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Yarini, protagonista de próxima novela de Leonardo Padura

Yarini, protagonista de próxima novela de Leonardo Padura

El pasado 9 de abril, a partir de las 10:00 pm vía Telegram, se efectuó la primera peña virtual de la revista El Caimán Barbudo. El espacio, que acontecerá a esa hora los segundos viernes de cada mes, forma parte de las celebraciones por el 55 aniversario de la publicación, fundada en 1966 por ese revistero mayor que fue Jesús Díaz.

Entre los invitados de la primera emisión de la peña estuvo el ex caimanero y hoy afamado narrador Leonardo Padura. En nuestra tertulia, Padura contó el modo en que por esas cosas de la realidad cubana, tras una etapa de crítico literario en El Caimán Barbudo,, él fue sacado del tabloide como castigo por un supuesto problema ideológico y enviado a trabajar como reportero en el periódico Juventud Rebelde. En teoría, la reeducación del compañero descarriado se llevaría a cabo gracias a laborar en un medio en el que las rutinas, las consignas y las moralejas son el pan nuestro de cada día.

Empero, la cabra siempre tira hacia el monte y ya en el entonces diario vespertino, Leonardo Padura supo estar apartado del facilismo repetitivo de la mala propaganda política. A partir de una posibilidad brindada por Jacinto Granda y José Ramón Vidal (Cheíto), los dos directores del medio en aquel período, así como con la colaboración de Ricardo “El Gallego” Sanz, jefe de redacción, En Juventud Rebelde se vivió en los 80 uno de los momentos más afortunados del periodismo en Cuba de las últimas décadas. La creación de un pequeño equipo de redactores, encargados de escribir para las ediciones dominicales del diario textos culturales y no simplemente noticiosos, dejó un conjunto de reportajes que figuran en cualquier selecta antología del periodismo hecho en Cuba.

En aquel equipo estuvieron en lo fundamental Ángel Tomás, Emilio Surí Quesada y Leonardo Padura, quien en la reciente peña virtual de El Caimán Barbudo habló acerca de cómo lo que había sido pensado como un castigo, devino una oportunidad para contar con tiempo, medios y libertad para escribir de “los temas que quisiera, del modo que quisiera y con la frecuencia que quisiera”.

Las ediciones dominicales de Juventud Rebelde entre 1984 y 1990 deberían ser estudiadas a profundidad por los interesados en el asunto del ejercicio periodístico en nuestro país. Como resultado de esa movida, jamás vuelta a darse entre nosotros, varios libros fueron publicados, entre ellos uno de Leonardo Padura, titulado El viaje más largo.

En dicho volumen se incluye el trabajo “Yarini, el rey. Vida, pasión y muerte del más célebre proxeneta de Cuba”, que según lo expresado por Leonardo Padura el viernes 9 de abril en la peña virtual de El Caimán Barbudo, es la base para la novela que en torno al mítico personaje de Yarini prepara en la actualidad el otrora caimanero.

Como que muchos de los lectores de Miradas Desde Adentro ni siquiera habían nacido cuando el momento de oro de Juventud Rebelde con el experimento de las ediciones dominicales, reproducimos un fragmento del reportaje de nuestro compatriota sobre el afamado Alberto Yarini y Ponce de León, que en un futuro cercano será el protagonista de una nueva novela.

YARINI, EL REY

Vida, pasión y muerte del más célebre proxeneta de Cuba

Leonardo Padura

Se veía caminar por una línea de ferrocarril que atravesaba un túnel angosto y húmedo, cuyo final le parecía siempre al alcance de la mano.

Pero, mientras avanzaba, su desesperación crecía y la ansiada salida se le hacía cada vez más remota. Sudaba y sentía en su nariz el aroma de los musgos violáceos que colgaban de las paredes del túnel. Y por fin apareció un tren desbocado y negro que le apuntaba con la potente luz de su reflector: se lanzó entonces en la carrera más urgente de su existencia, mientras el tren se aproximaba hasta quemarle las espaldas. De pronto la vio: la rana parecía dormir sobre una de las traviesas de la línea y él trató de no pisarla. Su pie, sin embargo, fue a posarse justamente sobre el lomo viscoso del animal, y cayó bajo las fauces del tren que…

Despertó. Volvió a cerrar los ojos esperando que su respiración se normalizara. En sus veintiséis años de vida había soñado en contadas ocasiones y se alegraba de tener pocos tratos con ese mundo intangible de la inconsciencia: desde que tenía uso de razón, sus sueños habían gozado de un realismo desorbitado y, generalmente, tétrico. Pero la pesadilla angustiosa de aquella mañana había sobrepasado todos los límites y trató de explicarse el significado de aquella premonición de muerte.

Cuando Alberto Yarini y Ponce de León volvió a abrir los ojos, vio que un mediodía esplendoroso se extendía más allá de las cortinas de encaje de su ventana. Pero su mirada se detuvo sobre el cuerpo brillante y desnudo de la joven que dormía a su lado. La Petite Bertha era como una gema invaluable y exótica en ese mundo de mujeres gastadas y tantas veces digeridas, y era una maestra en el arte de hacer el amor.

El joven abandonó la cama y, completamente desnudo, abrió las cortinas de su ventana. A sus pies, la vieja calle Paula refulgía con el sol otoñal, y Alberto Yarini, olvidado ya de su sueño, se sintió fuerte, hermoso, potente. Un rey.

“God save the King” dijo, y sonrió.

Apenas ocho horas después, aquel cuerpo bello y codiciado, iba a yacer, sangrante y sucio, sobre los adoquines de otra calle de La Habana, perforado por tres heridas de plomo. Porque la noche del 21 de noviembre de 1910 se desataría en La Habana la Guerra de las Portañuelas.

Poemas de Edelmis Anoceto Vega

Poemas de Edelmis Anoceto Vega

No podría expresar con precisión las razones que hacen que la ciudad de Santa Clara sea una fuente inagotable de importantes nombres para la poesía cubana. Entre esas numerosas figuras villaclareñas que cuentan con una sobresaliente obra en el mundo de los versos se encuentra Edelmis Anoceto Vega.

Nacido en el convulso año de 1968, Edelmis es licenciado en Lengua y Literatura Inglesas por la Universidad Central de Las Villas (UCLV). Dicha formación, le ha posibilitado a Anoceto Vega desempeñarse como traductor, editor y colaborador de numerosos medios de prensa, tanto en su provincia natal, como en diversas publicaciones de carácter nacional e incluso, algunas en el extranjero. Textos suyos pueden ser leídos en SignosVanguardiaHuellaArielCauceJuventud RebeldeUmbralHacerse el CuerdoEl Caimán Barbudo y El Cuervo (Puerto Rico).

Entre los libros publicados por el villaclareño Edelmis Anoceto Vega pueden mencionarse Cantos del bajo delta (1998); De todas las almas creadas, traducciones de Emily Dickinson (1998); A una alondra y otros poemas, traducciones de  Percy B. Shelley (2003); Mortgana (2002); Imago Mundi (2002); La cólera de Aquiles (2005); La cosecha y el incendio (2005); Desertor del cielo (2007); Poemas agrestes, Traducciones de Robert Frost (2008) y El sueño eterno (2009).

Con los poemas de Edelmis Anoceto Vega que hoy se publican en Miradas Desde Adentro va una exhortación a los amantes de leer poesía a buscar la obra de este creador, con la certeza de que encontrarán en ella una de las voces harto interesante en el panorama actual de la literatura cubana.

