Etiqueta: Década de los ochenta

Poemas de Manuel Sosa

Poemas de Manuel Sosa

Este domingo 28 de junio, el poeta Manuel Sosa celebró su cumpleaños 53. Lo sé no porque él y yo seamos amigos sino gracias a Facebook, ese sitio que tanto me hace pensar en las viviendas solariegas de mi querido y destruido barrio de San Leopoldo en Centro Habana. De inicio, pensé en felicitarlo de forma pública, pero a la postre me pareció algo rutinario y a fin de cuentas forzado.

Preferí entonces dejar transcurrir 24 horas y en vez de tener un simple cumplido, dedicarle el espacio de hoy en Miradas Desde Adentro, con el añadido de compartir en el sitio algo de su excelente producción poética. Lo hago, sobre todo, porque las nuevas generaciones cubiches, tanto de lectores como de escritores, desconocen en su gran mayoría lo que en materia de literatura se hizo en este país durante las dos últimas décadas del pasado siglo XX. Y es que son muchos los que entre nosotros se esmeran en hacer realidad lo que proclamaba desde su título aquel viejo libro de Aldo Baroni: Cuba, país de poca memoria.

Natural de Sancti Spíritus, a Manuel Sosa lo asocio de inmediato con los nombres de un grupo de escritores procedentes de la región central de Cuba y salidos a la palestra pública entre fines del decenio de los ochenta y comienzos del de los noventa. Son los casos de figuras como Heriberto Hernández, Sonia Díaz, Frank Abel Dopico, Arístides Vega  y Héctor Miranda.

Licenciado en Lengua y Literatura Inglesa, entre los libros publicados por Manuel Sosa están Utopías del Reino (Premio David 1991, Premio Nacional de la Crítica 1993), Saga del tiempo inasible (Premio Pinos Nuevos 1995), Canon (2000), Todo eco fue voz (antología, 2007) y Una doctrina de la invisibilidad (2009).  En la actualidad, Sosa reside en la ciudad de Atlanta, Georgia.

Del par de textos que hoy reproduzco, incluyo uno que, según tengo entendido, Manuel Sosa escribió allá por los lejanos ochenta y que versa justo acerca de las palabras como delimitación. El otro es perteneciente a su producción hecha ya en la diáspora.

LA QUEDA

I

La primera palabra en la primera puerta no

advierte y retribuye con su papel de bastimento a la

palabra que golpeará un rostro en el final.

La segunda cita en sombras es otra mentira

como mentira han sido las tumbas, las quedas

anticipadas y estos pobladores sentados en toda su brevedad.

El precio de abdicar se intuye:

si llegara raudo el estafeta,

si vibrase entonces,

si dejara un manto como recuerdo.

Y de recuerdos vive el hombre:

una tregua para amonestarse sin pudor,

una bifurcación cuando los anfitriones rueguen

o acometan.

No es un sitio para evocar, pero hasta donde la vista alcanza,

se vislumbran puntos insalvables,

riscos de sueños y petición,

(adonde nunca llegarán los elegidos)

Acaso alguien camina sin violar la queda

porque no todo descubrimiento es conciliador.

No es un sitio para merecer, pero esta noche se

descubre como una angosta puerta,

y pasan taciturnos a borrar sus cuadernos.

(La primera palabra está en otra página)

La calma suscita un sometimiento que no

importará si es que no importa dividir una casa.

¿Precisan el parlamento esos hombres?

La batalla que interrumpen será olvidada pese a

todo, y en sus memorias continuarán las flaquezas,

los reparos.

«El tiempo que toma hacernos inactuales es el

tiempo del delirio y el afiebramiento»,

y como reza el motivo de los guardas,

y así será, así vendrá la luz sobre sus predicciones.

«La primera palabra, que nadie pronuncie otro

nombre y encontrarán el rastro seguro, el final

prescrito».

Si esta es la noche, decidirá la experiencia:

el asedio comienza inexplicablemente

y alguien confiesa sus delaciones.

(La casa parece tan segura, y será la única razón

para abandonarla esta vez)

II

Palabras: en camino quien desciende y anuncia.

Palabras: esperando como una estación revisitada.

Las palabras en la boca de los sitiadores, que hacen

las paces a espaldas del gobierno.

Para cada gobierno un peldaño, y volver a empezar.

(Valgan los oficios que siembran el desconcierto)

El color local, la caridad de provincia,

el azoro de un delegado amenazante: no todo fluye, poeta.

La noche en la poesía regional es simplemente la queda.

La segunda citas, la segunda muerte, la primera

palabra en su antigua voz.

¿Y quién cambia de parecer, sino el guarda?

Dócil, distanciada otra mujer se estremece.

Nadie necesita esta sorpresa.

No saber del cerco para hacer juego.

