Categoría: Cuba

“Se nos fue William”: otra alma del rock

“Se nos fue William”: otra alma del rock

En el mundo del rock and roll siempre hay tipos peculiares. Siempre hay quienes dejan huella. Y este era uno de ellos. No fui su amiga. Pero, me hubiese gustado serlo. Es grandioso tener al lado alguien que destila alegría y pasión aun cuando se está perdiendo la luna. William Bonachea era así. Entraba a la noche para ponerle música. Siendo exacta, para ponerle rock and roll, pero con un entusiasmo que imponía estilo.  

Lo vi unas cuantas veces. Sobre el escenario del Submarino Amarillo,  en la Casa de la Música, en otros sitios. Su actitud de rockero, esa de escuchar una melodía y sentirla en las venas, y la estirpe que mejor reflejaba el mundo al que pertenecía: sus tatuajes, las argollas, y otros metales sagrados, las acompañaba con un espíritu especial. 

No importaba si cantaba una versión o los temas propios de la banda que integraba. Él parecía decirte: “lo que viene ahora es único o, mejor, lo vivirás como único”. Hacía unas breves visitas al drummer, al guitarrista, al resto de los músicos. Daba unos aplausos como para acelerar el corazón de cada instrumentista y el suyo. El tema empezaba a rasgarse. Y se hacía real la magia prometida. Porque además él continuaba haciéndola posible. Muchas veces tomaba el micrófono, lo colocaba a la altura de la cintura y tocaba sus cuerdas de aire, como si quisiera sacar de ellas música o fuego.  

William Bonachea fue un músico underground. Él mismo lo afirmó con esas palabras en El desafío, un audiovisual de Ruffo de Armas, que aborda algunas problemáticas de la escena rockera habanera a través de la banda Challenger. Quizá es uno de los pocos registros que muestra cómo William mantenía viva e idéntica su aura también fuera del escenario. Pero, ya se sabe que en materia de rock and roll hay mucha historia perdida o guardada en la memoria de los devotos de esta música como un tesoro al que no muchos llegan a tiempo. 

En ese mismo documento, él abre las puertas de su casa. Tampoco esta era muy común. Las propias paredes advertían que aquí la relación con el arte iba más allá de la música. William se graduó de Artes Plásticas en San Alejandro en 1987. Las paredes de “la casa del terror”, como él la llamó, estaban tapizadas con grafitis y pinturas. Pudiera decirse que estaban tapizadas con una filosofía directa. Una puede inferir a través de ello que la sonrisa de William moldeaba y torcía una conocida dureza de la vida. E igualmente, teniéndolo otra vez sobre el escenario— o en descargas a las que se unían los frikis como eslabones de una cadena que no podía quebrarse—, asegurar que la alegría perenne solo puede estar sostenida por un espíritu libre.  

Este 22 de abril cuando se supo de su muerte por cáncer, muchos recordaron Estirpe, la banda de  heavy metal en español del que fuera vocalista. Pero antes, él fue cantante de Cénith. Dejó la universidad y en ese grupo  comenzó a hacer rock and roll a ·”todo pecho”. También integró, entre otras bandas como Los Tackson y Challenger, el grupo Gens, el cual consideró “la mejor historia de mi vida”.  

Tal vez, que William naciera en los sesenta es un dato místico. Porque a pesar de cualquier cambio y trabas de los tiempos, siempre se mantuvo fiel al rock. Él fue uno de esos músicos que, aun perteneciendo al circuito profesional, no dejaba de ser un servidor de las insinuaciones de las noches rockeras. Quizá sintió que no hacía falta despegar demasiado para ofrecer, con su voz y movimientos, el rock y toda la atrayente energía que llevaba adentro. 

Pie de Foto: William Bonachea junto a Ángel Luis Fundichel (teclados) y Ruffo de Armas (bajo). Crédito: Challenger

Los Barba: voces de la nostalgia

Los Barba: voces de la nostalgia

A propósito de un encargo reciente que me han realizado, por estos días reviso la producción cubana de pop y pop rock del período comprendido entre fines de los 60 e inicios de los 80 del pasado siglo. Confieso que al escuchar varios de esos viejos temas, me he llevado toda una sorpresa. Aunque en la actualidad semejante tipo de música solo permanece en el recuerdo de quienes fueron sus hacedores y como parte de las nostalgias personales de algunos de los que vivieron la época, hay mucho de bueno en dicha creación sonora, comparable con lo mejor que se venía haciendo en el ámbito hispano de aquel entonces.

Entre las añosas grabaciones que he descubierto o redescubierto, las que más han captado mi atención son las llevadas a cabo por Los Barba, banda fundada por el teclista, compositor y orquestador José Luis Pérez Cartaya. A partir del interés que la propuesta de la agrupación me motivase, he buscado información y apenas he hallado material acerca de la nómina de sus integrantes, las diferentes etapas del ensamble, el repertorio que interpretaban y en fin, un elemental estudio en relación con el período de auge y el de decadencia de un colectivo que fue muy popular en Cuba.

Procedentes de una institución docente de la que tampoco uno halla casi información, la Escuela de Música Moderna, Los Barba nacen hacia fines de 1967 y entre sus fundadores, además del aludido Pérez Cartaya, estuvieron el guitarrista líder Alfonso Fleitas, «Kikutis»; Mario Moro en el bajo y el vocalista y guitarra acompañante Miguel Velazco (en algunos sitios de internet dan como apellido de Miguelito el de Díaz). Es interesante comprobar que algunos de estos músicos si bien laboraban profesionalmente en Los Barba, canalizaban sus intereses más roqueros como integrantes de Los Kents, de los primeros que por acá en un momento dado endurecieron el sonido.

Me llama la atención que en el primer repertorio de Los Barba, compuesto en lo fundamental por Fleitas, Pérez Cartaya y Moro, también incluían versiones de nombres en apariencia tan distantes como Silvio Rodríguez (contagiosa la interpretación que hacen de «Viven muy felices») o The Rolling Stones, de quienes realizaron un cover renombrado «Es tiempo de terminar». De esa etapa inicial, disfruto en especial oír «Porque no estás», «Mi Mercy Cha» y sobre todo «Si de verdad» (temas originales de Kikutis), esta última pieza con un cautivante sonido de guitarra procesada por el Wah. Claro que el gran éxito de Los Barba en esos años fue «O bem bem o bam bam», una de las tres composiciones de la escena cubana de rock que de verdad han trascendido al gran público nacional (en mi opinión, «La soga», de Raúl Gómez con Los Bucaneros, y «Ese hombre está loco», de Fernando Rodríguez en voz de su hermana Tanya).

En la periodización que a priori he armado para la historia de este grupo (no he mencionado que en él debutó como cantante Beatriz Márquez), según las grabaciones encontradas por mí, en una segunda etapa la agrupación amplía la nómina de integrantes al incorporar una cuerda de metales, con lo que el sonido se acerca al que por los tempranos 70 poseían bandas como Chicago.

De ese momento sobresalen cortes como «Dany» (excelente el pasaje de los metales), «Eres» (las dos firmadas por José Luis) y «Como aquella canción», perteneciente al dueto de Kikutis y Pérez Cartaya, una maravilla por el derroche técnico que se aprecia en la intro de batería, así como por los calientes solos de organeta y guitarra.

La etapa también está signada por el arribo al grupo de la vocalista Mireya Escalante y del bajista, compositor y luego destacado productor discográfico Juan Carlos González. De este son piezas como «El cristal», «Debe ser», «Las tardes» y «Al sonar la hora», obras que me sorprenden por el nivel de orquestaciones que poseen y lo contemporáneo que muchos años después siguen sonando.

Tristemente, el 24 de febrero de 1975, cuando la agrupación estaba en pleno apogeo, sus integrantes sufrieron un accidente al retornar de una actuación en la provincia de Pinar del Río, ocasión en que tres de ellos murieron (incluido el director y fundador José Luis Pérez Cartaya).

Pese a lo duro del suceso, la banda prosigue adelante y se establece lo que sería una tercera etapa, en la que predomina el repertorio escrito por Juan Carlos González (fallecido hace algún tiempo en Miami) e interpretado por Mireya Escalante y un nuevo cantante, José Armando.

Es el momento de temas como el instrumental «Ciento once compases de ritmo», «Para quien sé que está pensando en mí», «Es lo nuevo» y «La felicidad de cada día». Si bien hay garra y buen hacer en cortes como «Algo al fin», del desaparecido José Luis, «Al pasar del tiempo» (de Oreste Piñal) o en la versión que hacen de «Mr. Duke», de Stevie Wonder, ya nada era igual.

Aunque con cambios de alineación y de estilos musicales como grupo, Los Barba se mantuvo creo que hasta los 90, su legado está en lo hecho entre los 60 y los 70, con trabajos que deberían ser estudiados por quienes hoy se interesan en cultivar el pop y el pop rock entre nosotros.

Poemas de Sonia Díaz Corrales

Poemas de Sonia Díaz Corrales

El prejuicio con la literatura escrita por mujeres tuvo larga data en el universo literario cubano. Los patrones machistas que han prevalecido en nuestro contexto son responsables en gran medida de dicha situación. Afortunadamente, creo que lo antes expuesto ha ido cambiando poco a poco. La madurez expresiva y calidad del quehacer de nuestras féminas se ha impuesto en la novela, el cuento, la poesía y el ensayo.
Para mi generación, es decir, los que nacimos en el decenio de los sesenta de la pasada centuria e irrumpimos a la esfera pública en la década de los ochenta, hay un grupo de poetas femeninas que impactaron con su decir a quienes amamos la poesía. Entre ellas y de forma rápida pudiera mencionar a Bertha Caluff, Damaris Calderón, Liutmila Quincoses, María Elena Hernández, Odette Alonso, Rita Martín o Teresa Melo
En lo personal, Sonia Díaz Corrales es una de las mujeres poetas que más me gusta de aquel grupo perteneciente a mi generación. Concuerdo con quienes han visto en ella una especial sensibilidad que le posibilita el cuestionamiento de todo acto y en correspondencia con ello, el lector se siente incluido, tentado por el autoexamen que la poeta nos propone. Otro rasgo de su discurso lírico sería la fluidez que posee en el lenguaje utilizado y que pareciera traducir el fluir del pensamiento y de las preocupaciones éticas de buena parte de sus contemporáneos.
Nacida en Sancti Spíritus en 1964, Sonia Díaz Corrales ha sido galardonada en concursos como el David de la UNEAC, 13 de Marzo de la Universidad de La Habana, Abel Santamaría de la Universidad Central de Las Villas, el de la revista El Caimán Barbudo, América Bobia de la ciudad de Matanzas y el Bustarviejo de Madrid. Entre sus libros publicados se encuentran La cáscara y la nuez (1991), la plaquette Diario del grumete (Sed de Belleza y Taller Editorial Vigía, 1997), y Minotauro (Ed. Letras Cubanas, 1998) y aparece incluida en las antologías cubanas Tertulia poética, Poesía infiel, Retrato de grupo, Poesía espirituana, Mis barcos nuevamente, así como en la antología de la Universidad Autónoma de México Un grupo avanza silencioso.
Hoy dejo aquí en Miradas Desde Adentro un par de textos de esta espirituana, en la actualidad residente en España, que tienen méritos suficientes para figurar en cualquier selecta antología de poesía cubana de los últimos cuarenta años. Digo yo.

