El Dany: «En un punto todos nos volveremos a reencontrar»

El Dany: «En un punto todos nos volveremos a reencontrar»

Desde que nací he vivido en San Leopoldo, Centro Habana. Todo el mundo sabe que en esta zona la mayoría de las edificaciones se encuentran en mal estado constructivo y que no pocas sobreviven dentro de la categoría de “estática milagrosa”, manera eufemística que tienen los arquitectos para decir que están a punto de derrumbarse. No es noticia, por tanto, que en áreas como la mía, Cayo Hueso, los Sitios…, predominen solares donde en una habitación con barbacoa conviven a veces hasta más de diez personas. 

Pese a tal realidad y a que las calles están destruidas y sin esperanza alguna de reparación por largo tiempo, quienes me conocen saben que me niego a mudarme de este sitio habanero, el lugar del mundo entre los muchos que he visitado en el que más me he sentido feliz. No sabría explicar las razones para ello, porque de aplicarle la lógica, el sentido común me impulsaría a marcharme a la carrera del barrio. Pero no lo hago y me parece que a estas alturas de mi vida ya no lo haré.

Haber vivido siempre en San Leopoldo, rodeado de gente marginal y con las que tengo la más sincera amistad pese a que sus intereses en muchos casos no coincidan con los míos, creo que me ha ayudado a que yo sea más tolerante y hasta mejor ser humano. Estoy convencido que de haber residido en un barrio de “élite”  como Miramar, por ejemplo, mi cosmovisión del mundo sería diferente.

En buena medida gracias a lo anterior y a que soy del criterio de que no se puede obviar el hecho de que cada tipo de música cumple una función social específica, jamás he formulado un mínimo pronunciamiento en contra de géneros como el reguetón o el trap y siempre he defendido el derecho que poseen sus cultores y consumidores de apostar por ambas manifestaciones. Incontables son las discusiones que en tal sentido he sostenido con algunas de mis mejores amistades del mundo intelectual y que discrepan radicalmente conmigo.

Se comprenderá, pues, que he estado en contra de las políticas de censura que en Cuba se han ejercido y se ejercen contra representantes de esas expresiones, cosa que no hago por defender una libertad abstracta o romántica, sino porque pienso que hay que estar a tono con la realidad circundante, la cual (gústenos o no) se produce  por razones que se obvian o no se quieren admitir. 

Aunque me ponga un poco denso, permítanme comentar que los discursos artísticos encuentran una fundamentación en la propia teoría marxista. Según Marx, la cultura, o cualquier otro fenómeno de la vida espiritual, tiene sus más hondas raíces en la vida social y material. Esto quería decir que para explicar cualquier fenómeno había que entenderlo no de una manera abstracta y aislada, sino dentro de un contexto social, político y económico. 

Por tanto, era necesario comprender la sociedad que le había dado vida a esa determinada inquietud de orden espiritual. Marx se percata de que cada época tiene su propia forma de interpretar la realidad, ya no sólo individual sino también colectivamente, y nos advierte de que los hombres se parecen más a su época que a sus padres. La comprensión de todo esto resulta fundamental si se aspira a entender el porqué en Cuba, desde hace 20 años,  se produce un fenómeno como el del reguetón y el trap, algo que ignoran los detractores de ambos géneros.

Fue desde semejante perspectiva que, cuando por las ventanas de mi vieja casa, empezó a llegarme la música de Yomil y El Dany, puesta a todo volumen en los bajos de mi vivienda o en los numerosos cuartos del solar de al lado, no me eran ajenas las frases empleadas en temas del dúo como “Te paso a buscar”, “Como te descargo”, “No me parece”, “Tengo”, “Rikaperry”, “Chona”, “Qué daño fue quererte”, “El bombazo” y “Síguete Moviendo”.

Sinceramente me parece que para entender la Cuba de la segunda década del siglo XXI, por demás harto compleja, hay que comprender el lenguaje, antilenguaje y los símbolos que figuras como Yomil y El Dany (entre otros tantos exponentes de la música urbana) manejan en su discurso. Es esa una asignatura pendiente tanto para los políticos como para la mayoría de los intelectuales cubanos, estos últimos caracterizados consciente o subconscientemente  por un elitismo mojigato.

Cuando hace unos pocos años atrás Amaury Pérez Vidal invitó a Yomil y El Dany a participar en un tema en un disco suyo, recuerdo la discusión que entonces se formó dada la denuncia del cantautor  de que las autoridades de la esfera musical le exigían no incluir al dueto en la pieza, algo a lo que Amaury se negó de plano.

