Categoría: Cuba

Poemas de Raúl Ortega

Poemas de Raúl Ortega

El libro Las mujeres fabrican a los locos, de Raúl Ortega,  es uno de esos textos a los que de cuando en vez hay que volver en el contexto de la producción poética cubana de la segunda mitad de la década de los 80.

RAÚL ORTEGA ALFONSO (La Habana, Cuba, 1960) ha sido colaborador de la sección “Noterótica” de la edición Mexicana de Playboy, México, D. F. y columnista del suplemento cultural “Sábado”, del periódico UnomásUno, México, D. F. Entre otros títulos, él ha publicado  los libros de poemas: Las mujeres fabrican a los locos, Editorial Abril, La Habana, Cuba, 1992, reeditado por Editorial Praxis, México, D. F.; Acta común de nacimiento, Editorial Praxis, México, D. F.; Con mi voz de mujer, Editorial Arlequín, Fonca, Guadalajara, México; La memoria de queso, Editorial La Torre de Papel, Miami, Florida; y el libro-objeto de poemas y grabadosDesde una isla, en colaboración con el pintor Carlos Alberto García, México, D. F. Ha sido incluido en diferentes antologías de poesía cubana.

De todos esos títulos, sin discusión alguna el de mayor repercusión hasta la fecha ha sido Las mujeres fabrican a los locos, y del cual se ha asegurado “es un libro del amor nacido en la dispersión de la carne.” En este sentido, la crítica e investigadora Elena Tamargo ha escrito:

“¿De qué clase son las tragedias de las mujeres que fabrican a los locos? Son las tragedias silenciadas, la eterna despedida del epílogo, con cada simpatía fugaz. Esta mujer de su poesía no es la buena madre de sus hijos, llamada naturalmente a sentir con ellos sus alegrías y sus desdichas, y a no separárseles nunca. Ni siquiera es la Diotima de Hölderlin o la Margarita de Faust. Estas mujeres están solas en la naturaleza, en insalvable y mortal soledad. Sin embargo, esta lírica, que es de las aproximaciones anímicas, también lo es de las amistades, eróticamente fuerte como es la amistad. Y en su final, se sabe sólo que algo deja de ser, que algo se acabó, como en el cine cuando se acaba la película y todo se queda oscuro. Hay, sin embargo, en esta poesía algo de aristocrático, un gesto tal vez no ejecutado que aparta el suspiro, porque ésta no tiene lamentos; con los corazones desgarrados, pero no llora. Estas mujeres son también las mujeres de Atenas, aunque de otro modo.”

Y agrega:

“En la obra de Raúl Ortega, el lenguaje y la emergencia de lo que anuncia dan testimonio de una realidad común que no necesita más legitimación; un lenguaje propio es lo que resulta muy importante para un poeta.

“El tono de esta poesía es el de la designación, del homenaje, implica un reconocimiento de algo superior, en una escala que se despliega desde la admiración hasta la veneración, una palabra, esta última, hoy desprovista de sentido, pero en él, rehabitada para nombrar lo femenino. Sus poemas son himnos, una llamada a los testigos, una interpretación de signos y mensajes que garanticen el ser de lo único que este poeta considera divino.”

Poemas de Raúl Ortega

UNA MUJER ES ALGO SERIO SI NO LLEGA

Nunca dejes en la superficie a una mujer

es como instalar una bomba en un cine de niños

Si prometes abortarle la lluvia

no puedes dejarla encajada en la sequía

si presentas credenciales de rabia

no puedes olvidar la baba en el pantalón que te quitaste

si te la das de barítono

a la hora del canto no puedes ser falsete

Tiene derecho si no llega

a buscar la humedad en algún sitio

donde no vea al ojo que mintió

ponerse su vestido de uñas

salir a botar los papeles del baño

recordarnos

que nuestro gigante es gigante por mandato de ellas

que no se comporte como un estúpido conejo entre la hierba

que no se vuelva un asqueroso vomitando

antes de hallar la luz que fue a buscar

en ese kiosco no se venden los jugos

se obsequian

si logras con caricias que bostecen sus piernas

Una mujer para que vuele

hay que meterle todo el cielo en los ojos

enterrarle también el hacha en la memoria

Sólo entonces se quitará el cartel

para que tu batuta pise el césped

comience el concierto de gemidos

y aparezca como camino la baranda

sin importar que pueda haber un puente

LAS MUJERES FABRICAN A LOS LOCOS

Las Mujeres fabrican a los locos

nos mantienen gorditos

con los trasplantes de los vellos del pubis al bigote

con la historia de pechos blanquecinos tras la tela mohosa

Sacamos el cuerpo por la ventanilla para verlas pasar

y un camión nos arranca la cabeza

Algunas te envían un carnicero a trabajar dentro del corazón

otras te alimentan con una cucharada de sal

después te llevan a correr por el desierto hasta llegar la noche

y prenden entre sus piernas un farol del que gotea agua

A ellas les debemos

la humedad más perfecta derretida en la cara

las únicas vacaciones tranquilas que se pueden pasar en esta época

nueve meses en el hotel más confortable

Adoro las que habitan los prostíbulos

algún día me iré a vivir con ellas

les fregaré los platos para que puedan menstruar plácidamente

copularemos en el aire

y los niños caerán a la tierra con los dientes afuera

Vino a buscarme la pandilla de los libidinosos

les dije

ya habrá tiempo de llenar los colchones de espuma

es hora de cambiar el miembro por algún extintor que las proteja

porque nos vamos quedando sin piezas de repuesto

No basta antologar la boca en numerosas pelvis

ni agradecer el sabor a cobre y peces adobados

si a veces parecemos esquimales sin poder derretirnos sobre ellas

por temor a enterrarnos una esquirla en las nalgas

Me llora un ojo

el otro habita en sus rodillas vigilando la altura

Cuándo podré tirar los espejuelos que tienen amputada mi memoria

Con caderas me funciona el cerebro

pero me falta fondo donde anclarlas

La eyaculación pide el último de los desempleados

sus guerreros añoran las costas de sol gelatinoso

Todo el aire de la noche cabe en una botella de vinagre

Se aburre la lengua de su propia saliva

mientras que la demencia hace guardia en las esquinas por donde asoma el muslo

y sólo aparece el muñón sobre la rueda

y sólo aparece el fémur sin la envoltura

Las Mujeres fabrican a los locos

y preparado estoy para un encierro interminable detrás de cada pierna

pero hay otros gritos en el aire

que no me dejan concentrarme

CONFERENCIA EN EL AULA MAGNA

A veces me avergüenzo de ser un animal que posee dos manos

pero hay cada Mujeres acabaditas de salir del horno

que te dejan mirando como la mantequilla del corazón se te derrite

Dan ganas de mudarse a la cueva del topo

a esperar que el raciocinio te despierte a patadas

te explique que una Mujer abierta hasta la nuca

es el mejor lugar para que el hombre aprenda a comportarse

Cómo va a pretender untarla de una grasa

que mezcló con el agua que tiene el cerebro

Está negado entrar a una Mujer con los zapatos puestos

la época y sus problemas te pedirán carné

Estamos a dos cuadras de Marte y la Tierra da vuelta con los codos

Todos preguntan quién es el último para comprar cabezas

Suerte que una Mujer se abre

desde su inmenso anfiteatro desdeña cualquier intento de aterrizaje absurdo

Basta de aglomerarse en la garganta

la reunión es en la lengua para poder gritar

odiamos la madurez del borde

hace falta la abundancia del filo

Una Mujer abierta toca el timbre

los hombres acuden a las clases

levantan la cabeza para escuchar atentos

y con un gesto imperceptible

guardan el miembro debajo de la mesa

NECESITA ESTAR SOLA ESA MUJER

………………………………….Dejen sola a la solísima mujer.

………………………………….Teresa Melo.

