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Queja de la luna llena

Queja de la luna llena

Justo en coincidencia con una de las celebraciones a propósito del 8 de marzo, por encargo de una revista de una universidad brasileña, preparé un ensayo acerca de la participación de las mujeres en la vida musical cubana. En relación con el asunto, en los cursos acerca de música popular que imparto, en la clase dedicada al tema de la relación entre música y género en nuestro país, utilizo entre otras canciones piezas como “Queja de la luna llena”, “Días de calor”, “Son de Camagüey”, “Convocatoria” o “No tan feliz”, todas compuestas por Lilliana Héctor Balance, una de nuestras creadoras que en su obra musical mejor representa el discurso de clara orientación feminista.

Sucede que en el terreno de la cancionística nacional, de un tiempo hacia acá hay una cada vez más creciente participación de artistas femeninas. Lo interesante es que ya no solo se desempeñan en el área del canto, como ha sido habitual, sino que asumen roles como instrumentistas. Pese al importante papel que tales creadoras vienen jugando, llama la atención que en Cuba no se hayan realizado estudios de género, a fin de establecer diferencias y similitudes entre las canciones compuestas por mujeres y las hechas por hombres.

Si bien es cierto que el arte no está para ser seccionado, las sicologías de ambos géneros son diferentes, a lo cual se une la realidad de que cada persona le aporta su individualidad a lo que hace. De lo anterior se desprende que nuestra condición de hombre o mujer quedará plasmada, al margen de la propia voluntad del individuo, en la creación artística, porque formamos parte de una historia social. Por ello, la importancia en las ciencias sociales contemporáneas de estudios de género o de generaciones.

Esos análisis a partir de enfoques de género, pendientes en el universo trovadoresco cubano y en general en toda nuestra música, quizá podrían responder preguntas como: ¿por qué históricamente han sido pocas en la Isla las mujeres trovadoras en comparación con los hombres, o cuánto de una visión machista del mundo perdura en canciones de trovadores de nuestros días? No está de más señalar que el discurso académico que se define como neutral resulta a la postre muy masculino, o sea, que una perspectiva de género para indagar en torno a la práctica musical es más que necesaria.

Piénsese en que al reflexionar acerca de la presencia de la mujer en la historia de la música cubana, hay una gran cantidad de interrogantes que aguardan por serias exégesis. Por ejemplo: ¿Las cuestiones de género pueden quedar limitadas únicamente a lo corporal-baile? ¿Qué rol ha jugado lo sexual en las estrellas femeninas que ha tenido nuestra música? ¿Han sido acaso expresión de la liberación sexual femenina o, por el contrario, manifestación de convertir a la mujer en mercancía? ¿Cómo ha sido la división social del trabajo en la música cubana? ¿Existen entre nosotros en lo musical estereotipos de género? ¿Cuáles? Digo esto último a propósito de la vestimenta, los movimientos en la escena, las letras de las melodías, la forma de cantar, la publicidad, los videoclips… En fin, que ya es hora de que en Cuba en lo concerniente a los estudios de música y mujer avancemos del imprescindible recuento biográfico a una fase superior y crítica, en la que se intente establecer las diferencias, si es que existen, en la práctica musical por el género masculino y el femenino.

Ocurre que a estas alturas del siglo XXI hay tantas razones para ser feminista, como reclamar que hombres y mujeres seamos iguales en dignidad y derechos, pedir el fin de la violencia del sistema machista que desprecia a los seres diferentes, o luchar porque verdaderamente algún día se haga realidad el ideal republicano de libertad, igualdad, fraternidad, un sueño todavía pendiente. Por todo ello y por mucho más, sobran motivos para continuar haciéndose canciones que nos invitan a identificarnos con esa mitad de la humanidad, exmoradora de la antigua ciudad de Delfos, donde estaba el templo de Afrodita. A fin de cuentas, el canto feminista de cualquier mujer en Cuba o en otro sitio del mundo hace pensar que, como dijese hace años Víctor Hugo, «la utopía de hoy es la realidad de mañana».

¿A dónde vamos a parar?

¿A dónde vamos a parar?

“La anécdota, en la Tumba, siempre se hace canción. Nunca el canto recoge una ofensa. Uno busca siempre comportarse bien. Aquí jamás verá usted una pelea” (1)

Esta sería, quizás, la manera más hermosa de transmitir el legado musical o de interpretar los ritmos de hoy; pero de ello poco queda en nuestros días. Nos encontramos solo con recuerdos de lo que fue una buena música hecha para bailar. Es triste saber que lo que un día nos movió el piso -o los pies en todo caso- ahora se nos ha ido de las manos y de las mentes. Y la pena es aún mayor porque somos sujetos sonoros, estamos hechos de música, la escuchamos, la respiramos, la sentimos, la bailamos; a ella nos debemos porque de ella aprendemos que la vida puede ser más hermosa si la llevamos con nosotros, pero a ella no podemos recurrir porque hoy la encontramos deformada.

