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El mensaje y otros poemas de Reinaldo García Ramos

El mensaje y otros poemas de Reinaldo García Ramos

El poeta, narrador, ensayista y traductor Reinaldo García Ramos nació en Cienfuegos, en 1944. Fue partícipe de Ediciones El Puente. También trabajó en Casa de las Américas, en la Editorial Arte y Literatura y en el Instituto Cubano del Libro. Salió de Cuba por el puente del Mariel, en 1980. Ya en USA, fue integrante del equipo de la Revista Mariel durante sus ocho números. Posteriormente laboró como  editor latinoamericano de la agencia Associated Press y en la sede de las Naciones Unidas. 

Entre los libros publicados por él está Cuerpos al borde de una isla. Mi salida de Cuba por el Mariel (Editorial Silueta, Miami, 2011). Su obra poética escrita entre 1969 y 2012 fue recogida en el volumen Rondas y presagios (Silueta, Miami, 2012). En fecha reciente publicó Espacio circular. Quince nuevos poemas y veintidós respuestas a Gerardo Fernández Fe (Ediciones La Mirada, Las Cruces, Nuevo México, 2017).

En Miradas Desde Adentro se reproduce una breve selección de la obra de este compatriota, desconocido para muchos hoy en Cuba, al margen de  que también tiene ganado su espacio en la historia de nuestra literatura.

Águila y liebre

Al sol, sobre la hierba seca,

un águila desciende

y fija su mirada en esa liebre

que ya escapa.

Las patas del ave se abalanzan

una y otra vez, pero la presa corre más.

Con sus alas inmensas

el ave agita el aire y se retira,

pero muy pronto gira y vuelve a aproximarse

con sus ojos hambrientos.

La bella liebre salta y se estremece,

se revuelca en el aire,

se aleja temblorosa,

pero no encuentra el agujero

de la cueva en su huida.

Ambas criaturas se revuelcan

y el asalto es perfecto,

la lucha se repite,

no encuentra pronto su final.

¿Cuál de los contrincantes

muestra más claro su torpeza?

¿Cuál va a ganar, cuál gana,

cuál es mejor que permanezca?

A solas en el aire

A Brad Gobright,  in memoriam

Hacia arriba el espacio,

hacia abajo la muerte.

Subir hasta encontrarse con sí mismo,

hasta sentir la pequeñez, su peso.

Elevarse hasta que el aire falte,

hasta que el tiempo se disuelva.

Perderse en las alturas,

como un ave espectral,

abandonando la memoria

y la razón de estar en el espacio,

entregando a la salvaje roca

la fuerza absoluta de tus sueños.

En el preciso instante en que mirabas

de frente el vacío y el triunfo,

se quebró la cuerda de tu mundo,

apareció el azar y te salvaste:

de un golpe supiste tu destino.

Ahora en el viento

soplan tus últimos deseos,

se escucha arder tu nombre en la distancia.

Cartas de A. M. S.

Cuando se dobla el papel que usas en tus cartas,

las letras quedan del otro lado de la vida,

se vuelven oscuros relieves,

desplazan una respiración temerosa,

y el negro de la tinta comienza a detenerse

en las regiones donde se esconde el lila,

se enturbian los violetas,

y hay reflejos verdosos, metales vivos, rojos.

Del otro lado del papel me pones que te escriba,

y el laberinto de las líneas me aleja

los jardines de plantas, los museos no vistos,

las túnicas hindúes, los juguetes,

las fuentes un tanto rumorosas,

las palabras.

El mensaje

La respuesta no estaba dibujada

sobre la cal de la pared, sino encerrada en ella,

a salvo de la luz,

de la erosión, del frío.

No se podía leer;

nadie había visto nunca sus palabras o signos.

Pero en la piedra había quedado una señal.

En la callada superficie se abría paso una grieta,

          como un antiguo río,

y esa sinuosa línea conducía

al sitio exacto en que el mensaje descansaba.

Para saber lo que el secreto nos decía

era preciso derribar la casa.

En qué lugar…

Pensando en el escondite, metí en la cartera

las cosas más estúpidas, pero no me arrepiento

Ana Frank, Diarios, 8 de julio de 1942

¿Y en qué lugar ahora te puedes ocultar,

muchacha alucinada,

que todo lo comprendes y lo sabes,

si ya no quedan escondites como el tuyo,

si la ciudad no guarda tu desván,

tu gato, tu ventana para ver la noche,

si todos los caminos arden desde entonces,

siguen ardiendo aún,

aunque ya no podemos vislumbrar

ni siquiera las llamas, ni el humo,

ni nos llega el olor a cosas chamuscadas,

y los perseguidores son ahora

los nuevos perseguidos,

y los perseguidos ya no tienen rostro,

o lo tienen y se lo cubren con la luna,

y sus contornos se confunden

y se borran con la bruma azulosa

y se disuelven como las gotas de rocío

en cada amanecer, antes de que estalle

el explosivo y los cuerpos entreguen

su misma sangre sin razón,

si todos viven convencidos

de que ahora sí tienen la verdad,

que la han tenido siempre,

y los guía el derecho absoluto

a triturar tu voz, tus esperanzas?

Otro discurso al odiador

a la memoria de Reinaldo Arenas

Estos, mi amigo, siguen siendo tus días;

no te molestes en contarlos, son poquísimos.

Esta es la sombra y el resplandor de tu presencia,

aquí se aquietan y enardecen tu salvaje parodia

y tu retiro de las cosas;

esta, no cabe duda, es la precaria

y sucia mano del abismo

apresando tu sangre.

(Si miras con fijeza desde ahora,

podrás ir descubriendo

desordenados filamentos que naufragan sin ruido

en esa lluvia fría y gris dentro del cuerpo)

Enormes y escasos son tus días.

Y es comprensible, digamos, y hasta justo,

que una imprecisa ira te ennegrezca las horas

               (tanta inmundicia y pequeñez

               se expanden y te ahogan);

Pero esos aullidos temporales

no convierten a nadie en un demonio,

bien lo sabes.

Son escasos tus días,

y sin la menor duda suficientes

para dejar en claro que,

dando en limpio la cara

al brutal incendio de las ruinas,

manoteando serenos en la piedra sin fondo,

respirando en la masa siniestra,

sin consuelo de árboles perdidos ni flores exclusivas

ni almas devoradas ni venganzas,

hemos sabido disfrutar esta visita

              con paciencia y coraje.

Acercándonos a la poesía de Rita Martín

Acercándonos a la poesía de Rita Martín

La habanera Rita Martín es alguien que por igual se mueve en el reino de la poesía, como en el de la narrativa o en el de la investigación literaria. Como académica graduada de un doctorado en Filosofía y Lenguas Romances, ha realizado investigaciones acerca de figuras como Eugenio Florit, Emilio Ballagas y Virgilio Piñera. Entre sus libros de poesía pueden mencionarse El cuerpo de su ausencia (Letras Cubanas, 1991), Estación en el mar (Ediciones Extramuros, 1992) y Tocada por el astro (La Torre de Papel, 2006).

