Yo hablo por mi obra y por mi desacato, y sé que debo asumir las consecuencias de la una y de lo otro. Esa es mi área de libertad individual, y desde ahí despliego mi activismo.
Norge Espinosa no es solo un reconocido intelectual cubano, ptanto por su quehacer en el área de la poesía como en el universo teatral en proyectos como la agrupación El Público, dirigida por Carlos Díaz. Además de ello, Norge ha sido un promotor cultural desde los lejanos tiempos en que formase parte del ejecutivo nacional de la Asociación Hermanos Saíz, así como un reconocido activista en pro de los derechos de la comunidad LGTBI. Por lo interesante y actual de la entrevista que le realizara Ladislao Aguado para la revista Hypermedia Magazine.
“Hablo por mi obra y por mi desacato, y sé que debo asumir las consecuencias”
Una conversación con el escritor Norge Espinosa a propósito del movimiento LGBTIQ en Cuba y los acontecimientos del pasado 11 de mayo.
Por Ladislao Aguado
Tras conocerse que el Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX) cancelaba la “conga” que tenía lugar desde hacía doce años, por la defensa de los derechos de la comunidad LGTBIQ en Cuba, un grupo de activistas y miembros del movimiento tomó la decisión de mantener la convocatoria de manera independiente.
Se trataba, una vez más, de visualizar y abogar por la igualdad de derechos de un segmento de la población que ha sido, y aún es, víctima de políticas discriminatorias y de actitudes de exclusión.
Sin medios de prensa a su alcance, los organizadores de la nueva marcha lanzaron la convocatoria a través de las redes sociales. El boca a boca hizo el resto.
Hace poco más de un mes, el sábado 11 de mayo de 2019, unos 300 participantes se congregaron a primeras horas de la tarde ante la estatua de José Martí, en el Prado habanero. La idea era recorrer el paseo hasta la avenida Malecón.
El grupo echó a andar hacia el mar armado con apenas unas pocas banderas cubanas y del arcoíris, y la determinación de visualizar unos derechos que les son propios y que cada vez parecen más difíciles de conseguir en la Isla.
Una frase inspiraba la marcha: “Por una Cuba diversa”.
Entre los participantes, independientemente de su orientación sexual, había investigadores, artistas, pequeños emprendedores, estudiantes… El país que deseamos y al que debemos aspirar, representado en unos pocos centenares de personas valientes.
Casi concluía la marcha cuando, al llegar a la intersección de Prado y Malecón, topó con un cordón policial.
El final feliz, el proyecto de un país de concordia, acababa de tropezar con las autoridades. Unas fuerzas policiales que tenían órdenes de interrumpir semejante demostración de diversidad y fraternidad entre cubanos.
Valiéndose del uso de la fuerza, en notable desproporción de recursos contra personas pacíficas y desarmadas, la policía desmanteló la movilización e incluso apresó, golpeó y encarceló a algunos de los manifestantes.
Desde Santa Clara, su ciudad natal, a donde había viajado a esperar el Día de las Madres con la suya, el poeta, crítico y dramaturgo Norge Espinosa siguió “conmocionado” los acontecimientos. Horas después escribió en su muro de Facebook:
“Me emocioné, me preocupé y me indigné, porque a la misma hora en que se alzaban los primeros golpes, otros, que dicen [email protected], estaban en su fiesta. Esas separaciones y demarcaciones no deben ser olvidadas. Han caído algunas máscaras y se han hecho nítidas otras verdades. El 11 de mayo del 2019 para la comunidad LGTBIQ de Cuba no fue una simple salida del clóset ni una toma por asalto a la calle, sino una ganancia en términos de liberación”.
Esta conversación, con uno de los intelectuales cubanos más representativos de la cultura nacional y de la comunidad LGTBIQ en Cuba, debió versar sobre su espléndida obra literaria. Debimos sentarnos en La Habana, como hace más de treinta años que no hacemos, a conversar sobre su obra poética, sus nuevos proyectos teatrales, o acerca de los temas sobre los que investiga actualmente.
Pero esa conversación queda pospuesta.
