Categoría: Cuba

Libro de teatro de Rodolfo Pérez Valero

Libro de teatro de Rodolfo Pérez Valero

Por Joaquín Borges-Triana

Rodolfo Pérez Valero es desde hace más de treinta años  uno de los principales escritores cubanos de literatura policial. Él ha sido ganador en cinco ocasiones del Primer Premio de Cuento Policiaco en la Semana Negra de Gijón, España. Radicado en Miami y redactor de noticias en la cadena Univisión, Pérez Valero es de los autores que contra viento y marea ha continuado su quehacer literario en la diáspora, algo no todo lo frecuente que cabría desearse.

Recientemente, él ha publicado el libro titulado Crimen en noche de máscaras y otras obras de teatro policíaco (Plaza Editorial, 2018), en el que se recogen seis de sus obras. Acerca de este título, Miradas Desde Adentro reproduce un trabajo sobre el mismo, escrito por Manuel C. Díaz y aparecido en la edición digital del periódico El Nuevo Herald.

‘Crimen en noche de máscaras’, detectives en el escenario

por Manuel C. Díaz

Algunos críticos consideran que el teatro policiaco es un género menor. No sé por qué, pues contiene los mismos elementos que el llamado teatro culto: trama, diálogos, personajes, actuación, escenografía, iluminación y música. También tiene, y esto es lo mejor, el suspense garantizado.

Lo que diferencia una obra de teatro policíaca de una culta es que en su argumento hay un crimen que debe ser resuelto por un detective mediante una investigación y en la que siempre aparecen el quién lo hizo, cómo lo hizo y por qué lo hizo.

Los elementos del teatro policíaco también son diferentes: lenguaje coloquial, procedimientos y argot policiales, pistas a seguir, intriga y la captura del criminal.

La verdad es que el teatro policíaco en español, al igual que las novelas de ese mismo género, no ha gozado nunca de una verdadera tradición literaria.

Lo que sí ha tenido son grandes cultivadores como Lorenzo Silva, Manuel Vázquez Montalbán, Paco Ignacio Taibo II y Rodolfo Pérez Valero, ganador en cinco ocasiones del Primer Premio de Cuento Policiaco en la Semana Negra de Gijon y que acaba de publicar Crimen en noche de máscaras y otras obras de teatro policíaco (Plaza Editorial, 2018) en el que se incluyen seis de sus obras.

La primera de ellas, Sinflictivo, es en realidad un monólogo en el que al levantarse el telón, en una silla en el centro del escenario está sentado un hombre que levanta la vista y mirando al público dice: “Es una historia terrible, morbosa y por tanto, muy atractiva. Día y noche los tiburones al acecho de una mano descuidada o un pie. Y Wilfredo y yo moviendo la balsa con un solo remo. ¡Sufro cuando dicen que fue asesinado!”.

La segunda, Usted también puede escribir un cuento policíaco, es una obra en un solo acto con cuatro personajes: el profesor, Nelson, Laura y el teniente Mena (siempre debe haber un representante de la ley) en la que durante una clase de literatura se resuelve un crimen.

La tercera es otro monólogo titulado La mano de Dios, de fuerte contenido social y político, en el que Adelina, una joven mexicana, narra como fue abusada, primero por el patrón del rancho donde trabajaba, y después por un coyote que prometió llevarla hasta la frontera solo para convertirla en una esclava sexual. Hasta que un día: “Saqué el tlatequini y se lo enterré en el cuello”.

Crimen en noche de máscaras, que da título al libro, es una obra de un solo acto en la que trabajan quince actores y que quizás sea, por su compleja estructura, la más lograda de todas. En su trama, que avanza entre conflictos políticos de la época (Cuba, 1949), hay un amor imposible y un crimen sin resolver.

Le siguen, Tobita, un monólogo sobre la crueldad humana, y Un hombre toca la puerta bajo la lluvia, obra breve en un solo acto con un final imprevisible.

En Crimen en noche de máscaras y otras obras de teatro policíaco, hay diversidad temática, tramas bien estructuradas y diálogos ágiles y cadenciosos.

Son seis obras que solo esperan, después que los detectives suban al escenario, que alguien se atreva a levantar el telón.

Rodolfo Pérez Valero (La Habana, Cuba) es uno de los más conocidos escritores de novelas policíacas. Es Licenciado en Literatura Hispanoamericana por la Universidad de La Habana y tiene una Maestría en Español por la Universidad Internacional de la Florida. Ha escrito además los siguientes libros: No es tiempo de ceremonias, Para vivir más de una vida, Descanse en paz, Agatha Christie y la serie Misterio en el Caribe, Misterio en Venecia y Misterio en Nueva York. Trabaja actualmente como redactor de noticias en la cadena Univisión.

Tomado de la sección Arte y Literatura, El Nuevo Herald,

www.elnuevoherald.com/vivir-mejor/artes…/article228178814.html

Martha Luisa Hernández Cadenas y sus metáforas de las hormigas

Martha Luisa Hernández Cadenas y sus metáforas de las hormigas

Por Joaquín Borges-Triana

Martha Luisa Hernández Cadenas, también conocida como  Martica Minipunto o Malú, es una joven y destacada Teatróloga, poeta y performer cubana. Según la crítica especializada, en sus ensayos, poemas y performances investiga la posibilidad de crear experiencias reales frente al otro. Coordinadora del Laboratorio Escénico de Experimentación Social, LEES, una plataforma que apoya el arte joven y experimental en Cuba, Martha ha dirigido las puestas en escena de La que nunca conocí (a partir de Ansia y Psicosis 4.48 de Sarah Kane), Charlotte Corday y el animal (a partir de Charlotte Corday. Poema dramático, de Nara Mansur), en coautoría con Rogelio Orizondo, El poeta azul y Nueve (work in progress), en colaboración con su madre, Ileana Cadenas. También ha colaborado como performer en La última cena, de El Ciervo Encantado, Cartas a Peer Gynt, de Teatro El Público, [∑ n²] Ensayo de duración, de William Ruiz Morales y Gabriela Burdsall y Para qué Andy Warhol si yo estoy aquí, de Rogelio Orizondo. Con su proyecto Castillos en el aire ha generado espacios de encuentro, exhibición, interacción y discusión en torno a colectivos, experiencias, espacios y emprendimientos alternativos. Muy importante en su quehacer es el desempeño como Coordinadora general de Espacios Ibsen. Jornadas de teatro cubano-noruego (2015-2017), ser fundadora de ediciones sinsentido, una editorial independiente que visibiliza escrituras poéticas para el cuerpo, la escena y todas sus deformaciones, así como haber sido la Coordinadora de la Residencia de Creación Zona Ibsen (2015-2016) e Inservi. Residencia de Creación (2017-2018). Su poemario Días de hormigas (puesta en escena)fue reconocido con el Premio David de Poesía 2017. Pezuñas (trilogía del nacimiento), obtuvo mención en el Premio Pinos Nuevos 2018. En ese propio año, también recibió el Premio La Selva Oscura, otorgado por la Editorial Tablas-Alarcos y la Asociación Hermanos Saíz. En la actualidad, labora como dramaturga de Teatro El Público, agrupación fundada en 1992 por Carlos Díaz.

Poemas de Martha Luisa Hernández Cadenas

DÍAS DE HORMIGAS

Leo el cuaderno de mi madre,

escribió para mí: «Mi hija, demasiado perdida en observarlo todo, tiene los rizos llenos de luz».

Y con mi dedo dibujo la página,

pienso en mi madre joven y radiante,

pienso en mi madre viviendo en esta casa todavía,

pienso en mi madre con todo el tiempo para verme crecer.

Tal vez no sea tarde para volver a vivirlo todo,

como aprender a dar pasos,

a mirar,

a decir,

como aprender a ser nuevamente una,

a dibujar el primer gesto.

Tal vez este dedo y esta página sean mi teatro,

esa especie de fe escénica que siempre transmiten las hormigas.

DÍAS DE HORMIGAS

Otra recaída,

aullido que se enciende.

Despertar con saliva en la cara,

porque también heredé de mi madre la epilepsia.

Qué suerte contar con una plaga,

una marcha de huellas tóxicas y asesinas,

proletarias del jengibre frío derramado antes de la convulsión.

Y qué suerte vivir en una ciudad tan quemada,

y qué suerte estos meses de padecimiento y encierro,

y qué suerte mi teatro de obsesiones,

y qué suerte la buena insolación,

y qué suerte el faltante de analgésicos,

y qué suerte la función número cien,

y qué suerte encontrar el cuaderno de mi madre en una caja,

y qué suerte conocer a la muchacha,

la muchacha que mi amigo dramaturgo llamó desde mi casa,

querer a mi amiga suicida,

quererla mucho.

En este día de suerte saberlo: heredé toda la felicidad de mi abuela y mi madre.

Extraviarme en la persecución,

suena antioxidante el limón que mancha y ahuyenta a la plaga,

y encontrarme conmigo en la recaída,

porque una poeta escribió Rehab —valioso aporte para mis vencimientos—,

y otra poeta escribió Sin tierra común.

