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Charles Bukowski: Un perro venido del infierno

Charles Bukowski: Un perro venido del infierno

Nunca tendré palabras para agradecer el trabajo que, en aras de que los ciegos disfrutemos de pleno acceso a la lectura, realizan instituciones como el Centro Cultural y Recreativo de la ANCI, ubicado en 41 entre 80 y 82, Marianao, La Habana, la Fundación Braille del Uruguay, radicada en Montevideo, y las casas editoriales que la ONCE posee en Madrid y Barcelona. Ahora, mis buenos amigos del Centro Bibliográfico y Cultural de la organización de invidentes españoles me han hecho llegar desde la capital de dicho país europeo un excelente libro titulado La vida de Charles Bukowski, una pormenorizada biografía escrita por Neeli Cherkowski y que retrata la existencia de quien fuera considerado como maestro de la provocación literaria en los treinta años transcurridos entre la década de los sesenta y la de los noventa.

Mitificado en todo el viejo continente en virtud de su brutal actitud ante eso que llamamos vida y que Oscar Wilde calificó de terriblemente deforme, en Estados Unidos sólo los poetas marginales del «Meat School» norteamericano reconocieron su talento especial para detectar la belleza allí donde ni siquiera existe. Pese a haber sido denostado e incomprendido en su tierra adoptiva, nunca quiso marcharse de Norteamérica. Total, en ningún sitio se encontraba a gusto, condenado como estaba a un perpetuo exilio interior. La máquina de escribir fue su único aliento y consuelo, al punto que llegó a decir: “Si me entierran háganlo junto a mi máquina de escribir; sólo me sé defender con ella”.

Así fue que nos legó sus relatos cortos y sus poemas, especie de soeces soliloquios que salen de muy adentro. Hay en ellos una carnalidad descarnada y ¿por qué no? Un alma desnuda que –a través de una literatura provocadora y sórdida, cargada de gran emoción y sentimientos— está pidiendo a gritos cobijo. En varias de sus obras, utilizó a un personaje llamado Henry Chinaski, a modo de “alter ego”. Era una forma rápida y eficaz de mantener a raya sus obsesiones, típicas de alguien con un peculiar sentido del humor, conocido por sus reiteradas provocaciones que, al igual que mostraba en sus textos, le granjearon las iras de muchas feministas y las simpatías de jóvenes lectores, atraídos por su fama de “transgresor”. Como ha indicado el crítico e investigador español Carlos Fresneda:

“Bukowski convirtió su propia historia en un poema etílico de rima sincopada. Prefirió novelar su intensa y alucinógena experiencia antes que caer en la trampa literaria de la no-vida.” (1)

Mi primer contacto con la obra de Charles «Hank» Bukowski (un creador con dos fantasmas recurrentes: el alcohol y las mujeres) lo tuve allá por fines de la década de los ochenta. Tratábase de un libro de relatos, editado por Anagrama bajo el título de Erecciones, eyaculaciones, exhibiciones y la máquina de follar. De aquel material todavía recuerdo cuentos con nombres tan sugerentes como «Quince centímetros», «Cuantos chochos queramos», «Un coño blanco», «¡Violación, violación!» o «La máquina de follar», todos escritos en un marcado tono autobiográfico, un elemento que tipifica la producción tanto en prosa como en verso del escritor.

Nacido en 1920 en la ciudad alemana de Andernach, Bukowski era hijo de un soldado norteamericano al que habían ubicado a servir en una unidad militar estadounidense en Europa tras la Primera Guerra Mundial. Cuando Charles había cumplido dos años, su familia se trasladó a los Estados Unidos y se instalaron en Los Angeles, donde transcurrió su infancia y adolescencia. En ese período vital para la formación de cualquier individuo, los modelos educativos de que dispuso fueron los de un padre autoritario y una madre sin carácter. Al referirse a dicha etapa, su biógrafo, Neeli Cherkowski, ha afirmado:

