó el trabajo por ellos realizados, queda plasmado ciento por ciento en un álbum como el publicado por la EGREM en el 2007, como parte de la Colección Las Voces del Siglo. Las 14 piezas incluidas en el CD deberían constituirse en base material de estudio para todo aquel que aspire a comprender y valorar la cadencia auténtica de nuestra música, conocimiento fundamental no sólo para quienes pretendan preservar la memoria sonora de la nación sino, incluso, para los que aspiren a renovarla mediante procedimientos como el de la deconstrucción.

Composiciones como «Las perlas de tu boca» (Eliseo Grenet), «He perdido contigo» (Luis Cárdenas Triana), «Mujer perjura» (Miguel Campanioni), «Aurora» (Manuel Corona) o «Porque me siento triste» (María Teresa Vera y Guillermina Aramburu), algunas de las compiladas en el fonograma, resultan clases magistrales o prototipos de cómo desarrollar el arte trovadoresco en sus esencias fundamentales.

Se incluyen también en el CD las piezas «La rosa roja» y «Ella y yo» (Oscar Hernández), «Ausencia» (Jaime Prats), «Aquella boca» (Eusebio Delfín), «No me sabes querer» (María Teresa Vera y Guillermina Aramburu), «Para que te recuerdes de mí» (Manuel Corona y H. Cabrisas), «Lágrimas negras» (Miguel Matamoros), «Eso no es na´» (Graciano Gómez) y «Arrolla cubano», composición firmada sola por la propia María Teresa Vera.

Ahora, mientras me deleito con la audición de los 14 temas compilados en este delicioso disco que viera la luz en el 2007 pero que lamentablemente apenas resulta difundido por nuestras emisoras radiales, pienso que el Premio Nacional de Literatura, el avileño Reynaldo González, tenía total razón cuando hace algún tiempo escribió:

«El virtuosismo de María Teresa Vera consistió, exactamente, en cuidar que el sentido dado a la pieza por su compositor no resultara enrarecido con añadidos y divismos. Por eso esas piezas son, también, documentos de las arcas musicales de Cuba, algo que sentimos palpitar en mucho de lo compuesto luego, pues constituyen una raíz poderosa y saludable. (…) Como me gustaría no haberla escuchado tanto para hacerlo por primera vez y descubrir la almendra pura de la isla. Y devolverme a las extensas joyas del archivo de una gran cantante popular –y ella lo fue en el sentido más amplio y definitivo del vocablo– justo cuando las raíces y otros ritmos que conformaron el acervo de la trova tradicional se refrescan y exaltan como herencia cuya continuidad palpita en las multitudes».

Coincidentemente, escucho el fonograma en un momento en que proliferan debates en relación con el tema de la mujer en la música y las investigaciones desde la perspectiva de género, una riquísima discusión que se da en diversos puntos de la geografía internacional.

Ello me conduce a meditar en helecho de que entre nosotros no son abundantes las exégesis concebidas con semejantes enfoques o, por lo menos, tal clase de abordajes en Cuba no están bien visibilizados, algo significativo porque a estas alturas del siglo XXI es obvio que en cualquier análisis que se realice a propósito de una práctica musical, no es posible soslayar las cuestiones de género. Por supuesto que no se trata de apelar tan sólo a investigaciones provenientes de la Musicología sino de animar a otros especialistas de nuestras ciencias sociales a que se motiven con el tema, porque hay mucha tela por donde cortar.

Por lo pronto y mientras esperamos porque en nuestro contexto se produzcan esos estudios acerca de la obra legada al panorama sonoro cubano por tantas y tantas mujeres en el pasado y el presente, disfrutemos de un fonograma como éste de María Teresa Vera y su Conjunto.

Regalo por el día de la mujer

Regalo por el día de la mujer

Como cada 8 de marzo, este lunes celebramos el Día Internacional de la Mujer. Establecido por la Organización de las Naciones Unidas en 1975, la conmemoración recuerda la lucha de las mujeres contra todo acto discriminatorio y en pro de la búsqueda de la equidad de géneros.

