Categoría: Música

Vámonos al concierto de Erick Méndez

Vámonos al concierto de Erick Méndez

Quienes son activos seguidores del escenario trovadoresco nacional, saben que el habanero Erick Méndez es de los cantautores más aventajados en su generación. Él es un artista que ha exteriorizado su forma de ver la vida a través de la fe en Cristo, algo que ha plasmado en buena parte de sus creaciones. Uno de los rasgos  que le ha caracterizado desde su irrupción en el mundo de la trova cubana es el crecimiento que se percibe en su quehacer de manera sostenida y constante, algo que no sucede con la frecuencia que todos desearíamos. Eminente guitarrista, Erick aprovecha al máximo los recursos que ofrece el instrumento de las seis cuerdas, con un trabajo de acompañamiento de esos que no abundan por los días que corren.

Para fortuna de quienes disfrutamos de su propuesta artística, el próximo viernes 9 de agosto a las 9:00PM, Erick Méndez será el protagonista de un concierto en la Sala Covarrubias del Teatro Nacional, ocasión propicia para presentar su más reciente producción fonográfica, el álbum titulado Mi guitarra sigue sonando.

En este disco, si bien las motivaciones de índole cristiana que caracterizan toda su proyección artística y personal se mantienen presentes, en comparación con su anterior trabajo, el denominado Canto a Jesús, ahora son un tanto más matizadas, para dar espacio a otras preocupaciones, también de corte humanístico.

De tal suerte, incluye composiciones acerca del fenómeno diaspórico entre los cubanos, uno de los temas recurrentes en la actual producción artístico literaria entre nuestros compatriotas, a propósito del amor por su compañera Tatiana, sobre uno de sus hijos, Samuel, o en relación con el impacto sufrido ante la pérdida de un colega trovador.

Fragmento de canción de Erick Méndez

Véase el siguiente fragmento de la canción que da nombre a su nuevo álbum, presentado a escala internacional de inicio en una gira por Dinamarca hace ya casi un par de años:

“Mirando afuera veo como lejos de aquí / el futuro parece estarse gestando, / de vez en cuando algún amigo que hace un tiempo se fue / ahora sí parece estar triunfando. / Mas vuelvo a mirar dentro y veo por aquí / a todos los que tras del triunfo un día se fueron, / todo este tiempo el triunfo esperándoles venir / y ellos por allá como yo aquí, padeciendo.

Y siempre parece que algo quiere pasar / y siempre a la par acaban olvidando, / los que resisten todo, los otros que se van / y los que terminan regresando.

Y siempre parece que me tengo que ir / y otro año pasa y yo me sigo quedando / y aunque cada año uno de los míos se larga, / mi guitarra sigue sonando”.

Contentivo de 13 piezas, en mi opinión, aparecen aquí algunas de las mejores muestras de lo que está sucediendo hoy en la Canción Cubana Contemporánea. En tal caso, mencionaría “Para que no te apagues”, “Gente que ve por espejo”, “Salmo del desierto”, “Paradoja”, “Con los ojos de la madrugada”, pero sobre todo, “Mi guitarra sigue sonando” y especialmente “Con la guitarra y la voz”, sentido y hermoso tributo al desaparecido Santiago Feliú, que es de esos temas llamados a perdurar al margen del transcurrir del tiempo. No quiero obviar en este comentario la única versión registrada en el CD, llevada a cabo a propósito de una composición de Gerardo Alfonso, “Eres nada”, que en el arreglo de Erick asume un aire más cercano al blues.

A lo largo del fonograma encontramos los ecos del folk, del pop, de la música tradicional cubana, del blues, del rock, en señal del amplio diapasón de intereses que rondan por la cabeza de Erick Méndez.

Así pues, si eres amante de la canción de autor en específico y de la buena música en general, creo que no deberías faltar el venidero viernes 9 de agosto al concierto de Erick Méndez en la Sala Covarrubias del Teatro Nacional, donde  presentará su fonograma Mi guitarra sigue sonando pues me parece que este CD, en su conjunto es de lo más atractivo e interesante que se ha grabado en los últimos años en el ámbito trovadoresco nacional y que varios de sus cortes resistirán la prueba del tiempo.

Travesía con Ozzy en el Submarino Amarillo

Travesía con Ozzy en el Submarino Amarillo

La noche en que Guille Vilar te informó de la visita de Ozzy a La Habana y de que estabas invitado a un encuentro con el llamado The Prince of Darkness que se celebraría en el club Submarino Amarillo, te sentiste inmensamente feliz.

¿Quién te lo iba a decir? Cuando ya casi eres “un viejo cagalitroso”, empiezas a tener la posibilidad de asistir a conciertos de artistas que adoraste desde joven. En algunos casos, haz podido llegar a hablar con ellos, y ahora hasta abrazaste a uno de esos músicos que siendo tú apenas un adolescente imberbe, te voló la cabeza.

Sí, porque aunque en aquellos lejanos años 70 pocos en el entorno general comprendían el gusto que tú y el círculo de tus amistades más allegadas experimentaban por una banda como Black Sabbath, y en especial por su vocalista Ozzy Osbourne, desde que los escuchaste por primera vez en el aula de terapia musical de la Escuela Especial para Ciegos Abel Santamaría, gracias a tu recordado profesor José Ramón Abascal y a tu socio de esa época, Juan José Becerra. No sabrías decir por qué, pero te identificaste con aquellos temas largos, lentos y letárgicos que los de Sabbath interpretaban, algunos de los cuales llegaste a montar con una que otra agrupación de rockeros ingenuos con los que por entonces tocaste.

Con la ayuda del Jonny (como le decían a Becerra), ya para esos días aventajado conocedor del inglés y del cual llegó a ser un eminente profesor —carrera que abandonaría después para convertirse en lo que hoy denominan “emprendedor”—, te aprendiste de memoria la letra de “Iron man” y cuya primera estrofa aún recuerdas: Has he lost his mind?/ Can he see or is he blind?/ Can he walk at all,/ Or if he moves will he fall?/ Is he alive or dead?/ Has he thoughts within his head?/ We’ll just pass him there/ Why should we even care?/ He was turned to steel/ In the great magnetic field/ Where he traveled time/ For the future of mankind/ Nobody wants him.

Por eso, la noche en que Guille Vilar te informó de la visita de Ozzy a La Habana y de que estabas invitado a un encuentro con el llamado The Prince of Darkness que se celebraría en el club Submarino Amarillo, te sentiste inmensamente feliz. Lo único que te entristeció fue la advertencia de que no podías comentarle a nadie pues sería con un muy reducido grupo (a petición de los organizadores del viaje de Osbourne a Cuba). Y es que de inmediato pensaste en esos admiradores cubanos que no podrían estar cerca de alguien que ha sido idolatrado y hasta considerado como maestro y guía espiritual por no pocos amantes del rock y del metal de este lado del mundo.

A sabiendas de que violabas la orientación, no te resististe a comentarle la noticia a tu amiga Miriela Fernández, joven periodista amante y estudiosa del metal en Cuba y en particular sus variantes más extremas. Así, llegado día y hora señalados, del brazo de tu amiga, única persona con la que en la actualidad puedes intercambiar criterios en relación con lecturas de libros como Extreme Metal Music and Culture on the Edge, de Keith Kahn-Harris, o Running with the Devil power, gender, and madness in heavy metal music, de Robert Walser, una chica que siempre da la sensación de estar en las nubes y a quien ya has renombrado como “La flauta mágica” por los estudios que hace de dicho instrumento, estás ante la puerta del Submarino.

***

Parece que lo de la puntualidad inglesa no va con Ozzy Osbourne ni con su hijo Jack, actor de 30 años de edad, lanzado a la fama a partir de su intervención en 2002 en el reality show “The Osbournes”, transmitido por MTV. Después de aquello, él se ha desenvuelto fundamentalmente en la televisión británica y acompaña a su padre a propósito del viaje realizado por este a La Habana para la grabación de uno de los capítulos de un programa de History Channel nombrado The world tour, en el que Ozzy narra las impresiones del país que visita.

La cita en el Submarino Amarillo se pactó para la 1:00 PM y pasada la 1:30 ni señal de los ilustres personajes. Con ese modo tan peculiar de hablar que tiene el Guille, en un momento dado asegura que tampoco sería sorpresa si el hombre y su comitiva no viniesen. Empero, cuando falta un cuarto de hora para las 2, alguien da el grito de alerta. El mítico cantante de Black Sabbath está arribando al parque John Lennon, ubicado en la manzana conformada por las calles 17, 15, 8 y 6, en cuyos alrededores se han ubicado algunos fans enterados del acontecimiento, pues ya se sabe que entre cubanos nada puede mantenerse en secreto.

Le pides a Miriela que te vaya describiendo todo lo que el personaje haga, su vestimenta, modo de caminar, gestos, en fin, todo, absolutamente todo. Miriela te dice que su paso es calmado, cabría afirmar que lento, como el de un hombre que tuviese más de los 67 años de edad que recién cumplió el pasado 3 de diciembre. Viene con pantalón y pullover negros, una gabardina azul.

¿Y el pelo, lo mantiene largo?, preguntas. Sí, pero no tanto, lo lleva por debajo de los hombros, es la respuesta recibida. Además tiene un anillo en la mano izquierda y un crucifijo sobre el pecho. ¿Y los espejuelos con los que siempre se le suele ver actuar, no los trae puestos?, indagas al oído de tu acompañante. No, no viene con ellos, qué raro.

Entretanto, Ozzy se ha detenido frente a la estatua de Lennon y da la impresión como de hablarle a la imagen expuesta. ¿Simple performance destinado a las cámaras que lo filman?, pudieran cuestionarse algunos. Pero quienes le conocen, saben que en esta acción suya, no hay nada de eso. Es probable que parado ante la escultura, ideada por el artista Villa Soberón e inaugurada hace años como un paso en el intento de reivindicar la posibilidad de enlace entre el rock y la utopía revolucionaria, a su mente vengan los recuerdos de cuando en su adolescencia se convirtió en fan de The Beatles, al punto de expresar tiempo después: “Cuando dejé la escuela, quería ser fontanero. Cuando escuché a The Beatles quería ser un Beatle”.

Minutos más tarde y ya dentro del Submarino Amarillo, en el instante que Michel Hernández, treintañero periodista que ha logrado el milagro de que en las páginas culturales del diario Granma se hable de rock y metal sin las coletillas de antaño y que es uno de los que tiene la suerte de haber sido elegido por los dioses de la fortuna para la charla con el también renombrado The Madman y The Godfather of Heavy Metal, indague por la afinidad de Ozzy con la obra de The Beatles, no sea sorpresa que la respuesta categórica fuese: “Si no fuera por Los Beatles yo no estaría aquí ahora.”

El equipo de producción de History Channel, en el que según te describe Miriela hay unas mujeres muy altas y de rostros adustos, ha empezado a trabajar con absoluta y fría profesionalidad, por lo que registran cada movimiento de Ozzy y su hijo Jack. La escasa o nula amabilidad del personal técnico del canal televisivo la puedes comprobar por ti mismo en el instante en que Ozzy y Jack se detienen a observar las imágenes del sitio y que son alegóricas a The Beatles, así como las frases de sus canciones impresas en las paredes. Una de aquellas señoras, sin decir una palabra, te aparta por el brazo del lugar en que estás parado para que no obstaculices la visualidad del camarógrafo, acción totalmente comprensible pero que pudo ser hecha con una pizca de amabilidad.

En contraste, Guille —quien funciona como anfitrión de la velada— es toda gentileza y cortesía al introducirte a ti, al aludido Michel Hernández y a Juanito Camacho ante Ozy. En el minuto que es tu turno de presentación, pareciera que te vuelves más ciego que de costumbre (si ello fuera posible) o que los nervios te traicionan y no sabes bien hacia dónde extender tu mano. Ozzy se da cuenta, de seguro ha visto tu bastón plegable (señal internacional de que el portador es invidente) y es él quien te toma la diestra en gesto de saludo.

En los segundos que dura el estrechón de manos, evocas la época a fines de los 70 e inicios de los 80 cuando, feliz e indocumentado (de seguro lo uno por lo otro), compartías con tus amigos Ernesto Altshuler Álvarez, Lenny Martel y Carlitos Lugo, en la casa de este último en el quinto piso del edificio ubicado en la esquina de 13 y N, en el Vedado, la audición de los primeros discos de Black Sabbath, antes de que Ozzy iniciara su carrera en solitario con el álbum Blizzard of Ozz, fonograma que contenía temas como “Crazy Train” y “Mr. Crowley”.

Fue Carlitos, ese hermano que adquiriste por obra y gracia de compartir gustos musicales, lamentablemente desaparecido el 27 de noviembre de 2014, el primero del piquete que tuvo la oportunidad de asistir a un concierto de Ozzy con su banda. No olvidas que después de la función, te mandó un correo electrónico donde comentaba haberse quedado ronco, pues tras cada tema emitía un grito de “Bravo” y el nombre de alguna de las amistades que en La Habana admiraban al vocalista pero nunca habían podido concurrir a un directo del cantante.

Ya sentados ante el escenario, el preámbulo de la conversación lo protagoniza el guitarrista de concierto Luis Manuel Molina, figura también de estrecha relación con el rock desde los tiempos en que fundase el grupo Géminis. En virtud de ese vínculo, él era la persona indicada para llevar al ámbito de la música académica, tres versiones acerca de piezas relacionadas con Ozzy: “Changes” (del repertorio de Black Sabbath), “Dee”, original del fallecido Randy Rhoads, otrora integrante de la banda, y “Mr. Crowley”, perteneciente al debut fonográfico de Ozzy al frente de su proyecto en solitario. La reacción del visitante ante la acertada interpretación de Molinita fue comentar que era un trabajo muy profesional.

***

Tras la propuesta musical toca el plato fuerte de la jornada: la hora de las preguntas y respuestas. El primero en asumir la palabra fue el Miche, quien —como se dijera líneas atrás— interrogó en torno a la afinidad de Ozzy con The Beatles. Detrás asumió la palabra Juanito Camacho, que dio muestras de su erudición en torno a la obra de Osbourne y cambió por completo el rumbo del diálogo. Tras asegurarle a Ozzy que él era un muy afortunado Sagitario, que pudo seleccionar a excelentes músicos para las distintas alineaciones de su banda, con énfasis en bateristas como Mike Bordin, preguntó a propósito de qué persona escogería para que le acompañase a la batería en el futuro. A lo que respondió:

“Mi actual baterista, Tommy Clufetos, que trabaja conmigo en Black Sabbath y en mi propia banda, es genial. Tanto a él como a los otros músicos que me acompañan, siempre les digo que si les ofrecen propuestas que les interesen, lo que necesito es que me lo comuniquen con tiempo para poder reemplazarlos. Es complicado cuando eso pasa en medio de una gira. Algo así me sucedió con el bajista Robert Trujillo, al que cuando le hicieron la oferta de tocar con Metallica, le dije: ¡felicidades, fantástico! Hoy él y yo seguimos llevándonos muy bien.”

Juanito vuelve a la carga y ni corto ni perezoso, pregunta: En estos momentos, luego del último álbum con Black Sabbath, el denominado 13, ¿estás pensando en armar una nueva banda tuya? ¿Crees que Gus G, el guitarrista griego, estará contigo en la agrupación? “Mi plan es hacer la última gira de Black Sabbath, titulada The End y que comienza en dos semanas. Después tomaré un breve descanso y escribiré algunas cosas nuevas. Hasta ahora no sé quién va a estar en la banda. No sé si el grupo que tengo en el presente sea el que tendré de aquí a un año”. Y añade: “El genial Gus G es hoy una de mis pesadillas. Ocurre que él también posee su propia banda. No obstante, es probable que siga conmigo en el futuro.”

Cuando de pasada se comenta que Ozzy en la actualidad está muy cercano a Black Sabbath, de inmediato afirma: “Todos somos buenos amigos, nos llevamos bien. Ese es el modo en que siempre deberíamos proyectarnos. Según yo lo veo, cuando una banda se separa, no creo sea justo que tengan discusiones en el escenario, en frente de tus antiguos amigos o de tu audiencia. Hoy soy más sabio de lo que solía ser. Uno toma decisiones y tiene que ser consecuente con ellas. No respondas que sí cuando quieres decir no. Ocurre que las políticas de la mayoría de las bandas están confundidas. Eso afecta en primera instancia a la música. La gente se vuelve ambiciosa y loca.”

Con su parsimonia acostumbrada al hablar, Guille dice: Joaquín, te toca. Por unos segundos te quedas en silencio y te da por pensar que como periodista y académico, lo primero que eres es un scholar fan, condición mayoritaria entre los estudiosos de la música popular en Latinoamérica y en el mundo entero, aspecto sobre el que has leído en trabajos hechos por integrantes de aquella primera generación de investigadores de distintas ramas de las ciencias sociales, que en los tempranos 80 del pasado siglo dio vida a la International Asociation for the Study of Popular Music (IASPM) y que básicamente se interesaban en el rock y el pop.

