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Música y pintura: entre el color y el sonido

Música y pintura: entre el color y el sonido

El hecho de que distintas percepciones artísticas entren en contacto, ha sido una constante en el panorama estético de la contemporaneidad. Si la teoría clásica establecía una rígida diferenciación entre las disciplinas artísticas, el ímpetu irrefrenable del romanticismo, con la importancia que en dicho período se le concedió a la música, y la tendencia a una suprema síntesis de las artes, comenzará un proceso de erosión de tales límites, cuya culminación o realización intemporal se inicia con la fotografía y el cine, (complicidad entre la ciencia y las bellas artes, luego la industria y la estética).

En el camino de la búsqueda de los nexos entre el sonido y el color se hallan algunos de los principales creadores de los dos pasados últimos siglos. Sus propuestas han originado, como prismas dispuestos ante un imaginario rayo luminoso, diferentes refracciones y destellos. Ya Aristóteles y Newton consideraron las similitudes físicas entre los sentidos de la vista y del oído. Incluso, el filósofo, arquitecto y urbanista Paul Virilio, en su portentoso ensayo La Máquina de Visión también se ha referido al asunto, cuando aborda lo concerniente a lo que él define como la imagen (en)fática.

En fecha reciente se ha estudiado la anomalía perceptiva conocida como sinestesia, por la que determinadas personas asocian vocales, acordes o incluso estilos musicales a colores específicos. De igual modo, esa cualidad del sonido que distingue a un instrumento de otro, denominada timbre, se conoce también como color. Una temprana formulación del ideal romántico de síntesis es ofrecida por Schiller al expresar: «Es una consecuencia de la perfección de los géneros artísticos el que se parezcan entre sí cada vez más en su efecto sobre el espíritu… Las artes plásticas tienen que hacerse música y conmovernos por la acción inmediata sobre los sentidos».

En la actualidad, hay artistas que resultan ejemplo ideal para atestiguar como es factible diluir el determinismo del músico entre músicos y el pintor entre pintores… La doble vertiente que defiende la singularidad de algo así, sólo es posible cuando El Arte no persigue la obra sino la Libertad. De ahí, la proverbial facilidad que cualifica a esta clase de creadores para moverse en un territorio abierto (Obra Abierta dijera Umberto Eco). Un presente que nos habla más de la recombinación, la pluralidad y lo pluridisciplinar, donde ni siquiera el arte tiene una finalidad en si mismo, sino conformando una suerte de trayectividad combinatoria entre perspectivas distintas y/o asociadas interesada y hábilmente.

Esa línea de romper las fronteras convencionales entre expresiones artísticas como la música y la pintura, se vincula a ciertas perspectivas últimas de (re)actualización de la gesamtkunstwerk Guai ai gelidi mostri, 1983, y Prometeo-Tragedia de la escucha, 1985, del destacadísimo compositor veneciano Luigi Nono, realizadas en colaboración con el filósofo Máximo Cacciari y el pintor Emilio Vedova, valoradas por la crítica internacional como monumentales esfuerzos por “escuchar el color junto al sonido” y no con la mera intención de incorporarlo como soporte simbólico.

Así, el color, proyectado, crea lo que cabría definir como una geometría múltiple. Las pretensiones místicas se han disuelto, en pro de la reivindicación de una nueva y «liberada» escucha, una liberación que entrecomillo, puesto que todos sabemos que la libertad es una abstracción tan presa de la conciencia como de los sentidos y la condición física e inercial, es decir, una trampa del simulacro, una idea, una representación (en frase del ya aludido Paul Virilio), donde se reconozca “que lo (im)posible se ha vuelto necesario”.

El apostar por una obra combinatoria entre música y pintura y ser un artista multidisciplinario, se engarza dentro de un fenómeno que sin ser nuevo (recordar a Wagner Richard y su alusión a la «obra de arte total»), matiza los modos de jerarquización y prioridad en los lenguajes, los medios y los mensajes. Con ello, se expresa a través de la práctica artística, la asimilación de uno de los postulados fundamentales del teórico de la Aldea Global, Marshall Mac Luhan, cuando argumentaba: «los medios son el mensaje».

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