La razón de nuestra tristeza lleva el sello de la desesperanza y es compartida, en buena medida, por una parte de esta generación que ahora se encuentra desilusionada. Tal vez nos llamen locos, o reconozcan en nuestra posición una visión conservadora, pero la inquietud que nos mueve va mucho más allá. Compartimos la idea de que nada se mantiene igual, que incluso las esencias pueden variar porque en este mundo nada es absoluto. Pero no admitimos la intención que tienen algunos de corromper las almas, ni mucho menos, hacer del cuerpo un lugar de vergüenza. Esta opinión, por muy distópica que pueda sonar, es la base de este análisis que ahora les proponemos. Y quizás esta propuesta no devenga catequesis, sino terapia para una sanación espiritual, porque la música es eso, salud para el alma. Espero que, juntos, podamos encontrar en estas interpretaciones la cura para nuestros oídos enfermos y para nuestros ojos afectados por la “vulgaridad”. Las líneas que leerán a continuación guardan, también, una visión nostálgica de la música popular bailable de antaño. Los ritmos del ayer se recuerdan con sabrosura así como se disfrutaron, y sirven de base para comprender de dónde le viene ese toque de discriminación de género que ahora se ha afianzado en la música popular cubana.

En este sentido creemos necesario aclarar -para evitar mayores confusiones- por dónde correrán las aguas que llevan y traen esta propuesta. Primero, los términos vulgaridad y discriminación no serán tratados de manera profunda en este análisis, aunque no por ello dejarán de tener peso en las conclusiones a las que se pueda arribar. Y segundo, vale la pena advertir que no trataremos de enjuiciar vigorosamente la música popular cubana, esta intención debería cargarse de un conocimiento profesional -musicalmente hablando- con el que hasta este punto no puede contarse. Lo que intentamos es poner en práctica ese caudal del que nos nutrió la Historia del Arte y la Teoría de la Cultura Artística para poner a dialogar los temas de géneros con algunas cuestiones de la música popular bailable cubana. Estos aspectos actualmente también preocupan a musicólogos, sociólogos y psicólogos, por solo citar algunas ramas.

El tema no es tan abarcador pero entronca con algo que ya había sido tratado desde el periodismo en la música cubana. El reggaetón, por ejemplo, ya había suscitado varias críticas entre los profesionales de la musicología. Es un género que naturalmente despierta curiosidad, pero también rechazo. Sus letras llaman la atención por lo tan “populares” que llegan a ser y despiertan la incomodidad de aquel que ha educado su oído hacia la “buena música”, la “culta”. Los periodistas hacían alusión a lo tan “mal paradas” que salían las mujeres luego de servir de inspiración a cualquiera de las canciones de este género. Y este, resulta ser la clave en el análisis. El reggaetón es un ejemplo más y el tema que mueve los hilos corre con una suerte parecida a la de él.

La música popular bailable cubana tuvo una mejor aceptación, es algo que lleva en las raíces. Tiene su origen en el siglo XIX y su influencia es variada. Trae consigo los ritmos de los africanos, a los que se le ha introducido una mezcla de música occidental, algo entre rock, jazz y música española, que los ayudó a conformarse y luego a desarrollarse. Conocemos de esa música que surgió para bailar, que se nutre de una raíz afro cargada de una “fuerza natural”, de ahí su carácter intuitivo.

Quizás esto sea parte de una interpretación que es, por mucho, subjetiva. Pero la idea que nos transmite la música popular bailable es más de lo que dicen de ella. La vemos como lo sonoro que va más de la intuición, del impulso natural, porque tiene ritmos fuertes y algo a lo que particularmente nos gusta llamar “sazón cubano”. Pensamos que surgió, justamente, con la intención de poner a mover todo un país y para hacer salir los deseos escondidos. Tal vez por eso tiende a tener letras ligeras de contenido y a proponer una “posición dudosa” para ciertos “agentes” en la sociedad.

A pesar de estas razones reconocemos que el proceso de desarrollo de la música popular bailable en Cuba está atravesando por un momento de crisis. Y no lo decimos desde un enfoque técnico. La idea ronda en torno a lo que las canciones llegan a transmitir. Recordemos que la música es un arte universal, y así como el cine, recorre todas las fronteras y se impregna en el universo cognoscitivo de cada cual que la disfruta. Nos entendemos a través de los sonidos, sean musicales o no, y tomamos las letras de las canciones como guía de nuestro comportamiento. Por tanto somos lo que vemos y oímos, y, finalmente, lo que escogemos de ello para conformarnos como personas.