Pero sucede que existen diferentes tipos de scholar fan e, incluso, tal condición resulta también cambiante, por lo menos en tu caso. En ocasiones de verdad te has dedicado a estudiar la música que veneras (lo que te pasa con el rock y el metal). En otros momentos, te proyectas como un outsider, fascinado por lo que hace una escena con su propia música. Tu experiencia personal con músicos como los de Sepultura, Rick Wakeman o ahora Ozzy Osbourne, te confirma en la idea de que no es lo mismo una atracción estética que ser fan.

Por ello, si en tu caso hubiese prevalecido lo primero y no la condición de fan, ahora al hablar con Ozzy indagarías acerca de sus críticas al mundo de las actuales bandas de metal, y en torno a lo que ha expresado acerca de que no entiende o está en desacuerdo total con la idea que afirma que Black Sabbath como grupo (tanto en lo musical como en su proyección escénica) es algo así como los padres del metal y en particular del doom. Como investigador, para ti habría sido estupendo que él te dialogase sobre tales criterios; pero como fan, sentiste que ello equivaldría a introducir un ruido en la buena comunicación que había en esos momentos.

Por eso prefieres encauzar la conversación en torno al buen tino que Ozzy siempre ha tenido para escoger a notables guitarristas que figuren en su banda, como por ejemplo, Randy Rhoads, Jake E. Lee, Zakk Wilde y Gus G. En relación con ello, preguntas por los criterios que él maneja para seleccionar a un ejecutante del instrumento de las seis cuerdas.Esta es la respuesta recibida: “Cuando hago una audición para un nuevo guitarrista, les envío una canción de mi banda, y hago que toquen delante de mí. De la manera en que yo lo veo, si estoy delante y mi grupo está detrás y yo no tengo que decir alto, eso es un grupo genial para mí. Porque a veces la gente quiere sobreactuar y yo soy el jefe de una máquina que reproduce música y si ese equipo no está enfocado en la audiencia, me saca de quicio y me molesta. Si alguien quiere tocar conmigo, lo que hay que hacer es conectar con el público, porque eso es lo divertido.”

Tienes una segunda oportunidad y como periodista quisieras saber qué permanece en el actual Ozzy de aquel chico nombrado John Michael Osbourne, que tuviese una niñez pobre, al punto de verse obligado a trabajar como limpiabotas en las calles de su Birmingham natal; o conocer si esa maravilla de balada metalera que responde al nombre de “Mama I’m coming home”, perteneciente al disco No more tears, se la compuso a su esposa y manager Sharon, para apaciguarla al llegar tarde a casa tras una de sus antiguas noches de toda clase de excesos.

En cambio, de nuevo te muerdes la lengua, te quedas con las ganas y optas por indagar si él prefiere a los guitarristas que diseñan poderosos riffs o a los que hacen solos bien calientes. “Lo que puedo decirte es que, para mí, Zakk Wilde es el mejor guitarrista que yo he tenido. Es un gran tipo y tremendo músico, locamente amable, lo considero como parte de mi familia, al punto de que si estuviera lejos de mí, siempre lo llamaría.”

Ahora se invierten los papeles y es Jack quien pide le aclaren una duda. “En EEUU uno piensa que la música rock todo el tiempo ha estado prohibida en Cuba en estos años o que les resultaba muy, pero muy difícil, acceder a ella. Sin embargo, yo noto que ustedes, tanto los músicos como los periodistas, están súper bien informados al respecto. ¿Cómo es que han accedido a toda esta música en el pasado y el presente?”

Casi a coro se le responde que por diferentes vías. En el pasado, gracias a marineros mercantes que traían los discos y después eran copiados en casetes que circulaban de mano en mano. También se le explica que dada la cercanía geográfica, estaba la recepción de programas de emisoras radiales y canales televisivos de USA, con señales que llegaban hasta el país. En la actualidad, gracias al mundo digital todo es mucho más fácil y casi a la salida de un disco, ya el mismo empieza a circular por acá.

Tras esto se reanudan las preguntas a Ozzy y es Guille quien interroga acerca de si el añejado rock llegará a ser valorado en el futuro del mismo modo que se habla hoy en día de la música clásica. A lo que Osbourne responde que sin lugar a dudas, puesto que la mayor tendencia en el rock de estos tiempos no tiene nada que ver con el espíritu creador de aquellos memorables años de la segunda mitad del siglo XX.

Alguien del equipo acompañante de Ozzy y Jack interviene para decir que esta es la última pregunta. Ramón Navarro, viejo fan del vocalista y que como otros admiradores (entre ellos gentes como el cantante y compositor de Blues Miguel de Oca o el multinstrumentista Abel Omar Pérez) ha conseguido entrar al Submarino, alza su voz por encima del murmullo general e interroga por la posibilidad de un concierto en Cuba. “¿Tocar aquí? No sé… Lo que quiero es venir a vivir al país. Esta es mi primera vez en Cuba y es fantástico. Uno se siente seguro aquí, es realmente genial, si lo hubiera sabido habría venido antes. Realmente lo estamos pasando muy bien acá.”

Ya en la despedida, Guille pide que se haga una foto colectiva. Boris, la persona que ha funcionado como coordinador por la parte cubana de esta visita, es el encargado de hacer de fotógrafo. Casualmente, al agruparse para la instantánea, Ozzy cae justo a tu lado izquierdo y tras el disparo de la cámara, te da un abrazo. Ahí te percatas de que su altura es más o menos similar a la tuya. En ese último instante le dices que su figura ha sido de suma importancia para tu generación y que, en nombre de ellos, los que siguen en Cuba y los que ya no están, le pides que le transmita a Tony Iommi (su amigo guitarrista y líder de Black Sabbath) las mejores energías y deseos de que se encuentre bien, completamente recuperado del cáncer que ha debido enfrentar. Como en señal de aprobación a lo que acabas de expresar, Ozzy te da una palmada en el hombro y entonces se dirige hacia Juanito.

Gracias a esa capacidad auditiva tuya, puedes escuchar perfectamente los comentarios de Osbourne de que en sus días en La Habana, ha estado muy triste por la muerte de su gran amigo Lemmy Kilmister, líder, bajista y cantante de Motorhead, banda de enorme popularidad en todo el mundo por discos como Overkill y Ace of Spades.

Son las 3 menos cuarto, apenas ha transcurrido una hora desde que comenzó el encuentro. El llamado The Prince of Darkness, The Madman o The Godfather of Heavy Metal, es decir, Ozzy Osbourne, hace un saludo de despedida y comienza a caminar hacia la puerta del Submarino Amarillo. No obstante, aún pronuncia otra frase: “I come back!”

El reparto no es obliga’ o, es si tú quieres

El reparto no es obliga’ o, es si tú quieres

Un acercamiento al reguetón de reparto

“La Música tiene poder. La Música puede ser vulgar, suave o vigorizante, noble, filosófica u orgiástica. Tiene poder para el mal, así como para el bien”.

Howard Hanssen (1)

En la Cuba de todos los días la vulgaridad del reguetón es un tema de debate entre académicos, trabajadores, estudiantes, vecinos, y personas desconocidas en una parada de ómnibus. Su presencia –para desgracia de muchos y para beneplácito de otros- es constante en las calles, en los ómnibus, en lugares de recreación, y en toda la escena pública. A cobrado tanta fuerza en estos últimos años que ya forma parte de la cotidianidad del cubano.

Es necesario aclarar que la presencia del lenguaje callejero no es nada nuevo hoy en día. Debido a la pérdida de valores y al auge de la marginalidad en la sociedad cubana después del Período Especial en Tiempos de Paz, surgieron de los barrios de Cuba un movimiento arrollador de rap y luego de reguetón. Sin bien podían ser groseros en algunas ocasiones, lo hacían a conciencia porque era la calle la que estaba cantando.

Las canciones de Elvis Manuel, quien se considera haber implantado un nuevo estilo de reguetón en Cuba fusionándolo con rumba y bailes populares, fueron acusadas –cuando salieron a la luz pública- de poseer un lenguaje de barrio marginal. Ejemplo de ello son sus temas “La Tuba” y “El Di Tu’”. Las canciones de Elvis musicalizaban los suburbios, muchas personas se veían reflejadas en ellas, y varios adolescentes querían llegar a ser como él.

Claro está, la expresión callejera ha cambiado, la de hoy no es igual a la de ayer ni a la de mañana. Por tanto, dentro de algunos años el vocabulario del reguetón que ahora está causando desconcierto será aceptado por el público, a tal punto que se incorporará al argot popular del cubano y perderá la novedad del momento.

Mientras tanto, se percibe actualmente el lenguaje agresivo y sexualizado en el llamado reguetón de reparto o radamorfa, considerado como una vertiente o subgénero del reguetón cubano. Chocolate MC se autodenominó creador de este nuevo reguetón, algo cuestionable en esta época posmoderna donde es muy poco probable crear un producto original.

El reguetón repartero (2) o morfa es otro híbrido posmoderno (3) –como diría Néstor García Canclini- en la cultura cubana. Posee una sonoridad similar al raggamuffin jamaiquino, un subgénero del reggae que se caracteriza por su instrumentación electrónica. Además, está relacionado con la música popular bailable cubana ya que se concibe en compás de 4×4.

Es cierto que este reguetón no es igual al de Puerto Rico, pero no se puede considerar aún como símbolo de la identidad cubana –como lo han querido calificar los que lo defienden-. No por el hecho que sea un género nacido en los sectores marginales de La Habana es que se está en contra de esa idea, porque el guaguancó también surgió de los barrios bajos y hoy es parte imprescindible de la cultura cubana. Además, Fernando Ortiz cuando se refiere a la cubanía dice que es un proceso dinámico y en constante cambio (4), pero actualmente la sociedad no ha incorporado este género. Si bien existe un público que se identifica o le gusta el reparto, es repudiado por un sector -también cubano- que teme al mentarse el término.

Las personas se encuentran sugestionadas negativamente debido a que la primera canción denominada como reguetón de reparto que salió a la luz fue “El palón divino” (2017) de Chocolate MC. El tema fue precursor de una horda de canciones de igual contenido -sexual y racista, bajo un lenguaje vulgar y sucio- cantadas por jóvenes de barrios marginales. Es por ello y porque tienen un ritmo común que algunos no consideran música a dichas canciones.

Pero, qué es la música sino el arte de organizar sonidos y silencios bajo los principios de ritmo, melodía y armonía mediante la intervención de complejos procesos psico-anímicos. Puede que el ritmo del reguetón de reparto sea reiterativo en las canciones, pero cumple con el primer parámetro ya que posee correlación rítmica caracterizada por el desplazamiento de los acentos propios de la clave de guaguancó, superpuestos con el tiempo fuerte marcando por el bombo. En ocasiones con el propio bombo o con el bajo se marcan las dos corcheas que ocupan los tiempos 2 y 4 del compás (5).

Otro factor importante que rige a la música es la estética. Tal es así que en el siglo XVIII la música se caracterizaba por ser racional, armónica y perfecta porque esa era la concepción de lo estético en el pensamiento ilustrado. Pero la metafísica occidental se direccionó hacia la modernidad, se rompieron los límites estéticos y por ende se dilató el concepto de música.

Como lo estético sería todo aquello sensible o perceptible para el hombre a través de los sentidos, en el siglo XX surgieron movimientos como el ruidismo que cuestionaba la clasificación en música y ruido que se le había establecido al sonido. También se crearon composiciones como 4′33″ del autor estadounidense de vanguardia John Cage, que consistía en tres movimientos sin tocar una sola nota musical.

Si bien es cierto que Chocolate no fue alumno de John Cage y que “El palón divino” carece de un bagaje teórico que lo valide como una gran obra maestra, eso no significa que la canción no sea uno de los nuevos aportes de la estética posmoderna a la música. Es cierto que la letra es prosaica y vulgar pero lo sucio, repulsivo y abyecto también es parte de la estética.

Si se decodifica la retórica de barrio que posee el estribillo de El palón divino:

Soy negro,

soy feo,

pero soy tu asesino,

no es la cara,

ni el cuerpo,

es mi palón divino

(…)

El mensaje no es más que Chocolate contando que es deseado sexualmente, y no que va a asesinar a alguien con su arma homicida: el palón divino. Realmente el mensaje es común. Varias letras románticas al analizarse su contenido están declarando en su esencia lo mismo. La diferencia está en la retórica utilizada en las canciones. El cómo se dicen las ideas es un factor importante que evidencia la existencia de una cultura urbana dentro de Cuba que ha creado un producto cultural y musical.

Reparterismo en acción. Apuntes sobre la cultura del reparto.

Se considera entonces, el reguetón de reparto como la expresión cultural de grupos subalternos originarios de los suburbios bajos de La Habana. Alude a un estilo de vida de barrio que se representa, en primera instancia, por sus cantantes. Ellos hacen vida social en la cuadra, juegan dominó con sus vecinos o bolas en el medio de la calle con sus amigos, fuman cigarros criollos, toman ron, se bañan en el río y algunos han estado presos por actividades ilícitas o por violencia.

Los reguetoneros del reparto –en su mayoría- tienen hecho santo y algunos utilizan como seudónimos los nombres de plantes abakuá. En sus canciones hacen alguna que otra referencia a los orichas o a la terminología de la religión yoruba y los pasillos del baile –con la punta del pie y movimientos de hombros específicos-  proceden de las danzas que hacían los íremes o diablitos.

El contenido de las canciones refleja el pensamiento de esta cultura del reparto, el cual remite hacia las teorías de Sigmund Freud, cuando dice que al hombre le es inherente la violencia y la libido –deseo sexual- (6). Pero como la cultura está regulando las pulsiones primigenias del hombre, una vez manifestadas suelen ser castigadas con la prisión o el manicomio según Freud.

La mentalidad del repartero –según las canciones- se caracteriza por tener como móvil las prácticas sexuales y las dispuestas de hombres por mujeres o viceversa. Como se direcciona en contra del sistema ético-educacional de Cuba es visto como un pensamiento marginal y como un problema que debe ser erradicado por el trabajador social.

Otro elemento propio de la cancionística repa y de esa misma cultura es el vocabulario. Chocolate y los demás reguetoneros del reparto comparten el mismo glosario, donde se encuentran palabras de inhóspito significado y otras que se han modificado para que exista rima en las letras, como por ejemplo malecón por maleca, rico por ricanbele, bajando por bajanda- También se utilizan frases que aluden a los genitales y al sexo, como: palón divino o palito presidiario, totica delincuente o tota divina y me la diste con maldad. Confundir las canciones y a sus cantantes es algo común si no se es docto en el reguetón de reparto.

Tal es así que el 2017 se conoce como el año de los palitos porque cuando salió “El palón divino” I y II, atrás apareció “El palito presidiario”, del Koquito, el Negrito y Manu Manu, “Me Mataste”, de Maqueta, y “Tu Carita”, de El Enviado. El dialecto callejero utilizado en la letra de las canciones es la estética del barrio marginal, es lo que los distinguen y con lo que han logrado auto-reconocimiento. Como dijera la doctora Elaine Morales Chuco, del Instituto de Investigaciones Culturales Juan Marinello:

“Hay expresiones culturales que se están apoderando que no armonizan con otros patrones culturales que son más sólidos, pero tiene que ver con que ese grupo que la defiende ha elaborado la manera de hacerse ver”. (7).

La maleca inunda la ciudad. El auge de la música de reparto

Chocolate MC

Como se ha mencionado, actualmente existe una avalancha de nuevos cantantes reparteros que se han hecho muy populares en poco tiempo, no sólo en Cuba sino también en Miami. La mayoría reconocen a Chocolate como su ídolo. Pero, ¿quién es ese Chocolate MC? Para empezar, es un músico de reguetón cubano que vive actualmente en Miami, se caracteriza por su estrafalaria forma de vestir y de peinarse. Habla con mala pronunciación e inventa palabras. Posee un canal en YouTube en donde constantemente está presumiendo y retando de manera irrespetuosa a otros reguetoneros.

Chocolate es un personaje construido por las experiencias vivenciales y los complejos psicológicos de Yosvany Arismin Sierra Hernández. Él nació y se crio en el barrio habanero, Los Sitios. Su conducta inadecuada desde pequeño pudo más que el sistema educacional de un país, ya que fue expulsado de varias escuelas, constantemente no asistía a clases y se fugaba de la secundaria. Cuando abandonó completamente la escuela se empezó a dedicar a la música para continuar el camino truncado de su gran inspirador musical, Elvis Manuel. Pero el inicio de su carrera musical no significó que Yosvany se comportaría como un ciudadano integral, ha estado en varias ocasiones condenado a meses de prisión por incidentes de violencia.

Debido a la formación de Yosvany es que la música de Chocolate posee una letra agresiva, chabacana y que a veces no se entiende. El barrio y la cárcel le enseñó el lenguaje de los callejones habaneros y también le creó ciertos complejos psicológicos en torno a la racialidad, el estatus social y la sexualidad.

Uno de sus primeros éxitos fue en el año 2015 “Guachineo”, aún se desconoce el significado de la palabra, pero como el tema estaba acompañado por una coreografía sencilla que gustó tanto, el público consumidor le llamó guachineo al baile con la punta del pie.

