Categoría: Cuba

Reguetón y pasión. ¡La clave y la llave!

Reguetón y pasión. ¡La clave y la llave!

Por Asel María Aguilar

No me fue difícil encontrar la casa donde radica Advanced Studio, cruzando la Calzada de Diez de Octubre, en la Habana. Hasta allí me llevó mi nuevo proyecto literario sobre música urbana. De la casa salía una música alta, poderosa. Ruslan me recibió con una risa y con un beso. Estaban en medio de una grabación, un chico cantaba dentro de una cabina y aquello sonaba al reguetón del bueno, del que uno no puede escaparse y el cuerpo, discreto o no, se tiene que mover.

Desde siempre me ha gustado el reguetón. Recuerdo a Elvis Manuel y una tuba que se partía en unos cuantos pedazos, a Candyman y a aquel estribillo de una chica llamada Yunai con ciertas aptitudes internacionalistas.  Confieso que en aquel entonces me avergonzaba de mi preferencia; en mi entorno marcado por la poesía y la ciencia, el reguetón parecía no tener sitio. Pero sí que lo tenía. Alternado con trova, con salsa y hasta con música clásica, se hizo parte de mi mundo. Me reí de sus ocurrencias y alguna vez me escandalicé de sus procacidades. Pero en sus dosis exactas, el reguetón me vuelve más ligera y pedestre, me relaja y me limpia las preocupaciones. Vaya, que me hace el mismo efecto del té verde.  Me acerca al cuerpo y eso también se agradece. El alma necesita elevarse en los celajes y también, a veces, necesita hundirse en la tierra y que la saquen con una retroexcavadora.

Ya hace unas cuantas semanas del encuentro y a cada rato me vienen a la mente Ruslan y Master Vega,  esos dos jóvenes sencillos, de barrio, que  siempre soñaron con hacer música  y ahora que, con trabajo duro, lo han  hecho  realidad, también ayudan a  realizar el sueño de otros.

Creo que lo que me marcó del encuentro es la pasión de ellos a la hora de hablar sobre la música urbana. Para mí la pasión es el motor de todas las artes, de la ciencia, de todas las creaciones. La pasión es lo que convierte a los sueños en una materia tangible.  Y a Ruslan y Master Vega le sobran las ganas de hacer música y de gozar mientras lo hacen, en el poco tiempo que pasé con ellos me llenó su energía contagiosa y una luz que viene de la juventud, del talento o de la certeza de que lo que hacen, lo hacen bien y con alegría.

 Me encantó la manera de Ruslan de contarme anécdotas graciosas,  me habló  de la necesaria   unión de los músicos del género y del apoyo a los chicos que comienzan y que, como ellos, hacen de la música su idioma y su bandera; cada cual, con su lenguaje, su mensaje y sus vivencias. Master Vega supo, desde siempre, que lo que él quería era hacer música y todos los caminos lo llevaron hasta la creación.

No se pueden acallar las voces de barrio que no saben de academias, pero que sí saben del sonar de la calle, de la gracia de los contenes y las esquinas, del lenguaje simple, picante, a veces soez que  ha sido, desde siempre, parte de la vida. Hay pasión en Advanced Studio y a la buena vibra  y a la  voluntad, ¡no hay sueño que se les resista!

Gira 60 aniversario de la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba

Gira 60 aniversario de la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba

Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba.

El pasado martes 14 de mayo, la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN) de Cuba, dirigida por Enrique Pérez Mesa, ofreció un concierto en el Auditori del Forum de Barcelona. La función fue parte  de la gira de dicha formación por España, a propósito de la celebración de su 60 aniversario. En el programa intervinieron además la flautista Niurka González, Silvio Rodríguez y el pianista Jorge Aragón. Hoy en Miradas Desde Adentro reproducimos una reseña aparecida en el portal cancioneros.com y escrita por Xavier Pintanel en relación con la presentación  aludida y donde se resalta el hecho de que Silvio Rodríguez, sin pretenderlo y a su pesar, eclipsó el sobresaliente trabajo de nuestra principal agrupación sinfónica.

Silvio Rodríguez, el sol que oculta a las estrellas

Por Xavier Pintanel

Sería absurdo no reconocer que la mayoría de los asistentes al concierto de la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba venía a escuchar realmente al «invitado» Silvio Rodríguez, lo cual se demostró tremendamente injusto ya desde los primeros compases de la hipnotizante Penthesilea de Carlos Fariñas.

En efecto, la orquesta dirigida por la magistral batuta de Enrique Pérez Mesa, reclamó con elegancia y maestría el merecido protagonismo que le otorgaba el cartel y una trayectoria de 60 años en los escenarios; aunque la acústica del Auditori del Forum no fuera la más apropiada para una sinfónica.

Finalizada la primera pieza, los vientos y percusiones se retiraron dando paso a la flautista Niurka González —la mitad del dúo Ondina y esposa y acompañante habitual de Silvio Rodríguez— para interpretar el Concierto de Otoño para flauta y cuerdas de Joaquín Clerch con extremada precisión, sentimiento y sutileza.

Tras una breve pausa, y otra vez con la orquesta al completo, siguió el programa con tres movimientos del Sombrero de tres picos de Manuel de Falla, tras el cual y después de los primeros acordes de Pequeña serenata diurna, apareció Silvio Rodríguez con las manos en los bolsillos y aire despreocupado, que sin mediar palabra entonó la primera de las cinco canciones previstas en el programa.

Silvio Rodríguez —aun sin dar la impresión de estar excesivamente motivado— cantó con oficio, potencia y templanza a mayor gloria de los arreglos sensibles, sin exuberancias ni estridencias del joven músico cubano Jorge Aragón que, sin duda alguna, acertó en el nuevo vestido de las canciones.

El trovador cubano siguió con La era está pariendo un corazón, con un público totalmente entregado, a sabiendas que el repertorio era breve y habría que disfrutar cada nota en cada segundo. Le siguió un potente Ángel para un final y una sensible y hermosa canción todavía inédita, Jugábamos a Dios, compuesta para la película Afinidades (2010) de Jorge Perugorría y Vladimir Cruz; para finalizar con este manifiesto que es El necio, en una versión cargada de matices sinfónicos.

Ya fuera de programa y con el único acompañamiento del piano de Jorge Aragón, Silvio regaló una sublime interpretación de Te amaré, dejando a la orquesta en la difícil tarea de retomar un concierto que había quedado con el listón muy alto en emociones; tarea que acometieron exitosamente con el Guaguancó de Guido López Gavilán y el Danzón de Alejandro García Caturla. Para los bises, una nueva visita a Falla, con la Danza del fuego de El amor brujo.

Al finalizar, gran parte del público reclamó durante varios minutos una nueva presencia de Silvio —incluso se entonó un Te doy una canción a capella y colectivo—. El trovador, que se había mostrado más generoso unos días antes en Bilbao (Hoy mi deber, Te doy una canción y la inédita Noche sin fin y mar) y en Úbeda (Hoy mi deber, Historia de las sillas y Te amaré), no regresó al escenario.

Quizás para no robar el protagonismo del concierto y devolvérselo a la orquesta, intención frustrada a todas luces porque ya se sabe que las estrellas desaparecen ante la luz del sol.

Tomado de cancioneros.com, localizable en:

https://www.cancioneros.com/co/10239/2/silvio-rodriguez-el-sol-que-oculta-a-las-estrellas-por-xavier-pintanel

Historia de un desaguisado

Historia de un desaguisado

Por Joaquín Borges-Triana

En numerosas ocasiones me sorprendo leyendo trabajos en la prensa plana o escuchando intervenciones en la radio y la televisión que sólo son reflejos de una inquietante desactualización en relación con fenómenos artísticos y culturales que se originan o son expresados en el repertorio musical contemporáneo de los creadores cubanos. Ello sucede, entre otras razones, por el divorcio que se da entre no pocas de esas voces con acceso a los medios y el verdadero saber de corte culturológico y/o musicológico procedente del amplio campo de las ciencias sociales. Así las cosas, por lo general nuestra crítica musical no está preparada para realizar análisis cruzados, con enfoques multi, inter y/o transdisciplinarios, resultado del conocimiento de investigaciones que funcionen como apoyaturas de sus afirmaciones.

Creo que no está demás acotar que acerca de la música entendida como espectáculo, uno más de la gran oferta existente en nuestro tiempo, conviene reflexionar tal vez sobre la idea que subyace a la representación en sí. Hoy la música se ha convertido en una dualidad comercial que se bifurca entre la música oída, fundamentalmente en radio y discografía; y la que se ve y se oye, en reproducciones audiovisuales y en directo en los auditorios. Lo complejo de semejante realidad conduce a que, contrario a lo que muchos opinan, cualquier persona no está apta para ejercer de forma profesional la crítica musical.

No hace falta ser un experto en nada para opinar de lo que a uno le gusta o no, pero sí son éticamente exigibles los conocimientos previos para vivir de ello. Sucede que para escribir una buena crítica musical, no es suficiente con saber redactar bien en términos periodísticos, sino que se requiere conocer a profundidad de lo que se escribe, o sea, poseer un grado de especialización temática y que posibilita manejar los sistemas de codificación producidos en el discurso musical, para así poder interpretarlos y exponérselos al público.

Pensaba en todo lo anterior a propósito de varios elogiosos comentarios que he leído sobre un reciente disco de versiones (realizado por una prestigiosa figura) de temas del repertorio de un muy popular cantante de décadas pasadas. No me interesa en lo más mínimo polemizar con quienes han escrito dichas reseñas o críticas (aparecidas en distintos medios cubanos de prensa, incluso en uno que otro especializado en música) ni mencionar aquí el nombre del fonograma ni de su protagonista, alguien a quien admiro profundamente, cosa que no me impide percatarme de que se trata de un disco infeliz en su resultado final. En todo caso, hablo del asunto para traer a la palestra un ejemplo de lo mal que anda la crítica artística entre los cubanos y de acciones que, en mi modesto parecer, no debieran hacerse, sobre todo cuando se trata de glorias de la cultura de este país.

Me parece oportuno comentar que en mi caso personal, soy de los que entiende la música popular como una suerte de enorme red intertextual en la que cada canción resulta una enunciación-performance de un determinado código o sistema de comunicación general muy compartido y productor de entidades harto similares. De tal suerte, en semejante contexto, una versión tanto actualiza como transforma una pieza musical grabada con anterioridad y puede ir de la más simple imitación a la producción de lo que vendría a ser un tema derivado, del homenaje a la deconstrucción, del enmascaramiento a la sátira o el pastiche y la parodia (entendido esto último en la tradición del reciclaje musical occidental como el empleo de materiales de una obra para la composición de una nueva con identidad propia).

No está de más acotar que interpretar o grabar un tema de un compositor, vocalista o agrupación de otra época, género o estilo es una constante en el devenir de la música popular, si bien lo cierto es que la producción de versiones para rendir tributo a determinada figura o agrupación se ha convertido en un recurso muy usado por la industria en las últimas décadas, algo que también ha sucedido en Cuba. Esa actualización de equis pieza no deja de ser un acto creativo por parte del orquestador o arreglista, aunque de igual modo es una operación comercial (por encima de ser presentada supuestamente con intenciones más elevadas).

En la actualidad existe consenso en cuanto a que, en la práctica, la versión deviene experiencia de escucha, al establecer en el oyente una relación entre un punto de origen o referencia sonora y otro, percibido como la actualización de dicho referente. Tengo que confesar que entre las distintas concepciones que hay acerca de qué entender por una versión, personalmente me identifico con la última expresada, o sea, que siempre mido los niveles cualitativos del nuevo producto que nos entrega la industria, en comparación con el original que le dio vida.

De ahí que al escuchar este disco de versiones del que vengo hablando, inevitablemente a mi mente viene la evocación de las maravillosas interpretaciones originales por parte del vocalista al que se le rinde homenaje.

Lamentablemente, en mi criterio, este álbum no consigue encajar en ninguno de los tres tipos fundamentales de versiones existentes: la versión que aspira a ser lo más parecida a la base o versión de referencia; la que lo modifica en mayor o menor medida, para adaptarlo al estilo del cantante o agrupación que lleva a cabo la versión; y la que manipula a tal grado la estructura básica de la referencia que hace que la nueva versión (también llamada reelaboración) pueda ser vista como un tema independiente o paralelo.

No pretendo formular aquí un análisis de las funciones y significados de cada versión específica de las incluidas en el disco al que me refiero, pero cualquiera que preste una atenta audición a lo hecho por su protagonista se dará cuenta de que las líneas melódicas de las canciones con suma frecuencia son modificadas o alteradas, simple y llanamente por la imposibilidad de llegar al registro de la nota correspondiente en cuestión.