Y hemos llegado al punto. Personas, una palabra que marca nuestro análisis y que de cierta forma es cuestionable. Este concepto denota un comportamiento civilizado, racional, y, por ende, de respeto los unos entre los otros. En este sentido cabe preguntarnos ¿se respetan las personas entre sí? ¿los hombres respetan a las mujeres y viceversa? Estas interrogantes mueven el tapete y desempolvan un asunto muy delicado que abriga indudablemente a las cuestiones de género. De ahí partimos para realizar un análisis en el que se incluye a la música popular bailable cubana. A cómo su origen, que posee un carácter esencialmente volcado hacia los impulsos naturales –por lo menos a nuestra forma de ver-, influye de manera directa en la visión que puede tenerse de cualquier género humano.

Por ello nos proponemos indagar en sus características, en las letras de sus canciones y en su evolución a lo largo de los años. Todo ello para dar respuesta a una inquietud que pesa sobre nuestras cabezas, relacionada con la imagen de la mujer proyectada desde este tipo de música. Con esto podremos responder a la interrogante que es base de nuestro análisis: ¿Ha sido o no cosificada la mujer cubana en las canciones de la música popular bailable? Esta pregunta suscita otras tantas para las que quizás no se tenga una respuesta definitiva, pero sobre las que cabe hacer mención ¿Hasta qué punto se sataniza a la mujer en las piezas musicales?, ¿de dónde proviene este impulso inmediato por poner en boca de todos a la mujer? y ¿será la propia fémina, culpable de este fenómeno que termina por degradarla como ser humano?

Así damos inicio a un estudio que, además, tiene la intención de servir de preámbulo a investigaciones posteriores. Su basamento teórico incluye textos relacionados con los estudios de género, la feminidad, la sexualidad, la religión,  sobre las diferencias entre hombre y mujer, y los roles que ocupa cada uno en la sociedad. El centro de la diana será la valoración que pueda hacerse acerca del contenido de las canciones y de los videos clip, pero será necesario, también, tocar aspectos relacionados con el mercado y el consumo musical. Precisamente por ser estos últimos elementos los que han inducido a la creación de canciones vacías de sentido y sentimiento.

Para empezar, debemos reconocer que las influencias de la música popular tradicional cubana no han llegado hasta nuestros días con la misma fuerza con la que supo mover los cuerpos de antaño. Los grandes géneros populares bailables, aquellos que vienen de los años 20 y 30, y se expanden en los 70, 80 y 90, no se ven reflejados en la música de hoy. Quizás nos quede la técnica, el modo de hacer, mas de las letras poco nos resta. Si bien, en algunos casos encontrábamos canciones con versos que reprochaban una traición o un engaño de la mujer hacia el hombre, el respeto siempre estuvo presente. Recuérdese que “lo popular” no puede ser sinónimo de vulgaridad o grosería.

Quizás debamos echarle la culpa a la postmodernidad, ¡que bastante deformada nos ha dejado la cultura!, pero realmente ¿quién le pone el cascabel al gato? No pretendemos apoyarnos en estas cuestiones para justificar una opinión que no trata de someter a juicio crítico toda la producción musical, sea cual sea el género. Las tomamos como referencia para enjuiciar aquellas canciones que pecan de pedestres y cuyas letras encierran un carácter en ocasiones prosaico.

Si partimos de la idea de que la música es una forma particular de producción subjetiva que, en tanto expresión artística, posee una función estética, tanto para el compositor-intérprete-creador como para el público-oyente-cocreador, condicionada por su contexto histórico, social y cultural (2) podemos decir, sin temor a equivocarnos, que sí, la música actual de Cuba es un reflejo de la sociedad en que se desarrolla. Si admitimos tal opinión debemos reconocer, entonces, que nuestra sociedad atraviesa por grandes problemas, éticos, morales, identitarios, etc. Queremos creer que el público oyente –por lo menos el que disfruta de la música popular bailable- no padece la ignorancia de aquellos que realizan un producto musical sin calidad o sentido. Sin embargo este ha sido arrastrado por esa avalancha de banalidades en las que ahora se encuentra inmerso un considerable por ciento de la música cubana. Una vez más el mercado gana la pelea y lo importante es que el producto se consuma, venga con la calidad que venga.

Por otro lado existe un gran segmento de población que ahora se toma para sí el contenido de algunas malas canciones, con lo que eleva su valor. Parte de esa masa, impulsada hacia la “nueva música”, fue la misma que reaccionó de manera positiva -y porque lo valía- hacia la rumba, el son, el danzón, el guaguancó, la salsa y la timba, tocada y cantada por los mejores músicos que ha parido la nación. Lo hizo ante aquellas figuras y lo hace ahora ante una nueva oleada de “artistas” que pretenden –aunque con poco esfuerzo- parecerse a ellos. Con esto no queremos decir que la música actual carece de valor artístico, no, no nos corresponde emitir tal juicio. Solo intentamos señalar lo que creemos está afectando la calidad musical de aquellos géneros constitutivos de una identidad cubana.