El origen de la celebración se remonta al 8 de marzo de 1857, cuando las mujeres que trabajaban en la industria textil, conocidas como ‘garment workers’, en Nueva York, organizaron una huelga para demandar salarios justos y condiciones laborales más humanas. Dos años después, las manifestantes crearon su primer sindicato para pelear por sus derechos y 51 años  más tarde, el 8 de marzo de 1908, 15.000 mujeres volvieron a llenar las calles de Nueva York para exigir un aumento de sueldo, menos horas de trabajo, derecho al voto y prohibir el trabajo infantil bajo el lema “Pan y Rosas”.

En 1910, se celebró una conferencia internacional en Copenhague a la que acudieron más de 100 mujeres procedentes de 17 países diferentes. En ella, la alemana Clara Zetkin sugirió la idea de conmemorar un día de la mujer a nivel global y la propuesta fue aprobada por unanimidad.

Miradas Desde Adentro no quiere pasar por alto la fecha del 8 de marzo y hemos pensado en regalarle a nuestras lectoras tres textos dedicados a las féminas. En la breve selección que proponemos como homenaje, incluimos el poema “La mujer y la casa”, de José Lezama Lima, así como dos letras de canciones surgidas en el seno de la Nueva Trova. Son ellas “Mujeres”, de Silvio Rodríguez, y “Mujer si la distancia es esa huella”, compuesta por Rodolfo de la Fuente.

Vaya pues con estos textos la más sincera felicitación por el hecho de ser mujer, que es sinónimo de vida.

La mujer y la casa

José Lezama Lima

Hervías la leche

y seguías las aromosas costumbres del café.

Recorrías la casa

con una medida sin desperdicios.

Cada minucia un sacramento,

como una ofrenda al peso de la noche.

Todas tus horas están justificadas

al pasar del comedor a la sala,

donde están los retratos

que gustan de tus comentarios.

Fijas la ley de todos los días

y el ave dominical se entreabre

con los colores del fuego

y las espumas del puchero.

Cuando se rompe un vaso,

es tu risa la que tintinea.

El centro de la casa

vuela como el punto en la línea.

En tus pesadillas

llueve interminablemente

sobre la colección de matas

enanas y el flamboyán subterráneo.

Si te atolondraras,

el firmamento roto

en lanzas de mármol,

se echaría sobre nosotros.

Mujeres

Silvio Rodríguez

Me estremeció la mujer que empinaba a sus hijos

hacia la estrella de aquella otra madre mayor.

Y cómo los recogía del polvo teñidos

para enterrarlos debajo de su corazón.

Me estremeció la mujer del poeta, el caudillo,

siempre a la sombra y llenando un espacio vital.

Me estremeció la mujer que incendiaba los trillos

de la melena invencible de aquel alemán.

Me estremeció la muchacha

hija de aquel feroz continente,

que se marchó de su casa

para otra de toda la gente.

Me han estremecido un montón de mujeres,

mujeres de fuego, mujeres de nieve.

Pero lo que me ha estremecido

hasta perder casi el sentido,

lo que a mí más me ha estremecido

son tus ojitos, mi hija,

son tus ojitos divinos.

Me estremeció la mujer que parió once hijos

en el tiempo de la harina y un quilo de pan

y los miró endurecerse mascando carijos.

Me estremeció porque era mi abuela además.

Me estremecieron mujeres

que la historia anotó entre laureles.

Y otras desconocidas, gigantes,

que no hay libro que las aguante.