La pena que experimento no viene dada solo por los comentarios elogiosos que en relación con el álbum están saliendo y que es probable continúen publicándose en los medios cubanos de comunicación. Eso es lo de menos importancia. Lo triste es que en los corrillos musicales, gente que sabe mucho de estos asuntos formulan acres críticas al fonograma de marra y cuestionan cómo la discográfica permitió que un producto con tantos déficits en su acabado viese la luz y con ello no se haya protegido a una gloria no ya de la música sino de la cultura de este país pero que, en virtud de la elevada edad que tiene, ha visto pasar su mejor momento como intérprete

Y eso no es todo. Aún hay un desaguisado mayor. Como parte de ese loable afán por estimular a nuestros músicos con un Premio Cubadisco, pero que en no pocas ocasiones ha sido excedido, como lo evidencia la enorme cantidad de galardones entregada en varias emisiones del certamen, en la reciente clausurada edición de la fiesta del disco cubano se creó una categoría nunca antes existente para premiar un trabajo que, según el consenso de no pocos especialistas pero que no se pronuncian públicamente, no estaba a la altura como para recibir una distinción, lo cual no significa que el material carezca de valores.

Es que tanto periodistas como los demás involucrados en la industria fonográfica deberíamos ser conscientes de que no siempre la voz de alguien, por grande que sea esa persona, tiene que proyectarse como una propuesta musical de alto vuelo o cuando menos acertada, aunque esté interpretando temas antológicos, responsabilidad que en cualquier caso no solo atañe al solista o agrupación protagónica en un CD sino además al productor del álbum y a la discográfica en cuestión. Digo yo.

De ahí que al reflexionar sobre este episodio, me pongo a pensar que a lo mejor, el genial músico estadounidense Frank Zappa tenía algo (o mucho) de razón cuando de manera descarnada afirmaba una idea que al parecer trasciende las fronteras de los medios de comunicación:

«El periodismo musical consiste en gente que no sabe escribir, entrevistando a gente que no sabe hablar, para gente que no sabe leer».

Vuelve Cubadisco

Vuelve Cubadisco

Por Joaquín Borges-Triana

Nuevamente mayo es testigo de otra emisión de Cubadisco, la feria de mayor importancia en la industria fonográfica cubana. Esta edición se desarrolla del 18 al 26 de mayo y uno de sus principales objetivos en la presente ocasión es rendir tributo al centenario de Benny Moré, también conocido como el bárbaro del ritmo.

Una rápida evaluación del Premio Cubadisco permite asegurar que si bien el certamen a lo largo de los años ha contribuido a establecer jerarquías en el ámbito de la producción discográfica hecha por nuestros compatriotas, aún sigue pendiente el hecho de que en Cuba exista en verdad un mercado para el disco pues a tono con la crisis económica en que hemos vivido desde 1990, en materia fonográfica los cubanos participamos en la oferta pero no en la demanda, como se aspira a que un día (aunque sea lejano en el tiempo) pueda ser. Por lo pronto, publicamos aquí el listado de los galardones entregados el pasado sábado 18 en el acto de premiación ocurrido en el teatro Karl Marx.

Premios Cubadisco 2019.

GRAN PREMIO

  • Dos leyendas/ Elito Revé & Los Van Van/ Dir. José Manuel García/ Bismusic
    •Saxofones Live Sessions/ Cuban Sax Quintet/ Dir. Alexis Oliva/ EGREM

PREMIOS ESPECIALES

  • 55 D’ Lujo / Autores Varios / Productora Élsida González/ Sello EGREM
  • Vamos caminando/ NG La Banda / Productora Ana Lourdes Martínez/  Producciones Colibrí
  • Cuba cantada Vol. 3 y 4 / Autores Varios / Productores Efraín Ríos y Rolando Montes de Oca/ Producciones Colibrí
  • En vivo/ Orquesta Aragón y Michel Herrera/ Productor Eduardo Rodríguez/ Egrem
  • 4 décadas/ Síntesis/ Productor Joseph Ros/ Producciones Abdala

PREMIO ALMA DE LA MÚSICA

  • Con todo respeto. Haila canta a Armando Manzanero/ Haila María Mompié/ Productora Aned Mota/ Egrem

PREMIO A LA EXCELENCIA ARTISTICA

  • Órficas Juan Piñera / Dúo Promúsica/ Productor Juan Piñera/ Producciones Colibrí

PREMIO CENTENARIO BENNY MORÉ

  • Lo más Bárbaro del Ritmo 1945 – 1952 / Benny Moré/ Productor Jorge Rodríguez/ Egrem
  • Siempre tu voz. Homenaje a Benny Moré / Omara Portuondo y Orquesta Failde/ Productor Ethiel Failde y Orlando Vistel/ Egrem

PREMIO A LA INVESTIGACIÓN MUSICOLÓGICA

  • Contar el rap. Antología de rap y hip hop cubano/ Autores Varios/  Productores Malcoms Junco y Grizel Hernández/  CIDMUC. Agencia Cubana de Rap

PREMIO AL PRODUCTOR MUSICAL

  • Élsida González Portal

CATEGORÍAS

Música de archivo

  • La razón no valía / Moraima Secada/ Dir. Felipe Morfa y Mayra García/ Bismusic

Tradición sonera y campesina

  • Entre cuerdas / María Victoria Rodríguez/ Productor Israel Álvarez Castillo / Sello Bismusic

Tradición afrocubana

  • La bandera de mi tierra / Los Muñequitos de Matanzas/ Productor Cary Diez y Luis Cancino/ Sello Bismusic

Música de concierto

  • Obras sinfónicas. Vol. I-II / Guido López Gavilán/ Prod. Guido López Gavilán, Producciones Colibrí

Música coral

  • Cuba canta en Navidad / Schola Cantorum Coralina/ Prod. Alina Orraca, Elba Mailán Ávila y Anabel Gutiérrez Orraca/ Producciones Colibrí

Música vocal

  • Razón de ser/ Vocal Renacer/ Prod. David Blanco/ Bismusic

Solista Concertante

  • Cecilia Arizti. Obras para piano/ Liza María Blanco/ Prod. Ulises Hernández, Producciones Colibrí

Música instrumental

  • Saxofones Live Session /Cuban Sax Quintet/ Prod.Germán Velazco y Cesar López/ EGREM

Música instrumental / vocal

  • Todos los caminos/ Emilio Morales/ Prod. Emilio Vega/ Bismusic

Jazz

  • Italuba Big Band/ Horacio “El Negro” Hernández/ Prod. Horacio “El Negro” Hernández y Enrique Carballea/ Bismusic

Cancionística

  • Lo que dice mi cantar /Trío Palabras/ Prod. Jim Laurel/ Sello Muxia Music

Canción contemporánea

  • Regresar/ Athanai/ Prod. Athanai/ Bismusic

Nueva trova

  • Atrapasueños/ Tony Ávila/ Prod. Irving Frontela y Lino Lores/ EGREM

Música para niños

  • Canta, disfruta y crece/ Coro Diminuto/ Prod. Carmen Rosa/ Bismusic

Fusión

  • Voy/ Eme Alfonso/ Prod. Ale Siqueira/ EGREM

Tropical Variado

  • Soy lo que soy / Virginia Guantanamera/ Prod. Juan Manuel Ceruto/ Producciones Abdala

Pop

  • De pie frente al camino/ Patricio Amaro/ Prod. Carlos A. Cartaya, Jorge Luis Pacheco, José Víctor Gavilondo y Patricio Amaro/ Producciones Colibrí

Música bailable

  • De vuelta al barrio/ El Niño y la Verdad/ Prod. Juan Manuel Ceruto, Pachy Naranjo Jr. y Dayron Ortega/ EGREM

Urbano variado

  • Binary/ Negrons/ Prod. Reynaldo Amaya y Rolando García/ Asere Producciones

Hip hop

  • ¡Ño!/ Malcoms Justicia y Keren Kmanwey/ Prod. Malcoms Justicia y Keren Kmanwey/ Asere Producciones

Música electrónica

  • Bajando loma/ Jamnael Casanova/ Prod. Jamnael Casanova/ LNME

Documental Musical

  • Más allá de una plegaria Jojazz/ Varios/ Dir. René Arencibia y Gloria Ochoa/

Producciones Colibrí

Concierto Audiovisual

  • Dos leyendas/ Elito Revé & Los Van Van/ Dir. José Manuel García/ Bismusic

Making of

  • Saxofones Live Sessions/ Cuban Sax Quintet/ Dir. Alexis Oliva/ EGREM

Opera Prima

  • Tiempos de paz/ Mayquel González/ Prod. Harold López-Nussa/ Producciones Colibrí

Diseño de Sonido

  • Saxofones Live Session/ Cuban Sax Quintet/ Grab.Yosdán Coimbra y Giraldo García/ EGREM

Diseño gráfico

  • La bandera de mi tierra/ Los Muñequitos de Matanzas/ Dis. Ricardo Monnar y Alejandro Azcuy/ Bismusic

Notas Musicológicas

  • Nueva música. Premios UNEAC de Composición. Vol. I y II/ Varios/ Nota: Ailer Pérez/ EGREM

Notas Discográficas

  • Entre cuerdas/ María Victoria Rodríguez/ Nota: Sonia Pérez Casola/ Bismusic

Premios de honor

Emisora Habana Radio; Huberal Herrera, repertorista y pianista cubano; Ulises Hernández, compositor y promotor cultural; Moisés Valle (Yumurí), cantante, compositor y líder de su propia banda; dúo Buena Fe, representantes de la Canción Cubana Contemporánea;  y programa 23 y M.

Poesía de Reynaldo García Blanco

Poesía de Reynaldo García Blanco

Por Joaquín Borges-Triana

Reynaldo García Blanco (Venegas, Sancti Spíritus, 1962) es uno de los principales protagonistas de la poesía cubana contemporánea. En el presente escribe para la radio y coordina el taller literario Aula de Poesía. Ha publicado, entre otros libros de poemas: Casa del fabulador, Larguísimo Elogio y Abaixar las velas. En 2017 ganó el Premio Casa de las Américas con el título Esto es un disco de vinilo donde hay canciones rusas para escuchar en inglés y viceversa. Para Miradas Desde Adentro es un privilegio publicar algunos poemas de este sobresaliente autor.

Lenin y Lennon

Vivimos bajo el signo de Lenin

Afirmaba Gerard Walter.

Vivimos bajo el signo de John Lennon

Decía mi padre.

A las puertas del Dakota

Han dejado un ramo de mirto

Y un guardia parecido al sargento Pimienta

Barre con desgano los residuos despojos del día

Y se va con su salario mínimo

A un cine de barrio

Donde ponen películas de los años sesenta.

Cuando la Gestapo quemó la biblioteca de Lou Andreas Salomé

Dicen que no salía humo.

Que las palabras se precipitaban al cielo

Como pájaros libertos y azules.

Cuando la Gestapo en el pueblote Gottingen

Quemó la biblioteca de Lou Andreas Salomé.

Un hombre

Llegado de las sombras

Y llamado Rainer María Rilke

Dibujaba a contraluz un lirio.

Un lirio de aire

Para Lou Andreas Salomé.

 

EJERCICIOS PARA NO PERDER LA PACIENCIA

Me gustaría hacer algunos ejercicios para ver mejor la realidad. Digamos abrir la ventana y quedarme extasiado con el basural del frente. Bajar cuatro pisos en pos de un pan y que el vecino se interese por mi salud. Dejar que el teléfono suene unas cinco veces y que al contestar una voz medio dormida indague por Moisés. Me gustaría hacer algunos ejercicios para no tener que escribir de la realidad. Digamos ir por aceite al mercado y descubrir que han cerrado los estanquillos de periódicos. Soportar al comprador de oro con su voz de ferretero sin trabajo. Me gustaría hacer algunos ejercicios para no perder la paciencia. Digamos abrir la ventana y quedarme extasiado con el basural del frente.

LECTURANCIAS

Lee esto de Paul Eluard, me dice… ella se sumerge en mi sombra/como una piedra en el cielo. Y voy al traspatio donde la piedra porosa permanece en su pedestal. Aún quedan restos del maíz de la pasada cosecha. Estas piedras circulares se compraban a los moros. Ellos mismos las fabricaban, cortaban, adulteraban el brillo. En la noche insular –ya los jardines eran visibles – se ponían a dar vueltas y vueltas. El trompo de la harina cansaba como caminar en un cuarto cerrado y estrecho. Yo era la sombra pero también era la piedra. No tenía idea de qué era el cielo. Lee esto me dice y como un ciervo me sumerjo en ella. Poco a poco me convierto en piedra. Poco a poco me convierto en cielo.

TRISTES COMO UN SÁBADO HEBREO

Y sobre la mesa la flor crepé restallaba. A veces, confundida con el humo se tornaba interesante. Nos habituamos al arte de desaprender a tenor de los acontecimientos. Eran esos lunes, tristes como un sábado hebreo en que no teníamos nada serio qué hacer. El tiempo fluía y nos creímos budistas en el Caribe. De cuando en cuando los vecinos del frente venían por sal o fósforos. Y nosotros ahí, como guardianes de una rosa mitad origami mitad artesanía de ocasión. Es la decadencia quise decir pero mi voz fue acallada por el vocerío de las victorias que una vez fueron grandiosas y ahora suenan pírricas.