Vivimos en una era en la que la música instrumental le cedió el primer lugar a la cantada, ya fuese de manera voluntaria o no. Ya no se escucha de la misma manera una pieza musical si no contiene letra. Esto forma parte del proceso de desarrollo por el que ha atravesado la música y el arte en general. En el medio plástico, el concepto predomina sobre la forma; y en el musical, la letra define, a oídos del público, la calidad de una pieza y con ello el grado de aceptación que puede tener. Y esto se incrementa si de música popular se trata (3). Ello quiere decir, en palabras menores, que el público prefiere escuchar, y mejor aún, bailar una canción con letra, que una donde solo predominen los instrumentos. El lenguaje toma partido, o mejor dicho, se hace protagonista de un juicio de gusto por parte del receptor.

Era cierto entonces cuando admitíamos el hecho de que los oyentes hacían suyas las letras de las canciones. Y es que eso tiene la música popular, un ritmo “pegajoso” y una letra que –como dirían aquellos que la cantan- “suena”. Definitivamente las letras suenan, y muy fuerte, retumban en la conciencia pública, travisten normas, o las deforman. Los textos de las canciones se adaptan a los nuevos tiempos y nos asusta saber de qué manera lo hacen y a qué tiempos se están adhiriendo. Hoy día hasta la lengua materna está en crisis, ¡cómo no ver ese penoso hecho manifestado en la música! Sin dudas este es uno de los elementos que afecta la calidad artística y musical de los géneros.

Por otro lado, pensemos en aquellas coreografías que se hacían para representar lo cantado. El cuerpo se descomponía –en el buen sentido de la palabra- a la hora de bailar. Los pasos de baile, creados para un género u otro eran tomados como referencia e imitados en cualquier fiesta. Eran sanos y no representaban síntomas de desvergüenza para los que lo bailaban. Ahora qué podemos decir de esas formas excesivamente se(x)nsuales de mover la cintura. Cierto es que desvía las miradas, pero inmediatamente vuelve a nosotros ese sentimiento de “vergüenza ajena” por la extrema vulgarización de los gestos. Algunas formas de baile para la salsa y la timba, por ejemplo, se han convertido en el escenario para que el hombre luzca sus mejores movimientos, facilitando el doble sentido y la ambigüedad, advirtiendo sobre una posible referencia a los actos íntimos.

Podemos reconocer en este performance masculino una invitación a la mujer a que se una a la “pachanga”. Entonces será ella la protagonista, y a ella deberán prestar atención porque su cuerpo ha sido y es más sexualizado que el del hombre. Esto tiene que ver con un fenómeno que pasa por la antropología hasta llegar a la psicología. Y en este último caso no nos referimos precisamente a la ciencia. El cuerpo, en su ser sexual, se reconoce en los estudios de fenomenología no como “una especie natural” sino “una idea histórica”. Esto quiere decir que el cuerpo se ha construido no como algo material, sino como una idea de lo que él debe ser para la sociedad. El cuerpo se convierte en portador de significados culturales, más que en reservorio de componentes biológicos previstos para la procreación. Es lo que se ha pensado, y por ende, se ha  hecho de él. Para la mujer el cuerpo es una idea de lo que ella debe portar. Quizás podemos decir que es lo que la mujer debe ser. Estas teorías toman al género como un estilo corporal y por tanto se reconoce a la mujer como uno de los géneros, y a su vez, como un cuerpo. No es ya la mujer que porta el cuerpo, sino el cuerpo que es mujer.

Partimos de esta idea para argumentar el hecho de que se cosifique constantemente a la fémina en un fenómeno u otro. Para nadie es un secreto que ésta ha sido, sino “el tema”, uno de los más tratados en la música cubana de manera general, ya fuera en canciones escritas y cantadas por ellas o en las dedicadas a ellas. Lo cierto es que, en la visión mostrada en las piezas musicales populares, ésta ha pasado de ser respetada y venerada a convertirse en un objeto de deseo, o de rechazo en la mayoría de los casos. Su cuerpo ha sido históricamente visto como un objeto que engendra pasiones desatadas, hecho que no ha cambiado hasta nuestros días. Los psicólogos ya advertían sobre el tema cuando anunciaban el fenómeno de la sexualización en las niñas, de una cosificación resultante de la excesiva materialización de las sociedades, aspecto del que Cuba no se haya exenta.