MATERIA OSCURA

Sospecho de la flor, de la silueta que no se deja esculpir.

El agua trae muertos, movimiento de la naturaleza

para seducirme, hacer de mí un nombre,

un número.

No hay otra cosa en el lugar donde estuvo la flor.

Yo creo en lo vacuo y es esa perfección la que me tienta

a quedarme en el límite del límite,

desguarnecido, al centro de apagadas intemperies.

La luz tiene fronteras que el hombre no atraviesa.

El agua trae muertos virtuales a mis ojos,

deposita sus cuerpos,ojos de mis ojos.

PELIGROS.

Cansado del tropiezo y de la burla, por ese breve albedrío 

que es estar vivo,

muerto de sed y de palabras dulces por decir en oídos extraños,

diamantes, resplandores,

ya no sé cuánto tiempo me separa del destierro,

los hierros oxidados de las horas finales,

sus ruidos en lo remoto se dejan escuchar desde el pasado,

la rosa mirada a través de los remolinos del viento

no sabe la espera en los umbrales de un bosque

cada vez más lejos de casa,siempre menos creíble, inalcanzable.

Nada me incita.

Sin rumbo es la marcha cuando no hay espíritu 

dentro de los cuerpos

y en las calles de aceras sucias con restos de comida 

y periódicos de ayer,

los ritos de la muerte se entremezclan

unos en otros convertidos, como páginas de un mismo libro,

hojeado por quien busca en él su rostro

y solo puede visualizar una pequeña estrella que se apaga

y se aleja sin sentido,

queda únicamente un poco de sosiego, un canto de alabanza para nadie.

Dejarse seducir por el aliento de una bestia, 

entrar en los laberintos sin muros del olvido,

vida sin nombre, hacia el amanecer de cualquier fugitivo en la noche.

Callar es el peligro, sentarse a ver el suicidio de los hijos,

ver los rostros morirse poco a poco,

con el silencio cayendo en las espaldas.

Salideros por donde se filtra la demencia

acumulada en recipientes hechos con la arcilla de un osario,

es una trampa de fuego que han puesto en la ventana

para saquear toda la esperanza, incinerar las mariposas

que antes vendrían a bendecirme,

cegar la luz divisada en la mañana. Pequeñas sumisiones,

harán de mí un cuerpo abandonado con desdén en una playa.

Pequeños ocasos,

harán de mí el ocaso definitivo.

SALTOS 

Si lo que te conmueve es la piedra,

así pondrás en el diamante tu esperanza

y tendrás el cuerpo exhausto.

Si lo que te conmueve es el fuego,

así serás el pico del águila en la víscera del héroe

y tendrás lumbre.

FÚNEBRE 

Miserable el temblor en los espejos,

la sorda transparencia del cristal

en los bares donde perdí el amor

por no tener respuestas que poner sobre la mesa.

No podré ver la llamita sobre la piel

acercarse al rojo de las paredes

como en cualquier película.

Mejor no desandar ese trayecto

que va desde el festín a los despojos,

mejor quedarse con la vida

gratuitamente

observando el escombro que florece

en el borde donde fuimos dos amantes,

a punto de asumir cualquier mentira,

una extinción que nos dejara todo.

Desde ese desfiladero me pregunto

cuán triste es en verdad nuestra estancia

en una geografía devastada por las olas

que regresan de una orilla imaginaria,

traen sus humedades a los puertos

de donde no parte ni siquiera el viento.

Nadie es culpable de la fiebre y la náusea

a la salida de un túnel sin amigos.

Nadie es culpable de ser el último en marcharse,

el que cierra la escotilla de mármol

y nos deja encerrados para siempre.

CASTILLO DE IF

La poesía no sirve para cavar un túnel

si este me conduce hacia otra celda

y no hacia el salto desde el desfiladero.

Preciso es fingir alguna muerte

para quedar con vida y ver el mar.

Lucas… Nada nuevo en la viña del señor

Lucas… Nada nuevo en la viña del señor

Cuando era niña disfrutaba ver los Lucas. Confieso largas esperas hasta encontrar un video de mi preferencia y así también informarme de lo que en la materia se generaba en el país. A Cruzata agradezco mis acercamientos iniciales al mundo de la música. A Rufo, no lo disfruté mucho, por su temprano fallecimiento, salvo en aquella serie de los 100 mejores videos desde la década de los 80 hasta el 2006.

Con el tiempo refiné mi gusto musical, o me volví más chea – léase de cualquiera de las dos formas – y gracias a las nuevas tecnologías, nuevas para mí, dejé de esperar 57 minutos a ver si me convencía algún estreno.

El aburrimiento de una tarde provinciana de domingo, matancerísima, me hizo sentarme frente al televisor y, a pesar de mi escaso conocimiento sobre música o artes audiovisuales, sentía que era una broma lo que observaba.

No debo decir que todos los videos, pero la mayoría, parecen salidos de la fórmula crtl+c y ctrl+v. El cantante se levanta en una cama gigantesca y se sorprende de que una muchacha duerme a su lado. La cubre una sábana de manera hollywoodense; es decir en los puntos exactos para no ver un seno ni algo más íntimo, pero sí lo suficiente para imaginártelo. No importa que esta escena no se relacione en lo absoluto con el mensaje de la canción.

Cuando por fin se para de la cama “el músico” devenido “actor”, y la muchacha bonita, mulata en la mayoría de los videos también (a Dios gracias, al fin está de moda la negritud), se visten o por lo menos eso parece. Luego como si fuera una película india cambian de escena hacia una coreografía de bailes provocativos que no tributan en nada a la trama; y que después repiten nuestros niños hasta el cansancio.

La confesión desvergonzada, de un artista joven (proveniente de una familia con un nombre en la música), decía haber pasado por varios géneros, la balada, para la que no es muy bueno, me tomo el atrevimiento, la timba, y que al final decidió hacer un disco de música urbana. No sé por qué me extrañó descubrir el mismo fenómeno que en los videos con anterioridad mencionados. Al final, el sexo y la ostentación son los mejores vendedores del mundo.

En Lucas, dos músicos entrevistados, dijeron que componían sus canciones tomando como referencia frases del argot popular (para pegar), cuando escuché los temas me pareció una falta de respeto hacia Juan Formell, por ejemplo.

Otra técnica que he visto repetida en los últimos años es la participación de otros músicos en los videos clips, donde no pintan, ni dan color. No me opongo a las colaboraciones; sino, a las repeticiones insustanciales.

Además de Lucas, la capital del video clip cubano, en otros espacios pasan horas y horas de programas musicales en la televisión. Ciclos de video clip sin un mínimo de crítica o análisis por expertos o artistas, olvidando así una de las más importantes funciones de la televisión: educar.

Fuera del circuito de la TV se recrudece la situación. Con el acceso progresivo de la población cubana a Internet y la entrada en nuestros hogares del Paquete, y con él más y más audiovisuales, nadie se detiene a valorar la calidad artística de los productos que consumen.

En la entrevista ¿Lucas? A mí los premios ya me dan lo mismo, concedida al periodista Darío Alejandro Escobar y publicada en el Caimán Barbudo, Lester Hamlet, da también sus opiniones sobre el tema en cuestión:

“Cuando subes un video (a Internet), todo el mundo puede verlo, pero nadie puede cuestionarlo. Cualquiera lo graba, lo termina y lo cuelga. No hay una disquera que lo produzca y que vele por la calidad de sus contenidos. No pasa por filtros, más allá de pagar, producir y subirlo. (…) Es verdad que un video clip es un producto publicitario, pero debe tener una hondura para llegar al espectador y motivar zonas del pensamiento y la observación”.