Otra vez en el mismo suelo,

el de la misma casa,

donde cupo casi todo.

Convulsión/recuperación.

Distinguir esos puntos de fuga luminosos al abrir los ojos,

ellos, travestidos de hormigas y de amor,

idénticos a las muestras revisadas en los laboratorios de mis medias.

Salir esta noche al bar,

tropezarme con todos los hombres amados,

incluso, aquellos escritores a los que amé y les escribí una tesis.

Una recaída natural por ser tan joven y estar tan sola,

es todo lo que quise para mi escenario:

ver impactos de hormigas en los rayos ultravioletas,

hormigas muriendo en mi cerebro tras la convulsión,

hormigas muriendo tras la recaída,

hormigas en la punta del cigarro,

hormigas en el clítoris,

hormigas en la espuma,

hormigas en el ano,

hormigas en el corazón,

un hormigueo permanente en el corazón.

Convulsión/recuperación.

Ahora que empiezo a recuperarme estoy lista para nuevos diálogos, nuevos teatros,

y escucharlos decir con mi misma suerte: «Días de hormigas».

Madre, otra vez no lo logro, otra vez sé que nada volverá a repetirse, y me cuesta mirar a la muchacha perderse, y me cuesta verte morir, y me cuesta estar tan enferma, es hora de no pensar en la escena, el escenario está dentro de mí. Madre, quemo el cuaderno, quemo nuestro cuaderno.

GUANABO BEACH

En el suelo pegajoso

arena y sal

arena y sal del mediodía.

En la mesita de la sala

dos pies y dos manos

dos pies y dos manos de arena y sal.

He visto cumplir su ciclo de vida a una mosca:

el huevo

la larva

pupa

imago.

He visto gozar su muerte a una perra moribunda:

la sangre

las patas

hocico

gime.

Sobre el cadáver

dos manos y dos pies

la mosca y la perra se anidan

mi hermana empieza a decir sus primeras palabras

doce perros conté con mi hermana

doce moscas conté con mi hermana

mi hermana quiere nadar sus primeras braceadas

bocinas e insectos

familias y humedad

casas sin terminar o sin empezar

huecos y manchas de peces

doce casas conté con mi hermana

mi hermana atardece

un oleaje de moscas supervivientes

un oleaje de perras sin hijos

mi hermana anochece

en la mesita de la sala

doce moscas repiten el ciclo:

el huevo

la larva

pupa

imago.

 

Una postal de Guanabo al mediodía:

En el suelo pegajoso

arena y sal

heces y espuma

quemaduras y cangrejos

moscas

sobre todo moscas

mi hermana y yo mirando a una perra moribunda.

Adiós al maestro René Azcuy

Adiós al maestro René Azcuy

Por Joaquín Borges-Triana

Allá  por la segunda mitad de los años ochenta, cuando en La Habana ninguna redacción de prensa quiso darme trabajo por mi condición de “pobre cieguito”, el único sitio que encontré para ganarme el pan nuestro de cada día fue la Editorial José Martí, en la que su director, mi apreciado Félix Sautié Mederos, me propuso iniciar en nuestro país la publicación de libros en braille. A partir de uno de los títulos que pusimos por entonces en el mercado para las personas ciegas, tuve la posibilidad de interactuar con René Azcuy, a quien se le encargó diseñar la portada del libro. Por supuesto que yo sabía de su historial en la gráfica cubana e incluso, por esa época mantenía estrechos vínculos con su hijo René, quien en 1985 había matriculado la carrera de periodismo, en un traslado procedente de la de física.

Hoy, con varias semanas de atraso, me entero de que el pasado 25 de marzo, el gran diseñador René Azcuy murió en Miami. Valorado por muchos como todo un maestro de la síntesis y el contraste, él fue uno de los máximos responsables de que en el decenio de los sesenta de la anterior centuria, la imagen visual cubana viviese una revolución, con acontecimientos como la creación del departamento de carteles del Instituto Cubano del Arte y la Industria Cinematográfica (ICAIC).

El empleo de la serigrafía, el lenguaje contemporáneo y el estilo personal de los diseñadores asociados a aquel célebre departamento del ICAIC, con nombres como los de René Azcuy, Eduardo Muñoz Bachs, Antonio Fernández Reboiro, Rafael Morante, Antonio Pérez (Ñiko) y Alfredo Rostgaard, queda entre nosotros como una suerte de parteaguas en el devenir de la visualidad insular y ellos se convirtieron en referencia obligada para lo sucedido después en la materia en Cuba.

La cartelística generada en esa época continúa siendo estudiada y venerada por las nuevas generaciones de diseñadores cubanos. Según consenso de los especialistas, uno de los carteles más representativos de por entonces es Besos Robados (1970), del recientemente fallecido René Azcuy y que fue idolatrado por el afamado director francés de cine François Truffaut. Otros trabajos suyos altamente valorados son La última cena, serigrafía realizada en  1976, y  Rita, también una serigrafía pero llevada a cabo en  1981.

Nacido el 28 de abril de 1939, un repaso por su biografía nos indica que él se graduó de la Escuela Nacional de Bellas Artes de San Alejandro en 1955 y de La Escuela Superior de Artes y Oficios, en 1957. Por otra parte, Azcuy cursó también estudios de psicología que, según el propio artista, resultarían fundamentales en el sustrato conceptual que animara su obra.

Junto al intenso accionar creativo que le caracterizase, hay que resaltar su labor pedagógica, tanto en Cuba como en México, país al que emigró en 1992. Así, durante años fue catedrático en la Escuela de Arquitectura de la CUJAE, en La Habana, y luego en los noventa,  en el Departamento de Diseño de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) y de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), en la hermana nación mexicana.

Una de las realizaciones más cercanas en el tiempo entre las acometidas por René Azcuy y en la que logró aunar su amor por la literatura, el cine y el diseño, resultó la creación del proyecto “Gráfica Latinoamericana Siglos 20/21”, exhibido en Miami en el Centro Cultural Español (CCE) en 2009. En el propio año, Azcuy hizo un taller con estudiantes de diseño en el Wolfson Campus del Miami Dade College. Cabe resaltar que el proyecto “Gráfica Latinoamericana Siglos 20/21” ha sido acogido por múltiples universidades y publicaciones especializadas del mundo del diseño.

En un recuento de la vida de este creador, es preciso mencionar su desempeño en los años que fungió como vicepresidente de la sección de Artes plásticas de la UNEAC, en lo que él definía como “su misión”. Entre los muchos reconocimientos que se le otorgaron en vida al maestro Azcuy están la Medalla de Oro José Guadalupe Posada, México; el Primer Premio del Concurso internacional de cine The Hollywood Report, Estados Unidos; y la Distinción por la Cultura Nacional, aquí en Cuba.

Ahora, que ya René Azcuy está muerto y que en nuestro país dicho suceso ha sido ignorado, para los que defendemos el concepto de la memoria cultural de la nación, solo nos queda apostar y trabajar en pro de que el legado artístico de este gran creador perdure tanto en museos e instituciones como en casas particulares, y lo que en mi opinión es lo fundamental,  en la obra de las nuevas generaciones de diseñadores que surgen entre nosotros y que tienen en él a un Maestro con letra inicial mayúscula.

Poemas de Emilio García Montiel

Poemas de Emilio García Montiel

Por Joaquín Borges-Triana

Como estudiante universitario puedo asegurar que tuve una vida privilegiada. Mi tránsito por la actual Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana en la etapa comprendida entre 1981 y 1986 para cursar la carrera de periodismo nunca lo olvidaré. Fue por entonces que conocí los primeros poemas de Emilio García Montiel, quien estudiaba Historia del Arte. Aún recuerdo la favorable impresión que me dio la lectura de su libro Squeeze Play, publicado allá por 1987. Hace mucho tiempo que no he vuelto a saber de él ni de si continúa escribiendo poesía, pero hoy quiero evocar algunos textos de aquellos iniciales que me impactaron cuando trabé contacto con la obra de una de las voces fundamentales de mi generación, es decir, la de los ochenta.

Emilio García Montiel

LOS STADIUMS

A veces voy a los stadiums sólo por tomar aire. El stadium es un gran respiradero en la ciudad podrida. En la ciudad de las columnas sórdidas, de los lentos

portales oscuros.

Entre el cansancio de un hombre que no puede llegar y el letargo de un mundo que no quiere salir.

Entre el polvo, el calor y la sed como en una película de guerra Entre las calles enfangadas como en una película de corrupción moral. Desde las casas,

el cielo es

dulcemente azul.

Desde los barcos, una nube grisosa que se enreda en el aire.

Bajo esa nube somos demasiado felices. Bajo esa nube pensamos: la ciudad.

Pero al final decimos: parque, polvorín, iglesia, ayuntamiento.

Ya no hay frescor posible. A veces voy a los stadiums sólo para tomar aire. En un stadium no se juega el destino del país, pero sí su nostalgia. O más

bien la nostalgia de esta ciudad podrida.

Remendada con boleros y con tristes anuncios que ya no significan nada.