En alguna buharda quedan los retratos, las

estampas, las malas noticias.

A la mesa los hijos, las madres que les desconocen

las próximas víctimas.

Así saben cuan larga es la noche, y en la queda

madura el arrobamiento de quienes tardarán

en salir al ruedo.

Así valga el cántico en las afueras, un rumor

casi inaudible y que nadie confiesa.

LUNAS

En cada transposición del silencio, un nido abierto

que busca otro nido triunfal,

dos estoques contra las rejas:

allí he visto juntarse las lunas, en mi piel,

en la garganta que intenta el grito.

Cuando desciende el crisol y sangra la bestia

las lunas se posan sobre yacijas irreales.

Son las noches de untarse esa pócima

abandonada a la indiferencia del muro.

Son las noches de evitar ciertos cumplidos que seducen.

Inapresable mi ánima salvo cuando se juntan

los portentos que ahora confieso,

he tenido que ver cómo talan los sicomoros

y se mella el filo contra la corteza.

He tenido que ver cómo desmenuzan los nidos,

y cómo a mis lunas, en la fragua de la lucidez,

de un golpe separan.

Cumpleaños 40 de un poema de Osvaldo Sánchez

Cumpleaños 40 de un poema de Osvaldo Sánchez

Allá por 1980 yo estudiaba en el preuniversitario habanero Saúl Delgado y era (como dice la frase) un adolescente  feliz e indocumentado, seguramente lo uno por lo otro. Han transcurrido cuarenta años  y sin embargo, lo vivido por entonces permanece aferrado a mi memoria.

Fue por aquella época que supe de la existencia de un poeta nombrado Osvaldo Sánchez Crespo (La Habana, 1958) y que para la fecha era estudiante de la carrera de Historia del Arte. El primer poema suyo que leí fue el titulado “Declaración política familiar” y al que he vuelto una y otra vez en el transcurso de estas cuatro décadas, dándole al texto diferentes lecturas bajo las influencias de la época en cuestión y de mis propias vivencias personales.

Para los que no sepan quién es este creador, les informo que en 1981 Osvaldo resultó el poeta laureado con el Premio David por su libro de poemas Matar al último venado, publicado por Ediciones Unión al año siguiente. Tiempo después, al graduarse de Historia del Arte, laboró como profesor en la Escuela de Artes Plásticas de San Alejandro y en el Instituto Superior de Arte, pero sobre todo -en mi opinión- se convirtió en uno de los culturólogos más notables que hemos tenido en nuestro país.

Siempre le agradeceré reflexiones como las que publicase en trabajos suyos aparecidos en El Caimán Barbudo de la etapa y que en su momento me ayudaron a una mejor comprensión del arte hecho en Cuba durante el decenio de los ochenta.

Hoy comparto con los lectores de Miradas Desde Adentro el poema de Osvaldo Sánchez del que hablé líneas atrás y que aborda el tema de la fractura de la familia cubana, con un  discurso textual donde se transmite ¿acusación?, ¿complicidad? Como diría la frase de Taladrí: “Saque usted sus propias conclusiones”.

DECLARACIÓN POLÍTICA FAMILIAR

Osvaldo Sánchez

…………………………………………………Mariel, 1980.

matamos a mi hermana

con un golpe de patria……ahí en la puerta

cómo iba a romper nuestro corazón de cinco

……puntas

cruzando el agua

ella……la que planchaba mi magia de crecer

la de manos perfectas como lo cotidiano

la culpa fue nuestra

la vimos detenerse

decapitarse con el filo derecho que tiene el

……matrimonio

su marido soñaba plataformas de papel de espejo

lluvias de neón……él

no tenía brazos……ni bolsillos

y pronunciaba perfectamente……yellow submarine

tuvimos que matarla

aunque me hacía las maletas

aunque tenía hija y corazón

aunque mi madre llore ahora burguesamente de

……espalda a las ventanas

las gavetas están llenas de arena

y en lo que fue

vientos sepias barren y barren

dividiéndola a ella

todavía muerta en la puerta de mi casa

hoy hemos puesto la bandera y el televisor

matarla fue difícil

pero sabemos sonreír

claro

diferente que los niños.

Poemas de Raúl Hernández Novás

Poemas de Raúl Hernández Novás

Por Joaquín Borges-Triana

Raúl Hernández Novás (1948-1993) es sin discusión alguna uno de los nombres de obligatoria consulta en la historia de la poesía cubana de todos los tiempos. Libros suyos como Da capo, Embajador en el horizonte, Animal civil, Al más cercano amigo o Sonetos a Gelsomina, por solo mencionar algunos, son títulos a los que cualquier amante de la buena poesía debería volver de cuando en vez. Representante de la tradición suicida en nuestra cultura, cuando en La Habana de 1993 con un disparo decidió poner punto final a su existencia, ya tenía asegurado su paso al panteón de los grandes creadores de este país. Por ello y pensando especialmente en las nuevas generaciones de lectores cubiches, que en la mayoría de los casos desconocen la obra de este inmenso escritor, a continuación se reproducen algunos de sus textos para incentivar la búsqueda en el enorme legado de su quehacer poético.

