Categoría: Música

De Joaco a Jaco, ¡In memoriam! (3ra. Parte)

De Joaco a Jaco, ¡In memoriam! (3ra. Parte)

Más o menos por la propia época del debut fonográfico de Jaco, la cantante y compositora canadiense Joni Mitchell andaba a la búsqueda de un bajista. Ella no se sentía satisfecha con el desempeño de su banda habitual; pretendía grabar una música más compleja, pero sus músicos no conseguían entender lo que deseaba. El bajista del grupo, sobre todo, pensaba que Joni estaba reclamando extravagancias. Mitchell se sentía aburrida del estilo plano de bajo que había caracterizado el pop rock de los sesenta y setenta, algo que le parecía pobre en comparación con las dinámicas líneas de bajo en el jazz o el funk. Empero, para mayor complejidad del asunto, tampoco quería exactamente un bajista que se limitase a trasladar lo jazzístico y lo funkero a su música. Lo que ella anhelaba era alguien que pudiese crear una mayor interacción con las melodías vocales, que supiese armonizar de manera más rica, que sobrepasara dar las notas típicas que componen el esqueleto de cada acorde.

Cierto día, en medio de una de las habituales discusiones con su bajista, el hombre le dijo: «No voy a tocar esas cosas raras que pides. Además, ya hay un bajista que hace tales extravagancias. Se nombra Jaco Pastorius. Llámalo, te gustará». Picada por la curiosidad, Joni llamó a Jaco. En cuanto se pusieron a tocar, rápidamente se dio cuenta de que aquel era el músico que necesitaba. El resultado de la colaboración fue un álbum devenido otro de los puntales con los que Pastorius terminaría ejerciendo una indeleble influencia sobre los bajistas posteriores. Por ejemplo, en la canción que daba título al fonograma, «Hejira», el bajo, en vez de ejercer como mero cimiento, se mezcla con el resto de las armonías y evidencia la mentalidad orquestal con la que Jaco concebía su aportación a las canciones, que en esencia eran melodías vocales complejas que contrastaban y proveían contrapunto a los ritmos de jazz de los arreglos.

La colaboración entre Jaco Pastorius y Joni Mitchell dejó varios trabajos memorables. Imprescindible escuchar el doble en directo de Joni titulado Shadows ad Lights, con una de las mejores bandas que se haya armado nunca para acompañar a un cantante en gira. Jaco y Pat Metheny al bajo y guitarra, Michael Brecker al saxofón, Don Alias en la percusión y Lyle Mays a los teclados. Igualmente resultan espectaculares los arreglos de viento hechos por Pastorius para el tema «The dry cleaner from Des Moines», del disco Mingus, de Mitchell.

Jaco Pastorius estaba revolucionando su instrumento, pero pocos lo sabían. Necesitaba una plataforma con la que darse a conocer entre un público más amplio. La oportunidad se dio cuando fue a ver un concierto de Weather Report, la exitosa banda de jazz fusion dirigida por el teclista austriaco Joe Zawinul, uno de los grupos más populares del estilo iniciado por Miles Davis con el disco Bitches Brew. Tras finalizar la actuación, Jaco se acercó a Joe Zawinul y se presentó de la manera que él consideraba más conveniente: «Hola, me llamo John Francis Pastorius III y soy el mejor bajista del mundo». Zawinul, a quien no caracterizaba la simpatía precisamente, le respondió con un seco «¡vete al carajo de aquí, so comemierda!». Jaco ni se inmutó ante el desplante, sino todo lo contrario. Consiguió iniciar una conversación e insistió en que el teclista escuchase sus grabaciones, cosa a la que este accedió finalmente. Dice la leyenda que cuando Joe Zawinul se encontraba oyendo a Jaco en su habitación de hotel, el que entonces era bajista de Weather Report, Alphonso Johnson, pasó por delante de la puerta y quedó sorprendido por lo que estaba escuchando: «Empecé a sentir que mis horas en Weather Report estaban contadas», recordaría con sorna algún tiempo después. En cualquier caso, Johnson terminó dejando el grupo pocos meses más tarde, descontento con su funcionamiento interno. El abandono se produjo mientras la banda grababa un nuevo álbum. Zawinul no dudó a la hora de llamar a Pastorius para cubrir el hueco.

La llegada de Jaco a Weather Report fue providencial. El estilo del grupo estaba evolucionando y todo lo que necesitaban para alcanzar la perfección era un músico tan libre de restricciones al tocar como Pastorius. Su aportación ya se dejó notar considerablemente en el disco Black Market, de 1976; aunque solo intervino en dos temas, aportó una composición propia que anticipaba el venidero sonido del grupo, «Barbary Coast». En la siguiente producción, Heavy Weather, Jaco ya era un miembro completamente integrado en la agrupación. Este fonograma supuso el momento de máximo esplendor comercial de Weather Report, siendo el álbum más vendido de toda su discografía. Dos cortes del larga duración, «Rumba Mama» y «Palladium», ponen de manifiesto las influencias de la música cubana en el grupo dirigido por Joe Zawinul, aspecto acerca del cual se ha hablado poco y que de seguro obedeció a una iniciativa de Pastorius.

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Jaco disfrutaba a tope los momentos más felices de su existencia. Casado con su novia del instituto, tenía dos hijos y llevaba una vida despreocupada. Su prestigio como músico crecía a pasos agigantados. Todo iba bien. Hasta que la cosa empezó a cambiar. Cuando surgieron los problemas, nadie a su alrededor supo muy bien cómo reaccionar. El carácter de Pastorius siempre había sido extrovertido y algo excéntrico, esto no era una novedad para nadie. Bromista y juguetón, le gustaba comportarse como un niño malcriado. Sus locuras eran habituales; en una ocasión desapareció del bus de gira, ¡mientras el carro estaba en marcha por la autopista! Dado que solía esconderse para tomarle el pelo a sus compañeros, todos dieron por hecho que se había metido en algún rincón inverosímil de la guagua y que aparecería en cualquier momento. Sin embargo, pasaban los kilómetros y no había rastro de él. Cuando llegaron al lugar del concierto, descubrieron con asombro que Jaco ya estaba allí, esperándoles. Al parecer, se las había arreglado para salir del autobús en marcha, descolgándose por una ventanilla y saltando al auto de unos admiradores que le habían reconocido y le habían saludado.

Semejante clase de tonterías, que eran habituales en él, no suponían mayor problema. Por lo demás, era un tipo responsable y muy entregado a su vida familiar. Sin embargo, el carrusel de la fama lo absorbió. Empezó a beber y consumir drogas, en especial cocaína; sus fiestas cada vez se alargaban más, a veces durante días enteros. Su aureola de individuo imprevisible pasaba de boca en boca. Es difícil determinar si ese desordenado tren de vida ayudó a despertar unos problemas psicológicos que ya estaban latentes, lo cual es probable. Lo cierto es que la conducta de Jaco fue empeorando. Se separó de su mujer, se volvió a casar y tuvo gemelos, pero las cosas no mejoraron. El humor de Pastorius se estaba transformando de manera cada vez más radical e imprevisible. Comenzó a tener arranques de megalomanía mística que ya no se parecían a la egolatría adolescente de otros tiempos, y que iban seguidos de momentos de hundimiento en los que daba la impresión de venirse abajo por completo. Esto arruinó su segundo matrimonio y enrareció al máximo el ambiente en Weather Report.

Ya para ese momento, Jaco Pastorius soñaba con formar una banda propia. Así, en 1981 firma un suculento contrato con Warner Bros, para grabar su segundo disco en solitario, Word of Mouth. El álbum contenía trabajos tan curiosos como una versión de un tema de los Beatles, «Blackbird», otro cover muy sorprendente acerca de una obra de Johann Sebastian Bach o un corte no menos llamativo como «John and Mary». Pero nada de esto era lo que la compañía esperaba de aquel fonograma. Habían confiado en que Jaco grabase algo más parecido a su ópera prima, bien centrado en su virtuosismo como bajista y no tanto en las técnicas de composición y orquestaciones. Estaban decepcionados. Para colmo, les entró el pánico cuando Pastorius insistió en abrir la producción con «Crisis», una nerviosa pieza que los músicos habían grabado ¡sin escuchar lo que hacían los demás! La verdad es que resulta un tema fascinante. Aunque el bajista se salió con la suya, en Warner respondieron no dándole al disco el apoyo que su protagonista creía merecer.

La gira de Word of Mouth terminó de confirmar las preocupaciones sobre el estado mental de Jaco Pastorius. El batería de su nueva banda era hijo de un psiquiatra, quien le dio los primeros indicios de que podría estar padeciendo un trastorno bipolar. Ante la insistencia de su familia para hacerse examinar, fue diagnosticado como maníaco-depresivo en 1982. Empezó a tomar litio para controlar el trastorno. Sin embargo, como muchos pacientes bipolares, tuvo problemas para asimilar lo que le estaba pasando y en especial para sobrellevar los efectos secundarios de la medicación. En 1982 se editó su último disco con Weather Report, donde ya no había ninguna composición suya. Mientras tanto, su tercer álbum en solitario se quedó sin publicar. Herido por la enfermedad y por estos fracasos musicales, comenzó a recorrer una espiral descendente que lo alejaba de todo. En 1983 no hizo nada con su carrera, salvo dar a la luz un directo grabado en la gira de Word of Mouth. Su desánimo y los abandonos de la medicación hicieron empeorar todavía más la situación.