Poemas de Sonia Díaz Corrales

Ya MÁS NUNCA MÁGICA

Cuando todos nos mirábamos al espejo
y yo era mágica
cuando le daba a cada uno mi brillo
y maldecía de antemano a quien lo perdiera
cuando creía que estaba loquísima
y me llenaba el gorro de guisasos
cuando comíamos y dormíamos la misma siesta
y yo era correcta y no daba gritos
cuando vivíamos felices
y el milagro era yo transparentando mi desnudez
cuando casi no teníamos guerras
cuando nacíamos y moríamos sin que nadie preguntara
por qué esta mujer se ensarta con su lanza
y nadie aquí se mueve del espejo.
Cuando flotaba y ustedes no bajaban a la tierra
cuando pregunté por nosotros
y nadie quiso responderme..Cuando lo bueno y lo peor
lo ácido y lo que no quiero decir ahora
se fundan
y yo avise.
Cuando los hijos no estén en África o en Miami
y los padres no se mueran de cáncer
cuando las mujeres salgan
de los hoteles
de todas las oscuridades
sin que el espejo se empañe.
Cuando me pueda cercenar un brazo
y hallar un hombre que me quiera manca y neurótica
ya más nunca mágica
sin nada que repartir
cuando me quede sola
y ni el espejo devuelva mi imagen verdadera
cuando ni yo me reconozca
cuando volvamos todos y no sea igual
cuando ninguno esté tan puro
como para reírse delante del espejo
cuando yo pregunte
cuando todo se repita
y ustedes no me quieran ver.
Cuando me desarme
cuando me arme
cuando me canse
cuando los acuse
cuando me despierte
cuando llore
cuando me rinda.
¿De parte de quién estará el espejo?

APOLOGÍA DE LA NADA

Amo los caballos cuando van veloces hacia la nada
amo el mar cuando llega a la nada de la arena.
De los caballos amo su altivez
la brillante sagacidad del ojo
del mar amo como envuelve a la arena
y le deja esa huella lisa y fugaz
en ambos el leve temblor de lo imperecedero
ese instante en que saltan los recios músculos
ese mínimo instante en que el agua salta sobre el agua
y tiemblan ambos
porque saben
yo lo sé
que van hacia la nada
y aún asíno se detienen.SEIS HORAS DE DIFERENCIA
Son las diez de la mañana
y del otro lado del mundo duermen
estas seis horas de diferencia
de atraso
de disminución
de franca desesperanza
aún en los relojes.
Son las diez de la mañana
y alguienme ha recordado de modo despectivo
que aunque despierte seis horas antes
en realidad sigo siendo de allá
del otro lado del mundo.

Homenaje a Víctor Batista Falla

Homenaje a Víctor Batista Falla

El pasado domingo 12 de abril murió en La Habana, víctima del coronavirus, el editor y mecenas cubano Víctor Batista Falla (1933-2020), alguien que ha trascendido por su gran obra en pro de nuestra cultura. De visita en Cuba después de sesenta años de no haber pisado suelo patrio, su fallecimiento se produjo en el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK). Procedente de una de las familias cubanas más adineradas antes de 1959, los que amamos la cultura nacional en su sentido más amplio, siempre tendremos que agradecerle de forma especial la puesta en marcha de una idea como la de la Editorial Colibrí, que funcionó en Madrid entre 1998 y 2013, proyecto en el que se publicaron libros ensayísticos e historiográficos, un catálogo fundamental para comprender a Cuba, ya sea desde la discrepancia o el acuerdo con las tesis abordadas por el grupo de autores que encontraron en Víctor Batista Falla a un auténtico promotor cultural. Es pues de desear que esos títulos sean leídos y estudiados a profundidad, lo cual ha de ser el mejor homenaje a un hombre que con su quehacer inscribió para siempre su nombre en el panteón de la cultura cubana.

En Miradas Desde Adentro rendimos un sencillo pero sincero tributo a Víctor Batista Falla por medio de reproducir el obituario que Rafael Rojas Gutiérrez escribió en nombre del comité editor de Cuban Studies como homenaje a este desaparecido compatriota.

Obituario

El domingo 12 de abril, en la tarde, falleció Víctor Batista Falla en el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí de La Habana. A principios de marzo, el importante intelectual y editor cubano había viajado por primera y única vez a la isla, después de seis décadas de exilio. La pandemia del coronavirus lo sorprendió en la ciudad donde nació en 1933.

Batista Falla perteneció a una de las familias más ricas de la Cuba anterior a 1959. Su padre, Agustín Batista y González de Mendoza, era dueño de uno de los mayores bancos de la isla, The Trust Company of Cuba, y su madre, María Teresa Falla Bonet, fue una de las herederas de la fortuna azucarera del santanderino Laureano Falla Gutiérrez. Ambas familias de banqueros, empresarios y hacendados católicos eran conocidas por sus obras filantrópicas y culturales: construyeron el oncológico Hospital Curie del Vedado y financiaron la Orquesta Filarmónica de La Habana, el Patronato Pro Música Sinfónica y la Sociedad Pro-Arte Musical.

A fines de los 50, Víctor Batista ingresó a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de La Habana y, junto a su hermano Laureano, un intelectual católico cercano al núcleo fundador del Partido Demócrata Cristiano, comenzó a frecuentar los círculos literarios y artísticos de la isla. Por las tertulias de su casa pasaron algunas de las figuras centrales del debate intelectual cubano de aquellos años como Jorge Mañach, Cintio Vitier, Luis Aguilar León y Guillermo Cabrera Infante.

Al producirse la radicalización socialista de la Revolución, los Batista Falla, que no simpatizaron con el régimen batistiano, se exiliaron como tantos jóvenes católicos de su generación. En su primer destino de exilio, Nueva York, Víctor Batista financió y fundó, junto con el escritor Raimundo Fernández Bonilla, la revista Exilio (1965-1973). En aquella publicación, ilustrada con los grabados op art de Waldo Díaz Balart, colaboraron algunos de los mayores escritores y pensadores cubanos en el exilio: Eugenio Florit, Lydia Cabrera, Gastón Baquero, Lino Novás Calvo, Humberto Piñera Llera, José Mario, Lorenzo García Vega.

Batista mostró desde muy joven un gran interés en la historia política y las ciencias sociales de la isla. De ahí que abriera su revista a la producción académica que comenzaban a realizar profesores cubanos instalados en importantes universidades de Estados Unidos. Un número de Exilio, editado en la primavera de 1970, recogió ensayos de varios de los miembros fundadores del Instituto de Estudios Cubanos: Lourdes Casal, María Cristina Herrera, José Ignacio Rasco, Luis Aguilar León, Mercedes García Tudurí y Carmelo Mesa-Lago. A fines de la década, Batista fundó otra revista, hoy de culto entre la nueva generación de escritores latinoamericanos: escandalar (1978-1984). Dirigida por el poeta, narrador y ensayista Octavio Armand, con Batista encabezando la lista de “Asesores” y un Consejo de Redacción de lujo (Octavio Paz, Guillermo Cabrera Infante, Severo Sarduy, Salvador Garmendia, Julio Ramón Ribeyro, Helena Araújo, Mark Strand…), escandalar propició algunos de los debates centrales de la producción literaria latinoamericana desde Nueva York. Allí se leyeron inéditos de José Lezama Lima y Virgilio Piñera, Lydia Cabrera escribió sobre medicina popular afrocubana, Antonio Benítez Rojo discurrió sobre el Caribe y la plantación azucarera, Natalio Galán describió la “psicosis guarachera”, Julio Miranda habló de los “cubanos invisibles” y Heberto Padilla publicó sus “apuntes sobre Paradiso”.

A mediados de los 80, Víctor Batista se trasladó a Madrid, donde se reencontró con una colonia de exiliados a la que lo unían viejos lazos: Gastón Baquero, Martha Frayde, Mario Parajón, Anabelle Rodríguez, Pío Serrano, Felipe Lázaro… Su gran amistad y colaboración con el erudito Mario Parajón dejó un legado tangible : los ocho volúmenes de las Obras Completas (1995-1999) de Jorge Mañach, que siguen siendo de consulta obligada para quienes se tomen en serio la historia de las ideas en Cuba.

Aquella colonia madrileña creció entre fines de los 80 y principios de los 90, cuando arribó a España una nueva generación de intelectuales cubanos: Jesús Díaz, Manuel Díaz Martínez, Carlos Espinosa Domínguez, Rafael Zequeira, Carlos Cabrera, Iván de la Nuez. El encuentro de esas dos generaciones de exiliados produjo la que sería la publicación cultural emblemática de la diáspora de los 90: Encuentro de la Cultura Cubana (1996-2009). Víctor Batista fue uno de los referentes de aquella publicación fundada, en Madrid, por Jesús Díaz.

De la experiencia de los primeros años de Encuentro, una revista que siempre concedió un lugar central al ensayo, la historia y las ciencias sociales, surgió la idea del proyecto al que Batista entregaría los últimos años de su vida: la editorial Colibrí. Pensada como una plataforma editorial donde dar cabida a la producción ensayística y académica cubana, fuera de la isla, pero capaz de intervenir en los grandes debates económicos y políticos, culturales y sociales, literarios y artísticos de la nación, Colibrí lanzó una amplia convocatoria a académicos y críticos de todas las generaciones de la diáspora.

Una parte considerable del trabajo editorial, que Víctor Batista encabezó con Helen Díaz Argüelles, tuvo que ver con la traducción al español de clásicos de la producción académica cubana en Estados Unidos. Fue así como aquella pequeña imprenta de Madrid dio a conocer las únicas ediciones en castellano que existen de libros refereciales de Marifeli Pérez Stable, Carmelo Mesa Lago, Roberto González Echevarría, Jorge I. Domínguez, José Manuel Hernández, Rafael Fermoselle, Gustavo Pérez Firmat, Enrico Mario Santí, Alejandro de la Fuente, K. Lynn Stoner, Anke Birkenmaier y Robin Moore, por sólo mencionar algunos.

Desde un inicio, la editorial también se abrió al campo más propiamente ensayístico, como muestra la hermosa antología de escritos del músico Julián Orbón, La esencia de los estilos (2000). Ese flanco se desarrolló mucho más en los últimos años de la editorial con autores como Antonio José Ponte, Jorge Luis Arcos, Jorge Ferrer, Wilfredo Cancio Isla, Ernesto Hernández Busto, Duanel Díaz, Sergio Ugalde Quintana, Enrique del Risco, Alexis Jardines, Orlando Jiménez Leal o Manual Zayas.

Las decenas de volúmenes que conforman el catálogo de Colibrí, así como los más de veinte años que Batista dedicó a revistas como Exilioescandalar y Encuentro, conforman un testimonio estremecedor de la entrega de este intelectual exiliado a su cultura. Una cultura que siempre entendió de manera incluyente, sin desconocer la centralidad de la isla en un territorio que intelectualmente la desbordaba. Quienes lo conocimos sabemos que la interlocución de Batista, en Madrid, con académicos e historiadores de la isla, fue permanente. Muchos de ellos pueden dar fe de lo anterior.