LOS GOLPES

Hace ya mucho tiempo ──ahora es muy difícil precisarlo──

yo descubría el mundo bajo el mismo cristal usado y transparente con

que se ve la gloria. Nada pretendía y nada sucedió que no estuviera definido entre el bien y el mal. Yo imitaba a los héroes con la vieja confianza que

da la mansedumbre,

con su oscura prudencia. No conocía aún la insensatez de las muchachas: si alguna imaginé o entendí algo, fue apenas un rubor. Yo tenía un pupitre, una

voz agradable, una ciudad dispuesta. Los maestros tocaban mis espaldas y decían: muy bien. Todo era hermoso: desde el primer ministro hasta la muerte de

mi padre. Y perfecto, como debía ser los hombres y la Patria.

Pero eso fue hace tiempo ──hace ya mucho tiempo── y ahora me es

difícil precisarlo.

CONVERSACIONES APACIBLES

Yo temo de la muerte como el niño que teme de su madre. Y es un temor tan simple que ninguna palabra podría definir.

No lo aprendí en la guerra ni en la noche, sino en la asencia de la mujer

que amaba.

Yo era un muchacho de oro: era todas las cosas y en todas existía con el mismo delirio. Después no lo fui más.

Nada de lo que tuve dejó de ser hermoso ni dejé de tenerlo.

Pero ahora, cuando toco los cristales o cuando estrecho la mano a los amigos puedo sentir la distancia de la muerte.

¿Dónde están? ¿Dónde estarán después de que la noche haya pasado? Esa infinita noche o esta pequeña noche insular y ridícula?

Las palabras podrán salvarme de otra muerte, pero no del temor y menos de la muerte verdadera. Nada me ata a la gloria ni al olvido, sino la devoción de

una mujer.

UN DIA DE INOCENCIA

Yo recuerdo a los hombres en el momento mejor de su caída. Cerca ya de la noche. Cuando apenas se advierte una sombra, una nostalgia, un temblor hacia el fin.

Yo los recuerdo en días apacibles: hechos sobre un pasado de extraña lucidez.

Graves por la confianza o por la fama, o tal vez por el tiempo.

Pero nunca en la gloria.

La gloria es vanidad para creer que somos fieles, que alguna vez lo

fuimos. Tampoco en la tristeza.

Porque nada es peor que la tristeza para engañar a un hombre.

Yo los recuerdo en días apacibles: loados o innombrables bajo tanta blasfemia.

Doce o treinta y seis: )a qué dios pertenecen las jugadas? ¿A qué dios suplicar no ser ni héroes ni traidores?

Alguna vez estos silencios ya no tendrán sentido. Alguna vez sobre mis ojos el temor se hará inútil.

Sé que habrá un día ──un día de inocencia── en que no me será dado

decir más.

Yo lo bendigo, igual que a esas mujeres que tendrán mis palabras.

Que sabrán susurrar: «ha hablado de los hombres en días apacibles».

Igual, a los amigos, que cubrirán mis versos con su rostro. Para bien ──para mal── mucho les pertenece.

Yo recuerdo a los hombres en el momento mejor de mi caída. En el momento de llamarme con simpleza Juan o Rey.

De ni sentirnos héroes ni traidores. De no llegar al fin.

LAS COSTAS DE FRANCIA

Bajo el gustado fresquecillo del amanecer, bajo su fría niebla, yo ví pasar

las costas de Francia. Las luces fugadas de los autos iluminaban brevemente el mar, el

reposado perfil de algunos botes, cierto oro interior. Yo me dije: he aquí el mediodía de Francia, he aquí su Provenza

bucólica, ligera en torridez. Nunca más, nunca más la glorieta de mi pueblo será el centro del mundo. Nunca más el boticario o el fotógrafo contarán las

mejores historias.

El Ródano, que acude tras los sueves dorados, pasa también por mi. Las mansardas caprichosas donde se quiebra el aire. Los dragones, los caballos de nervio fino sobre el polvo de Arlés. Toda la

verdad desconocida pasa también por mí.

Una muchacha que abre las puertas de un granero y queda a contraluz.

Eso me dije y ya no estuve sólo. La gente se agolpaba en la cubierta, sobre las barandillas. Yo les oí decir: ¡Es Francia, es Francia! Y así los vi inclinarse.

Con la misma inocencia.

Con la misma seriedad de quien escoge un papel de regalo o una revista

de modas.

 

ALBA

Yo imagino una casa y un hogar y unos libros y una mujer sentada en mis rodillas.

Imagino lo que tuve y nadie sabe si volveré a tener: el invierno y las

noches luminosas la infancia con mi padre y el antiguo esplendor de una ciudad.

Mi belleza no es más que la belleza de esos días y acaso, de algún modo,

la belleza de Dios.

Yo los espero con toda la inocencia con que se espera el alba, jubiloso y

terrible como si nada hubiera sucedido aún.

LA SOMBRA DE TOLSTOI

En el camino que sale de Yasnaya Poliana nos despide la guía.

Al volverse, un viento imprevisto levanta su capote inclina hacia ella las ramas de los árboles.

El lago, la casa, las hierbas brevísimas que crecen en la tumba:

todo se torna en un momento demasiado gris. Apenas hay testigos.

Mi asombro sigue al infinito a esa mujer que no se inmuta que camina despacio y hace girar las hojas sobre el polvo.

No la vi más allá del horizonte. Pero casi al instante cesó el polvo, el viento, la grisura del día. Las cosas regresaron a su sitio, a su antigua claridad.

Supe entonces que había estado en la Frontera.

Palabras de José Ángel Toirac

Palabras de José Ángel Toirac

Por Joaquín Borges-Triana

Una nueva edición de la Bienal de La Habana está en marcha y Miradas Desde Adentro no puede estar al margen de este suceso cultural. Por eso, reproducimos una entrevista realizada a José Ángel Toirac, a propósito de su participación en el aludido evento de las artes visuales.

José Ángel Toirac dentro de Lo posible

Por Andrés D. Abreu

José Ángel Toirac no se esperaba ser Premio Nacional de Artes Plásticas en el 2018, incluso aunque ya había estado nominado otras veces. Pero igual no niega que haberlo recibido tan cerca de una Bienal ha facilitado que los curadores canalizaran su obra dentro de ese gran tema de La Construcción de lo Posible y estar invitado a varias  de las más importantes plataformas curatoriales de esta XIII edición de un  evento que considera «tiene que defenderse a capa y espada».

Viejos amigos será la pieza que lo representará dentro del proyecto colectivo Intersecciones, en  Factoría Habana, donde compartirá con otros significativos artistas cubanos como Antonio Eligio (Tonel), Carlos Garaicoa, Los exCarpinteros Alexander Arrechea, Marcos  A. Castillo y Dagoberto Rodríguez,  los hermanos Iván y Yoan Capote, Fernando Rodríguez Falcón y Rafael Villares.

También sumará expectativas al proyecto  La posibilidad infinita. Pensar la nación (en el Edificio de Arte Cubano del Museo Nacional de  Bellas Artes) con la presentación allí de piezas de la colección del MNBA, obras como Relicario, la instalación de 20 pedestales que produjera junto a Marín, y el autorretrato Homenaje a Durero, obra medular en su carrera donde se planteó un discurso paralelo con  el autorretrato que como Cristo-Morfo se realizará Alberto Durero a los 28 años y  que Toirac  revisitó en sí mismo a esa misma edad  a  partir de la foto que Korda tomó de  Fidel en plena Sierra Maestra. También estará mostrando algunos de sus videos y otra parte de su sustancial creación podrá apreciarse en muestras colaterales que se organizan para Fábrica  de Arte Cubano y el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso.

Una presentación especial se organiza en la Fundación Ludwig de Cuba sobre un libro suyo:  «una idea que venía arrastrando hacía mucho tiempo y que se materializó  recientemente con su edición en NY». Considera Toirac que «esta publicación es como una especie de Biblia,  una reescritura de la Historia del Nuevo Testamento con imágenes tomadas de la prensa cubana».

Su espacio de trabajo  estará incluido en el programa Open Studio, una otra posibilidad de recorrer lo que ha producido este artista cubano que no concibe su obra fuera del contexto al que pertenece: «Mi discurso no se da al margen de esta realidad , yo soy un producto de esta realidad, y yo sinceramente pienso que sin contradicción no hay desarrollo posible. Contradicciones siempre van a existir y la sociedad tiene que buscar cómo desarrollarse a partir de superar sus contradicciones. Uno de los roles del artista es poner el dedo en la llaga.»

Desde esa perspectiva Toriac considera que «tener una Bienal debe ser una preocupación de todos porque de lo contrario sería cerrar una tradición. Una bienal no se inventa de ahora para ahorita, hay toda una tradición que no puedes tirar por la borda. El contexto a cambiado, los intereses son otros, las prioridades son otras y la Bienal tiene que ir cambiando con el tiempo y  a la vez ser la misma Bienal. Es importante porque hay que hacer honor al nombre que llevas, y hay que hacer un esfuerzo entre todos para lograrla cada dos años.»

