Con Frank en su onomástico

Con Frank en su onomástico

Hoy 19 de octubre, mi amigo Frank Delgado está de cumpleaños. No sé con exactitud cuándo lo conocí. Quizá fue en algún Festival de la FEU entre 1981 y 1982, en los que él intervenía en representación de la CUJAE mientras que yo lo hacía a nombre de la Universidad de La Habana. Tal vez fue en uno de los tantos conciertos llevados a cabo en el anfiteatro del parque Almendares a fines del decenio de los 70 o a inicios de los 80. O quizá me lo presentó el querido Bladimir Zamora Céspedes al término de un espectáculo de trova y poesía bajo el nombre de “Ejercicios del corazón”, del que Blado  era algo así como la columna vertebral y donde Frank era uno de los participantes, junto con el también trovadorAlejandro Zayas Bazán y la poeta matancera Jacqueline Fong, por aquellos lejanos días estudiante de la carrera de Derecho en la colina universitaria.

Lo cierto es que, aunque me considero alguien con excelente memoria, claro que no al punto de la de nuestro hermano Humberto Manduley, precisar ese dato me resulta imposible. Lo que sí puedo asegurar es que pronto llegaré a los 40 años que a cada rato me sorprendo tarareando una de las muchísimas canciones de este ingeniero, que un día renunció a ejercer la profesión que había estudiado, para dedicarse en cuerpo y alma al quehacer trovadoresco.

Al pensar en el hecho de que Frank Delgado estuvo montones de años entregándonos canciones, muchas de las cuales son imprescindibles para acercarse a lo ocurrido en Cuba en un pasado reciente, me parece imposible aceptar que sea cierto que en un cuarto de siglo de destacadísimo trabajo como trovador, él no pudiese grabar ni tan siquiera un disco con los sellos cubanos (si se exceptúa un casete de la colección “A guitarra limpia”, llevado a cabo por el Centro Pablo), dado que las instituciones manejaron con resquemores el carácter problémico de la propuesta del creador, por lo cual le respondían que no a los proyectos presentados en diferentes etapas.

Una probable explicación a que entre nosotros sucedan cosas así tiene que ver con que el modelo cultural de nuestro país, a pesar de que en su formulación se ha distinguido por ser explícito, no siempre ha resuelto las vías ejecutivas más eficientes para su realización porque, como dijera Carlos Rafael Rodríguez en su magistral intervención durante el IV Congreso de la UNEAC en 1988: (…) lo que nos han faltado no son las definiciones y las líneas de políticas (…). De lo que hemos carecido es de la capacidad para ponerlas en práctica.

Recuerdo que cuando yo trabajaba en Radio Metropolitana como conductor y guionista en un programa especializado sobre música que heredé de Humberto Manduley, en repetidas ocasiones discutí con el entonces director de la radio provincial de La Habana porque aquel funcionario prohibía que en la red de emisoras bajo su mando se pusieran canciones de Frank. Yo le argumentaba que en ese propio tiempo en mi desaparecida columna “Los que soñamos por la oreja”, en Juventud Rebelde, yo escribía comentarios y reseñas acerca de los discos y conciertos realizados por el mismo trovador que él censuraba en sus predios. Por supuesto que el “pobre hombre” (de cuyo nombre ahora ni puedo acordarme) y yo nunca nos entendimos.

Cuando en distintas universidades he impartido cursos sobre historia de la música popular cubana a partir de 1959 hasta nuestros días, en la clase que aborda el tema acerca de cómo las realidades impuestas por la tecnología han generado que entre nosotros los músicos no tengan que esperar porque alguien venga a propiciarles la grabación de un disco, así como su posterior distribución y comercialización, siempre digo que en semejante modo de hacer Frank Delgado ha devenido desde mediados de los 90 ícono que funciona a manera de modelo para quienes optan por este estilo de trabajo, hoy tan popular y común en el país.

El enfoque aportado por las zonas de alta tecnología en cuanto al principio descentralizado de hágaselo-usted-mismo respecto a la producción (proveniente de la frase en inglés do-it-yourself del movimiento punk), en convergencia con las características propias de la “ética hacker” y del “cortar y pegar” (cut ‘n paste), derivado  de los movimientos artísticos previos que utilizaron el bricolaje y el collage como formas de composición, de cuyas prácticas dejó constancia el inglés Dick Hebdige en su libro Subculture: The meaning of style, ha introducido una nueva dinámica en el panorama cultural cubano, gracias a la cual alguien como Frank Delgado, durante los 25 años en los que fue rechazado por las discográficas cubanas, pudo autoproducirse al menos siete álbumes y un DVD.

En ese tiempo, pese a la no presencia oficial de grabaciones de Frank en el mercado fonográfico nacional y a ser pobremente o nada promovido por los medios cubanos de comunicación, él se las ingenió para que su música circulase de mano en mano entre su numerosa legión de seguidores en Cuba. Hoy la situación ha cambiado para Frank en relación con las instituciones musicales del país y ya no es un apestado como antes, por lo que sus discos se publican a través de empresas oficiales como Bis Music.

Pero volviendo al onomástico de Frank, me parece que fue ayer el momento en que yo era un estudiante de periodismo y me aprendía de memoria canciones suyas como “Cima”, “Son de la suerte”, ”El duende y la lavandera”, “Dos habaneras”, “Son de la muerte”, “Juanita me da jaqueca”, “Miami, luces y sombras”, “Soñar despiertos”, “Orden del día” o “Senderos”, todas composiciones típicas de la filosofía popular. Sin embargo han transcurrido montones de años desde entonces y este 19 de octubre de 2020, mi buen amigo “arriba a un aniversario tan redondo que lo pueden jubilar y atenderlo en un hospital por una especialidad diferente”, como él mismo escribe en su perfil de Facebook.

Dado que Frank me lleva apenas 24 meses, en un abrir y cerrar de ojos lo acompañaré en ese cada vez más nutrido grupo cubano de la tercera edad y aunque ya casi somos dos viejos cagalitrosos, ambos podemos gritar a los cuatro vientos lo que él asegura en el tema “Hipibano”:

“Yo soy un hipibano,
una canción clandestina,
un corazón en la mano,
viviendo en la comuna
de las mentes desnudas
que no tienen salario.

Yo soy un hipibano
que quería mostrar
que era posible, mi hermano,
parar guerras con flores
y expandir con el humo
el alma del ser humano.”

Foto tomada de: https://www.facebook.com/Frank-Delgado-Fans-141833409204765/

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