Etiqueta: Haila

Ela O’Farrill: Todo el amor del mundo para mi gente de Cuba

Ela O’Farrill: Todo el amor del mundo para mi gente de Cuba

La más reciente emisión del festival Longina, evento de jóvenes trovadores que desde 1997 se celebra en Santa Clara, estuvo dedicada a la décima y a la figura de una creadora procedente de aquella ciudad, la ya desaparecida Ela O’Farrill. Tuve la oportunidad de conocer personalmente a esta hacedora de canciones gracias a la gran Marta Valdés. En la ocasión, le realicé quizá la última entrevista que le hicieran a la compositora de varios clásicos de nuestra cancionística. Dado que en el mes de febrero Ela cumpliría años, me parece oportuno rendirle un modesto homenaje por medio de reproducir la conversación que sostuvimos en nuestro encuentro.

Nacida el 28 de febrero de 1930 en la ciudad de Santa Clara, Ela O’Farrill resulta una de esas figuras imposibles de obviar a la hora de formular la historia de la canción en Cuba. Interpretada por voces que van desde Bola de Nieve, Elena Burke, Omara Portuondo o la cantante española Martirio, hasta Pancho Céspedes, Haila y Haydée Milanés, a la obra de Ela le sucede como al buen vino, que mientras más se añeja es mejor.

Protagonista activa de la noche habanera durante el decenio de los 60, luego echada a menos por varios años y afortunadamente rescatada del olvido en los 90 por las nuevas generaciones de músicos, cuando se reflexiona sobre el devenir de nuestra dinámica intracultural, con hechos que incidieron de forma especial en el destino musical y personal entre nosotros de figuras como la O’Farrill, se percibe de inmediato la necesidad de estudiar los procesos que han chocado, en la música, en lo concerniente a la construcción y reconstrucción del tejido de nuestro campo cultural. Por lo pronto, aquí están los decires de esta mujer, que ha vivido por y para la música cubana de ayer, de hoy y de todos los tiempos.

J.: Pensando en un ciudadano de a pie que no posee profundos conocimientos vinculados a la historia de la música cubana, le pregunto: ¿quién es Ela O’Farrill y cómo se vincula con la creación musical?

E.: Yo empecé a recibir clases de piano a los seis años, porque en mi familia la música siempre estuvo presente. Mi padre era farmacéutico pero ejecutaba el violín y mis tías tocaban piano, así que en la familia se hacían unas tertulias con amigos que venían a cantar en mi casa. Viví ese ambiente desde muy chica. Pese a que yo tenía oído musical, me dediqué a estudiar lo común de cualquier niña y luego entré en la Escuela Normal para formarme como maestra. Ahí comencé a componer, aunque ya a los 13 había escrito mi primera canción.

En la etapa de los estudios en la Normal, mis compañeras de escuela eran quienes interpretaban mis temas. Luego llegó la guitarra, instrumento en el que tuve como primer profesor a Mario Roano, allá en Santa Clara. Él era muy estricto y clásico, mientras que a mí lo que me interesaba era lo popular, escuchar las canciones que pasaban por la radio y sacarles la armonía, por lo que no nos entendíamos. Conocí entonces a Numidia Vaillant, excelente pianista cubana que hoy vive en París, que fue la persona que me puso en contacto con la música del filin y me habló de todo ese grupo de compositores.

Gracias a ella descubrí maravillas como «Contigo en la distancia» y conocí a César Portillo de la Luz. Recuerdo que el día que me lo llevó a casa para presentármelo, a mí me habían sacado una muela, por lo que tenía la cara muy hinchada. Yo no quería salirle en semejante facha a César, pero él me dijo algo que nunca olvidaré: «Mira, acaba de salir, que lo que importa es el contenido y no la envoltura». A partir de aquel encuentro, César y yo nos hicimos grandes amigos.

Por la fecha yo era maestra en el central España, pero comencé a venir a La Habana para tomar clases de guitarra con César, porque lo que yo quería era tocar así como lo hacía él. Yo me enloquecí con el instrumento y practicaba con la guitarra todo el día. Me aprendí la armonía de montones de temas del filin. Me dio mucho trabajo, pero dominé el instrumento. Poco a poco fui conociendo a los demás integrantes del movimiento del filin, gente que sentía lo mismo que yo y hablaban musicalmente un idioma semejante al mío, por lo que no me quedó otro remedio que mudarme para La Habana.

J.: ¿Cuál fue su primera canción que tuvo repercusión?

E.: Aunque ya yo había compuesto varias, la primera que tuvo una verdadera repercusión fue «Adiós felicidad», tema que me trajo a la vez unas cuantas desgracias, porque malinterpretaron su texto. El primero que la grabó fue Oscar Martin, a propósito de un show nombrado Canciones en la noche y que montó Sonia Calero para el salón Parisién del Hotel Nacional, a partir de repertorio de José Antonio Méndez y mío. Yo compuse «Adiós felicidad» después de escuchar un disco de Maiza Matarasso, una cantante brasileña que admiraba mucho y de la que supe que había tenido una vida muy difícil y desdichada. Pensando en ella, su voz y su vida, fue que hice mi composición, que nada tenía que ver con el hecho de que yo le estuviese dando un adiós al pasado, como algunos entendieron, por lo que me acusaron de un montón de infundios. Desde que Oscarito comenzó a cantarme el tema, el mismo siempre ha sido un éxito, gracias a versiones como las realizadas por gentes como Bola de Nieve y más recientemente Pancho Céspedes.