Mujer si la distancia es esa huella

Rodolfo de la Fuente

Mujer si la distancia es esa huella

De caminos distantes que me envuelven

Tú no eres la distancia ni lo lejos

Sino lo cerca que se me disuelve

En tantas noches cuando nos buscamos

En la ciudad que ajena parecía

Y con tu risa se fue haciendo mía

La sólida certeza de encontrarte

Mujer en la razón misma de amarte

Está presente el acto de la vida

La vida que construyo con los días

Con estas mismas manos de besarte

Mujer y si los pasos me hacen lejos

Y en otro suelo se me va la vida

Yo sé que en la razón misma de amarte

Está presente el acto de mi vida

Mujer en la razón misma de amarte

Está presente el acto de la vida

La vida que construyo con los días

Con estas mismas manos de besarte

Mujer y si los pasos me hacen lejos

Y en otro suelo se me va la vida

Yo que en la razón misma de amarte

Está presente el acto de mi vida.

Alberto Lescay Castellanos: Música en movimiento

Alberto Lescay Castellanos: Música en movimiento

Hay un tipo de persona que se desplaza de una ciudad a otra, con estancias temporales en ellas por la sencilla razón de que son seres que tienden a la errancia. Justo es ese el caso de Alberto Lescay Castellanos, o Albertico, como muchos suelen decirle para diferenciarlo del nombre de su padre, reconocido escultor y pintor. De ahí que a este trompetista, tecladista, compositor y arreglista nos lo podemos encontrar por igual viviendo en su natal Santiago de Cuba -lugar del que nunca se va del todo-, en La Habana o en Nueva York. A fin de cuentas, como dijese nuestro José Martí, «Patria es humanidad».

Y como la música es eso: mantra, pura vibración, esferidad…, jamás podría existir sin movimiento, sin resonancia. Tal vez en boca del escritor cubano José Lezama Lima sería «la ontología esencial de todas las cosas. Lo primero no fue el verbo, sino la resonancia». En la ópera prima de Alberto Lescay Castellanos, el CD Escape, uno siente la profunda vocación de este artista por el viaje, por defender cuanto ha recibido en ese ir y venir por el mundo, sin que ello lo lleve a olvidar las raíces de donde proviene.

Semejante filosofía no es nueva para el creador y líder del grupo Formas. Ya en un trabajo suyo anterior, el demo tituladoErrante y producido en 2001, se apreciaba idéntica intención. De manera lamentable, dicha producción nunca fue licenciada por una discográfica y permanece engavetada.

Otro aspecto que considero importante resaltar en una propuesta como la de este primer fonograma del trompetista y tecladista santiaguero es que representa un ejemplo de lo que hoy se puede lograr cuando se unen esfuerzos de las instituciones oficiales con el quehacer de los nuevos modelos de gestión cultural entre nosotros y que poco a poco van abriéndose paso en Cuba, a pesar de que todavía existan no pocas miradas prejuiciadas hacia ellos.

Escape es una producción licenciada por la Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales (Egrem), después de haberse concretado con el auspicio de la Asociación Cubana de Derecho de Autor Musical, Caguayo S. A. y Zona Jazz. Como se ve, el álbum es el resultado de la interacción entre organismos estatales, una fundación u ONG y un proyecto privado de un colectivo de emprendedores. Tal mancomunión consigue que el disco, desde su salida al mercado, se encuentre disponible en las plataformas iTunes, Google Play Music y Deezer, a través de la distribuidora digital Ditto Music, la más importante para mover lo que se valora hoy como música independiente en América Latina.

En lo referido propiamente al contenido del disco, abre con el corte denominado Invasión, un tema que por medio de apelar a la conga santiaguera transmite el reencuentro del protagonista de la producción con sus esencias, procedentes de la llamada tierra caliente. Pero claro, como que Alberto Lescay Castellanos no es un hombre detenido en el tiempo, junto a la percusión característica de la conga aparece la improvisación de teclados con timbres que nos evocan el mejor jazz rock de los setenta.