De más está hablar de la falta de recursos, o presupuesto, todos lo sabemos. Pero no puede, bajo ningún concepto, ser más factible alquilar a muchachas que bailen bien y usen poca ropa que a un buen guionista o director de fotografía. Ahí lo dejo, sin ánimos de ofender.

Hago un llamado a nuestros músicos y realizadores, que los hay muy buenos, a defender lo auténtico, y a ser original, trabajar con calidad y sobre todas las cosas, respetar al público.

Image: http://www.loslucas.icrt.cu/

Norge Espinosa: La Nación se reconstruye con todos y para el bien de todos.

Norge Espinosa: La Nación se reconstruye con todos y para el bien de todos.

Yo hablo por mi obra y por mi desacato, y sé que debo asumir las consecuencias de la una y de lo otro. Esa es mi área de libertad individual, y desde ahí despliego mi activismo.

 

Norge Espinosa no es solo un reconocido intelectual cubano, ptanto por su quehacer en el área de la poesía como en el universo teatral en proyectos como la agrupación El Público, dirigida por Carlos Díaz. Además de ello, Norge ha sido un promotor cultural desde los lejanos tiempos en que formase parte del ejecutivo nacional de la Asociación Hermanos Saíz, así como un reconocido activista en pro de los derechos de la comunidad LGTBI. Por lo interesante y actual de la entrevista que le realizara Ladislao Aguado para la revista Hypermedia Magazine.

“Hablo por mi obra y por mi desacato, y sé que debo asumir las consecuencias”

Una conversación con el escritor Norge Espinosa a propósito del movimiento LGBTIQ en Cuba y los acontecimientos del pasado 11 de mayo.

Por Ladislao Aguado

Tras conocerse que el Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX) cancelaba la “conga” que tenía lugar desde hacía doce años, por la defensa de los derechos de la comunidad LGTBIQ en Cuba, un grupo de activistas y miembros del movimiento tomó la decisión de mantener la convocatoria de manera independiente.

Se trataba, una vez más, de visualizar y abogar por la igualdad de derechos de un segmento de la población que ha sido, y aún es, víctima de políticas discriminatorias y de actitudes de exclusión.

Sin medios de prensa a su alcance, los organizadores de la nueva marcha lanzaron la convocatoria a través de las redes sociales. El boca a boca hizo el resto.

Hace poco más de un mes, el sábado 11 de mayo de 2019, unos 300 participantes se congregaron a primeras horas de la tarde ante la estatua de José Martí, en el Prado habanero. La idea era recorrer el paseo hasta la avenida Malecón.

El grupo echó a andar hacia el mar armado con apenas unas pocas banderas cubanas y del arcoíris, y la determinación de visualizar unos derechos que les son propios y que cada vez parecen más difíciles de conseguir en la Isla.

Una frase inspiraba la marcha: “Por una Cuba diversa”.

Entre los participantes, independientemente de su orientación sexual, había investigadores, artistas, pequeños emprendedores, estudiantes… El país que deseamos y al que debemos aspirar, representado en unos pocos centenares de personas valientes.

Casi concluía la marcha cuando, al llegar a la intersección de Prado y Malecón, topó con un cordón policial.

El final feliz, el proyecto de un país de concordia, acababa de tropezar con las autoridades. Unas fuerzas policiales que tenían órdenes de interrumpir semejante demostración de diversidad y fraternidad entre cubanos.

Valiéndose del uso de la fuerza, en notable desproporción de recursos contra personas pacíficas y desarmadas, la policía desmanteló la movilización e incluso apresó, golpeó y encarceló a algunos de los manifestantes.

Desde Santa Clara, su ciudad natal, a donde había viajado a esperar el Día de las Madres con la suya, el poeta, crítico y dramaturgo Norge Espinosa siguió “conmocionado” los acontecimientos. Horas después escribió en su muro de Facebook:

“Me emocioné, me preocupé y me indigné, porque a la misma hora en que se alzaban los primeros golpes, otros, que dicen [email protected], estaban en su fiesta. Esas separaciones y demarcaciones no deben ser olvidadas. Han caído algunas máscaras y se han hecho nítidas otras verdades. El 11 de mayo del 2019 para la comunidad LGTBIQ de Cuba no fue una simple salida del clóset ni una toma por asalto a la calle, sino una ganancia en términos de liberación”.

Esta conversación, con uno de los intelectuales cubanos más representativos de la cultura nacional y de la comunidad LGTBIQ en Cuba, debió versar sobre su espléndida obra literaria. Debimos sentarnos en La Habana, como hace más de treinta años que no hacemos, a conversar sobre su obra poética, sus nuevos proyectos teatrales, o acerca de los temas sobre los que investiga actualmente.

Pero esa conversación queda pospuesta.

Ahora quiero preguntarle, en su calidad de testigo excepcional y de protagonista por la lucha de los derechos mil veces escamoteados al colectivo LGTBIQ en Cuba, sobre la historia del movimiento, sobre su experiencia durante estos doce años de permanente reivindicación, y, por supuesto, sobre su opinión acerca de la situación creada a partir del pasado 11 de mayo.

La entrevista la cierra uno de los poemas más valientes y hermosos escritos por un autor cubano. Se titula “Vestido de novia” y se lo escuché a Norge Espinosa, por primera vez, en un mediodía de un pueblo de la actual provincia de Artemisa, cuando ambos teníamos apenas dieciséis años.

Quiero agradecerle, además, la gentileza de responder estas preguntas para Hypermedia Magazine.

Norge, has participado desde el inicio de lo que hoy se puede entender como un movimiento LGTBIQ en Cuba. ¿Cómo fue romper una barrera de décadas de apartheid gubernamental sobre la comunidad?

Dudo que se pueda hablar propiamente de un movimiento LGTBIQ en la Isla, aunque no falten antecedentes, figuras, una memoria rota de los conflictos que ser homosexual o lesbiana ha ido dibujando en la historia nacional desde los días de la Colonia hasta el presente, a pesar de las muchas intermitencias que la atacan.

No tener una conciencia activa de esa tradición, un registro que sobrepase la arqueología y el mero gusto por el escándalo, a fin de organizar ese entramado como una noción de lo que también nos pertenece, hace difícil hablar de tal movimiento. Silencio ha habido, y rupturas, y rechazo tanto doméstico como gubernamental, a quienes se identifican como parte de una minoría que ha tenido, también en Cuba, relaciones explosivas con la Iglesia y el Estado.

Todo eso lo he aprendido sobre la marcha, porque tampoco hay en nuestro país estudios de género propiamente dichos, y lo que hemos estado haciendo algunos escritores, artistas, activistas, ha sido justamente recomponer ese mosaico astillado y empezar a establecer, dentro de ese ejercicio de rehabilitación, verdades y jerarquías.

Yo empecé haciéndolo desde mi obra, cuando era un adolescente. Asumir lo que mi escritura decía de mí, en un territorio público, me hizo sentirme también responsable. Y descubrir, en el proceso, que me acompañaban esos nombres generalmente mencionados en voz baja y con temor, me hizo más fuerte en el empeño.

Pero en Santa Clara, cuando escribí “Vestido de novia” bajo el influjo de unos versos de Lorca, poco podía imaginar de hacia dónde me estaba encaminando.