También sabemos de sus constantes esfuerzos, como de los de Jesús Díaz con Encuentro, por enviar ejemplares a la isla e incorporar autores residentes en Cuba. Muchos de esos esfuerzos se frustraron, pero a juzgar por la producción intelectual cubana de las dos últimas décadas, no pocos número de Encuentro y libros de Colibrí llegaron a las manos que debían. Constatar que sus libros eran leídos por jóvenes historiadores de la isla fue uno de los mayores orgullos de Víctor Batista al final de su vida.

La revista Cuban Studies rinde homenaje a este gran cubano, a este editor exiliado, cuyo epitafio podría ser: “por sus libros lo conoceréis”. A propósito de los impresores de libros en Estados Unidos, escribió José Martí: “Una pistola hace temblar… Un libro, aunque de mente ajena, parece cosa como nacida de uno mismo, y se siente uno como mejorado y agrandado con cada libro nuevo”. Esa herencia invaluable nos deja Víctor Batista Falla: sus libros.

Rafael Rojas (autor), Alejandro de la Fuente y Lillian Guerra (editores) y miembros del Comité Editorial de Cuban Studies: Michael Bustamante, Odette Casamayor Cisneros, Julio Antonio Fernández Estrada, Ada Ferrer, Luis Miguel García Mora, Mario González Corzo, Yvon Grenier, Jennifer Lambe, Carmelo Mesa-Lago, Robin Moore, Lisandro Pérez, Enrico Mario Santí y Ricardo Torres

De nuevo en el ciberespacio – Por Joaquín Borges-Triana

De nuevo en el ciberespacio – Por Joaquín Borges-Triana

A propósito del primer aniversario de Miradas Desde Adentro,  en mi anterior post publicado en el sitio yo escribía:

“cada edición de Miradas Desde Adentro ha tratado de recoger los sucesos fundamentales de la cultura cubana, pero sin un enfoque excluyente sino todo lo contrario.

“Por eso, aquí hemos estado abiertos a informar acerca de sucesos del arte de nuestro país en sus múltiples expresiones, sin establecer distingos entre el facturado dentro de las fronteras cubanas como el llevado a cabo en la diáspora, porque a fin de cuentas siempre es más lo que nos une que lo que nos separa.

“Así pues, sobradas son las razones para darnos un autohomenaje porque si bien aún no hemos conseguido lo que nos propusimos de inicio y como toda utopía también atesoramos una que otra frustración, lo importante es intentarlo.

“En nombre de quienes hemos participado en el proyecto, Leticia, Chao y yo, puedo asegurar que este  nos ha enriquecido espiritualmente y en él encontramos la energía necesaria para seguir adelante mientras la buena suerte nos acompañe.

“Ahora, como corresponde tras un año de trabajo, nos tomamos unas vacaciones para recargar las pilas.”

Después de esas bien ganadas vacaciones, es el momento justo de volver al ciberespacio. El hecho de permanecer en casa por la existencia del coronavirus y la realidad de que ya he experimentado con las mil y una formas del ocio, me anima a aportar algo a la causa de tener uno que otro material para leer en medio de nuestra voluntaria reclusión domiciliaria.

Como siempre he expresado, este es un proyecto que no quiero sea solo mío, por lo que te invito a aportar colaboraciones. También te informo que en cuanto la actividad normal sea retomada, reiniciaré las entrevistas y comentarios en mi canal de YouTube. Por lo pronto y a modo de recordatorio, te reitero cuáles son mis espacios en la red de redes:

Sitio personal con artículos:

https://looksfrominside.com

Canal de YouTube, sería bueno suscribirse (opción que aparece en cualquiera de los videos o esquina superior derecha del canal. Si no tienes cuenta de google puedes guiarte por este link):

https://www.youtube.com/channel/UCwB4smI0KXHvx9EaHxzOG4A

Página en Facebook, sería bueno dar click en “Me Gusta” de la página en sí, para quedar subscrito:

https://www.facebook.com/joaquinborgestriana

Por favor, recuerda aquello de «Coopere con el artista cubano» y tírame un cabo con solo subscribirte o pasarle esta información a una de tus amistades.

Agradecido como un perro (al decir de ese gran poeta que fue y es Rafael Alcides), mucha suerte y sanos humos o buenos alcoholes según sea tu gusto.

Autohomenaje

Autohomenaje

Este 28 de octubre de 2019, justo hace un año que salió la primera edición de nuestro espacio. Quienes estamos involucrados en el proyecto, que abarca un sitio en la web así como un canal en YouTube, nos sentimos felices por lo hecho. En los anteriores doce meses, cada edición de Miradas Desde Adentro ha tratado de recoger los sucesos fundamentales de la cultura cubana, pero sin un enfoque excluyente sino todo lo contrario.

Por eso, aquí hemos estado abiertos a informar acerca de sucesos del arte de nuestro país en sus múltiples expresiones, sin establecer distingos entre el facturado dentro de las fronteras cubanas como el llevado a cabo en la diáspora, porque a fin de cuentas siempre es más lo que nos une que lo que nos separa.

Así pues, sobradas son las razones para darnos un autohomenaje porque si bien aún no hemos conseguido lo que nos propusimos de inicio y como toda utopía también atesoramos una que otra frustración, lo importante es intentarlo.

En nombre de quienes hemos participado en el proyecto, Leticia, Chao y yo, puedo asegurar que este  nos ha enriquecido espiritualmente y en él encontramos la energía necesaria para seguir adelante mientras la buena suerte nos acompañe.

Ahora, como corresponde tras un año de trabajo, nos tomamos unas vacaciones para recargar las pilas.

A quienes de una u otra forma han colaborado con la idea, por ejemplo, varios de mis alumnos de Historia del Arte en la Universidad de La Habana y la comunicadora Isely Ravelo Rojas, o a los que sólo se vinculan con nosotros desde la condición de visitantes esporádicos de Miradas Desde Adentro y de nuestro canal en YouTube,  de corazón ¡gracias!

Celebraciones por cumpleaños de Miradas Desde Adentro (III)

Celebraciones por cumpleaños de Miradas Desde Adentro (III)

El próximo 28 de octubre, este modesto sitio del ciberespacio cubiche cumple un año de vida y aquí lo estamos celebrando con la reproducción de varios textos que me he leído recientemente y que me parece son materiales que vale la pena compartir con los seguidores de esta utopía que, al fin y al cabo, es Miradas Desde Adentro. Ojalá que lo disfruten tanto como yo.

 

Una novela que se sueña a sí misma

En Tres en una taza, Froilán Escobar recrea La Habana de los años 70, con sus dolorosas contradicciones y paradojas. Una época hermosa, pero también oscura y terrible

 

Carlos Espinosa Domínguez

 

Los cinco siglos a los que este año arriba La Habana brindan un buen pretexto para leer o releer, según sea el caso, algunas de las obras de escritores cubanos que tiene como escenario nuestra capital. El listado es extenso y hay bastante donde espigar. Entre esos libros, he escogido uno cuya lectura es tan disfrutable como gratificante.

 

Su autor es el escritor y periodista Froilán Escobar (San Antonio de los Baños, 1944), quien en la actualidad reside en Costa Rica, cuya nacionalidad ha adoptado. Su bibliografía es abundante y sólida, y aunque es más conocido por su faena narrativa también ha incursionado en la literatura para niños y jóvenes (El monte en el sombrero, 1978; La vieja que vuela, 1990, Premio de la Crítica; Ana y su estrella de olor, 1994; El cartero trae el domingo, 1995) y el testimonio (El Che en la Sierra Maestra, 1973; Che Sierra adentro, 1988; Martí a flor de labios, 1990). En el campo de la prosa de ficción, ha publicado, entre otros títulos, El patio donde quedaba el mundo (1997), Largo viaje de ceniza (2001), Ella estaba donde no se sabía (2006, Premio Aquileo J. Echeverría) y La última adivinanza del mundo (2009).

 

En Tres en una taza (Ediciones Bagua, Madrid, 2018, 168 páginas; Uruk, San José, 2016, 151 páginas), Froilán Escobar recrea La Habana de los años 70, con sus dolorosas contradicciones y paradojas. Una época hermosa, pero también oscura y terrible. Todo eso se plasma en la novela a través de un contrapunto de opuestos, pues como sostiene su autor, “solo así podía ser fiel a lo que viví. Solo así podía salirme de lo encapsulado, de lo unilateral, para mostrar, a la vez, un mundo donde la realidad perturbadora se mezcla con el delirio hasta el punto de crear dimensiones esquizofrénicas, inesperadas, inquietantes”.

 

“La ciudad se me va. Abro los ojos y los vuelvo a cerrar para cerciorarme de lo que está ocurriendo (…) Aún faltaba mucho para que llegara el mañana prometido, el futuro que se proponía, pero ya la gente estaba yéndose. A diario. En avalancha. ¿Tú también te vas?, me preguntó visiblemente angustiado un amigo con el que me encontré cuando atravesaba el Parque Central. No, ¿y tú? Era la pregunta obligada. Porque, poco a poco, todos se iban. Abandonaban la ciudad. Se valían de cualquier medio de transporte. Una lancha, una balsa, un salto de garrocha, un ataúd incluso. Tenía la sensación de que la gente y los edificios que uno todavía podía ver o que me pasaban por el lado, no eran más que las últimas representaciones configuradas por las propias palabras de los que se despedían. Me estaba quedando solo en La Habana”.

 

El fragmento anterior pertenece al inicio de la novela. En medio de ese tropel de personas que se van, el narrador siente la sirena de la ambulancia que había salido hacia el número 162 de la calle Trocadero. Allí la aguarda el escritor José Lezama Lima, sentado en su sillón. Un viento aciclonado e inaudito asola la ciudad y se lo lleva todo. El narrador advierte que todo lo que estaba donde siempre había estado, ya no está: las calles, los edificios, la gente, “habían sido sacados, sustituidos, como si en ese momento acabara de llegar el futuro y borrara todo lo de atrás. O como si en ese irse estuviera el virus, la evidencia irrefutable de que estábamos contaminados de irrealidad”.

 

En la primera página se lee esta cita de Lawrence Durrell: “Quisiera escribir un libro que soñase”. Y eso es en buena medida Tres en una taza, una novela que se sueña a sí misma. Froilán Escobar se decanta por la experimentación y el riesgo y ha escrito una obra en la que la realidad y la fantasía se entrelazan indisolublemente. De esa relación entre una y otra surge un universo singular, en el que los planos temporales se alternan y se superponen, y lo real se ve desbordado por sus múltiples aristas. Pero como apunta Cintio Vitier en un breve texto que se reproduce, lo que poéticamente Froilán Escobar se imagina nunca es irreal, sino un ejemplo de “la capacidad que tiene la realidad misma de producir las imágenes que mejor la revelan”.

 

Una novela al modo convencional difícilmente podría atrapar el grado de paradoja y esquizofrenia de la sociedad en la cual le tocó vivir al narrador. De ahí que para tratar de entenderla se invente una alucinación que le permita expresarla. Asimismo, no bastaba para ello que contase solamente su historia, y por eso incluye las de otros personajes que también compartían las mismas ilusiones que entonces empezaban a perder.