La mujer se ha convertido en objeto de burla, de negación, de ataque. Su figura se ha vulgarizado a tal punto que, actualmente, solo se piensa en ella cuando se tratan los temas del amor, o mejor dicho del sexo. Poco se reconocen ya sus logros profesionales o la devoción con que son capaces de entregarse a la persona que dicen amar, porque las mujeres de hoy día, según lo muestran algunas de las canciones, ya no aman. Se les dibuja, entonces, como las manipuladoras, las que solo usan y desechan a su antojo a cualquiera que se les acerca, las “sin sentimiento”. Su imagen ante la sociedad ha entrado en crisis. Y a estas alturas ya no vale preguntarse sobre quién recaen las culpas. Hemos de ponernos en función de advertir sobre esta transformación para, por lo menos, garantizarle un futuro menos vergonzoso.

No se comparte la idea de ver al ser humano en una constante corrupción o degradación espiritual. En este sentido resulta intolerable la visión que se proyecta de las mujeres cubanas en algunas de las canciones. Y no queremos pecar de absolutistas, pero la opinión ha sido tan generalizada que ya no cabe establecer límites, porque algunas de estas canciones dedicadas a las mujeres tampoco lo hacen. En algunas, nos encontramos letras con un contenido sexual, y de no ser el caso, los videos clips terminan haciendo todo el trabajo. En otras, las banalidades le ganan a los buenos propósitos o actitudes socialmente correctas; mientras, aparecen las que vuelven a reiterar la veneración al cuerpo seductor.

Esta opinión, que compartimos una buena parte de la generación actual, puede ser cuestionada, si se piensa en la posición en la que se han situado las propias mujeres hoy día. Algunas se esmeran en sacar a relucir los tatuajes que adornan las partes bajas de sus muslos, o los de la media espalda. Otras se niegan a esconder los senos dentro de la pieza de ropa interior que, cuidadosamente, fue confeccionada con tal fin. Mientras, encontramos aquellas que no pretenden darle abrigo a sus glúteos bajo algún pantalón o que, peor aún, deciden intentar mostrarlos por encima de él. Estos comportamientos evidentemente son sometidos a juicio y no del bueno. Son castigadas por sus propios actos de vulgaridad y exhibicionismo. Valdría la pena preguntarse qué tan en serio se han tomado las mujeres la idea de que son, a ojos de los hombres, un cuerpo y nada más. Pero no por estas actitudes debemos “pagar todas justas por pecadoras”. Más allá de lo que algunas mujeres de hoy puedan llegar a proyectar, no todas debemos cargar con las culpas.

Entonces, por qué tener que escuchar, de boca de los que supuestamente nos representan en la música, palabras no precisamente de irrespeto, pero sí de extrema sensualización. No pretendemos aguar la fiesta con estas apreciaciones, pero la realidad, por muy cruda que sea, debe ser mostrada. Qué pasaría si las letras de las canciones que escucharan nuestras nietas no dijeran otra cosa que:

Mulata mueve la cintura…

Duplicándote la dosis de rumba…

Mueve la cintura que esto es lo que hay…

Mueve la cintura, dale movimiento, no te reprimas, este es tu momento…

¡Permiso!, o ¡perdón!, no conocíamos el hecho de que, además de ser vistas como cuerpos sin extremidades, nos habían quitado también la parte superior del tronco. ¡Bienvenidas! las “cinturas en movimiento”, pasen a la fiesta, ¡esto es lo que hay! Nos han reducido las opciones. Si en el mundo solo quedara la posibilidad de mover mi cintura me la pondría de titanio. Dónde han quedado esas ganas de ver a la mujer triunfadora. Creemos que en este ambiente no encontraremos algo más sano dedicado a la mujer. Recordemos que su “mala fama” viene desde los pasajes bíblicos, cuando fue portadora del pecado por hacerle caso a la serpiente e imbuir al hombre a que comiese del fruto prohibido. Por ello hoy la mujer es mala, ingrata, al menos eso dicen estas letras que les invitamos a leer, mientras les pedimos, por favor, evitar participar de ellas:

Ay, ay, ay, ay esa mujer está loca, loca de atar…

¡Ay, ay, ay, ingrata y mala hembra!

(…)Me ha destrozado el corazón (…) que mala hierba…

Por un lado quedamos mutiladas, y, por otro, somos tratadas como plantas, y no precisamente flores ¿Dónde quedó lo que un día fue motivo de orgullo para la fémina, su belleza física sutil, delicada, pero también sus méritos como mujer? La exaltación de la belleza física y la quimera de la eterna juventud, forman parte del culto a la imagen, a la apariencia, por encima de valores éticos, intelectuales o artísticos (…) (4). Y estos versos hacen eco de ello. La imagen de la mujer se ha corrompido. Se ha trasmutado la figura humana en una hierba, en un engendro de la naturaleza que envenena las almas de los hombres.