Una vez que Chocolate emigró hacia Miami –después de haber sido encarcelado en Cuba- sus canciones se tornaron más obscenas. Fue entonces cuando salió a la luz en el año 2017 el célebre “El palón divino”. La canción tuvo muchas visitas en YouTube y Chocolate se ganó más seguidores.

Luego apareció el tema “Bajanda”. Mediante el uso de una frase popular: Cuando el gato no está en casa los ratones hacen fiesta, Chocolate defiende su estatus superior en el reparto. Él –quien se cree ser el gato- arremete contra los jovencitos reguetoneros que han surgido de los barrios bajos –las ratas de cloacas-. En la canción, el Choco se proclama monarca del reparto. Las llamadas “tiraderas” por la corona son constantes. Él y el reguetón de reparto han envuelto al público en la expectativa constante de quien es el rey.

Otro suceso que ha llamado la atención en las redes sociales y que ha dejado con la boca abierta a las personas menos versadas en el reparto es la versión de Chocolate a la tan conocida canción de Silvio Rodríguez “El Necio”. Si bien es cierto que fue una manera de lograr mayores visitas en su canal de YouTube, hay que reconocer que a partir de esta versión muchos adolescentes y jóvenes que idolatran a Chocolate conocieron y se aprendieron la canción de Silvio.

Al versionarse “El Necio” se notan dos aspectos, uno es la suplantación. El Choco adopta el lugar de Silvio, dando a entender que cree o aspira poseer el mismo prestigio y fama del trovador cubano. El segundo, es la identidad nueva que adquiere la canción “el necio se convierte a repa”, es decir el contenido de la canción se ha transpolado al estilo de vida del reparto, y es que:

Toda versión es el producto, pero también la marca de una experiencia de subjetivación. (8)

Los nuevos reparteros

Es obvio que la juventud que vive en barrios marginales vea al Choco como un maestro e incluso que quieran superarlo. El pasado circunstancial de Yosvany Sierra es el presente de esa juventud y la audiencia –ya sea por amor o repudio- que tiene Chocolate es lo que siempre desea todo marginado. Aunque la enseñanza de Chocolate no es políticamente correcta y va en contra de la cultura y la educación cubana, ha estimulado el florecimiento de los sueños de grandeza de varios jóvenes cubanos que no se conforman con ser panaderos o auxiliares de mantenimientos.

Ejemplo de ello son el Kokito, el Negrito y Manu Manu, los cuales son seguidores de Chocolate. Los tres proceden del barrio habanero La Corea. Se dieron a conocer a finales del año 2017 con “El palito presidiario”. La canción trata sobre quien es mejor sexualmente, si el palito presidiario o la tota divina. Cuando este tema empezó a sonar en las guaguas y en las calles por vía de aquellos adolescentes que andaban con sus bocinas ambulantes, se pensó que se trataba de otra pieza  de Chocolate.

Luego de “El palito presidiario”, la agrupación lanzó nuevas canciones en las que se pueden definir una propia terminología prosaica, como es el caso de “Follankele”. El tema en gira en torno a la invitación para ir a follankele o en palabras más claras, para tener sexo.

A Follankele,

no es obliga ‘o,

es si tú quieres

(…)

follanquele pudiera acontecer en el propio campismo. El Kamel -cantante de reguetón repartero procedente del barrio Jesús María- canta que al campismo se viene a chingar-. El Kamel es otro de los jóvenes que está gozando de popularidad en estos días, sin bien es por sus temas como “El campismo” o “Hazte de un pocho” (9), también lo es por sus colaboraciones con reguetoneros mejores conocidos por el público cubano.

Otros jóvenes se han encargado de musicalizar el lenguaje callejero también son Harryson, Un Titico y Kaneca, el Bococo, Uniko, El Enviado, el Lobo King Dowa y muchos otros que existen, pero todavía no se destacan como los mencionados.

Como la música de reparto de estos jóvenes cubanos no es una instrucción cívica para la vida y carece de valores morales, no van a ser producidas por las disqueras institucionalizadas y ni promocionadas por la televisión o la radio de Cuba. Sin embargo, las canciones tienen una fuerza omnipresente y todos somos obligados a escucharlas. ¿Cómo la música de reparto de estos jóvenes -que no han incursionado estudios de música- nace y se conoce en toda Cuba?

La respuesta se puede encontrar en las declaraciones de la agrupación El Kokito, el Negrito y Manu Manu en una entrevista que le hizo la revista Vistar. Ellos grabaron “El palito presidiario” en un concierto que dieron en el anfiteatro de La Corea y la canción se fue pasando de celular en celular por la aplicación de copia inalámbrica, zapya.

Tanto ellos como los demás jóvenes cantantes se gestionan su visibilidad en La Habana. Sin tener conocimientos de promoción han realizado un buen trabajo para hacerse conocer. Ellos le facilitan su música a todo el barrio, a los adolescentes y jóvenes para que la escuchen a un volumen excesivo cuando transitan la calle y a los choferes de los ómnibus interurbanos para que se la pongan a los pasajeros durante el viaje.

El siguiente paso que dieron El Kokito, el Negrito y Manu Manu y otros muchachos como el Kamel y el Enviado fue acercarse al estudio Celula Music dirigido por el Dj Unic. Celula Music ha sido la principal encargada de producir la música de reparto en Cuba y Dj Unic su mayor consejero. En una entrevista hecha por el youtuber Adrián Fernández a el Dj dijo:

Hemos –refiriéndose a Celula Music- abierto caminos a gente que han soñado toda su vida ser conocidos. (10)

Las canciones de reparto que produce Celula Music se difunden mediante el Paquete Semanal, aunque los jóvenes músicos sin contar con la ayuda de Celula Music se dirigen personalmente a las matrices del Paquete para que se incluya sus discos a cambio de un pago considerable. Este canal de memorias y alternativo a la programación de la televisión cubana es la plataforma superior de promoción de la música repa que se hace desde Cuba. También YouTube es otra vía para promocionar la música repa, sobretodo de la que se produce desde Miami.

El Dj y productor cubano radicado en Estados Unidos Dj Conds se ha encargado de producirle los discos a Chocolate MC y también ha atendido las propuestas musicales de otros jóvenes del reparto cubano. Se está en presencia de un género que rompe cierta frontera geográfica y que se ha ido internacionalizando, ya que los reguetoneros de reparto han dado conciertos en Miami, Francia, Italia, etc.

A la 1 el repa entra al baile. El posicionamiento de la música de reparto en el mundo de la farándula.

El público principal de la música de reparto reside en los mismos barrios de donde proceden los cantantes, sin embargo, esto no significa que el consumo de la música de reparto esté compuesto de personas marginales. El reguetón suena en escuelas primarias, en secundarias, en fiestas infantiles y en las descargas de adolescentes y jóvenes, lugares donde confluyen diferentes niveles culturales y desiguales valores éticos.

También hay que reconocer que la música de reparto ha invadido el mundo de la farándula cubana. Actualmente está siendo consumida por un público que sigue modas y establece estereotipos que son vendidos a los extranjeros como si fueran parte de lo que es ser cubano.

La presencia de la música repa en la farándula es debido a que aquellos jóvenes de origen marginal que se dieron a conocer por canciones prosaicas ahora se han vuelto comerciales. Dj Unic además de abrirle las puertas de su estudio se ha encargado de insertar la música de los nuevos cantantes de reparto en el mercado. Debido a ello el reguetón que están haciendo ahora el Koquito, Negrito, Manu Manu ya no están agresivo verbalmente, el ejemplo está en “Amiga Mía” y en su éxito “Ojalá” o más conocida “Para que guarachee Santa Claus”.

Se ha dado que varios cantantes de la farándula cubana desean hacer colaboraciones y cantar junto a estos jóvenes que hoy en día están de moda. El Chacal cantó con el Koquito, el Negrito y Manu Manu la canción “Maltrataita” y “Loca” y el Taiger y Yomil & Dani han cantado junto al Kamel en las canciones “La Win2” y “El Cuadro” respectivamente. A pesar de no contener obscenidades siguen siendo música de reparto porque se nota la sonoridad característica de ese reguetón.

Sin bien la música repa era segregada en bares, cafés y discotecas de farándula, ahora componen siempre la parrilla de música grabada y la pista del Dj. Por lo general siempre el Dj del bar condiciona el ambiente para insertar la música repa, primero le pone al público música en inglés, luego electrónica, música urbana extranjera, trap y, por último, alrededor de la 1 o 2 de la madrugada empieza a sonar la música de reparto.

Pero si estos cantantes ahora trabajan con reguetoneros consolidados y se escuchan en lugares bien conocidos por el público es porque pertenecen a la farándula, lo cual significa que han dejado de ser humildes y del reparto, aunque esas sean sus raíces. Por tanto, los que justifican su expresión callejera diciendo representar a su gente, no es más que doble moral y falsedad en sus intereses. Ya no encarnan a un barrio sino el ideal de reconocimiento que desea todo marginado.

Sus canciones ya no son burdas y agresivas como las iniciales y como las de Chocolate –personaje al que hay que reconocerle el carácter imperecedero de su estilo-. Como existe un cambio notable en el reguetón de estos jóvenes debería tomar un nombre nuevo para diferenciarse del término reparto, ya que este se encuentra estigmatizado negativamente en el público cubano.

Perspectivas del futuro del reguetón de reparto. Conclusiones finales

Aunque los llamados reparteros se hayan comercializado no significa que el lenguaje chabacano desaparezca de las canciones. Todos aquellos que han triunfado han emigrado del país y no están produciendo porque ya tienen sus necesidades saciadas. Sin embargo, están surgiendo otros jóvenes de estos mismos sectores marginales que desean llegar a donde mismo han llegado sus vecinos, y para ello realizan el mismo modus operandi. El reguetón de reparto no desaparecerá, pero cambiará de artífices constantemente.

Entonces ¿se pudiera ver al reguetón de reparto como una salida de la marginalidad para todos aquellos jóvenes de barrios? La expresión cultural de estos reguetoneros se está convirtiendo en centro dentro de Cuba y la mejor forma para erradicarla no es que se censure ni que se arremeta contra ella, eso sólo genera más segregación. Lo que hay que hacer es tratarla como parte del centro mediante una política cultural musical (…), que no dependa tanto de restricciones sino más de inserciones en la realidad y su dinámica de movimiento y cambio. (11)

El arte cubano actual le ha dado importancia y seguimiento a este fenómeno. El artista y fotógrafo Leandro Feal propició en Galería Continua –en septiembre del año 2018- un performance de música de reparto que consistía en la presentación de un Titico y el Kaneca cantando “Bum Bum Ye”. A partir de esa acción la música de reparto se convierte en arte, y como se rompieron las barreras que dividen la alta cultura de la baja se aceptó, por un solo día, al reguetón de reparto como parte de la cultura cubana, lo cual deja mucho que reflexionar al respecto.

Notas

(1) Profesor de la Escuela de Música Eastman, Nueva York

(2) Perteneciente a reparto, barrio

(3) García Canclini, Néstor. Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad. Argentina: Editorial Grijalbo, 1990.

(4) Ortiz, Fernando. «Los factores humanos de la cubanidad.» Bimestre Cubana (Fondo de Cultura Económico), 19449: 161-186.

(5) Cárdenas Díaz, Leannelis. Magazine AM PM. 2018. http://www.magazineampm.com (último acceso: 4 de mayo de 2019).

(6) Freud, Sigmund. El malestar de la cultura, en Selección de lecturas de Teoría de la Cultura Artística. Soporte digital.

(7) Orta Rivera, Yailin. Mesa Redonda. 9 de noviembre de 2013. http://mesaredonda.cubadebate.cu (último acceso: 9 de mayo de 2019).

(8) López Cano, Rubén. «Lo original de la versión. De la ontología a la pragmática de la versión en la música popular urbana.» Consensus 16, 2011: 57-82.

(9) Significa novio según la jerga callejera.

(10) Unic, Dj, entrevista de Adrian Fernández. Del reparto al mercado internacional (23 de noviembre de 2018).

(11) Orozco, Danilo. «Padriiino, quítame esta sal de encima.» La Gaceta, 2013: 19-23.

Referencias bibliográficas

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Fernández, Adrian. Entrevista a Dj Unic. “Del reparto al mercado internacional”. Vistar Magazine. 23 de noviembre de 2018.

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Bibliografía

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La trova, Sin-Do y temperamentos de lo cubano

La trova, Sin-Do y temperamentos de lo cubano

Sindo fue parte de todo un movimiento de trovadores que se desarrolló en Santiago de Cuba a finales del siglo XIX, que como él llevaron la poesía a la canción.

“He compuesto constantemente. Cuándo, cómo, por qué, lo ignoro”

Sindo Garay

Pocas obras tienen el poder de ser trascendentales. Nacen como productos de su tiempo y a la vez no están atadas a él; se deslizan en la historia e inquietan a otras generaciones. Dentro de la trova tradicional cubana, la obra de Sindo Garay es de esas geniales producciones. Sin tener formación académica, se convirtió en uno de los mejores compositores de la música cubana.

Hoy sigue siendo resucitado por importantes cantautores e intérpretes: Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, Santiago y Vicente Feliú. Han interpretado títulos imprescindibles del cancionero de Garay: “Mujer bayamesa”, “La tarde”, “Amargas verdades”, “Perla marina”, “Retorna”. Por otro lado, Lynn Milanés publicó un disco en homenaje a Sindo, “Lynn canta a Sindo”, que ofrece 20 temas cantados por ella y otros a dúo con su padre Pablo Milanés.

Frente a la magnitud de la valía de su canción, se hace necesario puntualizar en su vida y en su producción musical como elementos que han pasado a formar parte de nuestra cultura. Su vida aventurada y llena de sucesos, junto a su obra extensa e impresionante, son propicias para un análisis de lo que significó culturalmente y el impacto en la manera que pensamos la música y que nos pensamos nosotros mismos. Y lo digo por su impronta en la cultura musical, así como por su visible arraigo identitario que nunca dejó de defender: el día de su entierro con el espíritu jovial del cubano, como petición suya, todos los presentes tuvieron que velarlo fumando tabaco y tomando ron.

 

La Trova

Sindo fue parte de todo un movimiento de trovadores que se desarrolló en Santiago de Cuba a finales del siglo XIX, que como él llevaron la poesía a la canción. En sus inicios etimológicos, trovador fue el nombre que se les dio a los poetas. La palabra trovar era entonces sinónimo de componer, recitar o improvisar versos.

Desde su génesis, en los tiempos del medioevo “los primeros trovadores iban de pueblo en pueblo, casi siempre a pie o valiéndose de primitivos vehículos tirados por caballos, llevando las noticias recogidas aquí o allá, que transmitían por medio del canto a pequeños grupos de oyentes que se congregaban alrededor de ellos. Casi siempre utilizaban algún instrumento de cuerda para acompañar sus canciones. Lo curioso es que siglos después esa misma escena se repitiera casi idéntica en Cuba, y suponemos que también en otras partes del mundo”. (1)

La trova nace en Santiago de Cuba a finales del siglo XIX, con un gran movimiento musical y con notable participación del pueblo. Está influida por el espíritu romántico que llenaba la época. Ese sentido de guitarra en mano cantarle a la naturaleza, la patria y al amor es propio de la sensibilidad intimista, nacionalista y apasionada del Romanticismo. Por esos años el canon era la canción de salón, de manera que los trovadores, cantando al pueblo humilde son una especie de bohemios que comparten su sensibilidad a contracorriente.

El arribo a Santiago de inmigrantes franceses procedentes de Haití tuvo una significación especial en ese proceso. Y es natural si sabemos que la trova se desarrolló en Francia entre finales del siglo XI y finales del siglo XIII. Los trovadores se inspiraron en el antiguo concepto griego de poema lírico como composición vocal. Sus poemas emplean nuevas formas, melodías y ritmos, originales o copiados de la música popular. El acompañamiento musical se interpretaba generalmente con instrumentos de cuerda como la viella (violín medieval) o el laúd. Entre sus temas predilectos figuran el amor, la caballería, la religión, la política, la guerra, los funerales y la naturaleza.

Los trovadores cubanos, de manera similar, componían para la naturaleza, la patria y la exaltación de la mujer. Así, un proceso cultural arraigado tomó nuevas formas en el espacio cubano. Los aficionados a la poesía comenzaron también a componer versos, y los músicos populares a ponerles música. Surgieron cuartetas y tonadillas que se cantaban con aires populares de moda. Poco a poco se iba gestando la nacionalidad, y de la música foránea se fue pasando a la criolla.

A mediados del siglo XIX estaba de moda en América, y se supone que en Santiago de Cuba, un ritmo llamado bolero (…) Cuando fue escuchado por los músicos santiagueros, lo arreglaron a su manera y estilos, introduciéndole elementos autóctonos tomados de la herencia africana. A los pocos años, aquel bolero español se transformó por completo, pero los músicos santiagueros continuaron llamándole así.” (2)

Entre los cultores del género empieza a destacarse un joven sastre llamado José Sánchez, al que apodaban Pepe. En 1883 da a conocer “Tristezas”, reconocido mundialmente como el primer bolero, que comienza a diferenciarse del español y marcó los patrones para la canción trovadoresca.