SEGUNDO DESASTRE

No suena el invierno

no veremos pasar muchachas con bufandas

pájaros grises volando al sur

Hoy se van a volar los techos

se van a partir en dos las bicicletas

te van a asaltar los toros de la memoria

Hoy no vas a poder con tanta podredumbre

con tanta algarabía

Hoy te vas a reventar o te pones a escribir que no suena el invierno, que no veremos pasar muchachas con bufandas, que no veremos pájaros grises volando al sur. A la casa que te has inventado se le volarán los techos y has preferido desandar la ciudad por el temor a que los toros de la memoria o el auto de tu vecino te aplasten para siempre.

Hoy no vas a poder con tanta podredumbre. Ya son muchos los que no pueden con tanta algarabía, con tantas vidrieras relucientes, con tantos carlitos sin trabajo, con tantas economías que suben una escalera que solo Dios sabe si lleva al cielo.

Hoy te vas a reventar o te pones a escribir, a inventarte un invierno, una sonata, un ábrego, un poema en el que bajas una calle, al cuello una bufanda y te pones a decir adiós a unos pájaros que vuelan al sur, pues el invierno se llevó el techo de tu casa y los toros de la memoria pastan en el jardín y no es posible soportar tanta algarabía.

Reflexiones de Gustavo Arcos Fernández-Britto sobre el momento actual del cine independiente cubano

Reflexiones de Gustavo Arcos Fernández-Britto sobre el momento actual del cine independiente cubano

Por Joaquín Borges-triana
Hay consenso entre los estudiosos del tema en relación con el hecho de
que en Cuba se habla mucho de cine independiente, especialmente si se
trata de realizadores que quieren, con sus obras, desmarcarse de los
temas, formas de producción o estilos que acompañan al cine oficial.
En Miradas Desde Adentro reproducimos hoy un texto que fue leído por
su autor en el IV Encuentro sobre Cultura Audiovisual y Tecnologías
Digitales recién celebrado en Camagüey y que  resume el momento actual
del cine independiente en Cuba.

Con el diablo en el cuerpo, o de cómo seguir siendo independiente
Por Gustavo Arcos Fernández-Britto
A todo el mundo le gusta ser independiente, marcar una cruz, dejar una
huella. Es una forma de reafirmar nuestra identidad, rechazando
ciertas leyes, reglas o modelos establecidos. Queremos ser
independientes de nuestros padres, de las instituciones, de un
sistema, del poder, de las dinámicas del mercado, de las órdenes y
convenciones, no importa si estas se mueven en el campo de la
política, las ideas, las manifestaciones culturales, las finanzas, la
moral, el sexo o las prácticas sociales. Se es independiente de algo
para volverse dependiente de otra cosa.
Ser independiente es un anhelo, un gesto, un valor agregado, el bonus
track que corona nuestra existencia. Pero esa noble actitud se
interpreta de las más disímiles maneras en todo el mundo, según las
épocas o momentos. Asociado a la libertad o la autonomía, se convierte
en algo peligroso para el orden y en tal sentido tendrá que ser
sofocado. Comprende una extraña paradoja, ya que –con toda seguridad–
los que hoy ponen más empeño en acabar con los actos de independencia
olvidan que ayer ellos también abogaron y lucharon por obtenerla.

En Cuba se habla mucho de cine independiente, especialmente si se
trata de realizadores que quieren, con sus obras, desmarcarse de los
temas, formas de producción o estilos que acompañan al cine oficial.
Se ha generado toda una conversación mediática alrededor de la
legitimidad del término, su sentido y práctica en nuestro contexto,
donde, por cierto, la independencia ha sido muchas veces asociada a la
disidencia y a la contrarrevolución.
Como todo tiene una historia, deberíamos ser justos recordando que
teníamos obras independientes antes de crearse el Instituto Cubano de
Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), en 1959. Los cortos de
agitación y propaganda rodados en la pasada década de los cuarenta,
bajo el sello de la Cuba Sono Films y sufragados por el Partido
Socialista, y los sindicatos obreros fueron independientes, como
también El Mégano, Jocuma y La cooperativa del hambre, tres
documentales de corte neorrealista y escasa difusión, filmados en los
cincuenta por jóvenes interesados en denunciar la dura vida en los
campos cubanos. Ninguna de ellas operó bajo los esquemas del cine
comercial de entonces, plagado de melodramas, filmes musicales o de
rumberas, y de comedias.
Los que fundaron Hollywood eran emigrantes y empresarios
independientes que, huyendo de las amenazas del monopolio Edison en la
costa este, llegaron a las planicies de California para levantar,
luego, todo un imperio. Nadie tenía tanta influencia en el naciente
Hollywood como Chaplin, Griffith, Mary Pickford y Douglas Fairbanks,
quienes buscando mayor autonomía se unieron para crear, en 1919, la
United Artist, el primer estudio independiente que poco después sería
comprado por uno de los grandes como la Metro Goldwyn Mayer.
El “independiente” David W. Griffith fue uno de los más influyentes
hombres del cine. Sus conceptos del relato, los personajes, las
emociones y las técnicas del montaje conformaron la base principal del
estilo hollywoodense, una marca que todas las cinematografías han
clonado, perdurando hasta nuestros días.
Orson Welles no era un hombre del cine sino del teatro, pero además
era un genio y, con un programa para la radio sobre la llegada de
extraterrestres, aterrorizó de tal forma a New Jersey que los magnates
de la RKO le dieron total autoridad para rodar su primera película,
Ciudadano Kane, hecha con amigos, los actores y actrices de su propio
grupo de teatro.
Si tomamos a Hollywood como modelo universal de un estilo de
realización artística industrializado y eficiente, la obra del ICAIC,
como la de otros países latinoamericanos, resultó independiente, ya
que en las pasadas décadas de los sesenta y setenta pretendió
distanciarse de ellos formal y conceptualmente haciendo un cine
imperfecto. En el propio ICAIC, en su etapa más notable, aparecieron
disímiles poéticas, con figuras como Nicolás Guillén Landrián, Tomás
Gutiérrez Alea, Humberto Solás, Julio García Espinosa, Enrique Pineda
Barnet o Santiago Álvarez, mostrándose por igual con sus obras, a
veces de forma radical e innovadora y, en otras, siguiendo patrones
estéticos más convencionales.
En Estados Unidos, John Cassavettes, Jonas Mekas, Woody Allen, Jim
Jarmusch, Quentin Tarantino o Steven Spielberg han rodado películas
muy disímiles, pero todos, a su manera, pueden ser considerados
independientes, pues gozan de plena autoridad sobre el corte final de
sus obras y no importará si para realizarlas se apoyaron sobre los
hombros de un gran estudio o empeñaron su propia casa.
En todos los países donde el cine ha logrado mantener una estabilidad
y desarrollo podemos encontrar corrientes, estilos y disidencias.
Cuando un grupo de artistas, empresarios, políticos o funcionarios se
empoderan, surgen las orientaciones, los rituales y las jerarquías. El
“deber ser” sustituye al “ser”. Rápidamente nacen las instituciones,
fundaciones, escuelas, ministerios, festivales y toda la creación
artística se verá inmersa y pendiente de un sistema que la controla,
manipula, potencia o recicla, según sean sus intereses, obviando que
todo arte es contestatario por naturaleza, porque nace de una
indagación personal del propio sujeto a su contexto.
Siempre habrá artistas incómodos, pero pagarán un precio grande por
ello. Necesitan la impugnación para generar una obra, para forzar los
límites y hacer colapsar un modelo. Por eso la independencia debe
estar asociada no tanto a la cuantía del apoyo financiero (quién, cómo
o para qué se paga), sino a la real autonomía o libertad creativa del
artista, quien debe resistirse al molde, la complacencia o la
autoridad. Por eso, podemos encontrar autores y filmes de espíritu
independiente realizados dentro de los marcos más oficiales y
películas convencionales e intrascendentes generadas en espacios
aparentemente alternativos, porque la independencia es una actitud
individual de resistencia.
Nadie ha producido tantas obras en los últimos 30 años en Cuba como la
Escuela Internacional de Cine y Televisión (EICTV) de San Antonio de
los Baños y la Facultad de Medios Audiovisuales (FAMCA) de la
Universidad de las Artes, dos escuelas surgidas en la segunda mitad de
la pasada década de los ochenta y de las cuales han salido la mayoría
de los realizadores, productores, editores, fotógrafos, sonidistas o
escritores del audiovisual nacional.
La mitad de ellos ya no está en Cuba, pero todos encontraron en las
Muestras de Cine Joven, auspiciadas por el ICAIC, un espacio para
hacerse notar. Este evento anual sirve de marco perfecto (aunque no
único) para estudiar las dinámicas por las que se ha movido el llamado
cine independiente cubano. Un dato: solo tomando en cuenta los
materiales exhibidos en sus 18 ediciones (2001-2019), observamos la
cifra de 1003 títulos, entre ficciones, documentales y animaciones; de
ellos, 50 fueron presentados fuera de concurso porque sus autores ya
rebasaban la edad límite de 35 años que exigía la convocatoria.
Uno pudiera preguntarse si estas obras, variadas en calidad y
presupuestos, son, como suele decirse, realmente independientes.
¿Independientes de quién o de qué? ¿Ofrecen una perspectiva estética
diferente a la tradicional? ¿Son el resultado de un proceso de
búsqueda artística, de investigación y reflexión individual sobre el
mundo? ¿Se oponen al pensamiento o discurso oficial? ¿Acaso trabajar
para el “centro” significa ser dependientes? ¿Cómo puede catalogarse
independiente una producción que responde a modelos de enseñanza y
aprendizaje sostenidos por el propio Estado cubano?
Responder a esas interrogantes llevaría al texto por un largo sendero
que se bifurca, un laberinto donde cada autor tendrá su punto de
vista. Cualesquiera que sean las ideas, no debemos olvidar que:
1-En Cuba todas las salas y espacios de exhibición pública están
controlados y administrados por instituciones u organismos oficiales.
No están permitidas las salas privadas ni los circuitos de exhibición
alternativos.
2- Se necesitan licencias o permisos oficiales para rodar obras
audiovisuales en los espacios públicos, organismos, ministerios o
instituciones del Estado. Los realizadores deben presentar los
guiones, sinopsis o escaletas de sus obras antes de ser acreditados.
Está claro que si el tema o tratamiento visual no es del agrado de los
decisores, estos filmes no recibirán el visto bueno y deberán ser
rodados sin ruido y sin nueces.
3- Solo el ICAIC o el Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT)
están legalmente autorizados para otorgar esas licencias. Asociaciones
o productoras como Mundo Latino, RTV Comercial, Hurón Azul, la
Asociación Cubana del Audiovisual, entre otras que han contado también
con esas “prerrogativas”, no son autónomas, tienen un organismo
oficial de relación que las representa.
4- Cualquier proceso de filmación (también el del “cine oficial”)
resulta largo y engorroso. La creación artística no escapa de los
males burocráticos y prejuicios que arrastra el sistema cubano. No es
bien visto el patrocinio de empresas extranjeras, bancos o
fundaciones, estén o no acreditadas en Cuba. El llamado sector no
estatal o privado tampoco puede aportar fondos de manera transparente
y directa a las producciones.
5-Las películas de los “independientes” no tienen asegurada su
exhibición comercial en territorio nacional. El ICAIC auspicia desde
hace 18 años la Muestra Joven, la AHS el Almacén de la Imagen, pero
casi ninguna de las obras premiadas y aplaudidas en esos encuentros
han sido distribuidas o vistas de manera normal en salas. Es un cine
no visibilizado, que muere pronto, alimentándose de sí mismo. Esto
disloca el concepto del cine como sistema. Se puede filmar pero no se
puede exhibir, de tal manera que las inversiones no regresan a los
productores o autores.
6- En la última década han surgido nuevas vías para impulsar la
realización de obras “independientes” en nuestro contexto. El Fondo
Noruego para el Cine Cubano, el GoCuba, promovido por el festival de
Ámsterdam, el fondo otorgado por Cinergia o las plataformas de
micromecenazgo (crowdfounding), que permiten obtener financiamientos
utilizando las redes sociales y grupos de inversores son importantes,
pero son solo pequeños nichos a los que recurrir. Todos ellos
coexisten con las oportunidades que ofrecen nuestras instituciones, a
través de estrategias como el Haciendo Cine de la Muestra Joven u
otras en festivales nacionales.
7- Casi un centenar de productoras y grupos de creación independientes
permanecen activos en la isla. Ninguno cuenta con amparo legal. De
extraña forma, han operado con las instituciones oficiales que los
contratan por sus servicios, les pagan por el alquiler de equipamiento
o coproducen sus obras. Baste decir que desde el entorno independiente
han surgido alrededor de 35 largometrajes de ficción en las últimas
dos décadas. Solo 10 han contado con exhibiciones regulares.
8-Los cineastas menores de 35 años pueden soñar con ver incluidas sus
obras en los programas de eventos y festivales nacionales para el
audiovisual, citas puntuales de escaso impacto en las comunidades. Ser
aceptado, tener una sala para exhibir o debatir sus filmes, recibir un
premio es bueno, pero constituye solo una bocanada de oxígeno para
mantener el entusiasmo. Los que sobrepasan esa edad deben labrarse su
propio camino.
La reciente firma de un decreto ley sobre el Creador Audiovisual
Cinematográfico Independiente, dada a conocer oficialmente el 25 de
marzo pasado, pone fin a un largo y a veces socavado proceso de
negociaciones entre los cineastas y funcionarios del Gobierno en pos
de solucionar los problemas de la industria fílmica nacional. Aunque
aún no se conocen las nuevas regulaciones, detalle que ha levantado
suspicacias, es de suponer que la ruta para legalizar las productoras
independientes y la posibilidad de aspirar a fondos de fomento para el
sector devuelva la confianza, el nivel y vigor (tal vez un poco de
Viagra ayude) mostrado en otras épocas por nuestra cinematografía.
De cualquier forma, los prejuicios, las estigmatizaciones y temores
que tanto frenan la creación audiovisual en el país tendrán que
desaparecer, si de verdad se desea impulsar el cine nacional. Se trata
de organizar, sí, pero sobre todo de facilitar la creación. No marchar
de espaldas a dinámicas creativas y tecnológicas que cambian cada día.
Lo esencial no será si las obras son independientes o realizadas por
la industria oficial, si el artista recurre a un modelo o si se
propone subvertirlo, si le venden su alma al diablo o hacen el cine
con el diablo en el cuerpo, si consiguen manejar un proyecto de miles
de dólares o si ruedan pidiendo limosnas. Lo que realmente debe
importarnos es que, después de todo, empecemos nuevamente a hablar,
sin etiquetas, de cine, de imágenes y de Cuba.

