Categoría: Rock

Allan Holdsworth: gran maestro de las seis cuerdas

Allan Holdsworth: gran maestro de las seis cuerdas

Parece que fue ayer cuando en casa del tecladista Esteban Puebla, hace más de 30 años, escuché por primera vez el discoI.O.U., del guitarrista inglés Allan Holdsworth. Estoy convencido de que pocos fonogramas me han impactado tanto como aquel álbum, signado por un estilo de improvisación que tardé mucho tiempo en llegar a comprender.

Por esa época, en la vivienda de Esteban, me reunía con músicos como los guitarristas Manuel Trujillo y William Martínez, el baterista de origen chileno Alejandro García, el bajista Luis Manresa y el extraordinario multinstrumentista Pucho López. Él fue quien me hizo entender las esencias del modo de tocar de Holdsworth a través de repetidas audiciones de materiales discográficos como Road Games, Metal Fatigue, Atavachron, Sand y Secrets.

Cierto que Allan, antes de iniciar su carrera como solista con la grabación de Velvet Darkness, fonograma registrado en 1976 y del que él renegaba, ya tenía una interesante trayectoria por su participación en bandas como Igginbottom, Tempest, Nucleus, Soft Machine, The Tony Williams New Lifetime, Gong y UK, pero tales andanzas solo pueden ser vistas como una etapa de formación, de búsqueda en lo que sería un estilo interpretativo y de ejecución sencilla y llanamente inigualable.

Por supuesto que el innovador modo de asumir la música por parte de Holdsworth llevó a que en un momento dado se le considerase muy roquero para las emisoras de jazz y demasiado jazzístico para los consumidores de rock. Justo en esa riquísima mixtura de géneros y estilos por él cultivados desde una concepción armónica muy abierta y rompedora de estereotipos, radica una de las grandes virtudes de este maestro del instrumento de las seis cuerdas.

Un segundo aspecto que hizo de Allan un referente universal como instrumentista viene de la mano de su incesante indagación por los caminos de nuevas e innovadoras sonoridades tímbricas. Su vínculo con la tecnología de punta aplicada a la música lo conduce a ser uno de los propulsores de la utilización de la SynthAxe, un instrumento electrónico semejante a una guitarra, pero con otras posibilidades a la hora de emitir notas y acordes, como se comprueba en Atavachron, primer disco en que él usa la SynthAxe.

Cuando el domingo 16 de abril de 2017 este extraordinario guitarrista murió a los 70 años de edad, los admiradores de Allan Holdsworth quedamos consternados ante la inesperada noticia. Cientos de comentarios circularon  esos días por Internet a propósito del penoso suceso. Personalidades como Peter Frampton, Steve Lukather, Joe Satriani y el recientemente fallecido  Eddie Van Halen ponderaron las virtudes de Holdsworth y volvieron a salir a la luz afirmaciones del pasado, como esta de Van Halen en la que se dice: «Allan es el mejor y tan condenadamente bueno que no le puedo copiar nada».

El trabajo de Holdsworth como solista es de tanta importancia, que en numerosas ocasiones se pasa por alto el hecho de que él colaboró en álbumes de disímiles figuras y diversos estilos, que van desde el jazz tradicional, el free jazz, el acid jazz, la música electrónica y hasta el metal progresivo. En tal sentido, yo pudiera enumerar aquí múltiples ejemplos, pero me limitaré solo a algunos de los que más guardo en mi memoria. Entre ellos están los discos Feels Good To MeOne Of A KindHell’s Bell’sMaster Strokes, con su viejo amigo el baterista Bill Bruford; Truth In Shredding, con el guitarrista Frank Gambale;Guaranteed, con la banda Level 42; y los llevados a cabo con el violinista francés Jean-Luc Ponty, o sea, Enigmatic Ocean,Individual ChoiceLe VoyageThe Jean-Luc Ponty Anthology y The Very Best Of Jean-Luc Ponty.

