Categoría: Reguetón

El Dany: «En un punto todos nos volveremos a reencontrar»

El Dany: «En un punto todos nos volveremos a reencontrar»

Desde que nací he vivido en San Leopoldo, Centro Habana. Todo el mundo sabe que en esta zona la mayoría de las edificaciones se encuentran en mal estado constructivo y que no pocas sobreviven dentro de la categoría de “estática milagrosa”, manera eufemística que tienen los arquitectos para decir que están a punto de derrumbarse. No es noticia, por tanto, que en áreas como la mía, Cayo Hueso, los Sitios…, predominen solares donde en una habitación con barbacoa conviven a veces hasta más de diez personas. 

Pese a tal realidad y a que las calles están destruidas y sin esperanza alguna de reparación por largo tiempo, quienes me conocen saben que me niego a mudarme de este sitio habanero, el lugar del mundo entre los muchos que he visitado en el que más me he sentido feliz. No sabría explicar las razones para ello, porque de aplicarle la lógica, el sentido común me impulsaría a marcharme a la carrera del barrio. Pero no lo hago y me parece que a estas alturas de mi vida ya no lo haré.

Haber vivido siempre en San Leopoldo, rodeado de gente marginal y con las que tengo la más sincera amistad pese a que sus intereses en muchos casos no coincidan con los míos, creo que me ha ayudado a que yo sea más tolerante y hasta mejor ser humano. Estoy convencido que de haber residido en un barrio de “élite”  como Miramar, por ejemplo, mi cosmovisión del mundo sería diferente.

En buena medida gracias a lo anterior y a que soy del criterio de que no se puede obviar el hecho de que cada tipo de música cumple una función social específica, jamás he formulado un mínimo pronunciamiento en contra de géneros como el reguetón o el trap y siempre he defendido el derecho que poseen sus cultores y consumidores de apostar por ambas manifestaciones. Incontables son las discusiones que en tal sentido he sostenido con algunas de mis mejores amistades del mundo intelectual y que discrepan radicalmente conmigo.

Se comprenderá, pues, que he estado en contra de las políticas de censura que en Cuba se han ejercido y se ejercen contra representantes de esas expresiones, cosa que no hago por defender una libertad abstracta o romántica, sino porque pienso que hay que estar a tono con la realidad circundante, la cual (gústenos o no) se produce  por razones que se obvian o no se quieren admitir. 

Aunque me ponga un poco denso, permítanme comentar que los discursos artísticos encuentran una fundamentación en la propia teoría marxista. Según Marx, la cultura, o cualquier otro fenómeno de la vida espiritual, tiene sus más hondas raíces en la vida social y material. Esto quería decir que para explicar cualquier fenómeno había que entenderlo no de una manera abstracta y aislada, sino dentro de un contexto social, político y económico. 

Por tanto, era necesario comprender la sociedad que le había dado vida a esa determinada inquietud de orden espiritual. Marx se percata de que cada época tiene su propia forma de interpretar la realidad, ya no sólo individual sino también colectivamente, y nos advierte de que los hombres se parecen más a su época que a sus padres. La comprensión de todo esto resulta fundamental si se aspira a entender el porqué en Cuba, desde hace 20 años,  se produce un fenómeno como el del reguetón y el trap, algo que ignoran los detractores de ambos géneros.

Fue desde semejante perspectiva que, cuando por las ventanas de mi vieja casa, empezó a llegarme la música de Yomil y El Dany, puesta a todo volumen en los bajos de mi vivienda o en los numerosos cuartos del solar de al lado, no me eran ajenas las frases empleadas en temas del dúo como “Te paso a buscar”, “Como te descargo”, “No me parece”, “Tengo”, “Rikaperry”, “Chona”, “Qué daño fue quererte”, “El bombazo” y “Síguete Moviendo”.

Sinceramente me parece que para entender la Cuba de la segunda década del siglo XXI, por demás harto compleja, hay que comprender el lenguaje, antilenguaje y los símbolos que figuras como Yomil y El Dany (entre otros tantos exponentes de la música urbana) manejan en su discurso. Es esa una asignatura pendiente tanto para los políticos como para la mayoría de los intelectuales cubanos, estos últimos caracterizados consciente o subconscientemente  por un elitismo mojigato.

Cuando hace unos pocos años atrás Amaury Pérez Vidal invitó a Yomil y El Dany a participar en un tema en un disco suyo, recuerdo la discusión que entonces se formó dada la denuncia del cantautor  de que las autoridades de la esfera musical le exigían no incluir al dueto en la pieza, algo a lo que Amaury se negó de plano.

Pensaba en todo lo anterior a raíz de lo sucedido a propósito de la muerte en la mañana del sábado 18 de El Dany o El Sensei, como también se le conocía, por ser ese el nombre de su propia línea de ropa. Es para reflexionar el modo en que la gente de Centro Habana reaccionó ante el suceso, con todas esas personas que de forma espontánea y sin que nadie los convocase, marcharon por Cayo Hueso en homenaje a Daniel Muñoz Borrego, otrora estudiante de medicina y que al morir solo tenía 31 años.

En mi cuadra desde todas las casas se la pasaron el sábado y el domingo sonando música de yomil y El Dany. La vigilia llevada a cabo en la esquina de San José y San Francisco, de la cual existe sobrado testimonio en las redes sociales, me hizo preguntarme quiénes son en verdad los ídolos y modelos de los chamas que viven en los solares de Cayo Hueso, Los Sitios o mi barrio de San Leopoldo.