Para Miradas Desde Adentro es un placer reproducir los siguientes poemas de esta compatriota, graduada de Filología en la Universidad de La Habana en 1986 y que en Estados Unidos es profesora de lengua española, cultura y literatura latinoamericanas.

TODO ESTÁ escrito

Pero todo transcurre

De otro modo.

Y siempre ha sido

De modo donde la Escritura

Es del Todo Inexistente.

Si al menos creyera en el desastre

De la escritura. Si al menos

En la escritura.

Si al menos en el desastre,

Hijo mío, si al menos

En el hijo

Yo, la madre.

NADA como el papel

Sin escritura ni memoria.

Nada como las líneas

Trazadas para no decir nada.

Todo hacia un fondo

Donde la lluvia clama

Por el origen

De su natura descompuesta.

Ella tan transparente

Tan prístina virgen

Sobre nuestras cabezas.

Relámpagos que traza

Burlándose

Táctil de podredumbre.

Pobrecita la lluvia, pobrecita.

MOTIVOS PERSONALES

Para que no se pudrieran los versos

Como se pudre el ser

Escribí sobre el amor. Sobre el amor

De nuevo. Esa palabra, extraña

A los sentidos de lo humano, esa palabra

Ceniza, escarcha, mito.

Pero el poeta nunca es previsible:

Los versos se pudren sin remedio.

PALABRA DE ESTE TIEMPO

Estos versos

Que nada significan

Han sido escritos

Dentro de una época

Donde la palabra

Adquiere

Sus dúctiles formas

Dentro de la Nada.

Escritos de una tarde

Testificante

Sólo del ojo que no ve.

Otra tarde

De similar

Juego escribe otra palabra.

Pero este lenguaje

Que ahora se ofrece

No fue ni tan siquiera

La provocación de la tarde

Sino del sueño

Y del juego exorcizante

De mi amante. O de una tarde,

Es decir, de otra tarde.

Amaury Muro y sus mil formas de estar

Amaury Muro y sus mil formas de estar

Afortunadamente, desde hace varios años las industrias culturales se han democratizado. De tal suerte, ya los músicos no tienen que esperar por un sello discográfico para registrar un fonograma. Entre las formas que hacen posible dicha realidad se encuentran las campañas de crowdfunding. Como resultado de una de ellas es que ve la luz el CD Mil formas de estar, primer álbum llevado a cabo por nuestro compatriota Amaury Muro.

El caso de este cantautor corrobora que el actual panorama musical cubano ha devenido un fenómeno que desborda con creces nuestras fronteras. Radicado desde hace alrededor de seis años en España, la obra de Amaury Muro, como se comprueba en la audición de su ópera prima, se inscribe dentro de lo que se ha dado en llamar Canción Cubana Contemporánea.

Así, a lo largo de los 11 cortes que arman su propuesta discográfica, se persigue la integración entre lo foráneo y lo puramente nacional, si bien en el tratamiento concedido a cada pieza se trasluce  el interés por no estar ajeno al mercado y sus dictados.

Este es un CD en el que señorea la canción y en correspondencia con ello está concebido para escucharlo de manera reposada. Es, por tanto, un material que fluye de forma tranquila y donde hay que prestar atención a los textos y a las líneas melódicas.

En conjunto, cabe resaltar lo funcional de las orquestaciones de las 11 piezas aquí recogidas, en una producción musical que corrió a cargo de Julián Olivares y del propio Amaury Muro y donde por momentos se sienten aires de vivificantes influencias de figuras como el uruguayo Jorge Drexler.

Con la participación de los invitados Leo Minax, Ro Trejo, José Luis Medina y Jorgito Kamankola, entre mis piezas favoritas de la grabación mencionaría la que le da nombre al fonograma, es decir, “Mil formas de estar”, “Unido al camino” (con clara remembranza  a la música latinoamericana), “Curvas” (suerte de declaración filosófica de la concepción de la vida del cantautor), “Más allá de ti” (con la intervención de José Luis Medina y Jorgito Kamankola) y, especialmente, “Pensando la Isla”, composición que transmite los sentimientos de alguien que experimenta la condición de ser un transterrado.

Mezclado y masterizado por Rubén García Motos y con diseño gráfico a cargo de Roberto Rojas, como músicos intervienen en el álbum Raúl Chiocchio, Cary Rosa Varona, Yago Salorio, Ana Cuenca Ramón, Reynier Aldana, Rodrigo Díaz “El Niño”, Víctor González Aceituno, Miguel Reyes, Jorge Barrero, Frank David Santiuste y los antes aludidos Julián Olivares y Rubén García Motos.

Fonograma muy disfrutable en su conjunto, el trabajo desarrollado en Mil formas de estar por Amaury Muro atestigua una vez más el actual transnacionalismo de la sociedad cubana, fenómeno en el que se incluyen la música y en general las restantes manifestaciones artístico literarias.

Imagen tomada de https://amaurymuro.com/

El odio a Ben Lerner y otros poemas de Dolan Mor

El odio a Ben Lerner y otros poemas de Dolan Mor

El poeta y narrador Dolan Mor nació en Pinar del Río, en 1968. Licenciado en Literatura y Español, reside en España desde 1999. Por el conjunto de su obra, fue nominado al International Grand Prize for Poetry 2010 de Rumania. Textos suyos han sido traducidos al inglés, francés y polaco.

Entre sus poemarios publicados se encuentran la tetralogía Maladie bleue, una colección de libros híbridos y experimentales inspirada en la obra esencial de Lewis Carroll y en la Fuente Q de los Evangelios. Los títulos que integran Maladie bleue son: Poemas míos escritos por otros (volúmenes I y II), Después de Spicer (volumen III), Dolan y yo (volumen IV), todos  salidos al mercado a través de la editorial española Aduana Vieja.  En fecha más reciente ha dado a conocer los libros Antología de Spoon Raven (Candaya, Barcelona, 2019) y En los extramuros de Zaragoza. Poemas escogidos (Verbum, Madrid, 2021). En Miradas Desde Adentro publicamos una breve selección de la copiosa obra poética de este compatriota.

El odio a Ben Lerner

Hay mucho más consenso en el odio a la poesía

                        que en la propia definición de lo que es realmente la poesía.

                                                                        Ben Lerner (El odio a la poesía)

                    He salido a recoger unas cartas al buzón

del edificio, con el pijama puesto debajo del abrigo,

y me preguntaba si había empezado a volverme loca.

—¿Te encuentras bien? —me preguntó el vecino

una vez que salió del ascensor,

con las llaves de su apartamento en la mano.