 

Raúl Hernández Novás

 

ANTE UN POETA

Veo a un niño jugar en la sonriente calzada de la luz, la provisoria. Veo a un joven andando en la memoria la temblorosa piedra, lentamente.

Veo un hombre maduro que camina llevando un niño de la firme mano. Junto a un joven filial veo un anciano leve como la lumbre que declina.

Tiemblo al verlo pasar los urbanos dédalos con su paso ya rendido

y de pensar que esas sencillas manos

que tantas cosas bellas han reunido

acaben por ser polvo en otras manos… —Las de la muerte, no las del olvido.

EXPLICACIONES DEL EQUILIBRISTA

No por amor al riesgo se aventura mi pie por este hilo tenso y leve. Ni por eterno ser mi ser se atreve a jugarse la vida o la ventura.

No es la gloria o la fama o la aventura

el fértil viento que mis alas mueve.

No por arte ni amor mi paso llueve sobre la absorta muchedumbre oscura.

Si huraño huyo a mi rincón de cielo y si el hilo una cumbre me parece donde primero brilla la mañana,

no es el amor ni el arte ni el desvelo

de la gloria: es que a veces —tantas veces—

siento el terror de la presencia humana.

 

MIRA ESTOS OJOS

Mira estos ojos donde el sol declina, desvistiendo el temblor de los hermanos: toma los gestos mudos de estas manos

que ya no han de aplaudirte, Gelsomina.

No escucharás mi corazón que trina

pues estarás tocando un son lejano en la trompeta cuyo ruido anciano

es hijo del claror que te ilumina.

No volverás al páramo del frío

que tiembla huérfano de amor y de arte

con sus helados astros de rocío.

Ni el río astuto robará tu parte. Acepta sólo el hosco temblor mio. Y mi piel sin caricia ha de abrigarte.

NO VENGAS

«)Te preocupan tus hijos?» (Bergman: Fanny y Alexander)

No vengas ya en el sueño, con tu anhelo de hacer mi cama y de poner mi mesa.

Comprende que el lugar donde estás presa

es un oculto inabordable cielo.

Sé que aún estoy vivo en tu desvelo y que tu ansia de servir no cesa, que te preocupa mi animada huesa

y estás herida por mi desconsuelo.

Pero comprende que la sombra triste que te aprisiona, única y desierta,

no da acceso al lugar donde viviste.

Tú no puedes franquear la inútil puerta
donde tu amor fecundo aún insiste. Tú no puedes cuidarme. Tú estás muerta.

JUNTO AL LAGUITO EXIGUO

Junto al laguito exiguo, entre la sombra, voy recordando trabajosamente las húmedas miradas inocentes

y una inscripción frutal que nadie nombra.

Como el mar borra de la arena un día la leyenda y deshace los castillos, borró el tiempo en los reinos amarillos

de la memoria aquella melodía.

No vuelve el agua que pasó en el río con flor y el barquito indiferente que son agua en el agua laboriosa.

Oscurece. Tengo hambre. Siento frío. Ya no he de ver tu planta transparente andar sobre las aguas silenciosas.

 

QUIÉN SERÉ SINO EL TONTO…

But the fool on the hill sees the sun going down and the eyes in his head see the world spinning round Lennon y McCartney

Quién seré sino el tonto que en la agria colina

miraba el sol poniente como viejo achacoso, miraba el sol muriente como un rey destronado,

el tonto que miraba girar el mundo,

guardando en su rostro las huellas de la noche. Quién seré sino el tonto de siempre atraído por el mar,

aquel que en el mar feroz dejó su nombre. Quién sino el tonto que lloraba

y lloraba por el mar, las flores, las muchachas, la esbelta luna sonriendo.

Sobre la colina está solo and nobody seems to like him, pero él ve el mundo moverse a su alrededor, el sol rebotar como una pelota roja en el horizonte.

El sol tragado por el mar, frío entre los peces.

Quién seré sino aquel que ya no mira,

no oye, no palpa, absorto, esas tierras astrales, esos frutos, las viñas de la realidad, airoso manto.

El que ve la noche descender como un cuerpo inapresable, el que siente la luna caer sobre sus hombros como una tela delicada, aquel que en la marisma

jugaba a rey, a payaso, a rey, a oscuro caballo. Absorto, solo, en la colina, gritando

como loco, bajo los pájaros que emigran

señalando un carcomido rumbo. Yo,

el loco, el tonto que siempre he sido, girando en la burla, torpe bufón de florida, pirueta, riendo,

con dientes podridos, la realidad inapresable como implacable cuerpo, a nuestro lado, descansando en las hierbas

brotadas de los muertos, entre sonrisas de nocturnas flores.

