Alain-Fournier: Con solo un poético relato pasó a la inmortalidad

Alain-Fournier: Con solo un poético relato pasó a la inmortalidad

Por Alicia Centelles

Saltaba al frente de sus soldados por encima de una trinchera cuando lo vieron por última vez, el 22 de septiembre de 1914. Pero ya Alain-Fournier, seudónimo del escritor francés Henri-Alban Fournier (La Chapelle d’Anguillon, 1886 – en la batalla del Marne, 1914) se había ganado un puesto más que merecido en la historia de la literatura universal.

Su novela El Gran Meaulnes, la única que pudo escribir en sus 27 breves años de vida, con su mezcla de misticismo y espiritualidad rompió por completo con el realismo y el naturalismo de sus contemporáneos.

Según refieren los cronistas de la época y el propio escritor en su epistolario, la inspiración para su obra fue su encuentro con la bella Yvonne de Quiévrecourt, a quien conoció en 1905, cuando Fournier tenía 18 años. En la tradición de la más auténtica novela romántica la siguió hasta su casa y volvió repetidamente, hasta que nueve días después ella le sonrió desde una ventana. Al día siguiente él la siguió a la iglesia, y al concluir la misa ella le dijo su nombre y le pidió que no se acercara más, pues estaba comprometida.

Exactamente un año más tarde él volvió a la calle donde la había visto por primera vez, pero Yvonne ya no estaba allí. Como le escribió Fournier a su amigo (y más tarde cuñado), Jacques Rivière: «Ella no vino. Incluso si lo hubiera hecho, no habría sido la misma muchacha”.

Al año siguiente, Fournier volvió a suspender los exámenes para ingresar en la Escuela de Literatura; para colmo, también supo que Ivonne se había casado.
Ocho años después de aquel primer e inolvidable encuentro, volvieron a reunirse gracias a la hermana de Yvonne. Ya ella era madre de dos niños, y el joven se convenció de que su amor era imposible. Se separaron para no verse jamás.

Fournier tuvo relaciones con otras mujeres; una de ellas, Jeanne Bruneau, una costurera, le sirvió de modelo para el personaje de Valentine, de su única novela. Incluso, contrajo matrimonio con la hermana de su amigo. Pero el recuerdo de Yvonne lo acompañó siempre. Atormentado por su memoria, escribió poemas y ensayos que fueron publicados bajo el título de Los milagros.

Meses antes de desaparecer en combate, en 1914 (eran los días de la Primera Guerra Mundial),  Fournier había comenzado a escribir otra novela, titulada Colombe Blanchet, que quedó inconclusa porque tuvo que incorporarse al ejército en el mes de agosto. Murió en septiembre, en vísperas de su cumpleaños 28.

Su cadáver permaneció sin identificar hasta 1991, cuando fue enterrado en el cementerio de Saint Remy la Colonne.

 

Un poético relato sobre la adolescencia.-
El tema de El Gran Meaulnes es el difícil y apasionado ingreso de la adolescencia en los primeros rigores de la madurez, todo ello en un mundo de ensueño recreado poéticamente gracias a un maravilloso poder de evocación.

En la gris existencia de provincias, sus personajes se enfrentan a solas con sus sueños de evasión y aventura. Son figuras inolvidables el joven Meaulnes, con su perseverante sentido común; Franz, de un idealismo demasiado apasionado, y el hijo del maestro, que narra los acontecimientos de esta fascinante novela publicada en Cuba hace ya algunos años.

Sin temor a equivocarse se puede afirmar que el adolescente cuyas aspiraciones y sueños describe el autor, es su propio álter ego. Una foto de Fournier adolescente lo muestra tal como se aprecia en su correspondencia con su amigo Rivière: un joven generoso y anhelante, con una existencia enriquecidHenri-Alban Fourniera y dramatizada por las incertidumbres coetáneas, la avidez y la tristeza con que había entrado en la vida, la resignación a las cosas y el temor a la exclusión de una parte del mundo al encerrarse en una fórmula de serenidad de tipo intelectual.

El Gran Meaulnes se editó por primera vez entre los meses de julio y octubre de 1913 en la Nouvelle Revue Française, y luego se presentó en forma de libro. Aunque no recibió el prestigioso premio Goncourt, para el que estaba nominada (le fue concedido ese año a Gente de mar, de Marc Elder), esta pequeña obra maestra, cuyas descripciones están envueltas en una brumosa melancolía, pronto se convirtió en un clásico tanto en Francia como en el extranjero.

Constituye un delicioso relato sobre la adolescencia y su espíritu de aventura, basado en los propios recuerdos de Alain-Fournier, y es un texto de obligada referencia cuando se habla de narraciones sobre el despertar al amor, los celos, los míticos mundos interiores  y la rebelión contra la monotonía de la vida.

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