J.: Sin embargo, a mí me parece que ya antes de «Adiós felicidad» otras piezas suyas se habían conocido ampliamente.

E.: En realidad sí. Mi primer intérprete fue Pepe Reyes, que montó algunas de mis canciones gracias a que mi amiga Numidia Vaillant se las mostró. Pero ocurre que por dicha época yo no me dedicaba en plan serio a la composición ni a ser intérprete, pues trabajaba como Maestra en el Central España y venía esporádicamente a La Habana, ocasión que aprovechaba para mostrar mis temas y por suerte, una que otra gente las incorporaba a su repertorio. Sin embargo, no era algo sistemático.

J.: ¿En qué momento usted empieza a ser intérprete de sus composiciones?

E.: Eso fue alrededor de 1960, en el bar del Hotel St. John’s. Me llevó allí el dueto de René y Nelia, una noche en que Frank Domínguez no podía ir a trabajar y me pidieron que yo lo sustituyera. Imagínate tú, fui con tremendo miedo, pero me gustó mucho subirme en el escenario y ahí empecé. Para el artista es muy alentador sentir los aplausos del público, es algo que te agarra y no te suelta. Así que renuncié al magisterio para dedicarme por completo a la música.

J.: Se ha debatido mucho acerca de cuál ha sido la mejor o la peor época para el acontecer de la música cubana. Hay quienes dicen que la década de los 60 resultó la de ambiente más propicio, dada la atmósfera cultural prevaleciente en el país por entonces. Usted, que fue protagonista de la vida musical de esos años, ¿qué recuerdos tiene de la etapa?

E.: La época de los años 60 fue fabulosa, no solo por la calidad del material de la música que se tocaba y se componía, sino también por el nivel de aceptación del público, que entendía toda aquella propuesta. Eso era un gran estímulo para nosotros, los artistas. Además, entre los músicos había un sentido de hermandad, de amistad, de colaboración y protección de unos a otros, porque éramos un grupo que nos queríamos muchísimo. Esto empezó a partir del movimiento del filin y cuando yo me incorporo, en los 60 se produce una continuidad o mejor diría que un renacer de la etapa iniciada en los 50 y quizás hasta antes, a fines de los 40. Fue una época en que cada quien hacía lo mejor que podía, siempre con la preocupación de elevar el nivel musical de nuestro país y aportar algo nuevo, pero con calidad.

J.: En el grupo de creadores del cual usted proviene, había la intención de que los temas que surgían no fuesen interpretados únicamente por el compositor sino que buscaban que fuesen versionados por muchos cantantes. Con las generaciones siguientes, esa tendencia cambió. ¿Cómo le ha ido a usted en el proceso de que otros intérpretes asuman sus canciones?

E.: El hecho de que distintas personas incorporen a su repertorio mis temas, para mí es algo maravilloso y ojalá que las nuevas generaciones gusten de cantar mis piezas. Eso es un placer, un estímulo y un honor. En Cuba se dan muy buenas voces y hay una tradición de excelentes cantantes, que hoy posee continuidad. Cuando Haila grabó en un disco suyo una canción que yo había compuesto para Freddy por encargo de su manager, para mí fue una gran sorpresa, porque Haila no me conocía y no vivió la época en que escribí ese tema. Para un compositor es extraordinario que te sucedan cosas así, ya sea en Cuba o en el extranjero. A todos nosotros, más allá de la condición de que también seamos intérpretes de nuestras propias canciones, siempre nos fascinó que otras personas hicieran suyas nuestras creaciones.

J.: Yo he conversado con su gran amiga Marta Valdés acerca del hecho de que la música de ustedes dos, cuando aparece, es mejor comprendida por una generación mayor a la suya, que por sus coetáneos. Luego hubo un defasaje en la recepción de ese tipo de propuesta y no es hasta los 90, cuando irrumpe una nueva generación de creadores que se identifica con lo hecho por ustedes. Es como que Marta Valdés y usted compusieron para un momento futuro.

E.: Nosotras dos no somos lo que convencionalmente se entiende hoy por cantautores, sino que somos compositoras que interpretan sus temas, hechos para que mucha gente vuelva sobre ellos, que es lo que pasa con las piezas standards. De ahí que nuestras canciones admiten diversas miradas de múltiples generaciones. Las hacíamos porque las sentíamos y las expresábamos. En el filin nunca creímos que lo que componíamos, teníamos que cantarlo nosotros mismos. He ahí un principio que nos diferencia del clásico cantautor, que compone para cantar él su obra, mientras que para gentes como Marta y yo es todo lo contrario, es decir, que pensamos que nuestras melodías las puede decir cualquiera que posea condiciones vocales y sentimiento para ello.

J.: Si usted hace una comparación entre la recepción a su música hace casi 50 años y como la están recibiendo hoy, ¿qué valoración le merece?