De ahí en adelante, en los restantes diez cortes del álbum, si bien el jazz funciona como columna vertebral, apreciamos un remarcado interés por entregar una propuesta en la que el signo predominante es el de la hibridación entre diferentes maneras de concebir el hecho musical. Por dicha razón, aquí escuchamos elementos de rap, pasajes en los que la electrónica tiene papel fundamental, otros que traen los aires de la balada o momentos en los que el folclor afrocubano se hace sentir. Ese apostar por una mezcla de géneros y estilos se percibe tanto en el tratamiento orquestal otorgado a la percusión, como en el modo de arreglar los instrumentos melódicos.

Si una pieza resulta representativa de lo expresado anteriormente es la titulada Jugando, compuesta por Alberto en coautoría con su hermano Arnaldo, destacado baterista con una carrera muy activa en España, país en el que reside desde hace años. La línea melódica de este tema es sencilla y llanamente encantadora.

Otros momentos del fonograma a los que sugiero prestar especial atención son Voces tristes, con un trabajo delicioso a cargo de Alberto Lescay Castellanos en el vocoder; Escape hacia la luz -fijarse en lo llevado a cabo por Alain Ladrón de Guevara en la batería- y Errante, donde Ángel Toirac saca el máximo de provecho al órgano, instrumento no muy empleado por nuestros tecladistas.

Con excelente producción a cargo de Esteban Puebla y varios invitados de lujo, el material puede inscribirse en lo que se denomina nu jazz, tendencia acuñada a mediados de los noventa y con cultores internacionales como Saint Germain, Koop, Red Snapper, Jazzanova, Matthew Herbert, Nicola Conte, The Cinematic Orchestra, Parov Stelar, Gramatik, Quantic, Amon Tobin, Caravan Palace United Future Organization y Nujabes.

Si bien Alberto Lescay Castellanos prefiere etiquetar su trabajo como una manifestación de afro nu jazz -a estas alturas uno no sabe si los seres humanos vivimos para nombrar o nombramos para vivir-, más allá de clasificar o calificar su propuesta bajo el rótulo de una u otra terminología, lo importante es que Escape resulta un disco de altísima valía. Además, rompe con el estereotipo de que los santiagueros solo interpretan música tradicional. De esa tierra y formados allí, en años recientes también han surgido eminentes jazzistas como Aruán Ortiz, Yaniel Matos y David Virelles, tres pianistas con impresionantes carreras fuera de Cuba. A ellos hay que agregar ahora el nombre del trompetista y tecladista Alberto Lescay Castellanos.

Celebraciones por cumpleaños de Miradas Desde Adentro (III)

Celebraciones por cumpleaños de Miradas Desde Adentro (III)

El próximo 28 de octubre, este modesto sitio del ciberespacio cubiche cumple un año de vida y aquí lo estamos celebrando con la reproducción de varios textos que me he leído recientemente y que me parece son materiales que vale la pena compartir con los seguidores de esta utopía que, al fin y al cabo, es Miradas Desde Adentro. Ojalá que lo disfruten tanto como yo.

 

Una novela que se sueña a sí misma

En Tres en una taza, Froilán Escobar recrea La Habana de los años 70, con sus dolorosas contradicciones y paradojas. Una época hermosa, pero también oscura y terrible

 

Carlos Espinosa Domínguez

 

Los cinco siglos a los que este año arriba La Habana brindan un buen pretexto para leer o releer, según sea el caso, algunas de las obras de escritores cubanos que tiene como escenario nuestra capital. El listado es extenso y hay bastante donde espigar. Entre esos libros, he escogido uno cuya lectura es tan disfrutable como gratificante.

 

Su autor es el escritor y periodista Froilán Escobar (San Antonio de los Baños, 1944), quien en la actualidad reside en Costa Rica, cuya nacionalidad ha adoptado. Su bibliografía es abundante y sólida, y aunque es más conocido por su faena narrativa también ha incursionado en la literatura para niños y jóvenes (El monte en el sombrero, 1978; La vieja que vuela, 1990, Premio de la Crítica; Ana y su estrella de olor, 1994; El cartero trae el domingo, 1995) y el testimonio (El Che en la Sierra Maestra, 1973; Che Sierra adentro, 1988; Martí a flor de labios, 1990). En el campo de la prosa de ficción, ha publicado, entre otros títulos, El patio donde quedaba el mundo (1997), Largo viaje de ceniza (2001), Ella estaba donde no se sabía (2006, Premio Aquileo J. Echeverría) y La última adivinanza del mundo (2009).