Poco antes, Jaco Pastorius había ocupado la portada de todas las revistas especializadas. Los bajistas, los demás músicos y muchos aficionados lo consideraban ya una leyenda viva, pero él era incapaz de salir del pozo. Su dinero se esfumó, en buena parte por culpa de la cocaína. Le desalojaron de su apartamento neoyorquino por no pagar el alquiler. No demasiado tiempo después, se le vio tocando en la calle a cambio de monedas. Sus allegados supieron que estaba durmiendo en un parque de Manhattan, pero él rechazaba toda ayuda y parecía querer quedarse allí. Estando en un banco del parque, le robaron su legendario bajo, que permaneció desaparecido durante años (al saber que lo tenía un inescrupuloso coleccionista, Robert Trujillo lo recompró y se lo cedió a la familia).

Por entonces Pastorius grabó un vídeo educativo sobre técnicas de bajo junto a uno de sus ídolos, el también legendario bajista Jerry Jemmott (en sus momentos de bajón, Jaco había llegado a decir «todo lo que hago es una mala imitación de Jerry Jemmott»). En el vídeo, Pastorius aparece con mal aspecto —aparenta bastante más años de los que tiene— y cuando un respetuoso Jemmott le comenta que el mundo le considera un músico increíble y le pregunta cómo le hace sentir eso, Pastorius responde con un descorazonador «pues conseguidme un concierto». Aún era famoso y respetado; incluso sus ídolos hablaban de él con veneración. Pero estaba solo. No porque no tuviese a nadie. Tenía una mujer, tenía hermanos, tenía amigos, tenía admiradores. Pero era incapaz de aceptar la ayuda que le ofrecían. Como si estuviese en otra dimensión.

La caída a los infiernos del divino Jaco Pastorius parecía no tener final, hasta que regresó a Florida, donde su mujer y sus hermanos consiguieron por fin que aceptase ingresar en un hospital. Aquel noble intento no duró demasiado. Al poco tiempo, Jaco salió y en un abrir y cerrar de ojos, volvió a estar durmiendo en un parque. De nuevo se negaba a recibir ayuda. Nadie sabía qué hacer para sacarlo del hoyo; no se veían capaces de conseguir mucho más que aferrarse a la idea de que quizá el paso del tiempo le devolvería algo de equilibrio, como pasaba con otros pacientes. Pero era demasiado tarde, no por culpa de la enfermedad, sino del arrebato criminal de un portero de un club nocturno.

(Continuará).

De Joaco a Jaco, ¡In memoriam! (2da. Parte)

De Joaco a Jaco, ¡In memoriam! (2da. Parte)

John Francis Anthony Pastorius III nació en Norristown, Pensilvania, el 1 de diciembre de 1951. Conocido como Jaco Pastorius, de niño era supuestamente feliz, el primero de una triada de hermanos en un hogar en apariencias normal. Sin embargo, en su casa, como en casi todas, había problemas. Siendo pequeño, su familia se mudó a Oakland Park, Florida, cerca de Fort Lauderdale. Pastorius fue a la escuela primaria en St. Clement’s Catholic School, en Wilton Manors, y fue monaguillo en la parroquia adjunta. Los Pastorius daban la impresión de resultar una familia católica convencional; Jaco nadaba y jugaba en la cercana playa, y repartía periódicos montado en su bicicleta. De puertas adentro las cosas eran menos idílicas. Su padre, Jack Pastorius, baterista y cantante de orquestas de swing, actuaba en clubes nocturnos de mala muerte y acostumbraba a extender el jolgorio bebiendo, a despecho de que en el hogar familiar le esperaban su esposa y sus tres hijos. Cuando aparecía, llevaba poco dinero a casa.

La señora Stephanie Katherine Haapala Pastorius hacía cuanto estuviese a su alcance para sacar adelante a los tres niños en mitad de no pocas dificultades. «A veces cenábamos un gofre y un refresco», recordaría uno de los hermanos de Jaco en el muy recomendable documental producido por Robert Trujillo, bajista de Metallica. En cualquier caso, se sabe que Jaco era un niño entusiasta, cuyas principales pasiones eran el deporte —el béisbol, el fútbol americano— y en particular la música, para la que mostró desde muy chico una marcada inclinación y también grandes dotes. Trasladado con el resto de la familia al estado de la Florida, gustaba oír a todas horas un pequeño transistor con el que llegaba a captar emisoras de la cercana Cuba; según sus biógrafos, la música cubana se convirtió en una de sus fundamentales influencias, aunque Jaco siempre recordó con énfasis que en Florida, mientras él crecía, no existían las restricciones estilísticas que sí se daban en otras partes de EEUU.

«Creciendo en Florida, nunca nadie me dijo: “tienes que tocar jazz” o “tienes que tocar blues”. Yo me limitaba a escuchar. Lo que me gustaba, me gustaba. Y lo escuchaba todo, desde Elvis a Miles Davis. Florida es genial porque no existen los prejuicios musicales. Mi familia se mudó a Florida cuando yo tenía siete años y allí empecé a escuchar a grupos de percusión, a bandas cubanas, a James Brown, a Sinatra, a los Beatles. Lo oía casi todo por la radio».

Y es que durante el siglo XX, los Estados Unidos de América tomaron el relevo de Europa como epicentro de la producción cultural en occidente. Quizá su literatura o su filosofía no hayan llegado a eclipsar el descomunal legado europeo, cuyo peso específico acumulado sigue siendo muy superior, pero la cinematografía, la televisión y sobre todo la música estadounidenses se han convertido en un nuevo paradigma artístico cuya influencia se extiende literalmente a todo el planeta. La música norteamericana —un laberíntico compendio de influencias europeas y africanas— ha propiciado la aparición de varios géneros que han revolucionado el concepto mismo de la música como arte.

Así pues, para Jaco no había distinciones de cultura o color de piel; toda la música era juzgada según los mismos criterios. Aunque le gustaba probar varios instrumentos, como la guitarra o el saxofón, la percusión fue lo primero que le cautivó. En sus horas libres repartía periódicos sin descanso, hasta reunir dinero suficiente con el que comprar una batería a su medida. De inicio, tocó en bandas adolescentes, pero cuando tenía trece años se lesionó la muñeca mientras jugaba al fútbol («mi mano izquierda casi se separó del resto del brazo»). Tras recuperarse, se dio cuenta de que ya no tocaba la batería como antes. Dicha limitación hizo que perdiese el puesto en el grupo del que era integrante; sin embargo, poco después cuando el bajista de la banda se marchó, decidió que intentaría ocupar esa plaza. Se compró un bajo Fender y empezó a practicar con sumo denuedo.

El progreso de Jaco al bajo era tan rápido que siendo menor de edad comenzó a codearse con músicos profesionales de la zona donde residía. Se las arreglaba para pisar cualquier escenario; para asombro de sus compañeros de grupo, conseguía conciertos en garitos frecuentados por negros, en unos barrios donde en otras circunstancias no se hubiesen atrevido a poner el pie. En esos clubes de dudosa reputación pero de efectividad musical, él era bienvenido por su simpatía y don de gente, y respetado porque el muchacho sabía tocar.

Atraído por el jazz, logró ahorrar nuevamente, esta vez para comprarse un contrabajo. Ese tono profundo y dulce lo cautiva. Empero, Jaco Pastorius tiene dificultades para mantener en buenas condiciones el instrumento, debido al exceso de humedad y calor en su casa de Florida, algo típico de la zona, por lo que un día se percata de que su contrabajo se ha agrietado, a consecuencia de lo cual lo cambia por un bajo eléctrico Fender Jazz Bass de 1962, al que, a la postre, le quita los trastes y rellena los huecos con una resina que se utilizaba para la reparación de embarcaciones. Así consigue acercarse al sonido del bajo acústico.

De ese modo nació su famoso «Bass of Doom», el bajo con el que empezó a tocar permanentemente, con el que grabaría durante su carrera, el que le acompañó en el resto de la vida (al menos hasta que, un año antes de morir, en la época en que ya deambulaba por las calles, se lo robaron en un parque neoyorquino). Lo cierto es que cuando Jaco era un adolescente, los bajos eléctricos sin trastes o fretless ya se comercializaban, pero eran utilizados de manera esporádica, como una alternativa puntual al bajo convencional. Él, sin embargo, desarrolló todo su estilo tocando con su bajo fretless, y esto, con el tiempo, ayudaría a distinguirlo de los demás bajistas de su generación.

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Siendo casi un adolescente, Jaco ya tocaba con diversos músicos de la región. En esos años de formación, se presentó a una audición para la banda del cantante de soul Wayne Cochran (los C.C. Riders), quien le puso delante unas partituras y le hizo interpretar un tema. Cochran dedujo de inmediato que Pastorius no sabía leer música, porque no lo vio echar un solo vistazo a los papeles que tenía delante. No obstante, Jaco ejecutó el bajo tan bien que Wayne no dudó en contratarle. En dicha etapa, participa en varias grabaciones locales de R&B y jazz, como algunas con Little Beaver e Ira Sullivan. Poco tiempo después, cuando el bajista pretendió matricular como estudiante en la facultad de música de la Universidad de Miami (UM), a pesar de sus evidentes carencias teóricas, los profesores descubrieron que su nivel técnico era tan avanzado y sus conocimientos sobre diversos estilos tan amplios, que teniendo solamente veintidós años la propia facultad lo reclutó como profesor de bajo.