E.: Para mí es extraordinario que en un mundo como el de hoy, inundado por canciones que no dicen nada (con perdón de sus autores), pletóricas en letras insulsas y pobres líneas melódicas, todavía haya quien se interese por mi música. Me siento orgullosa y feliz de que personas jóvenes no solo canten mis temas, sino también que los entiendan, asimilen y tomen como suyos. Siempre he querido expresar cosas lindas, buenas, sanas y sentimentales pero profundas, o sea, transmitir algo y no cantar por cantar, como tanto sucede en la actualidad. Si se revisa el repertorio que compusimos en conjunto los integrantes del filin, se verá que son obras que exigen del cantante un esfuerzo porque están llenas de dificultades interpretativas, pero sin renunciar a la belleza sino demandando un crecimiento por parte del vocalista.

J.: En 1969 usted se marcha a vivir en México. A partir de entonces, ¿qué pasó musicalmente en su vida?

E.: Emigrar es duro y hay que adaptarse a las circunstancias. Desgraciadamente, un plato de frijoles no se consigue con una corchea. Esto quiere decir que tuve que hacer concesiones, para mantenerme a mí y a mis padres, que se fueron conmigo. Al radicarme en México, no hice nada más como compositora ni como intérprete. Trabajé en una editora de revistas de música popular mexicana o internacional, publicaciones dirigidas a que los jóvenes que tocaban guitarra pudiesen montar piezas del repertorio de autores como Alberto Cortés, Roberto Carlos y Joan Manuel Serrat. Yo transcribía el cifrado armónico de canciones populares, siguiendo el método que todos los guitarristas en Cuba hemos usado, pero que en México resultaba novedoso. De eso viví durante 24 años, hasta que me jubilé en los 90.

Por otra parte, no sé si la añoranza de Cuba y de mis amigos acá no me dejó sacar a flote mis sentimientos musicales, pero lo cierto es que no pude volver a componer. No te niego que tuve alguna que otra presentación, en la que interpretaba mis temas, los de Marta, César y José Antonio, pero eran actuaciones muy esporádicas y distanciadas en el tiempo. En resumen, lo único que he compuesto desde que me fui de Cuba es la canción que escribí a propósito del cumpleaños 80 de mi buena amiga Elena Burke, nacida un 28 de febrero como yo.

J.: ¿Y cómo surge esa canción?

E.: Fue muy curioso. Yo vengo con frecuencia a La Habana, porque aquí tengo parte de mi familia y a mis amistades. En uno de esos viajes, en los que siempre me reúno con Omara Portuondo porque somos grandes amigas, ella me preguntó que si yo le podría hacer una canción a Elena por sus 80 años. Recuerdo que me miró con una sonrisa, de esas que yo digo que son muy de Omara. Le respondí que me encantaba la idea y que, por lo menos, me permitiese intentarlo. Yo a Elena la quise mucho, muchísimo, fuimos excelentes amigas, así que al retornar a México, lo hice con el barrenillo de que tenía que escribirle una canción. Te juro que al principio no me salía nada, porque de Elena hay tanto que decir y me resultaba muy difícil resumir en una canción todo lo que yo pudiera expresar de ella. Llegué a pensar que no podría, pero estaba convencida de que tenía que hacerlo y así lo quería. Finalmente salió el tema y se lo mandé a Omara por correo, para que ella se ocupase aquí del montaje y la grabación de la pieza.

J.: El hecho de volver a componer (en este caso por encargo), de conectarse de nuevo con algo que en otros tiempos hizo tanto, ¿no le ha revivido ese bichito de la motivación por hacer música?

E.: Siéndote sincera, el bichito siempre está vivo y en ocasiones hasta reanimado. Lo que pasa es que a veces una o no se da el tiempo para ello, o siente que no es el momento porque no va a haber gente que te interprete lo que compones. Pero lo cierto es que la música no puede morir dentro de mí. Últimamente, estando sola, tengo la sensación de que escucho música, como si me la estuviesen cantando al oído. Para esos instantes, dispongo de una pequeña grabadora en la que registrar lo que me viene a la cabeza, porque si no lo hago así, al rato se me olvida. O sea, que sí, que ahora de vez en cuando hago alguna cosa.

J.: Con sus viajes a La Habana, ¿ha podido estar al tanto de lo que sucede musicalmente por acá?

E.: En realidad no mucho. Mi querida Marta (Valdés) me pasa algunas cosas de las que van saliendo, pero ello no es suficiente para poder hacerme un juicio exacto de lo que acontece en materia de música. Sí te puedo decir que yo tengo la sensación de que, no solo en Cuba sino a nivel mundial, la música nuestra se está perdiendo y cuando te digo nuestra me refiero al filin, porque yo soy filinera ciento por ciento. Para mí sería en extremo doloroso que en este país algo tan hermoso como el filin y que es parte de una tradición nacional de música romántica, quedase relegado a un segundo plano. Marta me dice que no, que por suerte ahora se está recuperando de la mano de gente muy joven, que se ha identificado con nuestras canciones.

J.: A propósito de que gente joven en Cuba está retomando sus canciones y volviéndolas a grabar, y dado que usted viene con frecuencia por acá, ¿no se motiva a presentarse en algún escenario cubano?