 

En Tres en una taza (Ediciones Bagua, Madrid, 2018, 168 páginas; Uruk, San José, 2016, 151 páginas), Froilán Escobar recrea La Habana de los años 70, con sus dolorosas contradicciones y paradojas. Una época hermosa, pero también oscura y terrible. Todo eso se plasma en la novela a través de un contrapunto de opuestos, pues como sostiene su autor, “solo así podía ser fiel a lo que viví. Solo así podía salirme de lo encapsulado, de lo unilateral, para mostrar, a la vez, un mundo donde la realidad perturbadora se mezcla con el delirio hasta el punto de crear dimensiones esquizofrénicas, inesperadas, inquietantes”.

 

“La ciudad se me va. Abro los ojos y los vuelvo a cerrar para cerciorarme de lo que está ocurriendo (…) Aún faltaba mucho para que llegara el mañana prometido, el futuro que se proponía, pero ya la gente estaba yéndose. A diario. En avalancha. ¿Tú también te vas?, me preguntó visiblemente angustiado un amigo con el que me encontré cuando atravesaba el Parque Central. No, ¿y tú? Era la pregunta obligada. Porque, poco a poco, todos se iban. Abandonaban la ciudad. Se valían de cualquier medio de transporte. Una lancha, una balsa, un salto de garrocha, un ataúd incluso. Tenía la sensación de que la gente y los edificios que uno todavía podía ver o que me pasaban por el lado, no eran más que las últimas representaciones configuradas por las propias palabras de los que se despedían. Me estaba quedando solo en La Habana”.

 

El fragmento anterior pertenece al inicio de la novela. En medio de ese tropel de personas que se van, el narrador siente la sirena de la ambulancia que había salido hacia el número 162 de la calle Trocadero. Allí la aguarda el escritor José Lezama Lima, sentado en su sillón. Un viento aciclonado e inaudito asola la ciudad y se lo lleva todo. El narrador advierte que todo lo que estaba donde siempre había estado, ya no está: las calles, los edificios, la gente, “habían sido sacados, sustituidos, como si en ese momento acabara de llegar el futuro y borrara todo lo de atrás. O como si en ese irse estuviera el virus, la evidencia irrefutable de que estábamos contaminados de irrealidad”.

 

En la primera página se lee esta cita de Lawrence Durrell: “Quisiera escribir un libro que soñase”. Y eso es en buena medida Tres en una taza, una novela que se sueña a sí misma. Froilán Escobar se decanta por la experimentación y el riesgo y ha escrito una obra en la que la realidad y la fantasía se entrelazan indisolublemente. De esa relación entre una y otra surge un universo singular, en el que los planos temporales se alternan y se superponen, y lo real se ve desbordado por sus múltiples aristas. Pero como apunta Cintio Vitier en un breve texto que se reproduce, lo que poéticamente Froilán Escobar se imagina nunca es irreal, sino un ejemplo de “la capacidad que tiene la realidad misma de producir las imágenes que mejor la revelan”.

 

Una novela al modo convencional difícilmente podría atrapar el grado de paradoja y esquizofrenia de la sociedad en la cual le tocó vivir al narrador. De ahí que para tratar de entenderla se invente una alucinación que le permita expresarla. Asimismo, no bastaba para ello que contase solamente su historia, y por eso incluye las de otros personajes que también compartían las mismas ilusiones que entonces empezaban a perder.