Muchos admiradores de El Dany que no pudieron concentrarse en San José y San Francisco a las nueve de la noche del pasado sábado, reprodujeron en altavoces desde sus casas el tema “Amanece”, perteneciente al disco denominado MUG (Merecemos Un Grammy), en señal de tributo al desaparecido reguetonero. Resulta significativo que dicho corte no es solo idolatrado por los seguidores del traptón sino que instrumentistas de sólida formación académica también le descargan. Por eso no sorprende que tras enterarse de la noticia de la muerte de El Dany, los violinistas Zamir Muñoz Hernández y Rafael Lay Jr. Hayan subido a las redes una versión instrumental de “Amanece”.

Sucede que el pasado circunstancial de El Dany o El Sensei en el barrio de Cayo Hueso es el presente de la juventud que vive en esa zona habanera u otras como San Leopoldo, y de ahí que esos chamas sueñen con alcanzar el estatus social registrado por el recién fallecido. Poco o nada importa que la música urbana no sea producida por las disqueras oficiales cubanas ni promocionada por la televisión o la radio de Cuba. Eso ya no hace falta pues de ello se encargan las TICs, la aplicación de copia inalámbrica denominada Zapya y el canal de memorias y alternativo a la programación de las dependencias del ICRT  conocido como el Paquete Semanal.

Tengo que confesar que me ha sorprendido el hecho de que la prensa oficial cubana, desde el Granma hasta el Noticiero Nacional de la Televisión, se haya hecho portavoz de la noticia y que incluso, hubiese un pronunciamiento presidencial  en Twitter. Imaginé al principio que sólo en los medios para los jóvenes se daría la noticia, así como en  los no oficiales, donde por supuesto habría —como ya la ha habido— cualquier tipo de especulación (a la hora de vender, como se titulaba una vieja telenovela brasileña, vale todo). 

Empero, admito que me he quedado boquiabierto con el hecho de que la noticia haya sido portada de los segmentos culturales de los principales medios públicos cubanos. ¡Bravo por tal suceso! Y es más: como que hace años trabajo como periodista, sé que tal destaque informativo se corresponde con el contexto y lo que en él acontece a partir de la profusa circulación en Cuba de comentarios del suceso como los aparecidos en el ciberespacio de figuras Como Alex Otaola.

Ahora bien, esto contrasta con la realidad de que el fallecimiento de cubanos (tanto en Cuba como en la diáspora) con un quehacer destacado no recibe un abordaje parecido ni por asomo. Pongo una muestra en tal sentido. El pasado domingo 12 de abril murió en La Habana, víctima del coronavirus, el editor y mecenas cubano Víctor Batista Falla, alguien que ha trascendido por su gran obra en pro de nuestra cultura, sin embargo, ningún medio de prensa oficial informó de la noticia.

El nivel informativo que se le ha otorgado en Cuba a la triste muerte de El Dany debería ser la norma para todo tipo de sucesos lamentables como este. Un amigo, (periodista como yo)  con el que hablo del tema me dice:

“Era de esperar que un buen número de personas, especialmente de centro habana, se movilizaran por la muerte del muchacho ídolo «musical». Igual que los funcionarios sacaran sus notas de lamento. Raro que la hubieran sacado por el fallecimiento de un trovador como el yolo Bonilla. El populismo oportunista es una lacra nacional”.

Yo no estoy del todo convencido de lo que dice mi amigo o a lo mejor es que no quiero llegar a semejante conclusión y prefiero concluir el presente texto con el último mensaje que El Dany, El Sensei o Daniel Muñoz Borrego escribió en sus historias de Instagram: 

«Dejar algo guardado significa que siempre estarás aun cuando te marches… En un punto todos nos volveremos a reencontrar y caminaremos por un mismo sendero”.

El reparto no es obliga’ o, es si tú quieres

El reparto no es obliga’ o, es si tú quieres

Un acercamiento al reguetón de reparto

“La Música tiene poder. La Música puede ser vulgar, suave o vigorizante, noble, filosófica u orgiástica. Tiene poder para el mal, así como para el bien”.

Howard Hanssen (1)

En la Cuba de todos los días la vulgaridad del reguetón es un tema de debate entre académicos, trabajadores, estudiantes, vecinos, y personas desconocidas en una parada de ómnibus. Su presencia –para desgracia de muchos y para beneplácito de otros- es constante en las calles, en los ómnibus, en lugares de recreación, y en toda la escena pública. A cobrado tanta fuerza en estos últimos años que ya forma parte de la cotidianidad del cubano.

Es necesario aclarar que la presencia del lenguaje callejero no es nada nuevo hoy en día. Debido a la pérdida de valores y al auge de la marginalidad en la sociedad cubana después del Período Especial en Tiempos de Paz, surgieron de los barrios de Cuba un movimiento arrollador de rap y luego de reguetón. Sin bien podían ser groseros en algunas ocasiones, lo hacían a conciencia porque era la calle la que estaba cantando.

Las canciones de Elvis Manuel, quien se considera haber implantado un nuevo estilo de reguetón en Cuba fusionándolo con rumba y bailes populares, fueron acusadas –cuando salieron a la luz pública- de poseer un lenguaje de barrio marginal. Ejemplo de ello son sus temas “La Tuba” y “El Di Tu’”. Las canciones de Elvis musicalizaban los suburbios, muchas personas se veían reflejadas en ellas, y varios adolescentes querían llegar a ser como él.

Claro está, la expresión callejera ha cambiado, la de hoy no es igual a la de ayer ni a la de mañana. Por tanto, dentro de algunos años el vocabulario del reguetón que ahora está causando desconcierto será aceptado por el público, a tal punto que se incorporará al argot popular del cubano y perderá la novedad del momento.