E.: ¡¿Al cabo de tantos años?! Hay que pensarlo y no porque no quisiera, tengo todo el amor del mundo para mi gente de Cuba, pero no sé si a estas alturas de la vida mis capacidades personales me permitirían hacer algo así.

J.: Después que tanta gente le ha interpretado sus canciones y que muchas de ellas se han convertido en éxitos, ¿qué sueño le quedaría a usted por realizar en materia de música?

E.: Para mí lo fabuloso fuera que me cantaran aquí en Cuba, que es mi tierra, mi país. Ese es mi sueño de ahora y de siempre: que en mi Patria sigan interpretando mis canciones y que no me olviden.

Entrevista a Otaola, el comunicador cubano màs popular de estos días

Entrevista a Otaola, el comunicador cubano màs popular de estos días

Aunque no sea periodista, Alexander Otaola es un comunicador natural. Puede que a uno le guste o no su estilo, valorado a veces como deprimente, vulgar, banal y frívolo, criterio que nunca he compartido. Su programa para las redes ¡Hola! Ota-Ola es hoy uno de los espacios con más rating entre los cubanos, tanto en el país y donde se accede al mismo a través del Paquete, como en la diáspora, que lo ve por medio de Facebook Live. Desde que mi amigo Luis Kedir Moreno me puso una de las emisiones protagonizadas por Otaola y me hizo saber de su propuesta, me di cuenta de que estaba ante lo que en inglés se denomina un “entertainer”, alguien que actúa para vivir y que apela a la sátira, el humor y el clásico “chucho cubano”. Después indagué por él con varias amistades que le conocían de los tiempos en que Alex era actor del cuadro dramático de las novelas de Radio Progreso y nadie me habló negativamente de Otaola. Por eso, cuando leí la entrevista que ese otro jodedor que es Siro Cuartel le realizara para Hypermedia Magazine, no ya en plan de choteo sino de una manera muy seria, no dudé ni un instante en que debía reproducirla en Miradas Desde Adentro y así amplificar los decires de alguien que ha sido pionero e impulsor de un fenómeno que cada vez cobra más auge y gana adeptos en las redes pero que, al propio tiempo, está en el filo de la navaja todo el tiempo.

Alexander Otaola: “A mí lo que me gusta es que me ataquen”

Por Siro Cuartel

Es probable que esta sea la única entrevista seria que yo haga en mi vida. Comienzo por las fotos. El carismático comunicador Alexander Otaola modela. Se queja por no sé qué cosa, dice: “Hay que joderse y modelar y todo contigo, Siro. Tú no eres fácil”.

La historia de cómo Alexander Otaola llegó a tener el programa audiovisual de más rating entre el público cubano —por qué ¡Hola! Ota-Ola es uno de los espacios más solicitados dentro del llamado Paquete Semanal en la isla—, puede hacerse larga y tediosa. Otaola nunca ha contado cómo fueron esos inicios, sin embargo, hoy lo hace por primera vez para los lectores de Hypermedia Magazine. Esa es la primera pregunta:

¿Por qué nunca has contado lo difícil que fue arrancar con el proyecto de ¡Hola! Ota-Ola? ¿Nunca te lo han preguntado o no quieres que se sepa que estabas pasando por un momento complejo en tu vida?

No me lo habían preguntado. Hay cosas que no me gusta contar porque soy especialmente crítico con las personas que se cuelgan de las tragedias, con la gente que dice: “yo fui pobre, surgí, me levanté y aquí estoy”. ¡Eso a mí no me gusta! Pero la verdad es que ¡Hola! Ota-Ola surgió en un momento de mierda.

Pero a mí sí vas a decírmelo. Estabas mal.

No te voy a mentir. No tenía casa, no tenía carro. Estaba viviendo con una amiga y ni siquiera pagaba la renta. Estaba, como se dice, “de favor”. Pero un buen día recibí una llamada del dueño de la página Cubanos por el Mundo, y empezamos.

¿Es cierto que cuando estabas buscando apoyo financiero para comenzar el proyecto un “empresario” de Miami te prometió ayuda y después te dejó “embarcado”?

Sí, es cierto.

Y luego, cuando vio el éxito que tenía tu programa, te llamó para ofrecerte patrocinio, pero tú no aceptaste.

Sí.

Así fue. El dueño de una de las joyerías de Miami que con tanto “éxito” se anuncia en las redes sociales como “lo mejor”, lo hizo viajar de un lado a otro de la ciudad, en ómnibus, para luego burlarse de él. Otaola no lo cuenta, pero según supe, cuando este empresario “quiso volver” —aunque quizás la palabra “volver” esté aquí mal empleada, porque nunca estuvo— Otaola le dijo que podía venir con un millón en la mano, que ¡Hola! Ota-Ola estaba vetado para él.

Le dije que no iba a entrar en el programa. El que está en las buenas, también tiene que estar en las malas. Y si no, no está. Y punto.

Otaola se reclina en el sofá y me recuerda que la primera persona que habló sobre su programa fui yo.

