Poesía de Reynaldo García Blanco
Reynaldo García Blanco (Venegas, Sancti Spíritus, 1962) es uno de los principales protagonistas de la poesía cubana contemporánea. En el presente escribe para la radio y coordina el taller literario Aula de Poesía. Ha publicado, entre otros libros de poemas: Casa del fabulador, Larguísimo Elogio y Abaixar las velas. En 2017 ganó el Premio Casa de las Américas con el título Esto es un disco de vinilo donde hay canciones rusas para escuchar en inglés y viceversa. Para Miradas Desde Adentro es un privilegio publicar algunos poemas de este sobresaliente autor.
Lenin y Lennon
Vivimos bajo el signo de Lenin
Afirmaba Gerard Walter.
Vivimos bajo el signo de John Lennon
Decía mi padre.
A las puertas del Dakota
Han dejado un ramo de mirto
Y un guardia parecido al sargento Pimienta
Barre con desgano los residuos despojos del día
Y se va con su salario mínimo
A un cine de barrio
Donde ponen películas de los años sesenta.
Cuando la Gestapo quemó la biblioteca de Lou Andreas Salomé
Dicen que no salía humo.
Que las palabras se precipitaban al cielo
Como pájaros libertos y azules.
Cuando la Gestapo en el pueblote Gottingen
Quemó la biblioteca de Lou Andreas Salomé.
Un hombre
Llegado de las sombras
Y llamado Rainer María Rilke
Dibujaba a contraluz un lirio.
Un lirio de aire
Para Lou Andreas Salomé.
EJERCICIOS PARA NO PERDER LA PACIENCIA
Me gustaría hacer algunos ejercicios para ver mejor la realidad. Digamos abrir la ventana y quedarme extasiado con el basural del frente. Bajar cuatro pisos en pos de un pan y que el vecino se interese por mi salud. Dejar que el teléfono suene unas cinco veces y que al contestar una voz medio dormida indague por Moisés. Me gustaría hacer algunos ejercicios para no tener que escribir de la realidad. Digamos ir por aceite al mercado y descubrir que han cerrado los estanquillos de periódicos. Soportar al comprador de oro con su voz de ferretero sin trabajo. Me gustaría hacer algunos ejercicios para no perder la paciencia. Digamos abrir la ventana y quedarme extasiado con el basural del frente.
LECTURANCIAS
Lee esto de Paul Eluard, me dice… ella se sumerge en mi sombra/como una piedra en el cielo. Y voy al traspatio donde la piedra porosa permanece en su pedestal. Aún quedan restos del maíz de la pasada cosecha. Estas piedras circulares se compraban a los moros. Ellos mismos las fabricaban, cortaban, adulteraban el brillo. En la noche insular –ya los jardines eran visibles – se ponían a dar vueltas y vueltas. El trompo de la harina cansaba como caminar en un cuarto cerrado y estrecho. Yo era la sombra pero también era la piedra. No tenía idea de qué era el cielo. Lee esto me dice y como un ciervo me sumerjo en ella. Poco a poco me convierto en piedra. Poco a poco me convierto en cielo.
TRISTES COMO UN SÁBADO HEBREO
Y sobre la mesa la flor crepé restallaba. A veces, confundida con el humo se tornaba interesante. Nos habituamos al arte de desaprender a tenor de los acontecimientos. Eran esos lunes, tristes como un sábado hebreo en que no teníamos nada serio qué hacer. El tiempo fluía y nos creímos budistas en el Caribe. De cuando en cuando los vecinos del frente venían por sal o fósforos. Y nosotros ahí, como guardianes de una rosa mitad origami mitad artesanía de ocasión. Es la decadencia quise decir pero mi voz fue acallada por el vocerío de las victorias que una vez fueron grandiosas y ahora suenan pírricas.
SEGUNDO DESASTRE
No suena el invierno
no veremos pasar muchachas con bufandas
pájaros grises volando al sur
Hoy se van a volar los techos
se van a partir en dos las bicicletas
te van a asaltar los toros de la memoria
Hoy no vas a poder con tanta podredumbre
con tanta algarabía
Hoy te vas a reventar o te pones a escribir que no suena el invierno, que no veremos pasar muchachas con bufandas, que no veremos pájaros grises volando al sur. A la casa que te has inventado se le volarán los techos y has preferido desandar la ciudad por el temor a que los toros de la memoria o el auto de tu vecino te aplasten para siempre.
Hoy no vas a poder con tanta podredumbre. Ya son muchos los que no pueden con tanta algarabía, con tantas vidrieras relucientes, con tantos carlitos sin trabajo, con tantas economías que suben una escalera que solo Dios sabe si lleva al cielo.
Hoy te vas a reventar o te pones a escribir, a inventarte un invierno, una sonata, un ábrego, un poema en el que bajas una calle, al cuello una bufanda y te pones a decir adiós a unos pájaros que vuelan al sur, pues el invierno se llevó el techo de tu casa y los toros de la memoria pastan en el jardín y no es posible soportar tanta algarabía.