«Esta es una gran posibilidad para el Arte Cubano y lo seguirá siendo, quizás no es la mejor Bienal, pero es la que podemos hacer y es la que se tiene que hacerse. Habrá gente que se oponga, gente que no le ve utilidad, pero hay que estar adentro realmente para apreciar cuanto esfuerzo lleva organizar una Bienal. Y es un esfuerzo que vale la pena, los artistas nos la merecemos, la cultura en sentido general gana con la Bienal, y como Revolución sin cultura no puede haber, la Revolución gana con ella.»

  Tomado de BOLETÍN ESPECIAL BIENAL EN CONSTRUCCIÓN Nro.2/2019.

Otra vez Cecilia Valdés

Otra vez Cecilia Valdés

Por Joaquín Borges-Triana

La novela Cecilia Valdés o La Loma del Ángel, original de Cirilo Villaverde, nunca debería ser leída simplemente como un producto sentimental de entretenimiento, concebido para  la narración de un romance incestuoso. Así, en opinión de Manuel de la Cruz, este es “el libro más revolucionario que haya engendrado el intelecto cubano”. Una edición anotada del importante  título de nuestras letras recién ha visto la luz, preparada por el escritor Reynaldo González y la investigadora Cira Romero (Ediciones Boloña, Publicaciones de la Oficina del Historiador, Colección Raíces, La Habana, 2018, 505 páginas) y con una portada concebida por Sigfredo Ariel. A propósito del suceso, Carlos Espinosa Domínguez ofrece sus valoraciones en un texto publicado por cubaencuentro.com y que Miradas Desde Adentro se complace en reproducir a continuación.

Retrato de un país y una época

Por Carlos Espinosa Domínguez

Tras las dos últimas ediciones que circularon en Cuba, Cecilia Valdés o La Loma del Ángel merecía un desagravio. La de 2011 apareció con el título incompleto; la de 2014, con una fea portada en la cual se ve una figura femenina que grita: “¡A ella, a él no!”. Vaya por Dios Todopoderoso, que se le haga esto al que, a juicio de Manuel de la Cruz, es “el libro más revolucionario que haya engendrado el intelecto cubano”.

Pues bien. Ese desagravio acaba de producirse y se puede afirmar que no puede ser mejor. La novela de Cirilo Villaverde vuelve a estar al acceso de lectoras y lectores con la edición anotada que prepararon el escritor Reynaldo González y la investigadora Cira Romero (Ediciones Boloña, Publicaciones de la Oficina del Historiador, Colección Raíces, La Habana, 2018, 505 páginas). Se ha impreso como un libro de gran formato, que posee una expresiva portada que firma Sigfredo Ariel.

Esa cubierta, además de sus valores estéticos, constituye el pórtico visual idóneo para esta edición. No aparece en ella una recreación de su celebérrima protagonista, ni tampoco una imagen alusiva al romance incestuoso que se cuenta en la novela. A partir de grabados antiguos, Sigfredo Ariel armó una suerte de mural que establece un contraste entre la vida de lujos y saraos de la sacarocracia cubana y la inhumanidad de la trata de esclavos, pilar este en el cual se sustentaba la bonanza de ese sector de la sociedad colonial. Esto es, muestra un cuadro panorámico de esta. Y ese es precisamente el criterio rector de esta edición, como lo adelanta sucintamente González en esta nota que se lee en las primeras páginas:

“Esta edición de la novela Cecilia Valdés o La Loma del Ángel, de Cirilo Villaverde, se basa fielmente en la que publicó el autor en 1882. Intentamos rescatarla de recensiones interesadas que accidentaron su comprensión en más de un siglo. No se trata de hallazgos, sino de elementos que estaban visibles sin que fuesen atendidos. En nuestra lectura cosechamos líneas de la novela y citas de la correspondencia privada del autor y del grupo delmontino, para obviar interpretaciones más inspiradas que investigadas. Consciente del ambicioso plan de su obra —retrato de un país y una época desde una historia de amor interdicto—, Villaverde esclareció dos columnas: su trabajo de narrador y su vida de combatiente anticolonialista. En atención a algunas lagunas de información que puedan tener las actuales generaciones sobre el período anterior a nuestras guerras de independencia, incluimos referencias de asuntos que toca el tema central, alejados de la novela, que permitirán compulsar datos y propiciarán fuentes complementarias. Las que remitan a páginas del relato, de satisfacción inmediata, las ponemos entre corchetes; a las otras damos el tratamiento habitual. Actualizamos la ortografía y allanamos las abreviaturas, socorridas en el intercambio habitual. Esta labor, alejada de todo afán retórico, fue posible gracias a la experiencia y la generosa colaboración de la investigadora Cira Romero”.

El empeño de González por rescatar la obra cumbre de nuestro siglo XIX de las lecturas fáciles, superficiales y atenidas a criterios preconcebidos, se remonta a algunas décadas atrás. En su libro Contradanzas y latigazos, publicado en 1983 y que tuvo una edición aumentada en 2013, se propuso escudriñar Cecilia Valdés desde el presente. Realizó una lectura desacralizadora y cuestionadora, que arroja luz sobre ángulos ciegos de la novela y desmitifica conceptos esenciales de nuestra cultura. Parte, como anuncia en el título, de “los chasquidos del látigo” y “los juguetones compases de la contradanza”, para examinar el complejo entramado de relaciones y sectores sociales que había entre esos dos polos.

Destaca el acierto de Villaverde, al “haber captado una época y una concepción de la vida en sus más complejos pormenores”, en una obra que constituye una reconstrucción crítica de la realidad colonial. Emplea un copioso cuerpo de documentos y referencias, que reunió mediante una acuciosa investigación. Su aguda inteligencia y su sólido conocimiento de la época dieron lugar a un texto que es un modélico ejemplo de estudio interdisciplinario. En su libro mezcla crítica literaria, observaciones sociológicas, valoraciones históricas, sin que falten apelaciones a recursos narrativos.

Pormenorizada descripción de la vida habanera

Para la edición objeto de estas líneas, González redactó un extenso estudio introductorio de 63 páginas, titulado “Cirilo Villaverde y los Delmontinos: El drama racial en Cecilia Valdés”. En el mismo aporta nuevos argumentos a lo antes escrito por él. Entre otros muchos aspectos, comenta que cuando las primeras ediciones empezaron a aparecer, en las primeras décadas del siglo XX, la novela “padeció la torcedura frívola de considerarla puro entretenimiento, bajo apreciaciones de simples gacetilleros”. La recensión se centraba en el principal personaje femenino, traduciendo la consideración que en la colonia se daba a mujeres como ella, “mulatas expósitas, generalizadas rumbosas y de mala fortuna”. Al respecto, González anota que los atractivos bien perfilados que el autor le puso “parecieron trampas de seducción, sin que faltasen apreciaciones presuntamente científicas”.

En cuanto al debate —en su opinión, sobrevalorado— de su definición como participe por igual del costumbrismo y del romanticismo, González afirma que Villaverde asumió el primero “desde ángulos menos favorables al ambiente retratado, porque su comprensión del género divergía de sus colegas (…) No se detuvo en condescendencias al indicar la habitual orientación de estampas y curiosidades”. Y sostiene que tampoco se ciñó “al patrón heroico-romántico de presumibles luchas y personajes vindicadores”.

Y al hacer una valoración general de la obra, González concluye que “pocas novelas decimonónicas de América Latina tuvieron el destino de Cecilia Valdés: ser un documento de obligada consulta sobre un período marcado por la violencia y el crimen, sin perder la condición de relato sentimental. Junto a las características dadas a los personajes y una pormenorizada descripción de la vida habanera, indaga en el imaginario colectivo y las instituciones cuya crueldad e intolerancia motivaron el argumento”.

Cira Romero también contribuye a la edición con un texto, mucho más breve que el de González. Se titula “Cecilia Valdés o La Loma del Ángel: idas y vueltas de una novela” y en él detalla el proceso que hizo que la llamada “primitiva” Cecilia Valdés de 1839 se transformara, al pasar de la revista La Siempreviva a publicarse en libro ese mismo año, en “el inicio y la cima de un género”. Romero además expresa su valoración de la obra magna de Villaverde y apunta que “muestra el talento y la perseverancia de quien sabía, o presentía, que de sus manos había nacido una materia viva, que debía modelar para la posteridad”.

A la investigadora se deben, asimismo, los materiales adicionales que optimizan la edición: el bloque Cirilo Villaverde y su época, la bibliografía citada y consultada y el listado de las ediciones que pudo localizar. Al revisar estas últimas páginas, sale a la luz que la primera traducción fue al inglés, en 1935. Las siguientes fueron al ruso (1963), el polaco (1976), el rumano (1983), el checo (1983), el francés (1984), el chino (1986) y el portugués (2011).