Ahora quiero preguntarle, en su calidad de testigo excepcional y de protagonista por la lucha de los derechos mil veces escamoteados al colectivo LGTBIQ en Cuba, sobre la historia del movimiento, sobre su experiencia durante estos doce años de permanente reivindicación, y, por supuesto, sobre su opinión acerca de la situación creada a partir del pasado 11 de mayo.
La entrevista la cierra uno de los poemas más valientes y hermosos escritos por un autor cubano. Se titula “Vestido de novia” y se lo escuché a Norge Espinosa, por primera vez, en un mediodía de un pueblo de la actual provincia de Artemisa, cuando ambos teníamos apenas dieciséis años.
Quiero agradecerle, además, la gentileza de responder estas preguntas para Hypermedia Magazine.
Norge, has participado desde el inicio de lo que hoy se puede entender como un movimiento LGTBIQ en Cuba. ¿Cómo fue romper una barrera de décadas de apartheid gubernamental sobre la comunidad?
Dudo que se pueda hablar propiamente de un movimiento LGTBIQ en la Isla, aunque no falten antecedentes, figuras, una memoria rota de los conflictos que ser homosexual o lesbiana ha ido dibujando en la historia nacional desde los días de la Colonia hasta el presente, a pesar de las muchas intermitencias que la atacan.
No tener una conciencia activa de esa tradición, un registro que sobrepase la arqueología y el mero gusto por el escándalo, a fin de organizar ese entramado como una noción de lo que también nos pertenece, hace difícil hablar de tal movimiento. Silencio ha habido, y rupturas, y rechazo tanto doméstico como gubernamental, a quienes se identifican como parte de una minoría que ha tenido, también en Cuba, relaciones explosivas con la Iglesia y el Estado.
Todo eso lo he aprendido sobre la marcha, porque tampoco hay en nuestro país estudios de género propiamente dichos, y lo que hemos estado haciendo algunos escritores, artistas, activistas, ha sido justamente recomponer ese mosaico astillado y empezar a establecer, dentro de ese ejercicio de rehabilitación, verdades y jerarquías.
Yo empecé haciéndolo desde mi obra, cuando era un adolescente. Asumir lo que mi escritura decía de mí, en un territorio público, me hizo sentirme también responsable. Y descubrir, en el proceso, que me acompañaban esos nombres generalmente mencionados en voz baja y con temor, me hizo más fuerte en el empeño.
Pero en Santa Clara, cuando escribí “Vestido de novia” bajo el influjo de unos versos de Lorca, poco podía imaginar de hacia dónde me estaba encaminando.
¿Cuáles fueron las primeras reacciones a aquel poema tuyo?
Se ha hablado de escándalo, sorpresa, estupor. Y censura. Y hay un poco de verdad en todo ello.
Bladimir Zamora quiso publicar “Vestido de novia” en El Caimán Barbudo, en la sección “Por primera vez” donde dio a conocer a no pocos poetas jóvenes. La directora del mensuario se negó, aduciendo que poco favor me iban a hacer publicando ese poema que dejaría saber a todo el mundo de mi homosexualidad.
Hubo que esperar un año para que, tras la decisión de Rafael Alcides, Raúl Rivero y Sigfredo Ariel, mi libro Las breves tribulaciones ganara el premio de esa publicación y finalmente el poema lograra verse en letra impresa. Antón Arrufat ha dicho que es un texto que abrió un espacio “para el asunto”; Víctor Fowler dice que es un poema fundacional.
En ese momento hubo, creo recordar, una especie de sobresalto. Pero lo que hay que recordar ahora es que ese poema vino junto a un relato como “¿Por qué llora Leslie Caron?”, de Roberto Urías, y otros textos que apuntaban a una discusión mucho más abierta sobre otros temas tabú.
El batacazo de los años 90 sirvió, entre otras cosas, para dispersar a esa generación literaria y acallar esas demandas inminentes; no pudo, sin embargo, detener del todo lo que ya se avecinaba. El célebre cuento de Senel Paz, “El lobo, el bosque y el hombre nuevo”, dilataría esa reacción a escala internacional. Y lo hizo a pesar del disgusto con el que muchos de los acomodados leyeron esa historia. Y las nuestras.