Pepe Sánchez se convierte en maestro de la trova y precursor del bolero cubano. Muchos jóvenes santiagueros –entre ellos Sindo Garay- se le unieron como discípulos. Con sus enseñanzas perfeccionaron sus obras y aprendieron a interpretar canciones acompañándose de guitarras. Por lo general todos eran de procedencia humilde y tenían sus oficios para subsistir.

Realmente, el talento natural y la espontaneidad por encima del conocimiento académico musical, el cual estos intérpretes en su mayoría prescindían de él, fueron importantes y matizó en cierta medida la naturaleza de la expresión en la trova.

Tocaban intuitivamente, o como se dice “de oído”. Ese sentido de reflejar frescura y desenfado a la hora de tocar la guitarra y jugar con el texto dejando espacio a la improvisación y la versatilidad del momento se ha transformado con nuevos gustos y modos de sentir la música, claro está, algunos han incluido el humor como expresión del característico choteo cubano; pero se percibe hoy, en la Novísima Trova, por ejemplo, con los más recientes creadores que mantienen el género con esa concepción de sencillez, como un diálogo sincero entre poesía y guitarra.

Volviendo al siglo XIX, es importante señalar que la guerra del 68, iniciada el 10 de octubre por Carlos Manuel de Céspedes, interrumpió de cierta manera la vida cultural de la sociedad colonial.; sin embargo muchos trovadores participaron y ofrecieron la épica de sus canciones a la lucha; inspirados en su patriotismo colaboraron recaudando fondos, expresando sus ideas a través de sus composiciones o directamente en los campos de batalla.  . Tal es el caso de algunos nombres como: Ramón Ivonet, Pepe Sánchez, Patricio Ballagas, Emiliano Blez y el propio Sindo Garay, quien nadó en varias ocasiones la Bahía de Santiago de Cuba trasladando proclamas independentistas para entregar mensajes de las tropas del General Antonio Maceo. Muchos de ellos tuvieron que exiliarse a causa de sus acciones en apoyo a la lucha independentista.

 

Sindo Garay (Sin–Do, como él mismo bromeaba con su nombre por su desconocimiento académico de la música)

Gumersindo Garay (1867 – 1968) nace en Jobito, Santiago de Cuba. Su familia era pobre pero de ambiente artístico. Los padres de Sindo se llamaban Gumersindo Garay y Dolores García Matos: ambos cantaban y tocaban la guitarra.

Hay una famosa anécdota de cómo fue el primer acercamiento de Sindo a la guitarra. En su casa hacían tertulias y Pepe Sánchez era muy amigo de sus padres por lo que era asiduo a estos eventos. En una ocasión, deja su guitarra sola; entonces es cuando, a pesar de estar advertido por su madre de no hacerlo, Sindo empezó a tocarla y a imitar lo que tantas veces había visto hacer a los cantadores que visitaban su casa. Cuando Pepe Sánchez lo supo le pidió que tocara algo para él y quedó asombrado de que tan niño y de solo observar, Sindo pudiera tocar el instrumento tal y como lo hizo. Inmediatamente, Pepe lo acoge como discípulo. Fue el único maestro que tuvo Sindo.

Se ha creado, pudiera decirse, una mitología en torno al talento natural de Sindo. Los especialistas, como Odilio Urfé, Lino Betancourt y Radamé Giró, se refieren con asombro a su facilidad poética y musical:

“Su obra y facultades artísticas alcanzan independientemente analizadas; los más altos niveles en la historia del cancionero cubano. Melodista de ideas originales y profundas; armonía natural de increíble sapiencia; conocedor avezado de los géneros y estilos liricos populares; cantante “segundo” de recursos imaginativos asombrosos y guitarrista de gran estilo y personalidad única e inimitable; hacen de Sindo Garay un caso extraordinario en la musicología americana; pues hay que considerar que este compositor natural desconocía los más rudimentarios elementos de la teoría y la técnica musical”. (3)

“…asombraba a maestros de música por la armonía de sus composiciones. Todavía causa perplejidad escuchar una obra de Sindo, por la complejidad de su interpretación, que lo hacen uno de los compositores más difíciles de cantar.” (4)

“(… )Es el genio de la trova tradicional (…) Los homenajes que se le están haciendo no solo son merecidos sino necesarios. Creo que los jóvenes de hoy en día cuando escuchen la obra de Sindo se darán cuenta de lo que tienen que aprender de su forma de concebir la canción…” (5)

Otra faceta importante en la vida de Sindo fue el circo, al que estuvo vinculado desde muy joven. Fue mimo, payaso, acróbata. Trabajó en varias compañías circenses itinerantes. Se vinculó a un circo con el que viajó por muchos países de América.

Uno de los personajes que crea en esta etapa es el payaso Piripintintín, que expresaba el sentir de los cubanos en aquella época. Con él recita unas décimas a propósito de la promulgación del Tratado de Paz:

Si el yanqui hiciera entrega

de una Cuba independiente,

no tendríamos presente

que está coja, manca y ciega

El americano eleva

Y la rebaja no apoya.

¡Se va a armar una mogoya

difícil de manejar!

El que aquí llegue a quedar…

¡Que de memorias a Goya!

(…)

Sindo recorrió como saltimbanqui los montes y ciudades de Cuba dando funciones en plazas, teatros, salones, parques. Hacían monólogos, cortas representaciones escénicas de carácter jocoso, juego de manos, y cantaba a dúos y trío con sus hijos. Luego eran acogidos por los vecinos de la zona que les daban refugio.

Entre sus viajes durante un tiempo vivió y trabajó entre las ciudades de Tajabón y Santo Domingo. Estuvo en esta última ciudad hasta 1889. Componía a diario y se relacionaba con músicos y cantadores dominicanos. En Tajabón fue donde pudo estrechar la mano de José Martí, una anécdota que estuvo contando a lo largo de sus días.

Su vida fue intensa y bohemia: “En 1906 viaja a La Habana casualmente –se quedó dormido dentro del barco luego de una tremenda juerga– a bordo del vapor Avilés. Al despertar, ya el buque había zarpado y navegaba rumbo a la capital cubana. Vaga sin rumbo por bares y cafés, cantando a cambio de unos centavos para pagar el mísero hospedaje y un plato de comida.” (6)

El ambiente de La Habana tenía muchos lugares de tertulias donde se reunían trovadores. Fueron muchos los teatros y cines capitalinos que sirvieron de escenario a los trovadores. Sindo hacía la segunda voz con su hijo Guarionex en la primera, y conformaron un famoso dúo. Todas las obras que compuso son muy difíciles de cantar, porque componía especialmente para él y su hijo.

Sus canciones son impresiones de una sensación, de un momento, Todas ellas captan con singular sensibilidad el espíritu de algún suceso. En la línea de su defensa de la identidad nacional –que, vale decir, es una forma de sentir el momento con los aires del Romanticismo aún presentes con su nacionalismo y espíritu apasionado- muchas de sus obras pueden ser tomadas como ejemplos claros de rasgos que forman parte de nuestra identidad como nación. Estoy pensando, por supuesto, en “Mujer bayamesa”, en la exaltación de la mujer en la quema de Bayamo, hecho recordado por su heroicidad; pienso en “Vergüenza”, donde refleja su pesar por la Isla y por los cubanos que emigran. También las canciones que compone a figuras que se constituyen en signos de época, y de todos los ámbitos como Martí al lado de las ideas de independencia, o Yarini en el bajo mundo de la República, y momentos de tensión como en la pieza “¿En que parará la cosa?”, durante el gobierno de Machado.

Ciertamente, fue capaz de componer una obra tan amplia y valiosa que logra retratar con ella o casi cartografiar nuestra identidad, como un cronista de su tiempo. Ahora, puntualizar en algunas de estas canciones servirá para demostrar lo anterior.

“Mujer bayamesa”, escrita en 1918, es de las más conocidas obras de Sindo. La «conocida criolla Mujer bayamesa, de Sindo Garay, conjuga secuencias de contracantos que expresan un profundo sentimiento patriótico con alto nivel literario.” (7) Se le conoce como “La Bayamesa de Sindo”, para diferenciarla de la de Céspedes, Fornaris y Castillo. Es un homenaje a la mujer bayamesa, y a la mujer cubana. Se ha convertido en un himno a la heroicidad de la mujer. En su funeral fue esa la canción que resonó en el cementerio de Bayamo.

Sindo se codeó de importantes personalidades de la cultura a lo largo de su vida. Fue amigo de Rita Montaner, con quien visitó París en 1928. Trabajó en el Teatro Palace en una revista titulada “Perlas Cubanas”. Y en París compuso para Rita la única creación de estilo afro de toda su obra: “Lupisamba e yuca ñame”. La interpretación de Rita de esa canción fue todo un éxito en París:

Un calabaza men da

ma grande que yo tiengá

en mi conuco a sembrá,

por eso yo tá caliente,

y me bá con la nengrá,

a bé si la`ño que viene

ya yo tá má descansá,

anjá…

(…)

Cuenta con muchos otros temas que retratan ambientes de hechos que conmovieron aquellos tiempos. “Los tabaqueros” fue un bolero que compuso a raíz de la huelga de tabaqueros que reclamaban sus derechos y que culminó con violencia y muchos de ellos fueron asesinados.

Sindo conoció a numerosas personalidades de renombre en las épocas que vivió. Muchas de sus obras son dedicadas a algunas de ellas. Uno de sus poemas es a Martí, cuando muere en Dos Ríos, “Semblanza de Martí”. Además, fue quien primero musicalizó los versos sencillos.

Sindo también musicalizaba letras de poemas de otros autores que llamaban su atención. “La tarde”, una de sus piezas más versionadas, contiene la autoría de dos poetas: Amado Nervo y Lola Rodríguez de Tió.

También hace uso del legado de una importante figura de nuestra cultura, el poeta José María Heredia. Utiliza la letra de su poema “Oda al Niágara” para su “Canción al Niágara”. Vemos como a partir de la obra de Sindo salen muchos caminos que nos llevan a destinos imprescindibles de nuestra historia e identidad cultural.

Fue amigo de una figura famosa de los años de la República, Alberto Yarini, a quien dedicó una de sus canciones. También compuso piezas dedicadas a meretrices, en las que expresaba su pesar por las mujeres que por necesidad entregaban su cuerpo.  Así, se encuentran algunas obras tituladas Meretriz 1, Meretriz 2.

Fue tan longevo Sindo que pudo apresar con su obra trascendentales acontecimientos de generaciones y épocas diferentes. Una de sus obras, La “Clave de Maceo” fue escrita poco después de terminarse la guerrita de “La Chambelona” con interés político, y constituyó en su momento una dura crítica al gobierno. Luego, compone el son “La vida por la patria ¿En qué parará la cosa?”, durante el periodo presidencial de Gerardo Machado.

A lo largo de toda la vida creadora, la obra musical de Sindo siempre estuvo inspirada por el inmediato acontecer. Estuvo componiendo hasta cumplir 92 años. No se tiene una precisión exacta del número total de obras que compuso pero se estima que fueron más de 600 piezas.

Así, Sindo estuvo vinculado al movimiento insurreccional y a causa de ello estuvo en el exilio; sus canciones son expresión de su tiempo y de sus raíces culturales; los nombres de sus hijos (Guarionex, Hatuey y Guarina) son muestra de su interés por reafirmar lo que consideraba parte importante de lo cubano, es decir, el pasado aborigen. Aunque no era lo común en su producción también trabajó lo afrocubano con un tema que interpretado por Rita Montaner alcanzó notable fama en París. Conoce a hombres imprescindibles de nuestra historia política: José Martí y Fidel Castro.

 A través de su obra se puede problematizar sobre lo identitario. En el siglo XIX reconocido como el siglo de la formación de la identidad cubana, más allá de la criollización, se consolida nuestra distinción cultural con patrones propios. “(…) Sindo vivió intensamente pero no solo como trovador, sino que vivió la historia. (…) Su grandeza está también en reconocer la historia de su país.” (8)

Definitivamente, Sindo se envolvió del sentir de su época y supo expresarlo en canciones; pero no fue solo en esa dirección, quiero decir, no únicamente la cultura e identidad cubana fueron un elemento crucial en su producción; él mismo se convirtió en un nombre imprescindible de la cultura cubana; él es signo, se dice Sindo y se piensa en la genialidad de la trova tradicional.

En sus amistades e intercambios con importantes músicos de formación académica, estos se sorprendían con el dominio de la música y la composición que tenía Sindo. Así, algunos importantísimos creadores contemporáneos con él, expresan de su obra, específicamente con respecto al bolero “La tarde” (en entrevista con Odilio Urfé):

“Ese bolero es, Urfé, sencillamente, un milagro, una composición perfecta, no tiene defectos, es insuperable…” (Ernesto Lecuona)

“Qué hubiera dado yo por haber compuesto ese bolero” (Gonzalo Roig)

Notas

(1) Lino Betancourt. La trova y el bolero. Apuntes para una historia. (p.15)

(2) Ibídem (p.25)

(3) Odilio Urfé. Sindo Garay. Acotaciones para una valoración del genial trovador cubano (hoja suelta)

(4) Lino Betancourt Op.cit. (p.102)

(5) Entrevista realizada a Radamé Giró sobre la obra de Sindo para Producciones Colibrí

(6) Lino Betancourt. Op.cit (p.101)

(7) Rodríguez, Victoria Eli y Zoila Gómez García. Haciendo música cubana. Escuela de Música Amadeo Roldán, Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 2002.(31)

(8) Entrevista realizada a Radamé Giró. Op.cit

Referencias bibliográficas:

Betancourt, Lino. La trova y el bolero. Apuntes para una historia. Producciones Colibrí, La Habana, 2011.

Entrevista realizada a Radamé Giró sobre la obra de Sindo para Producciones Colibrí

Rodríguez, Victoria Eli y Zoila Gómez García. Haciendo música cubana. Escuela de Música Amadeo Roldán, Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 2002.

Urfé, Odilio. Sindo Garay. Acotaciones para una valoración del genial trovador cubano (Fondo personal de Odilio Urfé) Museo de la Música.

Bibliografía complementaria:

Giro, Radamés. Diccionario enciclopédico de la música en Cuba. (4 vol.). Editorial Letras Cubanas, 2007.

Linares, María Teresa. Nación y nacionalidad en la música cubana. Tabloide Música y Músicos cubanos. Universidad para todos. La Habana, 2002.

Ni “escuela”, ni “cubana”, ni “guitarra”

Ni “escuela”, ni “cubana”, ni “guitarra”

Recalar en la “escuela cubana de guitarra” no es un capricho, es un debate en principio estético-artístico, histórico, pero también político y moral.

Un poco de historia sobre la guitarra:

Desde bien pronto iniciado el siglo XVI comienzan a llegar a la isla tañedores de “guitarra y vihuela, bandola, laúd, bandurria, arpa y otros instrumentos que estaban de moda en Europa por esa época” (1); sin embargo, pocos retazos, a todas luces de corte anecdótico, se pueden hilvanar sobre la presencia de la guitarra en nuestro país hasta la centuria decimonónica. Los primeros trescientos años “fueron parcos” (2), diría Radamés Giro, en torno al desarrollo del instrumento: alguien de paso por estas tierras, algún cantor, aunque ya comenzado el siglo XVIII, “acompañando el canto, aparecen conjuntos instrumentales que incluyen bandolas y guitarras en pueblos como Trinidad, Bayamo y Sancti Spíritus” (3). Para ser justos, ni siquiera en el ámbito europeo la guitarra ostentó facilidades para incluirse de modo definitivo en la escena musical “culta”. Obviamente, su vinculación con imaginarios de lo popular muchas veces la marginó, dificultando su admisión y su articulación desprejuiciada en las narrativas del saber. De hecho, incluso durante el siglo XX, tiempo después de que Antonio Torres pautara la morfología del instrumento, multiplicando, lógicamente, sus virtudes estéticas, la guitarra sufrió incontables miradas y comentarios peyorativos. (4)

De cualquier modo, en el siglo XIX cubano, la guitarra se apropia gradualmente de mayor protagonismo en el ambiente musical de la isla, hasta el “punto de sonar en calles, iglesias y agrupaciones bailables que tocaban para la población más humilde del país y en los saraos que se efectuaban en las casas de la oligarquía criolla” (5). Por otro lado, casi siempre como acompañante, las seis cuerdas se vinculaban a la voz, fungiendo de base armónica en las canciones románticas, en la música bailable o en la décima campesina. En el primer tercio de la centuria se puede localizar además al primer trovador criollo y habanero del que tengamos noticias: Antonio Flores, apodado “El Tirano” por la belleza de las tiranas que improvisaba.

Conformando el clima del momento, se hacen constantes las referencias en periódicos y revistas (Papel Periódico de la Havana; Periódico Musical, Journal Músico); así, menciones a métodos, ediciones musicales, piezas, clases y ventas nos advierten de la promoción del gusto y el interés por el instrumento (aun cuando se mantenía a la sombra del piano y el violín).