Fue el momento en que conoció a otro personaje prodigioso y que epocalmente coincidía con él en la facultad de música de la UM, un guitarrista de 19 años y que también era tan bueno que terminó convirtiéndose en profesor de dicha institución. ¿Su nombre? ¡Pat Metheny! Pastorius y Metheny se harían famosos por separado, pero eran amigos desde aquellos tempranos años. La primera vez que Metheny, recién llegado de Kansas y con escasa experiencia musical, vio tocar a Jaco, no pudo creer lo que estaba presenciando: «Mi primera reacción al escucharle fue pensar: ¿hay gente así en todas partes? ¿Es esto lo normal? Quizá debería subirme al autobús y volver a Kansas City».

Ambos prodigios fueron descubiertos por el legendario pianista canadiense de jazz Paul Bley, quien de inmediato captó el potencial de los dos y por eso les propuso grabar un disco junto a él. Paul Bley era un icono para Jaco y Pat, no en vano había compartido escenario con figuras de la talla de Charlie Parker o Charles Mingus. El álbum que grabaron, fue autoeditado por Bley, no tenía título y solo mostraba los nombres de los cuatro participantes: Bley, Pastorius, Metheny y el batería Bruce Ditmas (hoy se edita con el nombre de Jaco, supongo que para producir la falsa impresión de que se trata del debut en solitario de Pastorius). Si bien este es un fonograma muy relevante a nivel documental porque es la primera grabación tanto de Pastorius como de Metheny, palidece en comparación con las cosas que Jaco estaba a punto de hacer. Su auténtica ópera prima se produjo cuando el batería de Blood, Sweat & Tears se topó con él y, asombrado por el talento de aquel joven desconocido, se puso como meta conseguirle un contrato discográfico.

El verdadero debut en solitario de Jaco, titulado Jaco Pastorius, se publicó en 1976. Ciertamente, no fue un disco que gozara de mucha popularidad, pero tomó a los bajistas (y al mundo del jazz) por sorpresa. Aquel joven músico sonaba como ningún otro bajista lo había hecho antes. Pero además, el álbum no tenía desperdicio. La grabación empezaba con una versión del «Donna Lee» de Charlie Parker, que servía sobre todo para develar al mundo el timbre único de su manera de tocar y su virtuosismo. Ahora bien, lo mejor llegaba después con temas como «Portrait of Tracy», donde Jaco hacía un uso de los armónicos inédito en un bajista, o «(Used to Be A) Cha Cha», corte en el que mostraba la manera tan peculiar en que había asimilado las influencias cubanas.

O qué expresar de la fascinante «Kuru / Speak Like a Child», con su maravillosa mezcla entre jazz de tintes caribeños y arreglos orquestales. Por supuesto que no faltaba una pieza en los aires del funk más asequible, destinada a ejercer de gancho para los oyentes menos entrenados, la irresistible «Come On, Come Over», a la que ponían voces nada menos que las leyendas del soul Sam & Dave, y donde Herbie Hancock se encargaba de los teclados. Es uno de los temas que pueden servir para introducir a un profano en el mundo de Pastorius. Este fonograma llevó a Jaco a los primeros planos de la escena jazzística internacional. Muchos opinan en la actualidad que la grabación resulta una escucha imprescindible para los bajistas de todos los tiempos, por la riqueza técnica y la calidad de sus composiciones.

No conozco ningún bajista que haya explorado la cuestión melódica y compositiva como lo hizo Jaco en 1976 con su primer disco. La cuestión del virtuosismo no está encerrada en su técnica, sino en los límites que rompió con el instrumento. Recuérdese que en los setenta el bajo eléctrico aún era una herramienta novedosa (creada a inicios de los cincuenta), que tenía un gran potencial por develar. Jaco descubrió la virtud melódica del instrumento más allá de los solos incidentales propios de jazz. Hablo de composiciones específicamente creadas para el bajo eléctrico, con una ingeniería musical extraordinaria, como nunca antes se había hecho.

(Continuará).

Entrevista a Jorge Rodríguez

Entrevista a Jorge Rodríguez

Para los seguidores de la discografía cubana en las décadas transcurridas a partir de los ochenta de la anterior centuria, el nombre del productor Jorge Rodríguez resulta más que familiar. Sin la menor discusión, su quehacer en los archivos de la EGREM a fin de mantener viva buena parte de la memoria musical de Cuba ya le ha hecho trascender y no por gusto en cada una de las emisiones del Cubadisco, Jorge siempre aparece en la nómina de los premiados.

De Joaco a Jaco, ¡In memoriam! (1ra. Parte)

De Joaco a Jaco, ¡In memoriam! (1ra. Parte)

3 de marzo de 1979. Es sábado, algo pasadas las siete de la tarde. Por las calles aledañas al Karl Marx, grupos de personas caminan hacia la instalación ubicada en 1ra. Y 10. He llegado hasta Miramar en una 132 atestada de público. ¿El objetivo? Asistir a la segunda noche del Festival Música Cuba-USA / Havana Jam, evento Organizado por la Columbia Broadcasting System (CBS) y el Ministerio de Cultura de nuestro país. Mientras avanzo por 10, me doy cuenta de que tengo que dar gracias a la vida, porque a mis cortos 16 años de edad, soy de los pocos (¡poquísimos!, sería mejor decir) pepillos habaneros (y cubanos en general) amantes del rock y empedernidos fans de emisoras radiales estadounidenses como la WQAM y la KAAY –por programas como Baker Street– que he logrado tener entradas para las tres funciones de este encuentro entre músicos yumas y cubiches, todo gracias a la gestión de mi profesor de piano, Frank Emilio.

Por un instante pienso en mis socios del pre Saúl Delgado que andan en la etapa de los 45 días al campo en Pinar del Río, que comparten idéntica afición que yo por la música anglosajona y que se están perdiendo esto. Pero qué caray, si de seguro ninguno de ellos hubiese podido venir, porque como comprobé anoche la mayoría de los asistentes ha sido convocada por invitación, como una tarea revolucionaria a cumplir, sin tener la más puta idea de quién es John McLaughlin, David Crosby, Stephen Stills, Kris Kristofferson, Rita Coolidge o Weather Report.

Ya ante la fachada del Karl Marx, me encuentro con Marta, la amable y cariñosa esposa de Frank Emilio. Hoy ella no puede sentarse junto a mí, como hizo ayer, y describirme cuanto sucede sobre el escenario. Debe acompañar tras bambalinas a mi maestro pues en esta segunda jornada a él le toca actuar como parte del grupo Los Amigos. Mientras esperamos que abran las puertas y se dé paso para acceder al lunetario, algunos que como yo pudieron concurrir en la noche del viernes 2 a la primera función del evento, comentan lo impactante de la actuación de Weather Report, esa banda fundamental del jazz fusion e integrada por el tecladista Joe Zawinul, Wayne Shorter al saxofón, el baterista Peter Erskine y el bajista Jaco Pastorius, un tipo fuera de liga y que se llevó las palmas de la presentación.

Hay coincidencia de criterios acerca de que el show de Weather Report fue sencillamente impresionante y que nunca en nuestras vidas habíamos asistido a un espectáculo como ese, no solo por la maravilla de lo musical sino por la parafernalia utilizada en el concierto. Todo empezó por ir bajando poco a poco la intensidad de las luces de la platea, para ir entrando entonces el sonido de la grabación de una orquesta sinfónica que interpreta el célebre Bolero de Maurice Ravel. Mientras el lunetario se fue oscureciendo, el audio del Bolero iba subiendo hasta llegar al estrépito. Así, quienes estábamos en el público éramos conducidos (sin darnos cuenta) a una situación cercana al clímax sicodélico, instante ideal para echar a andar varias máquinas de humo (fog machines). Cuando el escenario estuvo cubierto por una enorme capa de niebla, se encendieron las luminarias y se levantó el telón rojo del proscenio, para ver sobre las tablas a tres de los integrantes del ensamble, mientras que el cuarto, Jaco Pastorius, penetraba en una carrera desaforada con su bajo eléctrico en ristre.

En el repertorio tocado anoche por Weather Report, sobresalieron las piezas «Black market» y «Teen Town». Pero lo que sin discusión alguna más nos impactó a los amantes del jazz fusion fue escuchar la sonoridad que aquel demonio enloquecido extraía de su bajo eléctrico, un Fender modelo Jazz Bass de 1962, al que le había extraído los trastes para convertirlo en un fretless, variedad de instrumento que hasta ayer no habíamos visto en Cuba y con una sonoridad más similar a la producida por el contrabajo. A lo anterior se añadía la sustitución de las habituales cuerdas de entorchado plano empleadas en los bajos fetless, por unas de entorchado redondo y que también contribuyen al estilo sin par alcanzado por Jaco.

Son las ocho de la noche y parece que de un momento a otro abrirán las puertas del teatro. Mientras, algunos siguen hablando de la función de ayer viernes y en particular de la actuación de la Fania All Stars, formación dirigida por el flautista dominicano Johnny Pacheco y con los cantantes Rubén Blades, Pete («el Conde») Rodríguez, Héctor Lavoe, Santos Colón, Luigi Texidor, Adalberto Santiago, Ismael Miranda y Wilfrido Vargas. A ellos les tocó presentarse al filo de la una de la madrugada, cuando muchos asistentes al teatro se habían marchado.