Aunque de seguro muchos en nuestro país no tienen la menor idea de quién es Allan Holdsworth y de lo que ha representado en la música desde su debut en 1969, puedo asegurar que él es uno de los nombres en verdad grandes de la guitarra internacional. No sin razón, uno de los comentarios que por los días de su muerte motivó más opiniones en la red fue el que afirma: «Hunter S. Thompson, periodista y escritor estadounidense tenía razón cuando dijo: “El negocio de la música es una trinchera de dinero cruel y superficial, un largo pasillo de plástico donde ladrones y chulos corren libres, y los buenos mueren como perros”. A lo que añadiría, lo mediocre y lo banal son celebrados y remunerados, mientras que los sublimemente dotados y siempre buscadores son rutinariamente marginados».

“Se nos fue William”: otra alma del rock

“Se nos fue William”: otra alma del rock

En el mundo del rock and roll siempre hay tipos peculiares. Siempre hay quienes dejan huella. Y este era uno de ellos. No fui su amiga. Pero, me hubiese gustado serlo. Es grandioso tener al lado alguien que destila alegría y pasión aun cuando se está perdiendo la luna. William Bonachea era así. Entraba a la noche para ponerle música. Siendo exacta, para ponerle rock and roll, pero con un entusiasmo que imponía estilo.  

Lo vi unas cuantas veces. Sobre el escenario del Submarino Amarillo,  en la Casa de la Música, en otros sitios. Su actitud de rockero, esa de escuchar una melodía y sentirla en las venas, y la estirpe que mejor reflejaba el mundo al que pertenecía: sus tatuajes, las argollas, y otros metales sagrados, las acompañaba con un espíritu especial. 

No importaba si cantaba una versión o los temas propios de la banda que integraba. Él parecía decirte: “lo que viene ahora es único o, mejor, lo vivirás como único”. Hacía unas breves visitas al drummer, al guitarrista, al resto de los músicos. Daba unos aplausos como para acelerar el corazón de cada instrumentista y el suyo. El tema empezaba a rasgarse. Y se hacía real la magia prometida. Porque además él continuaba haciéndola posible. Muchas veces tomaba el micrófono, lo colocaba a la altura de la cintura y tocaba sus cuerdas de aire, como si quisiera sacar de ellas música o fuego.  

William Bonachea fue un músico underground. Él mismo lo afirmó con esas palabras en El desafío, un audiovisual de Ruffo de Armas, que aborda algunas problemáticas de la escena rockera habanera a través de la banda Challenger. Quizá es uno de los pocos registros que muestra cómo William mantenía viva e idéntica su aura también fuera del escenario. Pero, ya se sabe que en materia de rock and roll hay mucha historia perdida o guardada en la memoria de los devotos de esta música como un tesoro al que no muchos llegan a tiempo. 

En ese mismo documento, él abre las puertas de su casa. Tampoco esta era muy común. Las propias paredes advertían que aquí la relación con el arte iba más allá de la música. William se graduó de Artes Plásticas en San Alejandro en 1987. Las paredes de “la casa del terror”, como él la llamó, estaban tapizadas con grafitis y pinturas. Pudiera decirse que estaban tapizadas con una filosofía directa. Una puede inferir a través de ello que la sonrisa de William moldeaba y torcía una conocida dureza de la vida. E igualmente, teniéndolo otra vez sobre el escenario— o en descargas a las que se unían los frikis como eslabones de una cadena que no podía quebrarse—, asegurar que la alegría perenne solo puede estar sostenida por un espíritu libre.  

Este 22 de abril cuando se supo de su muerte por cáncer, muchos recordaron Estirpe, la banda de  heavy metal en español del que fuera vocalista. Pero antes, él fue cantante de Cénith. Dejó la universidad y en ese grupo  comenzó a hacer rock and roll a ·”todo pecho”. También integró, entre otras bandas como Los Tackson y Challenger, el grupo Gens, el cual consideró “la mejor historia de mi vida”.  

Tal vez, que William naciera en los sesenta es un dato místico. Porque a pesar de cualquier cambio y trabas de los tiempos, siempre se mantuvo fiel al rock. Él fue uno de esos músicos que, aun perteneciendo al circuito profesional, no dejaba de ser un servidor de las insinuaciones de las noches rockeras. Quizá sintió que no hacía falta despegar demasiado para ofrecer, con su voz y movimientos, el rock y toda la atrayente energía que llevaba adentro. 

