En el ochenta cumpleaños de José Kozer
Profesor de literatura hispana durante tres décadas en Nueva York y luego en Vermont, José Kozer es uno de los grandes poetas cubanos de las últimas décadas, aunque en Cuba se conozca poco su obra. En el presente 2020, él cumple ochenta años de vida y en Miradas Desde Adentro queremos festejar dicho aniversario con la publicación de un par de poemas de quien, nadie lo dude, resulta uno de los autores vivos de obligatoria consulta en el actual panorama de nuestra literatura.
Retrato de anciano a plena luz del día
Ahora resulta que. Siempre tiene que haber
algo. Pega un puñetazo
en la mesa. Se retracta
en su interior, de
inmediato: eso va
contra la sana intención,
su nuevo fundamento,
de alcanzar la quietud.
Tranquilidad, no de
tranca. Cabeza baja
y aplaca. Erguida en
distensión la espalda.
Postura, postura, todo
es cuestión de postura.
Disciplina. Un buen
zurriagazo del Maestro
no le hace daño a nadie.
No le vendría de vez
en cuando mal. Y
coger camino sin
dar un paso.
Su monasterio, llevadero, es un cuarto de un
piso alto, zona subtropical,
ni terremotos ni volcanes,
sólo ciclones, y ésos
de la breva al higo: su
práctica diaria consiste
en no ver gente, no hacer
compromisos sociales
(sexuales) alimentar el
cuerpo con harinas sin
gluten (tapioca y alforfón,
ideales: los considera
claves, quizás la clave
de la longevidad): fruta
bomba, verdura de la
era (WholeFoods) no
escuchar las noticias
del día, cero revistas,
y menos cero periódicos:
leer a Stanley Elkin.
Ducharse lo considera práctica y ejercicio de
concentración al enjabonar
las zonas erógenas, tres
veces por semana: otra
base más de la vida
monástica. Se remite
a la vía negativa en
cuanto hace, sanas
son sus prohibiciones,
y luego de ajustar sus
costumbres, medidas
de cordura y moderación
a favor de la prolongación
paradiso terrestre del
cuerpo, se queda con
cuatro o cinco asuntos
aque atenerse: comer
frugal (fundamental)
lecturas edificantes,
a diario ver una
película bobera que
lo haga llorar, no
pensar, y estudiar
a la manera cubana
temas de filosofía
basados en preguntas
canónicas del tipo por
dónde le entra el agua
al coco, o sensu strictu
si el cangrejo camina
lateral o hacia atrás.
Para una biografía literaria
Las tardes se le iban en un abrir y cerrar de ojos,
las noches gravitaban
minuto a minuto en sus
pupilas: cerraba los
ojos que permanecían
abiertos minuto a
minuto, la noche
bogaba en sus
pupilas, imágenes
entrecortadas
aparecían para
desaparecer en
la superficie de los
ojos. Tal vez prender
la lámpara sobre la
mesa de luz, leer un
rato el libro de historia
dedicado a la época
manchú, tal vez poner
al día las cuentas de la
semana, oír un rato los
cuartetos últimos de
Beethoven, hacer la
lista de la compra o
concentrarse en uno
que otro de sus
diversos ejercicios
mentales y corporales
destinados a conservar
no hay de otra la salud
mediante la ataraxia.
Ya son años, por lo menos un lustro en que
no cambia su situación.
Nada sirve de nada, los
somníferos lo espabilan,
a veces sin embargo,
pero no, bien pensado,
a qué hablar. No dormir.
Se echa a reír, sólo de
pensar que dormiría
unas cuantas kalpas,
par de eones, de doce
a quince nuncas y un
par más de jamás (de
los jamases). En
absorta vigilia, ciencia
oscura de hipermétrope
que ausculta y ve que
no (se) ve nada. Orina.
Hace por relajar los
hombros, manos, en
la postura yacente ora
se pone de costado,
decúbito supino, prono,
corre a formar fila con
un montón de monjes
budistas que regresan
con sus cuencos
abarrotados de limosna
(arroz hervido) se pone
en fila, eran hormigas,
motas que en sus
pupilas de pronto
alzan el vuelo, unas
son cuervos, otras
grajas, todas en
última instancia la
inmensa redondez
de su insomnio.
Duerme. Algo se duerme por un rato. Se cree
despierto pero duerme,
no muy a fondo ni
mucho tiempo pero
al abrir los ojos se
siente refrescado, y
no está muerto.
Durmió boca abajo
en el regazo de la
madre, entre los
esqueléticos pechos
del padre, sumido
en la mansedumbre
teológica del abuelo
y entre unos bichos
candela que surgen,
o son jejenes o
cocuyos, de la
peluca que la
abuela ha descuidado
(demostración que ha
muerto).
Se va. Está despierto. Se lavó la cara, comió
dos huevos duros con
pan de cebada, y se
plantó ante el espejo
de medio cuerpo a
ver qué: se puso la
muñequera, mañana
se pondrá la tobillera,
alternará día tras día
ajorcas, coderas,
rodilleras, ríe: no le
sucede nada, está
entero de salud, por
Dios no le crean nada,
duerme como un lirón,
no hay cosa que haga
que no haga para
satisfacción del espejo
del botiquín o la luna
del tocador: y para
consentir su imaginación
que de la noche extrae
lo que durante el día
convierte a medias en
invención, a medias
en biografía.