Y por si fuera poco, pasamos de ser cintura, hierba, a convertirnos en codiciosas, orgullosas, y, fundamentalmente, materialistas. No negamos la veracidad de los hechos, pero no creemos necesario que se deba ser tan reiterativo en cuanto a ello, sin siquiera perseguir un fin educativo. Si las mujeres son superficiales o falsas como bien se quiere hacer saber, creemos que le tocaría a la música –como creación artística que es, encaminada a transformar una realidad social- subvertir este que ahora es un problema. No se trata de presentarlo como un motivo de burla ante todos. El humor o la sátira solo destacan un fenómeno, pero no resuelven su esencia problemática.

El caso que vamos a presentar no expone la materialización de la actitud femenina en la letra propiamente dicha, sino en la imagen. No aborda la grosería, la violencia o la discriminación de género, pero trae a colación un tema por el que también la mujer ha sido apuntada con el dedo. Conocemos de esa característica intrínseca en nosotras de querer “lucir bien”, aspecto que le es común a ambos géneros. Pero !Cuidado! el orgullo y la vanidad no deben cegar. La mujer es ciertamente orgullosa, pero no por ello debe ser considerada superficial.

Sin embargo el ejemplo siguiente la muestra como tal. La mujer no es ya el ser maligno, o el cuerpo pecaminoso, sino la futura extranjera que se pavonea por las calles con su pelo recién estirado por el famoso invento de nuestros tiempos: la queratina; o la mulata que se avergüenza de su pelo “malo” y ahora expone orgullosa sus largas extensiones. Pero ¡y cómo cuesta la queratina, y qué decir de las extensiones! El texto no ofende pero la imagen hiere. El video clip como manifestación visual de estos versos nos hace ver lo que las mujeres representan actualmente, lo que el mundo ha hecho de ellas, lo que los hombres han hecho de ellas y lo que ellas han decidido ser para todos.

Entonces sí podríamos decir que existen culpables en esta vergonzosa situación. Quizás el hombre se ha dado mucha importancia y ha dejado para la mujer lo pensado durante siglos: que solo es cuerpo y su función en este mundo se limita a la procreación. Una idea que puede sonar machista y anquilosada, pero domina muchas de las sociedades actuales, incluyendo por la nuestra. Tal vez haya sido la mujer la culpable. Ella, en ese intento por hallar su espacio como figura social de significación se ha hecho notar tanto, que ahora poco se le critican las vías utilizadas. O a lo mejor han sido los propios medios, que bajo la tutela del mercado y el consumo musical han reproducido a tal forma la visión antaña de la mujer, y a esta no le ha quedado otra opción que aceptarla.

Alguien decía, refiriéndose al avispero provocado por la censura del famoso Chupi chupi, algunos años atrás, que los medios influyen fuertemente en el gusto de la población, pero no deciden. Cabe ahora preguntarse si es cierta esta afirmación. Y de hecho puede parecer una verdad, pues los medios han promovido un tipo de música y un estilo de video clip que ha sido difícil de remover del gusto popular. La salsa, la timba y el resto de los géneros que responden a la música bailable tienen algo en común: las melodías pegajosas, el ritmo rápido o lento (tributando a lo sensual) y las letras ligeras, para que fije mejor. De todas formas esa es la intención de los medios audiovisuales de este tipo, mientras más directo llegue el mensaje, mejor asimilado será.

Pueden proyectarse cientos de videos dedicados a la “música sana”, y otros tantos a la música hecha para “poner a mover las cinturas de las mulatas”; pero el público receptor va a decantarse por aquella que le provoque goce y no precisamente un ejercicio de pensamiento. Esto no delimita las capacidades de disfrute musical del público, pero alude a un juicio de gusto personal, que luego se vuelve colectivo. Además tiene que ver con la función de los medios de difusión. Vale aclarar que dichos espacios cargan con la responsabilidad de promover la cultura en el país y, a su vez, de educar.

Si se proyectan videos clip donde la mujer es vista como objeto de deseo y no como figura de relevancia para la sociedad, de manera inmediata se va a pensar en ella como algo objetual y no como un ser en sí. También pasa por el filtro la intención de colocar en los medios productos musicales que diviertan, que provoquen placer, para de alguna forma “enganchar” al público. Entonces no cabe una discusión sobre el contenido de las canciones y la manera en la que se recibe, porque el medio se ha encargado de legitimarla de esa forma.

Pero si bien existe un tipo de medio que aboga por la educación cultural de sus receptores y se preocupa por ello, también hay que tener en cuenta aquellas otras formas de comunicación que resultan ser su contrapartida. Hoy existen medios alternativos a través de los que se mueve aquella música que no puede ocupar las pantallas. Este tipo de producción no se rige por políticas institucionales, pero responde de manera certera a los gustos de la mayoría. Por estos medios conocidos también como los “no legales” circula hoy el reggaetón y alguno que otro tipo de género bailable que se adhiere como sanguijuela al público oyente. Mientras que estos últimos se desarrollan, nosotros intentamos hacer ver el peligro que corre la música cubana en manos de tales agentes.

