Categoría: Reseña

Horacio “El Negro” Hernández: La maravilla de la Italluba Big Band

Horacio “El Negro” Hernández: La maravilla de la Italluba Big Band

Quienes entre nosotros vivieron la década de los ochenta de la anterior centuria, recordarán a Horacio “El Negro” Hernández como integrante del grupo Proyecto, encabezado por ese otro monstruo musical que es Gonzalo Rubalcaba.

No es secreto para los seguidores de la música popular cubana que Horacio “El Negro” Hernández resulta en la actualidad uno de nuestros instrumentistas que goza de mayor prestigio en la escena internacional, gracias al dominio que posee de la batería. Su desempeño durante las últimas cuatro décadas ha hecho que su nombre trascienda los circuitos del jazz y que se le llame para participar en proyectos de otra orientación genérica o estilística.

Quienes entre nosotros vivieron la rica década de los ochenta de la anterior centuria, recordarán a Horacio “El Negro” Hernández como integrante del grupo Proyecto, encabezado por ese otro monstruo musical que es Gonzalo Rubalcaba, agrupación de la que Horacio formó parte por más de diez años. En esa etapa, “El Negro” junto con Roberto Vizcaíno, conformaron una de las mancuernas de percusión de mayor calado en la historia del jazz hecho por nuestros compatriotas.

Creo que uno de los rasgos más interesantes en el quehacer reciente de Horacio “El Negro” Hernández viene dado por el hecho de que no se ha limitado a figurar como sesionero de incontables grabaciones o miembro de diferentes formaciones, siempre con músicos de talla internacional, sino que también ha apostado a defender una idea creativa de corte mucho más personal, a lo cual le ha dado camino a través de su cuarteto Italuba, grupo con el que ya tiene varios discos registrados.

Si bien esos trabajos fonográficos anteriores han sido harto interesantes, en mi opinión el punto de plena madurez se alcanza ahora con la salida al mercado del material titulado Italluba Big Band. No me parece que exagero ni un ápice al afirmar que este es uno de los mejores productos editados por nuestra industria del disco en lo que va del siglo XXI, pues los diez cortes recogidos aquí poseen la virtud de transmitir contemporaneidad y a la vez ser continuidad del legado de grandes maestros del jazz facturado por nuestros compatriotas en otros tiempos. Así, cuando uno escucha de conjunto todas las piezas de la grabación, siente que la buena vibra de maestros como el gran Chico O’farrill se encuentra aquí presente. Vale recordar que “El Negro” fue integrante de la orquesta de este ilustre personaje del jazz latino.

La perspectiva de rendir tributo no solo a cubanos sino a distintas glorias del latin jazz se percibe desde los dos primeros cortes de la grabación, o sea, “Last minute” y “Puerto Rico”, un homenaje a Jerry González, alma del Fort Apache Band,  y Steve Berrios. En el caso de este último tema, es de destacar la participación de los vocalistas Haila, Robertón y Mandy Cantero, quienes como invitados del corte le proporcionan la típica sabrosura de la música bailable caribeña.

Momentos que merecen particular mención en el DVD son “90 millas”, con destaque para el guitarrista eléctrico Héctor Quintana y el saxofonista César López; “Pati metal”, de nuevo con un sobresaliente solo a cargo de Héctor Quintana”,; “Divertimento”, donde las palmas se las lleva el trombonista Eduardo Sandoval;  “Deseo”, tema en el que el protagonismo como invitado lo asume Carlos Miyares, o “Tropical Madrid”, donde el camagüeyano César López vuelve a hacer de las suyas.

Empero, al margen del sobresaliente trabajo de Horacio y sus distintos invitados, en mi parecer el gran mérito de este material está en lo aportado por la Big Band dirigida por Joaquín Betancourt, una orquesta armada con muchachos procedentes en su inmensa mayoría de los participantes en ese importantísimo concurso que es el Jojazz. Sucede que por los costos de producción, hoy no está de moda grabar con una macrobanda y por ello, es difícil encontrarse Cds o DVDs con la intervención de dicho otrora popular formato. A semejante peculiaridad, hay que añadir que los arreglos concebidos para este material de Horacio “El Negro” Hernández demandan de altísima profesionalidad interpretativa por cada uno de los instrumentistas, cosa que los noveles músicos que aquí intervienen consiguen con absoluta y sorprendente facilidad. He ahí una de las muchas pruebas que atestiguan el excelente estado en que se encuentra en la actualidad la práctica del jazz entre nuestros compatriotas, tanto en Cuba como en la diáspora.