Tomado de:
https://www.ipscuba.net/espacios/altercine/atisbos-desde-el-borde/con-el-diablo-en-el-cuerpo-o-de-como-seguir-siendo-independiente/

Jorge Molina vuelve a la carga

Jorge Molina vuelve a la carga

Por Joaquín Borges-Triana
A Jorge Molina se le conoció de inicio como actor. En ese momento,
nadie podía imaginar que con el transcurrir del tiempo, él se
convertiría en un realizador fundamental en la historia del cine
independiente hecho en Cuba. Con su más reciente película, Molina’s
Margarita, vvuelve a apostar por una propuesta transgresora, a tono
con el espíritu que siempre le ha caracterizado. Es por ello que con
sumo placer, en Miradas Desde Adentro reproducimos un trabajo crítico
acerca de este filme, otra muestra más de un creador que se renueva
constantemente.
Molina’s Margarita: la máscara como revelación
Por José Luis Aparicio Ferrera
Molina’s Margarita (2018), la más reciente experiencia audiovisual del
cineasta cubano Jorge Molina, no comienza en la ficción pura, al uso,
sino en ese relato manipulable y corredizo que de conjunto llamamos
realidad. Es 25 de marzo de 2016. En solo unas horas, los Rolling
Stones harán vibrar a más de un millón de espectadores en una
memorable noche habanera. Para casi todos los presentes, ese será
probablemente el concierto de sus vidas. Sin embargo, es aún temprano.
Una cámara curiosa alcanza a registrar la espera, el escenario todavía
lejos, los inciviles barrotes de la Ciudad Deportiva…
Es entonces cuando un viejo militante del Partido Comunista de Cuba
(PCC) asoma en la secuencia documental, con su pullover Barrio Adentro
bien metido en el pantalón, declarando en letanía su preeminencia
social como agente del cambio: ese cambiar todo lo que debe ser
cambiado, sin cuestionar la ideología, para el bien del país, que es
lo que siempre se pretende.
Este detalle disonante, en un montaje compuesto en su mayoría por la
opinión efusiva y nostálgica de veteranos rockeros, no puede ser menos
que un primer aviso. Parece una escena arrebatada a los predios de la
ficción, un personaje ideado por Juan Carlos Tabío. ¿Somos capaces de
creerle al militante? ¿Podemos ver más allá de su gestualidad y
caracterización, de su involuntaria caricatura del agente socialista?
¿Se puede abogar por el cambio desde la pura encarnación del
estatismo? Lo que sigue es el relato de una represión no muy lejana:
pelos largos y música del enemigo, rebeldes vs. rock & roll.
Molina hace de Molina (y no sé si es seguro decir que aquí comienza la
ficción, la autoficción…), un cincuentón ex-profesor de Marxismo, fan
absoluto a Mick Jagger y los Stones, quien termina de arreglarse para
salir hacia el concierto. Entonces, alguien toca a la puerta de su
pequeño apartamento. Margarita (Katerine Arias), antigua alumna y
amante no del todo consumada, ha escogido esa tarde para regresar del
extranjero. Tienen asuntos pendientes, sin terminar… Ante la
perplejidad de Molina, ella suelta, refiriéndose a Jagger y al
concierto: “Elija, profesor… ¿el Flaco o yo?”.
A través de un largo flashback, accedemos a los orígenes de la pasión.
Corre 1994. Mientras el país se cae a pedazos, Molina es un profe
iconoclasta en la Universidad de La Habana, que les habla a los
estudiantes del marxismo y sus contradicciones. Gustavo (Roberto
Perdomo) encarna al catedrático oportunista que predica la moralina
oficial de día, mas practica el hedonismo satánico de noche. Dentro
del claustro, Gustavo cuestiona a Molina por su rebeldía y gustos
americanizados; en horario extracurricular, lo incita a intimar con
las alumnas.
Aquí reaparece Margarita, una tímida pupila que transita sin complejos
a femme fatale. La doble articulación de su personaje y el de Gustavo
nos habla de un mundo de apariencias, donde la máscara juega un papel
simbólico, pero también literal.
Margarita alude a la feminidad como presencia ominosa, un motivo
recurrente en la obra de Molina; es una más de sus mujeres-súcubo,
rasgo heredado del noir y del horror al uso. La fascinación que ejerce
su sexualidad representa una amenaza para el protagonista, quien no es
capaz de comprender ese misterio ni de prever posibles consecuencias.
Es lo eterno-femenino subvertido, al menos a primera vista, pues el
desarrollo de la historia irá desmintiendo este abordaje a priori, que
parece coquetear con la misoginia.
El mito germano de Fausto ha seducido a varios de los grandes
directores de la historia del cine. Basta recordar las versiones
realizadas por F. W. Murnau (Faust, 1926), René Clair (La Beauté du
diable, 1950), Brian De Palma (Phantom of the Paradise, 1974), István
Szabó (Mephisto, 1981), Jan Švankmajer (Lekce Faust, 1994) o Aleksandr
Sokurov (Faust, 2011). Se despliega entonces Margarita como una
reescritura moliniana y surrealista-socialista del mito, más cercana a
un Mijail Bulgakov (El Maestro y Margarita) que a las iteraciones de
Goethe (Fausto. Una tragedia) o Thomas Mann (Doctor Fausto), pues
rescata el cuestionamiento a la hipocresía y la doble moral del
mundillo socialista, nunca mejor evidenciadas que en la torpeza y el
patetismo de sus pequeños funcionarios y adalides.
Molina mezcla esta tradición mítico-fantástica con su mirada
corrosiva, nunca antes tan politizada, para deconstruir los ideales de
la moral socialista y el hombre nuevo. Emprende su narración más
compleja hasta la fecha: una de las pocas, quizás la única, donde
accede a contextualizar, a meterse con la Historia, pero sin abandonar
su sensibilidad bizarra, aquellas obsesiones autorales que lo han
hecho un director de culto. Esa mirada singular y antisistémica
permanece en este híbrido múltiple, donde coexisten el registro
documental, la crítica sociopolítica, el erotismo soft-core y la
habitual tensión entre el horror y lo fantástico.
En la escena medular del filme, imposible de reducir a este párrafo,
Gustavo oficia una ceremonia de visos paganos, túnica roja y máscara
veneciana mediante. El sexo lésbico es ritual que subyuga ante la ley
obscena y corrupta. El profesor oportunista es Mefistófeles, un
intermediario del poder, que es a la vez su fractal. Margarita da su
cuerpo como ofrenda, pero es pragmática la sumisión.
El pacto fáustico se cierra con la orgía. Molina solo alcanza a
espiar, afligido, no satisfaction. El poder lo ha privado de esos
vicios, pero lo obliga a mirar. Asumir la posición de voyeur implica
una castración. Después de esa noche, Margarita abandona el país y a
Molina lo expulsan de la universidad.
Una búsqueda apresurada de referentes nos haría pensar en Eyes Wide
Shut (Stanley Kubrick, 1999), pues Margarita comparte el foco en la
obscenidad del poder y su carácter ritualista, sectario. El Dr. Bill
Harford de Tom Cruise tampoco consuma el deseo sexual, ni siquiera
cuando invade el espacio de los privilegiados a través de un ardid; se
limita a pasearse entre los cuerpos, fascinado y repelido a la vez.
La música del también cineasta Rafael Ramírez para la orgía, bajo el
título de Orgy of the Bicephalus, trae al recuerdo las partituras de
Jocelyn Pook para el filme de Kubrick. Sin embargo, hay un referente
mucho más cercano a la sensibilidad molinesca: las películas del
francés Jean Rollin, híbridos de dark fantasy y porno suave, donde
coexistían las tramas vampíricas con el lesbianismo estetizado, como
en La Vampire Nue (1970).
La actuación de Molina es notable, no solo porque se interpreta en dos
tiempos, sino por la extraña identificación que suscita en el
espectador. Borda un personaje que exuda ternura y vulnerabilidad, que
no teme a exponerse física y emocionalmente. Destacan, además, la
fuerza y frescura de Nabilah Fernández, como una de las discípulas más
lanzadas, y la solidez de Roberto Perdomo, así como la fotografía de
Alán González y el guion de Fernando Cruz.
Este mediometraje de 45 minutos viene a ser el colofón de la
autonombrada Etapa Rosa de Molina, compuesta también por Borealis
(2013), Sarima a.k.a. Borealis II (2014) y Rebecca (2016), ficciones
donde el director ha integrado el melodrama a sus habituales
exploraciones intergenéricas. Se realizó de forma totalmente
independiente, algo habitual en su trayectoria, gracias al apoyo de la
Embajada de Noruega en Cuba y la colaboración de varias productoras no
estatales.
El mítico concierto de los Rolling Stones invade ya el imaginario de
los creadores audiovisuales cubanos: desde documentales como Stones pá
ti (Eduardo del Llano, 2016), hasta el corto de ficción Ulysse Size
T-Shirt (Carlos M. Quintela, 2018), pasando por Sangre cubana (Edgardo
Pérez, 2018), ese hito del cine amateur nacional. El suceso se
presentaba cual conclusión de un período de cambios, de apertura… Era
nuestro Woodstock particular. Ahora sabemos que fue una ilusión
efímera, un exceso de ingenuidad y optimismo. Nos ha tocado lidiar con
la terrible resaca.
Molina’s Margarita ayuda a construir una posible caja negra de estos
fracasos. A entender que, en el juego de las máscaras, estas no
cumplen la función de ocultamiento, sino de revelación.