Por fin se abren las puertas para que pasemos al lunetario, Tengo la fortuna de estar ubicado en platea baja, a la izquierda de una de las filas del centro, un lugar privilegiado para escuchar lo que acontecerá a partir de las 9 PM, hora fijada para el inicio de las tres jornadas del Havana Jam y que al menos anoche no se cumplió. Según el programa, abrirá la velada la Orquesta CBS Jazz All Stars, que se dividirá en dos agrupaciones de formato reducido: primero, el llamado The Trio of Doom (John McLaughlin a la guitarra, Tony Williams a la batería y Jaco Pastorius en el bajo), y segundo, el CBS Ensemble, un «ven tú» integrado por músicos como los saxofonistas Arthur Murray Blythe y Jimmy Heath («Little Bird»), el flautista Hubert Laws y el percusionista Willie Bobo, así como Richard Tee y Rodney Frankli (piano y teclados), el guitarrista Eric Gales y el bajista John Lee. Por ahora, solo queda esperar.

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11 de septiembre de 1987. Un hombre en estado de embriaguez pretende entrar en un club en Fort Lauderdale. Aunque debe estar entre los treinta y cuarenta años de edad, no presenta muy buena facha y puede asegurarse que vive sus horas más bajas. De hecho acostumbra a dormir en un parque. Incluso, ese propio día ha salido de la cárcel por robar un auto y conducirlo por una pista de atletismo sin la requerida licencia. Para colmo de males, un rato antes de llegar al bar donde ahora intenta entrar, en otra discoteca del área quiso sabotear un concierto del guitarrista Carlos Santana. Sus gritos para que le permitan acceder al local van en aumento. Un vigilante de seguridad del club, Luc Havan, alguien versado en este tipo de enfrentamientos, se lo impide.

El hombre enfurece y, mientras profiere insultos, comienza a golpear una puerta de cristal. Cuando ve que los encargados de seguridad se le echan encima, trata de huir, pero le alcanzan y empiezan a darle una soberana paliza. Él ni siquiera hace algo para ripostar; parece completamente rendido e indefenso. Pero eso no detiene a Luc Havan, un cinturón negro de kárate que se ensaña ante el horror de los presentes. Le propina tal cantidad de puñetazos y patadas que le rompe varios huesos de la cara y el cráneo, además de un brazo. Los golpes son tan brutales que incluso uno de los ojos de la víctima se desplaza de su cuenca. Todo por patear una puerta. Más muerto que vivo, el hombre es trasladado a un hospital, donde se le declara en estado de coma.

En los días siguientes permanece inconsciente en el centro médico, mientras sus familiares tienen la esperanza de que, por un milagro de la naturaleza, pueda llegar a recuperarse. Las heridas son demasiado serias y tras varias jornadas de tensa angustia, una hemorragia interna detiene toda actividad cerebral. Su cuerpo todavía vive en virtud de la respiración asistida, pero los médicos hacen un trágico anuncio a la familia: «ya nunca va a despertar. Aunque su corazón late, su mente no volverá a funcionar». Diez días después de haber recibido la paliza, los padres del infortunado individuo acceden a seguir el consejo del personal sanitario y retiran la respiración asistida. Así murió, a los treinta y cinco años de edad, Jaco Pastorius. El vigilante Luc Havan fue juzgado y sentenciado, mas se libró de los cargos de asesinato (se transformó en un juicio por homicidio) y sólo cumplió 4 meses de los 5 años a los que le habían condenado.

En 1987 hay varios fallecimientos que ocupan titulares en los medios de comunicación de todo el mundo: Fred Astaire (actor, cantante, coreógrafo y bailarín de gran prestigio por su carrera teatral y cinematográfica), William Casey (Director de la Agencia Central de Inteligencia, CIA, de USA, entre enero de 1981 y enero de 1987), Carlos Drummond de Andrade (poeta y político brasileño, fue uno de los promotores del modernismo en su país), pero la muerte del llamado «Jimi Hendrix del bajo» o, como se decía en la nota funeraria de the New York Times, «un Monet con sentido del ritmo», conmocionó a todo el universo musical porque él había revolucionado el bajo eléctrico durante la segunda mitad de los años setenta. Su gran mérito fue transformar la función de un instrumento al que, hasta entonces se le asignaba el discreto acompañamiento de los instrumentos solistas, en uno que a partir de su genial desempeño pasó a la primera línea de protagonismo.

La meteórica carrera de Jaco, de una brillantez sencillamente inigualable, terminó siendo interrumpida por problemas psicológicos que permanecieron durante varios años sin diagnosticar y que, sumados a un cada vez más caótico estilo de vida, lo llevaron a la ruina. Cuando sus allegados confiaban en que lograse superar el bache en algún momento, se produjo la macabra noticia. Podían haber temido una sobredosis, incluso un suicidio, pero lo que de verdad nadie esperaba es que el gran, el formidable, el apabullante Jaco Pastorius muriese asesinado por el matón que vigilaba la entrada de un club. Un final dolorosamente absurdo para un genio de su magnitud.

La existencia de Jaco Pastorius fue algo fuera de lo común, extrema para lo bueno y extrema para lo malo. Es de suponer que nadie supo nunca qué pasaba por su cabeza; quizá otros pacientes de la misma enfermedad (trastorno bipolar) puedan entender algo, quién sabe, pero para la mayoría de los que le admiraron con crece su declive es un enigma. Aunque mayor enigma todavía constituye su deslumbrante talento. El hombre que había revolucionado el universo de un instrumento, cosa que se dice pronto, pero que representa una hazaña cultural única por definición.

(Continuará).

Los Barba: voces de la nostalgia

Los Barba: voces de la nostalgia

A propósito de un encargo reciente que me han realizado, por estos días reviso la producción cubana de pop y pop rock del período comprendido entre fines de los 60 e inicios de los 80. Confieso que al escuchar varios de esos viejos temas, me he llevado toda una sorpresa. Aunque en la actualidad semejante tipo de música solo permanece en el recuerdo de quienes fueron sus hacedores y como parte de las nostalgias personales de algunos de los que vivieron la época, hay mucho de bueno en dicha creación sonora, comparable a lo mejor que se venía haciendo en el ámbito hispano de aquel entonces.

Entre las añosas grabaciones que he descubierto o redescubierto, unas de las que más han captado mi atención son las llevadas a cabo por el grupo Los Barba, banda fundada por el teclista, compositor y orquestador José Luis Pérez Cartaya. A partir del interés que la propuesta de la agrupación me motivase, he buscado información sobre ellos y apenas he encontrado material acerca de la nómina de sus integrantes, las diferentes etapas vividas por el ensamble, el repertorio que interpretaban y en fin, un elemental estudio en relación con el período de auge y el de decadencia de un colectivo que en una etapa fue muy popular en Cuba.

Procedentes de una institución docente de la que tampoco uno halla casi información, la Escuela de Música Moderna, Los Barba nacen hacia fines de 1967 y entre sus fundadores, además del aludido Pérez Cartaya, estuvieron el guitarrista líder Alfonso Fleitas («Kikutis»), Mario Moro en el bajo y el vocalista y guitarra acompañante Miguel Velazco (en algunos sitios de Internet dan como apellido de Miguelito el de Díaz). Es interesante comprobar que algunos de estos músicos si bien laboraban profesionalmente en Los Barba, canalizaban sus intereses más rockeros como integrantes de Los Kents, de los primeros que por acá en un momento dado endurecieron el sonido.

De acuerdo con lo que he escuchado por estos días, me llama la atención que en el primer repertorio de Los Barba, compuesto en lo fundamental por Fleitas, Pérez Cartaya y Moro, también incluían versiones de nombres en apariencia tan distantes como Silvio Rodríguez (contagiosa la interpretación que hacen de «Viven muy felices») o The Rolling Stones, de quienes realizaron un cover renombrado «Es tiempo de terminar». De esa etapa inicial, disfruto en especial oír «Porque no estás», «Mi Mercy Cha» y sobre todo «Si de verdad» (temas originales de «Kikutis»), esta última pieza con un cautivante sonido de guitarra procesada por el Wah. Claro que el gran éxito de Los Barba en esos años fue «O bem bem o bam bam», una de las tres composiciones de la escena cubana de rock que de verdad han trascendido al gran público nacional (las otras serían, en mi opinión, «La soga», de Raúl Gómez con Los Bucaneros, y «Ese hombre está loco», de Fernando Rodríguez en voz de su hermana Tanya).

En la periodización que a priori he armado para la historia de este grupo (no he mencionado que en él debutó como cantante Beatriz Márquez), según las grabaciones encontradas por mí, en una segunda etapa la agrupación amplía la nómina de integrantes al incorporar una cuerda de metales, con lo que el sonido se acerca al que por los tempranos 70 poseían bandas como Chicago. De ese momento sobresalen cortes como «Dany» (excelente el pasaje de los metales), «Eres» (las dos firmadas por José Luis), y «Como aquella canción», perteneciente al dueto de «Kikutis» y Pérez Cartaya, una maravilla por el derroche técnico que se aprecia en la intro de batería, así como por los calientes solos de organeta y guitarra.

La etapa también está signada por el arribo al grupo de la vocalista Mireya Escalante y del bajista, compositor y luego destacado productor discográfico Juan Carlos González. De este son piezas como «El cristal», «Debe ser», «Las tardes» y «Al sonar la hora», obras que me sorprenden por el nivel de orquestaciones que poseen y lo contemporáneo que muchos años después siguen sonando.