 

El narrador es un joven periodista a quien han expulsado de la revista donde laboraba. ¿La razón? Junto con otro colega, preparó un número dedicado al Che en la Sierra Maestra, por el cual lo acusaron de “diversionismo ideológico”. En la reunión en el Colegio de Periodistas no lo acusaron directamente, solo le dijeron que a partir de ese momento no continuaría en la revista y que se iría a laborar en la agricultura. Finalmente, lo enviaron a la construcción de un hospital, lo cual lo hace comentar: “El trabajo que hacen los que sustentan el país, era el castigo. Qué ironía para los que lo hacían. ¿Ellos también, entonces, estaban castigados? ¿Por qué nos empeñamos en hacer creer que los paraísos son ejemplares? Un galimatías”.

 

Lezama Lima recorre toda la novela

 

Entre las historias contadas en la novela, está la del viaje iniciático por La Habana que realiza el narrador. Lo hace en un autobús que, en lugar de desplazarse por calles y avenidas, atraviesa la ciudad por dentro: “Fue un azaroso viaje por corredores, baños y azoteas a punto de caerse, en el que finalmente, luego de un largo y tortuoso recorrido, paralelo a una calzada más bien enorme de Jesús del Monte, bajamos a un primer piso, donde quedaba el apartamentico de Wichi, en La Víbora (…) La guagua tuvo que esquivar una tendedera con calzoncillos colgados al sol antes de, luego de un viraje, detenerse en el cuarto. No tenía mucha diferencia con el mío, pero sí tenía baño. Todo estaba regado allí, con muchos libros tirados sobre la cama. ¿Un café?, preguntó, y el chofer y yo, al unísono, les dijimos que sí”. En algún momento del periplo, la guagua se topa en Miramar con otra que ha chocado contra la cerca de una embajada. Inmediatamente, los pasajeros que iban en ella aprovecharon el hueco que se hizo y corrieron a meterse.

 

Asimismo, hay historias surreales que corresponden a una realidad surreal. Un antiguo miembro del Partido Socialista Popular, acusado de microfracción de deslealtad, pasó de miembro del Comité Central a ser un simple ciudadano y tuvo que estudiar leyes para comenzar de nuevo. Entre otros casos, le tocó defender a un chino a quien se le imputaba por tenencia ilegal de divisas. El fiscal calificó su delito de contrarrevolución y pedía treinta años de cárcel. Al defenderlo, el abogado alegó que el señor fiscal no se había fijado en la fecha de los dólares. Estos carecían de otro valor que no fuese el numismático: eran una herencia dejada por el bisabuelo y databan de finales del siglo XIX. Y como aparte de la realidad, la novela se nutre de la imaginación también se cuenta el suceso de una negra vieja que camina en contra del viento huracanado y se va volando por los techos de la ciudad, agarrada a un gajo de paraíso. Mientras se remonta por el aire, va diciendo constantemente: “Paraíso santo, como tú sabes quiero subir…”.

 

Entre los otros personajes, hay figuras de la vida cultural de esos años: Luis Rogelio Nogueras, Guillermo Rosales, Eloy Machado “el Ambia”, José Lezama Lima. Este último recorre toda la novela, que refleja, con una mezcla realidad y ficción, sus días finales. Era su etapa de marginación y el narrador lo visitaba en su casa: “Ya son pocos los amigos que vienen a visitarme, dijo como si pronunciara un significante vacío, con tono de queja, como si estuviera a punto de un silencioso sacrificio. ¿Usted sabe, joven, a qué se debe esa ausencia de cifra cabalística y presagios oscuros? Le dio vuelta al tabaco en su boca y echó un humo que le escondió la cara (…) Aunque estoy muy lejos de estar abriendo con las uñas un pequeño hueco en la pared, me hacen invisible. Ya no espero a nadie, sin embargo insisto en que alguien como usted tenía que llegar. Cuando me han negado con furia yo he sabido esperar. Hay que saber esperar”.

 

En una novela pródiga en pasajes conmovedores y hermosamente escritos, el autor de Paradiso ocupa varias de ellas. Lo cual responde, talento aparte, a los encuentros personales y al profundo conocimiento de la obra lezamiana de Froilán Escobar. Eso nos permite, anota en el prólogo Luis Manuel García Méndez, “literalmente, escuchar a Lezama en estas páginas sin que el autor pretenda suplantar su voz, algo muy de agradecer entre tanto neolezamiano trasnochado”.

 

Hasta aquí me he referido al narrador de Tres en una taza en singular. Lo cierto es que no es así. El autor deviene protagonista y se desdobla en Yo y Tú. El primero es el que escribe la novela, el segundo el que la vive. Yo es un personaje de carne y hueso, mientras que Tú es una figuración. Ambos están enamorados de B, una mujer peregrina y cimbreante que se siente más cercana a Tú. Uno y otro son el mismo personaje, que se halla escindido por la doble existencia que le tocó vivir. Esa rivalidad trágica entre dos posibles alternativas del mismo, probablemente hará que más de un lector o lectora exclame: “Qué jodienda, coño”. En todo caso, es pertinente decir que no resulta difícil entrar en ese recurso técnico, que cobra sentido a medida que se avanza en la lectura. Y, además, siempre es saludable aquello que estimule la reflexión.

 

En Tres en una taza, Froilán Escobar pone de manifiesto su maestría narrativa, al convertir unos elementos tan numerosos y heterogéneos en un entramado coherente y compacto. Las numerosas historias se engarzan de modo orgánico, y de igual modo al permanente juego de realidad e irrealidad que es la novela, logra incorporar vivencias autobiográficas que le dan valor como testimonio generacional. Está escrita además con ritmo trepidante y con una prosa elegante y fina, que, sin embargo, no vacila en incorporar expresiones de nuestra habla popular. Acierta, pues Luis Manuel García Méndez, al expresar que más que un libro, Tres en una taza es una fiesta de la imaginación y del lenguaje.

 

Tomado de: www.cubaencuentro.com

Celebraciones por cumpleaños de Miradas Desde Adentro (II)

Celebraciones por cumpleaños de Miradas Desde Adentro (II)

El próximo 28 de octubre, este modesto sitio del ciberespacio cubiche cumple un año de vida y aquí lo estamos celebrando con la reproducción de varios textos que me he leído recientemente y que me parece son materiales que vale la pena compartir con los seguidores de esta utopía que, al fin y al cabo, es Miradas Desde Adentro. Ojalá que lo disfruten tanto como yo.

 

La utopía paralela de Iván de la Nuez

 

Por Magaly Espinosa

 

Tomás Moro jamás habría llegado a soñar que una isla utópica iba a existir algún día en la realidad.

Gerardo Mosquera

 

En el centro histórico de Barcelona, La Virreina Centro de la Imagen exhibe desde el 20 de julio y hasta el próximo 27 de octubre La utopía paralela. Ciudades soñadas en Cuba (1980-1993), curada por Iván de la Nuez con la colaboración de Atelier Morales (integrado por los arquitectos Teresa Ayuso y Juan Luis Morales).

 

Esta muestra reúne un numeroso grupo de arquitectos y algunos artistas que pensaron la ciudad desde ese espíritu de renovación que caracterizó el proyecto socialista cubano en sus primeras décadas, precisamente el período en el que crecieron y se educaron la mayoría de los participantes[1].

 

Para una comprensión eficaz, la museografía ha dispuesto ocho salas temáticas: “Ciudad Prólogo”, “Monumentos en presente”, “Una habitación en el mañana”, “Utopías instantáneas”, “Reconstruir el Malecón para romper el Muro”, “Guantánamo: última frontera de la guerra fría”, “La ciudad invisible” y “Luces de la ciudad”; organización pensada para brindar una visión compacta y a la vez extraordinariamente impactante de lo que significó ese sueño volcado en el espacio público y acotado en apenas una década.

 

El propio curador hace hincapié en que la exposición “constituye una arqueología que rescata distintos proyectos de ciudades y estrategias urbanas concebidas por la generación de arquitectos nacidos con la Revolución y que emergieron a la luz pública en la década de los ochenta del siglo pasado”.

 

En el aval de un pensador como Iván de la Nuez, ya es usual encontrar proyectos que penetran la esencia de los procesos culturales. En esta ocasión, como en algunas anteriores —Cuba, la Isla posible, Cuba y sus futuros e Iconocracia. La imagen del poder y el poder de las imágenes en la fotografía cubana contemporánea—, el ardid de reunir obras y creadores fue un pretexto para pensar la realidad cubana partiendo de una historia que se remonta, en este caso, a más de tres décadas.

 

Cuba, la Isla posible (CCCB, 1995) se acercó al teatro, la literatura, el cine y las artes visuales, aglutinando obras y pensadores de esos campos; en Cuba y sus futuros (CCCB, 2009) coincidieron un grupo de expertos de distintas áreas de las ciencias sociales; Iconocracia (CAAM, Las Palmas de Gran Canaria, 2016) se resumió en un catálogo.

 

Siguiendo esta perspectiva, si se estudia en conjunto el trabajo de Iván de la Nuez como curador y ensayista, se puede apreciar la correlación que existe entre una y otra actividad: un binomio por medio del cual texto e imagen nos ayudan a comprender, entre otras cosas, lo rico y complejo que es el concepto de utopía cuando se plantea considerando la cultura como una totalidad.

 

Este enfoque ha estado presente no solo en las muestras antes señaladas, sino también en otras de carácter internacional, como es el caso de Inundaciones (Proyecto multimedia, CCCB-Editorial Península, 1999), Parque humano. Una exposición de criaturas globales (Palau de la Virreina, 2002), Postcapital (La Virreina Centro de la Imagen, 2006), Atopía. El arte y la ciudad en el siglo XXI (CCCB, 2010) y Nunca real / Siempre verdadero (AzkunaZentroa, Bilbao, 2019).

 

Tal metodología de trabajo es uno de los modelos más definitivos entre los emprendidos por curadores cubanos, tanto los que trabajan en la Isla como los que lo hacen fuera de ella[2]. De la Nuez consigue que la cultura se exprese desde sus producciones, combinando el artefacto artístico con las vivencias y reflexiones que lo rodean, permitiendo con ello que el interesado conozca no solo de obras de arte, sino del contexto en el que germinaron y de su destino social.

 

Para postular sobre ese destino, con esa facilidad que posee para entrelazar sucesos y acontecimientos, de la Nuez combina arte con sociología, teoría política, historia, estética y antropología, situando en paralelo los pasados difíciles y complejos del presente cubano. Pensar sobre el futuro es una constante a lo largo de su obra.

 

La lógica de La utopía paralela aflora a partir de los años que comprende y, como afirma su gestor, cada uno de sus componentes concentra el significado y el sentido de su totalidad. Solo así es posible acercarse a una historia que nos devela, a su vez, la lógica bajo la que se estructuró un movimiento de arquitectos y artistas que, al igual que el movimiento de las artes plásticas que lo acompañó temporalmente, no tenía programa ni manifiestos concretos, y cuyas contingencias —a contrapelo de lo ocurrido en América Latina, en un tiempo en el que las luchas políticas eran intensas— no se caracterizaron por una lucha entre clases y sectores sociales, sino por las acciones concretas de algunos participantes que se consideraban a sí mismos como parte de la transformación social que vivía Cuba[3].