“En la segunda mitad del siglo XIX el movimiento guitarrístico en Cuba es mucho más amplio y se perfilan figuras nacionales y extranjeras que van a ser de una gran significación para el desarrollo ulterior del instrumento” (6). Entre ellas destacan el habanero Juan Martín Sabio (1865-1920), intérprete y compositor, maestro de Severino López, y en especial, José Prudencio Mungol González (La Habana, 1837-1888), de quien, desafortunadamente no quedan sus piezas, pero su éxito no solo dentro, sino también fuera del país, se percibe en las críticas que recibió (7) y en las referencias que existen sobre su vida como guitarrista. Desdobló un sorprendente cosmopolitismo (Barcelona, París, San Petersburgo, Estados Unidos, Italia, Alemania, México, Venezuela, Buenos Aires), resultado de la calidad técnico-expresiva que poseía y del intercambio cultural que hervía en la época, y se convirtió finalmente en Socio de Mérito de la Sección de Música del Liceo de La Habana, desde donde explayó una efectiva labor de difusión, por medio de conciertos a lo largo del país, y de la enseñanza. Fue autor de dos cuadernos de Estudios para Guitarra y compuso sonatas, fantasías (originales y sobre motivos de óperas), estudios, ejercicios, nocturnos, sicilianas, valses, habaneras, valses y diferentes melodías.

Un punto insoslayable en la historia de nuestra guitarrística, que pauta definitivamente el devenir inmediato y ulterior del instrumento, nuestro modo de percibirlo y experimentarlo, es la llegada, bien por vía de diferentes guitarristas peninsulares, bien por la visita a España de figuras cubanas, de las enseñanzas de Francisco Tárrega. En este proceso, la historiografía reconoce el papel de tres figuras pioneras que recibieron educación directa del maestro: José Vallalta Ausina (Alicante, 1871 – La Habana, 1932), Pascual Roch Contelles (Valencia, 1864 – La Habana, 1921), Vicente Gelabert Englis  (Valencia, 1884 – Quemado de Güines, Cuba, 1942). Asimismo se suele señalar al cubano Severino López (Matanzas, 1899- La Habana, 1979) como otra de las personalidades que tributaron a sedimentar las ideas de Tárrega, no adquiridas mediante un contacto inmediato, sino a través de sus maestros Pascual Roch, Miguel Llobet y Domingo Prats (estos dos últimos en Barcelona). Aunque su actividad no haya tenido seguidores porque no desarrolló un método sólido o una escuela, sí compuso ejercicios, estudios y piezas; transcribió obras (La Comparsa de Lecuona); y formó entre sus discípulos a Vicente Gonzáles Rubiera (Guyún) y José Rey de la Torre (1917-1994) (8).

Los años 30’s del XX fueron un período de bonanza para el desarrollo de la guitarra en Cuba, no solo como acompañante, y basta con ojear los programas de conciertos para visualizar dicha situación, en la que dialogan y presentan sus repertorios músicos cubanos y de otras latitudes, asimilando ideas y modos de expresión. La posibilidad de este clima favorable le debe mucho a la labor de una fémina, en la que algunos pensadores de la música sitúan una “especie de comienzo” de la escuela cubana de guitarra (a esto me referiré posteriormente).

Fue Clara Romero, alumna de Nicolás Prats y egresada del Conservatorio del Liceo de Barcelona, la responsable de la oficialización de la enseñanza de la guitarra en Cuba. Esta figura, precursora e indispensable para trazar los derroteros genealógicos de nuestra escuela, ya había sugerido a Gonzalo Roig, una vez fundado el Conservatorio Municipal de Música de La Habana (1927), la incorporación de la especialidad en el instrumento. A falta de un programa de estudio, y a contrapelo de los avatares económicos, Clara “creó un método de guitarra para primero, segundo y tercer años. A esto sumó un pequeño álbum con piezas sencillas y otro con obras del español Fernando Sor” (9), y ya en 1931 se tenía en el Conservatorio una plaza de guitarra ocupada por Clarita (como le conocían), al alcance del pueblo y de carácter gratuito.

A todo ello sumó su actividad como profesora en la Sociedad Pro-Arte Musical, y posteriormente, en 1940, la fundación de la Sociedad Guitarrística de Cuba, cuyo objetivo central era “sacudir del letargo en que parecían yacer los más llamados a aunar y encauzar los entusiasmos y esfuerzos en pro de la guitarra, es decir, los guitarristas” (10). La idea era contribuir al desarrollo del instrumento de todos los modos posibles, extender su estudio y establecer su aptitud de concierto, para lo cual se tenía la revista Guitarra (1940-1945) en tanto medio difusor. El auspicio de esta organización permitió concentrar el clima de la guitarra clásica y potenciar su popularidad, pues se “impartieron cursos, conferencias sobre personalidades históricas del instrumento, homenajes a los grandes guitarristas y conciertos de grandes exponentes de la época” (11) (entre ellos Segovia, Sainz de la Maza y algunos cubanos como el propio Isaac Nicola, José Rey de la Torre, Deborah Cabrera, Emilia Lufriú, María de León, María Emma Botet, Turibio Martínez).

No se puede olvidar la labor de otros músicos que, por razones obvias de extensión, solo alcanzo a mencionar, pero que en mayor o menor grado tributaron a la guitarra cubana: Francisqueta Vallalta Calleja (La Habana,1909-1987), Félix Guerrero Reina (La Habana,1881-1950), Vicente González-Rubiera Cortina (Guyún) (Santiago de Cuba, 1908 – La Habana, 1987), Guillermo Dufurneaux, José Cobas Mondéjar, Manuel Puig, Rafaela (Fela) González Rubiera (Santiago de Cuba,1902 – Miami,1970), Ramón Ybarra (1929-1978), Marta Cuervo Villazón (1931-2011), Clara Nicola Romero (1926-2017), Leopoldina Núñez Lacret (1918-2001), Faustino Sánchez Torres (Manzanillo, 1916 – California, 2012), Pedro Julio del Valle (Caibarién, 1921 – Miami, 1969), José Rey de la Torre (Gibara, Cuba, 1917 – San Francisco, California, 1994), Juan Antonio Mercadal (La Habana, 1925 – Miami, 1998), Elías Barreiro Díaz (Santiago de Cuba, 1930); así como nombres que pertenecen al mundo de la canción y la trova y que contribuyeron a expandir las posibilidades de la guitarra: José (Pepe) Sánchez (1856-1918), Sindo Garay (1867-1968), Alberto Villalón, Rosendo Ruiz Suárez, Manuel Corona, Patricio Ballagas, Enrique Pessino, Salvador Adams, Alfredo Boloña, Rafael Gómez (Teofilito), José (Chicho) Ibáñez, Miguel Companioni, Ángel Almenares, Rafael (Nené) Enrizo y Mario Rudy. También debe tomarse en consideración los sextetos (el Boloña, el Habanero, el Nacional), septetos y conjuntos de son.

Ahora bien, una de las figuras cimeras de la historia del instrumento en nuestro país, Isaac Nicola, comenzó sus estudios con su madre Clara Romero (en el Conservatorio Laura Rayneri, 1931-1934), luego con María Muñoz de Quevedo (1934-1937) y finalmente, a partir de 1939, con un alumno de Tárrega, Emilio Pujol, quien lo introdujo en la riqueza vihuelista del siglo XVI. Isaac estuvo en París, Londres, Niza, Madrid y Barcelona, lugar donde conoció en 1940 el estreno del Concierto de Aranjuez, de Joaquín Rodrigo e interpretado por Regino Sainz de la Maza.

Sobre sus características como artista, intérprete y persona Emilio Pujol expresó:

«Isaac siente profunda y noblemente el arte. Probablemente lleva esta cualidad en su alma desde antes de nacer. Su espíritu de artista se refleja en sus gustos, sus pensamientos y sus actos; quisiera, sin embargo, que su reflexión equilibrada y su serenidad de espíritu, no impidan la expansión de un temperamento fuerte, sensible y dúctil a la vez. […]. Es una gran satisfacción para mí encontrar en su colaboración inteligente, el espíritu culto y profundo que inútilmente hubiera buscado entre los ejecutantes generalmente frívolos o ambiciosos de triunfos fáciles y provechosos» (13).

Sin embargo, fue su tarea como investigador y pedagogo, la más ponderada por la historiografía ya que muy pronto, en 1957, bajó el telón a sus presentaciones en público, precisamente con Elogio de la Danza, una pieza de su mejor discípulo y la personalidad más relevante de la guitarrística cubana: Leo Brouwer.

En efecto, Isaac, que proviene de una tradición de enseñanza (Clara y Pujol), ya desde 1942 ocupa el lugar de su madre en la Sociedad Pro-Arte Musical y en 1948 se convierte en profesor auxiliar del Conservatorio Municipal de La Habana (actual Amadeo Roldán), pasando en 1951 a ostentar la titularidad de dicho centro. Con el triunfo de la Revolución y los radicales cambios político-culturales que se producen, la actividad del maestro asciende a grado superlativo, asumiendo junto a Marta Cuervo la vanguardia pedagógica del instrumento, superando y titulando docentes y creando los necesarios planes de estudio. Así, entre 1960 y 1966 encabeza el Conservatorio Amadeo Roldán; de 1963-1976 ejerce como profesor de la Escuela Nacional de Música; y, por último, de 1976-1979 pasa a presidir la Cátedra de Guitarra del Instituto Superior de Arte.

Leo Brouwer tomó clases directas de Isaac Nicola entre 1953 y 1955, dominando y asimilando los contenidos con la facilidad del genio, y si bien a través de su padre había tenido cierto contacto con el instrumento, esos años fueron verdaderamente los primeros pasos serios de su formación. Las siguientes palabras recogen el encuentro con el Maestro:

“A la casa de Isaac me llevó mi padre Juan (…) Ese hallazgo fue de gran impacto para mí. Lo recuerdo como si fuera hoy. Me tocó una música que era la primera vez que la escuchaba. Música española de Sanz, Luis de Milán, Fernando Sor y Francisco Tárrega. Imagínate, yo solamente tenía 14 años y el maestro contaba con 37 años. Había viajado, conocido a los grandes de la guitarra, en 1939 viajó a París a estudiar con Emilio Pujol, fue alumno de Francisco Tárrega y de armonía con Jion Gallon. Asimismo conoció a Joaquín Rodrigo, a Miguel Llobet, Regino Saínz de la Maza y Andrés Segovia. Era algo grande, muy grande. Inmediatamente todos los parámetros del gusto, de las vivencias culturales que yo tenía tomaron su lugar. Esa gran música me tocó sensiblemente. Fue un impacto inolvidable, imborrable” (14).

De su trayectoria como intérprete y compositor existe una vasta bibliografía publicada, por tanto me limito aquí solo a señalar diferentes hitos. La creación musical despierta en Leo tempranamente, pues incluso antes de su traslado a Nueva York en 1959 para asistir a la Juilliard School of Music y la Hartford University Music Department, ya se tienen sus primeras obras: Preludio, de 1956, Pieza sin título, Recitativo, Danza característica, Cuatro micropiezas (1957, estrenada a dúo con Jesús Ortega); Homenaje a Falla, para flauta, oboe, clarinete y guitarra; y Tres danzas concertantes.

A inicios de los 60’s se encuentra frente al Departamento Experimental del ICAIC, funge como profesor en el Conservatorio Amadeo Roldán; y, junto a Juan Blanco, comienza su trabajo con las vanguardias luego del impacto que le produce la asistencia al V Festival de Música Contemporánea «Otoño Varsoviano», en Polonia.

En paralelo, Leo continúa regalando al mundo de la guitarrística composiciones que son conocidas en todas las latitudes del planeta: Los Estudios Sencillos I-X (1960), El Elogio de la Danza (1964), Canticum (1968), La Espiral Eterna (1971), Tarantos (1973), Parábola (1974); los Conciertos: Concierto N°1 (1971), Concierto de Lieja (1980), Concierto Elegíaco, Retratos Catalanes (1983), el Concierto de Toronto (1986); Le Decameron Noir (1981); la trilogía: Paisaje Cubano con Lluvia (1984), Paisaje Cubano con Rumba (1985), Paisaje Cubano con Campanas (1986), etc. Sin discusión alguna, en los 70’s ya es el intérprete más relevante de la década, no solo por la demanda técnico-expresiva de sus creaciones, sino porque se expresan en ellas un ideolecto sincrético que hibrida disímiles rasgos de cubanidad y universalidad, de tradicionalidad y de experimentación.

Quiero detenerme, justamente, en los Festivales de Guitarra, eventos cruciales a partir de los 80’s, y que presididos por Leo hasta el 2004, insuflaron un descomunal estímulo a la guitarrística del país. Comenzados en la época de esplendor de la llamada escuela cubana de guitarra, con un ritmo bienal, once ediciones se sucedieron como espacio para el diálogo fértil entre encumbrados músicos a nivel mundial y los cultores propios, defensores de todo un movimiento nacional (15). Los festivales devinieron en aprehensión y creación, en promoción, en disfrute y trabajo duro, en motivación. Así, gracias sobre todo, a la reputación internacional de Leo Brouwer, llegaron Paco de Lucía, Costa Cotsiolis, Shin Ichi Fukuda, Egberto Gismonti, y se contempló el despunte de cubanos como Rey Guerra, Joaquín Clerch, Marcos Díaz Tamayo, etc. Lamentablemente, aunque se retomaron recientemente, no han logrado la calidad de antaño, incapaces de dinamizar un verdadero movimiento de ideas y estéticas que despierten el interés de los más jóvenes.

Ahora bien, ¿Qué es eso de la “escuela cubana de guitarra”?

Hilvanar el devenir histórico anterior, sin despegarme demasiado del modo en que la bibliografía sobre el tema opera, tiene el objetivo de poner sobre la mesa los elementos fundamentales en que los investigadores y guitarristas se apoyan para hablar de la “escuela cubana de guitarra”; y lo cierto es que sobre el término, aun manejado con muchísima frecuencia, ya sea afirmando o negando su existencia, de modo escrito o en la libertad de la oralidad, nadie ofrece una definición precisa, o al menos realmente convincente que pueda cerrar la polémica alrededor de su validez. Entonces ¿Qué es eso de la “escuela cubana de guitarra”?

La pregunta suele venir acompañada de un “bueno, según lo que se entienda por escuela”; en este sentido el guitarrista y compositor, Eduardo Martín, por ejemplo, comparándola con la escuela de piano rusa, niega su verdadera existencia; mientras que Martín Pedreira, certifica con propiedad que sí es posible su afirmación, si se enfoca no como concepto cerrado, sino como movimiento, con una buena cantidad de cultores de calidad imbuidos de una tradición.  De modo que “escuela cubana de guitarra” no es que solo carezca de definición, sino que más bien parece flotar como significante, dispuesto a ser atrapado por una voz que emite una postura y un criterio, pero asimismo los parámetros en que se basa. Sin embargo, “escuela cubana de guitarra”, junto con la idea de enseñanza, de método y transmisión del conocimiento, implica en conjunción “un tipo de sonido”, “una manera” que se asocia a lo cubano, y por supuesto, a un instrumento que se ejecuta con determinada techné y que se emplea para cierto repertorio, ambos enriquecidos por la individualidad. Citemos por un momento a Isaac Nicola:

“De la llamada escuela cubana de guitarra deben hablar los demás, sobre todo los extranjeros que han dicho que en Cuba se hace una cosa distinta. La guitarra que nos vino de España, como el idioma, canta en cubano (…) La técnica que he tratado de impartir es la que me llegó de Tárrega, por medio del maestro Pujol y yo la di a través de mi prisma, y mis alumnos, a su vez, la transmiten mediante el suyo, que es como decir características personales aparte, nuestra idiosincrasia, la de nuestro pueblo. Cada cual incorpora su propia creatividad, que es, como todos sabemos, la capacidad de romper continuamente los esquemas de la experiencia” (16).

Entonces, la discusión sería interminable, tanto por la lista de preguntas como por la dificultad de ofrecer una respuesta digna a cada una. ¿Qué es lo cubano? ¿Cómo se expresa en la guitarra? ¿Qué ejecución técnica expresa esa particularidad? ¿Qué requisitos debe tener el repertorio para expresar su vínculo con la escuela?, y más importante aún, ¿acaso cada uno de los términos que componen la noción “escuela cubana de guitarra” no constituyen identidades en tránsito, por decirlo de algún modo? ¿Acaso no cambian en el tiempo dando lugar a nuevas perspectivas e ideas? ¿La individualidad del intérprete cómo encaja? Ante la vastedad de esta zona pantanosa, y para ello comencé este ensayo revisando un poco el devenir histórico del instrumento, resulta más factible analizar de qué modo se construye la idea de la “escuela cubana de guitarra, y dejar de lado el hecho de si verdaderamente se puede afirmar o no su existencia. Tomemos en consideración las opiniones de autoridades del mundo de la guitarrística y la investigación, algunos de los cuales fueron abordados en este mismo ensayo, para intentar captar determinadas sutilezas que podrían ser reveladoras.