Tristemente, el 24 de febrero de 1975, cuando la agrupación estaba en pleno apogeo, sus integrantes sufrieron un accidente al retornar de una actuación en Pinar del Río, ocasión en que tres de ellos fallecieron (incluido el director y fundador Pérez Cartaya). Pese a lo duro del suceso, la banda prosigue adelante y se establece lo que sería una tercera etapa, en la que predomina el repertorio escrito por Juan Carlos González e interpretado por Mireya Escalante y un nuevo cantante, José Armando.

Es el momento de temas como el instrumental «Ciento once compases de ritmo», «Para quien sé que está pensando en mí», «Es lo nuevo» y «La felicidad de cada día». Si bien hay garra y buen hacer en cortes como «Algo al fin», del desaparecido José Luis, «Al pasar del tiempo» (de Oreste Piñal) o en la versión que hacen de «Mr. Duke», de Stevie Wonder, ya nada era igual.

Aunque con cambios de alineación y de estilos musicales como grupo Los Barba se mantuvieron creo que hasta los 90, su legado está en lo hecho entre los 60 y los 70, con trabajos que deberían ser estudiados por quienes hoy se interesan en cultivar el pop y el pop rock entre nosotros.

De aquí y de allá

De aquí y de allá

A continuación se compilan informaciones sobre el novelista Marcial Gala, el teatrista Reinaldo Montero y la agrupación Yissy García & Bandancha.

Premio Ñ-Ciudad de Buenos Aires para el escritor Marcial Gala

El escritor cubano Marcial Gala recibió el Premio Ñ-Ciudad de Buenos Aires, el segundo galardón entregado en la ceremonia de premiación del Clarín Novela, en Argentina.

La obra ganadora escrita por Gala se titula Intensos compromisos con la naday está protagonizada por un joven homosexual que sufre escarnios y abusos, precisó un reporte de la publicación argentina.

Según se conoció, el relato se desarrolla alternando dos espacios diferentes y dos tiempos en la vida del joven Raúl Iriarte.

El narrador es el mismo Raúl, que ha muerto en África, y desde la nada cuenta incluso lo que no ha vivido.

Las anticipaciones y retrospecciones de Raúl Iriarte «están reforzadas por un rasgo de personalidad: tiene visiones del pasado y del porvenir, y es por eso, por su fascinación con la cultura clásica y su identificación con el género femenino, que si pudiera elegir su nombre querría que lo llamaran Casandra».

Marcial Gala nació en La Habana en 1965. Además de narrador, poeta y arquitecto, es miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y una de las voces más reconocidas de la nueva literatura cubana.

su primer libro de cuentos, Enemigo de los ángeles, se publicó en 1995. Es también autor de dos poemarios, Moneda de a centavo y Un extraño pájaro de ala azul. Otras novelas suyas son Sentada en su verde limón (2004), sobre el llamado «período especial», y La catedral de los negros, una historia coral y fragmentaria que recibió los premios Alejo Carpentier y de la Crítica a la mejor ficción publicada en Cuba en 2012.

Cambios en la propuesta de Yissy García & Bandancha

La baterista Yissy García y su agrupación Bandancha estrenarán nueva música y formato, con el lanzamiento del single «Arroz con mango». El grupo, que ha sido una de las 30 bandas escogidas para showcase oficial en el mercado de la música Circulart, con sede en Medellín, pondrá a disposición del público asistente al evento, este y otros nuevos temas que conformarán su próximo EP.

«Arroz con mango» se mueve entre los aires del sonido funkero y al propio tiempo  cercano a la tradición musical cubana. La pieza también funciona como carta de presentación para la actual etapa de la agrupación, que en esta temporada cambia el DJ por la percusión, ahora a cargo de la joven y talentosa Mary Paz, ya conocida en la escena de Música Cubana Alternativa por su trabajo en Interactivo, el ensamble encabezado por el pianista Roberto Carcassés.

La asistencia de Yissy García & Bandancha a Circulart ha sido posible gracias apoyo prestado por el fondo de Ibermúsicas, con el concurso de instituciones aliadas como el Ministerio de Cultura de Cuba y el Instituto Cubano de la Música.

«Arroz con mango» estará disponible en Spotify, iTunes, Google Play Music, Deezer, y el resto de las principales plataformas digitales de música a través de la distribuidora Ditto Music.

En estos momentos integran la agrupación Bandancha Yissy García (batería), Miguel Ángel García (teclados), Julio César González (bajo), Julio Rigal (trompeta) y Mary Paz (percusión)

Sobre Yissy García

Compositora y baterista, es una perfecta representación de la nueva generación de artistas cubanos. Está considerada como una de las músicos mas dinámicas e innovadoras de Cuba, con un estilo que desafía género y tradición con cada golpe. En pocos años se ha convertido en una figura icónica de la percusión femenina, lo que la ha llevado a tocar con estrellas como Dave Matthews y Esperanza Spalding, y a ser denominada como “la versión cubana de Terri Lyne Carrington” por la revista especializada Tom Tom Magazine.

Desde el 2012, Yissy García lidera Bandancha, un quinteto que sigue las rutas del latin jazz, el funk, y la música electrónica. Su álbum debut, Última Noticia (2015) emergió en la escena musical de la Isla como uno de los referentes del sonido más contemporáneo. Yissy también forma parte del line up de Maqueque junto a la saxofonista canadiense Jane Bunnett. La primera producción discográfica de este colectivo, Jane Bunnett and Maqueque, mereció en el 2015 el Premio Juno al Mejor Álbum de Jazz, y su segundo fonograma, Oddara, recibió en el 2017 una nominación como Mejor Álbum de Jazz en los Premios Grammy.

Premiado en España Reinaldo Montero

El cubano Reinaldo Montero (1952) ganó el Premio SGAE (Sociedad General de Autores de España) de Teatro «Jardiel Poncela» 2018, dotado con 8.000 euros (9.071 dolares), con la obra El sueño del amor produce monstruos, inspirada en el grabado Capricho número 43 del pintor español Francisco de Goya, según reporte de la agencia EFE.

De naturaleza coral, la pieza teatral cuenta cómo las vicisitudes de los personajes son causadas por la ausencia del amor, no de la razón, informó la Fundación española SGAE en un comunicado dirigido a la prensa.

Reinaldo Montero, quien es  filólogo, novelista, dramaturgo y guionista, explica en la nota que se siente «muy afortunado» por recibir este galardón considerado, dice, «uno de los referentes más estables y prestigiosos en el panorama de la dramaturgia contemporánea de esta parte del mundo».

La obra, dividida en once escenas, se incluirá en el Ciclo SGAE de Lecturas Dramatizadas y se publicará en la Colección Teatroautor, que edita la fundación.

En la actualidad, el premiado trabaja en la novela El viaje circular, que publicará a finales de año, y en teatro estrenará dos nuevas obras para la agrupación de actores Compañía del Cuartel.

El jurado del Premio SGAE de Teatro, al que concurrieron 165 originales, estuvo presidido por José Ramón Fernández y compuesto por Carmen Losa, Anna Fité, Roberto Martín Maiztegui, Nieves Rodríguez Rodríguez, Salva Bolta, Jordi Purtí y Belén Pichel.

Kerry Ellis y Brian May: Dueto de singular belleza

Kerry Ellis y Brian May: Dueto de singular belleza

Entre la copiosa discografía en formato digital que mi amigo Humberto Manduley me ha pasado en años recientes, uno de los fonogramas que más disfruto es el titulado Acoustic by Candlelight, acreditado al dúo conformado por Kerry Ellis y Brian May. El álbum, publicado a mediados de 2013, es el resultado de la gira the Born Free tour, llevada a cabo por el dueto británico durante 2012.

Para los seguidores del rock, la figura de Brian May no necesita de muchas presentaciones, pues de sobra se sabe de su brillante trayectoria como integrante de la archiconocida banda Queen. Empero, el instrumentista que escuchamos en el CD Acoustic by Candlelight en funciones de guitarrista acompañante de una solista femenina, poco o nada tiene que ver con la intensidad sonora a que él nos acostumbrase con anterioridad. Creo que esa dualidad que pueden evidenciar músicos como Brian May, capaces de desdoblarse al tocar diferentes géneros y estilos, es algo digno de admirar y deja claro que se trata de personajes que no solo pueden ser circunscritos a la estética del rock sino que son instrumentistas con un amplísimo diapasón.

En el caso de Kerry Ellis, de verdadero nombre Kerry Jane Townsend y nacida el 6 de mayo de 1979, se trata de una muy popular actriz del mundo teatral inglés, devenida en años recientes cantante tras participar con éxito en varias obras de teatro musical. En la lista de montajes dramatúrgicos en los que la Ellis ha estado involucrada, pueden mencionarse My Fair LadyWe Will Rock YouMiss Saigon Les Miserables. A propósito de su excelente desempeño en We Hill Rock You, es llamada para intervenir en una versión para concierto de la mítica ópera rock Jesus Christ Superstar, en la que asume el rol del personaje de María Magdalena.

La rica experiencia adquirida en el teatro musical, anima a Kerry a iniciar carrera como solista y así, en 2010 ve la luz su ópera prima, el disco denominado Anthems y que tiene a Brian May como productor. Es este el antecedente directo que prepara el camino para la gira que ambos artistas desarrollaron en 2012 y que da como resultado el fonograma Acoustic by Candlelight.

Contentivo de 15 cortes, el álbum editado a nombre de Kerry Ellis y Brian May pertenece a esa clase de producciones que sirven para ratificar el criterio de los defensores de la idea de que la melodía es la reina de la música. De forma resumida puede asegurarse que el CD es una propuesta concebida en torno a la canción y donde la voz, la guitarra y un teclado adicional en una que otra ocasión, tienen todo el protagonismo de la grabación.