«Era un niño solitario y taciturno. (…) Cuando Hank cursaba el primer curso de enseñanza secundaria, con quince años (ya), consideró la perspectiva de ser escritor». (2)

Muy temprano Charles buscó en el alcohol el alivio de lo que para él era un horror familiar. Comenzó a beber de niño, con apenas trece años recién cumplidos. Se dice que el padre nunca renunció a su idea de una educación fuerte y por ello, de manera continua golpeaba al chico, que cada vez con mayor frecuencia llegaba a la casa borracho. Sólo gracias a los efectos del alcohol pudo soportar el trauma del contexto que le rodeaba. Bebía para olvidar, y también para que le olvidaran. La leyenda cuenta que además su adolescencia fue atormentada por un acné que le ocasionaba forúnculos, los cuales requerían ser atendidos por un médico y que le dejaron huellas en el rostro como las causadas a consecuencias de la viruela.

Tras su paso por el City College, vivió la experiencia de los barrios del centro de la ciudad de Los Angeles, de cuyas vivencias se percibe un claro eco en sus relatos cortos. Poco después marchó a Nueva Orleans, y de ahí de ciudad en ciudad, para retornar cada vez menos a la principal urbe californiana. A la par, su propensión a la bebida iba en aumento y de igual modo lo hacía su vocación por ser escritor. Por entonces, comienza a enviar poemas a pequeñas publicaciones underground y a otras alternativas. Según recoge su biógrafo, en 1944, la revista Story, en el número correspondiente a los meses de marzo-abril, le publicó un primer relato: «Consecuencias de una extensa nota de rechazo».

Hacia 1946 concluye el ir y venir de Hank por disímiles ciudades y estados de Norteamérica. Había vivido en carne propia las experiencias más duras y dramáticas que puede vivir un hombre, mezclándose con el fondo existencial que a la postre devendría materia prima de sus narraciones y poemas. Por la fecha era un perfecto desconocido que escribía alimentando un misterio en su entorno, el cual deslumbraría luego a sus lectores y, en particular, a sus editores. Al asumir la versificación se ponía como meta suprema que los textos por él elaborados fueran fieles a su forma de hablar. Así las cosas, luego de diez años de no haber vuelto a publicar, comienza a colaborar con la revista Arlequín y la directora de la misma, Barbara Frye, empieza a enviarle cartas de amor desde la lejana Texas. Tras el intercambio epistolar, Bukowski se casa con ella, para divorciarse al cabo de dos años, cuatro meses y veinte días. Si bien dicha relación de pareja no funcionó, la rica heredera apostó a pie juntillas por el talento de Charles y le fue allanando el camino, sobre todo en Europa, primer sitio en el que sus textos alcanzaron reconocimiento.

En opinión de Neeli Cherkowski, «finalizada la década de los cincuenta, los principales acontecimientos mundiales nada interesaban al poeta, a excepción de un joven revolucionario que desde Cuba llamaba la atención del mundo.» (3) El hipódromo, sin embargo, le proporcionaba el color y la atmósfera para sus poemas; los caballos, la energía. Para Charles hacer poesía se iba convirtiendo en algo definitivo; pasaba horas escribiendo, al mismo tiempo que enviaba sus trabajos por  toda la geografía estadounidense. Por entonces, en Norteamérica había una proliferación de revistas literarias y publicar de forma sistemática en ellas concede a Bukowski una amplia experiencia.

Durante esos años van apareciendo distintos libros suyos. En 1960 ve la luz Flower, fist and bestial wail (Flor, puño y gemido animal), poemario al que pronto siguieron Poems and Drawings (Poemas y Dibujos), 1962; Longshot Poems for broke players (Poemas arriesgados para apostadores en bancarrota), 1962, y Run with the hunted (Corriendo con la presa), 1962. Un año después saldría de la imprenta otro pequeño volumen con el título de It Catches my heart in its hands (Atrapa mi corazón en sus manos), y, en 1965, Crucifix in a Deadhand(Crucifijo en una mano muerta). Empero, lo que los especialistas han considerado la verdadera fortuna poética de Bukowski no comenzó hasta 1966, fecha en la que el administrador de una empresa de artículos de oficina, nombrado John Martin, le publicó en forma de octavillas, cinco poemas. En total fueron 30 ejemplares de cada edición que, no obstante lo reducido de la tirada, causaron un impacto insospechado gracias a la vitalidad de eso que se ha dado en llamar «literatura hablada».