¿Cuáles fueron las primeras reacciones a aquel poema tuyo?

Se ha hablado de escándalo, sorpresa, estupor. Y censura. Y hay un poco de verdad en todo ello.

Bladimir Zamora quiso publicar “Vestido de novia” en El Caimán Barbudo, en la sección “Por primera vez” donde dio a conocer a no pocos poetas jóvenes. La directora del mensuario se negó, aduciendo que poco favor me iban a hacer publicando ese poema que dejaría saber a todo el mundo de mi homosexualidad.

Hubo que esperar un año para que, tras la decisión de Rafael Alcides, Raúl Rivero y Sigfredo Ariel, mi libro Las breves tribulaciones ganara el premio de esa publicación y finalmente el poema lograra verse en letra impresa. Antón Arrufat ha dicho que es un texto que abrió un espacio “para el asunto”; Víctor Fowler dice que es un poema fundacional.

En ese momento hubo, creo recordar, una especie de sobresalto. Pero lo que hay que recordar ahora es que ese poema vino junto a un relato como “¿Por qué llora Leslie Caron?”, de Roberto Urías, y otros textos que apuntaban a una discusión mucho más abierta sobre otros temas tabú.

El batacazo de los años 90 sirvió, entre otras cosas, para dispersar a esa generación literaria y acallar esas demandas inminentes; no pudo, sin embargo, detener del todo lo que ya se avecinaba. El célebre cuento de Senel Paz, “El lobo, el bosque y el hombre nuevo”, dilataría esa reacción a escala internacional. Y lo hizo a pesar del disgusto con el que muchos de los acomodados leyeron esa historia. Y las nuestras.

¿Alguna vez sentiste que el gobierno instrumentalizaba “la causa”?

En ese primer momento, no. Había un pacto de silencio que obraba con mucha eficacia.

Recuerdo la cara de espanto de un joven periodista que vino a preguntarme qué eran las Jornadas de Arte Homoerótico que organicé entre 1998 y 2001 en La Madriguera, sede de la Asociación Hermanos Saíz de la capital. Ni él ni nadie de la prensa oficial se hubiera atrevido a escribir una nota sobre esas acciones. El CENESEX no sale del clóset, en la dimensión en que hoy se le ve, hasta el 2008, y para entonces obraba con mucha cautela.

El tema aparecía por una u otra parte, pero no desde una agenda que lo expusiera ante la sociedad más allá de una suerte de fenómeno. Cuando los Gays for Cuba, liderados por la activista norteamericana Stephanie Davies, hicieron su primera visita a la Isla en 1994, fueron de institución en institución en pos de apoyo para abrir aquí una filial de la Asociación Internacional de Gays, Lesbianas, Bisexuales, Trans e Intersexuales (ILGA, por sus siglas en inglés), y más allá de las sonrisas formales fue poco lo que consiguieron.

Tendría que pasar más tiempo para que esas preocupaciones trataran de ser canalizadas por una vía oficial. Y la vía oficial que existe hoy quiere crear un cerco; a la manera en que ya se ha repetido tanto, pretende crear una línea divisoria, un in y un out que radicaliza, en términos de obedecimiento o disidencia, a las fuerzas que, dentro del núcleo de esa posible/imposible comunidad LGTBIQ cubana, aún tienen que entrenarse para ganar más territorio a favor de todas sus demandas.

¿Te viste a ti mismo sirviendo de imagen intelectual a favor de una imagen gubernamental?

Un escritor al que estimo y respeto, preguntándome alguna vez por mi trabajo como activista en las Jornadas, me dijo: hay que tener cojones para hacer eso. Nunca lo pensé así, y tampoco me veo dentro de ese límite que la pregunta, capciosamente, quiere trazar.

Yo hablo por mi obra y por mi desacato, y sé que debo asumir las consecuencias de la una y de lo otro. Esa es mi área de libertad individual, y desde ahí despliego mi activismo.

De algo tiene que haberme servido, en todos los órdenes, haber conversado con Pedro Lemebel.

En algún momento las marchas convocadas por el CENESEX se entendieron como una discriminación añadida a las tantas discriminaciones sufridas por el movimiento, pues —se dijo— una parte de la comunidad LGTBIQ había sido apartada por razones políticas. ¿Fue así?

En un primer momento de fe, yo organicé desde la UNEAC el día en el que los artistas y creadores saludaban el Día Mundial de Lucha contra la Homofobia y la Transfobia. Llevar a ese sitio a travestis para que hicieran sus números nocturnos, exponer en paneles las fotos más agresivas de una exposición como Sex and the City, curada por Píter Ortega, o poner en la misma mesa a representantes del CENESEX y otros núcleos de activismo, como el Proyecto Arcoíris, me costó bastantes dolores de cabeza.

Cuando me separé de todo aquello, en 2014, estaba agotado y desencantado tras comprobar que el panorama no se abría en la dimensión que ya demandaban estos y otros gestos.

Para ser sincero: vi en las congas, que no marchas, del CENESEX, a representantes de toda la diversidad de esa probable comunidad LGTBIQ, y si algo me incomodó fue que en esas manifestaciones se hiciera obvia la falta de creatividad de dicha presencia, que coreaba las mismas consignas políticas de un Primero de Mayo, pero tardaba en clamar las de una causa que les toca más íntimamente.

Ocupar la calle en Cuba tiene, como se sabe, un cariz simbólico que difícilmente se cede. Hasta donde sé, a Yasmín Silvia Portales y Jimmy Roque, integrantes de Proyecto Arcoíris, alguna vez se les agredió físicamente durante una de esas congas; ellos mismos han dado testimonio. Pero yo hace unos cinco años que no participo de ese momento. Tal vez otros podrían dar ejemplos de algo como lo que preguntas.

El año pasado, tras la propuesta de reforma de la Constitución, surgen dos fenómenos que han llamado mi atención: por una parte la negativa a incluir dentro del documento la aprobación de una Ley de Matrimonio Igualitario y, luego, el surgimiento dentro de la sociedad cubana de un fundamentalismo religioso bastante influyente. ¿Ambos fenómenos están disociados o tienen causas comunes?

Son dos fenómenos casi paralelos, que tienen como eje la refundación o intento de refundación de una vida en Cuba en la era Post Castro.

La lucha de símbolos, sus equivalencias y disonancias en un tiempo en el cual ya no está entre los vivos el que se tomaba como símbolo mayor de causas y numerosos efectos, propone a los miembros de la cúpula de poder una situación sin precedentes. Esto ha agitado el panorama, y lo ha recombinado con la aparición de nuevas herramientas de debate e intercambio como la telefonía móvil, Internet, etc. Una nueva generación se ha apoderado de esos medios y poco a poco la imagen monolítica de una Cuba imantada por una única fe política empieza a movilizarse hacia otros cardinales.

Si quiere regenerarse, la Revolución tendrá que aprender a sobrevivir a sus propios símbolos, y en ese proceso, a diferencia de otras épocas, parece no haber manual.

El fundamentalismo religioso supo armar su estrategia, apeló a esos elementos mediáticos, lanzó una campaña ante la cual palideció la propia voz gubernamental, que al mismo tiempo impidió a los representantes de esa incipiente comunidad LGTBIQ responder a los ataques, a esos sermones y cultos repetidos por altavoces ensordecedores desde los cuales se clamaba por un voto negativo a la nueva Constitución, en caso de que el documento aprobase el matrimonio igualitario.