Radamés Giro, importante editor, autor e investigador cubano, expone que:

“Con José Vallalta, Severino López y Pascual Roch queda establecida en Cuba la escuela Tárrega. Se sedimentan los pilares de la escuela cubana de guitarra con Clara Romero de Nicola (1888-1951), que incorpora elementos de la guitarra popular, Isaac Nicola, que le da un nuevo ordenamiento a los programas de estudios; Vicente González-Rubiera, Guyún, quien funde la técnica clásica adquirida con Severino López, con lo más genuino de la música popular cubana; y Leo Brouwer, que sintetiza todos estos elementos y añade nuevos procedimientos técnicos, en obras que responden a ese otro modo de abordar la guitarra, más todo lo que aportan los compositores no guitarristas y la nueva generación de cultores del instrumento” (17).

Una vez más, Isaac Nicola, por su parte afirma:

“La Escuela cubana de guitarra es el producto de toda una labor que a través de los años se ha venido realizando en nuestro país: la labor de mi madre y de algunos otros profesores como Severino López y otros contemporáneos, más recientemente, las obras originales de Leo que van creando un idioma un poco distinto, y la nueva situación que se crea a partir de la Revolución que permite que el estudio se generalice. Los profesores han surgido fundamentalmente de las clases de la Escuela Nacional de Arte o del Conservatorio Amadeo Roldán donde los maestros hemos sido Marta Cuervo y yo, de inicio. Casi todos han pasado por mí, directa o indirectamente. Si no por mí, por alguno de mis alumnos, porque ya soy abuelo prácticamente” (18).

Mientras Leo Brouwer expresa que:

“La Escuela Cubana de Guitarra es la suma de elementos técnicos, un repertorio y una sensibilidad de los guitarristas y creadores hacia este instrumento. Es muy difícil determinarla en síntesis porque una escuela no puede circunscribirse a ciertos recursos, sino que conlleva un status, un medio ambiental y una perspectiva histórica. Entre estos elementos tenemos la técnica que proviene de la escuela del maestro español Emilio Pujol, transformada por Isaac Nicola y con aportes contemporáneos que según las críticas, derivan de sonoridades que he desarrollado. Otro aspecto es el repertorio básico de algunas obras mías: La espiral eterna, Canticum, Tarantos y Parábola, más mi Concierto para guitarra y otras que proponen música nuevas ideas y nuevos timbres. Además de estos factores hay un tercero, el repertorio de composiciones de la nueva generación que nace precisamente de la conjunción de los dos anteriores. De manera que son tres elementos: técnica renovada, obras básicas y una nueva generación de compositores. Para ser riguroso en la definición diré que es una escuela de gran nivel, creada por defecto y no por exceso, es decir, con la expresión mínima de personal y de recursos. La motivación creada por un gran profesor con el mínimo de materiales y la necesidad de cubrir la falta de repertorio, ediciones universales, discografía, etc., se va satisfaciendo con recursos y creaciones propias y auténticas” (19).

Lógicamente, cada una de estas tres opiniones se expresa desde un ángulo disímil, en correspondencia con subjetividad y la pertinencia del hablante: Leo, por ejemplo, se sitúa desde la técnica, el repertorio y los nuevos aportes; Isaac, traza el eje en la perspectiva pedagógica; y Giro desdobla una síntesis que proviene de sus estudios panorámicos e históricos del instrumento. Ahora bien, también es posible acotar ciertos aspectos en común que se retroalimentan.

En primer lugar, los tres se expresan con determinada seguridad sobre cómo se constituye la escuela cubana de guitarra; es decir, los juicios se manifiestan desde un horizonte en el que se percibe el presente como momento de consolidación. En efecto, se ha erigido el sistema de enseñanza artística en su completitud y la educación abarca todo el territorio nacional, se cuenta con un método, programas de estudio, repertorios en crecimiento, y se observan los frutos del trabajo.

Por su puesto, para llegar a la solidez, se necesita haber pasado por etapas preliminares, y para ello no se puede prescindir del trazado de una línea genealógica que fundamente el estado actual, porque de lo contrario se pecaría de ausencia de concatenación lógica. Entonces se hilvana la interesante teleología: introducción de la técnica de Tárrega-Clara Romero-Isaac Nicola-Leo Brouwer; o sea, la sedimentación de los pilares (como refiere Giro), la “fundadora”, el hombre-puente que conecta la etapa republicana con la revolucionaria y el genio, el crisol, la cumbre. De ese modo, a posteriori, se autolegitima en el discurso la “escuela cubana de guitarra” como algo hecho, conformado, estructurado, coherente, con una historia y unos héroes. (20) Remuévase alguno de esos elementos y todo el edificio se derrumba.

Incluso, deteniéndonos con más profundidad, esa línea descrita anteriormente condensa en sí misma las tres narrativas entretejidas que dan vigor a la idea que nos ocupa: la “escuela”, que se localiza en la oficialización de la enseñanza por parte de Clara Romero, continuada, renovada y completada por Isaac y por todos los alumnos que este formó; lo “cubano” para cuya arqueología se desentierra cualquier rastro desde el impacto de la cultura española, en diálogo con lo popular y lo afrocubano, y que tiene igualmente en Leo Brouwer un instante perfecto de síntesis entre la tradición y la vanguardia; y pues, lo referido a la técnica casi siempre localizado en los primeros años del XX con Pascual Roch, Severino López, deslizándose nuevamente por Isaac Nicola y tomando a Leo como la gran referencia. Así se hilvanan los principales hitos y protagonistas.

Finalmente, otro elemento imprescindible es la alusión a una nueva generación de intérpretes y compositores que exponen sus nuevas ideas y propuestas y que simbolizan hasta cierto punto los saldos y las ganancias de la escuela, expresándose por ejemplo, en los Festivales de Guitarra.

No estoy demeritando ninguno de estos nombres, aclaro, que han encumbrado la guitarrística y la pedagogía en el país; simplemente señalo la cualidad de relato de una noción construida, entretejida, y que es, reflejo difuso de una época histórica particular.  Para reafirmarlo, vale una mirada al Prólogo, a cargo de Jesús Ortega, del Método de Guitarra de nivel elemental en su edición del 2000 (21), texto en el que con más intensidad se capta esa cualidad de narrativa, emanando incluso, aunque un poco exagerado, una imagen de mística y predestinación; solo que en este caso el tema no es la escuela per se, sino la gestación del método, aspecto imposible de excluir para analizar la problemática que nos ocupa.

“Este singular proyecto dio sus primeros pasos en 1931 en el Conservatorio Municipal de Música de La Habana, y su principal inspiradora y ejecutora fue Clara Romero. El terreno en que fue plantado este  fuerte y frondoso árbol necesitó muchos cuidados y dedicación extrema. Muy bien sabía Doña Clara que los frutos no se verían pronto, que los fundadores no siempre tienen la dicha de ver su obra floreciente y, quizás por lo mismo, tuvo la previsión de preparar a uno de sus hijos, Isaac, para que continuara su  misión. (22) Le dio todos sus conocimientos y cuando lo consideró dispuesto para ello lo envió a Europa con Emilio Pujol, quien fuera discípulo de Francisco Tárrega, para completar su formación.

Desde los días iniciales de su Gran Sueño, ella se percató que era necesario disponer de un  instrumento idóneo para la sistematización de los estudios de la guitarra clásica y ello del modo más científico posible (…)

(…)

El producto final de ese largo proceso de investigaciones, búsquedas y creación (Ortega se refiere en los párrafos anteriores a las actividades de Clara e Isaac que dieron lugar al Método después de muchos años) es la presente obra, a la que dedicó el Mtro. Nicola gran parte de su vida y la que estuvo perfeccionando hasta el mismo día de su muerte. El desarrollo de la  Escuela Cubana de Guitarra sería impensable sin contar con esta obra básica y los documentos auxiliares que la sustentan (planes, programas, orientaciones metodológicas,  conceptos de repertorio) y que forman parte del mismo proyecto pedagógico.

Nuevos y ricos aires de renovación trajo el triunfo revolucionario de 1959 a la Educación. Nicola tuvo la alegría de crear en 1962, asistido y apoyado por sus más relevantes alumnos, el Sistema Nacional de  Enseñanza de la Guitarra y 14 años más tarde la Licenciatura en la especialidad, al ser establecido el Instituto Superior de Arte. Se completaba así la gran tarea que asumiera su madre casi sin apoyo y en muy precarias condiciones medio siglo antes.” (23)

Obsérvese cómo, en especial en el primer párrafo y el último, se intenta invertir la esencia de la construcción genealógica; es decir de la obvia legitimación del presente mediante el pasado seleccionado y su puesta en marcha a través de una concatenación, se pasa a inyectar cierta poeticidad y ficcionalización (la clarividencia de Clara) para tomar el pasado como presente y augurar el futuro; sin embargo, ese recurso, una vez deconstruido, expone con más fuerza aún lo oculto.

En resumen, la “escuela cubana de guitarra” adquiere los rasgos de esos grandes relatos, adquiere esa fuerza de fundamentación como expresión sintomática de un momento histórico propiamente moderno, imbuido de fe en el progreso y en el movimiento ascendente de la colectividad, un momento de fuerza y de deseos de construir una obra suprema. Hablar de “la escuela cubana de guitarra”, debe entenderse, no es exactamente lo mismo que hablar de la guitarra en Cuba, y, aunque resulte imposible, obviamente, hablar de la guitarra en Cuba sin detenerse en la “escuela cubana de guitarra”, en el fondo, lo que se enjuicia es su abordaje mediante una formulación teleológica, casi metafísica e ideológica; pese a que, esto no sea, ni mucho menos, exclusivo de la historiografía de la música, pues se extiende desde las bases de un horizonte cultural hacia ella.

Ahora bien, más que instrumentar una esencia y dar vida textual a una serie de capítulos históricos, la escuela cubana de guitarra debe repensarse fuera de este sesgo. En la complejidad de la contemporaneidad, donde las perspectivas, los recursos estéticos, técnicos, los repertorios y las posibilidades se multiplican y entrelazan en infinidad de direcciones, se desborda por completo el término, obligado a expandirse, a ensanchar sus límites y renovarse. Ningún sentido tradicional nos funciona ya: ni escuela, ni cubana, ni guitarra. En un mundo globalizado y transterritorial, el músico, en tanto artista explora y pone a su disposición las herramientas y los conocimientos que necesite, provenientes de cualquier espacio-tiempo. Las dinámicas son demasiado veloces y contaminadas como para intentar atraparlas y objetivarlas a priori.

Muchas son las complejidades que tiene enfrente el panorama de la guitarrística hoy, y ciertamente, más allá de la polémica por el término, resulta de vital importancia, al menos señalar algunas de las amenazas que atentan seriamente contra los saldos alcanzados en Cuba en el amplio campo del instrumento. Merece la pena, por el carácter perspicuo de su aliento, citar un fragmento de la entrevista en el que Joaquín Borges-Triana, una de las voces más lúcidas de nuestro corpus de estudiosos sobre la música, pregunta a Leo Brouwer sobre este asunto:

“J.: En el decenio de los setenta, hubo consenso a escala internacional en cuanto a que usted fue el intérprete de la guitarra más importante de la década. Luego, en los ochenta, ocurrió lo mismo con otro cubano, Manuel Barrueco. De entonces a acá, algo así no ha vuelto a pasar. ¿Cómo valora usted la actual guitarrística cubana y en particular, qué le criticaría?

L.: La guitarrística cubana clásica se ha ido dispersando. De la docena de guitarristas notables que tuvimos en un momento, apenas queda una joven intérprete, que incluso es posterior a la generación de mayor esplendor y cuyos miembros se fueron del país en busca de otros horizontes o medios de sobrevivencia. El consumo de la cultura histórica, en la que se incluye la música académica y la guitarra clásica, no se tiene en cuenta en los medios de comunicación del país, en los que sencillamente tal tipo de producción no existe. Hay uno que otro programa en la televisión, que se alimenta de videos recibidos de otros países, pero no se ha propiciado el consumo de lo nacional en esta esfera. Hay toda una zona de nuestra cultura que podría desarrollarse mucho más pero que no lo hace sino que se enquista, por falta de incentivos paralelos a la propia creación. Eso no solo ocurre en el ámbito de la guitarra clásica. Hoy debe haber alrededor de unos 30 o 40 compositores jóvenes en Cuba, de una edad entre 25 y 40 años, que jamás verán su música sinfónica tocada. Y digo jamás. Si nosotros hemos tocado las obras de algunos en los festivales organizados por la oficina que lleva mi nombre, ello es muy poco porque siempre será en relación con la temática que planteamos en cada festival y donde no interesa el concierto por el concierto, algo que se convirtió en una realidad cotidiana en nuestro país, al extremo de que en una presentación sinfónica en el público solo ha habido 35 personas en la etapa posterior al boom de la vanguardia, que fue cuando me pidieron trabajar con la Orquesta Sinfónica Nacional, de la cual hoy no sé apenas nada, pero no importa. En resumen, entre nosotros la guitarra clásica ha ido desapareciendo, aunque haya 20 o 30 talentos más o menos desarrollados. Los festivales de guitarra que hicimos en los 80 y los 90 motivaban muchísimo a los jóvenes y los obligaron a superar calidades. Eso hoy no ocurre.” (24)

De tan ilustrativa intervención se pueden extraer varios factores que atentan seriamente contra la escena cuyo análisis me compete, una escena consternada y nostálgica, que tras un período de fervor y solidez se halla en una fase de decadencia ostensible. Quizás sea esa misma crisis la que visibilice y obligue a repensar en continuum la “escuela cubana de guitarra”.

Apartemos por el momento la conocida y recurrente pulsión que nos remite a focalizar en las carencias económicas la raíz de todas las dificultades, y, consecuentemente, a satisfacer allí todas las justificaciones. No deseo ocluir la evidente necesidad de inyección de capital que demanda cualquier proceso, sin embargo, esa falta de “incentivos paralelos”, ese desinterés generalizado de la oficialidad, que parece desconocer la importancia de la guitarra clásica en la construcción de nuestra cultura, aun cuando, paradójicamente, se reafirme en ella para legitimarse, condiciona realmente un clima que Martín Pedreira ha calificado de frágil.

No se hacen esperar las consecuencias negativas de la falta de apoyo evidente de los medios de comunicación, la ausencia de espacios idóneos para estrechar una relación plena artista-público (25), las barreras de la burocracia y el desgane de las múltiples entidades. Los concursos, si bien ofrecen un premio en metálico y oportunidades de grabación y promoción, no siempre son la mejor forma de tributar a los cultores del instrumento, y, definitivamente, no pueden ser la única; pues para que la competitividad y la exigencia técnico-expresiva de los retos comprendidos en los programas constituyan aspectos positivos se hace necesario recuperar el clima de enriquecimiento, de aprehensión y motivación que generaban, por ejemplo, los festivales de guitarra. No se trata solo de convertirse en virtuoso y dominar repertorios, sino de recuperar la capacidad de experimentación, el deseo de volverse a la cultura y entenderla como espacio inagotable, proactivo. “El ansia por estar de moda mata la creatividad (…) somos muy repetitivos, no somos originales ni nos interesa serlo porque no somos curiosos de la cultura” (26), así nos expresa Leo esa tendencia dominante de nuestra actualidad que difiere, sin dudas, del ímpetu por crear que contagió la Revolución en sus tres primeras décadas. La escuela cubana de guitarra nació en ese clima de movimiento colectivo, de apuesta por el futuro y el progreso, y se encuentra hoy subsumida en un horizonte cultural diferente, dominado por un pensamiento que desconoce en el telos del proyecto social la posibilidad real de realización individual.

En completa y fatal armonía con esta situación peligra la calidad y fortaleza que había alcanzado la enseñanza artística en nuestro país. El resquebrajamiento de todos los niveles en que se estructura una educación académica podría dar muerte a las ganancias alcanzadas en años anteriores. En un extremo, el nivel elemental acusa, por ejemplo, una alarmante reducción de matrículas, lo cual deviene, no solo por condiciones y talento, en la pérdida de oportunidades en la instancia pre-formativa, desvirtuándose entonces, desde la base misma, la organicidad del proceso de selección y depuración en los subsiguientes escaños (medio y superior). Por otro lado, los planes de estudio, especialmente del ISA, requieren una actualización a nivel teórico-práctico en consonancia con la complejidad del panorama transdisciplinar contemporáneo, cada vez más exigente y acelerado.

Pero más allá de decisiones puntuales o cuestiones específicas que generan, sin dudas, un estado desfavorable, es la desmotivación como causa y consecuencia, como atmósfera, como aire que se consume en viciosos círculos entre profesores y alumnos, reforzada con el éxodo constante en la búsqueda lógica de crecimiento profesional, una razón delicada y una amenaza seria, que demanda a gritos la atención y la ocupación de nuestras instituciones, expertos, músicos e investigadores.