En virtud de su creciente popularidad entre determinados estratos de la sociedad estadounidense, en 1968 le publican el libro At terror street and agony way (En la calle del terror y el camino de la agonía). En el propio año aparecería una breve recopilación  bajo el nombre de Poems written before Jumping out of an 8 story window. Tal avalancha de publicaciones le llevaron, en aquel momento, a convertirse en el personaje literario delunderground norteamericano. Por esos meses, el editor John Bryan le solicitó a Bukowski una serie de artículos para su recién creado Open City. Charles dio inicio a la selección con una reseña acerca del volumen Papa Hemingway, de A. E. Hotchner, colaboraciones que a medida que iban saliendo afianzaban su fama. Transcurrido algún tiempo, tituló su columna Notes of a Dirty Old Man (Escritos de un viejo indecente), y que se convertiría más tarde, en 1969, en su primer libro en prosa.

Según el crítico español Pedro M. Domene, «posee esta recopilación muchas de las características que Bukowski desarrollará en su obra posterior: un lenguaje vernáculo, una sutil capacidad para el humor y una desesperación infinita de quien había logrado sobrevivir a lo largo de las tres décadas anteriores. Sus modelos declarados: Ernest Hemingway, Norman Mailer y John Fante. La serie contiene, además, su credo literario, en clave de humor, sobre el sexo.» (4)

Una nueva selección de su obra poética es editada en 1969: The days run away like wild horses over the hills (Los días huyen como caballos salvajes por las colinas), que contribuye a aumentar su fama en el mundillo subterráneo y que al pasar del tiempo, ha sido valorada por muchos como su mejor creación en versos. Con un estilo ya muy depurado en 1970 aparece su primera novela, Post Office (Cartero), que relata el período de casi tres lustros vividos por el escritor como trabajador de correos, de inicio en la condición de cartero los tres primeros años y medio, y, los once restantes, como empleado. No tardó mucho tiempo para que los especialistas definieran la narración como «crónica cruel, cínica y despiadadamente autoirónica». Con el seudónimo de Henry Chinaski (personaje que también sería protagonista de otras cinco novelas), Bukowski narra sin piedad hacia nadie, ni tan siquiera hacia sí mismo, los acontecimientos vividos por él en dicha época, confundiendo de modo magistral realidad y ficción. Vuelven a verse aquí varias de las claves del estilo del escritor, es decir, esas dosis de humor y desolación que recorrieron toda su vida y obra.

1972 será en particular un año importante para Charles. Primero publica otra recopilación de sus poemas, titulada Mackingbird with me luck (El sinsonte me desea suerte) y a los pocos meses se presenta el libro que le proporcionaría el éxito con el gran público. Tratábase deErections, Ejaculations, Exhibitions and general tales of ordinary madness, editada en español por Anagrama en 1978 con el título de Erecciones, eyaculaciones, exhibiciones y La máquina de follar. Los 74 cuentos recogidos en esta obra permiten adentrar al lector en las venturas y/o desventuras de la existencia del poeta y narrador, «hazañas» comparables sólo a la locura

John Martin, que había abandonado su negocio de artículos de oficina para fundar una editorial nombrada Black Sparrow Press, le propone a Bukowski realizar una amplia antología de su obra y así, en 1974 nace Burning in water, drowing in flame: selected poems 1955-1973(Quemándose en el agua, ahogándose en llamas), que no fue bien acogida por la crítica establecida, pero que sí permitió corroborar que el escritor contaba con un público propio, fieles seguidores que iban a escucharle en sus lecturas de poesía y que cada día  se incrementaba con nuevos partidarios, los cuales buscaban en él al poeta maldito, al hombre permanentemente borracho que había que subir al podio o al escenario para que recitara.