Necesita estar sola esa Mujer

Detesta que la miren como una presa fácil

todavía con la sangre caliente

Que nadie venga a cortar el hilo de esta hora

donde ella cuelga sus ideas

necesita amasarlas si no qué va a comer mañana

pensar que hace en medio de esta gente

(que siguen tildando de ladrones a nosotros los piratas

y buenos los corsarios porque están protegidos por el rey)

que nunca más la dejarán oler a hierba fresca

sino a ajos y a insomnios

de esta gente u otra que puede ser la misma

que un segundo después de haber nacido un niño

le obsequian un globo sin color a punto de estallar

y siguen dejando a sus Mujeres abiertas como una mesa sin servir

abofeteándolas con un ayuno interminable

Quizás más tarde se acueste con algún comemuslo

que a sabiendas intentará ofrecerle de propina un poco de cariño

quizás encuentre al hombre que camina

por el túnel solísimo que el mismo ha fabricado

y juntos logren encontrar la salida

Pero hoy necesita estar sola esa Mujer

grotescamente sola

como un animal gustoso lamiéndose los genitales.

Ni “escuela”, ni “cubana”, ni “guitarra”

Ni “escuela”, ni “cubana”, ni “guitarra”

Recalar en la “escuela cubana de guitarra” no es un capricho, es un debate en principio estético-artístico, histórico, pero también político y moral.

Un poco de historia sobre la guitarra:

Desde bien pronto iniciado el siglo XVI comienzan a llegar a la isla tañedores de “guitarra y vihuela, bandola, laúd, bandurria, arpa y otros instrumentos que estaban de moda en Europa por esa época” (1); sin embargo, pocos retazos, a todas luces de corte anecdótico, se pueden hilvanar sobre la presencia de la guitarra en nuestro país hasta la centuria decimonónica. Los primeros trescientos años “fueron parcos” (2), diría Radamés Giro, en torno al desarrollo del instrumento: alguien de paso por estas tierras, algún cantor, aunque ya comenzado el siglo XVIII, “acompañando el canto, aparecen conjuntos instrumentales que incluyen bandolas y guitarras en pueblos como Trinidad, Bayamo y Sancti Spíritus” (3). Para ser justos, ni siquiera en el ámbito europeo la guitarra ostentó facilidades para incluirse de modo definitivo en la escena musical “culta”. Obviamente, su vinculación con imaginarios de lo popular muchas veces la marginó, dificultando su admisión y su articulación desprejuiciada en las narrativas del saber. De hecho, incluso durante el siglo XX, tiempo después de que Antonio Torres pautara la morfología del instrumento, multiplicando, lógicamente, sus virtudes estéticas, la guitarra sufrió incontables miradas y comentarios peyorativos. (4)

De cualquier modo, en el siglo XIX cubano, la guitarra se apropia gradualmente de mayor protagonismo en el ambiente musical de la isla, hasta el “punto de sonar en calles, iglesias y agrupaciones bailables que tocaban para la población más humilde del país y en los saraos que se efectuaban en las casas de la oligarquía criolla” (5). Por otro lado, casi siempre como acompañante, las seis cuerdas se vinculaban a la voz, fungiendo de base armónica en las canciones románticas, en la música bailable o en la décima campesina. En el primer tercio de la centuria se puede localizar además al primer trovador criollo y habanero del que tengamos noticias: Antonio Flores, apodado “El Tirano” por la belleza de las tiranas que improvisaba.

Conformando el clima del momento, se hacen constantes las referencias en periódicos y revistas (Papel Periódico de la Havana; Periódico Musical, Journal Músico); así, menciones a métodos, ediciones musicales, piezas, clases y ventas nos advierten de la promoción del gusto y el interés por el instrumento (aun cuando se mantenía a la sombra del piano y el violín).

“En la segunda mitad del siglo XIX el movimiento guitarrístico en Cuba es mucho más amplio y se perfilan figuras nacionales y extranjeras que van a ser de una gran significación para el desarrollo ulterior del instrumento” (6). Entre ellas destacan el habanero Juan Martín Sabio (1865-1920), intérprete y compositor, maestro de Severino López, y en especial, José Prudencio Mungol González (La Habana, 1837-1888), de quien, desafortunadamente no quedan sus piezas, pero su éxito no solo dentro, sino también fuera del país, se percibe en las críticas que recibió (7) y en las referencias que existen sobre su vida como guitarrista. Desdobló un sorprendente cosmopolitismo (Barcelona, París, San Petersburgo, Estados Unidos, Italia, Alemania, México, Venezuela, Buenos Aires), resultado de la calidad técnico-expresiva que poseía y del intercambio cultural que hervía en la época, y se convirtió finalmente en Socio de Mérito de la Sección de Música del Liceo de La Habana, desde donde explayó una efectiva labor de difusión, por medio de conciertos a lo largo del país, y de la enseñanza. Fue autor de dos cuadernos de Estudios para Guitarra y compuso sonatas, fantasías (originales y sobre motivos de óperas), estudios, ejercicios, nocturnos, sicilianas, valses, habaneras, valses y diferentes melodías.

Un punto insoslayable en la historia de nuestra guitarrística, que pauta definitivamente el devenir inmediato y ulterior del instrumento, nuestro modo de percibirlo y experimentarlo, es la llegada, bien por vía de diferentes guitarristas peninsulares, bien por la visita a España de figuras cubanas, de las enseñanzas de Francisco Tárrega. En este proceso, la historiografía reconoce el papel de tres figuras pioneras que recibieron educación directa del maestro: José Vallalta Ausina (Alicante, 1871 – La Habana, 1932), Pascual Roch Contelles (Valencia, 1864 – La Habana, 1921), Vicente Gelabert Englis  (Valencia, 1884 – Quemado de Güines, Cuba, 1942). Asimismo se suele señalar al cubano Severino López (Matanzas, 1899- La Habana, 1979) como otra de las personalidades que tributaron a sedimentar las ideas de Tárrega, no adquiridas mediante un contacto inmediato, sino a través de sus maestros Pascual Roch, Miguel Llobet y Domingo Prats (estos dos últimos en Barcelona). Aunque su actividad no haya tenido seguidores porque no desarrolló un método sólido o una escuela, sí compuso ejercicios, estudios y piezas; transcribió obras (La Comparsa de Lecuona); y formó entre sus discípulos a Vicente Gonzáles Rubiera (Guyún) y José Rey de la Torre (1917-1994) (8).

Los años 30’s del XX fueron un período de bonanza para el desarrollo de la guitarra en Cuba, no solo como acompañante, y basta con ojear los programas de conciertos para visualizar dicha situación, en la que dialogan y presentan sus repertorios músicos cubanos y de otras latitudes, asimilando ideas y modos de expresión. La posibilidad de este clima favorable le debe mucho a la labor de una fémina, en la que algunos pensadores de la música sitúan una “especie de comienzo” de la escuela cubana de guitarra (a esto me referiré posteriormente).

Fue Clara Romero, alumna de Nicolás Prats y egresada del Conservatorio del Liceo de Barcelona, la responsable de la oficialización de la enseñanza de la guitarra en Cuba. Esta figura, precursora e indispensable para trazar los derroteros genealógicos de nuestra escuela, ya había sugerido a Gonzalo Roig, una vez fundado el Conservatorio Municipal de Música de La Habana (1927), la incorporación de la especialidad en el instrumento. A falta de un programa de estudio, y a contrapelo de los avatares económicos, Clara “creó un método de guitarra para primero, segundo y tercer años. A esto sumó un pequeño álbum con piezas sencillas y otro con obras del español Fernando Sor” (9), y ya en 1931 se tenía en el Conservatorio una plaza de guitarra ocupada por Clarita (como le conocían), al alcance del pueblo y de carácter gratuito.

A todo ello sumó su actividad como profesora en la Sociedad Pro-Arte Musical, y posteriormente, en 1940, la fundación de la Sociedad Guitarrística de Cuba, cuyo objetivo central era “sacudir del letargo en que parecían yacer los más llamados a aunar y encauzar los entusiasmos y esfuerzos en pro de la guitarra, es decir, los guitarristas” (10). La idea era contribuir al desarrollo del instrumento de todos los modos posibles, extender su estudio y establecer su aptitud de concierto, para lo cual se tenía la revista Guitarra (1940-1945) en tanto medio difusor. El auspicio de esta organización permitió concentrar el clima de la guitarra clásica y potenciar su popularidad, pues se “impartieron cursos, conferencias sobre personalidades históricas del instrumento, homenajes a los grandes guitarristas y conciertos de grandes exponentes de la época” (11) (entre ellos Segovia, Sainz de la Maza y algunos cubanos como el propio Isaac Nicola, José Rey de la Torre, Deborah Cabrera, Emilia Lufriú, María de León, María Emma Botet, Turibio Martínez).