¿Alguna vez sentiste que el gobierno instrumentalizaba “la causa”?
En ese primer momento, no. Había un pacto de silencio que obraba con mucha eficacia.
Recuerdo la cara de espanto de un joven periodista que vino a preguntarme qué eran las Jornadas de Arte Homoerótico que organicé entre 1998 y 2001 en La Madriguera, sede de la Asociación Hermanos Saíz de la capital. Ni él ni nadie de la prensa oficial se hubiera atrevido a escribir una nota sobre esas acciones. El CENESEX no sale del clóset, en la dimensión en que hoy se le ve, hasta el 2008, y para entonces obraba con mucha cautela.
El tema aparecía por una u otra parte, pero no desde una agenda que lo expusiera ante la sociedad más allá de una suerte de fenómeno. Cuando los Gays for Cuba, liderados por la activista norteamericana Stephanie Davies, hicieron su primera visita a la Isla en 1994, fueron de institución en institución en pos de apoyo para abrir aquí una filial de la Asociación Internacional de Gays, Lesbianas, Bisexuales, Trans e Intersexuales (ILGA, por sus siglas en inglés), y más allá de las sonrisas formales fue poco lo que consiguieron.
Tendría que pasar más tiempo para que esas preocupaciones trataran de ser canalizadas por una vía oficial. Y la vía oficial que existe hoy quiere crear un cerco; a la manera en que ya se ha repetido tanto, pretende crear una línea divisoria, un in y un out que radicaliza, en términos de obedecimiento o disidencia, a las fuerzas que, dentro del núcleo de esa posible/imposible comunidad LGTBIQ cubana, aún tienen que entrenarse para ganar más territorio a favor de todas sus demandas.
¿Te viste a ti mismo sirviendo de imagen intelectual a favor de una imagen gubernamental?
Un escritor al que estimo y respeto, preguntándome alguna vez por mi trabajo como activista en las Jornadas, me dijo: hay que tener cojones para hacer eso. Nunca lo pensé así, y tampoco me veo dentro de ese límite que la pregunta, capciosamente, quiere trazar.
Yo hablo por mi obra y por mi desacato, y sé que debo asumir las consecuencias de la una y de lo otro. Esa es mi área de libertad individual, y desde ahí despliego mi activismo.
De algo tiene que haberme servido, en todos los órdenes, haber conversado con Pedro Lemebel.
En algún momento las marchas convocadas por el CENESEX se entendieron como una discriminación añadida a las tantas discriminaciones sufridas por el movimiento, pues —se dijo— una parte de la comunidad LGTBIQ había sido apartada por razones políticas. ¿Fue así?
En un primer momento de fe, yo organicé desde la UNEAC el día en el que los artistas y creadores saludaban el Día Mundial de Lucha contra la Homofobia y la Transfobia. Llevar a ese sitio a travestis para que hicieran sus números nocturnos, exponer en paneles las fotos más agresivas de una exposición como Sex and the City, curada por Píter Ortega, o poner en la misma mesa a representantes del CENESEX y otros núcleos de activismo, como el Proyecto Arcoíris, me costó bastantes dolores de cabeza.
Cuando me separé de todo aquello, en 2014, estaba agotado y desencantado tras comprobar que el panorama no se abría en la dimensión que ya demandaban estos y otros gestos.
Para ser sincero: vi en las congas, que no marchas, del CENESEX, a representantes de toda la diversidad de esa probable comunidad LGTBIQ, y si algo me incomodó fue que en esas manifestaciones se hiciera obvia la falta de creatividad de dicha presencia, que coreaba las mismas consignas políticas de un Primero de Mayo, pero tardaba en clamar las de una causa que les toca más íntimamente.
Ocupar la calle en Cuba tiene, como se sabe, un cariz simbólico que difícilmente se cede. Hasta donde sé, a Yasmín Silvia Portales y Jimmy Roque, integrantes de Proyecto Arcoíris, alguna vez se les agredió físicamente durante una de esas congas; ellos mismos han dado testimonio. Pero yo hace unos cinco años que no participo de ese momento. Tal vez otros podrían dar ejemplos de algo como lo que preguntas.