Mientras tanto, se percibe actualmente el lenguaje agresivo y sexualizado en el llamado reguetón de reparto o radamorfa, considerado como una vertiente o subgénero del reguetón cubano. Chocolate MC se autodenominó creador de este nuevo reguetón, algo cuestionable en esta época posmoderna donde es muy poco probable crear un producto original.

El reguetón repartero (2) o morfa es otro híbrido posmoderno (3) –como diría Néstor García Canclini- en la cultura cubana. Posee una sonoridad similar al raggamuffin jamaiquino, un subgénero del reggae que se caracteriza por su instrumentación electrónica. Además, está relacionado con la música popular bailable cubana ya que se concibe en compás de 4×4.

Es cierto que este reguetón no es igual al de Puerto Rico, pero no se puede considerar aún como símbolo de la identidad cubana –como lo han querido calificar los que lo defienden-. No por el hecho que sea un género nacido en los sectores marginales de La Habana es que se está en contra de esa idea, porque el guaguancó también surgió de los barrios bajos y hoy es parte imprescindible de la cultura cubana. Además, Fernando Ortiz cuando se refiere a la cubanía dice que es un proceso dinámico y en constante cambio (4), pero actualmente la sociedad no ha incorporado este género. Si bien existe un público que se identifica o le gusta el reparto, es repudiado por un sector -también cubano- que teme al mentarse el término.

Las personas se encuentran sugestionadas negativamente debido a que la primera canción denominada como reguetón de reparto que salió a la luz fue “El palón divino” (2017) de Chocolate MC. El tema fue precursor de una horda de canciones de igual contenido -sexual y racista, bajo un lenguaje vulgar y sucio- cantadas por jóvenes de barrios marginales. Es por ello y porque tienen un ritmo común que algunos no consideran música a dichas canciones.

Pero, qué es la música sino el arte de organizar sonidos y silencios bajo los principios de ritmo, melodía y armonía mediante la intervención de complejos procesos psico-anímicos. Puede que el ritmo del reguetón de reparto sea reiterativo en las canciones, pero cumple con el primer parámetro ya que posee correlación rítmica caracterizada por el desplazamiento de los acentos propios de la clave de guaguancó, superpuestos con el tiempo fuerte marcando por el bombo. En ocasiones con el propio bombo o con el bajo se marcan las dos corcheas que ocupan los tiempos 2 y 4 del compás (5).

Otro factor importante que rige a la música es la estética. Tal es así que en el siglo XVIII la música se caracterizaba por ser racional, armónica y perfecta porque esa era la concepción de lo estético en el pensamiento ilustrado. Pero la metafísica occidental se direccionó hacia la modernidad, se rompieron los límites estéticos y por ende se dilató el concepto de música.

Como lo estético sería todo aquello sensible o perceptible para el hombre a través de los sentidos, en el siglo XX surgieron movimientos como el ruidismo que cuestionaba la clasificación en música y ruido que se le había establecido al sonido. También se crearon composiciones como 4′33″ del autor estadounidense de vanguardia John Cage, que consistía en tres movimientos sin tocar una sola nota musical.

Si bien es cierto que Chocolate no fue alumno de John Cage y que “El palón divino” carece de un bagaje teórico que lo valide como una gran obra maestra, eso no significa que la canción no sea uno de los nuevos aportes de la estética posmoderna a la música. Es cierto que la letra es prosaica y vulgar pero lo sucio, repulsivo y abyecto también es parte de la estética.

Si se decodifica la retórica de barrio que posee el estribillo de El palón divino:

Soy negro,

soy feo,

pero soy tu asesino,

no es la cara,

ni el cuerpo,

es mi palón divino

(…)

El mensaje no es más que Chocolate contando que es deseado sexualmente, y no que va a asesinar a alguien con su arma homicida: el palón divino. Realmente el mensaje es común. Varias letras románticas al analizarse su contenido están declarando en su esencia lo mismo. La diferencia está en la retórica utilizada en las canciones. El cómo se dicen las ideas es un factor importante que evidencia la existencia de una cultura urbana dentro de Cuba que ha creado un producto cultural y musical.

Reparterismo en acción. Apuntes sobre la cultura del reparto.

Se considera entonces, el reguetón de reparto como la expresión cultural de grupos subalternos originarios de los suburbios bajos de La Habana. Alude a un estilo de vida de barrio que se representa, en primera instancia, por sus cantantes. Ellos hacen vida social en la cuadra, juegan dominó con sus vecinos o bolas en el medio de la calle con sus amigos, fuman cigarros criollos, toman ron, se bañan en el río y algunos han estado presos por actividades ilícitas o por violencia.

Los reguetoneros del reparto –en su mayoría- tienen hecho santo y algunos utilizan como seudónimos los nombres de plantes abakuá. En sus canciones hacen alguna que otra referencia a los orichas o a la terminología de la religión yoruba y los pasillos del baile –con la punta del pie y movimientos de hombros específicos-  proceden de las danzas que hacían los íremes o diablitos.

El contenido de las canciones refleja el pensamiento de esta cultura del reparto, el cual remite hacia las teorías de Sigmund Freud, cuando dice que al hombre le es inherente la violencia y la libido –deseo sexual- (6). Pero como la cultura está regulando las pulsiones primigenias del hombre, una vez manifestadas suelen ser castigadas con la prisión o el manicomio según Freud.