No se puede olvidar la labor de otros músicos que, por razones obvias de extensión, solo alcanzo a mencionar, pero que en mayor o menor grado tributaron a la guitarra cubana: Francisqueta Vallalta Calleja (La Habana,1909-1987), Félix Guerrero Reina (La Habana,1881-1950), Vicente González-Rubiera Cortina (Guyún) (Santiago de Cuba, 1908 – La Habana, 1987), Guillermo Dufurneaux, José Cobas Mondéjar, Manuel Puig, Rafaela (Fela) González Rubiera (Santiago de Cuba,1902 – Miami,1970), Ramón Ybarra (1929-1978), Marta Cuervo Villazón (1931-2011), Clara Nicola Romero (1926-2017), Leopoldina Núñez Lacret (1918-2001), Faustino Sánchez Torres (Manzanillo, 1916 – California, 2012), Pedro Julio del Valle (Caibarién, 1921 – Miami, 1969), José Rey de la Torre (Gibara, Cuba, 1917 – San Francisco, California, 1994), Juan Antonio Mercadal (La Habana, 1925 – Miami, 1998), Elías Barreiro Díaz (Santiago de Cuba, 1930); así como nombres que pertenecen al mundo de la canción y la trova y que contribuyeron a expandir las posibilidades de la guitarra: José (Pepe) Sánchez (1856-1918), Sindo Garay (1867-1968), Alberto Villalón, Rosendo Ruiz Suárez, Manuel Corona, Patricio Ballagas, Enrique Pessino, Salvador Adams, Alfredo Boloña, Rafael Gómez (Teofilito), José (Chicho) Ibáñez, Miguel Companioni, Ángel Almenares, Rafael (Nené) Enrizo y Mario Rudy. También debe tomarse en consideración los sextetos (el Boloña, el Habanero, el Nacional), septetos y conjuntos de son.

Ahora bien, una de las figuras cimeras de la historia del instrumento en nuestro país, Isaac Nicola, comenzó sus estudios con su madre Clara Romero (en el Conservatorio Laura Rayneri, 1931-1934), luego con María Muñoz de Quevedo (1934-1937) y finalmente, a partir de 1939, con un alumno de Tárrega, Emilio Pujol, quien lo introdujo en la riqueza vihuelista del siglo XVI. Isaac estuvo en París, Londres, Niza, Madrid y Barcelona, lugar donde conoció en 1940 el estreno del Concierto de Aranjuez, de Joaquín Rodrigo e interpretado por Regino Sainz de la Maza.

Sobre sus características como artista, intérprete y persona Emilio Pujol expresó:

«Isaac siente profunda y noblemente el arte. Probablemente lleva esta cualidad en su alma desde antes de nacer. Su espíritu de artista se refleja en sus gustos, sus pensamientos y sus actos; quisiera, sin embargo, que su reflexión equilibrada y su serenidad de espíritu, no impidan la expansión de un temperamento fuerte, sensible y dúctil a la vez. […]. Es una gran satisfacción para mí encontrar en su colaboración inteligente, el espíritu culto y profundo que inútilmente hubiera buscado entre los ejecutantes generalmente frívolos o ambiciosos de triunfos fáciles y provechosos» (13).

Sin embargo, fue su tarea como investigador y pedagogo, la más ponderada por la historiografía ya que muy pronto, en 1957, bajó el telón a sus presentaciones en público, precisamente con Elogio de la Danza, una pieza de su mejor discípulo y la personalidad más relevante de la guitarrística cubana: Leo Brouwer.

En efecto, Isaac, que proviene de una tradición de enseñanza (Clara y Pujol), ya desde 1942 ocupa el lugar de su madre en la Sociedad Pro-Arte Musical y en 1948 se convierte en profesor auxiliar del Conservatorio Municipal de La Habana (actual Amadeo Roldán), pasando en 1951 a ostentar la titularidad de dicho centro. Con el triunfo de la Revolución y los radicales cambios político-culturales que se producen, la actividad del maestro asciende a grado superlativo, asumiendo junto a Marta Cuervo la vanguardia pedagógica del instrumento, superando y titulando docentes y creando los necesarios planes de estudio. Así, entre 1960 y 1966 encabeza el Conservatorio Amadeo Roldán; de 1963-1976 ejerce como profesor de la Escuela Nacional de Música; y, por último, de 1976-1979 pasa a presidir la Cátedra de Guitarra del Instituto Superior de Arte.

Leo Brouwer tomó clases directas de Isaac Nicola entre 1953 y 1955, dominando y asimilando los contenidos con la facilidad del genio, y si bien a través de su padre había tenido cierto contacto con el instrumento, esos años fueron verdaderamente los primeros pasos serios de su formación. Las siguientes palabras recogen el encuentro con el Maestro:

“A la casa de Isaac me llevó mi padre Juan (…) Ese hallazgo fue de gran impacto para mí. Lo recuerdo como si fuera hoy. Me tocó una música que era la primera vez que la escuchaba. Música española de Sanz, Luis de Milán, Fernando Sor y Francisco Tárrega. Imagínate, yo solamente tenía 14 años y el maestro contaba con 37 años. Había viajado, conocido a los grandes de la guitarra, en 1939 viajó a París a estudiar con Emilio Pujol, fue alumno de Francisco Tárrega y de armonía con Jion Gallon. Asimismo conoció a Joaquín Rodrigo, a Miguel Llobet, Regino Saínz de la Maza y Andrés Segovia. Era algo grande, muy grande. Inmediatamente todos los parámetros del gusto, de las vivencias culturales que yo tenía tomaron su lugar. Esa gran música me tocó sensiblemente. Fue un impacto inolvidable, imborrable” (14).

De su trayectoria como intérprete y compositor existe una vasta bibliografía publicada, por tanto me limito aquí solo a señalar diferentes hitos. La creación musical despierta en Leo tempranamente, pues incluso antes de su traslado a Nueva York en 1959 para asistir a la Juilliard School of Music y la Hartford University Music Department, ya se tienen sus primeras obras: Preludio, de 1956, Pieza sin título, Recitativo, Danza característica, Cuatro micropiezas (1957, estrenada a dúo con Jesús Ortega); Homenaje a Falla, para flauta, oboe, clarinete y guitarra; y Tres danzas concertantes.

A inicios de los 60’s se encuentra frente al Departamento Experimental del ICAIC, funge como profesor en el Conservatorio Amadeo Roldán; y, junto a Juan Blanco, comienza su trabajo con las vanguardias luego del impacto que le produce la asistencia al V Festival de Música Contemporánea «Otoño Varsoviano», en Polonia.

En paralelo, Leo continúa regalando al mundo de la guitarrística composiciones que son conocidas en todas las latitudes del planeta: Los Estudios Sencillos I-X (1960), El Elogio de la Danza (1964), Canticum (1968), La Espiral Eterna (1971), Tarantos (1973), Parábola (1974); los Conciertos: Concierto N°1 (1971), Concierto de Lieja (1980), Concierto Elegíaco, Retratos Catalanes (1983), el Concierto de Toronto (1986); Le Decameron Noir (1981); la trilogía: Paisaje Cubano con Lluvia (1984), Paisaje Cubano con Rumba (1985), Paisaje Cubano con Campanas (1986), etc. Sin discusión alguna, en los 70’s ya es el intérprete más relevante de la década, no solo por la demanda técnico-expresiva de sus creaciones, sino porque se expresan en ellas un ideolecto sincrético que hibrida disímiles rasgos de cubanidad y universalidad, de tradicionalidad y de experimentación.