El tema que nos introduce en lo que no dudo en catalogar como un muy hermoso fonograma es el conocidísimo «Born free», original de Matt Monro y que tanto disfrutásemos tiempo atrás en la voz de Barbra Streisand. Aquí recibimos la primera grata sorpresa del material, al toparnos con un Brian May que renuncia a su clásica guitarra eléctrica (es uno de los ejecutantes de dicho instrumento que ha conseguido imponer una sonoridad particular) para tocar una acústica, eso sí, con cuerdas metálicas y procesada levemente con algo de reverberación.

A partir de aquí se suceden otras 14 piezas, presentadas en unos casos por Kerry Ellis o por Brian May, con breves pero atinados parlamentos. De todo ese repertorio, los que más me atrapan son los cortes «I (Who have nothing)», original de Ben E. King; «The way we were», de Barbra Streisand; «Love of my life», del material propio de Brian, que él ha interpretado como solista y que ahora es asumido a dúo en una versión memorable; «Crazy little thing called love», recordado tema del período setentón de Queen; así como «Dust in the wind», de Kansas, y «Something», de George Harrison, dos momentos en los que May hace unos sencillos pero harto emocionantes solos guitarrísticos, que demuestran por qué se le considera un maestro del instrumento de las seis cuerdas.

Así pues, para mi gusto personal, el álbum  Acoustic by Candlelight, realizado por Brian May junto a Kerry Ellis es un disco de singular belleza, muy recomendable para los amantes de la Música con letra inicial mayúscula.

De aquí y de allá

De aquí y de allá

En honor de Lydia Cabrera y Édouard Glissant

Americas Society presenta hasta el 12 de enero de 2019 en New York Lydia Cabrera y Édouard Glissant: Trembling Thinking, una exposición que se enfoca en las ideas desarrolladas por los sobresalientes pensadores caribeños, Cabrera (La Habana, 1899-Miami, 1991) y Glissant (Sainte-Marie, Martinica, 1928-París, 2011), organizada en colaboración con la Colección de Patrimonio Cubano de la Universidad de Miami.

Según una nota de la institución neoyorquina, la muestra presenta artistas modernos y contemporáneos cuyas obras responden a las nociones etnográficas, literarias y la multiplicidad cultural defendidas por Cabrera y Glissant.

La exposición está comisariada por Hans Ulrich Obrist, director artístico de Serpentine Galleries, Londres; Gabriela RangeI, curadora en jefe y directora de artes visuales de Americas Society y el artista Asad Raza, con la asistencia de Diana Flatto.

En Trembling Thinking, el legado de Édouard Glissant, cuyas ideas de mondialité abogaban por la diferencia frente a la globalización homogeneizadora, se proyecta en las obras de artistas modernos y contemporáneos. Asimismo, el espectáculo reúne partes del propio proyecto no realizado de Glissant, «Musée du Tout-Monde», con obras de Roberto Matta y Antonio Seguí, colegas de Glissant en París.

Por su parte, en relación con La eminente escritora y etnógrafa cubana Lydia Cabrera, ella es presentada en  la exposición como un puente hacia el reino de la diversidad políglota de la idea de Glissant sobre la mentalidad, que abarca una diversidad relacional.

El programa plantea preguntas sobre el papel de la cultura negra, sus religiones y mitologías, a través de una reconsideración de Lydia Cabrera y su legado intelectual desde la primera publicación de Cuentos negros de Cuba en París en 1936.

Igualmente, incluye las primeras ediciones de Cabrera y Aimé Césaire, cartas a Cabrera de intelectuales como Pierre Verger, Roger Caillois, Roger Bastide y el cubano Guillermo Cabrera Infante, así como fotografías, cuadernos y dibujos relevantes, incluidas las obras de Wifredo Lam de la colección personal de Cabrera.

La exposición también incluye piezas de artistas modernos y contemporáneos que resaltan la conexión intelectual y artística entre Glissant y Cabrera, enfatizando el legado compartido y duradero de los pensadores en el Caribe y en otros lugares.

Premios en Cuba a curadores del Museo Nacional de Bellas Artes

Trabajadores del Museo Nacional de Bellas Artes fueron galardonados con el Premio de Crítica y Curaduría Guy Pérez Cisneros, que en su décimo novena edición dio a conocer los resultados como parte de las actividades centrales de la Jornada por el Día de la cultura cubana.

La exposición Martínez Pedro. El agua por todas partes, le valió el lauro, en la categoría de Exposición Individual, a Israel Castellanos León y Odalys Borges.

Por su parte, Laura Arañó obtuvo Mención por la muestra Jesús de Armas. Drama y Utopía, al igual que Delia María López, por Bicentenario de San Alejandro, en el apartado de Exposición Colectiva.

Igualmente, Israel Castellanos León recibió el Premio de la Crítica en el acápite de Artículo Valorativo por Otras iluminaciones para Marcelo Pogolotti, para la muestra Marcelo Pogolotti. Vanguardia, ideología, sociedad.

Organizado por el Consejo Nacional de las Artes Plásticas, presidieron los jurados en ambas categorías el Presidente de la Sección de Crítica de la UNEAC, Antonio Fernández  Seoane, y la profesora de Historia del Arte de la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana, Hilda María Rodríguez.

Gran retrospectiva de la obra audiovisual de Ana Mendieta

El museo Jeu de Paume, de París, acogerá por primera vez desde el 16 de octubre la gran retrospectiva de la obra audiovisual de la cubanoamericana Ana Mendieta, Cubierto en tiempo e historia, que reúne 20 obras de imágenes en movimiento y 27 fotografías de la artista.

Considerada como una de las artistas más prolíficas e innovadoras de la era de la posguerra, las recientes exposiciones en Europa dedicadas al trabajo de Mendieta (Berlín, Londres, Praga, Salzburgo, Turín y Umeå) dan testimonio del poder de su visión artística y la influencia de su trabajo en las generaciones de artistas que la siguieron, señala una nota de la institución francesa.

La presentación de la exposición resalta el hecho de que «el trabajo de Ana Mendieta continúa teniendo un fuerte impacto en personas de todas las edades y procedencias».

Durante su breve carrera, de 1971 a 1985, Ana Mendieta produjo una notable obra, que incluye dibujos, instalaciones, performances, fotografías y esculturas.

Aunque resulta mucho menos conocida, su producción de películas y vídeos es particularmente impresionante y prolífica: sus 104 trabajos cinematográficos llevados a cabo entre 1971 y 1981 hacen de nuestra compatriota Ana Mendieta una de las figuras más destacadas en la práctica del arte visual multidisciplinario surgido en los años 70 y 80, considera el Jeu de Paume.

Gracias a una nueva investigación sobre el quehacer de Mendieta en el universo audiovisual, la exposición en el museo parisino reposiciona la imagen en movimiento de la periferia al centro de su trabajo, y se organiza en torno a los temas recurrentes explorados en las películas, incluida la memoria, la historia, cultura, rituales y el paso del tiempo, que a menudo se destilan a través de la relación del cuerpo y la tierra.

La mayoría de las películas de Ana Mendieta tienen lugar en la naturaleza y con frecuencia muestran su interés en los cuatro elementos clásicos: tierra, agua, aire y fuego.

La muestra de la artista cubanoamericana, que estará expuesta hasta el 27 de enero de 2019, ha sido curada por Lynn Lukas y Howard Oransky.

Para su presentación en París, el Jeu de Paume ha contado con la colaboración de la Galería Katherine E. Nash de la Universidad de Minnesota.

La exposición también ha sido posible gracias al apoyo de la Oficina del Decano de la Facultad de Artes Liberales de la Universidad de Minnesota, el National Endowment for the Arts, la Fundación Harlan Boss para las Artes, Kate y Stuart Nielsen, Syma Cheris Cohn, Metropolitan Picture Framing, Epson Corporation y Tierney Brothers Corporation.

Un breve repaso por la vida de esta destacada artista, hace recordar que ella fallece en 1985 en Nueva York y que para dicha fecha, ya Ana Mendieta había dejado un legado que incluye seis grandes retrospectivas en distintos museos del mundo. Para que se tenga una idea de su repercusión, sépase que obras suyas forman parte de 100 colecciones públicas en distintos puntos de la geografía internacional.

Disponibles en Librería Virtual Cuba los títulos del Sello Editorial Ojalá

Ya están disponibles en Librería Virtual Cuba los nuevos títulos del Sello Editorial Ojalá. Estamos felices de saber que ahora La canción en Cuba a cinco voces y Decirlo todo. Políticas culturales (en la Revolución cubana) podrán llegar a cualquier rincón del mundo.

Compartimos con ustedes los enlaces donde podrán encontrarlos:

La canción en Cuba a cinco voces: http://www.libreriavirtualcuba.com/productos.php?producto=412

Decirlo todo. Políticas culturales (en la Revolución cubana):  http://www.libreriavirtualcuba.com/productos.php?producto=413

En el caso de La canción en Cuba a cinco voces, el libro está escrito por Dulcila Cañizares, Marta Valdés, Guillermo Rodríguez Rivera, Margarita Mateo y Joaquín Borges-Triana. Mientras tanto, Decirlo todo. Políticas culturales (en la Revolución cubana), representa la obra póstuma del profesor universitario, ensayista y poeta  Guillermo Rodríguez Rivera.