Quién seré, Dios mío, sino el loco tonto, el oso bronco, el jorobado torpe,

bufón bailando, reuniendo rumbos entre sus brazos, flores para una mujer que no existe, quien mira al sol dormirse cual tembloroso

viejo y al mundo girar en burla alrededor de sus hombros destronados.

 

(HAY ALGUIEN QUE CUENTA MIS PASOS…)

(Hay alguien que cuenta mis pasos, en su casa de hielo

repasa lentamente los gestos, las olas del corazón.

En su moneda, el rostro familiar del sol. Alguien, ay, su corazón atado al mio por un hilo. En su casa de hielo piensa en mí, guardando bajo llave las

huellas de mis manos. Nada le debo, nada puedo darle

con que pagarle, hay alguien, piensa

en mí, cuenta mis pisadas. ¿Qué entre mí y su vida

a la cual llegué después de un parque?

¿Qué entre mí y su corazón de hule,
y sus manos frías que guardaron las huellas de mis manos?

Ocupo su memoria como un monstruo, como un animal profundo. Nada. Cuando me vaya, nada podré dejarle. Nadie sabrá cómo han pensado,

sus canas que comienzan, en mi cabeza de niño, en las manos que tuve bajo árboles gigantes,

como ya no se encuentran. Hay alguien: despacio despacio voy penetrando en su aliento trabajoso,

descendiendo profundo por mis ojos, y al final del camino

me está esperando mi madre.)

ELLA MIRÓ LOS ALTOS FLAMBOYANES INCENDIARSE

A Alelí

Ella miró los altos flamboyanes incendiarse.

Ella nombró los fuegos de la guerra. Ella camina dentro de un ojo abierto como el día. Suspira, y se mueven sus manos sobre una tela oscura como la noche.

En la noche está cosiendo una bandera, siempre la cose, aunque los muertos hayan extendido sus raíces al corazón de la tierra, porque siempre es la esperanza que se abre con sus ojos. Ella, sencilla, prolóngase en palomas porque la tarde es leve cuando cae sobre sus hombros. Ella crece frente al hombre que la mira y la celebra con su voz. Árbol frente a árbol bienandante.

Ella vio partir los hombres a la guerra, se sumergía en la guerra como la primera madrugada en el recuerdo. Madrugada de la campana y los grillos rotos.

 

Su corazón hundiéndose en el bosque.

Como un planeta sus destellos, ella envió sus hijos a la guerra. Aún su mirada puede distinguirse, mientras haya una estrella solitaria, una palma. De sus manos salían desnudos uniformes, camisas y secretas luces de bandera. Ella nació para el amor, arde en el amor presintiendo los frutos, para el amor su talle ha crecido como márgenes del mundo, y una profunda paz brota de su pelo y su vestido pero si siente de la patria el grito pero si siente de la patria el grito

EMBAJADOR EN EL HORIZONTE

Si tu alma venía como el buey soñador de la tarde penetrabas en la aguda nostalgia cuidabas los mares guardando el horizonte entre tus manos Nadie se robe el mar. Nadie penetre en ese oscuro templo donde el horizonte y los sueños están guardados

Allí octubre gobierna las habitaciones de los hombres y el crepúsculo es como un puñal hundido

Las flores son lunas amarillas para los que han nacido en un huerto de amor con la espada del aire entre los huesos vegetales mecidos en el ritmo de la tierra empapados atrapados en los hilos de la savia

Es un dulce castillo el mar para los que han nacido en un huerto de amor y han encontrado la luna perdida en sus cabellos

Allí las llanuras tienen olas como la noche la noche tiene las estrellas del vientre de la madre rumor de tienda plantada en el desierto La tierra es semejanteal mar y el mar da frutos para los que saben alzar sus manos en un gesto de danzante que nadie comprende y desoyen a los que dicen que están muy altas las estrellas

Hacia allí querías volver como el viento que sólo sabe arrastrar su alma sobre el polvo y cegar los ojos de aquellos que dicen que el polvo no pesa en sus espaldas

Hacia allí querías volver como la ciega luz lanzada por un diestro guerrero desde
su castillo de sombras Mira allí la luz y la noche tienen un solo rostro de madre que viene a acariciarnos en el último instante en que abrimos los ojos sobre la tierra hecha de cuerpos de guerreros y comprendemos

──demasiado tarde Así ella vendrá sobre el país que se alimenta de tus huesos donde hallarás la estrella como fruto la ola y el juguete perdido

Allí está el país que un dedo de niño te señala

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