—He salido a mirar la nieve —le respondí.

En realidad no me di cuenta que estaba medio loca

sino unas horas más tarde, cuando me encontraba dormida

y pensé, en vigilias, que el vecino no me había preguntado

«si estaba bien», sino «si me encontraba bien».

Un simple cambio de verbo arruinó mi sueño.

¿Qué vio en mi aspecto que le hizo preguntarme

por mi salud o por mi estado de ánimo?

Estoy casi segura que fue mi vestimenta

lo que le hizo reaccionar de ese modo

porque nadie en su sano juicio sale

con el pijama puesto y un abrigo encima

a recoger una carta en el buzón de su edificio.

Nadie tampoco se levantaría a las tres

de la madrugada, desnuda, como yo ahora,

con la temperatura bajo cero, para escribir estos versos.

Sin embargo, la razón es demasiado simple

para un poeta o para alguien que ame la poesía:

Tal vez en este momento en que me siento desnuda

ante el ordenador (y aquí la palabra «siento»

posee un doble e infinito significado),

en realidad, el pijama y el abrigo se encuentran

debajo de mi piel (como mi propia carne), o sea, dentro de mí.

Puede que esta idea imposible de invertir las prendas

de ropa, y ponérmelas debajo, como si fueran mis músculos

o mi sangre, parezca más demencial todavía que salir

con un pijama y un abrigo a recoger una carta

en el buzón de mi edificio; pero si no lo entiendes,

Ben Lerner, entonces ignoras con qué mierda celestial

se construye de lo ordinario un poema.

Ahora la poesía no menciona los sauces a orillas…

Ahora la poesía no menciona los sauces a orillas
de la alberca, ni escribe cisne o dalia al pie de un cardenillo.

Sólo habla de McDonalds, drogas, viajes a Europa,

 la práctica promiscua del sexo en los hoteles.

No está bien ser poeta si no fumas cannabis,

 si no besas a un perro en su esfera de muerte.

Sólo se necesita un coche en la cartera, un anillo

 en la oreja, un polvo en la nariz. No importa

 si eres hembra o macho en tus costumbres

siempre que un vibrador descanse en tu bolsillo

 cual pez de silicona bajo un lago de escarcha.

No debes olvidar las playas de nudismo o leer

 a Bukowski en medio de un spa (aunque ignores

 que Spa se llama un pueblo en Bélgica,

 o que salut per aquam proviene del latín).

Lo importante es decir palabras en inglés e ignorar

 que Lezama vivió dentro de un mulo asmático y rapsoda.

También que lleves gafas en medio de la noche,

 o que hagas como yo que me pongo una gorra

 hasta para ducharme en los meses de invierno.

Un sello en el mercado, los enigmas del marketing

 en cada laberinto que construyen tus dedos

 mientras subes un día al tren, al ascensor que te lleve

 a ese suave destino que es el arte.

Eso sí, nunca olvides borrar de tus poemas las hojas

 de los sauces o ir a un restaurante donde la carta ignore

 ese plato exquisito: el cisne de Darío

 (desplumado y enfermo) con la dalia en el pico.

El poeta

Para J

Dejemos al menos que tenga una silla

de metal que recogió del tanque de basura

Dejemos que escriba por la madrugada

en un pueblo inexistente de un valle en Aragón

Dejemos que juegue como un niño con letras

en la pantalla o en las hojas que hay

sobre la mesa (una mesa que también recogió

de la basura) Dejemos que escriba y escriba

en la arena cuando todos duermen

o hacen el amor en las nubes

Dejemos después que se levante de la silla

vaya a la cocina       abra la nevera vacía

y beba ese último pétalo de leche

que queda en un enano vaso de cristal

Después lo dejaremos entrar en el lavabo

echarse agua en la mente       suspirar en silencio

nadar en el espejo       tocarse la barbilla

y pensar que está viejo y sucio como un perro

Dejemos que regrese del baño a su escritorio

se siente      mire al techo     sepa que no armará

el poema perfecto ni rozará de lejos la blanca eternidad

Aun así dejaremos que vuelva a (re)intentarlo

que escriba al fin sus versos en la arena

en el agua sin fondo de lo efímero

Puede que sea ésta su última función

su velada en un reino que él nunca ha comprendido

y en el que va de un sitio a otro sin carruajes

como un bufón de siervo o un vulgar extranjero

Puede que al menos duerma escribiendo y que sueñe

que el cielo es solo un vaso de leche por las noches

y que vivir       si es niño      le resulta posible

La belleza de la muerte

No es lo mismo conocer la muerte

que oler su perfume.

Cuando mi marido ingresó en una clínica

de psiquiatría en Zaragoza

estuve presa del tiempo y de las ideas

que venían por las noches como pájaros

sin alas a nuestra habitación.

Rodeados de cristales y de médicos

sufríamos como dos ramas separadas

por el invierno. Después le dio

el infarto y comprendí que la muerte

usa diferentes lenguajes

para dejar su huella en el mundo.

A partir de su enfermedad, me convertí

en demente: conversaba con las piedras,

interpretaba el sonido de las nubes

antes de la lluvia en verano,

leía dormida El pabellón de oro

de Mishima, sin despertarme.

Todo lo que escribí antes de ese tiempo

fue vanidad, como un cazador

que se pierde en el bosque del idioma

buscando una presa inexacta.

Hablaré sencillo como las mariposas, dije,

pero sin usar más prendas de ropa

que el vuelo (ni colores ni luz

ni sombra en la mirada).

Confundí en el pasado el brillo,

o la apariencia de las cosas con la joya.

Ahora entiendo que la poesía en esencia era esto:

poner las vísceras llenas de sangre

encima de una hoja vacía.

Un sitio que es tal vez el fin del universo…

Un sitio que es tal vez el fin del universo,

donde escribo un poema sin lógica ni espíritu.

Un silencio muy breve, con versos construidos

bajo golpes de Artaud, un magnolio en la orilla

del ventanal izquierdo, las barandas

repletas de azaleas marchitas, cubiertas

de cristales, ahumadas mientras suena

la música de Mozart en el fondo del patio,

a un lado del salón, incluso entre las plantas

que crecen de los verbos, adjetivos con lluvia

desfilan ante mí, me siento un bello fámulo,

levanto las cortinas del sujeto primario,

voy al televisor, construyo ahora una tila,

después bebo la mesa, pero el poema sigue

sin lógica ni espíritu, se parece más bien

a un hijo de este mundo: suele crecer con lujo,

observa la belleza entre la fealdad,

pero a la hora cero, a la hora de amar

también el universo, ese sitio que dicen

un día tendrá fin, entonces da la espalda,

pronuncia un sustantivo, por ejemplo «mudanza»,

y es entonces que empiezo a cambiar de lugar,

de ciudad, de país, pero siempre termino

bajo el mismo elemento, en idéntico espacio

donde no cabe otro, donde la ceguedad

pronuncia el mismo verso, el mismo

desconsuelo, la misma capital de un sitio

que es tal vez, de un tal vez que no existe

a no ser en el punto final de este poema.

