Poemas del libro Los perros de Amundsen
Una de las cosas que más he hecho durante los meses de confinamiento en casa por el coronavirus ha sido leer. No puedo decir la cantidad de libros que he consumido entre los que he leído en formato digital con la ayuda del software que empleo como lector de pantalla, mi querido Jaws, y los que me ha leído mi novia, en unas sesiones de intercambios de criterios muy enriquecedoras para ambos. Sí tengo claro que uno de los títulos que más me ha impactado en este período es el titulado Los perros de Amundsen, poemario del holguinero José Luis Serrano publicado por la Editorial Letras Cubanas y que en el 2018 recibiera el premio Nicolás Guillén.
El puñado de sonetos aquí recogidos y galardonados por un jurado que estuvo integrado por Edel Morales, Rogelio Riverón y Yanelis Encinosa debería ser materia de estudio para todo el que se interese por los actuales derroteros de la poesía cubana. Ahora bien, solo una advertencia: nadie se piense que es una lectura fácil, ¡todo lo contrario! Quien desee adentrarse por lo que José Luis Serrano ha escrito en Los perros de Amundsen, debe hacerlo a sabiendas de que tendrá que disponer de un buen diccionario a mano, porque de no ser así, se perdería buena parte de lo que el autor nos propone.
Selección de poemas del libro Los perros de Amundsen
Por lo pronto y como pequeña muestra, en Miradas Desde Adentro publicamos una breve selección de un libro que en materia de poesía, nadie lo dude, es de los más importantes editados en nuestro país en los últimos años.
¿Depuraciones en la ludoteca?
¿Quiénes son los estúpidos que temen
a los frágiles músicos de Bremen?
Los masoquistas pagan su hipoteca.
Yo intercambio las cláusulas. Yo digo
una cosa por otra. En algún lado
estarán los botones, el cableado
de la perversa máquina. Al abrigo
de conjeturas tópicas confrontas
la realidad, las disyuntivas tontas
que nos conducen a engordar un cerdo.
Hay una dimensión en que la práxis
entra en conflicto con la profilaxis.
Hay una lógica del desacuerdo.
Hay sin lugar a dudas un desfase
entre la máquina que nos vigila
y la estructura sorda que asimila
la crudeza del dato. En el trasvase
los parámetros mutan. Toda magia
es un chantaje. Todo pase mágico
consiste en imponer un orden trágico.
Una fatalidad que se presagia.
Imperceptibles superestructuras.
Disfruta el cerdo sus enjuagaduras.
Detrás del esplendor está la inopia.
Mientras hay progreso habrá declive.
Es importante que el dolor se archive.
Todo lo que es verdad se fotocopia.
Bailan los muñecones tenebrosos.
La mano izquierda lava a la derecha.
Entre la multitud Pilato acecha.
Las utopías llegan con endoso.
Bestias que rumian en los pastizales.
Una felicidad inconsistente.
En el placer hay un dolor latente.
Olvidamos los ritos primordiales.
Los que van a acoplarse en el granero
no calcularon el cucarachero,
ni la humedad, ni el polvo. Habitaciones
donde solo se escucha el pizzicato
de la desilusión. Meprobamato
Diazepam. Tropicales depresiones.
Aquí terminan los desciframientos.
Entre los superhombres y la plabe
Hay un muñeco de impoluta nieve.
Combinatorias. Encadenamientos.
Un cúmulo de formas discursivas.
Una interpretación que desvincula
la causa del efecto y manipula
al objeto desde otras perspectivas
Montaje sin fisuras. Entre el acto
y la conciencia hay mecanismos, tracto,
carne deshidratada, tortas ácimas,
lipotimias, axiomas, arbolitos
de navidad, alcohol, pescados fritos,
insurrectos colgados de las guásimas.
Como por arte de birlibirloque
el receptor contagia al emisario.
Reducidos de placer involuntario
en el instante del electrochoque.
Levantan los apóstoles sus carpas.
Hemos comprobado todos los boletos
y seguimos ausentes e incompletos.
¿Dónde están los salterios y las arpas?
¿De qué sustancia somos el envase?
¿Escrutar a un objeto que no hace
más que fingir obedecer las leyes
mecanicistas por así complace
a los peritos? ¿Similar enlace
vincula a los bufones y los reyes?
Una felicidad que decepciona.
Que nadie se aproxime a la mezquita.
Aquí lo que hace falta es dinamita.
Aquí nos sobra la testosterona.
Trasplantes. Diálisis. Urocultivos.
¿Enfrentar de una vez al que más mea?
¿Darle estricnina al perro de pelea?
Hipotensores. Anticonceptivos.
Anatemas disueltos por la bula
Fornicación. Concupiscencia. Gula.
Adulterio. Pereza. Clic derecho.
Un par de bofetones y una multa.
El policía bueno nos indulta.
Salimos bien. Salimos por el techo.
Cuerpos que tienden a variar de estado
Es un error llamarles disolutos.
Para contravenir los estatutos
hay cierto personal autorizado.
Hay prendas de vestir fosforescentes.
Hay humo, hay frío, albaricoques, fresas.
Hay lagunas mentales. Hay tres mesas
ocupadas por tres adolescentes
con máscaras doradas. Pobrecitos.