También pertenecen a Romero los varios centenares de notas que contribuyen a que hoy se pueda disfrutar y comprender mejor la novela. Unas sirven para identificar a personajes reales que aparecen o se mencionan (Francisco Vives, José Severino Boloña, Vicente Escobar, para citar unos pocos). Otras ubican con exactitud lugares de La Habana en donde se desenvuelve la acción: Iglesia del Espíritu Santo, Barrio de San Isidro, Casa de Gobierno, Cuartel de Dragones, Colegio de Buena Vista, Jardín Botánico, Teatro Principal; o bien documentan hechos históricos a los cuales se alude (el Tratado de Inglaterra de 1817, la Constitución de 1812, el año en que ahorcaron a Aponte). Y, por último, están las notas que aclaran el significado de términos y frases ya en desuso. Por ejemplo, de ponina en ponina (de fiesta en fiesta), el naipe (la cabeza), de luego a luego (pronto, de inmediato), gañate (la garganta), gustar la tijera (hablar mal del prójimo), vaqueta (cuero), me tengo tragado (estar convencido).

Pienso que de las líneas anteriores se puede deducir que esta nueva edición de Cecilia Valdés es de un gran valor. Por un lado, propone y estimula una lectura que subvierte la manipulación que le agregó envoltorios y mitificaciones y la redujo a producto sentimental de entretenimiento. Aquí, en cambio, se propicia una interpretación en buena ley, que, atiende, ante todo, lo que dijo Villaverde. Por otro, incorpora materiales complementarios que proporcionan elementos para un aprovechamiento razonado de su lectura.

Se trata, en suma, de una notable aportación que permite un disfrute cabal de la novela: entrar en sus detalles, gozar sus matices, las referencias a la época, las figuras y hechos históricos, las costumbres, los modos de pensamiento.

Tomado de cubaencuentro.com

https://www.cubaencuentro.com/cultura/articulos/retrato-de-un-pais-y-una-epoca-334884

¡Ay, reguetón nuestro de cada día!

¡Ay, reguetón nuestro de cada día!

Por Joaquín Borges-Triana

Hay textos periodísticos que resisten la prueba del tiempo y aunque hayan sido escrito varios años atrás, tal parece que han sido concevidos para los días que corren. Tal es el caso del artículo que hoy reproduzco, firmado por el prestigioso académico Alfredo Prieto allá por 2013. El autor de “Sun Tzu y el reguetón” es alguien con una destacada carrera intelectual. Escritor, investigador, editor y periodista, él  se graduó de Lengua y Literaturas Hispánicas. Entre otras instituciones de reconocida solvencia acadèmica, trabajó en el Centro de Estudios sobre América (CEA) como jefe de redacción de Cuadernos de Nuestra América e investigador de su Departamento de América del Norte. También ha laborado en la revista Temas y en Ediciones UNIÓN, así como en medios alternativos al corte de OnCuba. El artículo siguiente fue publicado inicialmente en el Periódico Digital Dominicano 7dias.com.do y es de esos trabajos a los que recomiendo volver una y otra vez siempre que se discuta sobre la presencia del reguetón en el contexto cubano.

Sun Tzu y el reguetón

Por Alfredo Prieto

Uno de los estrategas más sofisticados en el arte de la guerra que en el mundo han sido, el general chino Sun Tzu, aconsejó en un libro clásico no dar batalla a menos que se tenga la absoluta certeza de no ser derrotado. Me temo sin embargo que esto es lo que no tienen en cuenta actores y estructuras involucradas en la ofensiva cubana contra la vulgaridad, la banalidad y la mediocridad, que aquí llamaré reguetón. De la noche a la mañana, algunos de sus protagonistas se han desvanecido de los espacios públicos y las ondas del éter, hecho ocurrido mientras figuraban en sitios estelares en las listas de popularidad y sin que mediara ni información ni notificación social alguna, según la costumbre. Una entrevista del periódico Granma, aparecida cuando el proceso ya estaba en marcha, funcionó como obturador de la cobertura de prensa extranjera sobre la censura en Cuba, por tradición políticamente motivada, incompleta, omisa y sesgada. Antes, un incidente con la figura de José Martí, recogido por las redes sociales y amplificado por El Nuevo Herald y el Canal 23 de Miami, había iniciado ese nuevo capítulo.

Este artículo identifica las razones de un posible fracaso y las fundamenta brevemente, no sin el truismo previo de ubicar a los reguetoneros en su propio contexto.

El fenómeno tiene sus raíces en la peculiar marginalidad del país, que condujo a implementar programas sociales en el marco de la llamada batalla de ideas. Esos jóvenes parados encima del escenario no están entonces ahí por generación espontánea, sino porque responden a un fenómeno llamado crisis cubana, vivida primero por las personas y luego crecientemente estudiada por el pensamiento social. Sin embargo, los discursos públicos sobre ellos suelen sustentarse en una operación disociativa que les corta el cordón umbilical presentándolos como aliens o freaks porque contradicen ciertos supuestos, uno de ellos relacionado con la instrucción y la cultura acumuladas.

La anterior es también la base de un segundo constructo: se trata de una minoría que, si acaso, solo se representa a sí misma, algo que no explicaría un fenómeno de recepción social llamado “fiebre del reguetón” que no solo nos lo ha instalado en el disco duro de las preferencias musicales de la audiencia –o de determinados sectores de esta–, y en nuestros oídos más que renuentes, sino también conducido a lamentables y repudiables actos violentos a manos de jóvenes integrados al sistema nacional de enseñanza. (Luego se sancionó a la directora de una escuela primaria y a tres maestras por permitir se escuchara/bailara un reguetón a la hora del receso, “Kimba pa´que suene”). Su cultura sexual, si así puede llamársele, se origina en sus espacios de socialización, donde el sexo colectivo ha dejado de ser una fantasía para convertirse en realidad mundana. Su lenguaje soez y procaz, vehiculado en unos “metatextos” muchas veces de difícil intelección, pero propio de la jerga carcelaria y de las gangas, remite a la expansión de la marginalidad, un fenómeno por otra parte no exclusivamente cubano. La globalización es como el amor en la canción de Ida y George Gershwin: ha llegado para quedarse.

Lo cierto es que la carga psicológico-emocional acumulada desde el “Chupi-Chupi” de Osmani García y su abrupta retirada de los premios Lucas, más reuniones gremiales y sucesos como el aludido –no muy distinto, por cierto, al que documenta Memorias del subdesarrollo con el mozambique de los 60, a los navajazos cerveza al aire con “El perico está llorando” de los carnavales del 70 o a los salones de la Tropical bajo el imperio de la timba y la salsa–, parecen estar en el centro del asunto, pero quizás con ello se obvie una segunda máxima del pensador chino: “nunca se debe atacar por cólera y con prisa”.

Esa cólera y esa prisa deberían, al menos, ponderar con más detenimiento los tres problemas siguientes:

Los nuevos actores. Hoy el Estado, en proceso de encogimiento respecto a la cosa pública, no es el único emisor cultural en Cuba. La aparición/socialización de nuevas tecnologías –un dato expansivo a partir de los años 90– funciona y aun funcionaría como “balance” ante cualquier forma de control omnisciente de la producción musical. En otras palabras, frente a la EGREM y otras instituciones se alzan los estudios de grabación underground actuantes en el escenario local, a no ser que un día se quieran tomar medidas drásticas. Prácticamente carecen de límites, como no sean los del mercado y los de la propia conciencia de sus gestores. Esto es válido no solo para manifestaciones musicales como el rap, el hip hop y el reguetón (por lo demás con sobradas diferencias internas), sino también para el nuevo cine y sus producciones, a veces asociadas con actores de lo público y/o lo  privado.

El consumo audiovisual informal. El Estado tendría, desde luego, el derecho de controlar/decidir el tipo de música a difundir en sus propios predios, señaladamente en la radio, la televisión y espacios públicos como centros nocturnos y cabarets. (El problema de los parámetros sigue sin embargo en pie: quién decide qué y por qué). Esto no hubiera ocurrido, probablemente, de no mediar el persistente machaqueo de ciertos reguetoneros, demasiado torpes, vulgares, groseros, poco pragmáticos y nada inteligentes. Y pletóricos en actitudes y textos que ubican a la mujeres como simples objetos sexuales o locus para eyacular, un verdadero retroceso ideocultural en el camino hacia su emancipación y la liberación de relaciones de poder, históricas y actuales.

Pero no estamos en los años 60, en los que se quiso ningunear públicamente al rock anglosajón sobre la base de criterios tan estrechos como mecánicos. No resulta superfluo recordar que ni siquiera entonces ese control llegó a ser absoluto gracias a las famosas “placas” de producción doméstica clandestina y a la circulación de discos de acetato traídos de fuera por marineros mercantes y funcionarios; eso era lo que escuchaban y bailaban muchos jóvenes de entonces en las fiestas de 15 y los “güiros” de El Vedado, La Víbora y otros lugares del país.

Hoy esa alternatividad se ha multiplicado con creces, básicamente por dos razones: a) la disponibilidad de memorias flash, MP3, Ipods, Iphones y CDs en amplios sectores de la ciudadanía, bien por compras en el mercado interno o por envíos o adquisiciones en el exterior, y b) la variante cuentapropista de vendedores de música, juegos electrónicos y filmes en los portales, de hecho una legalización de la piratería pagándole impuestos al Estado (hasta donde conozco, Cuba es el único país que no tiene una legislación al respecto, un tema candente en el último congreso de la UNEAC).