Quiero detenerme, justamente, en los Festivales de Guitarra, eventos cruciales a partir de los 80’s, y que presididos por Leo hasta el 2004, insuflaron un descomunal estímulo a la guitarrística del país. Comenzados en la época de esplendor de la llamada escuela cubana de guitarra, con un ritmo bienal, once ediciones se sucedieron como espacio para el diálogo fértil entre encumbrados músicos a nivel mundial y los cultores propios, defensores de todo un movimiento nacional (15). Los festivales devinieron en aprehensión y creación, en promoción, en disfrute y trabajo duro, en motivación. Así, gracias sobre todo, a la reputación internacional de Leo Brouwer, llegaron Paco de Lucía, Costa Cotsiolis, Shin Ichi Fukuda, Egberto Gismonti, y se contempló el despunte de cubanos como Rey Guerra, Joaquín Clerch, Marcos Díaz Tamayo, etc. Lamentablemente, aunque se retomaron recientemente, no han logrado la calidad de antaño, incapaces de dinamizar un verdadero movimiento de ideas y estéticas que despierten el interés de los más jóvenes.

Ahora bien, ¿Qué es eso de la “escuela cubana de guitarra”?

Hilvanar el devenir histórico anterior, sin despegarme demasiado del modo en que la bibliografía sobre el tema opera, tiene el objetivo de poner sobre la mesa los elementos fundamentales en que los investigadores y guitarristas se apoyan para hablar de la “escuela cubana de guitarra”; y lo cierto es que sobre el término, aun manejado con muchísima frecuencia, ya sea afirmando o negando su existencia, de modo escrito o en la libertad de la oralidad, nadie ofrece una definición precisa, o al menos realmente convincente que pueda cerrar la polémica alrededor de su validez. Entonces ¿Qué es eso de la “escuela cubana de guitarra”?

La pregunta suele venir acompañada de un “bueno, según lo que se entienda por escuela”; en este sentido el guitarrista y compositor, Eduardo Martín, por ejemplo, comparándola con la escuela de piano rusa, niega su verdadera existencia; mientras que Martín Pedreira, certifica con propiedad que sí es posible su afirmación, si se enfoca no como concepto cerrado, sino como movimiento, con una buena cantidad de cultores de calidad imbuidos de una tradición.  De modo que “escuela cubana de guitarra” no es que solo carezca de definición, sino que más bien parece flotar como significante, dispuesto a ser atrapado por una voz que emite una postura y un criterio, pero asimismo los parámetros en que se basa. Sin embargo, “escuela cubana de guitarra”, junto con la idea de enseñanza, de método y transmisión del conocimiento, implica en conjunción “un tipo de sonido”, “una manera” que se asocia a lo cubano, y por supuesto, a un instrumento que se ejecuta con determinada techné y que se emplea para cierto repertorio, ambos enriquecidos por la individualidad. Citemos por un momento a Isaac Nicola:

“De la llamada escuela cubana de guitarra deben hablar los demás, sobre todo los extranjeros que han dicho que en Cuba se hace una cosa distinta. La guitarra que nos vino de España, como el idioma, canta en cubano (…) La técnica que he tratado de impartir es la que me llegó de Tárrega, por medio del maestro Pujol y yo la di a través de mi prisma, y mis alumnos, a su vez, la transmiten mediante el suyo, que es como decir características personales aparte, nuestra idiosincrasia, la de nuestro pueblo. Cada cual incorpora su propia creatividad, que es, como todos sabemos, la capacidad de romper continuamente los esquemas de la experiencia” (16).

Entonces, la discusión sería interminable, tanto por la lista de preguntas como por la dificultad de ofrecer una respuesta digna a cada una. ¿Qué es lo cubano? ¿Cómo se expresa en la guitarra? ¿Qué ejecución técnica expresa esa particularidad? ¿Qué requisitos debe tener el repertorio para expresar su vínculo con la escuela?, y más importante aún, ¿acaso cada uno de los términos que componen la noción “escuela cubana de guitarra” no constituyen identidades en tránsito, por decirlo de algún modo? ¿Acaso no cambian en el tiempo dando lugar a nuevas perspectivas e ideas? ¿La individualidad del intérprete cómo encaja? Ante la vastedad de esta zona pantanosa, y para ello comencé este ensayo revisando un poco el devenir histórico del instrumento, resulta más factible analizar de qué modo se construye la idea de la “escuela cubana de guitarra, y dejar de lado el hecho de si verdaderamente se puede afirmar o no su existencia. Tomemos en consideración las opiniones de autoridades del mundo de la guitarrística y la investigación, algunos de los cuales fueron abordados en este mismo ensayo, para intentar captar determinadas sutilezas que podrían ser reveladoras.

Radamés Giro, importante editor, autor e investigador cubano, expone que:

“Con José Vallalta, Severino López y Pascual Roch queda establecida en Cuba la escuela Tárrega. Se sedimentan los pilares de la escuela cubana de guitarra con Clara Romero de Nicola (1888-1951), que incorpora elementos de la guitarra popular, Isaac Nicola, que le da un nuevo ordenamiento a los programas de estudios; Vicente González-Rubiera, Guyún, quien funde la técnica clásica adquirida con Severino López, con lo más genuino de la música popular cubana; y Leo Brouwer, que sintetiza todos estos elementos y añade nuevos procedimientos técnicos, en obras que responden a ese otro modo de abordar la guitarra, más todo lo que aportan los compositores no guitarristas y la nueva generación de cultores del instrumento” (17).

Una vez más, Isaac Nicola, por su parte afirma:

“La Escuela cubana de guitarra es el producto de toda una labor que a través de los años se ha venido realizando en nuestro país: la labor de mi madre y de algunos otros profesores como Severino López y otros contemporáneos, más recientemente, las obras originales de Leo que van creando un idioma un poco distinto, y la nueva situación que se crea a partir de la Revolución que permite que el estudio se generalice. Los profesores han surgido fundamentalmente de las clases de la Escuela Nacional de Arte o del Conservatorio Amadeo Roldán donde los maestros hemos sido Marta Cuervo y yo, de inicio. Casi todos han pasado por mí, directa o indirectamente. Si no por mí, por alguno de mis alumnos, porque ya soy abuelo prácticamente” (18).

Mientras Leo Brouwer expresa que:

“La Escuela Cubana de Guitarra es la suma de elementos técnicos, un repertorio y una sensibilidad de los guitarristas y creadores hacia este instrumento. Es muy difícil determinarla en síntesis porque una escuela no puede circunscribirse a ciertos recursos, sino que conlleva un status, un medio ambiental y una perspectiva histórica. Entre estos elementos tenemos la técnica que proviene de la escuela del maestro español Emilio Pujol, transformada por Isaac Nicola y con aportes contemporáneos que según las críticas, derivan de sonoridades que he desarrollado. Otro aspecto es el repertorio básico de algunas obras mías: La espiral eterna, Canticum, Tarantos y Parábola, más mi Concierto para guitarra y otras que proponen música nuevas ideas y nuevos timbres. Además de estos factores hay un tercero, el repertorio de composiciones de la nueva generación que nace precisamente de la conjunción de los dos anteriores. De manera que son tres elementos: técnica renovada, obras básicas y una nueva generación de compositores. Para ser riguroso en la definición diré que es una escuela de gran nivel, creada por defecto y no por exceso, es decir, con la expresión mínima de personal y de recursos. La motivación creada por un gran profesor con el mínimo de materiales y la necesidad de cubrir la falta de repertorio, ediciones universales, discografía, etc., se va satisfaciendo con recursos y creaciones propias y auténticas” (19).

Lógicamente, cada una de estas tres opiniones se expresa desde un ángulo disímil, en correspondencia con subjetividad y la pertinencia del hablante: Leo, por ejemplo, se sitúa desde la técnica, el repertorio y los nuevos aportes; Isaac, traza el eje en la perspectiva pedagógica; y Giro desdobla una síntesis que proviene de sus estudios panorámicos e históricos del instrumento. Ahora bien, también es posible acotar ciertos aspectos en común que se retroalimentan.

En primer lugar, los tres se expresan con determinada seguridad sobre cómo se constituye la escuela cubana de guitarra; es decir, los juicios se manifiestan desde un horizonte en el que se percibe el presente como momento de consolidación. En efecto, se ha erigido el sistema de enseñanza artística en su completitud y la educación abarca todo el territorio nacional, se cuenta con un método, programas de estudio, repertorios en crecimiento, y se observan los frutos del trabajo.