No puedo en este ensayo diseccionar lo que en sentido amplio, se trata de un “cúmulo de circunstancias”, porque confluyen en él múltiples aristas que de modo simultáneo catalizan su continua reproducción, pero se debe actuar con urgencia si se quiere revertir la situación de un mundo musical inagotable. Recalar en la “escuela cubana de guitarra” no es un capricho, es un debate en principio estético-artístico, histórico, pero también político y moral.

Notas

(1) Pedreira, Martín. Historia de la Guitarra. Selección de lecturas. La Habana, Ediciones Museo de la Música, 2016, pp. 172-226. El autor de esta selección combina diferentes fuentes para esta sección, constando así en las notas del texto: Radamés Giró: Diccionario Enciclopédico de la Música en Cuba; Francisco Calcagno: Diccionario biográfico cubano; Serafín Sánchez, La Habana artística: Apuntes históricos.

(2) Giro, Radamés. La misma guitarra pero no igual. http://www.lajiribilla.co.cu/2012/n577_05/577_08.html

(3) Pedreira, ob. cit

(4) En contraposición con una pléyade de compositores e intérpretes (Napoleón Coste, Huerta, Zani de Ferranti, Sor, Giulio Regondi, Josefa Catherine Pelzer y otros) véanse por ejemplo las opiniones de Harvey Turnbull o Frederic Grunfeld en sus respectivos textos The Guitar from the Renaissance to the Present Day y The Art and Times of the Guitar; o, simplemente la opinión de Andrés Segovia, uno de los cultores y promotores más importantes de la historia del instrumento: «Era una gran carga para mis jóvenes hombros: abrir un nuevo camino para la guitarra, empezando por tratar de cambiar la baja opinión que la vasta mayoría de mis coterráneos tenían de la guitarra [a pesar de las actividades de músicos como Tárrega y Llobet]. El hecho es que, en la España de aquel tiempo, se creía generalmente que la guitarra era buena solo para acompañar canciones populares y tonadas folklóricas, o […] para hacer música en fiestas de vino, mujeres y canto». Consultar en Pedreira, ob. cit

(5) Pedreira, ob. cit

(6) Pedreira, ob. cit

(7) Por ejemplo, en El Diario de la Habana se recoge en septiembre de 1853: «El gran tono que saca a la guitarra, su modo de tocar, unas veces dulce y melodioso, otras armonioso, con brío, con bravura, bien ligando los cantos, ya como quien arroja la mano sobre la guitarra, sobre todo al ejecutar un acorde, cautiva extraordinariamente la atención y fascina la vista formando un conjunto elegante». De modo similar, si fuese necesaria su consulta, otras valoraciones fueron recogidas por Martín Pedreira en Historia de la Guitarra. Selección de lecturas, apoyándose en Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano, Editores Montaner y Simón, Barcelona, 1912. Tomo XI; Francisco Calcagno: Diccionario biográfico cubano; New York – La Habana, 1878-86; Serafín Sánchez: La Habana artística: Apuntes históricos; Jesús Blanco Aguilar: José Prudencio Mungol: Primer gran guitarrista cubano, Centro de Información y Promoción de la Música Cubana Odilio Urfé.

(8) Para ampliar sobre estas dos figuras se puede consultar igualmente Historia de la Guitarra. Selección de Lecturas, de Martín Pedreira.

(9) Palabras de Clarita Nicola (hija de Clara Romero) en Marta María Ramírez, Guitarra, Integración y Renovación.

(10) Pedreira, ob. cit

(11) Pedreira, ob. cit

(12) No constituirán tampoco objeto de análisis en este ensayo los aportes de la Nueva Trova, que merecen un análisis pormenorizado independiente.

(13) Pedreira, ob. cit

(14) Palabras de Leo Brouwer sobre Isaac Nicola, extraído de Rafael Lam. Encuentro entre Isaac Nicola y Leo Brouwer, UNEAC)

(15) En esencia, este tipo de fenómeno no es inédito. Como se ha podido detectar en el devenir histórico que he trazado en este ensayo, el contacto entre músicos de diferentes espacios, los viajes, los intercambios, los espacios de confluencia se han dado siempre, y sin este tipo de dinámica no se concibe nuestra guitarrística. Salvando las distancias, ¿cómo se consolidó entonces la técnica de Tárrega? ¿acaso la  década del 30 del XX no participó de aires similares? De cualquier modo un antecedente inmediato es el Primer Encuentro de Guitarristas de América Latina y el Caribe en La Habana, bajo el manto de Casa de las Américas, ocurrido en 1978. Se dieron cita allí figuras como Alirio Díaz, Antonio Lauro, Jorge Cardoso, Juan Helguera y Selvio Carrizosa, el propio Leo Brouwer, Jesús Ortega y otros más jóvenes en aquel entonces: Flores Chaviano, Carlos Molina y Efraín Amador.

(16)  Plasencia, Azucena. «Entrevista a Isaac Nicola», en Bohemia, Año 89, No. 16, 1996.

(17) Giro, Radamés. Eterno indagador. http://www.la jiribilla.cu/articulo/eterno-indagador

(18) Armas, Mirta de. “La guitarra habla en cubano”, en Revolución y Cultura, No. 52, La Habana, 1976-77.

(19) Armas, ob. cit

(20) Resultan curiosísimas las acrobacias históricas: José Prudencio Mungol González era reconocido entre los guitarristas selectos de su tiempo en Europa, mas, como sus piezas no quedaron, los pensadores sobre la música no pueden engarzarlo con efectividad a la tradición que da pie a la “escuela cubana de guitarra”. Se convierte, en resumen, en el primer guitarrista de “cierta significación” (Radamés Giro, Razones históricas para un Cubadisco de las cuerdas). Cierta, sí, muy incierta. Mungol navega en tierras extrañas, pendula entre el olvido y la moral de algunos por rescatarlo; se conoce sobre su grandeza, pero se adolece obligatoriamente de su disminución, de su reducción al dato anecdótico. Injusticia irremediable porque ha entrado en el mapa de los relatos sin el verdadero suelo concreto que le adjudique como legitimador del presente. Mungol gravita hoy en el purgatorio de la historia.

(21) En la construcción de las últimas ediciones del Método, trabajando junto a Isaac Nicola y continuando la labor después de la muerte del Maestro, ha sido Martín Pedreira una figura fundamental. Dedicado por décadas a la pedagogía y la investigación, formador de incontables generaciones de músicos, no ha recibido el crédito suficiente ni siquiera como coautor del texto; ya que para muchos desinformados (yo era uno de ellos) Pedreira no fue sino una especie de asistente de Isaac, lo cual es totalmente incierto.

(22) Las cursivas y los paréntesis me pertenecen.

(23) Nicola, Isaac y Martín Pedreira. Método de Guitarra. Prólogo Jesús Ortega. La Habana, Atril Ediciones Musicales. Producciones Abdala, 2000

(24) Borges-Triana, Joaquín. No somos originales ni nos interesa serlos. http://www.caimanbarbudo.cu/entrevistas/2014/06/no-somos-originales-ni-nos-interesa-serlo. Las cursivas me pertenecen.

(25) La Casa del Alba, cuya cercanía a la calle Líneas imposibilita un contacto pleno con las propuestas allí ofrecidas, y gracias.

(26)  Borges-Triana, ob. cit

Bibliografía

De Armas, Mirta. La guitarra habla en cubano, en Revolución y Cultura, No. 52, La Habana, 1976-77.

Nicola, Isaac y Martín Pedreira. Método de Guitarra. Prólogo Jesús Ortega. La Habana, Atril Ediciones Musicales. Producciones Abdala, 2000

Pedreira, Martín. Historia de la Guitarra. Selección de lecturas. La Habana, Ediciones Museo de la Música, 2016.

Plasencia, Azucena. «Entrevista a Isaac Nicola», en Bohemia, Año 89, No. 16, 1996.

Fuentes orales:

Entrevistas a Eduardo Martín, Martín Pedreira, Carlos Ernesto Varona Velázquez

Digitales:

Borges-Triana, Joaquín. No somos originales ni nos interesa serlos. http://www.caimanbarbudo.cu/entrevistas/2014/06/no-somos-originales-ni-nos-interesa-serlo

Giro, Radamés. Eterno indagador. http://www.la jiribilla.cu/articulo/eterno-indagador

_____________. Isaac Nicola y la Escuela Cubana de Guitarra. http://www.la jiribilla.cu/articulo/isaac-nicola-y-la-escuela-cubana-de-guitarra

_____________. La misma guitarra pero no igual. http://www.lajiribilla.co.cu/2012/n577_05/577_08.html

_____________. Razones históricas para un Cubadisco de las cuerdas. http://www.juventudrebelde.cu/cultura/2012-05-19/razones-historicas-para-un-cubadisco-de-las-cuerdas

Lam, Rafael. Encuentro entre Isaac Nicola y Leo Brouwer http://www.uneac.org.cu/noticias/encuentro-entre-isaac-nicola-y-leo-brouwer

Ramírez, Marta María. Guitarra, integración y renovación. http://www.archivocubano.org/guitarra.html

Horacio “El Negro” Hernández: La maravilla de la Italluba Big Band

Horacio “El Negro” Hernández: La maravilla de la Italluba Big Band

Quienes entre nosotros vivieron la década de los ochenta de la anterior centuria, recordarán a Horacio “El Negro” Hernández como integrante del grupo Proyecto, encabezado por ese otro monstruo musical que es Gonzalo Rubalcaba.

No es secreto para los seguidores de la música popular cubana que Horacio “El Negro” Hernández resulta en la actualidad uno de nuestros instrumentistas que goza de mayor prestigio en la escena internacional, gracias al dominio que posee de la batería. Su desempeño durante las últimas cuatro décadas ha hecho que su nombre trascienda los circuitos del jazz y que se le llame para participar en proyectos de otra orientación genérica o estilística.

Quienes entre nosotros vivieron la rica década de los ochenta de la anterior centuria, recordarán a Horacio “El Negro” Hernández como integrante del grupo Proyecto, encabezado por ese otro monstruo musical que es Gonzalo Rubalcaba, agrupación de la que Horacio formó parte por más de diez años. En esa etapa, “El Negro” junto con Roberto Vizcaíno, conformaron una de las mancuernas de percusión de mayor calado en la historia del jazz hecho por nuestros compatriotas.

Creo que uno de los rasgos más interesantes en el quehacer reciente de Horacio “El Negro” Hernández viene dado por el hecho de que no se ha limitado a figurar como sesionero de incontables grabaciones o miembro de diferentes formaciones, siempre con músicos de talla internacional, sino que también ha apostado a defender una idea creativa de corte mucho más personal, a lo cual le ha dado camino a través de su cuarteto Italuba, grupo con el que ya tiene varios discos registrados.

Si bien esos trabajos fonográficos anteriores han sido harto interesantes, en mi opinión el punto de plena madurez se alcanza ahora con la salida al mercado del material titulado Italluba Big Band. No me parece que exagero ni un ápice al afirmar que este es uno de los mejores productos editados por nuestra industria del disco en lo que va del siglo XXI, pues los diez cortes recogidos aquí poseen la virtud de transmitir contemporaneidad y a la vez ser continuidad del legado de grandes maestros del jazz facturado por nuestros compatriotas en otros tiempos. Así, cuando uno escucha de conjunto todas las piezas de la grabación, siente que la buena vibra de maestros como el gran Chico O’farrill se encuentra aquí presente. Vale recordar que “El Negro” fue integrante de la orquesta de este ilustre personaje del jazz latino.

La perspectiva de rendir tributo no solo a cubanos sino a distintas glorias del latin jazz se percibe desde los dos primeros cortes de la grabación, o sea, “Last minute” y “Puerto Rico”, un homenaje a Jerry González, alma del Fort Apache Band,  y Steve Berrios. En el caso de este último tema, es de destacar la participación de los vocalistas Haila, Robertón y Mandy Cantero, quienes como invitados del corte le proporcionan la típica sabrosura de la música bailable caribeña.

Momentos que merecen particular mención en el DVD son “90 millas”, con destaque para el guitarrista eléctrico Héctor Quintana y el saxofonista César López; “Pati metal”, de nuevo con un sobresaliente solo a cargo de Héctor Quintana”,; “Divertimento”, donde las palmas se las lleva el trombonista Eduardo Sandoval;  “Deseo”, tema en el que el protagonismo como invitado lo asume Carlos Miyares, o “Tropical Madrid”, donde el camagüeyano César López vuelve a hacer de las suyas.

Empero, al margen del sobresaliente trabajo de Horacio y sus distintos invitados, en mi parecer el gran mérito de este material está en lo aportado por la Big Band dirigida por Joaquín Betancourt, una orquesta armada con muchachos procedentes en su inmensa mayoría de los participantes en ese importantísimo concurso que es el Jojazz. Sucede que por los costos de producción, hoy no está de moda grabar con una macrobanda y por ello, es difícil encontrarse Cds o DVDs con la intervención de dicho otrora popular formato. A semejante peculiaridad, hay que añadir que los arreglos concebidos para este material de Horacio “El Negro” Hernández demandan de altísima profesionalidad interpretativa por cada uno de los instrumentistas, cosa que los noveles músicos que aquí intervienen consiguen con absoluta y sorprendente facilidad. He ahí una de las muchas pruebas que atestiguan el excelente estado en que se encuentra en la actualidad la práctica del jazz entre nuestros compatriotas, tanto en Cuba como en la diáspora.

Así, al arribar al último corte, el titulado “Free Latin”, solo queda ofrecer gracias por la existencia de la música y porque todavía, en medio de las enormes dificultades que vivimos en Cuba, haya espacio y voluntad para acometer proyectos como el denominadoHORACIO “EL NEGRO” HERNÁNDEZ: Italluba Big Band, un trabajo que estoy convencido resistirá la prueba del paso del tiempo. Digo yo.

Reguetón y pasión. ¡La clave y la llave!

Reguetón y pasión. ¡La clave y la llave!

Por Asel María Aguilar

No me fue difícil encontrar la casa donde radica Advanced Studio, cruzando la Calzada de Diez de Octubre, en la Habana. Hasta allí me llevó mi nuevo proyecto literario sobre música urbana. De la casa salía una música alta, poderosa. Ruslan me recibió con una risa y con un beso. Estaban en medio de una grabación, un chico cantaba dentro de una cabina y aquello sonaba al reguetón del bueno, del que uno no puede escaparse y el cuerpo, discreto o no, se tiene que mover.

Desde siempre me ha gustado el reguetón. Recuerdo a Elvis Manuel y una tuba que se partía en unos cuantos pedazos, a Candyman y a aquel estribillo de una chica llamada Yunai con ciertas aptitudes internacionalistas.  Confieso que en aquel entonces me avergonzaba de mi preferencia; en mi entorno marcado por la poesía y la ciencia, el reguetón parecía no tener sitio. Pero sí que lo tenía. Alternado con trova, con salsa y hasta con música clásica, se hizo parte de mi mundo. Me reí de sus ocurrencias y alguna vez me escandalicé de sus procacidades. Pero en sus dosis exactas, el reguetón me vuelve más ligera y pedestre, me relaja y me limpia las preocupaciones. Vaya, que me hace el mismo efecto del té verde.  Me acerca al cuerpo y eso también se agradece. El alma necesita elevarse en los celajes y también, a veces, necesita hundirse en la tierra y que la saquen con una retroexcavadora.

Ya hace unas cuantas semanas del encuentro y a cada rato me vienen a la mente Ruslan y Master Vega,  esos dos jóvenes sencillos, de barrio, que  siempre soñaron con hacer música  y ahora que, con trabajo duro, lo han  hecho  realidad, también ayudan a  realizar el sueño de otros.

Creo que lo que me marcó del encuentro es la pasión de ellos a la hora de hablar sobre la música urbana. Para mí la pasión es el motor de todas las artes, de la ciencia, de todas las creaciones. La pasión es lo que convierte a los sueños en una materia tangible.  Y a Ruslan y Master Vega le sobran las ganas de hacer música y de gozar mientras lo hacen, en el poco tiempo que pasé con ellos me llenó su energía contagiosa y una luz que viene de la juventud, del talento o de la certeza de que lo que hacen, lo hacen bien y con alegría.

 Me encantó la manera de Ruslan de contarme anécdotas graciosas,  me habló  de la necesaria   unión de los músicos del género y del apoyo a los chicos que comienzan y que, como ellos, hacen de la música su idioma y su bandera; cada cual, con su lenguaje, su mensaje y sus vivencias. Master Vega supo, desde siempre, que lo que él quería era hacer música y todos los caminos lo llevaron hasta la creación.

No se pueden acallar las voces de barrio que no saben de academias, pero que sí saben del sonar de la calle, de la gracia de los contenes y las esquinas, del lenguaje simple, picante, a veces soez que  ha sido, desde siempre, parte de la vida. Hay pasión en Advanced Studio y a la buena vibra  y a la  voluntad, ¡no hay sueño que se les resista!

Gira 60 aniversario de la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba

Gira 60 aniversario de la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba

Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba.