Cuando empezaste, a menudo escuché frases como “es el programa más deprimente de las redes”, es “vulgar”, “depauperante”. Luego, algunas de esas mismas personas me han dicho “Es un animal”, refiriéndose al modo en que sueles llevar durante casi dos horas de transmisión un programa con un alto índice de audiencia, mirando fijamente a la cámara, guiándote por un papelito. Me dio orgullo que cambiaran de opinión. ¿Por qué crees que modificaron el modo de verte?

Las personas subestiman lo que hago. ¡Hola! Ota-Ola yo lo propuse a todos los canales de televisión en Miami y ninguno prestó interés. No lo visualizaron. No fueron capaces de ver el potencial. Después mucha gente agarró la idea. Otros no sabían qué cosa era aquello. Decían que yo era irreverente; que el programa “está en el filo de la cuchilla” entre lo que es vulgar y lo que no. Yo sé que es complicado, pero si tú no te sientas a verlo, si lo ves “de pasada”, de pronto tienes un criterio equivocado. Es válido que sea tu criterio, aclaro. Mucha gente lo ve vulgar. De hecho, mucha gente que lo ataca, el único argumento que encuentra es ese: que se trata de un programa vulgar, banal, frívolo, y me critican hasta por lo que la gente escribe en el chat.

A mí me molestaba mucho el “Pink Gun”, esa pistola rosada que, al pronunciar la palabra en inglés, fonéticamente resulta ser una mala palabra en español. No le aportaba nada al programa. Por suerte lo eliminaste.

No, aún lo tengo.

Pero ya no lo usas prácticamente.

Se trata de un recurso más. En la tienda online que tiene el programa, donde vendemos gorras, jarras y pulóveres, hay uno que dice “Pin Gon pa’ to’ el mundo”. Pero sí recuerdo que una vez conversando me dijiste: “Alex, suaviza lo del Pink Gun”.

Hace unos meses tuviste un problema con el reguetonero Yomil. Yo sé que tu abogado te tiene prohibido hacer determinado tipo de declaraciones sobre el tema, pero hay gente que dice que tú comenzaste a “ponerle el dedo” a Yomil luego de que este se negara a darte declaraciones. ¿Por qué no quisieron Yomil y el Danny darte una entrevista cuando llegaron a Miami, si tu programa era, como se dice, “lo más pegao”?

Ese problema venía de antes. Cuando yo trabajaba en Paparazzi TV, un grupo de nosotros organizó un viaje a La Habana para hacer entrevistas a varios artistas, entre los cuales estaban Yomil y el Danny. Coincidió con el suceso conocido de la trifulca entre ellos y Los 4, y por eso Danny fue encausado, así que esa entrevista no se dio. La entrevista estaba pautada, pero no pudimos hacerla por ese motivo. Cuando ellos llegan a Miami, pautan otra entrevista, pero de momento la cancelan. Luego, yo comencé a hablar de otras cosas, cosas que no inventé. En las redes están los videos grabados por ellos mismos. Palabras de Yomil acusando a otros artistas, y las respuestas de ellos ante las acusaciones de Chocolate Mc, por ejemplo, que dio detalles específicos sobre esa causa y otra por la cual ellos tuvieron que responder ante la justicia. Yo no me inventé nada; solo repliqué lo que ya estaba en las redes. No creo que haya algo personal por lo cual no me hayan querido dar la entrevista. No la dieron y punto.

Uno como periodista es como una esponja. Yo he escuchado decir que Otaola siempre tiene que tener alguien a quién “meterle el dedo”. Que necesitas una “diana”, un chivo expiatorio; alguien con el cual “tomarla”. Ya hablaremos sobre eso más adelante, pero quería señalarte ahora que lo recuerdo, que hubo dos entrevistados tuyos que luego de darte una entrevista tú hablaste sobre ellos en tu programa. Y cuando menciono la palabra “hablaste” espero entiendas qué es lo que la gente dice. Voy al grano: la gente dice que tú usaste a Paulo FG y a Gente de Zona. Y hay quien tiene temor o recelos de darte una entrevista por eso.

Para nada. Ese no soy yo. No soy tan malo. Mira, yo no tengo planificado que un artista me dé una entrevista y después suceda algo sobre lo cual yo tenga que hablar; y mucho menos planifico una estrategia para “acabar” con él.

¿Tú sientes que “acabas” con la gente?

¡No! ¡Pero eso es lo que dice la gente! ¡Lo que se maneja! ¡Pero yo no lo planifico! Cuando pasó lo de Gente de Zona, yo tenía las mejores relaciones con ellos. De hecho, fui el primero al que Alexander le abrió las puertas de la casa nueva que se compró. A mí, al programa. Luego de eso los entrevisté en el Marlins Park, y después vino el concierto en La Habana con Laura Pausini donde ellos saludaron a Miguel Díaz-Canel y lo reconocieron como el Presidente cubano. Yo no organicé ese orden de cosas. A lo mejor, si hubiese sucedido el concierto primero, ellos no me hubiesen dado ninguna entrevista porque yo evidentemente iba a decir lo que dije.