Por su puesto, para llegar a la solidez, se necesita haber pasado por etapas preliminares, y para ello no se puede prescindir del trazado de una línea genealógica que fundamente el estado actual, porque de lo contrario se pecaría de ausencia de concatenación lógica. Entonces se hilvana la interesante teleología: introducción de la técnica de Tárrega-Clara Romero-Isaac Nicola-Leo Brouwer; o sea, la sedimentación de los pilares (como refiere Giro), la “fundadora”, el hombre-puente que conecta la etapa republicana con la revolucionaria y el genio, el crisol, la cumbre. De ese modo, a posteriori, se autolegitima en el discurso la “escuela cubana de guitarra” como algo hecho, conformado, estructurado, coherente, con una historia y unos héroes. (20) Remuévase alguno de esos elementos y todo el edificio se derrumba.

Incluso, deteniéndonos con más profundidad, esa línea descrita anteriormente condensa en sí misma las tres narrativas entretejidas que dan vigor a la idea que nos ocupa: la “escuela”, que se localiza en la oficialización de la enseñanza por parte de Clara Romero, continuada, renovada y completada por Isaac y por todos los alumnos que este formó; lo “cubano” para cuya arqueología se desentierra cualquier rastro desde el impacto de la cultura española, en diálogo con lo popular y lo afrocubano, y que tiene igualmente en Leo Brouwer un instante perfecto de síntesis entre la tradición y la vanguardia; y pues, lo referido a la técnica casi siempre localizado en los primeros años del XX con Pascual Roch, Severino López, deslizándose nuevamente por Isaac Nicola y tomando a Leo como la gran referencia. Así se hilvanan los principales hitos y protagonistas.

Finalmente, otro elemento imprescindible es la alusión a una nueva generación de intérpretes y compositores que exponen sus nuevas ideas y propuestas y que simbolizan hasta cierto punto los saldos y las ganancias de la escuela, expresándose por ejemplo, en los Festivales de Guitarra.

No estoy demeritando ninguno de estos nombres, aclaro, que han encumbrado la guitarrística y la pedagogía en el país; simplemente señalo la cualidad de relato de una noción construida, entretejida, y que es, reflejo difuso de una época histórica particular.  Para reafirmarlo, vale una mirada al Prólogo, a cargo de Jesús Ortega, del Método de Guitarra de nivel elemental en su edición del 2000 (21), texto en el que con más intensidad se capta esa cualidad de narrativa, emanando incluso, aunque un poco exagerado, una imagen de mística y predestinación; solo que en este caso el tema no es la escuela per se, sino la gestación del método, aspecto imposible de excluir para analizar la problemática que nos ocupa.

“Este singular proyecto dio sus primeros pasos en 1931 en el Conservatorio Municipal de Música de La Habana, y su principal inspiradora y ejecutora fue Clara Romero. El terreno en que fue plantado este  fuerte y frondoso árbol necesitó muchos cuidados y dedicación extrema. Muy bien sabía Doña Clara que los frutos no se verían pronto, que los fundadores no siempre tienen la dicha de ver su obra floreciente y, quizás por lo mismo, tuvo la previsión de preparar a uno de sus hijos, Isaac, para que continuara su  misión. (22) Le dio todos sus conocimientos y cuando lo consideró dispuesto para ello lo envió a Europa con Emilio Pujol, quien fuera discípulo de Francisco Tárrega, para completar su formación.

Desde los días iniciales de su Gran Sueño, ella se percató que era necesario disponer de un  instrumento idóneo para la sistematización de los estudios de la guitarra clásica y ello del modo más científico posible (…)

(…)

El producto final de ese largo proceso de investigaciones, búsquedas y creación (Ortega se refiere en los párrafos anteriores a las actividades de Clara e Isaac que dieron lugar al Método después de muchos años) es la presente obra, a la que dedicó el Mtro. Nicola gran parte de su vida y la que estuvo perfeccionando hasta el mismo día de su muerte. El desarrollo de la  Escuela Cubana de Guitarra sería impensable sin contar con esta obra básica y los documentos auxiliares que la sustentan (planes, programas, orientaciones metodológicas,  conceptos de repertorio) y que forman parte del mismo proyecto pedagógico.

Nuevos y ricos aires de renovación trajo el triunfo revolucionario de 1959 a la Educación. Nicola tuvo la alegría de crear en 1962, asistido y apoyado por sus más relevantes alumnos, el Sistema Nacional de  Enseñanza de la Guitarra y 14 años más tarde la Licenciatura en la especialidad, al ser establecido el Instituto Superior de Arte. Se completaba así la gran tarea que asumiera su madre casi sin apoyo y en muy precarias condiciones medio siglo antes.” (23)

Obsérvese cómo, en especial en el primer párrafo y el último, se intenta invertir la esencia de la construcción genealógica; es decir de la obvia legitimación del presente mediante el pasado seleccionado y su puesta en marcha a través de una concatenación, se pasa a inyectar cierta poeticidad y ficcionalización (la clarividencia de Clara) para tomar el pasado como presente y augurar el futuro; sin embargo, ese recurso, una vez deconstruido, expone con más fuerza aún lo oculto.

En resumen, la “escuela cubana de guitarra” adquiere los rasgos de esos grandes relatos, adquiere esa fuerza de fundamentación como expresión sintomática de un momento histórico propiamente moderno, imbuido de fe en el progreso y en el movimiento ascendente de la colectividad, un momento de fuerza y de deseos de construir una obra suprema. Hablar de “la escuela cubana de guitarra”, debe entenderse, no es exactamente lo mismo que hablar de la guitarra en Cuba, y, aunque resulte imposible, obviamente, hablar de la guitarra en Cuba sin detenerse en la “escuela cubana de guitarra”, en el fondo, lo que se enjuicia es su abordaje mediante una formulación teleológica, casi metafísica e ideológica; pese a que, esto no sea, ni mucho menos, exclusivo de la historiografía de la música, pues se extiende desde las bases de un horizonte cultural hacia ella.

Ahora bien, más que instrumentar una esencia y dar vida textual a una serie de capítulos históricos, la escuela cubana de guitarra debe repensarse fuera de este sesgo. En la complejidad de la contemporaneidad, donde las perspectivas, los recursos estéticos, técnicos, los repertorios y las posibilidades se multiplican y entrelazan en infinidad de direcciones, se desborda por completo el término, obligado a expandirse, a ensanchar sus límites y renovarse. Ningún sentido tradicional nos funciona ya: ni escuela, ni cubana, ni guitarra. En un mundo globalizado y transterritorial, el músico, en tanto artista explora y pone a su disposición las herramientas y los conocimientos que necesite, provenientes de cualquier espacio-tiempo. Las dinámicas son demasiado veloces y contaminadas como para intentar atraparlas y objetivarlas a priori.

Muchas son las complejidades que tiene enfrente el panorama de la guitarrística hoy, y ciertamente, más allá de la polémica por el término, resulta de vital importancia, al menos señalar algunas de las amenazas que atentan seriamente contra los saldos alcanzados en Cuba en el amplio campo del instrumento. Merece la pena, por el carácter perspicuo de su aliento, citar un fragmento de la entrevista en el que Joaquín Borges-Triana, una de las voces más lúcidas de nuestro corpus de estudiosos sobre la música, pregunta a Leo Brouwer sobre este asunto:

“J.: En el decenio de los setenta, hubo consenso a escala internacional en cuanto a que usted fue el intérprete de la guitarra más importante de la década. Luego, en los ochenta, ocurrió lo mismo con otro cubano, Manuel Barrueco. De entonces a acá, algo así no ha vuelto a pasar. ¿Cómo valora usted la actual guitarrística cubana y en particular, qué le criticaría?