Con la poesía de Osmany Oduardo Guerra

Con la poesía de Osmany Oduardo Guerra

Nacido en Las Tunas, en 1975, Osmany Oduardo Guerra  es Poeta, narrador y crítico. Entre otros galardones  ha recibido el Premio Nacional Décima Joven de Cuba, 1998; Premio Tomasa Varona, 1998; Primera mención del Premio Décimas para el Amor, 1998; Premio Nacional de la Narrativa Joven Reyna del Mar Editores en cuento, 2001; Mención David en poesía, 2002; Mención en Casa de las Américas, 2004, con el libro Poeta en La Habana, publicado al año siguiente por la editorial Letras Cubanas. Ediciones Sanlope publicó su plegable Reflexiones desde el pesebre.

Residente en Canadá desde hace varios años, hoy evocamos a este compatriota transterrado por medio de publicar en Miradas Desde Adentro una representación de su obra poética.

RAZONES PARA GUILLOTINAR LA FELICIDAD

Una manada de sueños

 se precipita al abismo

 de algún féretro

Sadismo

 del bufón en sus empeños

 de hacer llorar mis pequeños

 impulsos

Ahora disfruto

 si mastico el escorbuto

 que se lanza por sus venas

 Ya soy un retazo apenas

 de esta vida que le amputo

No importan las bufonadas

 El corazón no es espejo

 que se asfixia

no es espejo

 que suda cuentos de hadas

 El corazón tiene espadas

 para invocar al infarto

 Evocaciones de un parto

 de sangre sobre el cristal

 Mi corazón animal

 se estrangula

Ya estoy harto

Importa ser el bufón

 pirueteando en el cadalso

 Importa soñar descalzo

 de caminos

Tener don

 de pobreza y un bastón

 amenazando la holgura

 Importa la mueca dura

o la risa carcomida

 Importa la puerta herida

 cuando no roza estatura

 Todo es besar el hechiza

 si la bruja no es princesa

asesinar la corteza

 en tu nombre

árbol sumiso

 bajo un cielo movedizo

 que llueve puertas cristales

 Todo es saberse mortales

 aunque después haya cielo

 que compartir y el consuelo

 de equivocar los portales

Bufón es la carcajada

 importunando el espanto

 de la corte

Todo es canto

 de cuchillos en manada

 Qué bufón no es risotada

 con lágrimas en el pecho

Qué bufón tiene derecho

 al hachazo

Qué bufón

 no se quita el corazón

 para dormir al acecho

Me pierdo en un cuadro intenso

 de piruetas contra el humo

 del holocausto y asumo

 sus bufonadas

propenso

 a desterrarme en un lienzo

 de ironías

Soy infame

 cortesano que se lame

 las cuentas

Yo necesito

 ser feliz bufón proscrito

 sin ojo que se derrame

Es difícil la sonrisa

 impotente desde tronos

 Difícil cubrir de enconos

 la felicidad

Qué risa

 desprenderá la sonrisa

 de sus deseos burlones

 Difíciles los punzones

 Difícil quitar la mano

 Difícil ser cortesano

 guillotinando bufones.

MIEDO

Me trago este frío amargo

 busco razón en mis huesos

 Tiemblo

El camino de sesos

 y cráneos se torna largo

 El miedo es sucio letargo

 que asfixia mi boca abierta

 Tú vendrás porque es incierta

 la soledad

Resucitan

 mis ojos se decapitan

 Disparo absurdo en la puerta

Regreso al centro del miedo

 a desatar las palabras

 perdidas

Oh Dios las cabras

 despedazan ya este dedo

 inquisidor y no puedo

 hablar porque está podrida

mi voz

porque la mordida

 se hizo costra entre mis manos

 No hablaré porque hay gusanos

 aguardando la estampida

1

Todo lo que diga a partir de este momento,

de este sencillo momento en que acomodo mis uñas

en la carne infernal de las paredes,

serán sólo palabras amordazadas por la intemperie,

por los rasgos de la ciudad yerta a lo lejos.

Me acosan los jardines,

las calles populosas y sus pasos.

Me enervan esos cantos que se ausentan

y el estertor que nunca escuché

sino hasta este día bendecido por las aguas.

Puedo decir que hay cientos de escaleras

pero nada contendrá mis pies en el vacío.

Es vacía mi edad sobre los muros,

es vacío el hedor de las paredes,

es vacía la piel sin rasgaduras y sin llagas.

Puedo gritar que muchos detestan la ciudad

y se acurrucan mordidos por su historia.

Es mi deber, o al menos mi osadía,

no reprimir el llanto de los Otros.

Los Otros soy yo mismo

ensimismado y rabioso de nostalgia,

ruborizado y muerto.

He jurado, ante las puertas de La Habana,

maldecir tantas calles como espejos,

ignorar sus bellezas,

los animales que escarban en la noche,

las columnas besadas por el tiempo amargo,

insobornable.

He jurado decir la verdad, o no callarme,

o al menos escaparme del silencio,

o inventarme una piel tatuada a gritos,

aunque gritar sea cosa de anormales

y esos ya no nos pertenecen,

ellos hacen las paces con nosotros

y se desnudan tercos sobre el fuego.

He jurado,

y también sé que eso es cosa de asesinos,

es cosa de calar en los rincones

con un hacha de espuma.

Imagino que el mar es un abrazo

pero no tengo frío ni amanece

porque esta noche

es noche de inocentes tentaciones,

o de fracasos que aumentan la impaciencia.

Por eso es que camino por la orilla

con los pies detenidos en los ojos de los Otros,

esos que tampoco nos pertenecen

pero han perdido su fe,

y eso es muy bueno.

Los Otros, qué demonios tan dulces e impacientes,

qué castrados de toda alevosía,

qué infelices los Otros, ellos mismos

que condenaron todas nuestras puertas

con los cuerpos arenosos de los náufragos.

Tan sencillos los Otros

martillando mi piel en la madera.

Es fácil ser Los Otros sin que nos reconozcan.

Es fácil, tan fácil que me aterrra

y estremece los contenes agrietados

donde duermo con sed de madrugada.

Difícil es ser Dios

en una ciudad que goza con mi suerte.

Difícil es morder la sien al puerto.

Difícil es, sin dudas,

conversar con el cuello abierto a todo,

reírse con puñales clavados en la espalda,

abrazar al traidor,

vivir,

qué pena.