Esa lucha cubana contra la vulgaridad, la banalidad y la mediocridad, y contra el reguetón, no significaría entonces el cese de su circulación social, a cargo de esos mecanismos de distribución y consumo que tienen vínculos económicos horizontales con la producción discográfica identificada en el punto anterior. Y como remate, le pondría el discreto encanto de lo prohibido, un imán adicional para cierto tipo de público.

La dimensión jurídica: Según los juristas, para ser efectiva, por definición toda norma jurídica debe poder implementarse. Y este país se caracteriza, precisamente, por un déficit estructural de la cultura jurídica a muchísimos niveles. Es más: la Ley 81 sobre el Medio Ambiente, aprobada por la Asamblea Nacional en 1997, establece en su artículo 147 la prohibición de “emitir, verter o descargar sustancias o disponer desechos, producir sonidos, ruidos, olores,  vibraciones y otros factores físicos que afecten o puedan afectar a la salud humana o dañar la calidad de vida de la población. Las personas naturales o jurídicas que infrinjan la prohibición establecida en el párrafo anterior, serán responsables a tenor de lo dispuesto en la legislación vigente”.

Y en su  artículo 152: “el Ministerio de Salud Pública, el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social y  el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, en lo que a cada cual compete y mediante el establecimiento de las coordinaciones pertinentes, dictarán o propondrán, según  proceda, las medidas encaminadas a el establecimiento de las normas relativas a los niveles permisibles de sonido y  ruido, a fin de regular sus efectos sobre el medio ambiente”.  Dejando por ahora a un lado el hecho de que hay esquinas y barrios que constituyen verdaderos himalayas de basura y desechos sólidos, la regulación del ruido es, como se sabe, otra gran letra muerta en edificios multifamiliares, lobbies de hoteles, cafeterías y restaurantes emergentes, guaguas, bici-taxis y almendrones. La posible aprobación de un marco jurídico regulando la música en los espacios públicos parecería entonces estar condenada, por las mismas razones, a la misma repetición.

Vigilar y suspender no es la salida. La solución, si alguna, pasaría entonces por la información y la crítica, protagonizada en primer término por los medios masivos, que suelen mantener un patrón de omisión todavía más disfuncional ante los cambios experimentados por la sociedad cubana. El supuesto de no nombrar un problema pretendiendo que no existe acaba generando espacios de silencio cubiertos por fuentes y emisores externos, circulantes de hecho en el tejido social a través de dispositivos tecnológicos o el boca-a-boca –este último, más conocido entre nosotros como “Radio Bemba”. Hacerlo supone  trascender lo que Jesús Martín Barbero denomina “el modelo verticalista” e incorporar un canto coral con pluralidad de actores y perspectivas. Solo de esa pulsión, en el buen sentido del término, podrán salir mejores y más viables políticas públicas.

Dicho de otro modo, el diálogo y la discusión parecen ser los caminos. Pero eso lleva, entre otras cosas, paciencia. Mucha paciencia y más paciencia, como lo predicaba Fidel en una coyuntura específica de principios de la Revolución. El general Sun Tzu lo pondría quizás de otra manera en una tercera sentencia: “Hay rutas que no se deben usar, ejércitos que no han de ser atacados, ciudades que no deben ser rodeadas y órdenes de gobernantes civiles que no deben ser acatadas”.

“Este es un país de grandes olvidos”, declaró no hace mucho Eusebio Leal.

Tomado de Periódico Digital Dominicano, 7días.com.do

www.7dias.com.do/opiniones/2013/01/02/i132657_sun-tzu-regueton.html

 

¿Dónde está mi mundo?

¿Dónde está mi mundo?