La mentalidad del repartero –según las canciones- se caracteriza por tener como móvil las prácticas sexuales y las dispuestas de hombres por mujeres o viceversa. Como se direcciona en contra del sistema ético-educacional de Cuba es visto como un pensamiento marginal y como un problema que debe ser erradicado por el trabajador social.

Otro elemento propio de la cancionística repa y de esa misma cultura es el vocabulario. Chocolate y los demás reguetoneros del reparto comparten el mismo glosario, donde se encuentran palabras de inhóspito significado y otras que se han modificado para que exista rima en las letras, como por ejemplo malecón por maleca, rico por ricanbele, bajando por bajanda- También se utilizan frases que aluden a los genitales y al sexo, como: palón divino o palito presidiario, totica delincuente o tota divina y me la diste con maldad. Confundir las canciones y a sus cantantes es algo común si no se es docto en el reguetón de reparto.

Tal es así que el 2017 se conoce como el año de los palitos porque cuando salió “El palón divino” I y II, atrás apareció “El palito presidiario”, del Koquito, el Negrito y Manu Manu, “Me Mataste”, de Maqueta, y “Tu Carita”, de El Enviado. El dialecto callejero utilizado en la letra de las canciones es la estética del barrio marginal, es lo que los distinguen y con lo que han logrado auto-reconocimiento. Como dijera la doctora Elaine Morales Chuco, del Instituto de Investigaciones Culturales Juan Marinello:

“Hay expresiones culturales que se están apoderando que no armonizan con otros patrones culturales que son más sólidos, pero tiene que ver con que ese grupo que la defiende ha elaborado la manera de hacerse ver”. (7).

La maleca inunda la ciudad. El auge de la música de reparto

Chocolate MC

Como se ha mencionado, actualmente existe una avalancha de nuevos cantantes reparteros que se han hecho muy populares en poco tiempo, no sólo en Cuba sino también en Miami. La mayoría reconocen a Chocolate como su ídolo. Pero, ¿quién es ese Chocolate MC? Para empezar, es un músico de reguetón cubano que vive actualmente en Miami, se caracteriza por su estrafalaria forma de vestir y de peinarse. Habla con mala pronunciación e inventa palabras. Posee un canal en YouTube en donde constantemente está presumiendo y retando de manera irrespetuosa a otros reguetoneros.

Chocolate es un personaje construido por las experiencias vivenciales y los complejos psicológicos de Yosvany Arismin Sierra Hernández. Él nació y se crio en el barrio habanero, Los Sitios. Su conducta inadecuada desde pequeño pudo más que el sistema educacional de un país, ya que fue expulsado de varias escuelas, constantemente no asistía a clases y se fugaba de la secundaria. Cuando abandonó completamente la escuela se empezó a dedicar a la música para continuar el camino truncado de su gran inspirador musical, Elvis Manuel. Pero el inicio de su carrera musical no significó que Yosvany se comportaría como un ciudadano integral, ha estado en varias ocasiones condenado a meses de prisión por incidentes de violencia.

Debido a la formación de Yosvany es que la música de Chocolate posee una letra agresiva, chabacana y que a veces no se entiende. El barrio y la cárcel le enseñó el lenguaje de los callejones habaneros y también le creó ciertos complejos psicológicos en torno a la racialidad, el estatus social y la sexualidad.

Uno de sus primeros éxitos fue en el año 2015 “Guachineo”, aún se desconoce el significado de la palabra, pero como el tema estaba acompañado por una coreografía sencilla que gustó tanto, el público consumidor le llamó guachineo al baile con la punta del pie.

Una vez que Chocolate emigró hacia Miami –después de haber sido encarcelado en Cuba- sus canciones se tornaron más obscenas. Fue entonces cuando salió a la luz en el año 2017 el célebre “El palón divino”. La canción tuvo muchas visitas en YouTube y Chocolate se ganó más seguidores.

Luego apareció el tema “Bajanda”. Mediante el uso de una frase popular: Cuando el gato no está en casa los ratones hacen fiesta, Chocolate defiende su estatus superior en el reparto. Él –quien se cree ser el gato- arremete contra los jovencitos reguetoneros que han surgido de los barrios bajos –las ratas de cloacas-. En la canción, el Choco se proclama monarca del reparto. Las llamadas “tiraderas” por la corona son constantes. Él y el reguetón de reparto han envuelto al público en la expectativa constante de quien es el rey.

Otro suceso que ha llamado la atención en las redes sociales y que ha dejado con la boca abierta a las personas menos versadas en el reparto es la versión de Chocolate a la tan conocida canción de Silvio Rodríguez “El Necio”. Si bien es cierto que fue una manera de lograr mayores visitas en su canal de YouTube, hay que reconocer que a partir de esta versión muchos adolescentes y jóvenes que idolatran a Chocolate conocieron y se aprendieron la canción de Silvio.

Al versionarse “El Necio” se notan dos aspectos, uno es la suplantación. El Choco adopta el lugar de Silvio, dando a entender que cree o aspira poseer el mismo prestigio y fama del trovador cubano. El segundo, es la identidad nueva que adquiere la canción “el necio se convierte a repa”, es decir el contenido de la canción se ha transpolado al estilo de vida del reparto, y es que:

Toda versión es el producto, pero también la marca de una experiencia de subjetivación. (8)

Los nuevos reparteros

Es obvio que la juventud que vive en barrios marginales vea al Choco como un maestro e incluso que quieran superarlo. El pasado circunstancial de Yosvany Sierra es el presente de esa juventud y la audiencia –ya sea por amor o repudio- que tiene Chocolate es lo que siempre desea todo marginado. Aunque la enseñanza de Chocolate no es políticamente correcta y va en contra de la cultura y la educación cubana, ha estimulado el florecimiento de los sueños de grandeza de varios jóvenes cubanos que no se conforman con ser panaderos o auxiliares de mantenimientos.