Pero ese fundamentalismo ya estaba presente en la sociedad cubana, no es el resultado reactivo de la propuesta sobre la Carta Magna. Sencillamente aprovechó las posibilidades que tras largas negociaciones ha ido obteniendo, y echó a rodar su mecanismo. Ahora el fundamentalismo religioso siente que ha obtenido una victoria, y mañana podrá lanzarse sobre temas como el aborto y otros no menos preocupantes.

Cuando se anunció que el Decreto 68 pasaba a ser el 82, mucho más impreciso que el primero, y desde la Asamblea Nacional comenzó el aluvión de excusas y explicaciones, el CENESEX, a mi modo de ver, solo enturbió más el panorama. El resultado es un desasosiego que puede conducir a otros, y que por lo menos es útil para entender cómo fue que llegamos al 11 de mayo de 2019.

Esa suerte de “lobby” religioso, ¿cuán fuerte es?

No tengo la menor idea, pero indudablemente es una fuerza en crecimiento. La carta firmada por cinco iglesias evangélicas da la medida de qué procedimientos de consolidación puede conseguir esa voluntad opositora. Y la creación de una Alianza Evangélica, mientras otros segmentos de la sociedad cubana no pueden organizarse ni aglutinarse en la misma medida para coordinar respuestas y reacciones, ofrece un panorama nada tranquilizador.

Desconozco qué se negocia detrás del telón entre esos representantes y los principales nombres del poder político. Lo mínimo sería que nos permitieran, a quienes recibimos los ataques y se nos niegan esos derechos que se pensaban proclamar en lo que popularmente se llegó a llamar “la Constitución de los Patos”, establecer una mesa de diálogo y tener como voceros a personas que también sean capaces de representar a toda la gama de los que, bajo el espectro de esa supuesta comunidad LGTBIQ cubana, viven el día a día de una nación en la que no todos son personas blancas, de linaje y estatus económico privilegiados y con aspiraciones mediáticas, como son las que suelen hablar por ese segmento del país.

Te lo pregunto porque uno de los motivos por los que —según se sospecha— cancelaron la marcha de este año, fueron las amenazas lanzadas por algunos grupos religiosos dispuestos a confrontar a la comunidad LGTBIQ durante la conga… ¿Qué razones crees que hubo realmente detrás de la suspensión?

Después de la nota del CENESEX informando que, según indicaciones del MINSAP, optaba por la no celebración de la conga (que no marcha, insisto), a partir de supuestamente tomar conciencia de la circunstancia política internacional y otras razones no menos vagas, a pocos días del desfile multitudinario del Primero de Mayo, es obvio que el trasfondo de todo es una suerte de desconfianza.

Desconfianza política y de otros órdenes, que intentó justificarse con una supuesta conexión entre Miami y Matanzas, la cual alentaba a sospechosos activistas a sabotear la tradicional apertura de las Jornadas por el 17 de mayo; día que para colmo coincide en el calendario oficial cubano con el Día del Campesino, lo que ha dado pie a comentarios tan jocosos como homofóbicos.

Hasta el momento en que respondo esta entrevista, el CENESEX no ha dado pruebas de que tal amenaza fuera cierta, no ha ofrecido pruebas de que los activistas que organizaron la marcha alternativa —por voluntad propia y con una rapidez y efectividad que debe haberlos dejado pasmados— fueran mercenarios, como se ha dicho, o simplemente parte de una “masa de ignorantes”, como se les tildó.

Varias son las expresiones que, desde la calle, han demostrado que la sociedad cubana está procurando nuevas fórmulas de manifestación pública. El desencanto que había activado la desaparición del Decreto 68, las discusiones y reacciones desatadas por el Decreto 349, la marcha por la ley de protección animal, etc., dan la medida de un ambiente caldeado.

La iglesia evangélica ni se molestó en llegar a Prado el 11 de mayo; deben estar todavía celebrando lo que para ellos es la victoria a favor del diseño de una familia “original”, y eso sí da pie a otras sospechas, confirmadas por la ya aludida creación de una alianza entre muchas de sus ramificaciones, de las que queda esperar un discurso mesiánico, con consecuencias dignas de temer.

Con semejante panorama, ¿hay algún horizonte probable que permita conseguir una Ley de Matrimonio Igualitario en Cuba?

La respuesta oficial radica en el nuevo Código de Familia, cuyo anteproyecto se ha venido redactando con paciencia china y que, finalmente, tras una espera que llegó a ser motivo de burla, tendrá que exponerse a la discusión popular dentro de dos años (que ya están corriendo).

Una encuesta que no se manejó durante la discusión final de la Carta Magna arrojaba que un setenta por ciento de los entrevistados apoyaba el matrimonio igualitario; ese dato, incluso siendo conocido por algunos de quienes apostaban por el cambio, no se publicitó. La imagen final es la de una Cuba que —a pesar de tanta campaña en términos didácticos y dictada desde la zona de confort que puede ser tan engañosa— se resiste a esa maniobra de avance, mientras que otros países de la propia Latinoamérica, como Brasil o Ecuador, aprueban dicha legalización sin que se caiga el Cristo del Corcovado ni se hundan las minas de plata.

Es un horizonte de marco estrecho, porque para lograr el matrimonio igualitario tendrían que crearse alianzas y funcionar nuevos discursos que, por ahora, visto lo sucedido en la más reciente Jornada contra la Homofobia y la Transfobia, no parecen aflorar de manera contundente. De lo probable, ya sabrá Dios.

Has dicho que, de haber estado en La Habana el 11 de mayo, habrías participado en la marcha. ¿Te imaginas entre los represaliados?

En un primer momento, preferí no ir. El 12 de mayo fue el domingo marcado como Día de las Madres, y por razones de salud decidí irme a Santa Clara para pasar ese día con mi familia, amén de librarme de los ecos de una Jornada de la que ya solo espero la repetición de la misma fórmula, adelantada por las discusiones que sostuvieron en las redes sociales, con un grado vergonzoso de bajeza verbal, algunos representantes del CENESEX con quienes se sintieron defraudados ante lo sucedido con el Decreto 68 y la suspensión de la conga.

Pensaba que hacer una marcha alternativa el mismo día en que el CENESEX tenía planificada su conga, serviría para llenar el espacio que ellos dejaban vacío. Y con esa idea en la mente me fui a ver a mi madre. Luego, sin embargo, la inminencia de la manifestación me hizo comprender que se trataba de un golpe de efecto que, de funcionar, tendría consecuencias notables. Y así fue.

Me conecté desde Santa Clara con los activistas que iban al Prado, y estuve al tanto de sus acciones mediante los videos en directo y los mensajes a través de Facebook. Pensé que haber desfilado en ese mismo espacio, el 1 de mayo de 1995, junto a los integrantes de la segunda visita de Queers for Cuba portando un fragmento de la Rainbow Flag original, en su primera aparición pública en la Isla, también me responsabilizaba con esta nueva generación, con estas casi doscientas personas que fueron allí para declarar que no perderían el espacio ganado, que no tenían ánimo alguno de volver al clóset bajo vagas excusas políticas, y que se atrevían a más.

Confieso que eso me emocionó, y también que me temía la reacción final.

Por supuesto, yo hubiera estado ahí. Si lo hice cuando todo aún era mucho más riesgoso   —cuando ni siquiera existía la Jornada contra la Homofobia y ni yo me había atrevido a convocar, desde el arte, a voces diversas en pro de la diversidad sexual en Cuba—, entonces no solo se trataba de estar, sino de la responsabilidad de estar y de acompañar a los que se atrevieron, a los cuales, desde aquí, extiendo mi más profundo respeto.