Así, al arribar al último corte, el titulado “Free Latin”, solo queda ofrecer gracias por la existencia de la música y porque todavía, en medio de las enormes dificultades que vivimos en Cuba, haya espacio y voluntad para acometer proyectos como el denominadoHORACIO “EL NEGRO” HERNÁNDEZ: Italluba Big Band, un trabajo que estoy convencido resistirá la prueba del paso del tiempo. Digo yo.

Reguetón y pasión. ¡La clave y la llave!

Reguetón y pasión. ¡La clave y la llave!

Por Asel María Aguilar

No me fue difícil encontrar la casa donde radica Advanced Studio, cruzando la Calzada de Diez de Octubre, en la Habana. Hasta allí me llevó mi nuevo proyecto literario sobre música urbana. De la casa salía una música alta, poderosa. Ruslan me recibió con una risa y con un beso. Estaban en medio de una grabación, un chico cantaba dentro de una cabina y aquello sonaba al reguetón del bueno, del que uno no puede escaparse y el cuerpo, discreto o no, se tiene que mover.

Desde siempre me ha gustado el reguetón. Recuerdo a Elvis Manuel y una tuba que se partía en unos cuantos pedazos, a Candyman y a aquel estribillo de una chica llamada Yunai con ciertas aptitudes internacionalistas.  Confieso que en aquel entonces me avergonzaba de mi preferencia; en mi entorno marcado por la poesía y la ciencia, el reguetón parecía no tener sitio. Pero sí que lo tenía. Alternado con trova, con salsa y hasta con música clásica, se hizo parte de mi mundo. Me reí de sus ocurrencias y alguna vez me escandalicé de sus procacidades. Pero en sus dosis exactas, el reguetón me vuelve más ligera y pedestre, me relaja y me limpia las preocupaciones. Vaya, que me hace el mismo efecto del té verde.  Me acerca al cuerpo y eso también se agradece. El alma necesita elevarse en los celajes y también, a veces, necesita hundirse en la tierra y que la saquen con una retroexcavadora.

Ya hace unas cuantas semanas del encuentro y a cada rato me vienen a la mente Ruslan y Master Vega,  esos dos jóvenes sencillos, de barrio, que  siempre soñaron con hacer música  y ahora que, con trabajo duro, lo han  hecho  realidad, también ayudan a  realizar el sueño de otros.

Creo que lo que me marcó del encuentro es la pasión de ellos a la hora de hablar sobre la música urbana. Para mí la pasión es el motor de todas las artes, de la ciencia, de todas las creaciones. La pasión es lo que convierte a los sueños en una materia tangible.  Y a Ruslan y Master Vega le sobran las ganas de hacer música y de gozar mientras lo hacen, en el poco tiempo que pasé con ellos me llenó su energía contagiosa y una luz que viene de la juventud, del talento o de la certeza de que lo que hacen, lo hacen bien y con alegría.

 Me encantó la manera de Ruslan de contarme anécdotas graciosas,  me habló  de la necesaria   unión de los músicos del género y del apoyo a los chicos que comienzan y que, como ellos, hacen de la música su idioma y su bandera; cada cual, con su lenguaje, su mensaje y sus vivencias. Master Vega supo, desde siempre, que lo que él quería era hacer música y todos los caminos lo llevaron hasta la creación.

No se pueden acallar las voces de barrio que no saben de academias, pero que sí saben del sonar de la calle, de la gracia de los contenes y las esquinas, del lenguaje simple, picante, a veces soez que  ha sido, desde siempre, parte de la vida. Hay pasión en Advanced Studio y a la buena vibra  y a la  voluntad, ¡no hay sueño que se les resista!

Nuevo libro de Ena Columbié

Nuevo libro de Ena Columbié

Sin la menor discusión, la guantanamera Ena Columbié es una de las escritoras cubanas más activas en las últimas décadas. Licenciada en Filología, ella ha conseguido con su quehacer numerosos premios en crítica literaria y artística, cuento y poesía.

Entre otros títulos, Ena ha publicado los libros Dos cuentosEl exégetaRipios y epigramasLas horasSolitarIslaLucesLa luz que conduce a los poetas y Sepia.  Lo interesante del caso de esta guantanamera es que ella no se ha limitado a la escritura en su condición de narradora, poeta y ensayista, sino que también se ha proyectado como fotógrafa y pintora, con exposiciones en varios países.