Pie de Foto: William Bonachea junto a Ángel Luis Fundichel (teclados) y Ruffo de Armas (bajo). Crédito: Challenger

Pearl Jam: cuando el béisbol suena a grunge

Pearl Jam: cuando el béisbol suena a grunge

Por Joaquín Borges-Triana

Quienes me conocen, saben que desde muchacho tengo dos grandes pasiones: el rock y el béisbol. Nunca he dejado una de esas aficiones y hoy las continúo utilizando como materia prima en mi relación con la cultura y el entretenimiento. Por ello he disfrutado tanto de Pearl Jam: Let’s Play Two, CD y documental que no es solo un ineludible encuentro con una poderosa descarga de furia revestida de nostalgia por el grunge de los 90, sino un testimonio de amor por la pelota.

Eddie Vedder, quien sabiamente ha trascendido el cliché de cantante acelerado y símbolo generacional para devenir una de las legendarias voces en la historia del rock, desde pequeño ha sido admirador de los Chicago Cubs, equipo que en 2016 consiguió conquistar el título de la serie mundial de las Grandes Ligas,  tras años de anhelar el galardón. Así, con dos conciertos en el enorme Wrigley Field, los de Pearl Jam rendían tributo en agosto de 2016 a la historia de una franquicia beisbolera que ha crecido durante los últimos 25 años de la misma forma y paralelamente a las aventuras de una banda que ha cautivado a millones de personas a partir del recordado Ten, de 1991.

El director del audiovisual es Danny Clinch, alguien muy asociado a la tropa encabezada por Eddie Vedder, pues ya les había filmado en ese excelente material de 2007 que resulta Immagine In Cornice, resumen de la gira italiana del grupo durante 2006. Fue Clinch el que configuró buena parte del programa del repertorio de los dos conciertos en el Wrigley Field, dada la cercanía y confianza que le tiene la banda.

Es importante resaltar que el CD publicado bajo el título de Let’s Play Two funciona independientemente del documental, o como dirían algunos «rockumental», recogiendo piezas interpretadas durante esas dos noches en la ciudad del viento, con la inclusión de All the way, el tema que Vedder compuso como homenaje a los Cubs y que se ha convertido en el himno identificativo del equipo.

Let’s Play Two es el primer fonograma oficial en vivo de Pearl Jam, desde Live On Ten Legs (1998). Cierto que al quinteto de Seattle le ha encantado siempre sacar discos en vivo y de ahí que muchos de sus conciertos han sido grabados y lanzados como producciones en directo. En ese sentido, habría que apuntar que sus producciones anteriores fueron constituidas a partir de tomas registradas en distintas fechas y  escenarios, así como con  variadas audiencias.

Por el contrario, los 17 cortes de Let’s Play Two están grabados en el mismo estadio y con un público muy similar entre ambas fechas. Creo que ello es un factor fundamental que propicia que el grupo suene más profundo que en sus anteriores álbumes en vivo, algo que se comprueba desde el primer tema musical Low light.

Como disco, una vez más se verifica la coherencia que durante los años de carrera ha signado el quehacer de Pearl Jam. Con enorme placer se dejan escuchar clásicos como la zeppeliniana Given to fly y la seminal Jeremy, que en las versiones aquí recogidas  sorprenden por aceleradas. Igualmente Go, uno de mis temas favoritos de la banda, en esta ocasión asume una particular agresividad sonora, ideal para el deformado sentido de la melodía de Eddie Vedder.

En el fonograma se incluyen también piezas como Better man, Elderly woman behind the counter in a small town, Last exit, Lightning bolt, Black red yellow, Black, la mítica Corduroy, Inside job, I’ve got a feeling, Crazy Mary y Alive (que nunca falta en un concierto de la banda). Son interpretaciones que transmiten un espíritu de fuerza, de unidad y comunión entre los miembros del quinteto.

Con una tirada que abarca un DVD / Blu-Ray, CD y doble vinil, Let’s Play Two aparece en el mercado a través de Republic Records (Universal Music Group) y es de esos trabajos que sin la menor duda recomiendo tener en casa.