Avergüenza nacer ya sin zapatos,

avergüenza morir

y no tener más hazañas que esa muerte

y unos pocos recuerdos y caricias,

y unos extraños besos.

Qué nostalgia.

Hoy no importan los barcos ni la nieve

ni los vientos calados en mi orilla

porque al besar la ciudad

me he descubierto absorto, impredecible,

negado ser el pasto de los Otros,

imposibles los Otros en su histeria.

Hoy no importan las ruinas.

“La Habana es sólo un barrio marginal”, dice mi amigo

mientras abraza fiel los basureros,

y yo trato de huir de mi cerveza amarga.

Tampoco importa el pan,

ese que sí nos pertenece

pero tiene unas grietas invisibles

por donde escapa el tiempo.

Soy eterno y fugaz como las avenidas,

imberbe como los aeropuertos,

condenado a vivir en altos campanarios,

jorobado y sediento,

encarnizado por el polvo.

cuando vengan a buscarme

me encontrarán sin hambre ni rencores

abrazado a esta ciudad

que sabe a veces a nostalgia,

a veces sabe a muerte desgarrada,

a retornos que rezuman el vacío de la espera.

Qué importan los teléfonos si azules.

El azul no es tan triste

como para llorar las tardes sin marcharse.

El azul no es inmenso,

nos hicieron creer tantas mentiras

que ahora sentimos asco por la ciudad.

Nos mintieron.

Dijeron que La Habana era el centro de la historia,

que tenía ese mar inconfundible,

un cielo diferente

y nos mintieron.

La Habana es sólo el centro del pantano,

un abismo aferrándose a una rama,

un puerto sin retorno,

una pequeña aldea donde se invoca al miedo.

Qué hacer si la ciudad nos contamina

a pesar del residuo de uno mismo.

Qué hacer si los demás cercenan nuestros hijos

y quedamos sin nanas para el desayuno.

Es mejor olvidar hasta la sangre,

remontarnos al tiempo del deseo,

ignorar las semillas que alguna vez comimos

y el árbol que no nació jamás.

Es preferible ser el vagabundo

y errar por los pasajes de una historia inaudita

sin siquiera haber palpado la humedad de los muros.

Sé que luego vendrán a condenarme por profanar las calles,

por imprudente y cruel y despiadado.

Sé que nada ni nadie podrá salvarme

y que todo lo que he dicho aquí de la ciudad

será usado en mi contra.

Poemas de Roberto Valero

Poemas de Roberto Valero

Miembro de la reconocida como Generación Mariel, Roberto Valero, quien nació en Matanzas en 1955 y murió en Washington, D.C. el 23 de septiembre de 1993, víctima del SIDA, fue poeta, narrador y ensayista. En Estados Unidos, país donde residió tras marcharse de Cuba a través del puerto del Mariel en 1980, se desempeñó como  profesor de George Washington University. Publicó varios libros, entre ellos: “No estaré en tu camino” (Adonais, Madrid) y “El desamparado humor de Reynaldo Arenas” de ensayos. Fue finalista del Premio Nadal de Novela y del Premio Planeta. Ganó el Concurso Letras de Oro en 1989. Textos suyos se incluyen en Hispanic Culture Review, editada en George Mason University.

Acerca de esta destacada figura de la literatura cubana, Reinaldo García Ramos, también poeta e integrante de la Generación Mariel, ha escrito:

“Quienes lo conocimos y tuvimos el privilegio y la satisfacción de iluminarnos con su amistad pensaremos siempre en él como si estuviera con nosotros aún, prodigándonos su amor, su inteligencia, su incansable sentido del humor y su incesante curiosidad. Y sabemos que él no quisiera vernos tristes, ni dominados por el desasosiego. Al contrario, le gustaría sabernos dominados por la misma deslumbrante alegría de vivir que él tenía: Roberto era un ser humano excepcional, mágico, que concentraba sus energías en aceptar el milagro de la vida en todas sus formas y manifestaciones. Su breve paso por este mundo estuvo dominado por el asombro ante el amor y el conocimiento, y por el regocijo ante los aspectos luminosos y sombríos de la existencia. Debemos aprender de esa lección al recordarlo.”

Hoy en Miradas Desde Adentro mostramos una breve muestra de la poesía de Roberto Valero, hasta el presente muy poco difundida en Cuba.

DREAM WEAVER

A Maru

Penélope

sabiendo que usted aguarda

en algún sitio

tejiendo la esperanza

recordando mis besos,

la mirada,

apresuro mis pasos

mi cóncavo bajel entre la espuma

la sonrisa

y toda mi añoranza marinera.

Su vida va escapando entre los mármoles

en tanto

la remota Ítaca

se quiebra.

Si usted no me guardara

sus más ingenuas ilusiones,

su primavera,

¿Qué sorpresa animaría

el cielo huracanado

al cíclope deiforme

la embravecida mar,

en fin, la noche?

(Del libro Desde un oscuro ángulo, 1982).

SIMULACROS

Era un ángel desterrado del infierno. Se conocía las praderas celestiales palmo a palmo, podía disfrutar las setenta variaciones del verde eterno, nadaba en el río de las tres orillas en el continuo amanecer que es La Gloria. La perenne armonía de sonidos y olores le era muy grata, pero nada podía cambiarle aquel rostro de exiliado infernal. El mismo Dios una mañana le pidió de corazón un momento y lo tuvo entre sus manos, y Dios mismo pensó para sí: “parece un ángel caído”.

El cielo estuvo a su disposición y a pesar de todo, dicen, pero sólo el Omnipresente sabe, anhelaba los gritos descomunales de la otra parte. Soñaba, en los prados más azules, con los colores prohibidos, y los arcángeles murmuran, pero nadie puede asegurarlo, que en ocasiones abandonaba el rostro de la Divinidad y se acercaba a las puertas traseras del infierno. Entonces cada célula de su estructura etérea vibraba plena, feliz, divinamente. Al amanecer retornaba a su rebaño celestial.

Septiembre 20, 1985

(Del libro Venías, 1990).

POEMAS SIDOSOS

Heyoehka

Ahora que el sida es sólo un efecto colateral

de mis desgracias

“y no hay calamidad que no me ronde”,

ahora que puedo sentir

más que entender

la poesía renacentista

“la salud y la edad se hayan huido!”

ahora que también soy un es cansado

y la espalda parece prestada

(desgraciadamente no hay metáfora)

sombra del creador

la esperanza montando cachumbambé

este cansancio que viene del corazón

payaso sagrado que danza de cabeza

y camina hacia atrás

“si alguien pregunta díganle

aquí no pasa nada, no es más que la vida,”

y yo pasé….

(Mayo 6, 1993).