 

En este sentido, el propio Iván ha insistido sobre las particularidades del proceso cultural cubano, argumentando que era el único modelo socialista de inspiración occidental, no regido por el mercado y con ideales sólidos de transformación social; ello connotó sobremanera las iniciativas urbanas que esta muestra exhibe, acotando una experiencia que iba más allá del gesto constructivo, penetrando el terreno de una ideología ética: “En el hecho de saber que, cuando soñamos ciudades, en realidad lo que buscábamos es la posibilidad de reconstruirnos como conglomerado humano”.

 

La dimensión temporal, 1980-1993, se argumenta en las palabras finales del plegable: “Entre una y otra fuga se activa esta arquitectura crítica que, paradójicamente, solo hubiera podido existir dentro de un modelo socialista. Una utopía colectiva obsesionada por convertir la arquitectura en ciudad. Y la ciudad en ciudadanía”.

 

La utopía que lo sustenta se adhiere a la idea de lo que esta puede implicar como concepto al procurar hacer el socialismo en una isla del Caribe; por eso es tan importante comprender la implicación personal de sus participantes, porque las ilusiones no cumplidas, que caracterizan a cualquier utopía, fueron vividas como posibles para ellos.

 

La amplitud de propuestas abarcan escenarios que van desde proyectar una Casa de Cultura en el pequeño pueblo de Velasco, una serie de intervenciones urbanas para la remodelación del también poblado de Caimanera (bordeando la Base Naval de Guantánamo), la posibilidad de un crecimiento adecuado y de bajo costo para Habana Vieja y el plan de una plaza para bailes populares (el Congódromo, concebido en homenaje a Chano Pozo y situado en pleno Centro Habana), hasta la reinvención del Malecón de cara al futuro, planteándose ajustar un espacio que es frontera y al mismo tiempo apertura.

 

Reunir proyectos sobre el trabajo con espacios de valor cultural, al lado de otros más arraigados en la vida cotidiana, sirvió de base a una museografía ingeniosa, ya que transitando por cada una de las salas nos acercamos a la tremenda fuerza de un proceso creativo que implicaba una ideología que fluía en una estética urbana. Este binomio, entre otros factores, domina las paradojas del pensamiento de Iván de la Nuez; paradojas que en esta ocasión han tenido la particularidad de expresarse entre proyectos, dibujos, collages, maquetas y animaciones.

 

Es de agradecer el trabajo de pesquisa “detectivesca” de curadores y colaboradores para localizar proyectos, dibujos y documentación original, tanto en La Habana como en varias ciudades del mundo, al que se unió la gestión decisiva, con enfoque patrimonial, realizada por el equipo de La Virreina Centro de la Imagen para que se pudieran apreciar estas obras con la calidad debida.

 

La exposición ha devenido también encuentro social de altos quilates, que hizo coincidir en Barcelona a los participantes que vivieron y crearon esas utopías, y que la vida dispersó más allá del paisaje insular. El maestro Gilberto Seguí se acompañó de varios de sus discípulos, compañeros de trabajo y amigos como Teresa Ayuso, Daniel Bejerano, Rosendo Mesías, Juan Luis Morales y Rolando Paciel, quienes se movían entre el público intercambiando con la misma afabilidad de aquellos días de hace tres décadas, como si la distancia de los años no tuviera más significado que el de contar anécdotas.

 

Valga esta muestra, además de lo que significa como evento artístico, por este espacio que le dio vida a la utopía, convirtiendo la memoria en acontecimiento y a los sueños en la posibilidad tangible de su concreción, y dándole a esa ciudad mágica que es La Habana el poder para adueñarse de una parcela de Barcelona.

 

Demos las gracias a Iván de la Nuez, una vez más, por su enorme contribución para pensar el arte como cultura, la cultura como sociedad y el presente como futuro.

 

Estas palabras en Hypermedia Magazine son solo el preludio de una intención, mi deseo de que la presente muestra nos regale en algún momento un catálogo, con las reflexiones de inspiración marxista que despiertan el ánimo de hacer espacio ciudadano. Porque aún habría que desbrozar el camino de cómo el “Hombre Nuevo” tuvo en sus manos la posibilidad de perfilar un “Mundo Nuevo” en su mismo tiempo histórico.

 

Notas:

 

[1] En la exposición están representados Ramón E. Alonso, Teresa Ayuso, Nury Bacallao, Juan Blanco, Francisco Bedoya, Daniel Bejerano, Inés Benítez, Walter Betancourt, Emilio Castro, Felicia Chateloin, Orestes del Castillo, Mario Durán, Adrián Fernández, José Fernández, Rafael Fornés, Maria Eugenia Fornés, Vittorio Garatti, Eduardo Rubén García, Óscar García, Universo Francisco García, Florencio Gelabert, Roberto Gottardi, Hedel Góngora, Alejandro González, Juan-Si González, Gilberto Gutiérrez, Héctor Laguna, Lourdes León, Julio Le Parc, Teresa Luis, Jorge Luis Marrero, Rosendo Mesías, Juan Luis Morales, Huber Moreno, Rolando Paciel, Ricardo Porro, Enrique Pupo, Ricardo Reboredo, Carlos Ríos, Patricia Rodríguez, Abel Rodríguez, Alfredo Ros, Gilberto Seguí, Regis Soler, Antonio Eligio Tonel y Eliseo Valdés.

[2] Diversos comisarios y críticos cubanos se han acercado al tema de la utopía a través de publicaciones y exposiciones, entre ellos se puede destacar a Gerardo Mosquera, Antonio Eligio Tonel y Eugenio Valdés. En el plano internacional, valga señalar los textos y ensayos de Rachel Weiss, Luis Camnitzer y Kevin Power.

[3] “Entre el 25 de octubre del 2012 y el 11 de marzo del 2013, en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid, España, se presentó la exposición Perder la forma humana. Una imagen sísmica de los años 80 en América […] se encontraba entre las piezas un documental cuyo título era El canto del cisne, realizado por el artista cubano Glexis Novoa. Ella se centraba en el arte de esos años en Cuba, al que se le denominó, por su riqueza y los cambios formales y de contenido, como un Renacimiento del Arte Cubano […] diferente de lo que se mostraba en la exposición, como sucesos ocurridos en el resto del continente en esos años, pues no se trataba de luchas callejeras o enfrentamientos policiales, era una lucha con otra tenacidad, nacida de artistas que en cierta medida se consideraban parte del proceso”.

 

Tomado de Hypermedia Magazine.

Celebraciones por cumpleaños de Miradas Desde Adentro (I)

Celebraciones por cumpleaños de Miradas Desde Adentro (I)

El próximo 28 de octubre, este modesto sitio del ciberespacio cubiche cumple un año de vida y aquí lo estamos celebrando con la reproducción de varios textos que me he leído recientemente y que me parece son materiales que vale la pena compartir con los seguidores de esta utopía que, al fin y al cabo, es Miradas Desde Adentro. Ojalá que lo disfruten tanto como yo.

 

La bailarina cubana Alicia Alonso y su último Giselle

Por Juan Orlando Pérez

La noche del 2 de noviembre de 1993 en el Gran Teatro de La Habana había una atmósfera de enorme tensión y desasosiego. Una multitud bien dispuesta y pintiparada había desbordado la platea y los balcones, y había ascendido hasta lo más alto, asomándose por el borde del gallinero y rozando con la cabeza el estucado del techo. Hasta espectadores habituales del teatro habían sido desplazados de sus lugares y se les veía entonces acompañados lo mejor posible en rincones bien molestos para el buen gusto. Ni siquiera la claque de balletómanos empedernidos había evitado ser relegada a puestos de malos aficionados. Todos haciendo severos pronósticos sobre lo que ocurriría en aquella función.

Alicia Alonso iba a bailar el pas de deux del segundo acto de Giselle, cincuenta años después de haber debutado en ese papel. Todo el mundo había dejado escapar un suspiro al oír esa noticia. Verdaderamente, es algo insólito que una bailarina pueda asistir al cincuentenario de su consagración estando todavía en activo, y aún mas que pueda enfrentar un personaje riguroso. Por lo tanto, los presagios sobre lo que ocurriría en la gala del homenaje no eran halagüeños. Los más optimistas esperaban que Alicia estuviera digna y que no se empañara demasiado la reputación de la gran artista. Los menos condescendientes habían pronosticado un desastre y tenían algún motivo para hablar así. Las temporadas de los años 92 y 93 habían sido regulares. El ballet languidecía tristemente y solo alguna figura extranjera, de paso fugaz por los festivales reavivaba la emoción de los aburridos espectadores. Las grandes bailarinas cubanas habían visto terminar sus mejores años y su lugar, por entonces, era acaparado en estricto monopolio por Rosario Suárez, Charín, cuyos trepidantes dúos con Lienz Chang se anunciaban por toda la ciudad, colmaban de público el teatro y levantaban en el aire a los fans en plena gritería. Poco después, Charín abandonó la compañía y sus fans quedaron mudos como una tapia. De repente, el público se había quedado sin estrellas a las que adorar y salvo alguna faena ocasional y sorpresiva, las funciones no pasaban de aceptables. En cuanto a Alicia, los escépticos no se ocultaban para manifestar su oposición a que continuara bailando. Después de haberla visto protagonizando Dido abandonada, Cleopatra eterna y otras piezas en que su esfuerzo físico era notable, muchos en La Habana consideraban que debía retirarse y culminar con honor una de las carreras más gloriosas del ballet. Solo unos pocos comprendían que Alicia siente por su oficio una pasión tan arrebatadora que se ha dispuesto a desafiar los pudores y cortapisas de la gloria. Por seguir bailando aunque sea pasajes mínimos y sin posibilidad de destaque, ha puesto sistemáticamente en juego su enorme prestigio. Probablemente ella piense que nada puede hacer ya que destruya el recuerdo de su prodigiosa y larga juventud en la memoria de los amantes del ballet. Tiene razón. Pero los jóvenes que van al ballet desde hace poco jamás la vieron en sus días de esplendor. No la vieron cuando Alejo Carpentier decía que Alicia dejaba de ser una persona para convertirse en una verdad. Ni cuando Lezama, viéndola bailar a los pies del Castillo de la Fuerza, creía que todos los hechizos sombríos habían sido vencidos. La mayoría solo ha visto por televisión el video de la función memorable en la que Alicia bailó Giselle con Vassiliev, y el de Carmen. Por el 93 muchos culpaban a Alicia de deteriorar su propia reputación, considerada patrimonio nacional.

Es bueno aclarar que esas opiniones eran francamente exageradas desde el punto de vista de un observador imparcial. Sucede que el público del ballet es un tanto especial, y si no se le ofrece un espectáculo a la altura de los de la época clásica del teatro imperial de San Petersburgo o de los tiempos de Diaghilev en París, se siente estafado y cree que lo que ha visto es un desastre. Curiosamente es el público más fiel. En el Gran Teatro de La Habana, en las funciones del domingo a media tarde, es posible encontrar personas que vieron nacer el Ballet Nacional en 1948, cuando se llamaba Ballet Alicia Alonso. Algunos estaban en el teatro la noche tremenda cuando Alicia bailó Carmen por primera vez. Han visto El lago muchas veces, tal vez más de cien, interpretado por bailarines de estilos y temperamentos muy diferentes. Pueden por eso comparar las nuevas figuras con las de antes, que son siempre las que salen ganando. Muchos miran con desdén a los jóvenes balletómanos que no han visto nada. Estos últimos, por su parte, manifiestan las adhesiones más furibundas y los desprecios más rotundos. Ahora adoran a Lorna Feijóo, como antes a Charín, aunque algunos, para no dar el brazo a torcer, digan que le preocupa más encantar al público con su poderío físico que con su interpretación integral. Pero cuando Lorna hace su ronda de fouettés en el tercer acto de El lago, o en un arabesque despampanante, no les queda más remedio que reconocer ante los amigos que estuvo divina. En propiedad, el público del ballet es muy heterogéneo. Se puede encontrar tanto artistas y escritores que están en el bombo como estudiantillos que acuden a su iniciación. También oficinistas, secretarias, bohemios, desocupados y turistas bien acompañados. Van vestidos de traje y corbata o de la manera más informal, aunque la administración ha puesto recientemente un cartel prohibiendo pasar en short. En suma, un conjunto pintoresco, emotivo y hasta pasional.

