María Irene Fornés Collado: ¡Honor a quien honor merece!
Un despacho informativo de la revista Vogue fue quien dio la noticia. La dramaturga, directora escénica, poeta y pedagoga cubana María Irene Fornés Collado murió en Nueva York el martes 30 de octubre de 2018. Para la famosa publicación, esta habanera, hija menor de la pareja conformada por Carlos Luís Fornés y Carmen Hismenia Collado, es una de las voces latinas más influyentes del siglo XX.
Fallecida a la edad de 88 años a causa del Alzheimer, ella resultó una figura de culto dentro de la escena del Off-Off Broadway neoyorkino de la década de 1960 y en Estados Unidos ganó ocho veces el Premio Obie (equivalente al Tony para la escena del Off-Off Broadway), que le entregó además un galardón a toda su carrera en 1982.
Procedente de una familia con un importante legado en la cultura cubana (su hermano Rafael Fornés Collado fue un encumbrado caricaturista, su sobrino Rafael es uno de los más sobresalientes teóricos de nuestra arquitectura y su también sobrino Carlos es uno de los principales promotores y estudiosos del rock en Cuba), María Irene quedó como finalista en el Premio Pulitzer en 1990 y recibió, además, el reconocimiento del New York State Governor’s Arts, mientras que el Festival Internacional de Teatro Hispano de Miami le concedió el premio Toda una vida dedicada a las Artes Escénicas en una de sus ediciones.
Si bien jamás renunció a la escena alternativa, obras suyas escritas en inglés como La conducta de la vida, La exitosa vida de 3, Fefu y sus amigas y Fango son consideradas entre las más importantes de la dramaturgia estadounidense de todos los tiempos. En sus más de 40 obras trató temas como el deseo femenino y la desigualdad económica.
Nacida en La Habana el 14 de mayo de 1930, a la edad de 15 años viajó con su familia a los Estados Unidos, donde estudió pintura con el artista alemán Hans Hofmann, figura pionera del expresionismo abstracto. En esa etapa fue condiscípula y amiga de artistas de la plástica como Lee Krasner y Ray Eames. Tras marchar a París por un tiempo, según ella misma narrase, el impacto que le produjo asistir a una puesta en escena de Esperando a Godot, de Samuel Beckett, la inspiró para emprender su propia obra como dramaturga. Así, para dedicarse al teatro, su primera decisión fue retornar a New York.
De regreso a la Gran Manzana, inicialmente tuvo que trabajar como diseñadora de ropas de marca pues, como era lógico, no podía vivir del teatro. Fue por entonces que encontró el amor en la persona de la gran escritora Susan Sontag (1933-2004), algo más joven que nuestra compatriota. Puede asegurarse que esa relación de pareja, que duró varios años, resultó muy beneficiosa para ambas y las ayudó a crecer como intelectuales.
Entre las primeras obras teatrales de María Irene Fornés Collado que se dieron a conocer en el circuito neoyorkino, estuvieron La viuda (concebida a partir de cartas de su abuela paterna), Tango Palace, The Successful Life of 3; el musical, en colaboración con el compositor Al Carmines, Promenade; The Office, The Annunciation, A Vietnamese Wedding y Dr. Kheal. Después vendría otro musical, Molly’s Dream, con la colaboración de Cosmos Savage como orquestador de la pieza; Eyes on the Harem; Cap-a-Pie, con música de Raúl Bernardo; Mud, In Service, The Danube, A Visit, No time, Art. Pero su gran éxito de público y crítica no le llegaría hasta 1977, cuando dio a conocer Fefu and Her Friends, un trabajo experimental que demanda la utilización de varios escenarios simultáneos y la participación activa de los asistentes a la puesta sobre las tablas.
La última creación dramatúrgica de quien fuese becaria de las fundaciones Cintas, Yale, Rockefeller, American for Arts y Guggenhein, fue Letters from Cuba, estrenada en el año 2000, momento en que su quehacer artístico se ve interrumpido por causa del Alzheimer que desde esa fecha padeció hasta el instante de su fallecimiento.