L.: La guitarrística cubana clásica se ha ido dispersando. De la docena de guitarristas notables que tuvimos en un momento, apenas queda una joven intérprete, que incluso es posterior a la generación de mayor esplendor y cuyos miembros se fueron del país en busca de otros horizontes o medios de sobrevivencia. El consumo de la cultura histórica, en la que se incluye la música académica y la guitarra clásica, no se tiene en cuenta en los medios de comunicación del país, en los que sencillamente tal tipo de producción no existe. Hay uno que otro programa en la televisión, que se alimenta de videos recibidos de otros países, pero no se ha propiciado el consumo de lo nacional en esta esfera. Hay toda una zona de nuestra cultura que podría desarrollarse mucho más pero que no lo hace sino que se enquista, por falta de incentivos paralelos a la propia creación. Eso no solo ocurre en el ámbito de la guitarra clásica. Hoy debe haber alrededor de unos 30 o 40 compositores jóvenes en Cuba, de una edad entre 25 y 40 años, que jamás verán su música sinfónica tocada. Y digo jamás. Si nosotros hemos tocado las obras de algunos en los festivales organizados por la oficina que lleva mi nombre, ello es muy poco porque siempre será en relación con la temática que planteamos en cada festival y donde no interesa el concierto por el concierto, algo que se convirtió en una realidad cotidiana en nuestro país, al extremo de que en una presentación sinfónica en el público solo ha habido 35 personas en la etapa posterior al boom de la vanguardia, que fue cuando me pidieron trabajar con la Orquesta Sinfónica Nacional, de la cual hoy no sé apenas nada, pero no importa. En resumen, entre nosotros la guitarra clásica ha ido desapareciendo, aunque haya 20 o 30 talentos más o menos desarrollados. Los festivales de guitarra que hicimos en los 80 y los 90 motivaban muchísimo a los jóvenes y los obligaron a superar calidades. Eso hoy no ocurre.” (24)

De tan ilustrativa intervención se pueden extraer varios factores que atentan seriamente contra la escena cuyo análisis me compete, una escena consternada y nostálgica, que tras un período de fervor y solidez se halla en una fase de decadencia ostensible. Quizás sea esa misma crisis la que visibilice y obligue a repensar en continuum la “escuela cubana de guitarra”.

Apartemos por el momento la conocida y recurrente pulsión que nos remite a focalizar en las carencias económicas la raíz de todas las dificultades, y, consecuentemente, a satisfacer allí todas las justificaciones. No deseo ocluir la evidente necesidad de inyección de capital que demanda cualquier proceso, sin embargo, esa falta de “incentivos paralelos”, ese desinterés generalizado de la oficialidad, que parece desconocer la importancia de la guitarra clásica en la construcción de nuestra cultura, aun cuando, paradójicamente, se reafirme en ella para legitimarse, condiciona realmente un clima que Martín Pedreira ha calificado de frágil.

No se hacen esperar las consecuencias negativas de la falta de apoyo evidente de los medios de comunicación, la ausencia de espacios idóneos para estrechar una relación plena artista-público (25), las barreras de la burocracia y el desgane de las múltiples entidades. Los concursos, si bien ofrecen un premio en metálico y oportunidades de grabación y promoción, no siempre son la mejor forma de tributar a los cultores del instrumento, y, definitivamente, no pueden ser la única; pues para que la competitividad y la exigencia técnico-expresiva de los retos comprendidos en los programas constituyan aspectos positivos se hace necesario recuperar el clima de enriquecimiento, de aprehensión y motivación que generaban, por ejemplo, los festivales de guitarra. No se trata solo de convertirse en virtuoso y dominar repertorios, sino de recuperar la capacidad de experimentación, el deseo de volverse a la cultura y entenderla como espacio inagotable, proactivo. “El ansia por estar de moda mata la creatividad (…) somos muy repetitivos, no somos originales ni nos interesa serlo porque no somos curiosos de la cultura” (26), así nos expresa Leo esa tendencia dominante de nuestra actualidad que difiere, sin dudas, del ímpetu por crear que contagió la Revolución en sus tres primeras décadas. La escuela cubana de guitarra nació en ese clima de movimiento colectivo, de apuesta por el futuro y el progreso, y se encuentra hoy subsumida en un horizonte cultural diferente, dominado por un pensamiento que desconoce en el telos del proyecto social la posibilidad real de realización individual.

En completa y fatal armonía con esta situación peligra la calidad y fortaleza que había alcanzado la enseñanza artística en nuestro país. El resquebrajamiento de todos los niveles en que se estructura una educación académica podría dar muerte a las ganancias alcanzadas en años anteriores. En un extremo, el nivel elemental acusa, por ejemplo, una alarmante reducción de matrículas, lo cual deviene, no solo por condiciones y talento, en la pérdida de oportunidades en la instancia pre-formativa, desvirtuándose entonces, desde la base misma, la organicidad del proceso de selección y depuración en los subsiguientes escaños (medio y superior). Por otro lado, los planes de estudio, especialmente del ISA, requieren una actualización a nivel teórico-práctico en consonancia con la complejidad del panorama transdisciplinar contemporáneo, cada vez más exigente y acelerado.

Pero más allá de decisiones puntuales o cuestiones específicas que generan, sin dudas, un estado desfavorable, es la desmotivación como causa y consecuencia, como atmósfera, como aire que se consume en viciosos círculos entre profesores y alumnos, reforzada con el éxodo constante en la búsqueda lógica de crecimiento profesional, una razón delicada y una amenaza seria, que demanda a gritos la atención y la ocupación de nuestras instituciones, expertos, músicos e investigadores.

No puedo en este ensayo diseccionar lo que en sentido amplio, se trata de un “cúmulo de circunstancias”, porque confluyen en él múltiples aristas que de modo simultáneo catalizan su continua reproducción, pero se debe actuar con urgencia si se quiere revertir la situación de un mundo musical inagotable. Recalar en la “escuela cubana de guitarra” no es un capricho, es un debate en principio estético-artístico, histórico, pero también político y moral.

Notas

(1) Pedreira, Martín. Historia de la Guitarra. Selección de lecturas. La Habana, Ediciones Museo de la Música, 2016, pp. 172-226. El autor de esta selección combina diferentes fuentes para esta sección, constando así en las notas del texto: Radamés Giró: Diccionario Enciclopédico de la Música en Cuba; Francisco Calcagno: Diccionario biográfico cubano; Serafín Sánchez, La Habana artística: Apuntes históricos.

(2) Giro, Radamés. La misma guitarra pero no igual. http://www.lajiribilla.co.cu/2012/n577_05/577_08.html

(3) Pedreira, ob. cit

(4) En contraposición con una pléyade de compositores e intérpretes (Napoleón Coste, Huerta, Zani de Ferranti, Sor, Giulio Regondi, Josefa Catherine Pelzer y otros) véanse por ejemplo las opiniones de Harvey Turnbull o Frederic Grunfeld en sus respectivos textos The Guitar from the Renaissance to the Present Day y The Art and Times of the Guitar; o, simplemente la opinión de Andrés Segovia, uno de los cultores y promotores más importantes de la historia del instrumento: «Era una gran carga para mis jóvenes hombros: abrir un nuevo camino para la guitarra, empezando por tratar de cambiar la baja opinión que la vasta mayoría de mis coterráneos tenían de la guitarra [a pesar de las actividades de músicos como Tárrega y Llobet]. El hecho es que, en la España de aquel tiempo, se creía generalmente que la guitarra era buena solo para acompañar canciones populares y tonadas folklóricas, o […] para hacer música en fiestas de vino, mujeres y canto». Consultar en Pedreira, ob. cit

(5) Pedreira, ob. cit

(6) Pedreira, ob. cit

(7) Por ejemplo, en El Diario de la Habana se recoge en septiembre de 1853: «El gran tono que saca a la guitarra, su modo de tocar, unas veces dulce y melodioso, otras armonioso, con brío, con bravura, bien ligando los cantos, ya como quien arroja la mano sobre la guitarra, sobre todo al ejecutar un acorde, cautiva extraordinariamente la atención y fascina la vista formando un conjunto elegante». De modo similar, si fuese necesaria su consulta, otras valoraciones fueron recogidas por Martín Pedreira en Historia de la Guitarra. Selección de lecturas, apoyándose en Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano, Editores Montaner y Simón, Barcelona, 1912. Tomo XI; Francisco Calcagno: Diccionario biográfico cubano; New York – La Habana, 1878-86; Serafín Sánchez: La Habana artística: Apuntes históricos; Jesús Blanco Aguilar: José Prudencio Mungol: Primer gran guitarrista cubano, Centro de Información y Promoción de la Música Cubana Odilio Urfé.