Ejemplo de ello son el Kokito, el Negrito y Manu Manu, los cuales son seguidores de Chocolate. Los tres proceden del barrio habanero La Corea. Se dieron a conocer a finales del año 2017 con “El palito presidiario”. La canción trata sobre quien es mejor sexualmente, si el palito presidiario o la tota divina. Cuando este tema empezó a sonar en las guaguas y en las calles por vía de aquellos adolescentes que andaban con sus bocinas ambulantes, se pensó que se trataba de otra pieza  de Chocolate.

Luego de “El palito presidiario”, la agrupación lanzó nuevas canciones en las que se pueden definir una propia terminología prosaica, como es el caso de “Follankele”. El tema en gira en torno a la invitación para ir a follankele o en palabras más claras, para tener sexo.

A Follankele,

no es obliga ‘o,

es si tú quieres

(…)

follanquele pudiera acontecer en el propio campismo. El Kamel -cantante de reguetón repartero procedente del barrio Jesús María- canta que al campismo se viene a chingar-. El Kamel es otro de los jóvenes que está gozando de popularidad en estos días, sin bien es por sus temas como “El campismo” o “Hazte de un pocho” (9), también lo es por sus colaboraciones con reguetoneros mejores conocidos por el público cubano.

Otros jóvenes se han encargado de musicalizar el lenguaje callejero también son Harryson, Un Titico y Kaneca, el Bococo, Uniko, El Enviado, el Lobo King Dowa y muchos otros que existen, pero todavía no se destacan como los mencionados.

Como la música de reparto de estos jóvenes cubanos no es una instrucción cívica para la vida y carece de valores morales, no van a ser producidas por las disqueras institucionalizadas y ni promocionadas por la televisión o la radio de Cuba. Sin embargo, las canciones tienen una fuerza omnipresente y todos somos obligados a escucharlas. ¿Cómo la música de reparto de estos jóvenes -que no han incursionado estudios de música- nace y se conoce en toda Cuba?

La respuesta se puede encontrar en las declaraciones de la agrupación El Kokito, el Negrito y Manu Manu en una entrevista que le hizo la revista Vistar. Ellos grabaron “El palito presidiario” en un concierto que dieron en el anfiteatro de La Corea y la canción se fue pasando de celular en celular por la aplicación de copia inalámbrica, zapya.

Tanto ellos como los demás jóvenes cantantes se gestionan su visibilidad en La Habana. Sin tener conocimientos de promoción han realizado un buen trabajo para hacerse conocer. Ellos le facilitan su música a todo el barrio, a los adolescentes y jóvenes para que la escuchen a un volumen excesivo cuando transitan la calle y a los choferes de los ómnibus interurbanos para que se la pongan a los pasajeros durante el viaje.

El siguiente paso que dieron El Kokito, el Negrito y Manu Manu y otros muchachos como el Kamel y el Enviado fue acercarse al estudio Celula Music dirigido por el Dj Unic. Celula Music ha sido la principal encargada de producir la música de reparto en Cuba y Dj Unic su mayor consejero. En una entrevista hecha por el youtuber Adrián Fernández a el Dj dijo:

Hemos –refiriéndose a Celula Music- abierto caminos a gente que han soñado toda su vida ser conocidos. (10)

Las canciones de reparto que produce Celula Music se difunden mediante el Paquete Semanal, aunque los jóvenes músicos sin contar con la ayuda de Celula Music se dirigen personalmente a las matrices del Paquete para que se incluya sus discos a cambio de un pago considerable. Este canal de memorias y alternativo a la programación de la televisión cubana es la plataforma superior de promoción de la música repa que se hace desde Cuba. También YouTube es otra vía para promocionar la música repa, sobretodo de la que se produce desde Miami.

El Dj y productor cubano radicado en Estados Unidos Dj Conds se ha encargado de producirle los discos a Chocolate MC y también ha atendido las propuestas musicales de otros jóvenes del reparto cubano. Se está en presencia de un género que rompe cierta frontera geográfica y que se ha ido internacionalizando, ya que los reguetoneros de reparto han dado conciertos en Miami, Francia, Italia, etc.

A la 1 el repa entra al baile. El posicionamiento de la música de reparto en el mundo de la farándula.

El público principal de la música de reparto reside en los mismos barrios de donde proceden los cantantes, sin embargo, esto no significa que el consumo de la música de reparto esté compuesto de personas marginales. El reguetón suena en escuelas primarias, en secundarias, en fiestas infantiles y en las descargas de adolescentes y jóvenes, lugares donde confluyen diferentes niveles culturales y desiguales valores éticos.

También hay que reconocer que la música de reparto ha invadido el mundo de la farándula cubana. Actualmente está siendo consumida por un público que sigue modas y establece estereotipos que son vendidos a los extranjeros como si fueran parte de lo que es ser cubano.

La presencia de la música repa en la farándula es debido a que aquellos jóvenes de origen marginal que se dieron a conocer por canciones prosaicas ahora se han vuelto comerciales. Dj Unic además de abrirle las puertas de su estudio se ha encargado de insertar la música de los nuevos cantantes de reparto en el mercado. Debido a ello el reguetón que están haciendo ahora el Koquito, Negrito, Manu Manu ya no están agresivo verbalmente, el ejemplo está en “Amiga Mía” y en su éxito “Ojalá” o más conocida “Para que guarachee Santa Claus”.