Ese día te atacaron duro en las redes. Creo que ha sido la vez que más ataques has enfrentado de los internautas. Ofensas personales, ataques homófobos…

Pero cuando Chocolate estuvo en el estudio, y se paró y se fue, también. Casi desde el mismo inicio de ¡Hola! Ota-Ola yo he recibido ataques. Con Yomil me atacaron. Con Gente de Zona también.

¿Te preocupa que te ataquen, o esas ofensas las apartas a un lado?

A mí me gusta que me ataquen. Si lo que van a hacer es atacar, que ataquen. Eso me gusta. Conmigo ¡hay que joderse!

Pero en casos así, ¿no sería mejor callar, dejar que las cosas se calmen, o tú eres de los que prefiere “morir por la boca”?

Yo no me tengo que quedar callado. Las amistades no condicionan mi trabajo. Mira, cuando lo de Gente de Zona sucedió, lo primero que hice fue escribirle a su mánager. No contestaron. Les escribí más tarde para decirles que hablaría sobre el tema. Pedí declaraciones. Nunca contestaron. Con mis amigos tengo determinadas concesiones (sonríe) en casos similares. Insisto. Intento comunicarme con ellos, pero mi compromiso es con la gente. Con los que ven mi programa. Con el pueblo. Valoro que los fanáticos defiendan a sus artistas, pero mi compromiso, repito, es con la gente que ve el show. Con esos cuatro mil “televidentes” que a diario, como norma, ven mi programa. Ellos son mi compromiso, y yo no me puedo quedar callado, o meter una finta.

¿Te gusta, digamos, “sentir presión”?

Si la gente tiene un criterio que lo exprese. El objetivo del programa es ese: remover, y cuando la gente ataca se remueve. Se crean estados de opinión. Hay quien se ofende y dice: “Este programa no lo veo más” o “A este m… no lo veo más”, pero a la semana están ahí de nuevo. Todo eso es válido.

Algunos creen que para hacer el programa necesitas de alguien. Que sin “alguien”, el programa pierde su ritmo. Que ese es tu estilo. Hemos mencionado ya a tres, pero ahora es Haila la que está en la mirilla.

El programa es eso: ¡Hola! Ota-Ola lo hacen los mismos artistas. Lo hace la gente. Los artistas llegan tarde a los conciertos; doblan las canciones. Algunos tratan mal a la gente porque no se quieren tomar fotos. Si ellos no hicieran eso, y más, yo no tuviera qué decir de los artistas. Todos los canales, muchos programas comentan la cara bonita de los artistas: el disco nuevo, la canción tal. Mi programa es de eso, pero también de lo que nadie dice.

Los artistas a veces pactan estrategias. ¿Tú no tienes una estrategia ahora con Il Divo de Placetas? Porque yo recuerdo que una de las pocas veces que tú y yo nos hemos acalorado hablando fue cuando lo del famoso beso de Eduardo Antonio a Anaisa, y toda la partida de sandeces y malos argumentos que usó después Eduardo Antonio para justificarse, y tú lo defendiste fuertemente. Pero ahora te veo buscándole la lengua.

Yo no estoy para justificar lo que la gente haga. Lo siento. No es mi trabajo. Mi trabajo es decir, comentar, hacer. Y lo hago con la misma pasión y el mismo apego profesional, ya sea un amigo o no.

Yo me meto hasta con mis sponsors, cuando sucede algo.

Y es cierto: hace unos meses se dio una situación en el aeropuerto de Miami con la agencia de viajes Gulfstream, uno de los patrocinadores del show, y el conductor lejos de adoptar la estrategia del sordomudo, cuando muchos esperaban y especulaban con que Otaola doblaría la esquina, emplazó a la agencia en el programa.

Personas como tú y como yo, que vivimos de la sátira, la risa, el humor, “el chucho” tan cubano; hasta de poner en boca de otras personas frases que no dijeron; personas que estamos “encima del suceso” y de lo “trending”, tenemos que mantenernos apegados a la profesionalidad. ¿Con quién o quiénes se compromete Otaola para no hacer “trizas” en su programa?

Con nadie. No le puedo prometer eso a nadie.

Disculpa, ¿pero tú sientes que haces trizas a alguien?

Eso depende. Tú le preguntas a Haila y te va a decir que sí; pero yo sencillamente he criticado una cosa que ella no ha sabido defender. Yo puedo decir lo que yo puedo decir de ti, ¡pero defiéndete! Defiende tu punto de vista. Tienes la opción de la réplica. Ella que puede venir a mi programa. Si yo difamo, ¡acúsenme! ¡Ahí están todas las pruebas que necesitan!

Ahí están los programas…

Exacto. Y reafirmándote lo que me preguntabas antes: yo no me puedo comprometer con nadie. No me voy a quedar callado. No lo voy a hacer.

Nadie como tú habla sobre los reguetoneros. Nadie como tú da espacio en su programa a esas nuevas voces, a excepción quizás de la emisora 95.7. Sin embargo, no fuiste invitado al Cubatonazo. ¿Había problemas con el presupuesto del evento? ¿Los productores del mismo quisieron obviar que te lo merecías? ¿Algún artista presionó para que no fueras? ¿Qué opinión te merece esa gente que te pasa por arriba y obvia lo que por derecho propio te pertenece o mereces? ¿Por qué crees que este mundo es tan desagradecido?