Pensaba en todo lo anterior a raíz de lo sucedido a propósito de la muerte en la mañana del sábado 18 de El Dany o El Sensei, como también se le conocía, por ser ese el nombre de su propia línea de ropa. Es para reflexionar el modo en que la gente de Centro Habana reaccionó ante el suceso, con todas esas personas que de forma espontánea y sin que nadie los convocase, marcharon por Cayo Hueso en homenaje a Daniel Muñoz Borrego, otrora estudiante de medicina y que al morir solo tenía 31 años.

En mi cuadra desde todas las casas se la pasaron el sábado y el domingo sonando música de yomil y El Dany. La vigilia llevada a cabo en la esquina de San José y San Francisco, de la cual existe sobrado testimonio en las redes sociales, me hizo preguntarme quiénes son en verdad los ídolos y modelos de los chamas que viven en los solares de Cayo Hueso, Los Sitios o mi barrio de San Leopoldo.

Muchos admiradores de El Dany que no pudieron concentrarse en San José y San Francisco a las nueve de la noche del pasado sábado, reprodujeron en altavoces desde sus casas el tema “Amanece”, perteneciente al disco denominado MUG (Merecemos Un Grammy), en señal de tributo al desaparecido reguetonero. Resulta significativo que dicho corte no es solo idolatrado por los seguidores del traptón sino que instrumentistas de sólida formación académica también le descargan. Por eso no sorprende que tras enterarse de la noticia de la muerte de El Dany, los violinistas Zamir Muñoz Hernández y Rafael Lay Jr. Hayan subido a las redes una versión instrumental de “Amanece”.

Sucede que el pasado circunstancial de El Dany o El Sensei en el barrio de Cayo Hueso es el presente de la juventud que vive en esa zona habanera u otras como San Leopoldo, y de ahí que esos chamas sueñen con alcanzar el estatus social registrado por el recién fallecido. Poco o nada importa que la música urbana no sea producida por las disqueras oficiales cubanas ni promocionada por la televisión o la radio de Cuba. Eso ya no hace falta pues de ello se encargan las TICs, la aplicación de copia inalámbrica denominada Zapya y el canal de memorias y alternativo a la programación de las dependencias del ICRT  conocido como el Paquete Semanal.

Tengo que confesar que me ha sorprendido el hecho de que la prensa oficial cubana, desde el Granma hasta el Noticiero Nacional de la Televisión, se haya hecho portavoz de la noticia y que incluso, hubiese un pronunciamiento presidencial  en Twitter. Imaginé al principio que sólo en los medios para los jóvenes se daría la noticia, así como en  los no oficiales, donde por supuesto habría —como ya la ha habido— cualquier tipo de especulación (a la hora de vender, como se titulaba una vieja telenovela brasileña, vale todo). 

Empero, admito que me he quedado boquiabierto con el hecho de que la noticia haya sido portada de los segmentos culturales de los principales medios públicos cubanos. ¡Bravo por tal suceso! Y es más: como que hace años trabajo como periodista, sé que tal destaque informativo se corresponde con el contexto y lo que en él acontece a partir de la profusa circulación en Cuba de comentarios del suceso como los aparecidos en el ciberespacio de figuras Como Alex Otaola.

Ahora bien, esto contrasta con la realidad de que el fallecimiento de cubanos (tanto en Cuba como en la diáspora) con un quehacer destacado no recibe un abordaje parecido ni por asomo. Pongo una muestra en tal sentido. El pasado domingo 12 de abril murió en La Habana, víctima del coronavirus, el editor y mecenas cubano Víctor Batista Falla, alguien que ha trascendido por su gran obra en pro de nuestra cultura, sin embargo, ningún medio de prensa oficial informó de la noticia.

El nivel informativo que se le ha otorgado en Cuba a la triste muerte de El Dany debería ser la norma para todo tipo de sucesos lamentables como este. Un amigo, (periodista como yo)  con el que hablo del tema me dice:

“Era de esperar que un buen número de personas, especialmente de centro habana, se movilizaran por la muerte del muchacho ídolo «musical». Igual que los funcionarios sacaran sus notas de lamento. Raro que la hubieran sacado por el fallecimiento de un trovador como el yolo Bonilla. El populismo oportunista es una lacra nacional”.

Yo no estoy del todo convencido de lo que dice mi amigo o a lo mejor es que no quiero llegar a semejante conclusión y prefiero concluir el presente texto con el último mensaje que El Dany, El Sensei o Daniel Muñoz Borrego escribió en sus historias de Instagram: 

«Dejar algo guardado significa que siempre estarás aun cuando te marches… En un punto todos nos volveremos a reencontrar y caminaremos por un mismo sendero”.

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