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El renacer de la décima

El renacer de la décima

Viajera peninsular

cómo te has aplatanado,

qué sinsonte enamorado

te dio cita en el palmar.

Dejaste viña y pomar

soñando caña y café,

y tu alma española fue

canción de arado y guataca

cuando al vaivén de una hamaca

te diste al Cucalambé.

Lo anterior son unas célebres décimas escritas por El Indio Naborí, sin la menor discusión  uno de los más grandes decimistas que ha tenido Cuba. Como ha señalado el investigador y poeta Virgilio López Lemus: «Décima es una estrofa de diez versos preferentemente octosilábicos, cuyas variantes de mayor difusión han sido la copla real en los siglos XV y XVI y la espinela a partir del XVII. (…) Es el único molde hispánico de origen «culto», que encontró gran aceptación en las poesías escrita y oral.»

Según numerosos estudiosos, como el aludido López lemus, la décima resulta un puente cultural entre naciones que se expresan en español y portugués, por lo que puede valorársele como una manifestación identitaria, uno de los rasgos comunes que encontramos en la lírica hispano-lusitana.

Desde sus orígenes, la décima, que dicho sea de paso, es el único molde hispánico de origen «culto» que tuvo aceptación por igual en las poesías escrita y oral, ha asumido disímiles variantes en su estructura. A partir de 1591, cuando Vicente Martínez Espinel dio a conocer sus «Redondillas» en el libro titulado Diversas rimas y gracias a la popularidad registrada por la fórmula propuesta por este autor, se le comenzó a denominar espinela. Vale acotar que entre las múltiples formas decimísticas, solo hay dos que poseen nombre propio: la espinela y la copla real, por lo que no hay que confundir el término décima con espinela .

En buena medida a partir de la obra de noveles escritores, una estructura como la décima ha experimentado en Cuba lo que puede catalogarse como un auténtico renacer. Muchos jóvenes poetas le han aportado a esta estrofa de diez versos un nuevo aliento en los últimos treinta años. Ello es parte de la movida que se ha dado en nuestro contexto por las nuevas generaciones de artistas e intelectuales, en cuanto al rescate de valores pertenecientes a la tradición de la cultura nacional, pero asumidos desde una renovadora visión ideoestética.

Un libro como El mundo tiene la razón (Editorial Sanlope, 1996), de los holguineros Ronel González y José Luis Serrano, que ganase en 1995 el Premio Cucalambé, sin la menor discusión el concurso más importante de la décima escrita en nuestro país, corrobora ese espíritu innovador al que me refiero. Gracias a las convocatorias del certamen antes aludido, han visto la luz otros decimarios de gran valía, como Sueños sobre la piedra (Editorial Sanlope, 1998), del santiaguero Alberto Garrido, y del que sobresale el texto denominado «Días de la quimera».

Entre los importantes decimarios publicados a partir del Premio Cucalambé habría que mencionar Perros ladrándole a Dios (Editorial Sanlope, 1999), del tunero Carlos Esquivel Guerra; Con esta leve oscilación del péndulo (Editorial Sanlope, 2000) y Examen de fe (Editorial Sanlope, 2002), de los holguineros Yunior Felipe Figueroa y José Luis Serrano, respectivamente, o por poner un último ejemplo, Otra vez la nave de los locos (Editorial Sanlope, 2003), original de la capitalina María de las Nieves Morales.

Mas no ha de hablarse únicamente del concurso Cucalambé como motor impulsor de la décima en Cuba en el pasado reciente. Un análisis del asunto, por somero que sea, no puede soslayar la existencia en el territorio nacional de otros eventos literarios que han coadyuvado al florecimiento de la espinela. Entre tales certámenes, cabe resaltar en el decenio de los noventa la Bienal de la Décima, un premio otorgado al fomento de esta forma poética y en el que fueron laureados los libros Otro nombre de mar(Editorial Capiro, 1993), de Jorge Luis Mederos, y Alucinaciones en el jardín de Ana(Editorial Capiro, 1995), escrito por Alpidio Alonso Grau. Un concurso muy destacado es el que lleva por nombre Fundación de Santa Clara, que entre otros libros ha premiado Aneurisma (Editorial Capiro, 1999), del ya citado José Luis Serrano; Soldado desconocido (Editorial Capiro, 2001), del villaclareño Yamil Díaz Gómez, y El libro del cruel fervor (Editorial Capiro, 1997), del camagüeyano Jesús David Curbelo.