(8) Para ampliar sobre estas dos figuras se puede consultar igualmente Historia de la Guitarra. Selección de Lecturas, de Martín Pedreira.

(9) Palabras de Clarita Nicola (hija de Clara Romero) en Marta María Ramírez, Guitarra, Integración y Renovación.

(10) Pedreira, ob. cit

(11) Pedreira, ob. cit

(12) No constituirán tampoco objeto de análisis en este ensayo los aportes de la Nueva Trova, que merecen un análisis pormenorizado independiente.

(13) Pedreira, ob. cit

(14) Palabras de Leo Brouwer sobre Isaac Nicola, extraído de Rafael Lam. Encuentro entre Isaac Nicola y Leo Brouwer, UNEAC)

(15) En esencia, este tipo de fenómeno no es inédito. Como se ha podido detectar en el devenir histórico que he trazado en este ensayo, el contacto entre músicos de diferentes espacios, los viajes, los intercambios, los espacios de confluencia se han dado siempre, y sin este tipo de dinámica no se concibe nuestra guitarrística. Salvando las distancias, ¿cómo se consolidó entonces la técnica de Tárrega? ¿acaso la  década del 30 del XX no participó de aires similares? De cualquier modo un antecedente inmediato es el Primer Encuentro de Guitarristas de América Latina y el Caribe en La Habana, bajo el manto de Casa de las Américas, ocurrido en 1978. Se dieron cita allí figuras como Alirio Díaz, Antonio Lauro, Jorge Cardoso, Juan Helguera y Selvio Carrizosa, el propio Leo Brouwer, Jesús Ortega y otros más jóvenes en aquel entonces: Flores Chaviano, Carlos Molina y Efraín Amador.

(16)  Plasencia, Azucena. «Entrevista a Isaac Nicola», en Bohemia, Año 89, No. 16, 1996.

(17) Giro, Radamés. Eterno indagador. http://www.la jiribilla.cu/articulo/eterno-indagador

(18) Armas, Mirta de. “La guitarra habla en cubano”, en Revolución y Cultura, No. 52, La Habana, 1976-77.

(19) Armas, ob. cit

(20) Resultan curiosísimas las acrobacias históricas: José Prudencio Mungol González era reconocido entre los guitarristas selectos de su tiempo en Europa, mas, como sus piezas no quedaron, los pensadores sobre la música no pueden engarzarlo con efectividad a la tradición que da pie a la “escuela cubana de guitarra”. Se convierte, en resumen, en el primer guitarrista de “cierta significación” (Radamés Giro, Razones históricas para un Cubadisco de las cuerdas). Cierta, sí, muy incierta. Mungol navega en tierras extrañas, pendula entre el olvido y la moral de algunos por rescatarlo; se conoce sobre su grandeza, pero se adolece obligatoriamente de su disminución, de su reducción al dato anecdótico. Injusticia irremediable porque ha entrado en el mapa de los relatos sin el verdadero suelo concreto que le adjudique como legitimador del presente. Mungol gravita hoy en el purgatorio de la historia.

(21) En la construcción de las últimas ediciones del Método, trabajando junto a Isaac Nicola y continuando la labor después de la muerte del Maestro, ha sido Martín Pedreira una figura fundamental. Dedicado por décadas a la pedagogía y la investigación, formador de incontables generaciones de músicos, no ha recibido el crédito suficiente ni siquiera como coautor del texto; ya que para muchos desinformados (yo era uno de ellos) Pedreira no fue sino una especie de asistente de Isaac, lo cual es totalmente incierto.

(22) Las cursivas y los paréntesis me pertenecen.

(23) Nicola, Isaac y Martín Pedreira. Método de Guitarra. Prólogo Jesús Ortega. La Habana, Atril Ediciones Musicales. Producciones Abdala, 2000

(24) Borges-Triana, Joaquín. No somos originales ni nos interesa serlos. http://www.caimanbarbudo.cu/entrevistas/2014/06/no-somos-originales-ni-nos-interesa-serlo. Las cursivas me pertenecen.

(25) La Casa del Alba, cuya cercanía a la calle Líneas imposibilita un contacto pleno con las propuestas allí ofrecidas, y gracias.

(26)  Borges-Triana, ob. cit

Bibliografía

De Armas, Mirta. La guitarra habla en cubano, en Revolución y Cultura, No. 52, La Habana, 1976-77.

Nicola, Isaac y Martín Pedreira. Método de Guitarra. Prólogo Jesús Ortega. La Habana, Atril Ediciones Musicales. Producciones Abdala, 2000

Pedreira, Martín. Historia de la Guitarra. Selección de lecturas. La Habana, Ediciones Museo de la Música, 2016.

Plasencia, Azucena. «Entrevista a Isaac Nicola», en Bohemia, Año 89, No. 16, 1996.

Fuentes orales:

Entrevistas a Eduardo Martín, Martín Pedreira, Carlos Ernesto Varona Velázquez

Digitales:

Borges-Triana, Joaquín. No somos originales ni nos interesa serlos. http://www.caimanbarbudo.cu/entrevistas/2014/06/no-somos-originales-ni-nos-interesa-serlo

Giro, Radamés. Eterno indagador. http://www.la jiribilla.cu/articulo/eterno-indagador

_____________. Isaac Nicola y la Escuela Cubana de Guitarra. http://www.la jiribilla.cu/articulo/isaac-nicola-y-la-escuela-cubana-de-guitarra

_____________. La misma guitarra pero no igual. http://www.lajiribilla.co.cu/2012/n577_05/577_08.html

_____________. Razones históricas para un Cubadisco de las cuerdas. http://www.juventudrebelde.cu/cultura/2012-05-19/razones-historicas-para-un-cubadisco-de-las-cuerdas

Lam, Rafael. Encuentro entre Isaac Nicola y Leo Brouwer http://www.uneac.org.cu/noticias/encuentro-entre-isaac-nicola-y-leo-brouwer

Ramírez, Marta María. Guitarra, integración y renovación. http://www.archivocubano.org/guitarra.html

Un poema de Roberto Méndez Martínez

Un poema de Roberto Méndez Martínez

Miembro Correspondiente de la Academia Cubana de la Lengua, el Poeta, ensayista, crítico de arte y narrador Roberto Méndez Martínez es una de las voces más prestigiosas de la actual intelectualidad en Cuba.

Licenciado en Sociología en la Universidad de La Habana y Doctor en Ciencias sobre Arte en el Instituto Superior de Arte de La Habana, por su sistemática y fructífera labor como laico católico, Roberto Méndez Martínez fue nombrado por el papa Benedicto XVI como consultor del Pontificio Consejo para la Cultura. Entre otros libros él ha publicado los siguientes títulos: Carta de relación(poesía, 1988), Manera de estar solo (poesía, 1989), Desayuno sobre la hierba con máscaras (poesía, 1991), El fuego en el festín de la sabiduría (ensayo, 1992), Cifra de la granada (ensayo, 1994), Conversación con el ciervo (poesía, 1994), Música de cámara para los delfines (poesía, 1995), Soledad en la plaza de la Vigía (poesía, 1995), Variaciones de Jeremías Sullivan (novela, 1999),Cuaderno de Aliosha (poesía, 2000), La dama y el escorpión  (ensayo, 2000), Viendo acabado tanto reino fuerte (poesía, 2001),Elogio de la noche (ensayo, 2002), Libro del invierno (poesía, 2002), José María Heredia, la utopía restituida (ensayo, 2003), Castillo interior (ensayo, 2003), Autorretrato con cardo (poesía, 2004),  Las especies del aire (poesía, 2005), Otra mirada a la Peregrina(novela, 2007), Ritual del necio (novela, 2010), y Los misterios de la ópera (ensayo, 2014). El poema que hoy reproducimos enMiradas Desde Adentro y que tiene ya cerca de treinta años de haber sido escrito, retrata la atmósfera que a inicios de los noventa se produce en Cuba cuando se da un proceso de incomunicación y divorcio entre los por entonces jóvenes artistas e intelectuales por una parte y los representantes del poder político por otra.