El año pasado, tras la propuesta de reforma de la Constitución, surgen dos fenómenos que han llamado mi atención: por una parte la negativa a incluir dentro del documento la aprobación de una Ley de Matrimonio Igualitario y, luego, el surgimiento dentro de la sociedad cubana de un fundamentalismo religioso bastante influyente. ¿Ambos fenómenos están disociados o tienen causas comunes?
Son dos fenómenos casi paralelos, que tienen como eje la refundación o intento de refundación de una vida en Cuba en la era Post Castro.
La lucha de símbolos, sus equivalencias y disonancias en un tiempo en el cual ya no está entre los vivos el que se tomaba como símbolo mayor de causas y numerosos efectos, propone a los miembros de la cúpula de poder una situación sin precedentes. Esto ha agitado el panorama, y lo ha recombinado con la aparición de nuevas herramientas de debate e intercambio como la telefonía móvil, Internet, etc. Una nueva generación se ha apoderado de esos medios y poco a poco la imagen monolítica de una Cuba imantada por una única fe política empieza a movilizarse hacia otros cardinales.
Si quiere regenerarse, la Revolución tendrá que aprender a sobrevivir a sus propios símbolos, y en ese proceso, a diferencia de otras épocas, parece no haber manual.
El fundamentalismo religioso supo armar su estrategia, apeló a esos elementos mediáticos, lanzó una campaña ante la cual palideció la propia voz gubernamental, que al mismo tiempo impidió a los representantes de esa incipiente comunidad LGTBIQ responder a los ataques, a esos sermones y cultos repetidos por altavoces ensordecedores desde los cuales se clamaba por un voto negativo a la nueva Constitución, en caso de que el documento aprobase el matrimonio igualitario.
Pero ese fundamentalismo ya estaba presente en la sociedad cubana, no es el resultado reactivo de la propuesta sobre la Carta Magna. Sencillamente aprovechó las posibilidades que tras largas negociaciones ha ido obteniendo, y echó a rodar su mecanismo. Ahora el fundamentalismo religioso siente que ha obtenido una victoria, y mañana podrá lanzarse sobre temas como el aborto y otros no menos preocupantes.
Cuando se anunció que el Decreto 68 pasaba a ser el 82, mucho más impreciso que el primero, y desde la Asamblea Nacional comenzó el aluvión de excusas y explicaciones, el CENESEX, a mi modo de ver, solo enturbió más el panorama. El resultado es un desasosiego que puede conducir a otros, y que por lo menos es útil para entender cómo fue que llegamos al 11 de mayo de 2019.
Esa suerte de “lobby” religioso, ¿cuán fuerte es?
No tengo la menor idea, pero indudablemente es una fuerza en crecimiento. La carta firmada por cinco iglesias evangélicas da la medida de qué procedimientos de consolidación puede conseguir esa voluntad opositora. Y la creación de una Alianza Evangélica, mientras otros segmentos de la sociedad cubana no pueden organizarse ni aglutinarse en la misma medida para coordinar respuestas y reacciones, ofrece un panorama nada tranquilizador.
Desconozco qué se negocia detrás del telón entre esos representantes y los principales nombres del poder político. Lo mínimo sería que nos permitieran, a quienes recibimos los ataques y se nos niegan esos derechos que se pensaban proclamar en lo que popularmente se llegó a llamar “la Constitución de los Patos”, establecer una mesa de diálogo y tener como voceros a personas que también sean capaces de representar a toda la gama de los que, bajo el espectro de esa supuesta comunidad LGTBIQ cubana, viven el día a día de una nación en la que no todos son personas blancas, de linaje y estatus económico privilegiados y con aspiraciones mediáticas, como son las que suelen hablar por ese segmento del país.