Tomado de: https://www.ipscuba.net/espacios/altercine/atisbos-desde-el-borde/molinas-margarita-la-mascara-como-revelacion/

Estoy bailando rockasón

Estoy bailando rockasón

Por Joaquín Borges-Triana
Un acercamiento a los contenidos de la cancionística cubana de los
últimos decenios del pasado siglo y de lo que va del presente resulta
tarea ardua y pudiera hacerse desde múltiples perspectivas de
análisis. En cualquier caso, es posible intentar trazar algunas pistas
para una reflexión. Porque lo cierto es que en la actualidad el
producto o bien musical se encuentra en extremo contaminado por
intereses como los del mercado expresado en la industria cultural.
Sin caer en la tontería de pretender satanizar al mercado –al menos
para mí está claro que este no solo puede perdernos, sino que también
tiene la posibilidad de salvarnos (vale recordar que los músicos,
incluidos los cantautores, viven de él), y además resulta un espacio
de transacción que ejerce una función promocional de suma importancia,
dinamizadora del consenso cultural–, no se puede negar que a partir de
su irrupción entre nosotros, y de que el hecho musical empezó a
concebirse en función de la ley de oferta y demanda, es el fenómeno
que más ha marcado los derroteros, no ya de la Canción Cubana
Contemporánea, sino de toda la música popular facturada en el país,
unas veces para bien y otras para mal. Cierto que ha lanzado figuras
locales al estrellato, pero igualmente no ha propiciado el desarrollo
armonioso de manifestaciones sonoras que no están entre las
favorecidas por la débil industria discográfica cubana, al no aparecer
entre las de mayores ventas.
Creo que a estas alturas a todos nos ha quedado claro que para el
ingreso y la aceptación dentro del ámbito comercial, la creación
facturada por trovadores y/o cantautores se ve forzada por las
circunstancias a cruzar fronteras genéricas y estilísticas que hasta
hace muy poco resultaban infranqueables para los artistas del gremio y
que, según el parecer de los más tradicionalistas y ortodoxos, vienen
a ser algo así como pecados de lesa humanidad. Sucede que en aras de
insertarse dentro de los ambivalentes espacios de la industria
cultural y su circuito de difusión comercial, comprendiéndose en este
la industria discográfica, radiofónica, el espectáculo musical, la
televisión, las revistas y publicaciones especializadas, la publicidad
y sus productos, y la industria cinematográfica, con frecuencia hay
que entrar en un peligroso territorio de pleitesías y desarrollos
inocuos que faciliten la circulación y distribución de la obra
musical, lo cual representa un proceder diríase que mercenario pero
que, paradójicamente, presupone un poderoso filtro que posibilita
visualizar las formas de mayor solidez y vigor en relación con las
veleidades ocasionales y las modas espurias.
Al margen de que por las realidades de un lugar como Cuba lo anterior
registra peculiaridades específicas –pongamos el hecho cierto de que
en nuestro país la industria de la música apenas existe o su
desarrollo es incipiente–, no se puede soslayar la realidad creciente
de que la canción popular moderna, de la que también forma parte la
producción trovadoresca o el híbrido derivado de esta, en la
actualidad flota entre las aguas tormentosas de los criterios y gustos
que exige o demanda una audiencia mediatizada, y las corrientes
sensibles de los autores-compositores que aprecian en este género una
legítima forma de expresión musical seria. Con el arribo de la década
de los noventa, aparece entre nosotros el mercado como fenómeno con el
cual los cantautores y demás artistas cubanos han tenido que aprender
a lidiar.
Hasta ese momento, en el mundo musical de la Isla nadie estaba
entrenado para ello, ni los músicos, ni las instituciones, pues la
Revolución nunca estuvo centrada en que la música fuera generadora de
ingresos; veía su cultivo como una forma de elevar el nivel espiritual
de los individuos. Así, por ejemplo, antiguamente el trabajo
discográfico era parte del sistema cultural del país y no tenía una
proyección comercial, lo que implicó que estuviésemos muchos años de
espalda a lo que en todo el mundo se hacía en materia de marketing (o
mercadeo, como hay que decir en español), un terreno con el cual
todavía no estamos suficientemente preparados para interactuar, lo que
en mayor o menor grado ha afectado a nuestro talento musical.
De lo antes expresado, se comprenderá que los hacedores de la Canción
Cubana Contemporánea, a sabiendas de que para hacer cultura (léase
también música) hace falta economía, se debaten entre hacer una obra
de arte, un producto mercantil o un híbrido a medio camino entre uno y
otro extremo. El dilema apuntado se convierte en un aspecto
significativo en todo análisis que pretenda hacerse en relación con
estos temas. Porque lo cierto es que también entre nosotros se crean y
aúpan gustos, tendencias, arquetipos y cánones estético-musicales, que
llegado el caso pueden ser objeto de actos de franca y llana
manipulación.
Aunque en Cuba resulta imposible hablar de la tradicional y clásica
alianza entre capital y marketing, en materia de música sí existe lo
que se conoce como mainstream, que viene a ser la manifestación
visible de lo que se promueve como el signo de triunfo; es decir, la
sempiterna presencia de una élite de artistas en los principales
espacios de los medios de comunicación, quienes dan la imagen del
hombre o la mujer de éxito, en muchas ocasiones asociado a una
estética estandarizada. De tal suerte, si bien en nuestro país los
volúmenes de venta de discos no resultan indicadores de triunfo en la
misma escala que dicho parámetro lo representa en otras sociedades, el
grado de popularidad registrado sí lo es. Y, por supuesto, el trovador
y/o cantautor, como cualquier músico, se encontrará expuesto a la
tentación de alcanzar la popularidad y todo lo que esta implica.

Poemas de Raúl Hernández Novás

Poemas de Raúl Hernández Novás

Por Joaquín Borges-Triana

Raúl Hernández Novás (1948-1993) es sin discusión alguna uno de los nombres de obligatoria consulta en la historia de la poesía cubana de todos los tiempos. Libros suyos como Da capo, Embajador en el horizonte, Animal civil, Al más cercano amigo o Sonetos a Gelsomina, por solo mencionar algunos, son títulos a los que cualquier amante de la buena poesía debería volver de cuando en vez. Representante de la tradición suicida en nuestra cultura, cuando en La Habana de 1993 con un disparo decidió poner punto final a su existencia, ya tenía asegurado su paso al panteón de los grandes creadores de este país. Por ello y pensando especialmente en las nuevas generaciones de lectores cubiches, que en la mayoría de los casos desconocen la obra de este inmenso escritor, a continuación se reproducen algunos de sus textos para incentivar la búsqueda en el enorme legado de su quehacer poético.

 

Raúl Hernández Novás

 

ANTE UN POETA

Veo a un niño jugar en la sonriente calzada de la luz, la provisoria. Veo a un joven andando en la memoria la temblorosa piedra, lentamente.

Veo un hombre maduro que camina llevando un niño de la firme mano. Junto a un joven filial veo un anciano leve como la lumbre que declina.

Tiemblo al verlo pasar los urbanos dédalos con su paso ya rendido

y de pensar que esas sencillas manos

que tantas cosas bellas han reunido

acaben por ser polvo en otras manos… —Las de la muerte, no las del olvido.

EXPLICACIONES DEL EQUILIBRISTA

No por amor al riesgo se aventura mi pie por este hilo tenso y leve. Ni por eterno ser mi ser se atreve a jugarse la vida o la ventura.

No es la gloria o la fama o la aventura

el fértil viento que mis alas mueve.

No por arte ni amor mi paso llueve sobre la absorta muchedumbre oscura.

Si huraño huyo a mi rincón de cielo y si el hilo una cumbre me parece donde primero brilla la mañana,

no es el amor ni el arte ni el desvelo

de la gloria: es que a veces —tantas veces—

siento el terror de la presencia humana.

 

MIRA ESTOS OJOS

Mira estos ojos donde el sol declina, desvistiendo el temblor de los hermanos: toma los gestos mudos de estas manos

que ya no han de aplaudirte, Gelsomina.

No escucharás mi corazón que trina

pues estarás tocando un son lejano en la trompeta cuyo ruido anciano

es hijo del claror que te ilumina.

No volverás al páramo del frío

que tiembla huérfano de amor y de arte

con sus helados astros de rocío.

Ni el río astuto robará tu parte. Acepta sólo el hosco temblor mio. Y mi piel sin caricia ha de abrigarte.

NO VENGAS

«)Te preocupan tus hijos?» (Bergman: Fanny y Alexander)

No vengas ya en el sueño, con tu anhelo de hacer mi cama y de poner mi mesa.

Comprende que el lugar donde estás presa

es un oculto inabordable cielo.

Sé que aún estoy vivo en tu desvelo y que tu ansia de servir no cesa, que te preocupa mi animada huesa

y estás herida por mi desconsuelo.

Pero comprende que la sombra triste que te aprisiona, única y desierta,

no da acceso al lugar donde viviste.

Tú no puedes franquear la inútil puerta
donde tu amor fecundo aún insiste. Tú no puedes cuidarme. Tú estás muerta.

JUNTO AL LAGUITO EXIGUO

Junto al laguito exiguo, entre la sombra, voy recordando trabajosamente las húmedas miradas inocentes

y una inscripción frutal que nadie nombra.

Como el mar borra de la arena un día la leyenda y deshace los castillos, borró el tiempo en los reinos amarillos

de la memoria aquella melodía.

No vuelve el agua que pasó en el río con flor y el barquito indiferente que son agua en el agua laboriosa.

Oscurece. Tengo hambre. Siento frío. Ya no he de ver tu planta transparente andar sobre las aguas silenciosas.

 

QUIÉN SERÉ SINO EL TONTO…

But the fool on the hill sees the sun going down and the eyes in his head see the world spinning round Lennon y McCartney

Quién seré sino el tonto que en la agria colina

miraba el sol poniente como viejo achacoso, miraba el sol muriente como un rey destronado,

el tonto que miraba girar el mundo,

guardando en su rostro las huellas de la noche. Quién seré sino el tonto de siempre atraído por el mar,

aquel que en el mar feroz dejó su nombre. Quién sino el tonto que lloraba

y lloraba por el mar, las flores, las muchachas, la esbelta luna sonriendo.

Sobre la colina está solo and nobody seems to like him, pero él ve el mundo moverse a su alrededor, el sol rebotar como una pelota roja en el horizonte.

El sol tragado por el mar, frío entre los peces.

Quién seré sino aquel que ya no mira,

no oye, no palpa, absorto, esas tierras astrales, esos frutos, las viñas de la realidad, airoso manto.

El que ve la noche descender como un cuerpo inapresable, el que siente la luna caer sobre sus hombros como una tela delicada, aquel que en la marisma

jugaba a rey, a payaso, a rey, a oscuro caballo. Absorto, solo, en la colina, gritando

como loco, bajo los pájaros que emigran

señalando un carcomido rumbo. Yo,

el loco, el tonto que siempre he sido, girando en la burla, torpe bufón de florida, pirueta, riendo,

con dientes podridos, la realidad inapresable como implacable cuerpo, a nuestro lado, descansando en las hierbas

brotadas de los muertos, entre sonrisas de nocturnas flores.

Quién seré, Dios mío, sino el loco tonto, el oso bronco, el jorobado torpe,

bufón bailando, reuniendo rumbos entre sus brazos, flores para una mujer que no existe, quien mira al sol dormirse cual tembloroso

viejo y al mundo girar en burla alrededor de sus hombros destronados.

 

(HAY ALGUIEN QUE CUENTA MIS PASOS…)

(Hay alguien que cuenta mis pasos, en su casa de hielo

repasa lentamente los gestos, las olas del corazón.

En su moneda, el rostro familiar del sol. Alguien, ay, su corazón atado al mio por un hilo. En su casa de hielo piensa en mí, guardando bajo llave las

huellas de mis manos. Nada le debo, nada puedo darle

con que pagarle, hay alguien, piensa

en mí, cuenta mis pisadas. ¿Qué entre mí y su vida

a la cual llegué después de un parque?

¿Qué entre mí y su corazón de hule,
y sus manos frías que guardaron las huellas de mis manos?

Ocupo su memoria como un monstruo, como un animal profundo. Nada. Cuando me vaya, nada podré dejarle. Nadie sabrá cómo han pensado,

sus canas que comienzan, en mi cabeza de niño, en las manos que tuve bajo árboles gigantes,

como ya no se encuentran. Hay alguien: despacio despacio voy penetrando en su aliento trabajoso,

descendiendo profundo por mis ojos, y al final del camino

me está esperando mi madre.)

ELLA MIRÓ LOS ALTOS FLAMBOYANES INCENDIARSE

A Alelí

Ella miró los altos flamboyanes incendiarse.

Ella nombró los fuegos de la guerra. Ella camina dentro de un ojo abierto como el día. Suspira, y se mueven sus manos sobre una tela oscura como la noche.

En la noche está cosiendo una bandera, siempre la cose, aunque los muertos hayan extendido sus raíces al corazón de la tierra, porque siempre es la esperanza que se abre con sus ojos. Ella, sencilla, prolóngase en palomas porque la tarde es leve cuando cae sobre sus hombros. Ella crece frente al hombre que la mira y la celebra con su voz. Árbol frente a árbol bienandante.

Ella vio partir los hombres a la guerra, se sumergía en la guerra como la primera madrugada en el recuerdo. Madrugada de la campana y los grillos rotos.

 

Su corazón hundiéndose en el bosque.

Como un planeta sus destellos, ella envió sus hijos a la guerra. Aún su mirada puede distinguirse, mientras haya una estrella solitaria, una palma. De sus manos salían desnudos uniformes, camisas y secretas luces de bandera. Ella nació para el amor, arde en el amor presintiendo los frutos, para el amor su talle ha crecido como márgenes del mundo, y una profunda paz brota de su pelo y su vestido pero si siente de la patria el grito pero si siente de la patria el grito

EMBAJADOR EN EL HORIZONTE

Si tu alma venía como el buey soñador de la tarde penetrabas en la aguda nostalgia cuidabas los mares guardando el horizonte entre tus manos Nadie se robe el mar. Nadie penetre en ese oscuro templo donde el horizonte y los sueños están guardados

Allí octubre gobierna las habitaciones de los hombres y el crepúsculo es como un puñal hundido

Las flores son lunas amarillas para los que han nacido en un huerto de amor con la espada del aire entre los huesos vegetales mecidos en el ritmo de la tierra empapados atrapados en los hilos de la savia

Es un dulce castillo el mar para los que han nacido en un huerto de amor y han encontrado la luna perdida en sus cabellos

Allí las llanuras tienen olas como la noche la noche tiene las estrellas del vientre de la madre rumor de tienda plantada en el desierto La tierra es semejanteal mar y el mar da frutos para los que saben alzar sus manos en un gesto de danzante que nadie comprende y desoyen a los que dicen que están muy altas las estrellas

Hacia allí querías volver como el viento que sólo sabe arrastrar su alma sobre el polvo y cegar los ojos de aquellos que dicen que el polvo no pesa en sus espaldas

Hacia allí querías volver como la ciega luz lanzada por un diestro guerrero desde
su castillo de sombras Mira allí la luz y la noche tienen un solo rostro de madre que viene a acariciarnos en el último instante en que abrimos los ojos sobre la tierra hecha de cuerpos de guerreros y comprendemos

──demasiado tarde Así ella vendrá sobre el país que se alimenta de tus huesos donde hallarás la estrella como fruto la ola y el juguete perdido

Allí está el país que un dedo de niño te señala

Homenaje a Tomás Piard

Homenaje a Tomás Piard

Por Joaquín Borges-Triana

A fines del pasado marzo falleció en La Habana Tomás Piard, uno de los cineastas cubanos de mayor singularidad y que llegó a convertirse en una de las poquísimas figuras de culto que ha producido nuestra cinematografía.