En tu opinión, ¿cuál debió ser la respuesta adecuada tanto de la policía —es decir, del gobierno— ante la marcha, como de los manifestantes ante la intervención policial?

En lo que escribí inmediatamente después del suceso, dije que lo más lamentable fue lo predecible de cuanto sucedió. Siempre sospeché que llegar al malecón sería imposible (el eco del Maleconazo sigue encendido en muchas mentes), pero el número de personas que desfilaron también me llevó a creer que todo se resolvería de un modo más civilizado. Ya sabemos que no fue así.

En la televisión, en el programa la Mesa Redonda del 13 de mayo, el CENESEX insistió en la presunta manipulación de los manifestantes, a pesar de que varios expresaron a la prensa extranjera que no se trataba de una protesta política, sino de un acto de reafirmación de sus derechos y demandas por el matrimonio igualitario.

La torpeza política de la respuesta del CENESEX arroja luz sobre las incapacidades y las faltas de diálogo que acosan a la sociedad cubana en este nuevo momento. Acusar a alguien de disidente en Cuba, sea cual sea el contexto de la acusación, sataniza de inmediato a esa persona, la convierte en la no-persona de la que hablaron Virgilio Piñera, Reinaldo Arenas y algunos más.

No deja de ser también “luminoso” —a su modo, claro— que ni las temidas iglesias evangélicas, ni los máximos representantes del poder político en Cuba, se hayan expresado al respecto. Da la medida del desamparo en el que se encuentra quien proyecta nuevas conversaciones, nuevas maneras de demandar estrategias de cambio y renegociaciones en el imaginario político nacional.

El CENESEX, que perdió la oportunidad de sumarse a la convocatoria y reconquistar así su rol ante las personas LGTBIQ, que sí respondieron a ella, quiso boicotear la marcha cambiando incluso la hora de la Fiesta por la Diversidad: programada en la noche, la adelantaron para la misma hora en que la marcha alternativa iniciaría su paso desde la estatua de José Martí en el Parque Central (justo donde desfilamos los atrevidos de 1995).

Esto da la medida de sus preocupaciones ante un acontecimiento que se les fue de las manos, que les restó protagonismo —cosa que ha de dolerles mucho— y que resquebrajó su imagen de único canal para esa clase de manifestaciones. De todo ello fue eco la Mesa Redonda, que, para variar y como metáfora monocromática de la sociedad cubana, solo incluyó a las voces oficiales.

Y es que hay quienes, a pesar de las evidencias, siguen queriendo venir a esta Isla a oír el cuento dorado de una Cuba en la que parecieran no haber sucedido las UMAP, la parametración, el éxodo del Mariel, y otras muchas circunstancias en las cuales ser homosexual ha sido, y sigue siendo, reconocerse en el papel de una víctima a la que aún no le llega, ni le es concedida, la hora de su verdadera rehabilitación.

Muchos opinamos que esta marcha del pasado 11 de mayo no puede ser ya entendida exclusivamente como una reivindicación de derechos de la comunidad LGTBIQ, sino como la expresión de una necesidad nacional de concordia… ¿Cómo la valoras Norge Espinosa? ¿Cuáles pudieran ser las respuestas venideras del gobierno a lo sucedido aquel sábado?

Todo está por ver, y a un mes de los acontecimientos, la fecha a la que he esperado para responder estas preguntas, las certezas no son demasiadas.

Para los que forman parte de esta improbable comunidad LGTBIQ cubana, y que van ganando cierta conciencia de que ser integrantes de ella, no se limita a la sandunga de la conga ni al permiso que por unos días pareciera concederse a “maricones y tortilleras” para expresar su deseo, el 11 de mayo será un referente crucial.

Pero el cubano olvida rápido, y bajo el manejo de la versión oficial de los hechos, ese impacto podría disolverse. Se trata pues, de activar conciencia y memoria, no solo sobre la marcha, sino sobre sus detalles más oscuros, como las detenciones que sufrieron algunos activistas antes y después, para que la memoria sea completa.

Con Víctor Fowler, hace unos años, organicé el primer seminario sobre arte y literatura de tema homoerótico de nuestro país, repasando desde los años coloniales hasta nuestros días e incluyendo pasajes complejos, figuras del exilio, cuestiones legales, etc. Víctor creía que no daríamos abasto, pues la novedad del curso le hacía pensar que muchos estarían interesados en lo que íbamos a discutir. Y resultó que no pasaron de diez personas las que nos siguieron de clase en clase para saber más sobre Enriqueta Faber, Julián del Casal, el núcleo homoerótico del teatro de arte de los años 50 en Cuba, Lydia Cabrera, Ofelia Rodríguez Acosta, Piñera, Raúl Martínez, Ballagas, Lezama, Sarduy, Carlos Montenegro, Reinaldo Arenas, Magali Alabau, Delfín Prats, Lina de Feria, Pedro de Jesús, Eduardo Hernández, Rocío García, novísimos autores, realizadores de cine… y muchísimos más.

Aprender significa comprometerse, y no dudo que muchos prefieran una comunidad cubana LGBTIQ carente de esas armas, de esas señales de alerta que le ayuden a prepararse mejor para estas y otras batallas.

El propio Víctor Fowler, en la última mesa que organicé desde la UNEAC como resonancia del Día Mundial de Lucha contra la Homofobia y la Transfobia, habló de la necesidad del perdón, de la imprescindible hora en la cual se pidan disculpas a quienes han sufrido, por el mero hecho de su sexualidad, discriminaciones y represiones en nuestra Historia. Y eso no agradó a algunas mentes, lo que me dio la medida de cuán poco preparados estamos para superar traumas, neurosis, sospechas de todo tipo, y lograr esa concordia de la que hablas.

No sé qué sucederá el año venidero, si el CENESEX recapacitará y volverá a tener su conga, si a ella acudirán los que la reclamaron o si será nuevamente la avenida de Prado el escenario de una nueva marcha alternativa. No sé, tampoco, aunque me parece algo obvio, si se establecerá una mesa de diálogo que convoque a todas las partes, frente al Estado, y sea capaz de superar puntos de vista y criterios personales para reorganizar una estrategia de reafirmación ante los ataques recibidos, evangélicos y no evangélicos.

Esto depende de muchas cosas que rebasan la mera discusión por los impostergables derechos de la diversidad sexual. Si, por obra divina, mañana el país amaneciera restaurado, con calles limpias, sin carencias materiales, etc., aún quedaría esa otra obra por hacer, mucho más ardua: la de restañar una noción de espiritualidad.

En La Habana, en Miami, en Camagüey, en España, en Nueva York, oyendo hablar a sobrevivientes de esas discriminaciones, he aprendido a entender y a respetar el dolor de quienes me hablan. Pero también a asumirlo como una fuerza progresiva: que no se quede en el eco de la queja, sino que sirva para establecer nuevos pasos y demandas.

La Nación se reconstruye, ya lo dijo Martí, con todos y para el bien de todos. También de los miembros de esa comunidad cubana LGTBIQ de la que aún espero madurez y capacidad para sacar de esta fecha de mayo un acuerdo mayor entre sus partes, una identificación precisa con objetivos de lucha y algo más que el colorido ir y venir entre iniciativas a veces demasiado dispersas.