Fragmentos de No quiero llanto, de Dolores Labarcena

Fragmentos de No quiero llanto, de Dolores Labarcena

No quiero llanto, cuarta novela de la escritora santiaguera Dolores Labarcena, recién ha sido publicada por la Editorial Betania. Disponible de forma gratuita en Internet, en Miradas Desde Adentro reproducimos unos fragmentos de esta narración de nuestra compatriotas, a fin de animarle a descargarla y leerla. Le aseguramos que no se arrepentirá.

LINO BOZA 66

Solo después de lo del Mar de la China se enteró. Y se enteró por casualidad. Mariela, Mariana, o tal vez Matilda, un nombre de esos. Le dijo a Píriz que su mujer había sido juzgada por un tribunal popular. ¡¿Cómo?! Explíquese, compañera. Debe ser un error, dijo atónito. Le iban a otorgar la medalla Conmemorativa XX Aniversario de la Revolución Cubana. Y la más mínima tacha podría truncar semejante condecoración. De tal manera prosiguió el interrogatorio:

–Compañero Germán, esta información que recabamos fue corroborada por la jefa de vigilancia y el presidente del CDR donde se ubica su actual domicilio. ¿No vive desde principios de los setenta en Santiago de Cuba, calle Lino Boza 66?

–Correcto, compañera. Correcto. Ahí vivo con mis hijos, mi mujer y mis suegros.

–No se alarme, Compañero Germán. Tenemos en conocimiento su trayectoria de lucha. Aquí está su expediente, vea– dijo extendiéndoselo–. Confiamos plenamente en su lealtad, en su compromiso con la Revolución. La Revolución, compañero Germán, todavía le reserva numerosísimas tareas. Según nos informan, y ya sabe que contrastamos cualquier información que nos llega, su sacrificio y entrega sirven de ejemplo para los nuevos cuadros, para aquellos que se acaban de incorporar a nuestras filas. Pero fíjese, su mujer y la hermana fueron acusadas en el sesenta y siete. No se alarme, eh. Cumplieron. La hermana se arrepintió públicamente de ser hippie, Adventista del Séptimo Día y lesbiana. Su mujer no. ¡Cuánto daño hizo a nuestra juventud semejante lacra! Nueve meses, compañero Germán. Su mujer cumplió nueve meses en una granja avícola. No se alarme, eh. Reformada. Incluso tenemos en conocimiento que se deshicieron de todo aquello que les recordaba su vida anterior: piano, biblias, tocadiscos, minifaldas, pelucas…

–No dudo de la investigación, compañera. Estamos en el mismo bando. Pero deduzco que fue juzgada por una, no por las tres acusaciones. Creo que es incompatible ser hippie y Adventista del Séptimo Día, o Adventista del Séptimo Día y lesbiana, o lesbiana y… Bueno, no sé, quizás me equivoque.

–Lo fueron, compañero Germán, lo fueron. La Revolución es grande. Mire el ejemplo ahí. ¿No se casaron? Veo que tiene unos hijos muy graciosos –dijo enseñándole una fotografía que se encontraba en el expediente.

Eran los hijos de Píriz en brazos de una señora mayor. Y continuó:

–Cuídelos, y cuide también a su mujer, compañero Germán.

Ahí cerró el expediente a cal y canto.

–Gracias por su desvelo, compañera. Pero dígame algo, ¿esta información, la cual no manejaba con anterioridad, puede impedir que me condecoren?

–En lo absoluto, compañero Germán. En lo absoluto. ¿Acaso nosotros como revolucionarios no estamos a favor de la rehabilitación, de la reinserción? De eso se trata, de no darles cabida en nuestra sociedad a tales degeneraciones. Recuerde que uno de los mayores vicios es la ignorancia. Y precisamente la ignorancia es la mayor aliada del Imperialismo. Sábado a las nueve antemeridiano en el Teatro Karl Marx para el ensayo.

–Muchas gracias, compañera.

Solo después de lo del Mar de la China se enteró. Y se enteró por casualidad. Mariela, Mariana, o tal vez Matilda, un nombre de esos. Era la coordinadora a nivel nacional de la Casa de los Combatientes.

Al poner punto final al episodio de los juicios públicos en los cuales se vieron enredadas la mujer y la cuñada, Píriz le dijo a Magdalena:

Imagina, hippie, Adventista del Séptimo Día y lesbiana, como los equipos que traía de Japón, un tres en uno.

¡Qué horror! ¿Se lo dijiste a Lola?, preguntó Magdalena. Para qué. ¿Acaso todas las verdades no son medias verdades? ¿Dónde empieza el calor y dónde termina el frío?, ¿eh? De no ser por ese tribunal popular no hubiese conocido a tu tía en La Habana.

Nuevo libro de Dolores Labarcena

Nuevo libro de Dolores Labarcena

Recién se ha puesto en circulación la novela No quiero llanto, escrita por la cubana  Dolores Labarcena y publicada por la Editorial Betania. Es esta una obra donde el humor es la clave del discurso textual.

En la nota de contracubierta se afirma: “Novela del antihéroe a punto de morir, No quiero llanto se despliega como un relato dentro de otro.” Aquí, nuevamente la autora vuelve a contarnos un relato donde la historia resulta algo delirante, que irremediablemente nos atrapa de principio a fin, procedimiento ya empleado en anteriores trabajos suyos.

Nacida en Santiago de Cuba en 1972 y en la actualidad residente en Barcelona, España, , Dolores Labarcena se dio a conocer en el mundo literario cubano cuando en 2004 publicó a través del sello de la Casa Editora Abril el cuaderno de poesía Las puertas dialogadas. Tras su salida de Cuba, sus seguidores han podido leer las novelas Kruschov (Editorial Verbum, Madrid, 2015), Cachemir (Aduana Vieja, Valencia, 2016) y Diario de un Tuátara (Baile del Sol, Islas Canarias, 2018), así como el cuaderno de poesía Tundra (Casa Vacía, Richmond, Virginia, 2018).

En relación con Betania, editorial que da a la luz la cuarta novela de la santiaguera Dolores Labarcena, la misma es un proyecto ideado por el güinero Felipe Lázaro y que materializa en 1987, con el objetivo de estar al servicio de la cultura cubana desde España. El libro fundacional de Betania fue Conversación con Gastón Baquero, que ha tenido varias ediciones.

En el presente, esta editorial cuenta con 11 colecciones: Poesía, Narrativa, Ensayo, Teatro, Palabra Viva, Documentos, Arte, Literatura Infantil, Estudios Poéticos Hispánicos, Ciencias Sociales y Antologías.