Pude conocerlo y conversar con él una que otra vez, gracias a nuestra amiga común Valia Valdés, actriz que participó en varias de las películas dirigidas por Piard. Poseedor de lo que cabría definirse como un  peculiar estilo, fue capaz de dotar sus obras de gran fuerza expresiva, en una propuesta que muchas veces resultó incomprendida. Hoy, a más o menos un mes de la muerte de Tomás Piard, Miradas Desde Adentro le rinde un sencillo homenaje a esta genuina figura de nuestra cultura, por medio de reproducir una entrevista que el crítico e investigador Dean Luis Reyes le realizase en 2015 para La Gaceta de Cuba.

 

El eslabón perdido. Episodios del cine independiente cubano*

Por Dean Luis Reyes

La mayor parte de lo que se cuenta debajo no había sido dicho antes. En verdad, había sido casi olvidado. Se trata de una de las tantas historias que acompañan al cine cubano realizado fuera de los ámbitos oficiales, esos con historia. Se va a dar a conocer por boca de Tomás Piard, quizás el más célebre y terco de los supervivientes de aquello que en una época, cuando nadie aspiraba a ser tildado de “independiente”, era denominado “cine aficionado”. Por ello, el testimonio está teñido de su memoria personal y vivencias.

Este relato revela que hay un área que la historiografía del cine cubano apenas ha revisado. Que, incluso, se ha perdido para siempre. Como también desaparecieron muchas de las películas realizadas dentro de este cosmos, al igual que sus realizadores. Su existencia, no obstante, indica que no hubo silencio más allá de las paredes del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), la Televisión u otros entornos de producción con mayor visibilidad.

Finalmente, enseña que hay que acostumbrarse a tener memoria.

DEAN LUIS REYES (DLR): Cinefilia es amor por el cine. Por ello, resulta lógico que el cinéfilo aspire alguna vez a consumar su deseo, a ir más allá de la pasión platónica. ¿Qué clase de cinefilia llevó a Tomás Piard a probarse como realizador, a transformarse en algo más que un amator?

TOMÁS PIARD (TP): Desde que en 1964 me asocié a la Cinemateca de Cuba, cuando se decidió que los estudiantes también tuvieran derecho a incorporarse a esa entidad cultural –pues hasta ese entonces era solo para trabajadores–, comencé a ver el cine de “otro modo” y, paralelamente, también inicié mis lecturas sobre cine (en libros, revistas especializadas, incluido el Servicio de Traducciones que por ese entonces publicaba el ICAIC). Comencé a ver, por ejemplo, el primer ciclo de Cine Expresionista Alemán, y leí La pantalla diabólica, entre otros títulos. Cada película que veía tenía detrás un texto afín. A esto se sumaban los directores-autores que habían realizado filmes impresionantes que se proyectaban en la pantalla de la Cinemateca y de otros cines de la ciudad.

Junto a esto, el acceso a revistas como Film Culture, Cine Cubano y Cahiers du Cinema, y posteriormente, a los textos de Andrew Sarris –que primero leí en un número especial de la revista norteamericana antes mencionada, del año 1962–, donde formulaba su teoría del “cine de autor”, y después en su libro The American Cinema. Paralelamente, a través de los Cahiers du Cinema de la pasada década de los cincuenta (que se habían conservado en la Biblioteca Central de la Universidad de La Habana), lo habían hecho “críticos” como Jean-Luc Godard o Francois Truffaut, que por ese entonces ya eran directores consagrados de la Nueva Ola Francesa. Así, un pensamiento teórico relacionado con el cine se fue sedimentando en mí.

Mario Rodríguez Alemán comenzó a impartir un curso de apreciación cinematográfica en el Anfiteatro “Varona” de la Universidad de La Habana, para los estudiantes de la Escuela de Letras (que era como se llamaba esa facultad en esos años), y junto a otros amigos del preuniversitario nos “colamos” en ese curso, que impartía los sábados por la mañana, así como en los cine debates, que hacía los domingos, auspiciados por la Cooperativa Popular de Arte del Consejo Nacional de Cultura, en el Cine 23 y 12 (fundamentalmente durante 1962), donde pude ver por primera vez, por ejemplo, Los siete samurais, de Akira Kurosawa, entre otros muchos clásicos del cine.

Un día decidí “filmar” lo que considero aún hoy mi primera “película”. Muy influenciado por La jetée, de Chris Marker, obra que tuve que analizar en el trabajo de fin de curso de Rodríguez Alemán, dirigí Crónica del día agonizante (1966), realizado con mis amigos más cercanos de aquel tiempo, con guion escrito a cuatro manos entre Eduardo Noguer (que años más tarde, ya en Miami, se convertiría en crítico de cine e historiador del cine cubano) y yo; hecho con una cámara fotográfica soviética de 35 mm, propiedad de Julio de la Nuez (hoy fotógrafo exitoso también en Miami), quien fue el director de fotografía, y con las actuaciones de Stinmia Sasturaín, el propio Julio de la Nuez, Carmen Díaz, Eduardo Noguer, y yo mismo, entre otros amigos que, salvo yo, ya no viven en la Isla o han fallecido fuera de Cuba.

Esta “película” en fotos fijas me la reveló en Cárdenas (mi pueblo natal) mi tío Arturo Piard, que también era fotógrafo aficionado. El “estreno” fue en la Sala Hubert de Blanck, la noche en que los integrantes de Teatro Estudio hicieron la lectura de la obra Persecución y muerte de Jean-Paul Marat, interpretado por los reclusos del asilo de Charenton, bajo la dirección del Marqués de Sade, del dramaturgo Peter Weiss, y que fuera dirigida por Vicente Revuelta. Antes que comenzara la lectura, las fotos fueron pasando de mano en mano del numeroso público que allí se reunió, y para sorpresa mía, tuvo un modesto éxito.

DLR: ¿De dónde salía la película y cómo se revelaba y montaba el filme?

TP: La película virgen ya se vendía en las tiendas sin ningún problema. También teníamos empalmadoras, por lo que sobre todo el amigo René Fernández ejerció la función de montador o editor de todos los filmes que hicimos en esos tiempos. Usaba un visor simple, para diapositivas.

DLR: Luego de esa experiencia inicial, ¿en qué consistieron tus primeros intentos por hacer cine?

TP: En 1968, la Central de Trabajadores de Cuba nacional libró una convocatoria para organizar un curso para formar moderadores de cine-debates, con el objetivo de formar un público culto relacionado con el cine en los centros laborales. En cuanto tuve conocimiento, acudí y me matriculé.

Dirigió las clases José del Campo –un trabajador del ICAIC, creo que vinculado a la producción, aunque nunca tuve claridad sobre ese aspecto–, se impartieron en la Biblioteca Enrique Hart Dávalos de la calle Obispo, en la Habana Vieja, durante todo un año. Allí recibimos clases del propio José del Campo (sobre técnicas de funcionamiento de un cine debate), de Nicolás Cossío (crítico de cine de la revista Bohemia), de Alejandro Saderman (director de cine argentino que residió en Cuba por unos años, realizador del cortometraje Asalto al tren central, entre otras obras), de José Antonio Portuondo, de Eduardo Manet, de Leo Brouwer, entre otros.

El curso duró un año, durante el cual también sostuvimos encuentros con cineastas que visitaron la Isla en ese tiempo, como fue el caso del español Antonio Eceiza (director de Último encuentro, entre otras), quien durante un tiempo dirigió los cine debates que comenzaron a realizarse en la Casa de la Cultura Checoslovaca (hoy Centro de Prensa Internacional), del francés Jean-Luc Godard, de la actriz suiza Anne Wiazenski, del japonés Kazuo Kuroki (realizador del filme El silencio sin alas, y que rodara La novia de Cuba en 1969, estrenada como parte de ciclo de cine japonés que organizara en 2014 la Cinemateca de Cuba), entre otros.

Mostré las fotos de continuidad de Crónica del día agonizante tanto a Eceiza como a Godard; ambos me dieron consejos que me fueron muy útiles al realizar mis primeros filmes en 8 mm: El techo (1969) y La partida (1970). Por ejemplo, Godard me dijo que, para salvar el problema del asincronismo sonoro a que me obligaba este tipo de relato cinematográfico, filmara al actor que escuchaba y no al que hablaba, como hice en una larga secuencia de La partida, donde el protagonista hablaba con su ego. Pero el resultado constituyó un fracaso, pues nunca pude acoplar el sonido al filme.

Estas películas se rodaron con una cámara Bell and Howell de 8 mm que me prestó un amigo, y las revelaba Oswaldo Pastor, quien trabajaba en los laboratorios del ICAIC llamados Telecolor, que se encontraban en las inmediaciones del Bosque de La Habana. Oswaldo también nos suministraba la película de 8 mm, que obtenía por medio de técnicos soviéticos. Estas cintas nunca estaban frescas, se velaban al revelarlas; así que no pude conseguir completar ninguna de las dos películas. Esto fue un serio problema, que no se resolvió hasta que el Estado comenzó a comercializar película virgen en las tiendas fotográficas.

DLR: ¿Qué características tenían estas pelícuas inconclusas? ¿Qué ocurrió con ellas?

TP: El techo (1969) quedó muy fragmentada debido a que se veló en el revelado la mayor parte del material; era una vieja película reversible soviética, donada por técnicos que trabajaban en Cuba, a los que nunca conocí. Por tanto, la “edición” que se hizo de lo que se salvó no fue suficiente para armar un argumento coherente. De todos modos, la estrenamos en el Primer Festival de Cine Underground, del que te contaré.

En el caso de La partida (1970), el material “velado” fue mucho menor y, por tanto, fue sensible de ser editado por René Fernández, con cierta coherencia, algo que permitió lograr el carácter del filme, que tenía dos relatos paralelos; el primero contaba la vida de un director de cine subterráneo desde el momento en que recibe el telegrama en que le citan simplemente con la palabra “Preséntese”, hasta que se suicida en la ducha, ante la impotencia de no poder hacer algo en contra. El segundo relataba el argumento de la película que él estaba filmando. Ambos relatos se juntaban en el momento en que él y el resto de los personajes comenzaban a bajar una escalera de caracol enorme, llevando una mochila colgada de sus hombros. Esta fue una película que realicé en el momento en que fui llamado al servicio militar, aunque ese llamado fue suspendido debido al secuestro de los pescadores que causó las tremendas movilizaciones de protesta frente a la antigua Embajada de Estados Unidos.

En La partida creo que incluí todo lo que me afectaba en ese momento, ante la posibilidad de no poder seguir haciendo cine por un tiempo. Fue justo en esa espera de que me movilizaran que lo realicé. El protagonista-director de cine era un adolescente que tenía conflictos con su novia-actriz; pasaba constantemente de la realidad a la ficción; la película tenía un argumento enloquecido, como yo imaginaba que debían ser los filmes underground que reseñaban en la revista Film Culture.

Allí incluí hasta superestrellas rutilantes que no respondían a ninguna realidad, salvo a “viajes” sicodélicos o algo por el estilo, aspecto que nos era totalmente ajeno a los jóvenes de aquellos tiempos, aunque no a muchos adolescentes cubanos de ese momento; como tomar cocimientos de flor de campana o pastillas de Actedrón, muy en boga en esos años, para quitar el sueño. Todo eso para evadirse de la realidad. Ese tipo de cosas sucedían en ese tiempo y yo escuchaba los cuentos de aquellos sucesos, en los que nunca participé, por lo que eran hechos similares a los argumentos de esas películas “imaginadas”. El personaje protagónico estaba interpretado por dos “actores”, lo que me permitía enfrentar al yo y al ego y poner en práctica el consejo que me diera Jean-Luc Godard de que filmara “al que escucha y no al que habla”, para evitar el problema insoslayable del “sincronismo”. Lo hice en una larga secuencia, frente a una gran ventana abierta de par en par, en la que coloqué a los dos actores, enfrentándose en su conflicto, lo que no les permitía estar de acuerdo respecto a la realidad que los rodeaba… y que era la nuestra.