Para eso debería servirnos el 11 de mayo, que no es una mimética repetición del Stonewall a la cubana, sino lo que nos toca, a 50 años de aquel motín que desequilibró para bien tantas cosas, y de cuyos detalles no saben demasiado muchos de los que conforman esa improbable comunidad LGTBIQ cubana. Y es desde esa conciencia y su responsabilidad, la que emana de las imágenes que nos ayudan a recordar ese día como una opción de cambio, que debería servirnos de orgullo e impulso.

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Vestido de novia

Por eso no levanto mi voz, viejo Walt Whitman,

contra el niño que escribe nombre de niña en su almohada,

ni contra el muchacho que se viste de novia

en la oscuridad del ropero.

Federico García Lorca

Con qué espejos

con qué ojos

va a mirarse este muchacho de manos azules.

Con qué sombrilla va a atreverse a cruzar el aguacero

y la senda del barco hacia la luna.

Cómo va a poder

Cómo va a poder así vestido de novia

si vacío de senos está su corazón si no tiene las uñas pintadas

si tiene sólo un abanico de libélulas.

Cómo va a poder abrir la puerta sin afectación

para saludar a la amiga que le esperó bajo el almendro

sin saber que el almendro raptó a su amiga le dejó solo.

Ay adónde va a ir así este muchacho

que se sienta a llorar entre las niñas que se confunde

adónde podrá ir así tan rubio y azul tan pálido

a contar los pájaros a pedir citas en teléfonos descompuestos

si tiene sólo una mitad de sí la otra mitad pertenece a la madre.

De quién a quién habrá robado ese gesto esa veleidad

esos párpados amarillos esa voz que alguna vez fue de las sirenas.

Quién le va a apagar la luz bajo la cama y le pintará los senos conque sueña

quién le pintará las alas a este mal ángel hecho para las burlas

si a sus alas las condenó el viento y gimen

quién le va a desvestir sobre qué hierba o pañuelo

para abofetearle el vientre para escupirle las piernas

a este muchacho de cabello crecido así vestido de novia.

Con qué espejos

con qué ojos

va a retocarse las pupilas este muchacho que alguna vez quiso llamarse Alicia

que se justifica y echa la culpa a las estrellas.

Con qué estrellas con qué astros podrá mañana adornarse los muslos

con qué alfileres se los va a sostener

con qué pluma va a escribir su confesión ay este muchacho

vestido de novia en la oscuridad es amargo y no quiere salir no se atreve

no sabe a cuál de sus musgos escapó la confianza

no sabe quién le acariciará desde algún otro parque

quién le va a dar un nombre

con el que pueda venir y acallar a las palomas

matarlas así que paguen sus insultos.

Con qué espejos con qué ojos

va a poder asustarse de sí mismo este muchacho

que no ha querido aprender ni un sólo silbido para las estudiantes

las estudiantes que ríen él no puede matarlas

así vestido de novia amordazado por los grillos

siempre del otro lado del puente siempre del otro lado del aguacero

siempre en un teléfono equivocado

no sabe el número tampoco él lo sabe.

Está perdido en un encaje y no tiene tijeras

así vestido de novia como en un pacto hacia el amanecer.

Con qué espejos

con qué ojos.

Tomado de Hypermedia Magazine, localizable en:

https://www.hypermediamagazine.com/columnistas/set-point/hablo-por-mi-obra-y-por-mi-desacato/

Todos los caminos me condujeron hasta El Caimán

Todos los caminos me condujeron hasta El Caimán

Yo no iba a ser periodista. Hasta el momento de solicitar la carrera en 12 grado, quería estudiar algo vinculado a las matemáticas, pero el entonces Ministro de Educación Superior, no dio el permiso para que un ciego (en este caso yo) cursase la ingeniería en Sistemas Automatizados de Dirección. Recuerdo que la noche anterior al día en que se concluía la entrega de planillas, la entonces subdirectora del preuniversitario Saúl Delgado en el que yo estudiaba, mi querida Juana Díaz, me llamó para que de manera urgente fuese hasta su casa en la calle 25, a ver por fin qué carrera iba a pedir. Fue Yiya, su hermana y quien había sido profesora mía, quien me sugirió pidiese Periodismo, pues consideraba que yo tenía aptitudes para ello. Fue así que opté por dicha carrera, sin saber a ciencia cierta si me gustaría o no.

Por suerte, desde el primer momento en que entré a la Facultad de Artes y Letras en septiembre de 1981, me sentí bien con el ambiente del lugar. Gracias a mi madre, desde niño tuve pasión por la lectura y aunque mi vocación eran las ciencias, nunca me fue mal en las letras. Creo que fue más o menos por aquel año de 1981 cuando supe de la existencia de  El Caimán Barbudo.

No me da pena decir que las primeras cosas que leí de la publicación fueron únicamente los textos que publicaban sobre música. Recuerdo a la perfección en ese sentido, los trabajos de Tanya Jackson, una norteamericana que por aquella época vivía en Cuba y laboraba en Radio Habana Cuba, o los de Guille Vilar en la sección Entre Cuerdas y que eran de obligatoria consulta para mí. Tiempo después fue que me interesé por escritos como los de  Leonardo Padura  acerca de literatura o los de Ángel Tomás, que versaban sobre artes plásticas. Lejos estaba de pensar que Ángel Tomás (a quien conocería varios años después) tendría en un momento dado un rol fundamental para mi vida como periodista.

A inicios de 1982 me tocaron mis primeras prácticas y fui ubicado en Juventud Rebelde, entonces en el edificio donde hoy radica la Casa Editora Abril. Por iniciativa personal, quise escribir un comentario sobre el programa Encuentro con la Música, que se transmitía de lunes a viernes en horas de la noche por Radio Progreso. Ya con el texto hecho, fui a ver a Lourdes Pasalodos, que era la jefa del equipo de cultura del periódico y que dio la aprobación para que viese la luz mi primer trabajo. No imaginaba que transcurridos unos meses, Lourdes Pasalodos y el también periodista Emilio Surí Quesada serían trasladados hacia El Caimán Barbudo, para sustituir a Ángel Tomás y  Leonardo Padura, que eran enviados como castigo hacia Juventud Rebelde, a fin de que “se reeducaran ideológicamente”.

Corría 1983 o quizá 1984 cuando un día, mi ya para entonces buen amigo Camilo Egaña se me acercó y me propuso comenzar a escribir para Alma Máter. Dije que sí y a partir de ese instante, junto a Camilo y a mi hermano Alexis Triana nos integramos al equipo de la revista dirigida a los universitarios cubanos. No preciso con exactitud el momento en que las oficinas de Alma Máter pasaron de su sede en 17 y H, a estar en la misma casa de Paseo entre 25 y 27, donde radicaba El Caimán. Lo que sí tengo claro es que a partir de ahí aquello fue una bendición, porque mis frecuentes visitas a  Alma Máter  también me servían para disfrutar de la atmósfera que había en torno a El Caimán, y de conversaciones sobre todo lo humano y divino con gentes como Bernardo Marqués Ravelo, alguien ya fallecido y que en mi opinión fue uno de los más grandes periodistas que ha tenido este país en mucho tiempo.