Por Joaquín Borges-Triana
Nunca he tenido el mal gusto de separar u obviar a los nacidos en Cuba
(músicos incluidos, claro está) por el lugar donde decidan radicarse.
José Martí no dejó de ser el más brillante y patriota de los cubanos
por el largo tiempo que vivió en los muchos países donde residió la
mayor parte de su corta vida. Igualmente, defiendo el criterio de que
no hay manera de imaginar el futuro si se desconoce el pasado, algo
que de manera lamentable ha de admitirse que sucediese entre nosotros,
cuando se ha pretendido borrar de un plumazo lo hecho por artistas en
Cuba antes de su salida del país, absurdo proceder que empieza a
cambiar aunque no con la velocidad que muchos como yo deseamos.
Siempre he pensado que los pueblos que olvidan su historia olvidan,
junto con ella, quiénes han sido y quiénes quieren ser.
Es cierto que hubo una emigración política en los primeros años de la
Revolución que salió del país con mucho rencor, con una ira que
tristemente los ha ido enterrando a todos. En dicho grupo también se
incluyeron artistas e intelectuales, que nunca más se reconciliaron ni
se reconciliarán con Cuba. Ahora bien, no opino que tal sea el caso de
los que en los últimos años han optado por irse a vivir a otros
lugares del mundo. Yo no he dejado de ser amigo, de comunicarme, con
ninguna de mis amistades que han decidido radicarse en muchos sitios
de la infinita geografía con que se dibuja nuestro planeta. Ni creo
que ya sea un obstáculo para nadie el ser tolerante y abierto con ese
tipo de decisiones.
Afortunadamente, aunque aún persisten manifestaciones de las
descalificaciones y la negación de la existencia de los que piensen
distinto, los excesos cometidos en determinados períodos de la
Revolución en virtud de su inmadurez, hoy resultan cuestión de un
pasado lejano. A los que no lo vivimos, nos parecen increíbles las
anécdotas del momento en que, apenas unos cincuenta años atrás, cuando
alguien solicitaba su salida de Cuba, era enviado a trabajar por equis
tiempo en labores agrícolas, o la etapa deleznable de los denominados
“actos de repudio”, en los que el futuro inmigrante era bombardeado a
huevos por las enardecidas masas revolucionarias.
En la actualidad, he sido testigo de cómo en centros de trabajo
últimamente, con besos y abrazos se ha despedido a un –hasta dicho
momento– colega de labor que por variadas circunstancias se marcha del
país. Escenas semejantes las he visto en las cuadras, entre los
vecinos, donde también he asistido a los cálidos recibimientos que se
le ofrecen a los compatriotas que nos visitan. Por todo lo antes
expresado, estoy entre quienes opinan que las mitades separadas entre
cubanos residentes en Cuba o en el exterior, existen en la mala fe de
algunos y a al nivel en que la política defiende intereses mezquinos
que nunca serán los de una mayoría.
A estas alturas  del tercer milenio, uno de los temas heredados de la
anterior centuria que sigue en la agenda del debate internacional es
el de la identidad, acompañado por uno de los principales asuntos del
siglo XXI: la emigración. Comparto el criterio de Norberto Codina
(2002) cuando asegura que en nuestros días no hay nada tan actual como
“el conflicto identidad-emigración”. Y es que en las sociedades
contemporáneas, caracterizadas en muchos casos por ser multiculturales
y multiétnicas, “género, clase, economía, política, religión,
globalización y un largo etcétera forman el contrapunteo entre país
emisor y país receptor, y en muchos casos, los dos roles en el pasado
y/o presente de la misma sociedad” (Codina, 2002). Semejante realidad
se hace corpórea en la discusión académica, en la que sujeto y nación
indagan por variadas respuestas. Los cuestionamientos formulados están
en estrecha relación con la crisis que, en conjunto, padece la
sociedad contemporánea en la que, según John Hutchinson (1992), el
nacionalismo cultural actúa como un factor de integración para
redefinir la relación entre Nación, Estado y territorio.
Términos como desplazamientos, flujos, interconexiones, trayectorias…,
aparecen una y otra vez en los escritos teóricos que aspiran a
reflejar de algún modo las dinámicas de las sociedades contemporáneas.
Otro vocablo muy empleado en la actualidad para referirse a estos
asuntos es el de “movilidad”, a propósito de personas, comunicaciones
o afectos en un mundo que cada día tiene una mayor interconexión.
Dicho concepto ha ido tomando creciente auge en los estudios sociales
llevados a cabo por investigadores como John Urry (2007).
Lo que antaño fue visto como estático y monolítico, dígase la cultura,
el estado-nación, las fronteras, en la actualidad se nos revela fluido
y mutable (Sánchez Fuarros, S.F.). Y es que como apunta dicho
investigador:
“La movilidad, en todas sus manifestaciones, subyace, de este modo,
como una cualidad esencial del aquí y del ahora. La sociedad global se
caracteriza, además, y como consecuencia de lo anterior, por su
(inter)conectividad, es decir, por la facilidad con la que flujos de
información, de capital o de personas se mueven -de manera desigual,
eso sí-a lo largo y ancho del planeta, de tal modo que el espacio,
antes condicionado y circunscrito por las fronteras nacionales, se
disuelve y difumina, dando lugar a nuevas formas de sociabilidad y
nuevas identidades que surgen en los intersticios de la interacción
entre lo global y lo local.”
Lenguaje universal con demasiada riqueza aún no explorada, la música
desempeña un singular papel en la conformación, articulación y
sostenimiento de redes identitarias. Las nuevas maneras de
desplazamiento que caracterizan los flujos transnacionales de personas
en nuestros días, traen consigo la urgencia de disponer de nuevas
herramientas analíticas que nos permitan aproximarnos a la realidad
que se ha ido conformando. Así, ante investigadores de disímiles ramas
de las ciencias sociales, se erige el reto de explicar la dimensión
social de los cambios musicales, desde la comprensión del rol del
lugar y de las migraciones como referentes de sentido y elementos
propiciatorios de la evolución musical.
En el caso de Cuba, su música es el resultado de un proceso
transcultural y de, al decir de Julio Fowler (2007) “una maravillosa
conjunción étnica que fruto de la emigración, la diáspora, y el
exilio, fue construyendo a lo largo del tiempo una de las creaciones
colectivas del genio popular insular más trascendente.”
Lamentablemente, en el pensamiento intelectual y académico cubanos
existe una propensión en los últimos años a la subvaloración de la
música y a considerarla como un arte menor, destinada para la
“gozadera”, visión reduccionista que no se percata de que dicha
manifestación artística tiene un rol central en nuestra cultura, lo
cual implica que ni los discursos cotidianos ni los de los medios de
comunicación entre nosotros pueden escapar a su influencia. Semejante
postura es contrastante con lo que a lo largo de nuestra historia han
considerado figuras fundamentales en el devenir del pensamiento de la
nación.
La noche que la televisión cubana transmitió el filme Chico & Rita por
uno de sus canales, sentado en la sala de mi vieja casa en Centro
Habana y mientras seguía la narración cinematográfica acerca de los
personajes ideados por Trueba y Mariscal, me preguntaba cuántas
historias de vida como las de los protagonistas de esta película, en
realidad no se habrán extraviado por ahí, transformadas tan solo en
polvo de sueños que nunca se podrán recuperar. Y justo me refiero a
eso: “historias de vida”, no hablo ya de la historia en conjunto de
los miles de músicos cubanos que un día decidieron marcharse de
nuestro país para probar suerte en otros lares sino de las vivencias
personales de cada uno de ellos, a veces coronadas con el éxito, a
veces coronadas con el fracaso. Por eso, cuando pienso en nuestros
compatriotas músicos transterrados, no lo hago en términos de mera
abstracción académica sino intentando imaginar cómo ha sido para ellos
el día a día en la diáspora.
De numerosas lecturas de los textos del camagüeyano Juan Antonio García Borrero
–en mi opinión–, alguien que es mucho más que un excelente crítico de
cine para devenir uno de los pensadores de nuestra cultura de mayor
relevancia en la actualidad, he aprendido que entre nosotros, lo que
conocemos “es la historia de una utopía, y utopía al fin, se prioriza
al sujeto colectivo, su lado más fotogénico.” A tono con semejante
proceder, las desgarraduras individuales, o las deserciones del sueño,
no cuentan. Estas últimas, desde el punto de vista historiográfico y
siguiendo también las ideas de García Borrero (2009), en otros tiempos
solían despacharse con una lacónica línea: “Abandonó el país”, frase
cuya lectura despierta la impresión de que se establece el fin de una
vida o, para decirlo con Juan Antonio: “Como si el rebasar lo
geográfico hubiese implicado el no da más de una existencia” (García
Borrero, 2009).
Probablemente, nunca se llegue a saber con certeza quién fue el que
tiró la primera piedra, si los que afirmaron que el son se había ido
de Cuba, o los que se negaron a admitir que quienes se marchaban del
país continuaban siendo cubanos. Lo cierto es que ese alimentarse de
negaciones recíprocas, al margen de las contradicciones políticas, le
ha hecho un enorme daño a nuestra cultura y en particular a la música,
que por la condición de ser también una industria sufre presiones que
no se dan en la literatura o las artes plásticas.
Por mi parte, opino que es un derecho natural que, más temprano que
tarde, se reestablezca la normal y fluida comunicación de la cultura
cubana con nuestros artistas que viven en el exterior, la cual nunca
debió ser cortada si se piensa en el gigantesco vacío creado en el
orden de lo que ha sucedido y está sucediendo, así como en la tristeza
generada al borrar –sin querer o queriendo– una considerable porción
de la memoria de este país, a causa de las innumerables censuras y
omisiones que se han hecho con criterios ideológicos.
Y es que la música cubana facturada en el ámbito diaspórico ha
recorrido diversas etapas y en el presente asume una nueva autoridad
discursiva, a partir del choque o encuentro de nuestro acervo con las
fuentes musicales de otros lares. Porque lo cierto es que en estos
años los que están fuera se han perdido la realidad de la música de
aquí y los que están dentro han perdido el hilo de la evolución de los
que están más allá de nuestras fronteras.
Una exégesis de lo acaecido en la cultura nacional durante el período
de tránsito del siglo XX al XXI y en especial entre las jóvenes
generaciones de artistas e intelectuales de la isla tiene que tener en
cuenta la incidencia en el país –para bien y/o para mal– de los
procesos migratorios que se han producido en la etapa. El conocimiento
de la dialéctica marxista hace perfectamente comprensible la
pertenencia a nuestra cultura en términos de entrada y salida, con lo
cual jamás habría que impugnar o excluir a nadie por el mero y simple
hecho de pasar a vivir en otro lugar del mundo, ni pensar que por
asumir semejante proceder, quienes lo hagan se transforman en
extranjeros física o espiritualmente. Por ello, estudiar –en la medida
de lo posible– la obra de los músicos que forman parte de la comunidad
cubana en el exterior, entretanto el Estado soluciona el problema de
la debida promoción del quehacer de dichos creadores, es la forma que
los cientistas sociales, y en particular los vinculados con el arte,
poseen para aportar al conocimiento del desarrollo artístico cultural
de la nación, hoy producido no solo dentro de las fronteras locales de
Cuba sino también allende los mares.
Referencias bibliográficas:
CODINA, NORBERTO. 2002. “El (otro) discurso de la identidad y La
Gaceta de Cuba en los noventa”. La Jiribilla (revista electrónica),
no. 49, <http://www.lajiribilla.co.cu/paraimprimir/nro49/1333_49_imp.html>
[Consulta: 16.10.2005].
FOWLER, JULIO. 2007. “Diáspora: lo popular bailable, folclor
afrocubano y hip hop en la canción”. Contigo-en-la-distancia (weblog),
edición del domingo 14 de octubre,
<http://contigo-en-la-distancia.blogspot.com> [Consulta: 17.10.2007].
GARCÍA BORRERO, JUAN ANTONIO. 2009. “Gone with the wind”. Cine cubano,
la pupila insomne (bitácora personal), edición del 1º de noviembre,
<http://cinecubanolapupilainsomne.wordpress.com/2009/11/page/3/>
[Consulta: 02.11.2009].
HUTCHINSON, JOHN. 1992. “Moral Innovators and the Politics of
Regeneration: The Distinctive Role of Cultural Nationalism in
Nation-Building”. En Ethnicity and Nationalism, eds. Smith, Anthony.
New York, Brill.
URRY, JOHN. 2007. Mobilities. Cambridge, Polity.
SÁNCHEZ FUARROS, ÍÑIGO. S.F. “Música y diáspora. Nuevos escenarios
para la investigación (etno) musicológica
<http://www.ciudadsonora.net/media/Musica_y_migracion.pdf> [Consulta:
02.10.2008].

