Para una aproximación al William Roblejo’s Trío
Por Joaquín Borges-Triana
Siempre habrá que lamentar el hecho de que, por un complejo entramado
de razones subjetivas y objetivas, la industria musical no ha logrado
desarrollarse en Cuba a tono con las capacidades que el país posee.
Porque a decir verdad, uno no deja de sorprenderse ante el nivel de
los instrumentistas que se gradúan en nuestros conservatorios.
Incluso, en expresiones sonoras en las que de manera aparente no
contamos con una gran tradición, cuando se formula un recuento no
faltan motivos para el regocijo.
Lo anterior puede afirmarse en lo concerniente a lo alcanzado entre
nosotros con respecto a la ejecución del violín en el jazz. Si bien es
cierto que al comparar lo sucedido en tal sentido con otros
instrumentos como el piano, el saxofón o la batería, el violín queda
en desventaja, ello no implica que en décadas recientes no hayamos
contado con excelentes violinistas en las manifestaciones afines al
campo de la improvisación.
En una incompleta relación de nombres, a la cabeza me vienen figuras
como Joaquín Betancourt, Santiago Jiménez, Rubén Chaviano, Omar
Puente, Jorge Orozco Alemán, los integrantes del recordado quinteto
Diapasón, Ricardo González Lewis, los hermanos Dagoberto y Lázaro
Dagoberto González, Irving Frontela, Ramsés Puentes y Asley Brito. Es
en esa tradición en la que se incluye el quehacer de William Roblejo,
violinista graduado del conservatorio Amadeo Roldán y del Instituto
Superior de Arte (ISA) quien, gracias a su formación e información,
tiene la capacidad de abordar con idéntica soltura tanto la música
académica como la popular.
Yo conocí el trabajo de William allá por 2001 o 2002, cuando él era
miembro del interesantísimo cuarteto Traza. Después de aquella
experiencia, a Roblejo se le ha visto desempeñarse junto a cantautores
como Raúl Torres o David Torrens, en agrupaciones tan diferentes como
Interactivo y el Cuarteto de Cuerdas Amadeo Roldán, o al frente de lo
que él ha denominado William Roblejo’s Trío, proyecto con el que
resultase laureado en la edición del festival Jojazz de 2010.
Con esta última agrupación graba lo que constituye su ópera prima, el
álbum titulado Dreaming, uno de los discos que más ha captado mi
atención entre la producción fonográfica nacional de los últimos años.
Lo primero que resalta al escuchar Dreaming es que no se trata de un
álbum más de latin jazz o jazz afrocubano. Creo que una de las cosas a
las que hoy los estudiosos del género entre nosotros tienen que
prestarle atención es al cambio estilístico que de un tiempo a acá
viene dándose en una creciente zona de nuestros jazzistas y que ya se
percibe en no pocos fonogramas de los hechos por nuestros
compatriotas, tanto en la Isla como allende los mares.
Así, en este disco de William Roblejo uno siente que de algún modo, a
veces notable, en ocasiones apenas perceptible, están las más
vivificantes influencias de disímiles estilos dentro del jazz y que
van del Dixieland al swing y al bop, pasando claro está por el jazz
rock del inmenso Miles Davis.
La sonoridad predominante en el fonograma me retrotrae a los trabajos
realizados por Stephane Grapelli y Bucky Pizzarelli, en los que la
combinación entre violín y guitarra tenía el rol protagónico.
Igualmente, en el fraseo y los intensos solos de violín que hay en el
material, aprecio el eco de personajes del violín jazzístico
contemporáneo como Michal Urbaniak o Jean-Luc Ponty.
Temas como «Tuyo y mío», «2011», «Beatiful love», «Andando así»,
«Continuum», «Para Claudia», «Mecánica diferente» o la versión
realizada acerca de ese clásico que es «Pasos perdidos» destacan no
solo por la excelencia del trabajo de William Roblejo sino también por
el desempeño del bajista Julio César González y el guitarrista Roberto
Luis Gómez, y que hacen de este CD una brillante ópera prima, de esas
a las que vale la pena volver una y otra vez.