El mito Charles Bukowski se incrementa con la edición de otros poemarios: Love is a dog from hell, 1974-1977 (El amor es un perro del infierno), 1977; War all the time: poems 1981-1984(Guerra sin cesar), 1984; y The roominghouse madrigals: early selected poems 1946-1966(selección de primeros poemas), 1988. En 1992, en Estados Unidos ve la luz un conjunto de versos suyos denominado La última noche de la tierra y al año siguiente publica un libro con una selección de su correspondencia literaria, cuyo título traducido al español era algo así como Gritos desde el balcón. Tan copiosa producción motivó que Ben Pleasant, destacado crítico literario norteamericano, escribiese en Los Angeles Times:

«Es posible que Bukowski sea el mayor poeta de su generación, pero los estudiosos, las feministas y los comentaristas de los principales diarios y revistas prefieren ignorarle. Mientras tanto se escribe acerca de él en Le Monde, el Times Literature Suplement, el Spiegel, el Sterny en muchos diarios de Europa.» (5)

“Necesito beber para escribir, escribir para beber”, expresó a la revista People, en una entrevista de 1988. Acababa de estrenarse Barfly (Borracho, en la versión española), filme autobiográfico del cual fuera guionista y que le devolvió a la cresta de la ola en el ocaso de su carrera. “He sido maltratado, vejado y encarcelado. He pasado por todo en mi vida y tengo detrás una larga lista de ex mujeres y ex trabajos.” Más allá de la verosimilitud de tales palabras (no se ha de soslayar que todo escritor, como cualquier artista, siempre tratará de inventarse una historia que, sea cierta o no, refuerce la imagen que le interesa proyectar en el mercado),  lo cierto es que la fama le llegó tarde y tuvo que dedicarse a diversos oficios para vivir, desde conducir un camión hasta lavar platos o despachar gasolina. Con el tiempo, se congratularía de la demora en alcanzar el triunfo literario, dado que ello le brindó la posibilidad de permanecer durante años “en la calle”, que es donde hallaba la fuente de inspiración para sus creaciones.

Con una vida fuera de serie y que resulta inimitable por sus excesos, sus aventuras, sus excentricidades, sus amoríos, sus éxitos, su fama y el mito universal que encarna, Bukowski ejemplariza con su conducta y sus obras la religión del neopaganismo, del superhombre, del ego y del placer. Personaje de gran vitalidad, el goce de los sentidos y la plenitud de la pasión como paraíso en la tierra hallan en él su sumo sacerdote. Desaparecido físicamente en la ciudad de Los Angeles, mucho me temo que su última grosería haya consistido en hacerle una mueca a la existencia terrenal y dejarse llevar por la muerte rumbo a su nueva y definitiva morada en el «planeta boca arriba».

Al morir en 1994, residía en un suburbio de Los Ángeles, junto a su tercera esposa, Linda Lee Beighle, y su hija Marina. En la permanente guerra interior que fue su existencia, los últimos años fueron cual un remanso de paz, gracias a Linda, quien hizo las veces de musa, amante y enfermera del narrador y poeta, que nunca pensó llegar a viejo. Un tipo como él, esclavo del alcohol y del sexo desde su adolescencia, se merecía quizás otra muerte: más violenta, más sucia, más memorable, más épica. Pero no. Murió religiosamente en la cama de un hospital de Los Ángeles, casi abuelo ya, afectado por una neumonía. Al fallecer, tenía 73 años y unos meses antes, le habían diagnosticado una leucemia. La muerte le llegaba con lentitud, fatal paradoja para un hombre que vivió siempre en el filo de la navaja, apurando hasta la última gota. Cronista de los excesos, paladín del realismo sucio, cuando uno habla de él, se acuerda hizofacto de los malditos: Allen Ginsberg y William Burroughs, por mencionar dos ejemplos. Leerlo es también, de alguna manera, como escuchar la ajada voz de un Tom Waits.