Qué precarios, qué audibles, qué bonitos,
dentro de sus costosos envoltorios.
El huracán de la belleza amaina.
Hernán Cortés su espada desenvaina.
Convalecencias. Posoperatorios.
Nos inventamos acontecimientos.
La democracia encuentra a sus vasallos.
Dos cosas igualitas son los gallos
y las mujeres. Desmantelamientos.
Estaban dando la telenovela.
Es un revólver lo que necesitas.
Nos van a liquidar con sus tacitas
y sus biscochos de obediente muela.
Con más presión esperan que te ablandes.
Hay demasiados clítoris y glandes
en las pantallas. Válvulas pilóricas.
Contribuciones que no van al fisco.
Chivos expiatorios en el risco.
Retóricas. Retóricas. Retóricas.
El carnaval te aplica sus charangas
La oveja negra y el patico feo
pagan de sus bolsillos el paseo.
Prósperos vendedores de fritangas
capturan a la reina. Mojigangas
del carnaval. Feroz chisporroteo.
Las congas, las sirenas, el goteo
de los sueros, las incisivas tangas.
Se acercan los behiques con sus brevas
apestosas. ¿Abrirnos a las nuevas
causalidades? Sarta de guiñapos
que empinan sus canecas en cuclillas.
Han llegado los tristes cabecillas.
los malolientes y rabiosos capos.
La historia asoma su colmillo trunco
Las interpretaciones nos marean.
Tragedias que lo cómico bordean.
Rebaños infectados de carbunco.
Amordazada la ciudad se ahoga.
Esquizofrenias. Embrutecimientos.
Borrachos con disímiles talentos.
Convoyes que tantean el Ladoga.
Después que la utopía se desnutra
tendremos que elegir: el Kama Sutra,
el tornillo de banco o las chinampas.
Descalificación archisabida.
La culpabilidad es tu comida.
El plato de lentejas que te zampas.
¿Es una broma de los fabricantes?
¿Cuál es el truco? ¿Dónde está el piloto?
¿Al simulacro quién le pone coto?
¿Quién detiene al hatajo de farsantes?
Empiezan a bailar los primerizos.
Objetos ilusorios. Formas puras.
Distribuciones. Tráficos. Texturas.
Cámaras lentas. Nudos corredizos.
Nos quedan los museos, la impotencia
de los museos, la supervivencia
ficticia del zoológico. ¿Hasta cuándo
será el reinado de los energúmenos?
¿Una conspiración de catecúmenos?
¿Una prosperidad de contrabando?
¿Dónde estaban los toros de Pamplona?
¿Quiénes hicieron el primer envite?
¿Algún chivato dijo el escondite?
¿Un agujero negro nos succiona?
Pajas mentales. Cápsulas de ideas.
Un montón de utopías confinadas
en pomos de cristal y etiquetadas.
Un sistema de válvulas y apneas.
¿Caminar por lo oscuro como necios
o disfrutar la luz que a los efesios
recomendara Pablo? Consanguínea
precariedad que pone en entredicho
los despojos plantados en el nicho.
Entre el cuerpo y el alma hay una línea.
Cadáveres envueltos en sus mantas.
La conmiseración y sus enmiendas.
Al infierno se va por siete sendas
y las bifurcaciones no son tantas.
Desbordamientos. Cláusulas. Tembleques.
Formas de articular el amasijo.
Acepta el antropólogo cobijo
en los narcotizados bajareques.
¿Estamos en Ceilán? El agiotista
puede determinar a simple vista
la solvencia del prójimo. Un compendio
de alocuciones disimula el fiasco.
Pájaros que regresan al peñasco.
Objetos sustraídos del incendio.
Inoperantes focos de insurgencia
Los pobres ovacionan al famoso.
Ventrílocuos del títere rabioso.
Islas tocadas por la incandescencia.
No vamos a lograr con la docencia
lo que no pudo el sueño riguroso
de los patriarcas. El facineroso
sabe delimitar nuestra incumbencia.
Antes de comenzar te desmoronas.
Los cuerpos de caballos y personas
carbonizados. Un buche de sake
que nos haga volver. Unas granadas
que desmantelen nuestras barricadas.
Algo que nos obligue al contrataque.
Reflexiones debajo del enebro.
El triste beneficio de la duda.
Las ocho etapas que propone Buda.
Las circunvoluciones del cerebro.
El homo faber ama sus tarecos
tecnológicos. Nadie nos educa
en la contemplación. Dios se acurruca
en nuestro búnker, cámara de ecos
o campana de Gauss. ¿Incursiones
de las lesbianas y los maricones
en el dominio del dolor? Arcillas
que no comprendo, dices, que no culpo.
Los viscosos tentáculos del pulpo.
La perfección que muere de rodillas.
¿Alguien comprende las necesidades
de los vencidos? Frágil estamento.
¿Alguien sabe tocar el instrumento
dentro de cuyas posibilidades
y límites se expresa el repertorio
de los vencidos? Marcas de familia.
Estratos que conforman la vigilia,
las diferentes capas del velorio.
Que nadie se levante del pupitre
sin un par de utopías. El salitre
es un verdugo silencioso. Trepa
el buen salvaje al árbol, idolatra,
sufre… Lo mismo en Cuba que en Sumatra.
¿Alguien de estos capítulos discrepa?