Te lo pregunto porque uno de los motivos por los que —según se sospecha— cancelaron la marcha de este año, fueron las amenazas lanzadas por algunos grupos religiosos dispuestos a confrontar a la comunidad LGTBIQ durante la conga… ¿Qué razones crees que hubo realmente detrás de la suspensión?
Después de la nota del CENESEX informando que, según indicaciones del MINSAP, optaba por la no celebración de la conga (que no marcha, insisto), a partir de supuestamente tomar conciencia de la circunstancia política internacional y otras razones no menos vagas, a pocos días del desfile multitudinario del Primero de Mayo, es obvio que el trasfondo de todo es una suerte de desconfianza.
Desconfianza política y de otros órdenes, que intentó justificarse con una supuesta conexión entre Miami y Matanzas, la cual alentaba a sospechosos activistas a sabotear la tradicional apertura de las Jornadas por el 17 de mayo; día que para colmo coincide en el calendario oficial cubano con el Día del Campesino, lo que ha dado pie a comentarios tan jocosos como homofóbicos.
Hasta el momento en que respondo esta entrevista, el CENESEX no ha dado pruebas de que tal amenaza fuera cierta, no ha ofrecido pruebas de que los activistas que organizaron la marcha alternativa —por voluntad propia y con una rapidez y efectividad que debe haberlos dejado pasmados— fueran mercenarios, como se ha dicho, o simplemente parte de una “masa de ignorantes”, como se les tildó.
Varias son las expresiones que, desde la calle, han demostrado que la sociedad cubana está procurando nuevas fórmulas de manifestación pública. El desencanto que había activado la desaparición del Decreto 68, las discusiones y reacciones desatadas por el Decreto 349, la marcha por la ley de protección animal, etc., dan la medida de un ambiente caldeado.
La iglesia evangélica ni se molestó en llegar a Prado el 11 de mayo; deben estar todavía celebrando lo que para ellos es la victoria a favor del diseño de una familia “original”, y eso sí da pie a otras sospechas, confirmadas por la ya aludida creación de una alianza entre muchas de sus ramificaciones, de las que queda esperar un discurso mesiánico, con consecuencias dignas de temer.
Con semejante panorama, ¿hay algún horizonte probable que permita conseguir una Ley de Matrimonio Igualitario en Cuba?
La respuesta oficial radica en el nuevo Código de Familia, cuyo anteproyecto se ha venido redactando con paciencia china y que, finalmente, tras una espera que llegó a ser motivo de burla, tendrá que exponerse a la discusión popular dentro de dos años (que ya están corriendo).
Una encuesta que no se manejó durante la discusión final de la Carta Magna arrojaba que un setenta por ciento de los entrevistados apoyaba el matrimonio igualitario; ese dato, incluso siendo conocido por algunos de quienes apostaban por el cambio, no se publicitó. La imagen final es la de una Cuba que —a pesar de tanta campaña en términos didácticos y dictada desde la zona de confort que puede ser tan engañosa— se resiste a esa maniobra de avance, mientras que otros países de la propia Latinoamérica, como Brasil o Ecuador, aprueban dicha legalización sin que se caiga el Cristo del Corcovado ni se hundan las minas de plata.
Es un horizonte de marco estrecho, porque para lograr el matrimonio igualitario tendrían que crearse alianzas y funcionar nuevos discursos que, por ahora, visto lo sucedido en la más reciente Jornada contra la Homofobia y la Transfobia, no parecen aflorar de manera contundente. De lo probable, ya sabrá Dios.
Has dicho que, de haber estado en La Habana el 11 de mayo, habrías participado en la marcha. ¿Te imaginas entre los represaliados?
En un primer momento, preferí no ir. El 12 de mayo fue el domingo marcado como Día de las Madres, y por razones de salud decidí irme a Santa Clara para pasar ese día con mi familia, amén de librarme de los ecos de una Jornada de la que ya solo espero la repetición de la misma fórmula, adelantada por las discusiones que sostuvieron en las redes sociales, con un grado vergonzoso de bajeza verbal, algunos representantes del CENESEX con quienes se sintieron defraudados ante lo sucedido con el Decreto 68 y la suspensión de la conga.