Radicada actualmente en Estados Unidos, su más reciente obra es la novela Confesiones de un idiota, presentada el sábado 17 de noviembre de 2018 en el Wolfson Campus del Miami Dade College, como parte del programa de la Feria del Libro de Miami. A propósito de esta narración, de temática inusual en el panorama de la literatura cubana, Miradas Desde Adentro reproduce una reseña escrita por nuestra compatriota María Cristina Fernández y aparecida en El Nuevo herald.

Ena Columbié entre la crudeza y la ternura de las ‘Confesiones de un idiota’

por María Cristina Fernández

El libro más reciente de la escritora cubana Ena Columbié, Confesiones de un idiota, publicado por la editorial Silueta, es una novela que nos acerca a un mundo inusual. En algún lugar de California, una mujer cuyo nombre se desconocerá y quien será nombrada solamente como Ella, responde a un anuncio de trabajo para asistir con el cuidado de cinco jóvenes “especiales”; hombres que nunca crecerán, niños eternos, idiotas para gran parte de la humanidad.

Para los antiguos griegos, un idiota era aquel al que se le segregaba e impedía participar activamente del proceso político (legos). En una sociedad donde los afanes de la democracia eran prioritarios, los ciudadanos ideales eran a quienes se les otorgaba el privilegio del quehacer cívico, dádiva vedada a las mujeres, los esclavos o los forasteros. Por supuesto que desde entonces hasta la actualidad, las connotaciones de esta palabra han cambiado, aunque hoy en día un idiota, ya sea porque carezca de los atributos del entendimiento o porque sea un rezagado competitivamente hablando, sigue siendo un ser menoscabado.

A estos seres “especiales” sobre los que narra la autora, no los visita casi nadie, cuando más un pariente o un amigo en algún momento del año. En su conjunto, aunaremos un buen mosaico de síndromes y síntomas: síndrome de Down o el llamado X Frágil, retraso mental, autismo, mosaicismo, entre otros. Alguno puede tener cataratas congénitas o crecimiento anormal de los testículos o pueden ser agresivos consigo mismos o con los demás; a otro le supuran los oídos, o tendrán en mayor o menor medida, incapacidad para la expresión verbal, para vestirse o mantenerse en pie; también consumen una buena dosis de fármacos y se quejan con sonidos guturales, se babean, se divierten caóticamente o se masturban hasta el cansancio.

Vittorio, Bryan, Bill, Brad y Paul conviven sin tener ningún parentesco entre ellos, como los personajes de Boarding Home, una novela de Guillermo Rosales sobre sus vivencias en un asilo, pero tratados con dedicación mientras están bién atendidos, cumplen sus rutinas, no carecen de lo elemental, aunque la dueña de la casa, Julia, pueda tener un “aburrimiento infinito y la mirada ausente”, casi como una idiota más. Pero para alegrarles y cambiarles un poco la vida, está el personaje de Ella, quien pareciera haber llegado a esa casa para suplir las carencias de afecto y atención de los jóvenes.

En particular, quien capta más la atención de la cuidadora es Brad, “un convidado de piedra”, como lo define Ella al conocerlo. Tal vez sea él por quien la novela lleve este título; es a este idiota (adoptando la acepción del vocablo no peyorativamente) en quien la autora se detiene más a exponer su mundo privado, casi inaccesible. “Lagunas profundas y reflexivas son las horas de Brad”, es una imagen que describe con belleza y exactitud el mundo de silencio donde se sumerge este muchacho con trisomía 21, una lengua enorme que se sale de su boca y una aparente sordera. “Si de su silencio dependiera la seguridad del mundo, estoy dispuesta a apostar que nunca nada por pequeño que fuera nos podría suceder”.

Entre Ella y Brad surge una delicada y dedicada complicidad que va socavando incluso las limitaciones físicas e intenta librarlo de un inherente sentimiento de culpa. La sagacidad de la mujer le permite intuir que hay mucho más por descubrir dentro de estos seres raros y que no hay mejor ciencia para ello que la paciencia. “Ella me enseñó a oír con la mirada”, confiesa el muchacho, quien queda fascinado por las historias de su mundo que la mujer le cuenta, y donde habitan los chichiricús, los jigües y los elewas. La mujer le brinda, además de los cuidados elementales de alimento, limpieza, medicación y orden, un regalo muy especial y que quizás nadie antes le ha procurado. Estos son los recursos imaginativos contra la tristeza. No es que de cierto modo él no los tenga, pero con Ella los refuerza, reconoce su valor, se los entrega enriquecidos y más eficaces. Lo mismo ocurre con el baño, que más que un tiempo de aseo, se volverá la fiesta del agua. “Algo duele siempre cuando la gente se va”, pero la vida sigue y al irse Ella, presionada por sus propias urgencias personales, Brad ya no será el mismo.