Retrospectiva en Cuba de la obra de Jesús de Armas

Jesús de Armas ha sido un artista prácticamente desconocido dentro del mapa del arte cubano del siglo XX. Fue un creador de singular significación debido a sus investigaciones acerca de las culturas aborígenes en Cuba, a la que dedicó la mayor parte de su obra.  La revalorización de nuestro pasado precolombino convierte su trabajo en uno de los antecedentes fundamentales de la vertiente artística en la que se entremezclan arte y antropología en la Isla.

Su impronta sobrepasó los límites del dibujo y la pintura, fue también animador y primer director de los Estudios de Animación del ICAIC. Su desempeño como líder artístico del departamento le imprimió un espíritu vanguardista y experimental a la animación en la década del sesenta.

Jesús de Armas: drama y utopía es la segunda retrospectiva en Cuba dedicada a resaltar la obra de este pintor, dibujante y caricaturista,. La exposición abarcará tanto su labor como caricaturista y animador como los dibujos a carboncillo de los años ochenta y noventa.

Según palabras del crítico Antonio Fernández Seoane: «En la exposición JESÚS DE ARMAS: DRAMA Y UTOPÍA, que se presenta hasta el 12 de noviembre próximo en la sala transitoria del segundo nivel del edificio de Arte Cubano del Museo Nacional de Bellas Artes, se expanden -con aquellas señaladas características museográficas llevada a efecto por Yusleidy Llerena, bajo la rectoría curatorial de Laura Arañó- una serie de dibujos bastante poco conocidos por el espectador cubano, realizados en carboncillo entre los años 1987 y 1989, mitad caricaturescos, mitad “crónicas” de alto vuelo artístico, referidos a las historias precolombinas en nuestro archipiélago de las que fue, insisto, un afanado estudioso e investigador. De igual manera sus “Pictografías” en tinta, que refrendan la vida de nuestros nativos: personal representación esta que se vierte en espléndidas imágenes compositivas, “sui géneris” dentro del espectro creativo en nuestra historiografía del arte.»

La resignificación de la obra de Jesús de Armas dentro del entramado del arte cubano es parte de la misión de rescate, conservación y revalorización del patrimonio de las artes visuales en Cuba que realiza el  Museo Nacional de Bellas Artes.

Nuevos éxitos para Camila Cabello

La cantante de origen habanero Camila Cabello encabeza con seis las nominaciones a los premios MTV Europe Music Awards (EMA), atribuidos a los videos más populares en la filial europea de la cadena musical estadounidense, según información de la AFP.

La ceremonia “2018 MTV EMAS” será transmitida en vivo el 4 de noviembre a todo el mundo desde Bilbao, España.

2018 ha sido el momento de consolidación en la carrera de la cantante de 21 años, nacida en el pueblo habanero de Cojímar y  que de niña también vivió en México (su padre es mexicano). Cuando apenas tenía 7 años, su familia decidió trasladarse a Estados Unidos, donde Camila Cabello se educó.

Su superéxito internacional «Havana», el sencillo en el cual la vocalista rinde homenaje a su herencia cubana, alcanzó el primer lugar en el Billboard Hot 100 en enero en Estados Unidos, y lideró las ventas al igual que el álbum que lo incluye, Camila.

A fines de agosto Cabello obtuvo los mayores galardones en los MTV Video Music Awards, los trofeos de los videos musicales más populares en Estados Unidos, consagrándose como artista del año y ganando el premio de mejor video de 2018.

En 2017 Camila Cabello, ex integrante de la banda femenina Fifth Harmony, recibió el premio de mejor artista pop en los MTV EMA.

Siguen a Camila Cabello en el número de nominaciones a los premios MTV Europe Music Awards (EMA), la cantante estadounidense Ariana Grande («No tears left to cry») y el rapero tejano Post Malone (“Rockstar”) con cinco nominaciones cada uno, y luego el rapero canadiense Drake y el artista británico Dua Lipa, cada uno nominado en cuatro categorías.

Por su parte, el cantante Shawn Mendes, también de origen canadiense, aparece nominado tres veces en la lid del certamen.

La votación está abierta al público en el sitio mtvema.com hasta el 3 de noviembre.

Cuarta edición del Festival Mozart Habana

La cuarta edición del Festival Mozart Habana, efectuada entre el 25 y el 28 de octubre, estuvo dedicada a festejar el centenario del notable compositor cubano Alfredo Diez Nieto  con el estreno mundial de su Cuarteto para cuerdas No. 2, interpretada por el Cuarteto de Cuerdas Habana, agrupación conformada por jóvenes instrumentistas.

Cuatro días de músicas varias en estilos, formatos y compositores han sido parte del programa del festival, que para esta ocasión ha estado más enfocado en la música de cámara que en los conciertos de grandes formaciones orquestales, como sucediese en emisiones anteriores del evento.

En el repertorio escogido para la cuarta edición del Festival Mozart Habana figuraron, entre otras,  obras de Terry Riley, Louis Andriessen, Amadeo Roldán, e Igor Stravinsky.

Los tres primeros compositores fueron protagonistas  de una sesión de percusión de trece instrumentistas de Estados Unidos, Holanda y Cuba; mientras que de Stravinsky se interpretó su clásico Historia del soldado, obra estrenada hace cien años.

Otros momentos importantes del Festival Mozart Habana lo representaron la interpretación de la serie de piezas del Genio de Salzburgo, entre las que destacan el Cuarteto Vienese, Te Deum en Do, las sinfonías No. 30 y Concertante para violín y piano, la Serenata No. 12 para vientos, y los Quintetos de cuerdas No. 3 y 4.

Igualmente, el programa del evento abarcó creaciones del ruso Modest Musórgsky y el francés Alexandre Ryd. Las principales sedes del evento fueron el Oratorio San Felipe Neri, el Teatro Martí, la Basílica Menor de San Francisco de Asís, y la Sala Cervantes.

Breves

La Fundación Cintas Knight recién ha entregado sus becas correspondientes al período 2018-2019. Entre los galardonados estuvieron Tomás Esson, en la categoría de artes visuales, Javier Galindo, en arquitectura y diseño, así como Sabrina Peña Young, en composición musical. Por sus contribuciones al arte y la cultura cubanos, la prestigiosa Fundación Cintas Knight también concedió el Premio a la Trayectoria a Juan A. Martínez, Ph.D, profesor emérito en arte e historia del arte en la Universidad Internacional de Florida (FIU).

Por su parte, Lienzos Cubanos, el cortometraje solicitado por el Centro Kennedy en Washington, DC para el festival Artes de Cuba  del pasado mes de mayo, participa en el festival de cine «Doc NYC», de Nueva York . En el filme, el pintor Roger Toledo Bueno  intercambia con artistas como Rocío García, Manuel Mendive, Roberto Diago y Ariamna Contino, conversaciones en las que  debaten sobre sus obras y vidas. Bajo la dirección de Kavery Kaul, el documental será presentado el lunes 12 de noviembre a las 5pm en el cine Cinepolis Chelsea. Para mayor información consultar aquí.

http://www.docnyc.net/film/shorts-the-creative-spark-2/cuban-canvas/

El libro titulado Del arte en Cuba. Esculturas, de la Dra. Llilian Llanes y publicado por Collage Ediciones (sello del Fondo Cubano de Bienes Culturales) acaba de ver la luz. En este texto, la autora nos ofrece un detallado análisis de las obras escultóricas creadas en nuestro país en el período de 1900 a 1930, enriquecido con fotos de archivos e imágenes actuales. Según la nota promocional por la salida al mercado de esta publicación, con su recorrido por autores y estilos, marcados por circunstancias históricas insoslayables, Del arte en Cuba. Esculturas destaca por ser un libro que se preocupa por el pasado, como parte de su mirada al presente y al porvenir de esta manifestación en Cuba.

José Villa Soberón, Premio Nacional de Artes Plásticas, también ha elogiado el reciente libro de la Dra. Llilian Llanes. Él  resalta que esta investigación no solo expone los valores artísticos y una justa apreciación del desarrollo de la escultura cubana en la etapa señalada, sino que incita a su mejor protección como patrimonio de nuestra cultura y a su disfrute como escenario de nuestra historia y entorno cotidiano.

Cantar lo sentimental

Cantar lo sentimental

Aunque al margen de los medios de comunicación y en buena medida de los sellos discográficos en el país, una de las expresiones musicales que en el período transcurrido desde los 80 de la anterior centuria hasta nuestros días, en Cuba ha vivido una intensa actividad es la del bolero, gracias a los festivales del género organizados por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).

He tenido la posibilidad de intervenir en algunas de las emisiones del coloquio que a propósito del evento Boleros de Oro se desarrolla a la par de los recitales y conciertos. Una de las tesis que he defendido en tales encuentros teóricos es que entre los cubanos existe hoy, en ciertas zonas de la más joven música nacional, una manera diferente pero también válida de acercarse al bolero. En verdad, en dicho sentido no cabe hablar de la aparición de un movimiento sino de un puñado de composiciones cada vez más numeroso.

Es evidente que la insuficiente perspectiva crítica y el escaso material bibliográfico de que se dispone en relación con este fenómeno y en sentido general con respecto a los disímiles procesos que han signado la música popular cubana de las últimas décadas, torna en extremo complejo poder llevar a cabo un trabajo exhaustivo y completo acerca de un tema como el aquí someramente abordado y que no dudo en catalogar como de manifiesta actualidad.

