Poemas de Ian Rodríguez Pérez
Aunque la biografía oficial asegura que Ian Rodríguez Pérez (1973) es natural de Las Tunas, en realidad eso es una afirmación relativa. Creo que lo justo sería decir que él es de Cuba, porque se la ha pasado cambiando de sitios en la geografía nacional.
Hubo un tiempo que lo encontramos viviendo en Isla de la Juventud, creo que fue por entonces que lo conocí. De repente, cuando menos uno se lo imaginaba, el hombre ya estaba afincado en Cienfuegos. Pero en fin, lo anterior poco o nada importa. Lo en verdad trascendente es que estamos hablando de un Poeta que ha sido Premio en el concurso Waldo Medina por dos ocasiones , primero en 1994 y luego en 1996.
A ello hay que añadir que también ha sido galardonado con el Premio Abdala en 1995. Aunque parece que fue ayer, han pasado 23 años desde que allá por 1997 me encantó leer su cuaderno de poemas Velas en torno al corazón demente, publicado por Reina del Mar Editores y las EdicionesÁncoras.
Para Miradas Desde Adentro es un placer reproducir algunos poemas de este cubano andarín por distintas localidades del territorio nacional.
INTRO
Hay una sombra que en soledad alimenta
el ave desterrada
con olores de horizontes
—oníricos discursos—
cómo ocultar que hay un nombre
revelado en mis manos
cómo evitar el país desnudo
fuera del espejo
quién llega a mis bordes
quién descubre la cita
sobre el viento del tiempo
quién consigue alejar los desvelos
del pájaro que emigra
no intenten confundir
nostalgias con inquietudes
decir por dónde cabe apenas
un salmo cansado:
de nada sirve
huir del viento en estos días
al final
todo intento de espera
será auténtico naufragio.
YO VI CAER GORRIONES EN UN PARQUE DE NUEVA GERONA
Los vi posarse en las ramas menos austeras.
Como si no supieran del vacío sus alas
confundieron el sueño con la vigilia.
Confundidos, los gorriones de Paco Mir
cambiaron el viaje por la permanencia.
Yo no pude evitarlo.
Quise decirles que él seguramente reposaba en
una de esas salas donde escribió Las hojas clínicas, pero
se negaron a volar hasta la vida, no quisieron saber de
la esperanza, del azul y sus degradaciones.
La lluvia apenas me ayudó a mostrarles el mar.
Al menos el mar pudo haber sido una suerte de
asombro, pero los gorriones saben de la distancia. Ellos
sabían cuán ajenas a la Isla son las aguas que hoy
enturbian mis manos.
Los vi cejar ante el imposible.
Los vi devorar con lentitud cada migaja de la duda.
Los vi burlarse del otoño con un gesto invernal
que aún no descifro. Confieso que he ido perdiendo
mis facultades de vidente: era el mes de abril y los
gorriones danzaban en mis ojeras previniendo su muerte
como preguntas que no provienen de la realidad, como
respuestas decididas a permanecer.
Yo asistí a ese terrible espectáculo de caer y no pude
esgrimir un verso que jodiera a la muerte, tan sólo
una línea donde no hablar de la inocencia.
25 DE JUNIO, 1994: LE DIABLE AU CORP
Llegar en la madrugada y que alguien te pregunte:
«¿Y ese olor a mar, a sueños, a futuro…?» No hay
lágrimas, pero intentas evocar la presencia de tu padre,
agudos de la flauta, y que sea la madre de uno, tu
Isla, la que grite: «¿Cómo no te llevará el Diablo con
esa música?»
Nadie sabe que de regreso a casa cruzaste los límites
de la sombra. Encontraste un gato: lo acaricias, y el
felino clava las uñas cerca de tu ojo izquierdo: hiere al
cisne que llevas en el pecho, aterra al lobo que huye
inesperadamente del azogue.
¿Quién podría imaginar que invocas el instante de la
despedida, que tu canto no es más que el elogio para
los veleros en busca de otro rincón del sueño donde
anclar el verde?
«¡Que te lleve el Diablo con esa música!»
Y es la furia del cisne lo que te incita. Y cedes lugar al
lobo que te posee, recordando que tienes una luna y
un bosque, un lago y un cielo donde imponer tu ley
del ala y el colmillo, ley de la ausencia: claustro, éxodo
interior.
¿Cómo no reconocer tu estirpe, esa suerte de ser uno
doblemente Isla en soledad?
Xiv
a Gastón Baquero
Estos no son pre-textos para arrodillarme
uno amanece si dice su verdad
con el corazón helado al fuego
—mentí
pero siempre dije mi verdad
me situé con el náufrago en mí
y los vientos alisios en los ojos
moldeando sombras huidizas
ausentes del tiempo
la realidad y la espera
ah la espera
he aquí un motivo para despedirse.
UNA MUJER DEFINE SU ESTATURA DE BOLSILLO
Una mujer llamada Soledad,
como una puta cualquiera en el malecón,
piensa en los turistas que beben coca cola
de espaldas al mar. Nada les importa el azul,
y Soledad esquiva el dolor de ver:
unos niños se amarran los cordones y corren
—indiferentes—
tras la vieja pelota que un día no tendrán.
Una mujer define su estatura de bolsillo.
Se encoge hasta la ausencia
como una moneda ya deteriorada que va de mano en mano.
Anhela aparecer en un cartel así de espaldas
—uno de esos
carteles que a todo color anuncian la existencia,
y donde la incertidumbre se burla de ellaputa
en el malecón regalándose al mar
como un viaje posible,
como un nombre conocido. Al mar,
esa inmensidad de horizonte sin veleros
que le arranquen inquietudes.
Xi
falsos
falsos han sido los juegos del exorcista
falsamente temimos al horizonte
al instante de la despedida
—acaso NO sabíamos qué sucedía
con el sabor del mar
—acaso NO colgamos un amuleto a la ciudad
—acaso NO somos hijos de la sombra
—acaso NO confiamos en el ojo verde
falsamente gritamos