Pero como una gran parte del material filmado se veló, el “montaje” final distó bastante del argumento inicial –permitido por la “película caótica y sicodélica” que el protagonista filmaba dentro del filme donde todo era posible. La partida terminó siendo una película bastante distinta al proyecto inicial, donde el protagonista ya no se enfrentaba a la realidad, en unión de todos los personajes del filme; ahora se cortaba las venas bajo la ducha, quedando la imagen cuestionadora congelada al final, como en Los 400 golpes, una de nuestras películas paradigmáticas de aquellos tiempos. En ella, el por qué las cosas tienen que ser así estaba implícito.

Ese filme, con sabor a “superproducción heroica”, intentó abarcar como un resumen nuestras vidas de aquel momento “trascendente de nuestra historia”. Luego, el curso concluyó y comenzamos a realizar cine debates en diferentes sitios, tocándome a mí hacerlos en la Facultad de Historia de la Universidad de La Habana. José del Campo, con nuestra participación, fundó el cine club “Charles Spencer Chaplin” en el teatro de la Casa de Cultura de Plaza, con la exhibición de Senso, de Luchino Visconti, ya con un rollo sulfatado, pero en glorioso technicolor. Fue esa la última vez que se exhibió al público según la estructura con que se filmó. También se proyectaron películas que el ICAIC poseía, pero que no había estrenado aún, como fue el caso de Iluminación íntima, del checo Iván Passer. Esto provocó la ira de Alfredo Guevara, y la noche que se debía exhibir Buenos días, tristeza, de Otto Preminger, el filme no llegó a proyectarse. Se nos dijo que la proyección iba a ser en la sala del Museo de Bellas Artes, lo cual no fue cierto. El cine club dejó de existir, bajo el pretexto de que recesaría hasta después de la Zafra de los Diez Millones, cosa que no ocurrió. Sin que mediara ninguna explicación…

DLR: Tengo entendido que durante finales de la pasada década de los sesenta y a lo largo de los setenta hubo un proceso de organización de un grupo de realizadores con intereses afines. ¿Quiénes eran y qué tipo de cine hacían?

TP: Durante ese período los grupos existieron independientes unos de otros. Y en todo el país, como es el caso del Cubanacán. Aquí en La Habana éramos mis amigos y yo. Alrededor de 1976, el Poder Popular de Matanzas convocó a un Festival de Cine Aficionado. Entonces se presentaron un número considerable de obras que aparecieron de pronto, de lo que parecía no existir.

En esta fecha yo llevaba años sin filmar, pero intenté hacer una película para enviarla a ese evento. Como en otras ocasiones, el filme se veló y no pude enviarlo a tiempo. Lo volví a realizar íntegramente (con dos amigos, mi esposa y mi hijo Terence como actores): El sueño y un día (1976) fue mi primer filme “cubano” por su temática. Tenía que ver con la lucha revolucionaria de la pasada década de los cineucnta. Hasta ese entonces, todo lo que había realizado se situaba en una atemporalidad y espacialidad no definidas.

A ese evento de Matanzas se presentaron obras de realizadores que hasta ese entonces no conocía, como fue el caso de Abdala, de Jesús Fernández Neda (un trabajador de los archivos del ICAIC), que resultó el Premio del evento y estaba basado en el poema homónimo de José Martí. Esta es la única información que tengo de lo que ocurrió en el mencionado Festival.

DLR: Antes te referiste a la realización de “muestras” en un domicilio privado de la capital, a inicios de la década de los setenta. ¿Cuántas se hicieron? ¿Qué películas se mostraron allí?

TP: Lo primero que me viene a la mente es que a partir del Curso de Moderadores de Cine-debates, comenzamos a hacer filmes en 8 mm, primero, y más adelante en 16 mm. Esto, a partir de que Julio Soto (quien trabajaba en el Departamento de Audiovisuales del Instituto de Recurso Hidráulicos) se incorporó a nuestro grupo en 1970. Fueron apareciendo otros realizadores, como Oswaldo Pastor, Juan Camporino y René Fernández. Habíamos realizado un buen número de películas entre 1968 y 1971, por lo que organizamos el Primer Festival de Cine Underground en el penthouse de la casa de Eduardo Noguer.

Entre las películas que se pusieron estaban La boda (1968, un filme de época en tono de farsa del cine silente); La mansión siniestra (1969, un filme de horror donde asesinaban a los invitados a pasar la noche en semejante mansión); e Y Dios creó a Adán y Eva (sátira de las Sagradas Escrituras, con la superestrella Rossana Twice en el papel de Eva y yo en el de Adán), todas de Oswaldo Pastor. Además, Matemáticas en un espejo (1968, un filme muy en la línea de Godard) y Cleopatra Twice (1970, una sátira inspirada en los obras bíblicas de Cecil B. De Mille; también con Rossana Twice), de Juan Camporino.

Y mis filmes El techo (1969, con Eddy Pérez Tent y Lourdes Casanova, a pesar de estar incompleto); el ya mencionado La partida (1970, con Conrado Lürsen, Doris Gutiérrez, actriz de Teatro Estudio, y la participación de las superestrellas Rossana Twice y Sombra, entre otros muchos, con fotografía de Manuel Torres y edición de René Fernández); Alicia en el País de los Gigantes (1970, filme con la influencia del teatro del absurdo de Ionesco); Vista de la ciudad (1971, también con la influencia de Godard). Todas en 8 mm. Además, los filmes en 16 mm La venganza china (1970, un thriller absurdo) y Los perseguidos (1970), ambos con fotografía de Julio Soto. Los perseguidos contaba con las actuaciones de Virginia Alberdi, Damis Fernán y Mario Betancourt, y estaba inspirado en la rebelión de mayo del 68 en París, realizado también bajo la influencia de Godard.

Entre los filmes olvidé mencionarte En el fondo (1970), un filme de animación realizado con la técnica de Norman MacLaren; o sea, dibujada directamente sobre la película utilizando rojo aseptil, mercuro cromo, azul de metileno y violeta genciana. Lo hice a partir de una película familiar rodada en la década de los cincuenta en Kodakcolor.

Además, Chrisippus (1970), inspirado en una tragedia perdida de Eurípides, que fue el antecedente de Edipo Rey. Esta rareza la realizamos sobre la base de lo que imaginábamos que debía ser el Edipo Rey de Pier Paolo Pasolini. Sobre todo recuerdo la secuencia en que los hermanos de Chrisippus lo asesinan por orden de Jocasta dentro de un mar enfurecido.

Estos filmes estuvieron presentes en aquel Festival, una noche de principios de 1971. El Jurado que valoró las películas estuvo constituido por el público asistente, y los premios fueron para Y Dios creó a Adán y Eva, de Oswaldo Pastor (Gran Premio), y para Vista de la ciudad (Mejor Dirección). Los demás premios no los recuerdo.

Como la gente se quedó con ganas de seguir viendo los filmes, en días sucesivos hubo proyecciones en mi casa y en la de otro amigo que ahora no recuerdo. La pantalla de madera la llevábamos a pie por la calle, de un lugar a otro, entre varios amigos. El festival duró tres días en total. La noche estelar fue en casa de Eduardo Noguer, con la asistencia de mucho público, entre los que se encontraba el dramaturgo José Milián.

DLR: Después de este Festival, ¿se quisieron hacer otras muestras?

TP: No. Nunca más se intentó hace un “festival”. Tras todos esos filmes frustrados, que no pudieron editarse, la mayoría de nosotros seguimos nuestros estudios universitarios, y éstos se convirtieron en el centro de nuestras existencias. No quedaba tiempo libre para hacer nada más, salvo seguir viendo películas en la Cinemateca y en los cines de estreno.

DLR: A tenor del Festival de 1971: ¿quiénes asistieron?; ¿cómo corría la voz, o era algo clandestino?

TP: Iban los amigos que no participaban de nuestro trabajo, pero a quienes les interesaba lo que hacíamos. Y claro, la voz se corría, y así se enteraron de aquellas únicas tres exhibiciones públicas que hicimos.

DLR: Aparte de las muestras, ¿un grupo afín se reunía de vez en cuando en sus casas y veían las películas que cada cual hacía? ¿Cómo tomaban conocimiento de las realizaciones de cada cual?

TP: Las películas que hicimos en aquellos años solo las veíamos nosotros con nuestras respectivas familias y nadie más.

DLR: ¿Qué fue de aquellas películas? ¿Y de sus creadores?

TP: No puedo hablarte del destino de aquellas películas y de sus creadores, ya que la mayoría emigró y nunca volví a saber de ellos.

Después de ese Festival de Cine Underground, en 1972 se realizaron varios filmes, pero ninguno de ellos vio la luz, a pesar de que surgieron nuevos realizadores. Entre ellos estuvieron:

Bella de noche (1972), de René Fernández, con Virginia Alberdi; un actor del que solo recuerdo el nombre: Javier; y yo, actuando nuevamente. El argumento giraba en torno a un matrimonio en que el esposo se travestía de noche sin conocimiento de su esposa, y una noche un ladrón que entra a robar lo asesina al comprobar que no es una mujer. Hasta ese momento, René Fernández solo había trabajado como director de fotografía y editor en películas de otros realizadores del grupo.

Retrato de una mujer en tres tiempos (1972), del pintor Raúl Parrado. Con las actuaciones de Dina Oslé, mi esposa Yolanda Somohano y mi suegra Estrella Rosario.

La bofetada (1972), de Daniel Fernández, basado en su novela “La vida secreta de Truca Pérez”, con las actuaciones del mismo director y escritor de la novela, así como de Alejandro Ríos y de su esposa, Elayne González, quienes también formaron parte del equipo técnico. Fue rodada íntegramente en Santa María del Mar. Ese filme traería serias dificultades a los que ayudamos a realizarlo, cuando Daniel trató de sacar la novela de la Isla.

El sueño (1972), realizado por mí, inspirado en el cuento homónimo de O´Henry, con las actuaciones de Virginia Alberdi, Yolanda Somohano y René Fernández, con actuaciones especiales de Juan Camporino y Raúl Parrado. No recuerdo por qué estos filmes nunca fueron editados y mucho menos “estrenados”. Todos desaparecieron del mundo material. Esto es un misterio que nunca podrá ser resuelto.

DLR: Explícame mejor esto último. ¿Desaparecer del mundo material…? ¿Eran aquellos filmes provocadores en algún sentido para los valores de la época en Cuba?

TP: En el momento en que hicimos La bofetada creo que no tuvimos conciencia de todo, pero posteriormente advertimos que había aspectos que estaban presentes en el argumento de esta obra. Daniel era el único intérprete que tenía el filme, encarnando al personaje creado por él (y que, a la vez, era él mismo); o sea, Truca Pérez, protagonista de su novela “La vida secreta de Truca Pérez”, que nunca me permitió leer y que tampoco (no recuerdo por qué) le pedí nunca leer. Tal vez porque, salvo el amor al cine, nada más nos vinculaba. Él trabajaba de estibador en los muelles y por las noches estudiaba Lengua y Literatura Hispanoamericana en la Facultad de Artes y Letras de la Universidad (en el momento en que yo estudiaba Historia del Arte en la mencionada Facultad), donde nos cruzábamos y conversábamos en los pasillos, mientras esperábamos por entrar a las clases.

Cuando nos enteramos de que había sido llevado preso, todos nos sorprendimos, pero nos sentimos ajenos hasta que nos citaron para preguntarnos si habíamos leído su novela. Nunca supe si Alejandro Ríos y Elayne González la leyeron. Nunca hablamos del hecho entre nosotros… pienso que por desear estar lo más lejos posible del problema. Por aquellos tiempos, cualquier cosa que tuviera que ver con “problemas ideológicos” era algo muy grave; nosotros queríamos terminar nuestras carreras respectivas. Varios años después fuimos llamados para declarar si habíamos leído o no la novela. Esto sucedió el día en que yo me recibía como licenciado en la importante graduación que se realizó en la Plaza Ignacio Agramonte, en saludo al Onceno Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, que se realizó en julio de 1978.

DLR: ¿Has sabido si alguno de sus autores llevó copias de los filmes a su exilio o si lograron sacarlos del país?

TP: Ignoro qué fue de esos filmes; incluso, olvidé qué sucedió con el único que realicé en ese período, El sueño (1972). No tengo la menor idea de adónde fue a parar el material filmado e, incluso, excelentemente revelado. Ignoro también si se llevaron los originales; aquellas películas no tenían copias. Recuerda que eran en 8 mm reversible, marca ORWO, que también se había comenzado a vender en las tiendas fotográficas. Siento mucho no poder darle respuesta a esta preocupación tuya.

DLR: Tus películas de este tiempo son variadas y numerosas. ¿Cómo explicas esa capacidad tuya para ser tan prolífico? ¿Conservas copias de alguna de tus obras de entonces?