Así las cosas, otras voces han ido surgiendo y ya sorprenden a la crítica y a los lectores por la madurez que registran, a pesar de poseer –en su inmensa mayoría— una corta edad. Son los casos de Omar Raúl Díaz Ávila, Ana Rosa Díaz Naranjo, Diusmel Machado, Rafael de Jesús Valdivia, José Antonio Guerra, Libán H. Izquierdo y el un tanto menos joven Arístides Valdés Guillermo.

De singular valía en el proceso de renovación vivido por la décima en nuestro país en las dos últimas anteriores décadas es el rol desempeñado por muchachas decimistas. Junto a las ya mencionadas María de las Nieves Morales y Ana Rosa Díaz Naranjo, habría que aludir también entre otros nombres a los de María Liliana Celorrio, Elizabeth Álvarez, Odalis Leyva, Alexa Beiro y Nuvia Estévez, hacedoras de un discurso de clara orientación feminista, pues ocurre que a estas alturas del siglo XXI hay tantas razones para enarbolar tales banderas, como reclamar que hombres y mujeres seamos iguales en dignidad y derechos, pedir por el fin de la violencia del sistema machista y que desprecia a los seres diferentes, o luchar porque verdaderamente algún día se haga realidad el ideal republicano de libertad, igualdad, fraternidad, un sueño todavía pendiente.

A tenor con lo anterior, los versos de estas autoras nos invitan a identificarnos con esa mitad de la humanidad, ex moradora de la antigua ciudad de Delfos y donde estaba el templo de Afroditas. Y es que, pensando en una frase de Víctor Hugo en la que expresaba: «la utopía de hoy es la realidad de mañana», podemos captar el supramensaje de los textos de las jóvenes hacedoras de las que no pocos especialistas consideran como inquietantes décimas.

Un ejemplo representativo de lo antes descrito y que ha gozado de mucha popularidad entre amantes de la décima con aproximación a las corrientes feministas es «Yo soy la peor», original de la muy galardonada Nuvia Estévez:

la única

Pola Negri su boquilla

humeando contra la astilla

del Hades (…)

Soy Pola Negri

Mastican

este verde que destilo

Soy la araña Soy el hilo

Son ellos quienes claudican.

Un criterio valorativo de la producción en conjunto de noveles decimistas lo ofrece el investigador y también cultor de la décima Carlos Esquivel Guerra, que en el excelente artículo «Décima y cine: lenguaje de confluencias. Acoplamientos», afirma:

«La búsqueda de nuevas formas comunicativas ha permitido a la última generación decimística del país un ajuste contemporáneo en su visión perceptora respecto al arte y a su compromiso dialéctico. La absorción de moldes o referencias del teatro (‘’imitando’’ los esbozos internos de los personajes, adquiriendo un estilo en la libertad de imponer acotaciones, cortes o giros a un diálogo en específico o en la trama en general), de la música clásica y popular (como citas a Vivaldi, Lennon, The Beatles, Benny Moré…) en las artes plásticas (sobre la base pictórica del verso como unidad de un paisaje, como intuición metafórica en el acercamiento a la luz, al contraste entre el color y la línea, también como glosas o dibujos verbales de las obras de Milo, Goya, Bernini, Picasso…) enriquecen la inclusión de la espinela en el lenguaje estilístico actual.»

De tal suerte, lo importante es saber que entre los actuales decimistas cubanos, en los que abundan representantes de las nuevas generaciones, hay una enorme variedad de temas y de diversidad en los enfoques, con lo cual la que un día fue llamada estrofa nacional se revitaliza, para bien de sus cultores y admiradores.

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