Etiqueta: Biblioteca Nacional José Martí

Para recordar al maestro Hilario González Íñiguez

Para recordar al maestro Hilario González Íñiguez

El destacado compositor y realizador radial Juan Piñera hace algún tiempo escribió una frase que me parece indispensable tener en cuenta a la hora de valorar el justo significado que puede tener una producción discográfica. En ese sentido, el también profesor en la Facultad de Música de la Universidad de las Artes expresa:

«Insisto e insistimos, el patrimonio de una nación bien pudiera estar en esa región donde reina lo intangible que es la música. Está en el bullicio de la calle, en una casa de cultura, en las salas teatrales y de concierto, en un solar anónimo, y también, en los silenciosos archivos sonoros de la Egrem, donde se atesora lo único, lo irrepetible, diverso y excepcional de nuestros clásicos cubanos».

A mi mente venía la frase anterior a propósito de la audición que hacía en casa de un disco en torno a la obra de Hilario González Íñiguez, alguien que no solo sobresalió en la música como compositor y pianista sino que, además, fue todo un intelectual, como lo demuestran textos suyos de orientación ensayística al corte de su muy interesante trabajo Algunas tesis sobre las raíces de nuestra música sinfónica, publicado en uno de los números de la Revista de la Biblioteca Nacional José Martí en 1976.

Este CD se lleva a cabo en el contexto de una de las acciones de mayor relevancia en el ámbito de nuestra discografía reciente. La cultura cubana tiene que agradecerle muchísimo a Ulises Hernández, no solo por su quehacer como pianista, profesor y promotor, sino por el trabajo que en los últimos tiempos ha realizado como productor musical. Gracias a tal labor, entre otros fonogramas propiciados por Ulises, ha visto la luz una colección imprescindible en torno a la obra de los compositores pertenecientes al Grupo de Renovación Musical, sin discusión alguna, un conjunto de figuras a las que siempre hay que acudir si se aspira a tener una noción del devenir de la música académica facturada en Cuba durante el pasado siglo XX.

Como parte de esa colección organizada por Ulises Hernández, se puso en circulación un álbum dedicado a la figura de Hilario González (La Habana, 24 de enero de 1920-3 de octubre de 1996), quien resultó uno de los discípulos aventajados de José Ardévol, guía espiritual del Grupo de Renovación Musical y donde estuvieron, entre otros, Harold Gramatges, Julián Orbón, Natalio Galán, Edgardo Martín, Argeliers León, Serafín Pro, Dolores Torres, Enrique Bellver, Virginia Fleites y Juan Antonio Cámara.

Según diversos estudiosos, en dicho colectivo de compositores Hilario González representa en la música académica la tendencia al empleo de elementos provenientes del folclor cubano, en la línea que tuviese como máximos exponentes durante la primera mitad de la anterior centuria a los tempranamente desaparecidos Amadeo Roldán y Alejandro García Caturla.

La vivificante influencia de García Caturla en la obra de Hilario González se siente en varios de los cortes del disco que hoy reseño. Tal es el caso de la “Primera Sonata Opus 8”, los “Tres preludios en conga” y las “Dos Danzas Afrocubanas”. Otra composición fundamental en el repertorio autoral de González, que por suerte se recoge en el fonograma, es “Primera suite de canciones cubanas”, escrita en el ya lejano 1940 a partir de un texto del destacado poeta Emilio Ballagas. Vale comentar que por el aludido trabajo, en 1944 Hilario obtuvo el Premio Nacional de Música en nuestro país.

Igualmente, en el fonograma que salió a la luz a través del sello Producciones Colibrí del Instituto Cubano de la Música, aparece otra colaboración con Emilio Ballagas, las “Guajiras en sol”, perteneciente a un hermoso ciclo de lieder que ambos artistas desarrollaron. Aquí es válido resaltar el desempeño interpretativo de la soprano Gessliam Suárez Molina y del pianista Víctor Díaz Hurtado, dos instrumentistas que —más allá de ser jóvenes— dan señales de madurez en su quehacer.

Así pues, al arribar al fin de la audición del CD Hilario González-Renovación Musical, uno experimenta la sensación de haber escuchado un material fonográfico de esos que dignifican el arte musical y corrobora lo afirmado acerca del protagonista del álbum:

«A artistas de la talla de Hilario González se debe, en buena medida, que la música cubana en la actualidad permanezca vigorosa, activa, e influyente, y que cuente con el reconocimiento a nivel internacional».

Menta: un cuento de Jorge Fernández Era

Menta: un cuento de Jorge Fernández Era

Nacido el 11 de noviembre de 1962 en La Habana, el humorista Jorge Fernández Era es Licenciado en Periodismo. Ha laborado en el semanario Cartelera de La Habana,  en el periódico Cubadisco, así como  en el Ministerio de Cultura, la Biblioteca Nacional José Martí, la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, el Centro de Estudios Martianos y el Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello.

Otrora integrante del grupo Nos y Otros, sus cuentos han sido incluidos en diversas antologías en Cuba, entre las que cabe mencionar: Humor de puño y letra, Editorial Pablo de la Torriente Brau; Cuentos de la bruja (Premios Aquelarre), Editorial Sed de Belleza, Villa Clara; Nota de prensa y otros minicuentos, Ediciones Cajachina; y Escribas en el Estadio, Editorial Unicornio.

Menta

Nuestro personaje vive en un apartamento del último piso. Merienda un caramelo y arroja al vacío la envoltura tras convertirla en una diminuta esfera. La pelotita cae justo sobre el ojo del conductor de un auto que desvía el rumbo, roza un muro y se araña. El tipo llega malhumorado al hospital a cumplir su faena como cirujano, pica donde no debe a un paciente y lo manda a terapia intensiva. La madre del enfermo se ataca de los nervios y prende candela al almacén del centro hospitalario. Al almacenero se le imputa negligencia, pierde el trabajo, llega a casa y, para descargar su rabia, la emprende a golpes con su inocente mujer, hija de un representante en la ONU. Éste recibe el fax con la noticia minutos antes de arengar contra un país vecino por asuntos de disputas territoriales. En el plenario se exalta y lanza tres palabrotas a la delegación oponente. La nación ofendida, en voz de su Presidente, jura vengar la afrenta y declara la guerra de inmediato. El primer cohete impacta en la azotea del edificio donde reside adivinen quién.

Suscríbase a nuestros boletines diarios

Holler Box

Suscríbase a nuestros boletines diarios

Holler Box