Del rock hecho por cubanos y sus letras

Del rock hecho por cubanos y sus letras

Decididamente, atrás han quedado los tiempos en que el rock hecho por los cubanos tenía muchos problemas en cuanto a la calidad de sus letras. Desde mediados de los noventa es posible aludir a producciones caracterizadas por la buena factura en el discurso textual. Excelente ejemplo de ello lo brinda el grupo de rock progresivo Naranja Mecánica, que en su disco 1993-1995editado por la compañía Mexicana Luna Negra, nos entrega varias composiciones sobresalientes en lo letrístico. Tales son los casos de “En la fiesta”, “Desnudo” y sobre todo, “Crónica de la cobardía”, tres piezas acreditadas al pianista Alejandro del Valle. Algo por el estilo puede asegurarse de la banda sonora de la película Habana Blues, con muy buenos temas como “Habana blues” y “En todas partes”, compuestos en su mayoría por un equipo de varios autores, entre ellos Equis Alfonso, Kelvis Ochoa y Descemer Bueno. Véase si no, el excelente texto de la pieza “Habana blues”:

Hoy, miro a través de ti, las calles de mi habana
tu tristeza y tu dolor, reflejan sus fachadas,
es tu alma y soledad, la voz, la voz de esta nación
cansada
solos tu y yo, en la ciudad dormida
solos tu y yo, besando las heridas
hay habana
cada vez te olvidabas más de ti, para apoyar mis sueños
pero sé que lastimé tu corazón, jugando con tus
sentimientos
fue la luz, esa que robé dejando a oscuras tus deseos, eh, eh
solos tú y yo, en la ciudad dormida
solos tú y yo, besando sus heridas
habana
y tengo que dejarte ir, poniendo el mar entre los dos
pagando el precio de otros que viven de la
contradicción
otra familia que quedó marcada por la separación
como luchar, con ese sol con la política y con dios

O esta otra pequeña maravilla que es “En todas partes” y que escribió el trío de Equis, Kelvis y Descemer:

La amistad es una semilla
que brota en cualquier lugar,
y cuando sientas frío
cúbrete con las ramas de mi destino
donde te lleven los pasos
te encontrarás mi te quiero y mi abrazo
hay amor en todas partes
y en cada rincón del mundo
y todos buscando un sueño
cambiamos así de rumbo
si profunda es la distancia
profunda es la lejanía
en un alma peregrina
no existe ciudadanía
la bandera es un dilema, la patria y la geografía
donde quiera que me encuentre
yo siento que es tierra mía
(bis)
tuya y mía
[estribillo:]
Yo quiero ser tu abrigo
si te hace falta el consuelo mío
yo quiero ser tu nido
si necesitas cariño mío
no quiero ser tu olvido
si en todas partes estoy contigo
yo quiero ser tu abrigo
en Madrid y en Nueva York
La Habana está en todas partes
porque la llevas contigo
sin miedo a desarraigarte
yo sé que existen fronteras
en todos los continentes
un sólo sol y una luna te cuidan y alumbran siempre
quisiera ser la mañana y entonar la melodía
esa que me hace crecer cada día
caminos que me separan
y te obligan a escondidas
a ser cautivos de idiomas e ideologías
no seas cautivo de idiomas e ideologías
[estribillo]
Aquí mismito yo estoy contigo.

El saber expresar ideas inteligentes, incluso en una propuesta de clara orientación hacia lo comercial, se trasluce en un álbum como Havana (Generamúsica), realizado por la agrupación homónima dentro de los parámetros del rock latino, con la intención de insertarse en el mercado mexicano, donde el grupo dirigido por Iván Latour se afincó desde 1998. Aunque la reorientación estilística de la banda hasta su desaparición se apartó por completo de las pretensiones conceptuales que animaron el primer fonograma del ensamble, para abordar en lo fundamental una poética en torno al amor, en dicho segundo álbum se incluye un tema tan trascendente como “Otro amanecer”, que transmite el sentir de muchos de los miembros de nuestra generación que han emigrado. En virtud de su armoniosa conjunción entre música y texto, esta creación –escrita por Iván Latour en colaboración con Osamu Menéndez, durante una estadía temporal de ambos en España– clasifica entre lo mejor del rock nacional:

Otro amanecer, lejos de saber,
Si en mi Habana llueve aún,
Ciudad de León, llega esta canción,
La nostalgia crece más;
Mis amigos hoy,
son los emigrantes de cualquier lugar,
Me pregunto aún si me quedarán,
cuerpos que abrazar allí,
Cada vez que pienso en alguien es,
Un cubano que se fue,
Cada vez que miro en mi interior,
Siento el ansia de volver,
Desde afuera vi lo que ya perdí,
Lo que no tendré más,
Mi ciudad natal, pudo ser la más,
Bella de las que ya vi,
Hablo de vivir, no de sucumbir,
Odio las políticas,
Y hablo en nombre de, ellos que no están,
Los que no pudieron más,
Cada vez…

Otro amanecer, lejos de saber,
Si en mi Habana llueve aún.