Aunque las convenciones sociales todavía apuntan al desinterés o la falta de fe en estas personas cuya diferencia se asienta en trastornos genéticos, la novela apuesta por una posición contraria a lo sobreentendido. No recuerdo en la literatura cubana un precedente semejante, aunque sí en el filme Suite Havana del director Fernando Pérez donde se expone silentemente la cotidianidad de un niño con trisomía 21. Este libro tal vez permita al lector, como a la propia Ella en la novela, evocar sus propios seres especiales, esos que no asoman mucho a la vida pública pero que están cerca y sienten, padecen, añoran como los demás.

No puedo dejar de mencionar que la ilustración de portada es de Misleidys Castillo, creadora con impedimentos autistas y de audición. Desde hace un tiempo, organizaciones como NAEMI y la muestra llamada Outsiders que organiza el CCE en Miami, tratan de romper esos aislamientos forzosos para que entre sus vidas y las nuestras, la distancia sea un poco más corta.

Tomado de El Nuevo Heraldwww.elnuevoherald.com

En saludo a los 500 años de La Habana

En saludo a los 500 años de La Habana

Numerosos proyectos culturales se acometen por estas fechas como parte de las celebraciones por los 500 años de La Habana. Libros, discos, multimedias, exposiciones… son partes de ese cúmulo de homenajes que se le rinde a la capital de los cubanos por arribar a su quinto centenario. El poeta y periodista Félix Contreras también se suma a esta declaración de amor por La Habana, con un libro que ve la luz a través de la editorial Unión y acerca del cual Yoe Suárez ha publicado un trabajo en Diario de Cuba que reproducimos hoy en Miradas Desde Adentro.

Apuntes de una Habana sensorial

Por Yoe Suárez

Si para Fayad Jamís La Habana era un mundo de espejos y música, para el periodista Félix Contreras es un almacén de emociones. Y su más reciente libro de entrevistas La Habana narrada en el espejo es inventario, la cuerda que lo guía es la de la nostalgia; si un tono, ambarino. Las preguntas tientan la melancolía y el autor es también presa de ella.

¿Acaso estas 140 páginas prueban que el ayer se idealiza, se decanta lo feo y queda lo bonito? ¿O será tal vez que todo tiempo pasado fue mejor?

La compilación, de arqueología social, se mueve sobre todo en el siglo XX. Trata de reconstruir con palabras lo que el deterioro y el olvido han desvanecido.

Los 30 entrevistados que hablan desde sus páginas describen una ciudad por capas. Una urbe a pesar de los catálogos turísticos, la prensa indolente o la Historia edulcorada.

La selección de voces del autor busca la representatividad y un virtuosismo que contribuya a describir a veces lo que ya no está, esa Habana de cafetines, de fondas y cabarets.

Hablan ya fallecidos como el musicólogo Helio Orovio y el arquitecto Miguel Coyula. Hablan también otros desde fuera del país. La convocatoria de Contreras propone desnudos personalísimos, que configuran también el espíritu citadino.

Si La Habana son muchas Habanas este libro tiene su centro en el centro, dígase la vieja ciudad y El Vedado. La periferia aparece, precisamente, de un modo periférico. Tanto así, que algún entrevistado pide que desaparezcan Alamar, al este, y el mamotreto diplomático de la antigua URSS, al oeste. Son centro La Rampa, la Catedral, el antiguo Palacio Presidencial asaltado, los espacios engarzados a los recovecos de la juventud y con ella al amor, la amistad, los pavores.

Hay sitios que se reiteran en las respuestas: el Malecón, la Plaza de la Revolución, el Morro, el Capitolio. Sensaciones recicladas: olor a mar, color de atardecer, la mudez de octubre del 67 al anunciar el fin del Che. Personajes que la pueblan hasta después de muertos: Benny Moré, Celia Cruz, El Caballero de París.

También La Habana imaginada se hace ladrillo y carne en las palabras de los entrevistados. Al punto que Cecilia Valdés, por ejemplo, es considerada por varios encuestados como la mujer más importante de la ciudad. Otros sueñan con caminar junto a Martí por la urbe.

El tiempo da vida al mito, y la devuelve a los que hicieron historia.