En cuanto al estilo de María Irene Fornés Collado como teatrista, cabe afirmar que en ella prevalece la estructura narrativa no convencional y un acercamiento surrealista a los asuntos de lo cotidiano. Igualmente, la crítica especializada en Estados Unidos la considera como iniciadora de lo que se conoce como “teatro inmersivo”; variante en la que María Irene incursionó mucho antes de que dicho término registrase notoriedad a través de figuras tan destacadas como Tony Kushner, Paula Vogel y el también cubano Nilo Cruz.
En un recuento sobre la intensa carrera artística de la Fornés Collado, no se puede soslayar que ella colaboró con personalidades como Roberto Sierra, Tito Puente (Lovers and Keepers), Fernando Rivas, León Ordenz (Sarita, todo un éxito de taquilla y de crítica en New York), John Fitzgibbon o John Vauman, entre otros; y que fue la encargada de traducir al inglés y llevar a los escenarios de New York obras como Bodas de Sangre del poeta granadino Federico García Lorca, La Vida es un Sueño de Pedro Calderón de la Barca, Aire Frío de nuestro compatriota Virgilio Piñera (uno de sus autores favoritos) y Ahogados y El Tío Vanya, del cuentista y dramaturgo ruso Anton Chejov.
Los últimos galardones otorgados a quien sin la menor discusión es una gloria de la cultura cubana, más allá de que apenas se le conozca entre nosotros, fueron el Robert Chesley Award y el PEN/Laura Pels International Foundation for Theater Award for Master American Dramatist, concedidos en 2001 y 2002. No por gusto, el afamado crítico Hilton Als, uno de los más reputados articulistas de The New Yorker, describió a María Irene Fornés Collado como una autora teatral que no tuvo nunca competidores reales mientras estuvo activa, una voz inherentemente feminista y muy instructiva, pero sin el sentimiento de autoimportancia que daña a tantos buenos escritores. Modesta, prolífica, una especie de femme fatale que supo inspirar el ardor de una joven intelectual nombrada Susan Sontag, pero que jamás se sintió superior o mejor que otros.
Aunque, entre nosotros, únicamente el grupo Argos Teatro, dirigido por Carlos Celdrán, ha montado en su repertorio una obra de María Irene —en este caso su célebre pieza Fango, representativa de la etapa de plena madurez de la dramaturga—, por acá quienes nos interesamos en general por las artes y las letras deberíamos estar al tanto de que la Fornés Collado fue la guía docente y fuente de inspiración de personajes como Tony Kushner, Lanford Wilson, Sam Shepard, Paula Vogel, Holly Hughes, Scott Cummings, Edward Albee, Nilo Cruz, Cherrie Moraga, Caridad Svich, Migdalia Cruz, Elisa Bocanegra, Anne García Romero, Bernardo Solano, Jorge Ignacio Cortiñes, Leo García, Ana María Simo, Lorraine Llamas, Ela Troyano, Eduardo Machado y muchísimos más teatristas de fama internacional.
La harto difícil década final de su existencia a causa del Alzheimer es resumida a manera de crónica en The Rest I Make Up, el largometraje documental realizado por Michelle Memran. La historia de esta mujer, que tuvo que laborar como operaria en la factoría de zapatos finos Capezio pero supo luchar hasta realizar sus más caros anhelos artísticos y convertirse en una figura de culto en el complejo universo teatral contemporáneo norteamericano, es un ejemplo digno de imitar para todos aquellos que en la isla se adentran en el siempre complicado mundo de las tablas.
Como conclusión de este sencillo tributo, solo quiero añadir unas palabras del afamado teatrista Lanford Wilson, quien al referirse a María Irene Fornés Collado, expresó una idea que perfectamente pudiera servir como síntesis del valor de esta compatriota para la dramaturgia de nuestro tiempo: “Ella es la más original de todos nosotros”.