En el nivel ideotemático, los asuntos de algunas bandas de rock reiteran los postulados de una crisis de los grandes proyectos universales y la fe en las potencialidades del individuo, temas abordados desde un tratamiento íntimo y existencial que en ocasiones contrapuntea con un optimismo mesiánico en una especie de plegaria postmoderna. En tal sentido, un buen ejemplo es el disco Puertas que se abrirán, de Havana. En esta vertiente textual se apela al uso de metáforas sacramentales que el oyente tiene que decodificar, como sucede en el tema «Hijos de San Lázaro», de Zeus, o en «Cristo, nueva fe», de Habana, pieza esta en la que los enunciados no son propiamente predicativos sino alegóricos. Así, las convenciones cristianas son adaptadas a nuestra realidad para de ese modo dimensionarla:

Cristo, nueva fe
asoma en un marco,
sol siempre en la piel
mudo y sin descanso.
Cristo, nueva fe
óleo de mi canto
clavos en la piel;
ya no está sudando.

Cristo, siempre fe
que adora limpiarnos la sien
en pena la suerte
están arruinando la tierra esta vez
vuelve a ser
todo es al revés.
Danos de tu fe,
esa que yo cavo.
la corona aquí
siempre me está hincando.
Cristo ten piedad.
Millones de clavos
no van a entender.
Tú me alegras tanto.
Danos de tu fe…,
me angustia sentir
que la hiel
apura mi muerte;
se están repartiendo mi tiempo
y no sé lo que hacer.
…hazte aparecer.

En el polo opuesto a composiciones como «El Mesías», «Redención de fin de siglo» (también pertenecientes al repertorio de Havana) o el citado «Cristo nueva fe», están quienes desde la escena metalera, y en particular dentro del black metal, intentan perpetuar la diferencia y la actitud iconoclasta, respecto a la falsa santidad de las normas sociales de conducta a través de la exacerbación de contenidos satánicos. Dicho es el caso de los holguineros de la banda denominada Mephisto y de la agrupación habanera Ancestor (Hoy radicada en USA), organizadora esta última del “6.6.6. Fest”, evento que reunía a grupos practicantes de estilos del metal extremo. En lo textual es un discurso que, además, en particular se contrapone a los mensajes y principios de la iglesia católica o doctrina cristiana en general, lo cual lleva a pensar que en el ámbito letrístico, dicha tendencia en el caso cubano resulta algo artificial o, cuando menos, impostada, dada la escasa influencia que de 1959 hacia acá ha tenido en nuestra sociedad la institución dependiente del Vaticano.[1] Téngase en cuenta que, a diferencia del resto de América Latina, Cuba ha sido más laicista como consecuencia de su historia particular, por lo que nuestro pueblo es minoritariamente católico, en el estricto sentido de la palabra.

[1] Para contrastar dos puntos de vista diametralmente opuestos en torno a la existencia en Cuba de bandas de black metal, leer Blanco Encinosa (2005) y Ge (2005).

A propósito de rock de Hungría: Ringasd El Magad

A propósito de rock de Hungría: Ringasd El Magad

Felipe Morfa, uno de los directores de programas radiales de música que más respeto, en virtud de su buen gusto, sentido de búsqueda en cuanto a grabaciones del pasado y del presente, así como por la defensa que hace de la promoción de la música cubana al margen del sitio donde se haya registrado, ha prometido pasarme toda la discografía de Locomotiv GT. Es casi seguro que dicho ensamble poco o nada represente para las nuevas generaciones de melómanos cubanos, pero para los que andamos por la media rueda y gustamos del rock, esa banda húngara es parte de nuestra memoria sonora.