El pasado martes 14 de mayo, la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN) de Cuba, dirigida por Enrique Pérez Mesa, ofreció un concierto en el Auditori del Forum de Barcelona. La función fue parte  de la gira de dicha formación por España, a propósito de la celebración de su 60 aniversario. En el programa intervinieron además la flautista Niurka González, Silvio Rodríguez y el pianista Jorge Aragón. Hoy en Miradas Desde Adentro reproducimos una reseña aparecida en el portal cancioneros.com y escrita por Xavier Pintanel en relación con la presentación  aludida y donde se resalta el hecho de que Silvio Rodríguez, sin pretenderlo y a su pesar, eclipsó el sobresaliente trabajo de nuestra principal agrupación sinfónica.

Silvio Rodríguez, el sol que oculta a las estrellas

Por Xavier Pintanel

Sería absurdo no reconocer que la mayoría de los asistentes al concierto de la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba venía a escuchar realmente al «invitado» Silvio Rodríguez, lo cual se demostró tremendamente injusto ya desde los primeros compases de la hipnotizante Penthesilea de Carlos Fariñas.

En efecto, la orquesta dirigida por la magistral batuta de Enrique Pérez Mesa, reclamó con elegancia y maestría el merecido protagonismo que le otorgaba el cartel y una trayectoria de 60 años en los escenarios; aunque la acústica del Auditori del Forum no fuera la más apropiada para una sinfónica.

Finalizada la primera pieza, los vientos y percusiones se retiraron dando paso a la flautista Niurka González —la mitad del dúo Ondina y esposa y acompañante habitual de Silvio Rodríguez— para interpretar el Concierto de Otoño para flauta y cuerdas de Joaquín Clerch con extremada precisión, sentimiento y sutileza.

Tras una breve pausa, y otra vez con la orquesta al completo, siguió el programa con tres movimientos del Sombrero de tres picos de Manuel de Falla, tras el cual y después de los primeros acordes de Pequeña serenata diurna, apareció Silvio Rodríguez con las manos en los bolsillos y aire despreocupado, que sin mediar palabra entonó la primera de las cinco canciones previstas en el programa.

Silvio Rodríguez —aun sin dar la impresión de estar excesivamente motivado— cantó con oficio, potencia y templanza a mayor gloria de los arreglos sensibles, sin exuberancias ni estridencias del joven músico cubano Jorge Aragón que, sin duda alguna, acertó en el nuevo vestido de las canciones.

El trovador cubano siguió con La era está pariendo un corazón, con un público totalmente entregado, a sabiendas que el repertorio era breve y habría que disfrutar cada nota en cada segundo. Le siguió un potente Ángel para un final y una sensible y hermosa canción todavía inédita, Jugábamos a Dios, compuesta para la película Afinidades (2010) de Jorge Perugorría y Vladimir Cruz; para finalizar con este manifiesto que es El necio, en una versión cargada de matices sinfónicos.

Ya fuera de programa y con el único acompañamiento del piano de Jorge Aragón, Silvio regaló una sublime interpretación de Te amaré, dejando a la orquesta en la difícil tarea de retomar un concierto que había quedado con el listón muy alto en emociones; tarea que acometieron exitosamente con el Guaguancó de Guido López Gavilán y el Danzón de Alejandro García Caturla. Para los bises, una nueva visita a Falla, con la Danza del fuego de El amor brujo.

Al finalizar, gran parte del público reclamó durante varios minutos una nueva presencia de Silvio —incluso se entonó un Te doy una canción a capella y colectivo—. El trovador, que se había mostrado más generoso unos días antes en Bilbao (Hoy mi deber, Te doy una canción y la inédita Noche sin fin y mar) y en Úbeda (Hoy mi deber, Historia de las sillas y Te amaré), no regresó al escenario.

Quizás para no robar el protagonismo del concierto y devolvérselo a la orquesta, intención frustrada a todas luces porque ya se sabe que las estrellas desaparecen ante la luz del sol.

Tomado de cancioneros.com, localizable en:

https://www.cancioneros.com/co/10239/2/silvio-rodriguez-el-sol-que-oculta-a-las-estrellas-por-xavier-pintanel

Letras de canciones de Pedro Guerra

Letras de canciones de Pedro Guerra

Pedro Guerra

Pedro Guerra es sin la menor discusión uno de los principales cantautores en la actual escena de la música popular española. Procedente de lo que en los años ochenta se conoció como Taller Canario, en Cuba hemos tenido la fortuna de poder asistir a presentaciones de este destacado hacedor de canciones en más de una oportunidad. Con una discografía en la que entre otros álbumes se incluyen GolosinasTan cerca de míRaízOfrendaHijas de Eva, reproduzco aquí las letras de algunas de las tantas hermosas composiciones de Pedro Guerra, canario nacido en 1966.

Letras de canciones de Pedro Guerra

CERCA DEL AMOR

una vez estuvo cerca del amor

de las alas y el misterio

de gustarse en el espejo

y esa vez no supo nada del dolor

por las calles y los versos

poco a poco fue creyendo

y el mar la lluvia y los balcones

oliendo a jazmín

y el libro de los besos y las flores

con todo y por ti

pero dudó

otra vez estuvo cerca del amor

y las gentes y las caras

no existían ni contaban

y esa vez se hizo más fuerte y no dudó

y las horas encantadas

ni corrían ni pasaban

y el mar…

pero lloró

cuántas veces cerca

cerca del amor

casi lo tocó y lo acarició

y casi estuvo cerca

de abrazarlo y se escapó

una vez estuvo cerca del amor

si es que estuvo cerca del amor

luego fue que estuvo cerca del amor

y el futuro no pensado

se hizo enorme y hubo un árbol

y esa vez como un ángel no lloró

y el amor tomó su mano

y fue un niño y fue un anciano

y el mar…

pero temió.

DESEO

bajo la luz y la sombra en los dibujos del aire

te seguiré hasta el final te pediré de rodillas

que te desnudes amor te mostraré mis heridas

y con las luces del alba antes que tú te despiertes

se hará ceniza el deseo me marcharé para siempre

te seguiré hasta el final entre los musgos del bosque

te pediré tantas veces que hagamos nuestra la noche

te seguiré hasta el final con el tesón del acero

te buscaré por la lluvia para mojarme en tu beso

y cuando todo se acabe y se hagan polvo las hadas

no habré sabido por qué me he vuelto loco por nada

te seguiré hasta el final por la escalera del viento

para rogarte por Dios que me hagas sitio en tus besos.

GENTE SOLA

Hay gente en la cola de todos los cines

gente que llora gente que ríe

gente que sube y que baja de un coche

gente en el rastro y en los ascensores

gente en la guagua en el metro

en la lluvia en un árbol

gente en la cuesta vestida desnuda cantando

gente con sombra con dudas

gente que añora y que ayuda

gente que vive a la moda que viene y que va

pero qué sola está

Hay gente que sueña que abraza a otra gente

gente que reza y luego no entiende

gente durmiendo en el borde del río

gente en los parques gente en los libros

gente esperando en los bancos de todas las plazas

gente que muere en el borde de cada palabra

gente que cuenta las horas gente que siente que sobra

gente que busca a otra gente en la misma ciudad

pero qué sola está

gente en el ruido y el humo de todos los bares

gente que en su corazón multiplica los panes

gente con ramos de flores gente borracha de amores

gente que cava su fosa que no puede más

pero qué sola está

gente con ramos de flores gente borracha de amores

gente que cava su fosa que no puede más

pero qué sola está

HAY MIL MANERAS DE DERROTAR A UN HOMBRE

Ponlo de rodillas a un hombre en su trabajo

ponlo en un aprieto de luz por resolver

sólo con un rasgo de nieve en el querer

ese hombre está acabado

puedes disparar a un hombre sin ser visto

puedes darle un golpe de crisis en la sien

sólo con un seco rasguño en el querer

ese hombre habrá caído

Caído al suelo

caído al mal

al pozo oscuro

de la soledad

puedes rescatar los daños del pasado

puedes por convenio dejarlo sin comer

sólo con un brote de sangre en el querer

ese hombre está doblado

puedes ignorar la angustia de sus hijos

puedes darle largas al signo de su piel

sólo con un aire de olvido en el querer

ese hombre habrá caído.

LAZOS

Estabas sola pero tranquila

cuando te dijo «qué linda estás»

y fue una ráfaga de la vida

fue una ventana en la oscuridad.

Y susurrado como en los cuentos

aprovechó tu debilidad

llovió la lluvia en los cauces secos

y puso un beso en tu soledad.

Como una flor jamás presentida

se hizo el guardián de tu intimidad

en los balcones ropa tendida

y afuera el ruido de la ciudad.

Pero pensando que el tiempo es vela

que se deshace sin avisar

encarcelaste al amor que vuela

con el temor de lo que se va.

Y te entregaste sin condiciones

y te olvidaste quizá de ti

y como dicen en las canciones:

«si tú te vas qué será de mí».

Forzaste quizá demasiado los lazos

pensando que en eso consiste el amor,

en dar sin medir el calor de un abrazo

quién sabe qué fue qué pasó…

Estabas sola pero tranquila

cuando te dijo: «vengo por ti»

eres la cura de mis heridas

toda la vida que no viví.

Y cómo hacer para no quererle

cuál es el paso que hay que medir,

cuál es el límite de la fuente,

cuál es el tope de la raíz.

MADURAR EL AMOR

hay que aprender

a conocer el amor

no confundir el amor

con la hoja seca de amor

que cae al pie del amor

hay que aprender

a no esperar del amor

pero en empeños de amor

hacer brotar el amor

de la paciencia el amor

no tiene rostro

no tiene altura

no puede ser llevado de la mano

no tiene calma

no tiene anchura

no puede ser armado ni comprado

hay que aprender

a madurar el amor

dejar volar el amor

y que respire el amor

todo el amor del amor

hay que aprender

a recoger el amor

desmenuzar el amor

no hacer altares de amor

bajar al suelo el amor

Historia de un desaguisado

Historia de un desaguisado

Por Joaquín Borges-Triana

En numerosas ocasiones me sorprendo leyendo trabajos en la prensa plana o escuchando intervenciones en la radio y la televisión que sólo son reflejos de una inquietante desactualización en relación con fenómenos artísticos y culturales que se originan o son expresados en el repertorio musical contemporáneo de los creadores cubanos. Ello sucede, entre otras razones, por el divorcio que se da entre no pocas de esas voces con acceso a los medios y el verdadero saber de corte culturológico y/o musicológico procedente del amplio campo de las ciencias sociales. Así las cosas, por lo general nuestra crítica musical no está preparada para realizar análisis cruzados, con enfoques multi, inter y/o transdisciplinarios, resultado del conocimiento de investigaciones que funcionen como apoyaturas de sus afirmaciones.

Creo que no está demás acotar que acerca de la música entendida como espectáculo, uno más de la gran oferta existente en nuestro tiempo, conviene reflexionar tal vez sobre la idea que subyace a la representación en sí. Hoy la música se ha convertido en una dualidad comercial que se bifurca entre la música oída, fundamentalmente en radio y discografía; y la que se ve y se oye, en reproducciones audiovisuales y en directo en los auditorios. Lo complejo de semejante realidad conduce a que, contrario a lo que muchos opinan, cualquier persona no está apta para ejercer de forma profesional la crítica musical.

No hace falta ser un experto en nada para opinar de lo que a uno le gusta o no, pero sí son éticamente exigibles los conocimientos previos para vivir de ello. Sucede que para escribir una buena crítica musical, no es suficiente con saber redactar bien en términos periodísticos, sino que se requiere conocer a profundidad de lo que se escribe, o sea, poseer un grado de especialización temática y que posibilita manejar los sistemas de codificación producidos en el discurso musical, para así poder interpretarlos y exponérselos al público.

Pensaba en todo lo anterior a propósito de varios elogiosos comentarios que he leído sobre un reciente disco de versiones (realizado por una prestigiosa figura) de temas del repertorio de un muy popular cantante de décadas pasadas. No me interesa en lo más mínimo polemizar con quienes han escrito dichas reseñas o críticas (aparecidas en distintos medios cubanos de prensa, incluso en uno que otro especializado en música) ni mencionar aquí el nombre del fonograma ni de su protagonista, alguien a quien admiro profundamente, cosa que no me impide percatarme de que se trata de un disco infeliz en su resultado final. En todo caso, hablo del asunto para traer a la palestra un ejemplo de lo mal que anda la crítica artística entre los cubanos y de acciones que, en mi modesto parecer, no debieran hacerse, sobre todo cuando se trata de glorias de la cultura de este país.

Me parece oportuno comentar que en mi caso personal, soy de los que entiende la música popular como una suerte de enorme red intertextual en la que cada canción resulta una enunciación-performance de un determinado código o sistema de comunicación general muy compartido y productor de entidades harto similares. De tal suerte, en semejante contexto, una versión tanto actualiza como transforma una pieza musical grabada con anterioridad y puede ir de la más simple imitación a la producción de lo que vendría a ser un tema derivado, del homenaje a la deconstrucción, del enmascaramiento a la sátira o el pastiche y la parodia (entendido esto último en la tradición del reciclaje musical occidental como el empleo de materiales de una obra para la composición de una nueva con identidad propia).

No está de más acotar que interpretar o grabar un tema de un compositor, vocalista o agrupación de otra época, género o estilo es una constante en el devenir de la música popular, si bien lo cierto es que la producción de versiones para rendir tributo a determinada figura o agrupación se ha convertido en un recurso muy usado por la industria en las últimas décadas, algo que también ha sucedido en Cuba. Esa actualización de equis pieza no deja de ser un acto creativo por parte del orquestador o arreglista, aunque de igual modo es una operación comercial (por encima de ser presentada supuestamente con intenciones más elevadas).

En la actualidad existe consenso en cuanto a que, en la práctica, la versión deviene experiencia de escucha, al establecer en el oyente una relación entre un punto de origen o referencia sonora y otro, percibido como la actualización de dicho referente. Tengo que confesar que entre las distintas concepciones que hay acerca de qué entender por una versión, personalmente me identifico con la última expresada, o sea, que siempre mido los niveles cualitativos del nuevo producto que nos entrega la industria, en comparación con el original que le dio vida.

De ahí que al escuchar este disco de versiones del que vengo hablando, inevitablemente a mi mente viene la evocación de las maravillosas interpretaciones originales por parte del vocalista al que se le rinde homenaje.

Lamentablemente, en mi criterio, este álbum no consigue encajar en ninguno de los tres tipos fundamentales de versiones existentes: la versión que aspira a ser lo más parecida a la base o versión de referencia; la que lo modifica en mayor o menor medida, para adaptarlo al estilo del cantante o agrupación que lleva a cabo la versión; y la que manipula a tal grado la estructura básica de la referencia que hace que la nueva versión (también llamada reelaboración) pueda ser vista como un tema independiente o paralelo.

No pretendo formular aquí un análisis de las funciones y significados de cada versión específica de las incluidas en el disco al que me refiero, pero cualquiera que preste una atenta audición a lo hecho por su protagonista se dará cuenta de que las líneas melódicas de las canciones con suma frecuencia son modificadas o alteradas, simple y llanamente por la imposibilidad de llegar al registro de la nota correspondiente en cuestión.

La pena que experimento no viene dada solo por los comentarios elogiosos que en relación con el álbum están saliendo y que es probable continúen publicándose en los medios cubanos de comunicación. Eso es lo de menos importancia. Lo triste es que en los corrillos musicales, gente que sabe mucho de estos asuntos formulan acres críticas al fonograma de marra y cuestionan cómo la discográfica permitió que un producto con tantos déficits en su acabado viese la luz y con ello no se haya protegido a una gloria no ya de la música sino de la cultura de este país pero que, en virtud de la elevada edad que tiene, ha visto pasar su mejor momento como intérprete

Y eso no es todo. Aún hay un desaguisado mayor. Como parte de ese loable afán por estimular a nuestros músicos con un Premio Cubadisco, pero que en no pocas ocasiones ha sido excedido, como lo evidencia la enorme cantidad de galardones entregada en varias emisiones del certamen, en la reciente clausurada edición de la fiesta del disco cubano se creó una categoría nunca antes existente para premiar un trabajo que, según el consenso de no pocos especialistas pero que no se pronuncian públicamente, no estaba a la altura como para recibir una distinción, lo cual no significa que el material carezca de valores.

Es que tanto periodistas como los demás involucrados en la industria fonográfica deberíamos ser conscientes de que no siempre la voz de alguien, por grande que sea esa persona, tiene que proyectarse como una propuesta musical de alto vuelo o cuando menos acertada, aunque esté interpretando temas antológicos, responsabilidad que en cualquier caso no solo atañe al solista o agrupación protagónica en un CD sino además al productor del álbum y a la discográfica en cuestión. Digo yo.

De ahí que al reflexionar sobre este episodio, me pongo a pensar que a lo mejor, el genial músico estadounidense Frank Zappa tenía algo (o mucho) de razón cuando de manera descarnada afirmaba una idea que al parecer trasciende las fronteras de los medios de comunicación:

«El periodismo musical consiste en gente que no sabe escribir, entrevistando a gente que no sabe hablar, para gente que no sabe leer».

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