 

El narrador es un joven periodista a quien han expulsado de la revista donde laboraba. ¿La razón? Junto con otro colega, preparó un número dedicado al Che en la Sierra Maestra, por el cual lo acusaron de “diversionismo ideológico”. En la reunión en el Colegio de Periodistas no lo acusaron directamente, solo le dijeron que a partir de ese momento no continuaría en la revista y que se iría a laborar en la agricultura. Finalmente, lo enviaron a la construcción de un hospital, lo cual lo hace comentar: “El trabajo que hacen los que sustentan el país, era el castigo. Qué ironía para los que lo hacían. ¿Ellos también, entonces, estaban castigados? ¿Por qué nos empeñamos en hacer creer que los paraísos son ejemplares? Un galimatías”.

 

Lezama Lima recorre toda la novela

 

Entre las historias contadas en la novela, está la del viaje iniciático por La Habana que realiza el narrador. Lo hace en un autobús que, en lugar de desplazarse por calles y avenidas, atraviesa la ciudad por dentro: “Fue un azaroso viaje por corredores, baños y azoteas a punto de caerse, en el que finalmente, luego de un largo y tortuoso recorrido, paralelo a una calzada más bien enorme de Jesús del Monte, bajamos a un primer piso, donde quedaba el apartamentico de Wichi, en La Víbora (…) La guagua tuvo que esquivar una tendedera con calzoncillos colgados al sol antes de, luego de un viraje, detenerse en el cuarto. No tenía mucha diferencia con el mío, pero sí tenía baño. Todo estaba regado allí, con muchos libros tirados sobre la cama. ¿Un café?, preguntó, y el chofer y yo, al unísono, les dijimos que sí”. En algún momento del periplo, la guagua se topa en Miramar con otra que ha chocado contra la cerca de una embajada. Inmediatamente, los pasajeros que iban en ella aprovecharon el hueco que se hizo y corrieron a meterse.

 

Asimismo, hay historias surreales que corresponden a una realidad surreal. Un antiguo miembro del Partido Socialista Popular, acusado de microfracción de deslealtad, pasó de miembro del Comité Central a ser un simple ciudadano y tuvo que estudiar leyes para comenzar de nuevo. Entre otros casos, le tocó defender a un chino a quien se le imputaba por tenencia ilegal de divisas. El fiscal calificó su delito de contrarrevolución y pedía treinta años de cárcel. Al defenderlo, el abogado alegó que el señor fiscal no se había fijado en la fecha de los dólares. Estos carecían de otro valor que no fuese el numismático: eran una herencia dejada por el bisabuelo y databan de finales del siglo XIX. Y como aparte de la realidad, la novela se nutre de la imaginación también se cuenta el suceso de una negra vieja que camina en contra del viento huracanado y se va volando por los techos de la ciudad, agarrada a un gajo de paraíso. Mientras se remonta por el aire, va diciendo constantemente: “Paraíso santo, como tú sabes quiero subir…”.

 

Entre los otros personajes, hay figuras de la vida cultural de esos años: Luis Rogelio Nogueras, Guillermo Rosales, Eloy Machado “el Ambia”, José Lezama Lima. Este último recorre toda la novela, que refleja, con una mezcla realidad y ficción, sus días finales. Era su etapa de marginación y el narrador lo visitaba en su casa: “Ya son pocos los amigos que vienen a visitarme, dijo como si pronunciara un significante vacío, con tono de queja, como si estuviera a punto de un silencioso sacrificio. ¿Usted sabe, joven, a qué se debe esa ausencia de cifra cabalística y presagios oscuros? Le dio vuelta al tabaco en su boca y echó un humo que le escondió la cara (…) Aunque estoy muy lejos de estar abriendo con las uñas un pequeño hueco en la pared, me hacen invisible. Ya no espero a nadie, sin embargo insisto en que alguien como usted tenía que llegar. Cuando me han negado con furia yo he sabido esperar. Hay que saber esperar”.