Esa multitud era la que esperaba aquella noche de noviembre del 93 que Alicia Alonso bailara otra vez el pas de deux del segundo acto de Giselle, pieza con la que encontró la gloria cuando pertenecía al American Ballet Theatre, pero aún no era una primera figura. La gran Alicia Markova debía interpretar Giselle pero enfermó repentinamente cuando ya el teatro había sido completamente vendido. Los directivos del Ballet Theatre preguntaron a las bailarinas jóvenes si alguna de ellas se atrevería a sustituir a Markova. A Alicia dudaron en preguntarle porque recién había sido operada en los ojos, pero fue precisamente ella la que se mostró dispuesta a hacer Giselle ante un público que esperaba a otra. Lo que ocurrió esa noche de 1943 parece haber sido excepcional puesto que los cronistas apenas saben describirlo. La más arrolladora y compensadora noche de triunfo, dijo Antón Dolin, el partenaire. Los pies de Alicia terminaron ensangrentados por el esfuerzo hecho en tan poco tiempo y se cuenta que, al finalizar la función, irrumpió en el camerino George Schaffe, un famoso coleccionista de objetos históricos del ballet, y arrancó la zapatilla de los pies de Alicia mientras daba gritos de «¡Para la historia! ¡Para la historia!» Esa historia estaba siendo desafiada medio siglo después «por pura obstinación», según la mayoría de las opiniones.

Fue una larga función. Hubo varias piezas en el programa, entre ellas un apreciable Grand pas de quatre, al que pocos prestaron atención. Todos estaban concentrados en el momento final, cuando Alicia saldría a escena y pudiera ocurrir una catástrofe no personal, de prestigio, sino cultural. El ballet en Cuba no es, como pudiera pensar un extraño solo una pieza de vitrina que se muestra como uno de nuestros logros. Da a nuestra cultura un secreto regocijo, el de lo cubano que se cuela en el salón clásico, que penetra en extrañas edades de oro a las que no ha sido invitado y baila en ellas desaforadamente en el centro del círculo de asombro. El Ballet Nacional y la obra de Alicia Alonso significa la tradición central de la cultura europea tomando formas perfectas en la plenitud cubana. Eso estaba en peligro si Alicia Alonso no hubiera cumplido aquella noche uno de los pocos milagros a los que asistiremos en la vida.

Ella lo hizo. Nadie que la haya visto podrá olvidar nunca su levedad y su pureza. Un suave trazo blanco atravesaba el aire, recogiéndose en puntos de grave y honda densidad, o difuminándose en ligeras y frágiles prolongaciones. Habitó durante un instante en una zona intermedia entre la muerte y la naturaleza superior, donde el cuerpo pierde el arbitrio de sus extensiones y adopta en cambio la fijeza de una hermosura inmortal. Tal vez, mientras bailaba, Alicia Alonso nos dijo algo que no podemos comprender en otro lenguaje que el suyo. Ella debe haber sentido una interrupción en la linealidad del tiempo, un instante abierto entre las sucesiones, por donde se cuela desde otra escala el fragor de la transfiguración de lo humano en la sustancia original. El pas de deux terminó y el teatro se vino abajo. Sobre Alicia llovieron pétalos de rosas, detalle un tanto kitsch, pero que llevó al paroxismo al respetable.

Alicia Alonso tal vez no bailara más. Ya en el último festival no lo hizo. Pero ahora no importa. Es la artista más grande de Cuba, y la compañía que creó, una de las instituciones fundamentales de la cultura de este país. Aunque uno no vaya al Gran Teatro de La Habana, es tranquilizador saber que allí siguen bailando Giselle y El lago. Mientras eso ocurra, de alguna manera, todos nosotros estaremos a salvo.

 

 

 

Este texto fue originalmente publicado en la revista Alma Máter.

¿A dónde vamos a parar?

¿A dónde vamos a parar?

“La anécdota, en la Tumba, siempre se hace canción. Nunca el canto recoge una ofensa. Uno busca siempre comportarse bien. Aquí jamás verá usted una pelea” (1)

Esta sería, quizás, la manera más hermosa de transmitir el legado musical o de interpretar los ritmos de hoy; pero de ello poco queda en nuestros días. Nos encontramos solo con recuerdos de lo que fue una buena música hecha para bailar. Es triste saber que lo que un día nos movió el piso -o los pies en todo caso- ahora se nos ha ido de las manos y de las mentes. Y la pena es aún mayor porque somos sujetos sonoros, estamos hechos de música, la escuchamos, la respiramos, la sentimos, la bailamos; a ella nos debemos porque de ella aprendemos que la vida puede ser más hermosa si la llevamos con nosotros, pero a ella no podemos recurrir porque hoy la encontramos deformada.

La razón de nuestra tristeza lleva el sello de la desesperanza y es compartida, en buena medida, por una parte de esta generación que ahora se encuentra desilusionada. Tal vez nos llamen locos, o reconozcan en nuestra posición una visión conservadora, pero la inquietud que nos mueve va mucho más allá. Compartimos la idea de que nada se mantiene igual, que incluso las esencias pueden variar porque en este mundo nada es absoluto. Pero no admitimos la intención que tienen algunos de corromper las almas, ni mucho menos, hacer del cuerpo un lugar de vergüenza. Esta opinión, por muy distópica que pueda sonar, es la base de este análisis que ahora les proponemos. Y quizás esta propuesta no devenga catequesis, sino terapia para una sanación espiritual, porque la música es eso, salud para el alma. Espero que, juntos, podamos encontrar en estas interpretaciones la cura para nuestros oídos enfermos y para nuestros ojos afectados por la “vulgaridad”. Las líneas que leerán a continuación guardan, también, una visión nostálgica de la música popular bailable de antaño. Los ritmos del ayer se recuerdan con sabrosura así como se disfrutaron, y sirven de base para comprender de dónde le viene ese toque de discriminación de género que ahora se ha afianzado en la música popular cubana.

En este sentido creemos necesario aclarar -para evitar mayores confusiones- por dónde correrán las aguas que llevan y traen esta propuesta. Primero, los términos vulgaridad y discriminación no serán tratados de manera profunda en este análisis, aunque no por ello dejarán de tener peso en las conclusiones a las que se pueda arribar. Y segundo, vale la pena advertir que no trataremos de enjuiciar vigorosamente la música popular cubana, esta intención debería cargarse de un conocimiento profesional -musicalmente hablando- con el que hasta este punto no puede contarse. Lo que intentamos es poner en práctica ese caudal del que nos nutrió la Historia del Arte y la Teoría de la Cultura Artística para poner a dialogar los temas de géneros con algunas cuestiones de la música popular bailable cubana. Estos aspectos actualmente también preocupan a musicólogos, sociólogos y psicólogos, por solo citar algunas ramas.

El tema no es tan abarcador pero entronca con algo que ya había sido tratado desde el periodismo en la música cubana. El reggaetón, por ejemplo, ya había suscitado varias críticas entre los profesionales de la musicología. Es un género que naturalmente despierta curiosidad, pero también rechazo. Sus letras llaman la atención por lo tan “populares” que llegan a ser y despiertan la incomodidad de aquel que ha educado su oído hacia la “buena música”, la “culta”. Los periodistas hacían alusión a lo tan “mal paradas” que salían las mujeres luego de servir de inspiración a cualquiera de las canciones de este género. Y este, resulta ser la clave en el análisis. El reggaetón es un ejemplo más y el tema que mueve los hilos corre con una suerte parecida a la de él.

La música popular bailable cubana tuvo una mejor aceptación, es algo que lleva en las raíces. Tiene su origen en el siglo XIX y su influencia es variada. Trae consigo los ritmos de los africanos, a los que se le ha introducido una mezcla de música occidental, algo entre rock, jazz y música española, que los ayudó a conformarse y luego a desarrollarse. Conocemos de esa música que surgió para bailar, que se nutre de una raíz afro cargada de una “fuerza natural”, de ahí su carácter intuitivo.

Quizás esto sea parte de una interpretación que es, por mucho, subjetiva. Pero la idea que nos transmite la música popular bailable es más de lo que dicen de ella. La vemos como lo sonoro que va más de la intuición, del impulso natural, porque tiene ritmos fuertes y algo a lo que particularmente nos gusta llamar “sazón cubano”. Pensamos que surgió, justamente, con la intención de poner a mover todo un país y para hacer salir los deseos escondidos. Tal vez por eso tiende a tener letras ligeras de contenido y a proponer una “posición dudosa” para ciertos “agentes” en la sociedad.

A pesar de estas razones reconocemos que el proceso de desarrollo de la música popular bailable en Cuba está atravesando por un momento de crisis. Y no lo decimos desde un enfoque técnico. La idea ronda en torno a lo que las canciones llegan a transmitir. Recordemos que la música es un arte universal, y así como el cine, recorre todas las fronteras y se impregna en el universo cognoscitivo de cada cual que la disfruta. Nos entendemos a través de los sonidos, sean musicales o no, y tomamos las letras de las canciones como guía de nuestro comportamiento. Por tanto somos lo que vemos y oímos, y, finalmente, lo que escogemos de ello para conformarnos como personas.

Y hemos llegado al punto. Personas, una palabra que marca nuestro análisis y que de cierta forma es cuestionable. Este concepto denota un comportamiento civilizado, racional, y, por ende, de respeto los unos entre los otros. En este sentido cabe preguntarnos ¿se respetan las personas entre sí? ¿los hombres respetan a las mujeres y viceversa? Estas interrogantes mueven el tapete y desempolvan un asunto muy delicado que abriga indudablemente a las cuestiones de género. De ahí partimos para realizar un análisis en el que se incluye a la música popular bailable cubana. A cómo su origen, que posee un carácter esencialmente volcado hacia los impulsos naturales –por lo menos a nuestra forma de ver-, influye de manera directa en la visión que puede tenerse de cualquier género humano.

Por ello nos proponemos indagar en sus características, en las letras de sus canciones y en su evolución a lo largo de los años. Todo ello para dar respuesta a una inquietud que pesa sobre nuestras cabezas, relacionada con la imagen de la mujer proyectada desde este tipo de música. Con esto podremos responder a la interrogante que es base de nuestro análisis: ¿Ha sido o no cosificada la mujer cubana en las canciones de la música popular bailable? Esta pregunta suscita otras tantas para las que quizás no se tenga una respuesta definitiva, pero sobre las que cabe hacer mención ¿Hasta qué punto se sataniza a la mujer en las piezas musicales?, ¿de dónde proviene este impulso inmediato por poner en boca de todos a la mujer? y ¿será la propia fémina, culpable de este fenómeno que termina por degradarla como ser humano?