Un poco de todo. No había presupuesto, me obviaron y estoy seguro que alguno presionó para que yo no estuviera, porque muchos no iban a sentirse cómodos viéndome allí; preocupados porque yo iba a estar viendo cómo comen, lo que comen, aunque te aclaro: yo no estoy en eso las 24 horas del día.

¿Y no sientes que fueron desagradecidos contigo?

Están en su derecho de invitarme o no. Aunque invitarme a un lugar es todo un compromiso porque generalmente no tengo ganas de ir a ninguno de esos eventos. Si estás diez minutos y te vas antes de que cante tal artista es malo; y quedarme hasta el final es malo para mí.

Has sido pionero e impulsor de un fenómeno que cada vez cobra más auge y gana adeptos en las redes: los llamados Facebook Lives. Ahorita mencionabas una cifra que es cierta: cada emisión tuya tiene como norma 4000 live viewers conectados. ¿A qué achacas el hecho de que otros que han seguido tu camino, incluso con más años que tú en los medios, no han podido siquiera pasar de manera estable sobre los 400 live viewers? ¿Es un problema de contenido, o de códigos a la hora de enfrentarse a la cámara?

Moynelo es un ejemplo.

Pero hay otros.

Sí, Moynelo no es el único. Yo creo que no se adaptan. Ellos quieren seguir desde su zona de confort, haciendo lo que saben hacer, o lo que les ha funcionado en la televisión. Pero tienen que cambiar, oxigenarse. Tienen que reinventarse. No puedes hacer el mismo programa de la TV en Internet. Hay otros códigos, otro ritmo, temas; tiene su punto, y tienes que conocer la gente que te está viendo. Tienes que mirar el programa, y ver con qué temas hizo un pico en la audiencia. Hay que ver, combinar, estudiar.

¿Tú estudias los programas?

¡Claro! Leo todos los comentarios. Repaso el programa, veo lo que salió bien, lo que salió mal. ¡Todos los días!

Tu programa, ya lo decía, es dueño absoluto de la audiencia. Comenzó a hacerse con una cámara GoPro y un micrófono en un cuartico en el Diario de las Américas. Ahora tiene más recursos, quizás tres cámaras más, pero en un local igual de chiquito. Los colegas del gremio no cesan de hablar de tu programa; y créeme, algunos hablan con ojeriza. ¿Crees que es por el contenido de tu programa o porque has demostrado que con pocos recursos se puede hacer mejor de lo que muchos de ellos lo hacen?

Esto es un fenómeno. Todos estamos aprendiendo. Vivimos un momento de cambio en el concepto del entretenimiento. Es peligroso para todos. No solo para los que estamos frente a las cámaras; los técnicos, los productores. Para hacer un programa como este, de dos horas, en la televisión se necesitan 16, 20, 30 productores. Varios camarógrafos. Uno para que lleve los papeles y otro para que los traiga. Son 80 personas. Y yo lo hago con apenas tres. Eso molesta y preocupa.

Dos de esas personas las conocemos: Sandy y Yoanis. Conocimos a Diego y a Javier, que ya no están contigo; pero, ¿quién es el Milloneta y quién es el Millonario de Brickell? Porque yo sé que son personas reales; personas de carne y hueso.

No te lo puedo decir. Ni quién es el Milloneta ni quién es el Millonario de Brickell. Son gente que me ha apoyado mucho, apostado por mí. No puedo revelarlo. Pero tengo mucho que agradecerles.

Entonces, ¿seguirán en el anonimato? ¿Te han pedido ellos que no reveles su identidad?

No. Soy yo el que no quiero decir quiénes son, porque entonces van a querer contactarlos, y no va, no va.

¿Cuando dices que “van a querer contactarlos” te refieres a gente que ha contactado a tus patrocinadores para “robártelos”?

Muchos han tratado de colarse.

Alex, tu programa, ahorita hablabas de eso, es un riesgo. Al ser tan crítico y usar tanto la burla, ¿no te da miedo que en unas redes tan polarizadas y extremistas te engullan? ¿A qué le tiene miedo Alex Otaola? ¿Tienes miedo perder el público ganado por una metedura de pata? ¿O crees que simplemente ¡Hola! Ota-Ola tendrá un día su final como lógica de la vida?

Tengo una gran responsabilidad y un gran compromiso. Siempre estoy en riesgo de perderlo todo. Me siento en el filo de la navaja todo el tiempo. Porque yo soy de los que me dejo llevar, me meto en el proceso, y confieso que a veces se me va la mano.

¿Sientes que te has equivocado en ocasiones? Que “se te ha ido la mano”.

Me he visto. Quizás no que me he equivocado, pero enfoqué determinado asunto de una manera que no era la más correcta. Siento que pude haberlo hecho distinto, que no debí dejarme llevar tanto. Es peligroso. Mi miedo es defraudar a la gente. No me da miedo que el programa no tenga éxito. Más que eso, mi temor es defraudar. Yo quisiera que durara 50 años, como el show de Don Francisco, pero puede suceder que de aquí a tres meses se acabe.

Si sucediera eso, ¿te sientes seguro de poder comenzar un nuevo proyecto?