Pero a estas alturas del campeonato, quién va a querer escuchar otra cosa que no sea el grito voraz de ¡Mamiiiii esto es pa´que goceeee!!!! Ni siquiera la mujer, que termina ofendiéndose con tal llamado, mueve los hilos para transformar la realidad que la circunda. Nos toca a nosotros poner en tela de juicio estas atrocidades para advertir, encender la alarma del pensamiento. Quizás así podamos disfrutar en un futuro, libre de críticas crudas o discriminatorias, letras más frescas y sinceras para nuestros oídos como las parecidas a:

Es tu mirada que me vuelve loco,

Es tu mirada que me contamina,

Es tu mirada que me está matando amor,

Aunque no quiera siempre me domina.

Con estas, fácilmente podría admitirse que la mujer tiene todo el poder, pero sería una falsa realidad. Ella no cuenta ni con la mitad para devolverse a sí misma la vergüenza y la dignidad que ha perdido en manos de las canciones machistas.

De todo esto quizás podamos sacar como aspectos positivos algunos detalles que no pueden escaparse de nuestras manos, porque como dirían algún cantante de rap, aquí hay que tenerlo todo pensado. Para suerte de la mujer todavía quedan algunos artistas -bien llamados por su nombre- que decidieron hacer propuestas musicales más respetuosas para sus presuntas “diosas”. ¡En buen lugar nos han puesto! Ahora no somos más los troncos mutilados, ni las plantas venenosas, ni las locas de atar; somos las de mirada profunda, para las que no va a ser necesario “buscar la policía”. Evítennos, ¡por favor!, que nos de una “cosa mala”. Quizás así nos convenzamos de que lo último que se pierde es la esperanza y que la mujer puede llegar a recuperar su valor por encima de su cuerpo.

Sin embargo hay que reconocer lo tortuoso de los caminos. La mujer debe luchar contra una serie de obstáculos que esperamos la hagan aún más fuerte: el machismo, la vulgarización de su cuerpo, la extrema sexualización y lo peor, la lucha contra la propia imagen que ella ha tomado para sí de una visión histórica impuesta durante años. Pensemos que después de la batalla que le queda por librar termine dedicándose líneas más poderosas  y con mayor sentido que estas:Ya yo sufrí, ya yo lloré, ya yo te hice tu funeral…Y esperemos que la música popular bailable, en la batalla campal que también libra, no termine atropellada por el tren de los “fakers”. El futuro musical lo pide a gritos y nuestra terapia lo necesita.

 

Notas:

(1) Mora Ayora, Antonio. El nacimiento de la música popular cubana en el siglo XIX, 12 de octubre de 2018. Visto en redacción@noticiasdesantiagodecuba.com. Consultado el miércoles 24 de abril de 2019.

(2) Suárez, Pablo Alejandro. Panorama de la música popular cubana actual a través de los Premios Lucas 2016. Publicación, marzo de 2017. Visto en www.researchgate.net el 23 de abril de 2019 a las 11:13am.

(3) (…) lo popular musical se define, como hemos señalado, por la proyección social del hecho artístico (…) Cita tomada de documento oficial. Villar, Juan Manuel. Aparato categorial de definiciones musicológicas. La Habana, 1987. Centro de Investigación y desarrollo de la música cubana. Ministerio de Cultura.

(4) Prieto Jiménez, Abel. Famosos. Sección Mundo, sección Cultura y resistencia. Granma, viernes 24 de mayo de 2019.

 

Referencias bibliográficas

Mora Ayora, Antonio. El nacimiento de la música popular cubana en el siglo XIX. 12 de octubre de 2018. Visto en redacción@noticiasdesantiagodecuba.com. Consultado el miércoles 24 de abril de 2019.

Prieto Jiménez, Abel. Famosos. Sección Mundo, sección Cultura y resistencia. Periódico Granma, viernes 24 de mayo de 2019.

Suárez, Pablo Alejandro. Panorama de la música popular cubana actual a través de los Premios Lucas 2016. Publicación, marzo de 2017. Visto en www.researchgate.net el 23 de abril de 2019 a las 11:13am.

Villar, Juan Manuel. Aparato categorial de definiciones musicológicas. La Habana, 1987. Centro de Investigación y desarrollo de la música cubana. Ministerio de Cultura.

Fuentes Complementarias:

Acosta, Leonardo. Otra visión de la música popular cubana. La Habana: Ediciones Museo de la Música, 2014.