Así damos inicio a un estudio que, además, tiene la intención de servir de preámbulo a investigaciones posteriores. Su basamento teórico incluye textos relacionados con los estudios de género, la feminidad, la sexualidad, la religión,  sobre las diferencias entre hombre y mujer, y los roles que ocupa cada uno en la sociedad. El centro de la diana será la valoración que pueda hacerse acerca del contenido de las canciones y de los videos clip, pero será necesario, también, tocar aspectos relacionados con el mercado y el consumo musical. Precisamente por ser estos últimos elementos los que han inducido a la creación de canciones vacías de sentido y sentimiento.

Para empezar, debemos reconocer que las influencias de la música popular tradicional cubana no han llegado hasta nuestros días con la misma fuerza con la que supo mover los cuerpos de antaño. Los grandes géneros populares bailables, aquellos que vienen de los años 20 y 30, y se expanden en los 70, 80 y 90, no se ven reflejados en la música de hoy. Quizás nos quede la técnica, el modo de hacer, mas de las letras poco nos resta. Si bien, en algunos casos encontrábamos canciones con versos que reprochaban una traición o un engaño de la mujer hacia el hombre, el respeto siempre estuvo presente. Recuérdese que “lo popular” no puede ser sinónimo de vulgaridad o grosería.

Quizás debamos echarle la culpa a la postmodernidad, ¡que bastante deformada nos ha dejado la cultura!, pero realmente ¿quién le pone el cascabel al gato? No pretendemos apoyarnos en estas cuestiones para justificar una opinión que no trata de someter a juicio crítico toda la producción musical, sea cual sea el género. Las tomamos como referencia para enjuiciar aquellas canciones que pecan de pedestres y cuyas letras encierran un carácter en ocasiones prosaico.

Si partimos de la idea de que la música es una forma particular de producción subjetiva que, en tanto expresión artística, posee una función estética, tanto para el compositor-intérprete-creador como para el público-oyente-cocreador, condicionada por su contexto histórico, social y cultural (2) podemos decir, sin temor a equivocarnos, que sí, la música actual de Cuba es un reflejo de la sociedad en que se desarrolla. Si admitimos tal opinión debemos reconocer, entonces, que nuestra sociedad atraviesa por grandes problemas, éticos, morales, identitarios, etc. Queremos creer que el público oyente –por lo menos el que disfruta de la música popular bailable- no padece la ignorancia de aquellos que realizan un producto musical sin calidad o sentido. Sin embargo este ha sido arrastrado por esa avalancha de banalidades en las que ahora se encuentra inmerso un considerable por ciento de la música cubana. Una vez más el mercado gana la pelea y lo importante es que el producto se consuma, venga con la calidad que venga.

Por otro lado existe un gran segmento de población que ahora se toma para sí el contenido de algunas malas canciones, con lo que eleva su valor. Parte de esa masa, impulsada hacia la “nueva música”, fue la misma que reaccionó de manera positiva -y porque lo valía- hacia la rumba, el son, el danzón, el guaguancó, la salsa y la timba, tocada y cantada por los mejores músicos que ha parido la nación. Lo hizo ante aquellas figuras y lo hace ahora ante una nueva oleada de “artistas” que pretenden –aunque con poco esfuerzo- parecerse a ellos. Con esto no queremos decir que la música actual carece de valor artístico, no, no nos corresponde emitir tal juicio. Solo intentamos señalar lo que creemos está afectando la calidad musical de aquellos géneros constitutivos de una identidad cubana.

Vivimos en una era en la que la música instrumental le cedió el primer lugar a la cantada, ya fuese de manera voluntaria o no. Ya no se escucha de la misma manera una pieza musical si no contiene letra. Esto forma parte del proceso de desarrollo por el que ha atravesado la música y el arte en general. En el medio plástico, el concepto predomina sobre la forma; y en el musical, la letra define, a oídos del público, la calidad de una pieza y con ello el grado de aceptación que puede tener. Y esto se incrementa si de música popular se trata (3). Ello quiere decir, en palabras menores, que el público prefiere escuchar, y mejor aún, bailar una canción con letra, que una donde solo predominen los instrumentos. El lenguaje toma partido, o mejor dicho, se hace protagonista de un juicio de gusto por parte del receptor.

Era cierto entonces cuando admitíamos el hecho de que los oyentes hacían suyas las letras de las canciones. Y es que eso tiene la música popular, un ritmo “pegajoso” y una letra que –como dirían aquellos que la cantan- “suena”. Definitivamente las letras suenan, y muy fuerte, retumban en la conciencia pública, travisten normas, o las deforman. Los textos de las canciones se adaptan a los nuevos tiempos y nos asusta saber de qué manera lo hacen y a qué tiempos se están adhiriendo. Hoy día hasta la lengua materna está en crisis, ¡cómo no ver ese penoso hecho manifestado en la música! Sin dudas este es uno de los elementos que afecta la calidad artística y musical de los géneros.

Por otro lado, pensemos en aquellas coreografías que se hacían para representar lo cantado. El cuerpo se descomponía –en el buen sentido de la palabra- a la hora de bailar. Los pasos de baile, creados para un género u otro eran tomados como referencia e imitados en cualquier fiesta. Eran sanos y no representaban síntomas de desvergüenza para los que lo bailaban. Ahora qué podemos decir de esas formas excesivamente se(x)nsuales de mover la cintura. Cierto es que desvía las miradas, pero inmediatamente vuelve a nosotros ese sentimiento de “vergüenza ajena” por la extrema vulgarización de los gestos. Algunas formas de baile para la salsa y la timba, por ejemplo, se han convertido en el escenario para que el hombre luzca sus mejores movimientos, facilitando el doble sentido y la ambigüedad, advirtiendo sobre una posible referencia a los actos íntimos.

Podemos reconocer en este performance masculino una invitación a la mujer a que se una a la “pachanga”. Entonces será ella la protagonista, y a ella deberán prestar atención porque su cuerpo ha sido y es más sexualizado que el del hombre. Esto tiene que ver con un fenómeno que pasa por la antropología hasta llegar a la psicología. Y en este último caso no nos referimos precisamente a la ciencia. El cuerpo, en su ser sexual, se reconoce en los estudios de fenomenología no como “una especie natural” sino “una idea histórica”. Esto quiere decir que el cuerpo se ha construido no como algo material, sino como una idea de lo que él debe ser para la sociedad. El cuerpo se convierte en portador de significados culturales, más que en reservorio de componentes biológicos previstos para la procreación. Es lo que se ha pensado, y por ende, se ha  hecho de él. Para la mujer el cuerpo es una idea de lo que ella debe portar. Quizás podemos decir que es lo que la mujer debe ser. Estas teorías toman al género como un estilo corporal y por tanto se reconoce a la mujer como uno de los géneros, y a su vez, como un cuerpo. No es ya la mujer que porta el cuerpo, sino el cuerpo que es mujer.

Partimos de esta idea para argumentar el hecho de que se cosifique constantemente a la fémina en un fenómeno u otro. Para nadie es un secreto que ésta ha sido, sino “el tema”, uno de los más tratados en la música cubana de manera general, ya fuera en canciones escritas y cantadas por ellas o en las dedicadas a ellas. Lo cierto es que, en la visión mostrada en las piezas musicales populares, ésta ha pasado de ser respetada y venerada a convertirse en un objeto de deseo, o de rechazo en la mayoría de los casos. Su cuerpo ha sido históricamente visto como un objeto que engendra pasiones desatadas, hecho que no ha cambiado hasta nuestros días. Los psicólogos ya advertían sobre el tema cuando anunciaban el fenómeno de la sexualización en las niñas, de una cosificación resultante de la excesiva materialización de las sociedades, aspecto del que Cuba no se haya exenta.

La mujer se ha convertido en objeto de burla, de negación, de ataque. Su figura se ha vulgarizado a tal punto que, actualmente, solo se piensa en ella cuando se tratan los temas del amor, o mejor dicho del sexo. Poco se reconocen ya sus logros profesionales o la devoción con que son capaces de entregarse a la persona que dicen amar, porque las mujeres de hoy día, según lo muestran algunas de las canciones, ya no aman. Se les dibuja, entonces, como las manipuladoras, las que solo usan y desechan a su antojo a cualquiera que se les acerca, las “sin sentimiento”. Su imagen ante la sociedad ha entrado en crisis. Y a estas alturas ya no vale preguntarse sobre quién recaen las culpas. Hemos de ponernos en función de advertir sobre esta transformación para, por lo menos, garantizarle un futuro menos vergonzoso.

No se comparte la idea de ver al ser humano en una constante corrupción o degradación espiritual. En este sentido resulta intolerable la visión que se proyecta de las mujeres cubanas en algunas de las canciones. Y no queremos pecar de absolutistas, pero la opinión ha sido tan generalizada que ya no cabe establecer límites, porque algunas de estas canciones dedicadas a las mujeres tampoco lo hacen. En algunas, nos encontramos letras con un contenido sexual, y de no ser el caso, los videos clips terminan haciendo todo el trabajo. En otras, las banalidades le ganan a los buenos propósitos o actitudes socialmente correctas; mientras, aparecen las que vuelven a reiterar la veneración al cuerpo seductor.

Esta opinión, que compartimos una buena parte de la generación actual, puede ser cuestionada, si se piensa en la posición en la que se han situado las propias mujeres hoy día. Algunas se esmeran en sacar a relucir los tatuajes que adornan las partes bajas de sus muslos, o los de la media espalda. Otras se niegan a esconder los senos dentro de la pieza de ropa interior que, cuidadosamente, fue confeccionada con tal fin. Mientras, encontramos aquellas que no pretenden darle abrigo a sus glúteos bajo algún pantalón o que, peor aún, deciden intentar mostrarlos por encima de él. Estos comportamientos evidentemente son sometidos a juicio y no del bueno. Son castigadas por sus propios actos de vulgaridad y exhibicionismo. Valdría la pena preguntarse qué tan en serio se han tomado las mujeres la idea de que son, a ojos de los hombres, un cuerpo y nada más. Pero no por estas actitudes debemos “pagar todas justas por pecadoras”. Más allá de lo que algunas mujeres de hoy puedan llegar a proyectar, no todas debemos cargar con las culpas.

Entonces, por qué tener que escuchar, de boca de los que supuestamente nos representan en la música, palabras no precisamente de irrespeto, pero sí de extrema sensualización. No pretendemos aguar la fiesta con estas apreciaciones, pero la realidad, por muy cruda que sea, debe ser mostrada. Qué pasaría si las letras de las canciones que escucharan nuestras nietas no dijeran otra cosa que:

Mulata mueve la cintura…

Duplicándote la dosis de rumba…

Mueve la cintura que esto es lo que hay…

Mueve la cintura, dale movimiento, no te reprimas, este es tu momento…

¡Permiso!, o ¡perdón!, no conocíamos el hecho de que, además de ser vistas como cuerpos sin extremidades, nos habían quitado también la parte superior del tronco. ¡Bienvenidas! las “cinturas en movimiento”, pasen a la fiesta, ¡esto es lo que hay! Nos han reducido las opciones. Si en el mundo solo quedara la posibilidad de mover mi cintura me la pondría de titanio. Dónde han quedado esas ganas de ver a la mujer triunfadora. Creemos que en este ambiente no encontraremos algo más sano dedicado a la mujer. Recordemos que su “mala fama” viene desde los pasajes bíblicos, cuando fue portadora del pecado por hacerle caso a la serpiente e imbuir al hombre a que comiese del fruto prohibido. Por ello hoy la mujer es mala, ingrata, al menos eso dicen estas letras que les invitamos a leer, mientras les pedimos, por favor, evitar participar de ellas:

Ay, ay, ay, ay esa mujer está loca, loca de atar…

¡Ay, ay, ay, ingrata y mala hembra!