Charles Bukowski escribió más de treinta poemarios, que le han acreditado como un gran poeta de nuestra época; sin embargo, pocos de sus versos se han traducido al español. El fragmento siguiente corresponde al poema “Cuando muera el matorral nadaré en el río Green con el pelo en llamas”, recogido en la antología de poesía y cuentos Peleando a la contra(1995), y es un ejemplo de su primer estilo:

a las 6 en punto empiezan a llegar las mujeres

como el mar o como el periódico de la tarde y, como las hojas

del arbusto de ahí afuera, están un poco más tristes ahora;

bajo las persianas mientras los científicos deciden cómo

ir a Marte o

cómo salir de

aquí. Llega la tarde, es el momento de comer un pastel,

es el momento de la

música,

Whitman está allí, como un cangrejo, como una tortuga

congelada y yo me levanto y cruzo

la habitación.

El alcohol, el sexo, la soledad y los aspectos más absurdos y sórdidos de nuestra civilización ocupan un lugar de honor en la obra de Bukowski, que siempre evitó los ambientes literarios; prefería los bares y las habitaciones lúgubres. Como afirma el ya citado Carlos Fresneda:

“Charles Bukowski era tal vez uno de los pocos escritores norteamericanos contemporáneos que supo escapar a los trillados encasillamientos generacionales. Era, por encima de todo, él mismo, Charles Bukowski, el poeta de la desesperanza. Novelas como Post Office y Mujeres conservan, al cabo de veinte años, una frescura casi intacta. Sus más de mil poemas pudo haberlos escrito un día antes de su muerte…” (6)

En su totalidad la obra de Charles «Hank» Bukowski demuestra sus dotes de poeta duro, directo, escabroso, tenaz en su actitud de no realizar concesiones al clasicismo. Tejió un estilo propio intermitente y atropellado, tan rico en imágenes como pobre en ornamentaciones. Su poesía está sellada por un realismo descarnado y lírico a un tiempo, explícito, tierno en ocasiones y brutal en otras. Es un escritor que, por medio de un humor ácido y desencantado, narra los sucesos desprovisto de la mirada convencional, que rompe la musicalidad del verso y desconoce por completo la métrica, pero que resulta capaz de sensibilizarse con el borracho, la puta de barrio o el hombre más desgraciado. Pesimismo, autocondena y frustración, la violencia y el alcohol, siempre, como temas de fondo o dioses tutelares, inspirados en la misma línea de la soledad y de la muerte.

En verdad, aunque por momentos su discurso sea divertido y diríase que hasta satírico, la mayoría de las veces resulta dramático; es la suya una poética de la desesperación, poblada de múltiples pesadillas y de su horror ante todo. Con su singular escritura, nos propuso un mundo de desechos, mezclando de manera permanente la voz de esos desamparados de la fortuna con su propia experiencia personal. Bukowski se murió sin decir dónde quería ir, aunque lo más seguro es que no le hayan dejado entrar en el cielo. Como dice el título de una de sus obras, la vida es un perro venido del infierno.

Notas

(1) Fresneda, Carlos: « Charles Bukowski: Muere el poeta de los excesos”: El Mundo, Madrid, 11.3.1994.

(2) Cherkowski, Neeli: La vida de Charles Bukowski. Centro Bibliográfico y Cultural de la ONCE, Madrid, 1999, p. 15.

(3) Cherkowski, Neeli: Op. Cit., p. 73.

(4) Domene, Pedro M.: «Más de cien días sin echar un trago»: Literatura, año 15, no. 60, Madrid, verano 2000, p. 44.

(5) Pleasant, Ben: Citado por: Cherkowski, Neeli: Op. Cit. p. 132.

(6) Fresneda, Carlos: Ob. Cit..

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