Entre quienes han confiado en el quehacer del poeta y editor Felipe Lázaro para entregarle obras suyas a fin de que saliesen al mercado literario a través de Betania están Carlota Caulfield, Gustavo Pérez Firmat, Lourdes Gil, Rafael Bordao, Roberto Valero, Maya Islas, Elías Miguel Muñoz, Magali Alabau, Alina Galliano, Iraida Iturralde, David Lago González, Robert Lima, Elena Clavijo Pérez y Mercedes Limón

Igualmente, como parte de la  colección de narrativa de Betania pueden mencionarse los libros Al otro lado de la zarza ardiendo, de Graciela García Marruz; La hija del cazador, de Daniel Iglesias Kennedy; Juego de intenciones(Cuentos), de Jorge Luis Llópiz; Poniendo los sueños de penitencia (Encantada de conocerme), de Nidia Fajardo Ledea; La semana más larga, de León de la Hoz; Inscrita bajo sospecha, de Mabel Cuesta; y Nostalgias, ironías y otras alucinaciones (Cuentos escogidos), de Amir Valle.

Uno de los grandes méritos de Betania está dado por el hecho de que desde 2011 con la creación de su Colección Digital (ebook), sus libros están disponibles libre y gratuitamente para quienes estén interesados tanto dentro como fuera de Cuba (algo que no estaría mal que imitasen todas las editoriales cubanas de la Isla y la diáspora), por lo cual una novela como No quiero llanto, de Dolores Labarcena, es accesible para cualquier amante de nuestra actual narrativa, sin importar el sitio donde se encuentre residiendo

Tomás Esson vuelve por sus fueros

Tomás Esson vuelve por sus fueros

Quienes vivieron en La Habana durante la segunda mitad de los ochenta o los que son estudiosos del devenir de la historia del arte en Cuba conocen de sobra la importancia que en aquella movida tuvo Tomás Esson, nacido el 8 de febrero de 1963 y de nombre completo Juan Tomás Esson Reid. En el conjunto de su obra creativa de esos años y expresada en la pintura, el dibujo y la instalación, hay dos cuadros a los que siempre habrá que retornar, ya sea para aprobarlos o rechazarlos, pero nunca para obviarlos. Me refiero, claro está, a “Mi Homenaje al Che” (1987) y “Patria o Muerte. Europe” (1989). 

La intensidad con que las dos citadas creaciones plásticas y en general muestras suyas como A tarro partido (1987) y Patria o Muerte, (1989), esta última efectuada en el Castillo de la Fuerza (y en la que además de Esson intervinieron Carlos Cárdenas y Glexis Novoa) transgredían la solemnidad y constricción que ha caracterizado por decenios la representación de lo político en Cuba. Tal tipo de discurso ideoestético hizo que en su momento se generasen profundas discusiones sobre la legitimidad o no que tenía un artista para hacer algo así en el contexto cubano. Estoy convencida de que si en La Habana de 2020 se volviese a exponer el cuadro “Mi Homenaje al Che”, un óleo sobre tela de 170 x 200 cm, se generaría idéntico escándalo al acaecido hace alrededor de 33 años, con la diferencia de que en el presente no habría una polémica  a la altura de la que por esa época se produjo. Y es que Carlos Aldana Escalante, al margen de ostentar el mérito de ser uno de los mayores hijos de puta que ha tenido la burocracia cubana, desde su puesto al frente de la esfera ideológica partidista propició un debate entre intelectuales y funcionarios que tras su defenestración jamás se ha vuelto a dar.

La salida de Cuba a inicios de los 90 de Tomás Esson y de la inmensa mayoría de los que fueron protagonistas del llamado Renacimiento Cubano del Arte no podrá verse como el resultado de una decisión natural, sino inducida o impuesta. La censura ideológica ejercida en aquel momento registró notables influencias en la vida pública. El Estado, visto como institución paradigmática que detenta el poder simbólico, económico y coercitivo, o como una estructura que se construye a lo largo del tiempo, siempre ha de tener influencia (mayor o menor) acerca de la experiencia y la vida de los individuos y puede afectarlas e incluso crearlas.

Así, cuando Tomás Esson pasó a residir en Miami y a enfrentarse a la cruda realidad de esta ciudad del sur de USA, tuvo que abandonar en un momento determinado su obra conceptual desarrollada en Cuba (híbridos de bestias y humanos, catalogables como engendros en actitudes en no pocas ocasiones vociferantes) y dedicarse a algo vendible en el mercado, es decir, el retrato y el paisaje. La llamada “Ciudad del sol”, ideal para hacer dinero pero nunca buena para generar cultura, nada tenía que ver con esas mujeres-monstruos salidas del pincel de Tomás, bien distantes del recordado body-building de los años ochenta y sí cercanas a la apariencia grosera, la vulgaridad circundante, la agresividad callejera o doméstica que él no representó directamente pero que sí le funcionó como arquetipo.

Por mi experiencia personal sé de los tremendos cambios que tenemos que darle a nuestras vidas, en el instante en el que optamos por irnos de Cuba. Yo, por ejemplo, me gradué de Historia del Arte y soñaba con ser una renombrada curadora. Sin embargo, al llegar a Miami tuve que renunciar a mi vocación y convertirme en publicista, de lo que no me arrepiento. Por supuesto que ello no ha implicado la renuncia a mi amor por las artes visuales y en especial, por la obra de contemporáneos de mi generación como Tomás Esson. 

Nunca olvidaré la impresión que me dio ver allá por los tempranos 90 en la Sala de Arte Contemporáneo, ubicada en el edificio de Arte Cubano en la calle Trocadero, el cuadro de Esson titulado “La gallina del tutú rosado”, un óleo sobre tela de 176 x 136 cm y que me empujó a indagar en otras piezas suyas como “Spoulakk” (1987) y “Talismán” (1989)

Como que la experiencia es un viaje de eterno retorno, llegó el instante en que Tomás Esson se hartó de esa clase de pinturas de retratos y paisajes que tenía que hacer en Miami, por lo que se fue a New York para allí reencontrarse y dar vida a un nuevo proyecto creativo, mucho más cercano a sus intereses iniciáticos, la serie Wet Paintings.

Ahora, desde julio de 2020 y hasta mayo de 2021, por primera vez los amantes del buen arte cubano tenemos la oportunidad de disfrutar en el espacio de un museo de una muestra expositiva personal de Tomás Esson, el mismo que —al concluir los estudios en el Instituto Superior de Arte— por su trabajo de tesis fuese escogido como “el graduado más destacado en lo artístico-creativo”.

La muestra, curada por el crítico de arte y comisario Gean Moreno, Lleva por nombre el de  Tomás Esson: The GOAT y se presenta en el Instituto de Arte Contemporáneo de Miami (Institute of Contemporary Art, ICA, por sus siglas en inglés). En total, se exponen en el ICA diez pinturas, una instalación y un mural concebido a propósito de la muestra, la cual abarca treinta años de la trayectoria del creador.