Sí, claro. Lo bueno que tienen las redes es que cuando son reales esas personas que te siguen, esos que tú te ganas con tu trabajo, te siguen a dónde quiera que vayas. Son gente que te quiere ver hagas lo que hagas. Porque tienen puntos y gustos afines a tu trabajo. O en común contigo. Y eso no debe perderse. Yo me siento seguro de mi público.

A menudo te he visto defendiendo causas justas; causas nobles que, te lo digo con confianza, ya quisieran muchos periodistas tener el coraje de hacerlo o decirlo. ¿Te sientes un periodista “de un suceso”, un comunicador simplemente, o un comunicador de la verdad?

No soy periodista. Respeto mucho a los periodistas y respeto mucho esa profesión. El periodismo es un poder. Un periodista bueno tiene para mí la misma altura que un político. Yo soy un comunicador. Un “entertainer”, pero trato siempre de decir la verdad y ser consecuente con lo que pienso. No me perdonaría nunca traicionarme. Tener que decir algo que no quiero por quedar bien con alguien. Eso no me interesa. Cuando tenga que hacer eso me paro y me voy. A mí me gusta poder sentarme y mirar a la cámara tranquilo, con la conciencia limpia de que lo que estoy diciendo es lo que pienso. Eso le llega a la gente. La gente capta la verdad y la esencia de lo que uno quiere decir incluso cuando la palabra usada esté ligeramente fuera de tono. Eso es lo que me interesa, y lo que quiero mantener.

En una ciudad como Miami, con un público tan politizado y polarizado, te he visto criticar la politiquería y a los políticos de un lado y del otro; a los de aquí y a los de La Habana. ¿Te molesta la política o la politiquería?

Yo no tengo tendencias políticas. No soy republicano, ni demócrata, ni independiente, ni de centro izquierda ni de centro derecha. Comparto determinadas plataformas políticas, pero eso no me hace de uno o de otro. Sigo lo que creo. Sigo lo que siento que es lo correcto, incluso cuando esté equivocado. O no. Si la porquería es aquí, digamos el triste caso del puente de la FIU, yo tengo que hablar de eso. Tengo que decirlo porque vivo en Miami. Este es mi país, mi ciudad, mi casa. Tengo que hablar de la bandera de La Pequeña Habana; tengo que criticar la barbaridad de dinero que se gastaron en un baño en el Parque del Dominó. Yo tengo que criticar eso, porque todo eso se pagó con mi dinero, con los taxes que pago al gobierno. Critico a los políticos porque a ellos los escogieron para representar al pueblo, y a los politiqueros que mienten para que voten por ellos, o los que se aparecen el día de votar. Al mismo tiempo creo que la manera de cambiar eso es diciéndolo. Denunciándolos. Sean de dónde sean.

Llegado el final de la entrevista, no quiero marcharme sin hacerte una pregunta que siempre resulta la más difícil de responder: ¿Quién es Alex Otaola?

¡Por Dios, Siro! ¡Odio esa pregunta! ¡Qué fuerte! Siempre odié que me preguntaran eso. Y cuando iba a buscar trabajo y el entrevistador me preguntaba eso… ¡lo odiaba! Eso para mí, responderlo es horrible porque yo sé quién yo soy, pero no sé explicarlo. Soy normal. La gente me supone un descuartizador, un venenoso las veinticuatro horas… ¡No! Muchas personas me han dicho que no se me han acercado porque yo soy peligroso. ¡No soy así! Yo tengo un personaje frente a las cámaras de un tipo satírico, mordaz, irreverente, transgresor, complicado, jodedor, venenoso. Tengo ese personaje y tengo mucho de eso (sonríe) y todo eso sale de mí y se proyecta frente a las cámaras, pero no lo tengo encima todo el día. Soy normal. Me gusta equivocarme y poder reconocer que me equivoqué. Me gusta no equivocarme y decirle a los demás que estaban comiendo mierda y que deberían ponerse para las cosas. Soy perfeccionista. Me gusta que las cosas salgan como lo imagino. Cuando las personas me preguntan ¿cómo vamos a hacerlo? Yo digo: “Tranquilos, que ya yo lo vi”. Y si ya lo vi, yo sé hacerlo.

Ahora que mencionas “las frases”, ¿el “¡Hay que joderse!” es tuyo?

¡Claro! “¡Hay que joderse!” es mío. No es una frase surgida en el programa. Es una frase que ya he utilizado con anterioridad.

¿Y “A la Masamba”?

No, esa no es mía. Esa es del argot “repartero”. El “Pero pero pero pero” es mío. Se me ocurren muchas cosas así, locas. “¡Hay que joderse!” es el eslogan del programa. Es la esencia del programa. Aunque no quieran que salgamos, salimos. Aunque no quieran que hablemos, hablamos. Aunque no quieras que te “toquemos”, te tocamos. ¡Hay que joderse!

Tomado de Hypermedia Magazine,

https://www.hypermediamagazine.com/entrevistas/alexander-otaola-a-mi-lo-que-me-gusta-es-que-me-ataquen/

Suscríbase a nuestros boletines diarios

Holler Box

Suscríbase a nuestros boletines diarios

Holler Box