Pensaba que hacer una marcha alternativa el mismo día en que el CENESEX tenía planificada su conga, serviría para llenar el espacio que ellos dejaban vacío. Y con esa idea en la mente me fui a ver a mi madre. Luego, sin embargo, la inminencia de la manifestación me hizo comprender que se trataba de un golpe de efecto que, de funcionar, tendría consecuencias notables. Y así fue.
Me conecté desde Santa Clara con los activistas que iban al Prado, y estuve al tanto de sus acciones mediante los videos en directo y los mensajes a través de Facebook. Pensé que haber desfilado en ese mismo espacio, el 1 de mayo de 1995, junto a los integrantes de la segunda visita de Queers for Cuba portando un fragmento de la Rainbow Flag original, en su primera aparición pública en la Isla, también me responsabilizaba con esta nueva generación, con estas casi doscientas personas que fueron allí para declarar que no perderían el espacio ganado, que no tenían ánimo alguno de volver al clóset bajo vagas excusas políticas, y que se atrevían a más.
Confieso que eso me emocionó, y también que me temía la reacción final.
Por supuesto, yo hubiera estado ahí. Si lo hice cuando todo aún era mucho más riesgoso —cuando ni siquiera existía la Jornada contra la Homofobia y ni yo me había atrevido a convocar, desde el arte, a voces diversas en pro de la diversidad sexual en Cuba—, entonces no solo se trataba de estar, sino de la responsabilidad de estar y de acompañar a los que se atrevieron, a los cuales, desde aquí, extiendo mi más profundo respeto.
En tu opinión, ¿cuál debió ser la respuesta adecuada tanto de la policía —es decir, del gobierno— ante la marcha, como de los manifestantes ante la intervención policial?
En lo que escribí inmediatamente después del suceso, dije que lo más lamentable fue lo predecible de cuanto sucedió. Siempre sospeché que llegar al malecón sería imposible (el eco del Maleconazo sigue encendido en muchas mentes), pero el número de personas que desfilaron también me llevó a creer que todo se resolvería de un modo más civilizado. Ya sabemos que no fue así.
En la televisión, en el programa la Mesa Redonda del 13 de mayo, el CENESEX insistió en la presunta manipulación de los manifestantes, a pesar de que varios expresaron a la prensa extranjera que no se trataba de una protesta política, sino de un acto de reafirmación de sus derechos y demandas por el matrimonio igualitario.
La torpeza política de la respuesta del CENESEX arroja luz sobre las incapacidades y las faltas de diálogo que acosan a la sociedad cubana en este nuevo momento. Acusar a alguien de disidente en Cuba, sea cual sea el contexto de la acusación, sataniza de inmediato a esa persona, la convierte en la no-persona de la que hablaron Virgilio Piñera, Reinaldo Arenas y algunos más.
No deja de ser también “luminoso” —a su modo, claro— que ni las temidas iglesias evangélicas, ni los máximos representantes del poder político en Cuba, se hayan expresado al respecto. Da la medida del desamparo en el que se encuentra quien proyecta nuevas conversaciones, nuevas maneras de demandar estrategias de cambio y renegociaciones en el imaginario político nacional.
El CENESEX, que perdió la oportunidad de sumarse a la convocatoria y reconquistar así su rol ante las personas LGTBIQ, que sí respondieron a ella, quiso boicotear la marcha cambiando incluso la hora de la Fiesta por la Diversidad: programada en la noche, la adelantaron para la misma hora en que la marcha alternativa iniciaría su paso desde la estatua de José Martí en el Parque Central (justo donde desfilamos los atrevidos de 1995).
Esto da la medida de sus preocupaciones ante un acontecimiento que se les fue de las manos, que les restó protagonismo —cosa que ha de dolerles mucho— y que resquebrajó su imagen de único canal para esa clase de manifestaciones. De todo ello fue eco la Mesa Redonda, que, para variar y como metáfora monocromática de la sociedad cubana, solo incluyó a las voces oficiales.