Se ha dado que varios cantantes de la farándula cubana desean hacer colaboraciones y cantar junto a estos jóvenes que hoy en día están de moda. El Chacal cantó con el Koquito, el Negrito y Manu Manu la canción “Maltrataita” y “Loca” y el Taiger y Yomil & Dani han cantado junto al Kamel en las canciones “La Win2” y “El Cuadro” respectivamente. A pesar de no contener obscenidades siguen siendo música de reparto porque se nota la sonoridad característica de ese reguetón.

Sin bien la música repa era segregada en bares, cafés y discotecas de farándula, ahora componen siempre la parrilla de música grabada y la pista del Dj. Por lo general siempre el Dj del bar condiciona el ambiente para insertar la música repa, primero le pone al público música en inglés, luego electrónica, música urbana extranjera, trap y, por último, alrededor de la 1 o 2 de la madrugada empieza a sonar la música de reparto.

Pero si estos cantantes ahora trabajan con reguetoneros consolidados y se escuchan en lugares bien conocidos por el público es porque pertenecen a la farándula, lo cual significa que han dejado de ser humildes y del reparto, aunque esas sean sus raíces. Por tanto, los que justifican su expresión callejera diciendo representar a su gente, no es más que doble moral y falsedad en sus intereses. Ya no encarnan a un barrio sino el ideal de reconocimiento que desea todo marginado.

Sus canciones ya no son burdas y agresivas como las iniciales y como las de Chocolate –personaje al que hay que reconocerle el carácter imperecedero de su estilo-. Como existe un cambio notable en el reguetón de estos jóvenes debería tomar un nombre nuevo para diferenciarse del término reparto, ya que este se encuentra estigmatizado negativamente en el público cubano.

Perspectivas del futuro del reguetón de reparto. Conclusiones finales

Aunque los llamados reparteros se hayan comercializado no significa que el lenguaje chabacano desaparezca de las canciones. Todos aquellos que han triunfado han emigrado del país y no están produciendo porque ya tienen sus necesidades saciadas. Sin embargo, están surgiendo otros jóvenes de estos mismos sectores marginales que desean llegar a donde mismo han llegado sus vecinos, y para ello realizan el mismo modus operandi. El reguetón de reparto no desaparecerá, pero cambiará de artífices constantemente.

Entonces ¿se pudiera ver al reguetón de reparto como una salida de la marginalidad para todos aquellos jóvenes de barrios? La expresión cultural de estos reguetoneros se está convirtiendo en centro dentro de Cuba y la mejor forma para erradicarla no es que se censure ni que se arremeta contra ella, eso sólo genera más segregación. Lo que hay que hacer es tratarla como parte del centro mediante una política cultural musical (…), que no dependa tanto de restricciones sino más de inserciones en la realidad y su dinámica de movimiento y cambio. (11)

El arte cubano actual le ha dado importancia y seguimiento a este fenómeno. El artista y fotógrafo Leandro Feal propició en Galería Continua –en septiembre del año 2018- un performance de música de reparto que consistía en la presentación de un Titico y el Kaneca cantando “Bum Bum Ye”. A partir de esa acción la música de reparto se convierte en arte, y como se rompieron las barreras que dividen la alta cultura de la baja se aceptó, por un solo día, al reguetón de reparto como parte de la cultura cubana, lo cual deja mucho que reflexionar al respecto.

Notas

(1) Profesor de la Escuela de Música Eastman, Nueva York

(2) Perteneciente a reparto, barrio

(3) García Canclini, Néstor. Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad. Argentina: Editorial Grijalbo, 1990.

(4) Ortiz, Fernando. «Los factores humanos de la cubanidad.» Bimestre Cubana (Fondo de Cultura Económico), 19449: 161-186.

(5) Cárdenas Díaz, Leannelis. Magazine AM PM. 2018. http://www.magazineampm.com (último acceso: 4 de mayo de 2019).

(6) Freud, Sigmund. El malestar de la cultura, en Selección de lecturas de Teoría de la Cultura Artística. Soporte digital.

(7) Orta Rivera, Yailin. Mesa Redonda. 9 de noviembre de 2013. http://mesaredonda.cubadebate.cu (último acceso: 9 de mayo de 2019).

(8) López Cano, Rubén. «Lo original de la versión. De la ontología a la pragmática de la versión en la música popular urbana.» Consensus 16, 2011: 57-82.

(9) Significa novio según la jerga callejera.

(10) Unic, Dj, entrevista de Adrian Fernández. Del reparto al mercado internacional (23 de noviembre de 2018).

(11) Orozco, Danilo. «Padriiino, quítame esta sal de encima.» La Gaceta, 2013: 19-23.

Referencias bibliográficas

Cano, Rubén López. «Lo original de la versión. De la ontología a la pragmática de la versión en la música popular urbana.» Consensus 16, 2011: 57-82.

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Fernández, Adrian. Entrevista a Dj Unic. “Del reparto al mercado internacional”. Vistar Magazine. 23 de noviembre de 2018.

https://vistarmagazine.com/del-reparto-al-mercado-internacional-dj-unic- entrevista-vistar/

 

Bibliografía

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Aguilera, Milene. Vistar Magazine. 24 de septiembre de 2018. http://www.vistarmagazine.com (último acceso: 9 de mayo de 2019).

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¡Ay, reguetón nuestro de cada día!

¡Ay, reguetón nuestro de cada día!