TP: Solo conservo los originales en 8 mm de los filmes donde Terence participó; o sea, El día y la hora (1976) y Amor (1979), inspirado en la novela del escritor húngaro Tíbor Déhry, adaptada a los primeros días de enero de 1959 en La Habana, cuando los prisioneros revolucionarios de la tiranía de Batista fueron puestos en libertad. Como dato interesante, recuerdo que el segmento donde el protagonista regresa a su casa, con su esposa e hijo, fue rodado en color, para proponer un contraste con el pasado, filmado en blanco y negro. La Cinemateca de Cuba conserva en sus archivos –si no se han destruido, como casi todos sus fondos en celuloide– mis filmes en 16 mm Los perseguidos y La venganza china, ambos de 1970.

El resto de los filmes de esos años fueron destruidos por mi esposa y yo la noche de mi graduación en la Universidad, en julio de 1978, por temor a que fueran la causa de problemas posteriores que no deseábamos tener. En ese tiempo, todo lo que estuviera al “margen” podía ser motivo de sospechas, aunque fueran infundadas; algo que no estuvo en nuestras cabezas en los años en que los realizamos.

DLR: ¿Ustedes se sabían trabajando en un margen de riesgo? ¿Fueron reprimidos?

TP: Sí, sabíamos esto. Porque teníamos noticias de gente que, por estar filmando en las calles, tuvieron problemas con la policía y hasta les decomisaron las cámaras. Es por esa razón que todos nuestros filmes durante esos años los realizábamos en interiores, en azoteas, en el Parque Lenin, en Santa María del Mar o en el Cementerio de Colón exclusivamente, ya que no teníamos ningún apoyo oficial. Es gracias a esto que nunca fuimos reprimidos.

DLR: ¿Hubo algún intento de mostrar sus obras más allá del marco privado?

TP: No, nunca se nos ocurrió hacer eso. Pero Vicente Revuelta sí invitó a Tomás Gutiérrez Alea, Humberto Solás y a Enrique Pineda Barnet para que vieran mis filmes. Y, en los tres casos, recibí consejos muy útiles de estos tres destacados cineastas.

DLR: ¿Cómo y cuándo se produce el acercamiento entre el ICAIC y el grupo, lo que da lugar a la fundación del círculo de interés de la Casa de Cultura de Plaza?

TP: A principios de 1978 se fundó el Círculo de Interés Cinematográfico de la Casa de Cultura de Plaza. En ese entonces todavía estaba estudiando en la Universidad y hasta que me gradué no tuve contacto con ellos, porque el fin de la carrera me tomaba todo mi tiempo. En septiembre de ese año, después de graduarme, me acerqué al Círculo, que por ese entonces dirigía Mario Piedra, el representante designado por el ICAIC, ya que el Centro de Información Cinematográfica del Instituto estaba encargado de dirigirlo. Piedra nos recalcaba siempre que aquel sitio no era un “escalón” para acceder al ICAIC.

En esos primeros meses de mi estancia allí, lo fundamental que se hacía era proyectar las películas que los integrantes del Círculo habían realizado antes de que este existiera. Entre esas películas recuerdo obras como Después del golpe, de Jesús Fernández Neda (sobre los sucesos que siguieron al golpe de estado de Pinochet contra el gobierno de Salvador Allende en Chile; donde se recreaban con gran realismo las atrocidades y torturas que esa dictadura ejerció sobre los revolucionarios), que a mi juicio, era el mejor filme de este realizador, dado sobre todo a las “adaptaciones” de obras famosas de la literatura universal, donde “los diálogos” no se escuchaban, por tratarse de filmes silentes en 8 mm.

Lo notable de Después del golpe era que estaba hecho como si fuera un documental. Paradójicamente, este filme no era muy valorado por el propio realizador. Otros filmes de Neda son La madre (basado en la obra de Gorki); La olvidada (un melodrama sobre una actriz que fue muy famosa y que en la vejez es relegada por su público), entre otros. Otro filme de aquellos primeros tiempos es Electra, de Raúl Bosque –que desatara el primer debate ideológico fuerte.

DLR: Durante el periodo previo a ese acercamiento, ¿ustedes consideraban al ICAIC como un paradigma al que aproximarse o impugnaban su propuesta estilística y temática?

TP: El ICAIC nunca fue un paradigma para nosotros, salvo los ejemplos concretos de Humberto Solás, en primer lugar, y de Titón, en segundo. Para nosotros, Lucía y Manuela eran las obras maestras del cine cubano. Como tuvimos la posibilidad de ir a ver todos los filmes de aquellos años cuando se exhibían previamente para el personal del ICAIC, igualmente tuvimos la posibilidad de encontrarnos con sus directores. Titón dijo al público presente la noche en que se proyectó Memorias del subdesarrollo que inicialmente no sabía cómo darle fin a este filme, hasta que, improvisando, llegó al final que ha quedado para la Historia. Esto fue un rasgo de debilidad que nos dejó en el aire a nosotros en aquel momento. Pero, de todos modos, Solás primero y Alea después eran los autores fundamentales que poseía el ICAIC en el comienzo del segundo lustro de la pasada década de los sesenta. El resto de la producción del ICAIC nos parecía endeble, salvo el Noticiero ICAIC, que veíamos con devoción cada semana. Pero, en general, el ICAIC no era el ejemplo que quisiéramos seguir, sino el cine europeo, soviético, polaco y checo, en primer lugar, y el francés e italiano, en segundo.

Los temas de las películas cubanas del ICAIC nos parecían forzados por las circunstancias políticas e ideológicas. Queríamos reflejar la realidad, pero desde otra óptica más crítica, y por esa razón, en mi caso, tuve tantos problemas cuando decidí abordar el presente de la realidad cubana.

DLR: ¿Cómo interpretaban y asumían ustedes aquel juicio paternalista que los confinaba como “cineastas aficionados”, en oposición a los “profesionales” del ICAIC?

TP: Al principio, la divisa que se esgrimía contra la incorporación de los cineastas aficionados al cine “profesional” del ICAIC era que ser miembros del Círculo de Interés no constituía un escalón para acceder al ICAIC. Esta premisa yo la asumí completamente. También porque cuando tuve mi primera entrevista con Alfredo Guevara, me dijo que para poder trabajar en el ICAIC yo debía estudiar una carrera de Humanidades. Y, cuando me gradué en 1978 de la Licenciatura en Historia del Arte y volví a verlo, me dijo que no había plazas en ese momento. De esta manera, me desvié hacia el campo de la Museología y la Museografía y estudié en la Escuela Nacional de la Dirección de Patrimonio Cultural, donde me especialicé como museólogo y curador de exposiciones. El cine se convirtió para mí en una actividad de tiempo libre durante los siguientes diez años, pues dediqué mi tiempo laboral a la investigación histórica, y llegué a escribir una Historia de los chinos en Cuba.

Las cosas cambiaron bastante durante la presidencia del ICAIC por Julio García Espinosa. En 1989, Julio libró una convocatoria para que cinco nuevos directores realizaran igual número de documentales en los Grupos de Creación que existían por ese tiempo en el ICAIC. Raúl Pérez Ureta, quien había sido nuestro profesor en el Círculo de Interés Cinematográfico de la Casa de Cultura de Plaza, me obligó a que presentara un proyecto. No muy convencido, el último día para que se venciera la mencionada convocatoria, presenté lo que podría haber sido el remake de mi documental premiado en Cuba y en la Unión Soviética, Testimonio de la hija de un lector de tabaquería (1983). Fui instado por Mario Piedra, que en varias oportunidades me había dicho que debía volver a filmar este documental, pero como una cinta que perdurara en el tiempo. Para mí se trataba de un proyecto “rosado”, como los que se hacían en el ICAIC. A los pocos días de haberlo presentado, fui convocado por Camilo Vives para comunicarme que había sido aceptado. Los otros proyectos seleccionados fueron El fanguito, de Jorge Luis Sánchez; A mis cuatro abuelos, de Aarón Yelín; Habla como si me conocieras, de Irene López Kuchilán, y El patio de María, de Rubén Medina. El mío se realizaría en el Grupo que presidía Humberto Solás.

Posteriormente, Solás me dijo que “cualquier proyecto que hubieras presentado lo habríamos aprobado, porque en el ICAIC teníamos un gran sentimiento de culpa en relación a ti”. Esto no me agradó mucho, pero acepté hacerlo con Raúl Pérez Ureta como director de fotografía y con Nelson Rodríguez como editor, así como con mis actores del cine club. Este filme tendría a un personaje real, Alicia Cuesta, la protagonista del documental que había dirigido años atrás, como único motivo de carácter documental; además de recrear las actividades que realizábamos en el Círculo de Interés.

Cuando el filme estuvo completado, Solás no se encontraba en Cuba, y su sustituto como jefe de grupo era Orlando Rojas. Él nos ordenó hacer varios cortes. Pero Raúl, Nelson y yo decidimos exhibirlo a varias personas que nada tenían que ver entre ellos para ver qué pensaban. Todos coincidieron en que tal como estaba debía conservarse. Cuando Humberto regresó y volvimos a proyectar el filme, no solo lo aprobó, sino que me pidió que hiciera un retake de la secuencia donde la “musa”, que integraba la tríada pitagórica del personaje de Alicia Cuesta, desnudaba al director-protagonista del filme. Debía realizarlo con la misma libertad con que trabajaba en las películas que había estado realizando hasta ese momento; ese era uno de los objetivos que habían perseguido a la hora de aprobar mi proyecto.

Pero, cuando se acercó el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, Humberto volvió a ausentarse del país y Orlando Rojas a ocupar la jefatura del grupo para seleccionar las películas que debían competir en dicho evento. Un día Jorge Luis Sánchez me comunicó que el único de los cinco proyectos que no estarían en el concurso era el mío y cuando le pregunté por qué, me respondió: “Porque esa no es una de tus mejores películas”. Y ahí acabó todo.

Creo que es oportuno decirte que cuando La posibilidad infinita (que así es como se titula el filme, en la mejor tradición lezamiana), junto con El fanguito, se exhibieron en la inauguración del Cine Plaza´90, en el cine Yara, tuvieron muy buena acogida de crítica y público.

DLR: ¿Cómo fueron las relaciones con otros cine-clubes del país, por ejemplo, el Cubanacán de Villa Clara?

TP: El primer contacto con grupos –por esa época se llamaban así, y no cine clubes, como después de que se fundara la Federación Nacional de Cine Clubes– del interior del país fue a principios de 1980, cuando se realizó el Primer Encuentro (no Festival) de Cine Aficionado de las provincias habaneras. Allí asistieron grupos de algunas provincias del interior del país y, entre ellos, el Cubanacán de Villa Clara. Esos filmes vinieron en una muestra paralela.

En este evento, el primero de su clase, Mario Piedra decidió que no se entregaran premios, sino que se declararan filmes destacados, que el Jurado decidiera. Entre ellos estuvieron Juventud y tiempo libre, documental de Jorge Luis Sánchez, del grupo Casa; Raíces en el tiempo, documental de Jackie de la Nuez, del grupo Focus; Amanecer de un día de verano, ficción dirigida por mí, del grupo SIGMA; y algunos otros que ahora no recuerdo.

Esos grupos se convirtieron años más tarde en cine clubes, como el “René David Osés”, que presidía Gabriel Gastón; el Prisma, que presidía Rigoberto Senarega; el G.A.C., que presidía Jesús Fernández Neda; Cojímar Films, que presidía Patricio Wood; entre otros. En todos los eventos que se realizarían a partir de ese momento, los filmes se debatían con el público asistente, que en esos tiempos era bastante notable.

DLR: Al cabo del tiempo, ¿cómo evalúas ese periodo inicial y tu participación en él?

TP: Ese fue un tiempo iniciático muy valioso creo que para todos los que participamos en él, sobre todo para los que en un futuro nos convertiríamos en profesionales del cine y/o la televisión. Los primeros insertados en el ICAIC fueron Jorge Luis Sánchez y Rafael Solís. El primero, como asistente de dirección, y el segundo, en el departamento de cámaras. Y Rigoberto Senarega en los Estudios Cinematográficos y de Televisión de las FAR, también en el departamento de cámaras. Esto fue a través de la recomendación hecha por Enrique Pineda Barnet.

Seguimos haciendo lo nuestro en el Círculo de Interés Cinematográfico de la Casa de Cultura de Plaza. Comenzamos a participar en eventos en otras provincias, que fue el comienzo de lo que después sería la Federación Nacional de Cine Clubes. Los grupos se transformaron en cine clubes de creación. Esta federación también tuvo cine clubes de apreciación cinematográfica, como era habitual en el resto del mundo, salvo en la Federación de Cine Clubes de Hungría y en la de Cuba, los únicos países del mundo que tendrían cine clubes tanto de apreciación como de creación.

DLR: Resulta impresionante la claridad de tu memoria. Si estas películas no existen, si hace tantos años que las viste, si algunas solo las viste una vez, o dos, ¿cómo recuerdas tantos detalles?

TP: Eso no tiene respuesta posible. Creo que he olvidado muchísimas cosas importantes que ocurrieron para mucha gente, muchos de los cuales, incluso, ya están muertos o idos… sabe quién adónde.

 

Nota:

*Publicada originalmente en la revista La Gaceta de Cuba, número 3 (mayo-junio) de 2015.

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