Y es que hay quienes, a pesar de las evidencias, siguen queriendo venir a esta Isla a oír el cuento dorado de una Cuba en la que parecieran no haber sucedido las UMAP, la parametración, el éxodo del Mariel, y otras muchas circunstancias en las cuales ser homosexual ha sido, y sigue siendo, reconocerse en el papel de una víctima a la que aún no le llega, ni le es concedida, la hora de su verdadera rehabilitación.
Muchos opinamos que esta marcha del pasado 11 de mayo no puede ser ya entendida exclusivamente como una reivindicación de derechos de la comunidad LGTBIQ, sino como la expresión de una necesidad nacional de concordia… ¿Cómo la valoras Norge Espinosa? ¿Cuáles pudieran ser las respuestas venideras del gobierno a lo sucedido aquel sábado?
Todo está por ver, y a un mes de los acontecimientos, la fecha a la que he esperado para responder estas preguntas, las certezas no son demasiadas.
Para los que forman parte de esta improbable comunidad LGTBIQ cubana, y que van ganando cierta conciencia de que ser integrantes de ella, no se limita a la sandunga de la conga ni al permiso que por unos días pareciera concederse a “maricones y tortilleras” para expresar su deseo, el 11 de mayo será un referente crucial.
Pero el cubano olvida rápido, y bajo el manejo de la versión oficial de los hechos, ese impacto podría disolverse. Se trata pues, de activar conciencia y memoria, no solo sobre la marcha, sino sobre sus detalles más oscuros, como las detenciones que sufrieron algunos activistas antes y después, para que la memoria sea completa.
Con Víctor Fowler, hace unos años, organicé el primer seminario sobre arte y literatura de tema homoerótico de nuestro país, repasando desde los años coloniales hasta nuestros días e incluyendo pasajes complejos, figuras del exilio, cuestiones legales, etc. Víctor creía que no daríamos abasto, pues la novedad del curso le hacía pensar que muchos estarían interesados en lo que íbamos a discutir. Y resultó que no pasaron de diez personas las que nos siguieron de clase en clase para saber más sobre Enriqueta Faber, Julián del Casal, el núcleo homoerótico del teatro de arte de los años 50 en Cuba, Lydia Cabrera, Ofelia Rodríguez Acosta, Piñera, Raúl Martínez, Ballagas, Lezama, Sarduy, Carlos Montenegro, Reinaldo Arenas, Magali Alabau, Delfín Prats, Lina de Feria, Pedro de Jesús, Eduardo Hernández, Rocío García, novísimos autores, realizadores de cine… y muchísimos más.
Aprender significa comprometerse, y no dudo que muchos prefieran una comunidad cubana LGBTIQ carente de esas armas, de esas señales de alerta que le ayuden a prepararse mejor para estas y otras batallas.
El propio Víctor Fowler, en la última mesa que organicé desde la UNEAC como resonancia del Día Mundial de Lucha contra la Homofobia y la Transfobia, habló de la necesidad del perdón, de la imprescindible hora en la cual se pidan disculpas a quienes han sufrido, por el mero hecho de su sexualidad, discriminaciones y represiones en nuestra Historia. Y eso no agradó a algunas mentes, lo que me dio la medida de cuán poco preparados estamos para superar traumas, neurosis, sospechas de todo tipo, y lograr esa concordia de la que hablas.
No sé qué sucederá el año venidero, si el CENESEX recapacitará y volverá a tener su conga, si a ella acudirán los que la reclamaron o si será nuevamente la avenida de Prado el escenario de una nueva marcha alternativa. No sé, tampoco, aunque me parece algo obvio, si se establecerá una mesa de diálogo que convoque a todas las partes, frente al Estado, y sea capaz de superar puntos de vista y criterios personales para reorganizar una estrategia de reafirmación ante los ataques recibidos, evangélicos y no evangélicos.
Esto depende de muchas cosas que rebasan la mera discusión por los impostergables derechos de la diversidad sexual. Si, por obra divina, mañana el país amaneciera restaurado, con calles limpias, sin carencias materiales, etc., aún quedaría esa otra obra por hacer, mucho más ardua: la de restañar una noción de espiritualidad.