La curaduría, llevada a cabo por Gean Moreno, parte de establecer tres ejes a fin de organizar la muestra. De ese modo, el interesado puede apreciar el quehacer de Tomás Esson durante los años ochenta en Cuba, así como retratos y paisajes del artista en su etapa diaspórica. De este último período aparecen las piezas pertenecientes a la serie Retratos, hecha en Miami, y otras incluidas en la serie Wet Paintings, realizada en New York.

El título de la muestra, o sea, Tomás Esson: The GOAT, persigue sugerir diferentes modos de leer las marcas autorales –ideoestéticas– que ha ido estableciendo Esson a lo largo de sus tres décadas de fecunda carrera. Prueba de esa destacada trayectoria y que es orgullo para los cubanos y cubanas amantes de las artes visuales (dondequiera que estemos radicados) es que obras suyas hoy se encuentran en las colecciones de instituciones como el Museo Nacional de Bellas Artes, en La Habana; el Museo Whitney de Arte Estadounidense, en New York; el Museo de Arte Contemporáneo, en San Diego; y el Museo de Arte Contemporáneo, en Monterrey, México.

Por último, quiero apuntar que,  como varios críticos han señalado, la muestra Tomás Esson: The GOAT nos convida a reflexionar en relación con la fuerza política y estética de una obra que no se deja disciplinar ni por cánones pictóricos ni por doctrinas. Tal vez de ello provenga la insistencia de Esson en lo grotesco y la desproporción y que hacen de él uno de los artistas cubanos contemporáneos al que siempre habrá que volver.

En el ochenta cumpleaños de José Kozer

En el ochenta cumpleaños de José Kozer

Profesor de literatura hispana durante tres décadas en Nueva York y luego en Vermont, José Kozer es uno de los grandes poetas cubanos de las últimas décadas, aunque en Cuba se conozca poco su obra. En el presente 2020, él cumple ochenta años de vida y en Miradas Desde Adentro queremos festejar dicho aniversario con la publicación de un par de poemas de quien, nadie lo dude, resulta uno de los autores vivos de obligatoria consulta en el actual panorama de nuestra literatura.

Retrato de anciano a plena luz del día

Ahora resulta que. Siempre tiene que haber

algo. Pega un puñetazo

en la mesa. Se retracta

en su interior, de

inmediato: eso va

contra la sana intención,

su nuevo fundamento,

de alcanzar la quietud.

Tranquilidad, no de

tranca. Cabeza baja

y aplaca. Erguida en

distensión la espalda.

Postura, postura, todo

es cuestión de postura.

Disciplina. Un buen

zurriagazo del Maestro

no le hace daño a nadie.

No le vendría de vez

en cuando mal. Y

coger camino sin

dar un paso.

Su monasterio, llevadero, es un cuarto de un

piso alto, zona subtropical,

ni terremotos ni volcanes,

sólo ciclones, y ésos

de la breva al higo: su

práctica diaria consiste

en no ver gente, no hacer

compromisos sociales

(sexuales) alimentar el

cuerpo con harinas sin

gluten (tapioca y alforfón,

ideales: los considera

claves, quizás la clave

de la longevidad): fruta

bomba, verdura de la

era (WholeFoods) no

escuchar las noticias

del día, cero revistas,

y menos cero periódicos:

leer a Stanley Elkin.

Ducharse lo considera práctica y ejercicio de

concentración al enjabonar

las zonas erógenas, tres

veces por semana: otra

base más de la vida

monástica. Se remite

a la vía negativa en

cuanto hace, sanas

son sus prohibiciones,

y luego de ajustar sus

costumbres, medidas

de cordura y moderación

a favor de la prolongación

paradiso terrestre del

cuerpo, se queda con

cuatro o cinco asuntos

aque atenerse: comer

frugal (fundamental)

lecturas edificantes,

a diario ver una

película bobera que

lo haga llorar, no

pensar, y estudiar

a la manera cubana

temas de filosofía

basados en preguntas

canónicas del tipo por

dónde le entra el agua

al coco, o sensu strictu

si el cangrejo camina

lateral o hacia atrás.

Para una biografía literaria

Las tardes se le iban en un abrir y cerrar de ojos,

las noches gravitaban

minuto a minuto en sus

pupilas: cerraba los

ojos que permanecían

abiertos minuto a

minuto, la noche

bogaba en sus

pupilas, imágenes

entrecortadas

aparecían para

desaparecer en

la superficie de los

ojos. Tal vez prender

la lámpara sobre la

mesa de luz, leer un

rato el libro de historia

dedicado a la época

manchú, tal vez poner

al día las cuentas de la

semana, oír un rato los

cuartetos últimos de

Beethoven, hacer la

lista de la compra o

concentrarse en uno

que otro de sus

diversos ejercicios

mentales y corporales

destinados a conservar

no hay de otra la salud

mediante la ataraxia.

Ya son años, por lo menos un lustro en que

no cambia su situación.

Nada sirve de nada, los

somníferos lo espabilan,

a veces sin embargo,

pero no, bien pensado,

a qué hablar. No dormir.

Se echa a reír, sólo de

pensar que dormiría

unas cuantas kalpas,

par de eones, de doce

a quince nuncas y un

par más de jamás (de

los jamases). En

absorta vigilia, ciencia

oscura de hipermétrope

que ausculta y ve que

no (se) ve nada. Orina.

Hace por relajar los

hombros, manos, en

la postura yacente ora

se pone de costado,

decúbito supino, prono,

corre a formar fila con

un montón de monjes

budistas que regresan

con sus cuencos

abarrotados de limosna

(arroz hervido) se pone

en fila, eran hormigas,

motas que en sus

pupilas de pronto

alzan el vuelo, unas

son cuervos, otras

grajas, todas en

última instancia la

inmensa redondez

de su insomnio.

Duerme. Algo se duerme por un rato. Se cree

despierto pero duerme,

no muy a fondo ni

mucho tiempo pero

al abrir los ojos se

siente refrescado, y

no está muerto.

Durmió boca abajo

en el regazo de la

madre, entre los

esqueléticos pechos

del padre, sumido

en la mansedumbre

teológica del abuelo

y entre unos bichos

candela que surgen,

o son jejenes o

cocuyos, de la

peluca que la

abuela ha descuidado

(demostración que ha

muerto).

Se va. Está despierto. Se lavó la cara, comió

dos huevos duros con

pan de cebada, y se

plantó ante el espejo

de medio cuerpo a

ver qué: se puso la

muñequera, mañana

se pondrá la tobillera,

alternará día tras día

ajorcas, coderas,

rodilleras, ríe: no le

sucede nada, está

entero de salud, por

Dios no le crean nada,

duerme como un lirón,

no hay cosa que haga

que no haga para

satisfacción del espejo

del botiquín o la luna

del tocador: y para

consentir su imaginación

que de la noche extrae

lo que durante el día

convierte a medias en

invención, a medias

en biografía.

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