 

En una novela pródiga en pasajes conmovedores y hermosamente escritos, el autor de Paradiso ocupa varias de ellas. Lo cual responde, talento aparte, a los encuentros personales y al profundo conocimiento de la obra lezamiana de Froilán Escobar. Eso nos permite, anota en el prólogo Luis Manuel García Méndez, “literalmente, escuchar a Lezama en estas páginas sin que el autor pretenda suplantar su voz, algo muy de agradecer entre tanto neolezamiano trasnochado”.

 

Hasta aquí me he referido al narrador de Tres en una taza en singular. Lo cierto es que no es así. El autor deviene protagonista y se desdobla en Yo y Tú. El primero es el que escribe la novela, el segundo el que la vive. Yo es un personaje de carne y hueso, mientras que Tú es una figuración. Ambos están enamorados de B, una mujer peregrina y cimbreante que se siente más cercana a Tú. Uno y otro son el mismo personaje, que se halla escindido por la doble existencia que le tocó vivir. Esa rivalidad trágica entre dos posibles alternativas del mismo, probablemente hará que más de un lector o lectora exclame: “Qué jodienda, coño”. En todo caso, es pertinente decir que no resulta difícil entrar en ese recurso técnico, que cobra sentido a medida que se avanza en la lectura. Y, además, siempre es saludable aquello que estimule la reflexión.

 

En Tres en una taza, Froilán Escobar pone de manifiesto su maestría narrativa, al convertir unos elementos tan numerosos y heterogéneos en un entramado coherente y compacto. Las numerosas historias se engarzan de modo orgánico, y de igual modo al permanente juego de realidad e irrealidad que es la novela, logra incorporar vivencias autobiográficas que le dan valor como testimonio generacional. Está escrita además con ritmo trepidante y con una prosa elegante y fina, que, sin embargo, no vacila en incorporar expresiones de nuestra habla popular. Acierta, pues Luis Manuel García Méndez, al expresar que más que un libro, Tres en una taza es una fiesta de la imaginación y del lenguaje.

 

Tomado de: www.cubaencuentro.com

De aquí y de allá

De aquí y de allá

Congreso dedicado a la memoria de Jesse Fernández

El Centro Cultural Cubano de Nueva York celebró su XVII conferencia anual el domingo 21 de octubre, centrada este año en los orígenes y el desarrollo de la fotografía cubana, desde la época colonial hasta el presente.

En la ocasión,  se llevaron a cabo presentaciones ilustradas y de imágenes de archivo que revelan la evolución de la fotografía y su impacto político y social en la vida de la nación cubana durante más de 200 años, incluido su papel histórico en las Guerras de Independencia, la era republicana, la revolución y la diáspora.

Organizado por The New School y bajo  el patrocinio de Pepsico y la colaboración de The Africa-America Institute y DIARIO DE CUBA, en el evento participaron importantes artistas y académicos, tanto de la Isla como de la diáspora.

La conferencia hizo hincapié en la fotografía cubana contemporánea como manifestación del arte y a la par llamó la atención al papel subestimado de las mujeres en la fotografía, como sujetos y como artistas.

En la lista de académicos y fotógrafos involucrados en el evento aparecen José Antonio Navarrete, Grethel Morell Otero, Juan Antonio Molina, José Gómez de La Carrera, Guillermo Blaín, Armand, Joaquín Blez, Cirenaica Moreira, Ramiro Fernández, Geandy Pavón, Walker Evans,  Susan Bank, Korda, Alexandre Arrechea, María Martínez Cañas, Margarita Aguilar, Aldeide Delgado, Sergio Florez, Gladys Triana, Juan Carlos Alom, Mayken Barreto, Gory, María Magdalena Campos-Pons, Linet Sánchez, René Peña, Tico Torres, Alexis Rodríguez-Duarte, Iliana Cepero, Abelardo Morell, Marta María Pérez y Manuel Piña…

El congreso estuvo dedicado a la memoria de Jesse Fernández (La Habana, 1925-París, 1986), cuya incursión en las facetas más avanzadas de la fotografía de su época le valió un lugar como uno de los fotógrafos cubanos de mayor trascendencia y reconocimiento a escala internacional.