Este es un libro sensorial. Félix, periodista de larga data, pide a los convocados que huelan, observen, saboreen la capital. De tal ejercicio asoma un tema que atraviesa este compendio de cuestionarios: el dolor. La ciudad, a punto de cumplir 500 años, duele en la misma medida que se ama, y el escritor Tato Quiñones resume mejor que nadie el dilema de mirarla día a día: «Claro que, para hacerlo, a los hombres y a las mujeres de nuestra generación —que ya estamos consumiendo el tiempo de la tercera juventud—, el asunto no es fácil. Y no lo es porque, para nosotros, La Habana son dos: la actual cotidiana que medio nos lastima, medio nos empinga y, aquella, la otra que conservamos en la memoria alimentada por la nostalgia».

El arquitecto Nelson Melero, tiene una explicación para la de hoy, la que hiere: «La Habana ha pagado con creces su cuota de ser la capital hipertrofiada típica de un país subdesarrollado. Por decisión expresa fue condenada al olvido, a no hacer nada más en ella hasta tanto no se desarrollara el resto del país, pero por cuánto tiempo más y hasta cuándo debe durar esta sanción».

Y subraya que del carácter metropolitano y moderno alcanzado durante el siglo XX queda nada:

«ha sufrido un proceso de vuelta atrás, de ruralización que se expresa no solo en las transformaciones realizadas en la arquitectura y el urbanismo, sino también en las manifestaciones de sus habitantes, en sus gustos y preferencias».

En muchos sentidos, este volumen se asemeja a la ciudad que describe. Uno de ellos es que varios de los que hablan aquí nacieron por otros lares, comenzando por el autor (Pinar del Río, 1940). Como la mayoría de las capitales modernas empadrona a quien la precise. La lista de adopciones es larga y tiene un correlato en la muestra de este libro: fifty-fifty.

Invito a los lectores a que examinen su relación con la capital. Las 17 preguntas con que Contreras induce evocaciones bien pueden autoaplicarse.

Yo, por lo pronto, ya tengo mis respuestas y las sumo a las de La Habana narrada en el espejo. ¿Y si usted suma sus respuestas personales sobre la urbe real y la que gravita, como un fantasma bonito, en el recuerdo?

¿Qué lugar define a La Habana?

La Rampa, incluyendo la céntrica intersección de 23 y L, y el pedazo de Malecón que le sucede.

¿Qué sabor te identifica con La Habana?

El de la corteza vitaminosa de la almendra criolla, que mascaba al regreso de la primaria por toda Quinta Avenida de la mano de mi abuela.

¿El olor de La Habana?

El petróleo de los almendrones de alquiler.

¿A qué rincón de La Habana vuelves siempre?

A Marianao, donde he gastado parte de mi adolescencia y mi juventud.

¿Qué lugar para mirar (sentir) La Habana?

Las alturas de Casablanca, al otro lado de la bahía.

¿Qué hora de La Habana?

El amanecer, que nos atrapa tanto a los que madrugamos para trabajar como a los que trasnochamos avivados por los amigos.

¿Qué hecho histórico de La Habana?

El asalto al Palacio Presidencial, por comandos del Directorio Revolucionario de la Universidad de La Habana.

¿La mujer más importante de La Habana?

Mi abuela, descendiente según la historia familiar, de Perucho Figueredo y el general independentista Saturnino Lora.

¿Qué canción te recuerda a La Habana?

«Delirio y habanera», cantada por Liuba Maria Hevia.

¿Tu personaje de La Habana?

Raulito, un loco inofensivo y ocurrente, asiduo a 23 y 12, que a veces se pasea manejando su auto imaginario por las aceras e imita virtuosamente algunos instrumentos musicales montado en las guaguas. Para mí es el nuevo Caballero de París.

¿Qué monumento?

El Martí a los pies de la Plaza de la Revolución: ¿pensativo, molesto? Escalofriante.

¿Qué lugar para el amor?

El Malecón, y la beca de F y Tercera.

¿Qué falta a La Habana?

Sitios de tres B: buenos, bonitos, baratos.

¿Qué libro te identifica con La Habana?

La noche del Aguafiestas, de Antón Arrufat.

¿El pintor de La Habana?

Raúl Martínez.

¿Qué debemos hacer por La Habana?

Ser gentiles con ella.

¿Qué esconderías de La Habana?

Los muros invisibles que la encierran.

Félix Contreras, La Habana narrada en el espejo (Unión, La Habana, 2018).

Tomado de Diario de Cuba, www.ddcuba.com

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