Por Joaquín Borges-Triana

Hay textos periodísticos que resisten la prueba del tiempo y aunque hayan sido escrito varios años atrás, tal parece que han sido concevidos para los días que corren. Tal es el caso del artículo que hoy reproduzco, firmado por el prestigioso académico Alfredo Prieto allá por 2013. El autor de “Sun Tzu y el reguetón” es alguien con una destacada carrera intelectual. Escritor, investigador, editor y periodista, él  se graduó de Lengua y Literaturas Hispánicas. Entre otras instituciones de reconocida solvencia acadèmica, trabajó en el Centro de Estudios sobre América (CEA) como jefe de redacción de Cuadernos de Nuestra América e investigador de su Departamento de América del Norte. También ha laborado en la revista Temas y en Ediciones UNIÓN, así como en medios alternativos al corte de OnCuba. El artículo siguiente fue publicado inicialmente en el Periódico Digital Dominicano 7dias.com.do y es de esos trabajos a los que recomiendo volver una y otra vez siempre que se discuta sobre la presencia del reguetón en el contexto cubano.

Sun Tzu y el reguetón

Por Alfredo Prieto

Uno de los estrategas más sofisticados en el arte de la guerra que en el mundo han sido, el general chino Sun Tzu, aconsejó en un libro clásico no dar batalla a menos que se tenga la absoluta certeza de no ser derrotado. Me temo sin embargo que esto es lo que no tienen en cuenta actores y estructuras involucradas en la ofensiva cubana contra la vulgaridad, la banalidad y la mediocridad, que aquí llamaré reguetón. De la noche a la mañana, algunos de sus protagonistas se han desvanecido de los espacios públicos y las ondas del éter, hecho ocurrido mientras figuraban en sitios estelares en las listas de popularidad y sin que mediara ni información ni notificación social alguna, según la costumbre. Una entrevista del periódico Granma, aparecida cuando el proceso ya estaba en marcha, funcionó como obturador de la cobertura de prensa extranjera sobre la censura en Cuba, por tradición políticamente motivada, incompleta, omisa y sesgada. Antes, un incidente con la figura de José Martí, recogido por las redes sociales y amplificado por El Nuevo Herald y el Canal 23 de Miami, había iniciado ese nuevo capítulo.

Este artículo identifica las razones de un posible fracaso y las fundamenta brevemente, no sin el truismo previo de ubicar a los reguetoneros en su propio contexto.

El fenómeno tiene sus raíces en la peculiar marginalidad del país, que condujo a implementar programas sociales en el marco de la llamada batalla de ideas. Esos jóvenes parados encima del escenario no están entonces ahí por generación espontánea, sino porque responden a un fenómeno llamado crisis cubana, vivida primero por las personas y luego crecientemente estudiada por el pensamiento social. Sin embargo, los discursos públicos sobre ellos suelen sustentarse en una operación disociativa que les corta el cordón umbilical presentándolos como aliens o freaks porque contradicen ciertos supuestos, uno de ellos relacionado con la instrucción y la cultura acumuladas.

La anterior es también la base de un segundo constructo: se trata de una minoría que, si acaso, solo se representa a sí misma, algo que no explicaría un fenómeno de recepción social llamado “fiebre del reguetón” que no solo nos lo ha instalado en el disco duro de las preferencias musicales de la audiencia –o de determinados sectores de esta–, y en nuestros oídos más que renuentes, sino también conducido a lamentables y repudiables actos violentos a manos de jóvenes integrados al sistema nacional de enseñanza. (Luego se sancionó a la directora de una escuela primaria y a tres maestras por permitir se escuchara/bailara un reguetón a la hora del receso, “Kimba pa´que suene”). Su cultura sexual, si así puede llamársele, se origina en sus espacios de socialización, donde el sexo colectivo ha dejado de ser una fantasía para convertirse en realidad mundana. Su lenguaje soez y procaz, vehiculado en unos “metatextos” muchas veces de difícil intelección, pero propio de la jerga carcelaria y de las gangas, remite a la expansión de la marginalidad, un fenómeno por otra parte no exclusivamente cubano. La globalización es como el amor en la canción de Ida y George Gershwin: ha llegado para quedarse.

Lo cierto es que la carga psicológico-emocional acumulada desde el “Chupi-Chupi” de Osmani García y su abrupta retirada de los premios Lucas, más reuniones gremiales y sucesos como el aludido –no muy distinto, por cierto, al que documenta Memorias del subdesarrollo con el mozambique de los 60, a los navajazos cerveza al aire con “El perico está llorando” de los carnavales del 70 o a los salones de la Tropical bajo el imperio de la timba y la salsa–, parecen estar en el centro del asunto, pero quizás con ello se obvie una segunda máxima del pensador chino: “nunca se debe atacar por cólera y con prisa”.

Esa cólera y esa prisa deberían, al menos, ponderar con más detenimiento los tres problemas siguientes:

Los nuevos actores. Hoy el Estado, en proceso de encogimiento respecto a la cosa pública, no es el único emisor cultural en Cuba. La aparición/socialización de nuevas tecnologías –un dato expansivo a partir de los años 90– funciona y aun funcionaría como “balance” ante cualquier forma de control omnisciente de la producción musical. En otras palabras, frente a la EGREM y otras instituciones se alzan los estudios de grabación underground actuantes en el escenario local, a no ser que un día se quieran tomar medidas drásticas. Prácticamente carecen de límites, como no sean los del mercado y los de la propia conciencia de sus gestores. Esto es válido no solo para manifestaciones musicales como el rap, el hip hop y el reguetón (por lo demás con sobradas diferencias internas), sino también para el nuevo cine y sus producciones, a veces asociadas con actores de lo público y/o lo  privado.