Para una aproximación al William Roblejo’s Trío

Para una aproximación al William Roblejo’s Trío

Por Joaquín Borges-Triana
Siempre habrá que lamentar el hecho de que, por un complejo entramado
de razones subjetivas y objetivas, la industria musical no ha logrado
desarrollarse en Cuba a tono con las capacidades que el país posee.
Porque a decir verdad, uno no deja de sorprenderse ante el nivel de
los instrumentistas que se gradúan en nuestros conservatorios.
Incluso, en expresiones sonoras en las que de manera aparente no
contamos con una gran tradición, cuando se formula un recuento no
faltan motivos para el regocijo.
Lo anterior puede afirmarse en lo concerniente a lo alcanzado entre
nosotros con respecto a la ejecución del violín en el jazz. Si bien es
cierto que al comparar lo sucedido en tal sentido con otros
instrumentos como el piano, el saxofón o la batería, el violín queda
en desventaja, ello no implica que en décadas recientes no hayamos
contado con excelentes violinistas en las manifestaciones afines al
campo de la improvisación.
En una incompleta relación de nombres, a la cabeza me vienen figuras
como Joaquín Betancourt, Santiago Jiménez, Rubén Chaviano, Omar
Puente, Jorge Orozco Alemán, los integrantes del recordado quinteto
Diapasón, Ricardo González Lewis, los hermanos Dagoberto y Lázaro
Dagoberto González, Irving Frontela, Ramsés Puentes y Asley Brito. Es
en esa tradición en la que se incluye el quehacer de William Roblejo,
violinista graduado del conservatorio Amadeo Roldán y del Instituto
Superior de Arte (ISA) quien, gracias a su formación e información,
tiene la capacidad de abordar con idéntica soltura tanto la música
académica como la popular.
Yo conocí el trabajo de William allá por 2001 o 2002, cuando él era
miembro del interesantísimo cuarteto Traza. Después de aquella
experiencia, a Roblejo se le ha visto desempeñarse junto a cantautores
como Raúl Torres o David Torrens, en agrupaciones tan diferentes como
Interactivo y el Cuarteto de Cuerdas Amadeo Roldán, o al frente de lo
que él ha denominado William Roblejo’s Trío, proyecto con el que
resultase laureado en la edición del festival Jojazz de 2010.
Con esta última agrupación graba lo que constituye su ópera prima, el
álbum titulado Dreaming, uno de los discos que más ha captado mi
atención entre la producción fonográfica nacional de los últimos años.
Lo primero que resalta al escuchar Dreaming es que no se trata de un
álbum más de latin jazz o jazz afrocubano. Creo que una de las cosas a
las que hoy los estudiosos del género entre nosotros tienen que
prestarle atención es al cambio estilístico que de un tiempo a acá
viene dándose en una creciente zona de nuestros jazzistas y que ya se
percibe en no pocos fonogramas de los hechos por nuestros
compatriotas, tanto en la Isla como allende los mares.
Así, en este disco de William Roblejo uno siente que de algún modo, a
veces notable, en ocasiones apenas perceptible, están las más
vivificantes influencias de disímiles estilos dentro del jazz y que
van del Dixieland al swing y al bop, pasando claro está por el jazz
rock del inmenso Miles Davis.
La sonoridad predominante en el fonograma me retrotrae a los trabajos
realizados por Stephane Grapelli y Bucky Pizzarelli, en los que la
combinación entre violín y guitarra tenía el rol protagónico.
Igualmente, en el fraseo y los intensos solos de violín que hay en el
material, aprecio el eco de personajes del violín jazzístico
contemporáneo como Michal Urbaniak o Jean-Luc Ponty.
Temas como «Tuyo y mío», «2011», «Beatiful love», «Andando así»,
«Continuum», «Para Claudia», «Mecánica diferente» o la versión
realizada acerca de ese clásico que es «Pasos perdidos» destacan no
solo por la excelencia del trabajo de William Roblejo sino también por
el desempeño del bajista Julio César González y el guitarrista Roberto
Luis Gómez, y que hacen de este CD una brillante ópera prima, de esas
a las que vale la pena volver una y otra vez.

Encuentro con la poética de Leonardo García

Encuentro con la poética de Leonardo García

Por Joaquín Borges-Triana
Leonardo García es sin la menor discusión uno de los trovadores más completos en la actualidad en Cuba. Él domina la técnica guitarrística como pocos de sus colegas de oficio, sabe interpretar vocalmente sus canciones y escribe como si fuese un poeta de mayor edad. Pero si todo lo anterior fuese poco, Leo es una buena persona, algo que cada vez nos hace más falta. Por ello y porque soy fanático absoluto de sus
composiciones, hoy publico un puñado de textos de sus canciones y que dan idea de por donde se mueven las motivaciones de este fundador de la Trovuntivitis en Santa Clara, esa reunión de amigos que tuviese en
el núcleo inicial a gentes como Alain Garrido, Diego Gutiérrez y Roly Berrío.

Textos de canciones de Leonardo García

DÍAS CORRIENDO

Días corriendo, caminos fuertes
Por entre las rocas del callejón
Busco rincones donde acampar
Para descifrar mi silencio
Río revuelto, partes o cauces
Separando el cuerpo y el corazón
Puertos distintos, Firme almirante
teniendo dónde desembarcar

Divertir el aire de la esperanza
Me consuela
Preparar el huerto
Me hace la vida pasajera
Castigar el polvo de los años,
No vale la pena.

La casa, la ventana abierta,
El mundo riéndose afuera
Hay que morir un poco cada día
Para escribir el cuento,
Para intentar la vida

Días corriendo,
Vueltas y vueltas
Llegaremos locos hasta el final
Suerte a la suerte,
Penas partidas,
Continuaremos a la deriva

Divertir el aire de la esperanza
Me consuela
Preparar el huerto
Me hace la vida pasajera
Castigar el polvo de los años,
No vale la pena

LA NIÑA SE DIVIERTE

Llega una voz de la cocina,
La niña se divierte
Las hormigas aplauden
Su cancioncita

Soñando con los peces
Que volarán al jardín
Las flores te llaman
Adriana, contesta,
Está llegando el aire
Que te arrodillará la vida

Tus pasos susurran
Por no dañar a nadie
Todo lo que juega en tus ojos
Se elevará

Canta una melodía
Alborotando la casa
Y la pared está poniendo
Una mancha
Adriana, contesta,
Te están gritando un nombre
Que nos aliviará la vida.
Tus pasos susurran
Por no dañar a nadie
Todo lo que juega en tus ojos
Se elevará

CAFÉ

Hoy caminé la cuerda floja del tiempo
Y me miré de animalejo en un cuento
Salió corriendo el destino,
Se puso viejo el camino.

Las hojas en los árboles, riendo de mí,
Se montan en mi frente,
Arrugada, feliz.
Las cuevas y los bosques que me hicieron llorar
Hoy solo se presienten, dejándome pasar

Lenta, llega. Torpe, llega,
Caníbal de mi fe,
Y mi suerte, tropezando
Depende de un café

Que puede hacerse hoy domingo,
Si me levanto de lunes y no me encuentro
De pasajero en las nubes

Películas y cuentas que aturdieron mi paz
Sacuden sus arañas, mirándolas brillar
Memorias y paredes que soñaron llegar
Resuelven sus instintos y aprenden a callar

Lenta, llega. Torpe, llega,
Caníbal de mi fe,
Y mi suerte, tropezando,
Depende de un café

EMIGRO

Monto en el auto
Ya casi termino
Sostengo una foto de algunos amigos
Comienzo a moverme
Sopla la confianza en la ventana

Pasan las últimas casas
Y el pueblo se pierde
Detrás de los perros
Las cercas me ladran
Y estallan mis ojos
Las pupilas rotas me delatan
Los tiempos se han vuelto duros

Correr sin un sentido
Es intentar el sueño de vivir
Llevo el alma de abrigo
No debo detenerme a pensar
No volveré la cabeza
No quiero mirar

Hay una garza volando a la izquierda
Su sombra y mi sombra
Se cortan y juegan
Vendrán juntas al valle
Abandonan el río
Y ya se alejan

Cuentan los campos
Que en campos vecinos
Los ciervos se escapan
Rozando dormidos
Sobrecargas del tiempo
Nos apartan los pasos
Del camino

Y el mundo será testigo
De esta carretera
De entregarme adentro
A mis arenas

Ya oscureciendo, las luces despiertan
Aprieta el invierno
Y es la niebla muerta, todo lo que vivo.

Correr sin un sentido
Es intentar el sueño de vivir
Llevo el alma de abrigo
No debo detenerme a pensar
No volveré la cabeza
No quiero mirar

37 VERSOS PARA UNA MUJER

Estoy velando la esquina
por donde pasan tus gatos
Se está quemando el arroz en la cocina
Mi humanidad te respira
Y entre el olor a tostado
Se concentran los pecados de mi vida
Hoy que llegué tan lejos
Hasta el salón donde bailan
Los caramelos largos que me faltan
Y es que no hay encanto mayor
Que escuchar los pies de tu corazón
Cuando se acerca al mío.
Aquí está el pecho, mujer,
Que ya sé que lo herirás:
¡Más grande debiera ser,
para que lo hirieses más!

Porque noto, alma torcida,
Que en mi pecho milagroso,
Mientras más honda la herida,
Es mi canto más hermoso.

Hoy que llegué tan lejos
Hasta el salón donde bailan
los caramelos largos que me faltan;
Y es que no hay encanto mayor
Que escuchar los pies de tu corazón
Cuando se acerca al mío.

BAILANDO EN LA TELARAÑA

Pasa la gente del brazo de la situación
Los árboles se ríen de los caprichos del tiempo
Este y Oeste se pierden en contradicción
Por un sano aguacero que salvará mis cultivos.

La felicidad tocará a la puerta y tú
Tienes que aprender a reconocerla
Son esos momentos los que te dan la luz
No dejes que la vida te pierda.

Suelo transitar por la llovizna retando al sol
Sobre una calle lenta que abre sus piernas
Humedeciendo el sudor
Un canto humano ha desarmado las cadenas
Y mi palabra blanca te enseñará
Que soy gente buena

Suéltale las manos a la cabeza y ven
Vamos a bailar en la telaraña
Es inteligente convocar al bien
Para subir la montaña.

Lobos cruzando la calma de luna
Llegarán de lejos
Compartiremos la carne más dura,
El agua y el juego.

La felicidad tocará a la puerta y tú
Tienes que aprender a reconocerla
Son esos momentos los que te dan la luz
No dejes que la vida te pierda

Suéltale las manos a la cabeza y ven
Vamos a bailar en la telaraña
Es inteligente convocar al bien
Para subir la montaña.

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