(…)Me ha destrozado el corazón (…) que mala hierba…

Por un lado quedamos mutiladas, y, por otro, somos tratadas como plantas, y no precisamente flores ¿Dónde quedó lo que un día fue motivo de orgullo para la fémina, su belleza física sutil, delicada, pero también sus méritos como mujer? La exaltación de la belleza física y la quimera de la eterna juventud, forman parte del culto a la imagen, a la apariencia, por encima de valores éticos, intelectuales o artísticos (…) (4). Y estos versos hacen eco de ello. La imagen de la mujer se ha corrompido. Se ha trasmutado la figura humana en una hierba, en un engendro de la naturaleza que envenena las almas de los hombres.

Y por si fuera poco, pasamos de ser cintura, hierba, a convertirnos en codiciosas, orgullosas, y, fundamentalmente, materialistas. No negamos la veracidad de los hechos, pero no creemos necesario que se deba ser tan reiterativo en cuanto a ello, sin siquiera perseguir un fin educativo. Si las mujeres son superficiales o falsas como bien se quiere hacer saber, creemos que le tocaría a la música –como creación artística que es, encaminada a transformar una realidad social- subvertir este que ahora es un problema. No se trata de presentarlo como un motivo de burla ante todos. El humor o la sátira solo destacan un fenómeno, pero no resuelven su esencia problemática.

El caso que vamos a presentar no expone la materialización de la actitud femenina en la letra propiamente dicha, sino en la imagen. No aborda la grosería, la violencia o la discriminación de género, pero trae a colación un tema por el que también la mujer ha sido apuntada con el dedo. Conocemos de esa característica intrínseca en nosotras de querer “lucir bien”, aspecto que le es común a ambos géneros. Pero !Cuidado! el orgullo y la vanidad no deben cegar. La mujer es ciertamente orgullosa, pero no por ello debe ser considerada superficial.

Sin embargo el ejemplo siguiente la muestra como tal. La mujer no es ya el ser maligno, o el cuerpo pecaminoso, sino la futura extranjera que se pavonea por las calles con su pelo recién estirado por el famoso invento de nuestros tiempos: la queratina; o la mulata que se avergüenza de su pelo “malo” y ahora expone orgullosa sus largas extensiones. Pero ¡y cómo cuesta la queratina, y qué decir de las extensiones! El texto no ofende pero la imagen hiere. El video clip como manifestación visual de estos versos nos hace ver lo que las mujeres representan actualmente, lo que el mundo ha hecho de ellas, lo que los hombres han hecho de ellas y lo que ellas han decidido ser para todos.

Entonces sí podríamos decir que existen culpables en esta vergonzosa situación. Quizás el hombre se ha dado mucha importancia y ha dejado para la mujer lo pensado durante siglos: que solo es cuerpo y su función en este mundo se limita a la procreación. Una idea que puede sonar machista y anquilosada, pero domina muchas de las sociedades actuales, incluyendo por la nuestra. Tal vez haya sido la mujer la culpable. Ella, en ese intento por hallar su espacio como figura social de significación se ha hecho notar tanto, que ahora poco se le critican las vías utilizadas. O a lo mejor han sido los propios medios, que bajo la tutela del mercado y el consumo musical han reproducido a tal forma la visión antaña de la mujer, y a esta no le ha quedado otra opción que aceptarla.

Alguien decía, refiriéndose al avispero provocado por la censura del famoso Chupi chupi, algunos años atrás, que los medios influyen fuertemente en el gusto de la población, pero no deciden. Cabe ahora preguntarse si es cierta esta afirmación. Y de hecho puede parecer una verdad, pues los medios han promovido un tipo de música y un estilo de video clip que ha sido difícil de remover del gusto popular. La salsa, la timba y el resto de los géneros que responden a la música bailable tienen algo en común: las melodías pegajosas, el ritmo rápido o lento (tributando a lo sensual) y las letras ligeras, para que fije mejor. De todas formas esa es la intención de los medios audiovisuales de este tipo, mientras más directo llegue el mensaje, mejor asimilado será.

Pueden proyectarse cientos de videos dedicados a la “música sana”, y otros tantos a la música hecha para “poner a mover las cinturas de las mulatas”; pero el público receptor va a decantarse por aquella que le provoque goce y no precisamente un ejercicio de pensamiento. Esto no delimita las capacidades de disfrute musical del público, pero alude a un juicio de gusto personal, que luego se vuelve colectivo. Además tiene que ver con la función de los medios de difusión. Vale aclarar que dichos espacios cargan con la responsabilidad de promover la cultura en el país y, a su vez, de educar.

Si se proyectan videos clip donde la mujer es vista como objeto de deseo y no como figura de relevancia para la sociedad, de manera inmediata se va a pensar en ella como algo objetual y no como un ser en sí. También pasa por el filtro la intención de colocar en los medios productos musicales que diviertan, que provoquen placer, para de alguna forma “enganchar” al público. Entonces no cabe una discusión sobre el contenido de las canciones y la manera en la que se recibe, porque el medio se ha encargado de legitimarla de esa forma.

Pero si bien existe un tipo de medio que aboga por la educación cultural de sus receptores y se preocupa por ello, también hay que tener en cuenta aquellas otras formas de comunicación que resultan ser su contrapartida. Hoy existen medios alternativos a través de los que se mueve aquella música que no puede ocupar las pantallas. Este tipo de producción no se rige por políticas institucionales, pero responde de manera certera a los gustos de la mayoría. Por estos medios conocidos también como los “no legales” circula hoy el reggaetón y alguno que otro tipo de género bailable que se adhiere como sanguijuela al público oyente. Mientras que estos últimos se desarrollan, nosotros intentamos hacer ver el peligro que corre la música cubana en manos de tales agentes.

Pero a estas alturas del campeonato, quién va a querer escuchar otra cosa que no sea el grito voraz de ¡Mamiiiii esto es pa´que goceeee!!!! Ni siquiera la mujer, que termina ofendiéndose con tal llamado, mueve los hilos para transformar la realidad que la circunda. Nos toca a nosotros poner en tela de juicio estas atrocidades para advertir, encender la alarma del pensamiento. Quizás así podamos disfrutar en un futuro, libre de críticas crudas o discriminatorias, letras más frescas y sinceras para nuestros oídos como las parecidas a:

Es tu mirada que me vuelve loco,

Es tu mirada que me contamina,

Es tu mirada que me está matando amor,

Aunque no quiera siempre me domina.

Con estas, fácilmente podría admitirse que la mujer tiene todo el poder, pero sería una falsa realidad. Ella no cuenta ni con la mitad para devolverse a sí misma la vergüenza y la dignidad que ha perdido en manos de las canciones machistas.

De todo esto quizás podamos sacar como aspectos positivos algunos detalles que no pueden escaparse de nuestras manos, porque como dirían algún cantante de rap, aquí hay que tenerlo todo pensado. Para suerte de la mujer todavía quedan algunos artistas -bien llamados por su nombre- que decidieron hacer propuestas musicales más respetuosas para sus presuntas “diosas”. ¡En buen lugar nos han puesto! Ahora no somos más los troncos mutilados, ni las plantas venenosas, ni las locas de atar; somos las de mirada profunda, para las que no va a ser necesario “buscar la policía”. Evítennos, ¡por favor!, que nos de una “cosa mala”. Quizás así nos convenzamos de que lo último que se pierde es la esperanza y que la mujer puede llegar a recuperar su valor por encima de su cuerpo.

Sin embargo hay que reconocer lo tortuoso de los caminos. La mujer debe luchar contra una serie de obstáculos que esperamos la hagan aún más fuerte: el machismo, la vulgarización de su cuerpo, la extrema sexualización y lo peor, la lucha contra la propia imagen que ella ha tomado para sí de una visión histórica impuesta durante años. Pensemos que después de la batalla que le queda por librar termine dedicándose líneas más poderosas  y con mayor sentido que estas:Ya yo sufrí, ya yo lloré, ya yo te hice tu funeral…Y esperemos que la música popular bailable, en la batalla campal que también libra, no termine atropellada por el tren de los “fakers”. El futuro musical lo pide a gritos y nuestra terapia lo necesita.

 

Notas:

(1) Mora Ayora, Antonio. El nacimiento de la música popular cubana en el siglo XIX, 12 de octubre de 2018. Visto en redacción@noticiasdesantiagodecuba.com. Consultado el miércoles 24 de abril de 2019.

(2) Suárez, Pablo Alejandro. Panorama de la música popular cubana actual a través de los Premios Lucas 2016. Publicación, marzo de 2017. Visto en www.researchgate.net el 23 de abril de 2019 a las 11:13am.

(3) (…) lo popular musical se define, como hemos señalado, por la proyección social del hecho artístico (…) Cita tomada de documento oficial. Villar, Juan Manuel. Aparato categorial de definiciones musicológicas. La Habana, 1987. Centro de Investigación y desarrollo de la música cubana. Ministerio de Cultura.

(4) Prieto Jiménez, Abel. Famosos. Sección Mundo, sección Cultura y resistencia. Granma, viernes 24 de mayo de 2019.

 

Referencias bibliográficas

Mora Ayora, Antonio. El nacimiento de la música popular cubana en el siglo XIX. 12 de octubre de 2018. Visto en redacción@noticiasdesantiagodecuba.com. Consultado el miércoles 24 de abril de 2019.

Prieto Jiménez, Abel. Famosos. Sección Mundo, sección Cultura y resistencia. Periódico Granma, viernes 24 de mayo de 2019.

Suárez, Pablo Alejandro. Panorama de la música popular cubana actual a través de los Premios Lucas 2016. Publicación, marzo de 2017. Visto en www.researchgate.net el 23 de abril de 2019 a las 11:13am.

Villar, Juan Manuel. Aparato categorial de definiciones musicológicas. La Habana, 1987. Centro de Investigación y desarrollo de la música cubana. Ministerio de Cultura.

Fuentes Complementarias:

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Benítez Rojo, Antonio. Música y nación. El rol de la música negra y mulata en la construcción de la nación cubana moderna. Revista Encuentro de la Cultura Cubana, No. 8/9 (primavera/verano), 1998, Madrid, pp. 43-54.

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—. «Centro Teórico Cultural CRITERIOS.» Regulaciones de género. 14 de junio de 2006. (último acceso: 6 de mayo de 2019).

—. «Centro Teórico Cultural CRITERIOS.» Fundamentos Contingentes: El feminismo y la cuestión del «Postmodernismo». septiembre de 1990. (último acceso: 6 de mayo de 2019).

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