El consumo audiovisual informal. El Estado tendría, desde luego, el derecho de controlar/decidir el tipo de música a difundir en sus propios predios, señaladamente en la radio, la televisión y espacios públicos como centros nocturnos y cabarets. (El problema de los parámetros sigue sin embargo en pie: quién decide qué y por qué). Esto no hubiera ocurrido, probablemente, de no mediar el persistente machaqueo de ciertos reguetoneros, demasiado torpes, vulgares, groseros, poco pragmáticos y nada inteligentes. Y pletóricos en actitudes y textos que ubican a la mujeres como simples objetos sexuales o locus para eyacular, un verdadero retroceso ideocultural en el camino hacia su emancipación y la liberación de relaciones de poder, históricas y actuales.

Pero no estamos en los años 60, en los que se quiso ningunear públicamente al rock anglosajón sobre la base de criterios tan estrechos como mecánicos. No resulta superfluo recordar que ni siquiera entonces ese control llegó a ser absoluto gracias a las famosas “placas” de producción doméstica clandestina y a la circulación de discos de acetato traídos de fuera por marineros mercantes y funcionarios; eso era lo que escuchaban y bailaban muchos jóvenes de entonces en las fiestas de 15 y los “güiros” de El Vedado, La Víbora y otros lugares del país.

Hoy esa alternatividad se ha multiplicado con creces, básicamente por dos razones: a) la disponibilidad de memorias flash, MP3, Ipods, Iphones y CDs en amplios sectores de la ciudadanía, bien por compras en el mercado interno o por envíos o adquisiciones en el exterior, y b) la variante cuentapropista de vendedores de música, juegos electrónicos y filmes en los portales, de hecho una legalización de la piratería pagándole impuestos al Estado (hasta donde conozco, Cuba es el único país que no tiene una legislación al respecto, un tema candente en el último congreso de la UNEAC).

Esa lucha cubana contra la vulgaridad, la banalidad y la mediocridad, y contra el reguetón, no significaría entonces el cese de su circulación social, a cargo de esos mecanismos de distribución y consumo que tienen vínculos económicos horizontales con la producción discográfica identificada en el punto anterior. Y como remate, le pondría el discreto encanto de lo prohibido, un imán adicional para cierto tipo de público.

La dimensión jurídica: Según los juristas, para ser efectiva, por definición toda norma jurídica debe poder implementarse. Y este país se caracteriza, precisamente, por un déficit estructural de la cultura jurídica a muchísimos niveles. Es más: la Ley 81 sobre el Medio Ambiente, aprobada por la Asamblea Nacional en 1997, establece en su artículo 147 la prohibición de “emitir, verter o descargar sustancias o disponer desechos, producir sonidos, ruidos, olores,  vibraciones y otros factores físicos que afecten o puedan afectar a la salud humana o dañar la calidad de vida de la población. Las personas naturales o jurídicas que infrinjan la prohibición establecida en el párrafo anterior, serán responsables a tenor de lo dispuesto en la legislación vigente”.

Y en su  artículo 152: “el Ministerio de Salud Pública, el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social y  el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, en lo que a cada cual compete y mediante el establecimiento de las coordinaciones pertinentes, dictarán o propondrán, según  proceda, las medidas encaminadas a el establecimiento de las normas relativas a los niveles permisibles de sonido y  ruido, a fin de regular sus efectos sobre el medio ambiente”.  Dejando por ahora a un lado el hecho de que hay esquinas y barrios que constituyen verdaderos himalayas de basura y desechos sólidos, la regulación del ruido es, como se sabe, otra gran letra muerta en edificios multifamiliares, lobbies de hoteles, cafeterías y restaurantes emergentes, guaguas, bici-taxis y almendrones. La posible aprobación de un marco jurídico regulando la música en los espacios públicos parecería entonces estar condenada, por las mismas razones, a la misma repetición.

Vigilar y suspender no es la salida. La solución, si alguna, pasaría entonces por la información y la crítica, protagonizada en primer término por los medios masivos, que suelen mantener un patrón de omisión todavía más disfuncional ante los cambios experimentados por la sociedad cubana. El supuesto de no nombrar un problema pretendiendo que no existe acaba generando espacios de silencio cubiertos por fuentes y emisores externos, circulantes de hecho en el tejido social a través de dispositivos tecnológicos o el boca-a-boca –este último, más conocido entre nosotros como “Radio Bemba”. Hacerlo supone  trascender lo que Jesús Martín Barbero denomina “el modelo verticalista” e incorporar un canto coral con pluralidad de actores y perspectivas. Solo de esa pulsión, en el buen sentido del término, podrán salir mejores y más viables políticas públicas.

Dicho de otro modo, el diálogo y la discusión parecen ser los caminos. Pero eso lleva, entre otras cosas, paciencia. Mucha paciencia y más paciencia, como lo predicaba Fidel en una coyuntura específica de principios de la Revolución. El general Sun Tzu lo pondría quizás de otra manera en una tercera sentencia: “Hay rutas que no se deben usar, ejércitos que no han de ser atacados, ciudades que no deben ser rodeadas y órdenes de gobernantes civiles que no deben ser acatadas”.

“Este es un país de grandes olvidos”, declaró no hace mucho Eusebio Leal.

Tomado de Periódico Digital Dominicano, 7días.com.do

www.7dias.com.do/opiniones/2013/01/02/i132657_sun-tzu-regueton.html

 

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