En La Habana, en Miami, en Camagüey, en España, en Nueva York, oyendo hablar a sobrevivientes de esas discriminaciones, he aprendido a entender y a respetar el dolor de quienes me hablan. Pero también a asumirlo como una fuerza progresiva: que no se quede en el eco de la queja, sino que sirva para establecer nuevos pasos y demandas.
La Nación se reconstruye, ya lo dijo Martí, con todos y para el bien de todos. También de los miembros de esa comunidad cubana LGTBIQ de la que aún espero madurez y capacidad para sacar de esta fecha de mayo un acuerdo mayor entre sus partes, una identificación precisa con objetivos de lucha y algo más que el colorido ir y venir entre iniciativas a veces demasiado dispersas.
Para eso debería servirnos el 11 de mayo, que no es una mimética repetición del Stonewall a la cubana, sino lo que nos toca, a 50 años de aquel motín que desequilibró para bien tantas cosas, y de cuyos detalles no saben demasiado muchos de los que conforman esa improbable comunidad LGTBIQ cubana. Y es desde esa conciencia y su responsabilidad, la que emana de las imágenes que nos ayudan a recordar ese día como una opción de cambio, que debería servirnos de orgullo e impulso.
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Vestido de novia
Por eso no levanto mi voz, viejo Walt Whitman,
contra el niño que escribe nombre de niña en su almohada,
ni contra el muchacho que se viste de novia
en la oscuridad del ropero.
Federico García Lorca
Con qué espejos
con qué ojos
va a mirarse este muchacho de manos azules.
Con qué sombrilla va a atreverse a cruzar el aguacero
y la senda del barco hacia la luna.
Cómo va a poder
Cómo va a poder así vestido de novia
si vacío de senos está su corazón si no tiene las uñas pintadas
si tiene sólo un abanico de libélulas.
Cómo va a poder abrir la puerta sin afectación
para saludar a la amiga que le esperó bajo el almendro
sin saber que el almendro raptó a su amiga le dejó solo.
Ay adónde va a ir así este muchacho
que se sienta a llorar entre las niñas que se confunde
adónde podrá ir así tan rubio y azul tan pálido
a contar los pájaros a pedir citas en teléfonos descompuestos
si tiene sólo una mitad de sí la otra mitad pertenece a la madre.
De quién a quién habrá robado ese gesto esa veleidad
esos párpados amarillos esa voz que alguna vez fue de las sirenas.
Quién le va a apagar la luz bajo la cama y le pintará los senos conque sueña
quién le pintará las alas a este mal ángel hecho para las burlas
si a sus alas las condenó el viento y gimen
quién le va a desvestir sobre qué hierba o pañuelo
para abofetearle el vientre para escupirle las piernas
a este muchacho de cabello crecido así vestido de novia.
Con qué espejos
con qué ojos
va a retocarse las pupilas este muchacho que alguna vez quiso llamarse Alicia
que se justifica y echa la culpa a las estrellas.
Con qué estrellas con qué astros podrá mañana adornarse los muslos
con qué alfileres se los va a sostener
con qué pluma va a escribir su confesión ay este muchacho
vestido de novia en la oscuridad es amargo y no quiere salir no se atreve
no sabe a cuál de sus musgos escapó la confianza
no sabe quién le acariciará desde algún otro parque
quién le va a dar un nombre
con el que pueda venir y acallar a las palomas
matarlas así que paguen sus insultos.
Con qué espejos con qué ojos
va a poder asustarse de sí mismo este muchacho
que no ha querido aprender ni un sólo silbido para las estudiantes
las estudiantes que ríen él no puede matarlas
así vestido de novia amordazado por los grillos
siempre del otro lado del puente siempre del otro lado del aguacero
siempre en un teléfono equivocado
no sabe el número tampoco él lo sabe.
Está perdido en un encaje y no tiene tijeras
así vestido de novia como en un pacto hacia el amanecer.
Con qué espejos
con qué ojos.
Tomado de Hypermedia Magazine, localizable en:
https://www.hypermediamagazine.com/columnistas/set-point/hablo-por-mi-obra-y-por-mi-desacato/