 

Nueva edición del festival Chocolate con Café

La segunda emisión del Festival Chocolate con Café, iniciativa del intérprete Waldo Mendoza, tiene lugar entre el 23 y el 27 de octubre en las localidades de Guantánamo, Baracoa y Yateras, territorios del este cubano. El evento persigue como principal objetivo promover el intercambio entre artistas de La Habana y los de la tierra guantanamera.

Como parte de la programación diseñada por los organizadores del encuentro, están previstos talleres, un evento teórico y presentaciones de artistas en lugares como las plazas Polifuncional Pedro A. Pérez, de la Juventud, en el Reparto Caribe y 28 de septiembre. Igualmente hay conciertos en el Teatro Guaso, ubicado en la capital de la provincia, así como actividades en las universidades de Ciencias Médicas y de Guantánamo, diferentes comunidades de la zona y en el Cabaret Bayatiquirí

Entre los artistas invitados se encuentran Adrián Berazaín, el Dúo Buena Fe, Qva Libre, Karamba, Maykol D Alma, Cucurucho Valdés, Eliades Ochoa, el Septeto Santiaguero, el Ballet de Camagüey y el Proyecto Infantil Vivirás feliz. Por los de la tierra del Guaso estarán la Compañía Danza Fragmentada, el Ballet Folclórico Babul, Son del Tres, Celso «el guajiro de Yateras» y el rapero Sandy, entre otros.

El Festival Chocolate con Café, que podría internacionalizarse en la edición correspondiente al 2019 dado que han mostrado interés en participar en el certamen países como Canadá e Italia, está auspiciado por la Dirección Provincial y Municipal de Cultura de Guantánamo y posee además el apoyo del Instituto Cubano de la Música, la EGREM y su Agencia de Representación Artística Musicuba.

Lezama Lima: Soltar la lengua

El cineasta habanero Ernesto Fundora, pionero entre los hacedores cubanos de videoclips, recién ha estrenado su documental Lezama Lima: Soltar la lengua (2009-2018), testimonio de 28 escritores cercanos al autor de la célebre novela Paradiso e ideólogo de lo que puede clasificarse como todo un sistema poético.

La presentación oficial del nuevo documental de quien también fuera director de programas en Radio Ciudad Habana a fines de la década de los ochenta de la anterior centuria,  fue organizada por Cuban-American Studies Association y tuvo lugar el pasado 25 de septiembre en Green Library, espacio  de la FIU (Miami).

Según el propio Ernesto Fundora, en esta, su más reciente propuesta audiovisual y que ahora iniciará su andar por disímiles festivales cinematográficos,, él ha querido presentar «al poeta habanero fumador de puros, chismoso, gran conversador, asmático, amigo entrañable, maestro generoso, simpático fabulador, glotón exquisito, anfitrión sin igual residente en el humilde barrio de Colón de La Habana, en la mítica calle de Trocadero No. 162.»

El documental cuenta con entrevistas realizadas en el período transcurrido de 2008 al 2018 en las ciudades de La Habana, Miami, San José y Ciudad de México. Así, entre los testimoniantes aparecen figuras como Cintio Vitier, Fina García Marruz, Armando Álvarez Bravo, César López, Antón Arrufat, Reinaldo González, Miguel Barnet, Belkis Cuza Malé, Pablo Armando Fernández, Carlos M. Luis, Dr. Moreno del Toro, Froilán Escobar y Guillermo Rodríguez Rivera, por solo citar algunos nombres de la lista de 28 entrevistados. Todos ellos ofrecen sus personales evocaciones del hombre común y del genio literario que fuera José Lezama Lima, incitados por los temas propuestos por Ernesto Fundora y que fueron surgiendo mientras acontecía el diálogo.

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