Bajo el influjo de cuanto acontecía en aquella casa, donde aprendí mucho de periodismo y de cultura en general con solo oír los intercambios de criterios que se originaban entre quienes allí laboraban (debates en los que desde una discusión sobre pelota resultaba enriquecedora), llegué a soñar con la posibilidad de trabajar en El Caimán, pero aún no era mi tiempo y, para ello, debería aguardar bastante más. Recuerdo que a la altura del segundo semestre del quinto año de la carrera, entre abril y junio de 1986, yo andaba buscando un sitio donde me quisieran aceptar para laborar al graduarme, pues en la dependencia del Ministerio de Cultura donde me habían ubicado, se negaron de cuajo a recibir a un ciego en su nómina.

Fui de redacción en redacción por todos los órganos de prensa existentes en La Habana, para recibir siempre la misma negativa por respuesta. Por supuesto, también me presenté en la oficina de la entonces directora de El Caimán,  Paquita Armas, alguien que con el paso de los años se ha convertido en la actualidad en una de mis mejores amigas, una miembro fundamental de mi familia y con la que hablo telefónicamente una o dos veces al día. Pero claro, aquella tarde en que fui a solicitarle empleo, la historia era otra y, como es lógico, con suma gentileza la Paca me dio el bate pues no creía que alguien con un defecto físico como el mío pudiese servir para el oficio del periodismo y menos en El Caimán Barbudo.

Por historias de discriminación como esa y que se han repetido una y otra vez en mi vida o con tantísimos ciegos y ciegas que conozco, es que siempre me he proyectado en defensa de la alteridad como ganancia cultural y principio transformador, y en solidaridad con la causa de quienes entre nosotros han sido víctimas por ser o pensar diferente, como las representantes de los grupos feministas, los activistas LGTB, los negros y mestizos aunados en proyectos como la Cofradía de la Negritud, más allá de compartir ciento por ciento o no con sus postulados.

Pero como señal inequívoca de que de un modo u otro mi camino estaba asociado a El Caimán Barbudo y a quienes han laborado en la revista, la única persona que se ofreció a darme empleo en 1986, a ver si yo daba o no la talla en un trabajo de corte intelectual, fue Félix Sautié, en ese instante director de la Editorial José Martí. El “loco” Sautié, como muchos le dicen, había sido también director de El Caimán y, aunque en el medio artístico literario él es una figura denostada por haber llegado a la publicación como uno de los tantos “apagafuegos” impuestos por las instancias superiores en la historia del saurio y por haber sido Vicepresidente del tristemente recordado Consejo Nacional de Cultura durante la etapa del Quinquenio Gris, siempre le estaré agradecido por abrirme las puertas del centro que él dirigía y porque en los años que permanecí como su subordinado, aprendí muchísimo del mundo editorial.

No obstante a que, sin la menor duda, puedo decir que en la José Martí me fue bien e hice allí excelentes amistades que aún conservo, aquello no era lo mío pues lo que yo quería hacer era periodismo. Y la oportunidad se me dio en 1988, una vez más gracias a alguien que también estuvo asociado a El Caimán Barbudo. En ese año, Alexis Triana Hernández estaba concluyendo su tesis para graduarse en la Facultad de Periodismo. Su Trabajo de Diploma era sobre Juventud Rebelde y a raíz de su investigación, él propició que varios jóvenes nos acercásemos como colaboradores al periódico. Fue así que por encargo del entonces jefe de las páginas de cultura, Ángel Tomás, escribí para una de las ediciones dominicales un trabajo denominado “La generación de los topos”, que al salir dio mucho que hablar.

Tras aquella experiencia, el propio Ángel Tomás me preguntó que si yo sería capaz de llevar una sección en el periódico, a lo que de inmediato y sin pensarlo ni mucho ni poco, respondí de manera afirmativa. Fue así que surgió mi columna “Los que soñamos por la oreja”,  que se mantuvo desde 1988 hasta marzo de 2018 en Juventud Rebelde, momento en que desapareció no por mi voluntad. Justo fue un ex caimanero, por demás expulsado de la revista so pretexto de los consabidos problemas ideológicos de siempre, devenido luego jefe de las páginas de cultura y de las memorables ediciones dominicales de Juventud Rebelde en la segunda mitad de los ochenta (a partir de ese instante mi amigo y principal maestro de periodismo en la práctica), Ángel Tomás González, la única persona que en un momento en que nadie me conocía se atrevió a abrirme un espacio para que yo redactase una columna semanal en las páginas del segundo diario en importancia de este país.

Gracias a “Los que soñamos por la oreja”, mi trabajo como periodista fue dándose a conocer y, poco tiempo después, desde varios de los sitios en que en 1986 me habían negado la posibilidad de empleo, me llegaron ofertas de trabajo. De ellas acepté la formulada por Armando Fraga, Jorge Hernández Pría y José León, quienes al asumir la dirección de la revista Alma Máter me solicitaron que me sumase al equipo de la publicación y al de la Casa Editora Abril, donde siempre me han valorado en mi justa medida.

Cuando en el último trimestre de 1990 el país entró en lo que se ha conocido de manera eufemística como Período Especial y el sistema de prensa cubano se vino abajo, pasé a trabajar en un engendro nombrado Somos (una revista mensual), donde compartí labores como redactor reportero junto a colegas procedentes de El Caimán como la mencionada Lourdes Pasalodos; Luis Felipe Calvo y  Bladimir Zamora. En el primer quinquenio de los noventa, gracias a una donación de papel hecha por Tomás Borge, pudieron imprimirse un par de ediciones de El Caimán, la 274 y 275. En esta última, tuve la suerte de incluir un texto mío, “Te doy otra canción”, trabajo realizado a partir de una ponencia que había presentado en el evento teórico del festival Los Días de la Música, en su emisión de 1994.

Finalmente, al reaparecer de forma sistemática El Caimán Barbudo a fines de 1996, como parte de la resurrección de las publicaciones de la Casa Editora Abril por obra de una intervención pública de Iroel Sánchez en un evento en el que se encontraba presente Fidel; por solicitud de quien entonces asumió la dirección de El Caimán, Fernando Rojas, tuve el privilegio de pasar a formar parte de la redacción de la revista, donde he compartido la dicha de llegar a ser caimanero con gentes como el aludido Fernando, el Blado, el Mariscal Lagarde, Félix, Aymara,  FIDE, Paca, Andrés,  Grillo, Leo, la desaparecida Luisa, Marbelys, Yamilee, Tania,  Richard, Cari, Elena, Escael,  Racso, Pepe Antonio, Daya, Yaíma, Silvano,  Antonio Enrique, hasta los últimos en llegar, Darío, María Antonieta, Maykel, Lourdes, Albita y Raúl.

Para concluir, solo quiero agregar que la mayor lección que he sacado de mi vínculo con El Caimán Barbudo, tanto en mi etapa de lector durante los 80 como en la de periodista de la publicación desde 1996 hasta hoy, es que entre nuestros compatriotas perduran las equívocas tendencias que confunden el debate y la discrepancia de corte intelectual, en el peor de los casos, con el linchamiento del enemigo o, en la menos desafortunada de las situaciones posibles, con el mero y llano intercambio de cortesías. Por lo que promover y auspiciar la discusión con las múltiples voces e ideas de la esfera pública, no es solo un acto legítimo sino también indispensable para progresar en la aspiración de alcanzar, alguna vez, un diálogo carente de dogmas y juicios totalizadores, en el que predomine un consenso signado por una buena dosis de serenidad y respeto. Pensar lo que otro nos dice y admitir que puede tener parte de o toda la razón, para nosotros es una proeza; y así, hemos obviado una moraleja de Jorge Luis Borges: “Hay que saber elegir los enemigos, porque al final terminamos pareciéndonos a ellos”.

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