Según mi punto de vista, la principal razón que ha imposibilitado la consolidación o tan siquiera aparición de un movimiento en torno a la creación de nuevos boleros está en el desinterés que al respecto han tenido las casas discográficas locales, que persisten en apostar sólo por los clásicos del género. En un muy lúcido estudio acerca de la presencia del bolero en la producción discográfica cubana llevada a cabo desde la década de los 90 hasta la actualidad, la musicóloga Xiomara Pedroso Gómez llega a conclusiones como éstas:

«La producción cíclica de fonogramas compilatorios o antológicos con propuestas temáticas o interpretativas de gran valor patrimonial, pero muy similares.

La insuficiente presencia de la diversidad temática de las obras de los compositores del género en las producciones fonográficas.

La progresiva desaparición de la clasificación genérica en los fonogramas.

La reducida presencia autoral contemporánea y de creaciones actuales del género en la fonografía.

El escaso reflejo de intérpretes de la bolerística contemporánea –tanto consagrados como jóvenes– en las producciones fonográficas.»

Pese a tal semejante infausto panorama antes descrito, desde que allá por la segunda mitad de los 70 se conociera el tema «El amor se acaba», original de Osvaldo Rodríguez y su grupo Los 5-U-4, en Cuba ha habido una corriente que se inscribe en la larga tradición de quienes han intentado deconstruir las tradiciones y así, revisar y a la vez revitalizar por medio de sus estrategias discursivas los códigos santificados por el canon valorativo al uso en cuanto al bolero se refiere, esos modelos que a fuerza de repetirse por doquier se convierten en paradigmas genéricos.

En este entramado retador, consistente en crear sobre lo ya creado, en la búsqueda de otros caminos para el bolero entre nosotros, encontramos que al abordar la realidad, ello se hace desde una perspectiva de lo alterno desde el prisma musical, corriente a la que por lo general se asocian los compositores vinculados al proceso de renovación y reactualización de este género y que en su gran mayoría provienen de lo que gusto denominar Canción Cubana Contemporánea, o sea, el tipo de cancionística realizada por compatriotas nuestros tanto dentro como fuera del país y que hereda determinados presupuestos estéticos del desaparecido Movimiento de la Nueva Trova, pero que además se abre a otras expresiones del arte sonoro contemporáneo, en concordancia con los procesos de hibridación vividos hoy por la música popular.

En verdad, el bolero permanece vivo entre nosotros, y es porque, como todo género auténtico, crea una tradición (sobre la base de su autenticidad). Pero la tradición no se muestra ni demuestra por el álbum de recuerdos, pues a fin de cuentas aunque haya quien no se percate de ello, la tradición no es una nostalgia.

Los muchachos del Callejón de Hamel

Los muchachos del Callejón de Hamel

Por Tony Pinelli

Entre las calles Belascoaín, Zanja, Infanta y Neptuno de La Habana, se encuentra el pintoresco barrio de Cayo Hueso, lleno de lugares interesantes y cuna de grandes artistas de la legendaria música cubana.

Entre las calles Aramburu y Hospital, a una escasa cuadra corta de San Lázaro, – en los terrenos que en los albores del Siglo XX compró un franco – alemán de nombre Fernando Belleau Hamel – se encuentra un llamado «callejón» que lleva precisamente el nombre de su antiguo dueño: El Callejón de Hamel.

Hoy en día se ha convertido en un importante centro cultural, gracias a la tenacidad de varios artistas y vecinos, donde se puede observar los murales y decoración de Salvador González Escalona –su animador principal–, además de una sesión de rumba de la buena, artesanías, una ceremonia de la variante religiosa de origen Bantú «Palo de Monte», alguna presentación musical y otras atracciones artísticas, donde acuden de forma nutrida turistas y nacionales.

Hace aproximadamente 73 años no era así, pero ya la expresión cultural hoy organizada por los propios vecinos que se puede observar, existía en el lugar y sobre todo en la esquina de Aramburu y el Callejón de Hamel, donde está intacta una casita – residencia de un trovador de la llamada trova tradicional nombrado Tirso Díaz, que reviste una enorme importancia histórica, porque allí nació Angelito Díaz, quien fungió como el factor aglutinante del «movimiento del filin», uno de los más bellos e importantes estilos de la canción cubana.

Allá por 1945, Angelito conoció a César Portillo de la Luz, que empezó a visitar su casa y junto a Tirso Díaz, hermano de Angelito, hicieron un trío vocal en 1946 al que llamaron «Trío Feeling», donde comenzaron a componer canciones con acordes disonantes no habituales en la guitarra popular cubana, pues junto a otros creadores como Luis Yáñez y Dandy Crawford, iban a los bares del puerto en La Habana a escuchar jazz en las «victrolas», alimentadas en parte por los marinos norteamericanos de la línea de buques comerciales conocida como «La Flota Blanca», que traían los discos de 45 rpm de Billie Holliday, Charlie Parker, Benny Goodman, etc. y analizaban la armonía que trataban de reproducir después en sus guitarras, además del caldo de cultivo que existía en Cuba con el «danzón de nuevo ritmo» de Arcano y sus Maravillas y el «ritmo diablo» del «Ciego Maravilloso», Arsenio Rodríguez.

La radio se entronizaba como la academia fundamental para los músicos populares y también funcionaba como fuente nutricia para los formidables compositores pianistas académicos como René Touzet, Adolfo Guzmán, Mario Fernández Porta, Orlando de la Rosa, etc.

Así, con ese formidable entorno sonoro repleto de buenas influencias, comenzaron a producir canciones que se harían inmortales y se volvió la casa de Angelito el centro de reunión de un grupo de jóvenes que se fueron identificando por su manera de componer, como un jovencito aún estudiante de Segunda Enseñanza, que se llamaba José Antonio Méndez, el excelente guitarrista Ñico Rojas, Rosendo Ruíz hijo, y otros.

Cerca, en la calle Aramburu había una barbería que tenía un piano y Angelito vio a una muchacha gordita y simpática que tocaba maravillosamente por lo que la invitó a las «descargas» de su casa y así empezó a frecuentar el grupo Aida Diestro, casi al mismo tiempo que Elena Burke y Omara Portuondo, que después hicieron el legendario Cuarteto D´Aida; así se fueron sumando a la manera de hacer una importante cantidad de compositores de obras consideradas antológicas hoy día.

«Delirio», «Contigo en la distancia», «Noche cubana», de César Portillo, «La Gloria eres tú», «Novia mía», «Mi mejor canción», de José Antonio Méndez, «La rosa mustia», «Se perdió el amor», de Ángel Díaz, «Hasta mañana vida mía», de Rosendo Ruíz, «Tú mi rosa azul», de Jorge Mazón, «Mi ayer», de Ñico Rojas, en fin, haría falta demasiado espacio para nombrar las maravillas que salieron de esa congregación de trovadores, que lograron que más de 70 años después, no pocas de esas canciones se sigan cantando diariamente en muchos países del mundo.

El grupo de los muchachos del «filin» ganaba fama y muchos curiosos llegaban a la casa de Tirso Díaz o a la de las hermanas Estela y Eva Martiatu, a oír las descargas que poseían sus normas de conducta, pues había que atender al trovador y hacer silencio, si no, el infractor corría el riesgo de que le llamara la atención el maravilloso César Portillo, en su función de «Sargento Mala Cara» designado por el grupo.

Andrés Echevarría Callava, «El Niño Rivera» una leyenda del tres cubano, el cordófono nacional, comenzó a frecuentar al grupo y después de tocar en los bailables del Conjunto Casino, iba para el Callejón de Hamel a compartir la madrugada entre aquellas canciones, que orquestó y se las llevó al Casino, que empezaron a hacerlas populares. Después en una de sus visitas habituales a La Habana María Antonia Peregrino, «Toña La Negra», montó «La Gloria eres tú» y la llevó a México al mismo tiempo que una de las inmortales, Olga Guillot, la hizo suya, eso le abrió las puertas de México a José Antonio Méndez y al filin en general.

Las obras del filin son de una impresionante sensibilidad y se considera una etapa importante de la trova cubana, por la característica de las imágenes dignas de una poesía que contienen sus textos. Un aspecto importante es que los fundadores del filin cantan sus canciones prácticamente ad libitum, es decir, a voluntad, sin enmarcarlas en un patrón rítmico, aunque se consideran boleros por muchos. Incluso las cantantes que se formaron en el filin como estilo interpretativo, aunque canten de todo, incluidas piezas rítmicas, en esas canciones cuando cantan con un guitarrista acompañante, las cantan a voluntad también.

Sin embargo, hay excelentes versiones cantadas como boleros con ritmo que se han hecho famosas, como «Contigo en la distancia», un clásico del filin,  de Luis Miguel o la versión de la misma canción por  Cristina Aguilera, que empieza ad libitum como hacía Portillo y se le va sumando la orquesta con ritmo de bolero; la explicación está en que, al llevarlas a una agrupación orquestal, se hacía difícil tocarlas al estilo del trovador con su guitarra, y había que ofrecer un patrón que coordinara los instrumentos, así que la enmarcaron en el patrón rítmico más afín que es el bolero y quedaron como tales.

Resulta sorprendente la vigencia de esas canciones que, después de setenta y tantos años, se cantan prácticamente todos los días en varios países del mundo, no sólo en Cuba.

Lo cierto es que, si los hermanos Grimm documentaron para la historia la fábula mágica del Flautista de Hamelín, el pueblito al Norte de Alemania, en el barrio habanero de Cayo Hueso nacieron canciones mágicas, capaces de vencer al tiempo en el fabuloso Callejón de Hamel.

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