Benítez Rojo, Antonio. Música y nación. El rol de la música negra y mulata en la construcción de la nación cubana moderna. Revista Encuentro de la Cultura Cubana, No. 8/9 (primavera/verano), 1998, Madrid, pp. 43-54.

Bernal Roque, Dayara. «Portal de la Televisión Cubana.» ¿Quién decide hoy la músca que se escucha en Cuba? . 19 de diciembre de 2011. www.tvcubana.icrt.cu (último acceso: 29 de abril de 2019).

Butler, Judith. «Centro Teórico Cultural CRITERIOS.» Atos performativos y constitución del género: un ensayo sobre fenomenología y teoría feminista . (último acceso: 6 de mayo de 2019).

—. «Centro Teórico Cultural CRITERIOS.» Regulaciones de género. 14 de junio de 2006. (último acceso: 6 de mayo de 2019).

—. «Centro Teórico Cultural CRITERIOS.» Fundamentos Contingentes: El feminismo y la cuestión del «Postmodernismo». septiembre de 1990. (último acceso: 6 de mayo de 2019).

Díaz Monserrat, Leslie. «Portal de Cubadebate.» Lo que le gusta a los ¿menores? 2 de marzo de 2018. www.cubadebate.cu (último acceso: 24 de abril de 2019).

Giro, Radamés. Panorama de la Música Popular Cubana. La Habana: Editorial Letras Cubanas, 1998.

Jiménez Cárdenas, Yanelis. Mujeres en la música popular: Son y Timba. Tesis de Diploma. Tutora Msc. Eneicy Morejón Ramos. Universidad de La Habana, Facultad de Filosofía e Historia, Departamento de Sociología. La Habana, 28 de mayo de 2010.

Whiteley, Sheila. «IASPM@Journal.Journal of the International Association forthe Studyof Popular Music.» Popular Music, Gender and Sexualities. 2013. www.iaspmjournal.net (último acceso: 6 de mayo de 2019).

De sales y agua

De sales y agua

Mylene Fernández es una de las más importantes narradoras cubanas en el actual panorama de nuestra literatura y el libro aquí comentado resultó Premio de la Crítica.

Agua Dura, de Mylene Fernández,   me ha regresado a lugares y épocas de mi vida que no recordaba,  la escuela y cuando las clases se poblaban  de retozos, de conspiraciones contra los maestros y las ciencias,  se acortaban  los nombres de los amigos y la vida toda, a ratos,  era un paso de risa. La física y sus leyes, las semillas y los elementos que se juntan y resultan  piedra, ave o agua.

“Habeas Corpus”  me  lleva a la orilla de un mar de sales y antojos disueltos. Mi madre siempre decía que vivir lejos del mar te ponía los ojos opacos, yo me reía de su ocurrencia hasta que descubrí que las madres raramente se equivocan.

…Se encaminó a la playa, imagen puntual de agendas y calendarios que le llegaban cada fin de año, poblados de fotografías de arenas blancas y mares azules siempre quietos, como posando eternamente para las cámaras o los ojos…

No hay  que esperar a un despido,  como la mujer de la historia de Mylene,  para saber que el mar cura casi todo, desde la piel al alma.  Quise encontrarlo en los lagos y los ríos de Europa. Me dije bueno, pues agua es agua. Pero no. Casi. Faltan la marisma, los minúsculos cristales en los labios  y la certeza de que las olas de verdad  rompen una  sola vez por continente.  Una playa de turistas, amantes o ladrones que cargan con todo lo que una tiene y si hay suerte, con todo lo que duele.

Cuántas mujeres habitan la muchacha del relato La pausa,  que intenta dormir y  engulle pastillas de colores como si fueran golosinas que devuelvan un poco de dulzor, la sonrisa o un descanso  que repare;   pero  solamente consigue soñar con un tiempo feliz que duele al despertar.  Pero creo que soñar con lo feliz es una semilla, una hendija, una promesa a mañanas con un poco más de luz.

…Pero esta mañana no había pastillas, sino la resaca de una borrachera, la foto borrosa de un amante fugaz y mediocre, y un sueño que seguía siendo lo más real de la jornada…

Porque hay y habrá despertares en que  los bancos  y las computadoras no se atasquen, abunden los cheques de derechos de autor y los porteros bondadosos. Las empleadas van a soñar con un amante pirata; la hija caprichosa y su  madre leerán juntas una historia de amor sin esperar  otra vida para darse ternura.

Según cuenta la Química, el agua contiene más sales de la cuenta. Lo mismo que a la vida y los recuerdos, al agua dura uno la filtra, la decanta hasta hacerla más ligera y potable. El libro encierra las vivencias de unas cuantas generaciones, las revive, las pasa por la criba de la nostalgia y en la última página, nos  acerca  a la comprensión y la ternura. Agua dura, pero inmensa, es este libro.

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