Nombres como Five Moto Rock, Kati Kovacs, Fonograf y los aludidos Locomotiv GT se dieron a conocer en Cuba durante los 70. Tuve la dicha de asistir a las presentaciones de LGT siempre que nos visitó y en particular, tengo grabada en la mente dos de sus conciertos aquí. Uno, el efectuado en el Kart Marx ante un público que repletó el teatro, y otro, llevado a cabo en el Cristino Naranjo, con una audiencia reducida y menos interesada en la propuesta sonora, pero eso sí, con una oferta de comida y cerveza abundantes, y al que pude ir gracias a mi amiga Nancy, compañera del preuniversitario en el que yo estudiaba entonces, que me cedió las invitaciones dadas a sus padres.

Del grupo encabezado por Gábor Presser evoco una pieza como «Lady of the night», tema grabado en inglés pues la banda editó varios discos en dicho idioma con el fin de penetrar el mercado estadounidense y el británico, país este donde la agrupación llegó a interactuar con el legendario Jack Bruce, quien intervino como invitado en un LP de la formación. Ahora bien, sin discusión alguna el corte más popular de LGT en Cuba fue «Ringasd El Magad», que entre nosotros se coreó hasta el cansancio.

Por la ya lejana época, entre los más duchos en materia de rock por acá, con frecuencia Locomotiv GT era comparado con otros compatriotas suyos, el grupo denominado Omega. Cultores de un rock progresivo que en etapas se tornó más o menos cercano al hard rock, lamentablemente este ensamble icónico de la escena underground húngara, nunca vino a Cuba y sus grabaciones solo circularon entre unos pocos afortunados.

Según el criterio de los especialistas, el período de los años 70 resulta el momento de mayor esplendor para el rock en Hungría, dada la coexistencia de bandas como las mencionadas LGT y Omega, junto a otras como Edda, Piramis, Cartago y Solaris. En semejante listado de grupos, Omega es valorada como todo un símbolo. Con cerca de 20 álbumes publicados, los líderes del ensamble han sido László Benkő (cantante, pianista y flautista) y János Kóbor (vocalista y guitarrista). Entre sus producciones fonográficas de mayor interés, yo mencionaría Omega Red Star from Hungary y 10000 lépés, al que pertenece su canción más conocida internacionalmente, «Gyöngyhajú lány», versionada en la década de los 90 por los alemanes de Scorpions con el título de «White Dove».

Un colectivo clásico del mejor rock húngaro de todos los tiempos es Edda, también conocido como Edda Művek. Con más de cinco millones de ejemplares de su discografía vendida en Europa, ellos son valorados en su país natal como una banda de culto. A lo largo de su historia, numerosos integrantes han pasado por las filas de la agrupación, en la que la columna vertebral ha sido el vocalista Attila Pataky. Su debut fonográfico se produce en 1980, con el LP nombrado Edda Művek 1, de notable éxito en Hungría. Su disco más reciente data de 2012 y lleva por nombre Inog a világ (El mundo se tambalea).

Si bien tras el derrumbe del socialismo en las naciones de Europa del Este, para nosotros se ha tornado muy difícil acceder a lo que en materia no solo de música sino de cultura en general acontece en un sitio como el país magiar, de cuando en vez algo nos llega. Así, para los interesados en materia de rock sugiero buscar grabaciones de grupos húngaros de los últimos tiempos, como por ejemplo, Intim Torna Illegál (ITI), cultores de un sonido aproximado al del rock alternativo y al menos con dos discos que yo conozca: Cirkusz Kísérlet; y Turbo, interesantísimo ensamble de rock psicodélico progresivo, como se evidencia al escuchar sus CDs Vol1 Lost Measure.

Con nombres y textos de melodías impronunciables, dado lo complejo del idioma, ello no es óbice para no indagar por lo que en rock y metal se hace hoy en Hungría pues nadie sabe si por ahí nos pudiéramos encontrar con el equivalente de lo que en su momento fue «Ringasd El Magad».

Sonidos calientes desde un frío país

Sonidos calientes desde un frío país

Me parece que fue ayer cuando en los 80, gran parte de los amantes del rock y el metal quedamos sorprendidos al conocer el trabajo guitarrístico de Yngwie Malmsteen. A partir de entonces, comencé a prestar atención a lo que sucedía en la escena musical de Suecia. Hoy quiero referirme a varias propuestas sonoras procedentes de aquel frío país y que a mí en lo particular me han impactado.

Empiezo por Beardfish, una banda que a través de su trayectoria desde 2001 se ha caracterizado por los vínculos con la sonoridad setentera, con influencias que van de Yes a Gentle Giant, o de personalidades como Ian Anderson y Frank Zappa. Una de sus producciones fonográficas que más disfruto es el álbum titulado Mammoth, publicado a través del sello Incide Out Music en 2011 y que  resulta una muestra de que estos suecos siempre están intentando renovar su propuesta

A diferencia de otros discos suyos, como por ejemplo Från En Plats Du Ej Kan SeThe Sane Day Destined Solitaire, en Mammoth se aprecia un endurecimiento del sonido y una aproximación a pasajes de corte jazzístico (sobre todo, por el uso del saxofón), al estilo de lo hecho por sus coetáneos de Kayak. Así, las piezas «The Platform», «And The Stone Said: If I Could Speak», «Tightrope», «Green Waves», «Outside / Inside», «Akakabotu» y «Without Saying Anything», son muestras de cambios de ritmos, potentes riffs e improvisaciones desbordadas de talento, en señal de que Beardfish sabe reinventarse.

Un nombre también de obligatoria alusión en la escena de rock y metal de Suecia es Jens Johansson, tecladista procedente de una familia musical, en la que sobresalen Su padre Jan (eminente pianista de jazz) y su hermano Anders, afamado baterista. En el caso de Jens, su figura captó la atención de los fans desde que debutase en 1982, como integrante de la banda Silver Mountain. Ahora bien, su popularidad internacional se da cuando se une a Yngwie Malmsteen en el recordado grupo Rising Force y participa en los álbumes Rising ForceMarching OutTrilogy Odissey, trabajos que sientan pauta en el devenir del metal neoclásico.

Tras dicha experiencia, Jens se involucra en otros prestigiosos proyectos, como los efectuados con el cantante Ronnie James Dio, el notable bajista Jonas Hellborg y la banda de power metal Stratovarius. En la condición de solista, uno de sus CDs que más disfruto es Fission, clase magistral de cómo usar los super veloces arpegios y las escalas clásicas de teclados en el contexto metalero, con espacio para la experimentación. Respaldado por su hermano Anders en el drum, Mike Stern y Shawn Lane en las guitarras, los nueve temas de este disco de Johansson me hacen escucharlo una y otra vez, con énfasis en los cortes «Phase camouflage», «Acrostic shibboleth» y «Race condition», en los que no solo encontramos virtuosismo a raudales sino un trabajo tímbrico singular y que hacen de Jens Johansson un teclista al que hay que acudir.

Finalmente, quiero hablar de lo que en términos publicitarios se define como una clásica guitar band. Me refiero a Plankton, otros suecos que se las traen. Como he intentado hacer ver en diferentes escritos, la guitarra eléctrica contemporánea no queda únicamente en el ámbito anglosajón. Es por ello que junto a figuras como Hendrix, Robin Trower, Tommy Bolin, Steve Morse, Jeff Beck y otros muchos, hoy se precisa aludir a ejecutantes procedentes de todo el orbe, para tener idea de lo que va sucediendo con el popular instrumento de las seis cuerdas.

Aunque resulten casi impronunciables, sugiero no olvidar los nombres de Emil Fredholm y Christian Neppenstrom, extraordinarios guitarristas y líderes del grupo Plankton. Quien piense que el rock tradicional está en crisis y que ya no se generan productos de auténtica valía, le recomiendo salga a buscar los discos Plankton Humble colossus. Piezas como «Varlevitation», «Pickadoll», «Monzón», «Jorm», «Bulleribock», «Fleetwood», «Kebnekaise» o «Yestermorrow» hacen de la agrupación un referente para todo el interesado en el mejor rock de ayer, hoy y siempre. Así pues, los suecos Beardfish, Jens Johansson y Plankton corroboran que, aunque el suyo sea un frío país, allí también se hace música bien caliente.

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