CENA EN CASA DE LEVÍ. A.D. 1573

Roberto Méndez

Bajo el arco gris de Venecia

las aguas corren más oscuras y es julio,

Paolo Caliari, llamado el Veronés,

raspa en la piedra de una ventana

cuando escucha el chapoteo muerto,

el devenir de barcas y jirones que no fluye,

Paolo Caliari debe responder ante el Tribunal Sacro,

contempla ante la pared de enfrente, para otros vacía;

la frialdad del blanco, el escarlata, el verde,

el resplandor engañoso del turquesa

que un día llamarán suyo,

ahora son sólo tintes, adivinaciones marcadas por la lluvia.

Es 1573, faltan diez años

para que pinte la Gloria de Venecia

y los rostros que estarán en aquel espejo

ahora contemplan:

Preparó Leví en su casa una gran cena

recaudadores, discípulos, hombres violentos

o tristes disfrutaron de ella

sin saber que hacían historia.

El tribunal conoce las Escrituras e insiste:

¿Conoces la razón de haber sido citado?

¿Puedes suponerla? ¿Cuál es la pintura?

¿Cuántas hiciste semejante a esa?

Paolo Caliari solo pinta, hace cuadros

y ve pasar la barca del Dux, vacía,

mientras forma mezclas imposibles con el desnudo y la seda:

¿Qué significan esos alemanes armados?

¿Por qué un bufón con el papagayo al puño?

¿Por qué hay un enano??Por qué un hombre con la nariz que sangra?

Apenas puede responder con palabras palpables,

es tarde, no ha cenado y tiene miedo.

Los pintores somos como poetas y locos…

mi imaginación adorna la realidad con figuras…

sólo puedo dibujar en la medida de mi mente…

Ellos repiten como en un sueño:

Has pintado demasiadas cenas,

hay una en el refectorio de San Juan y San Pablo,

otra en Verona, una más en San Jorge de Venecia

y también donde los Servitas y en Padua.

Son demasiadas cenas y en Alemania hay herejía,

tales banquetes y músicas únicamente pueden ser

escarnio.

Miguel Ángel pintó a la corte celestial

pero ahora está muerto y es un hombre ilustre.

Paolo Caliari recuerda los versículos:

¿Queréis hacer ayunar a los convidados

mientras con ellos está el esposo?

Días vendrán en que éste será arrebatado

entonces ayunarán.

El vino necesita odres nuevos…

Mas quiere regresar a su casa, acercarse al fuego,

tomar las carpetas donde un ángel inconcluso se dibuja

y calla, pero los colores enfrente se desvanecen.

El Sacro Tribunal ha dejado las capas, los capelos en la puerta,

conservan el oscuro vaho de las carnes y el aceite,

envueltos en sus togas repiten:

Donde hay un perro debe estar la Magdalena arrepentida,

donde juegan los enanos aparecerá uno que ora,

en vez del bufón, de los alabarderos

preferimos la oscuridad, la nada, el vacío,

una inmensa arcada

bajo la cual nunca hubo una cena…

Faltan diez años para que esos rostros grasientos

sean retratados por el Veronés en un triunfo

junto a las cuadrigas, las armas, la opulenta mujer coronada

que figura para la eternidad la gloria de Venecia,

allí ellos conversan sobre la virtud de Plotino y Porfirio

y Paolo Caliari, que debe comprar pinturas, bujías, huevos para su hijo,

culpablemente calla, escucha atento:

…requerimos y obligamos que enmendada sea

y a sus costas la dicha pintura en plazo de tres

meses bajo las penas que este Tribunal impone

y otras que proveer quisiere…

Bajo el arco gris de Venecia

las aguas se pudren lentamente

cuando los grandes señores abordan sus barcas

rumbo al festín o al sueño.

Paolo es un pez castigado sobre el muelle,

un hijo de la humedad que mancha

los leones de la plaza y aún tiene miedo.

De sales y agua

De sales y agua

Mylene Fernández es una de las más importantes narradoras cubanas en el actual panorama de nuestra literatura y el libro aquí comentado resultó Premio de la Crítica.

Agua Dura, de Mylene Fernández,   me ha regresado a lugares y épocas de mi vida que no recordaba,  la escuela y cuando las clases se poblaban  de retozos, de conspiraciones contra los maestros y las ciencias,  se acortaban  los nombres de los amigos y la vida toda, a ratos,  era un paso de risa. La física y sus leyes, las semillas y los elementos que se juntan y resultan  piedra, ave o agua.

“Habeas Corpus”  me  lleva a la orilla de un mar de sales y antojos disueltos. Mi madre siempre decía que vivir lejos del mar te ponía los ojos opacos, yo me reía de su ocurrencia hasta que descubrí que las madres raramente se equivocan.

…Se encaminó a la playa, imagen puntual de agendas y calendarios que le llegaban cada fin de año, poblados de fotografías de arenas blancas y mares azules siempre quietos, como posando eternamente para las cámaras o los ojos…

No hay  que esperar a un despido,  como la mujer de la historia de Mylene,  para saber que el mar cura casi todo, desde la piel al alma.  Quise encontrarlo en los lagos y los ríos de Europa. Me dije bueno, pues agua es agua. Pero no. Casi. Faltan la marisma, los minúsculos cristales en los labios  y la certeza de que las olas de verdad  rompen una  sola vez por continente.  Una playa de turistas, amantes o ladrones que cargan con todo lo que una tiene y si hay suerte, con todo lo que duele.

Cuántas mujeres habitan la muchacha del relato La pausa,  que intenta dormir y  engulle pastillas de colores como si fueran golosinas que devuelvan un poco de dulzor, la sonrisa o un descanso  que repare;   pero  solamente consigue soñar con un tiempo feliz que duele al despertar.  Pero creo que soñar con lo feliz es una semilla, una hendija, una promesa a mañanas con un poco más de luz.

…Pero esta mañana no había pastillas, sino la resaca de una borrachera, la foto borrosa de un amante fugaz y mediocre, y un sueño que seguía siendo lo más real de la jornada…

Porque hay y habrá despertares en que  los bancos  y las computadoras no se atasquen, abunden los cheques de derechos de autor y los porteros bondadosos. Las empleadas van a soñar con un amante pirata; la hija caprichosa y su  madre leerán juntas una historia de amor sin esperar  otra vida para darse ternura.

Según cuenta la Química, el agua contiene más sales de la cuenta. Lo mismo que a la vida y los recuerdos, al agua dura uno la filtra, la decanta hasta hacerla más ligera y potable. El libro encierra las vivencias de unas cuantas generaciones, las revive, las pasa por la criba de la nostalgia y en la última página, nos  acerca  a la comprensión y la ternura. Agua dura, pero inmensa, es este libro.

Norge Espinosa: La Nación se reconstruye con todos y para el bien de todos.

Norge Espinosa: La Nación se reconstruye con todos y para el bien de todos.

Yo hablo por mi obra y por mi desacato, y sé que debo asumir las consecuencias de la una y de lo otro. Esa es mi área de libertad individual, y desde ahí despliego mi activismo.

 

Norge Espinosa no es solo un reconocido intelectual cubano, ptanto por su quehacer en el área de la poesía como en el universo teatral en proyectos como la agrupación El Público, dirigida por Carlos Díaz. Además de ello, Norge ha sido un promotor cultural desde los lejanos tiempos en que formase parte del ejecutivo nacional de la Asociación Hermanos Saíz, así como un reconocido activista en pro de los derechos de la comunidad LGTBI. Por lo interesante y actual de la entrevista que le realizara Ladislao Aguado para la revista Hypermedia Magazine.

“Hablo por mi obra y por mi desacato, y sé que debo asumir las consecuencias”

Una conversación con el escritor Norge Espinosa a propósito del movimiento LGBTIQ en Cuba y los acontecimientos del pasado 11 de mayo.

Por Ladislao Aguado

Tras conocerse que el Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX) cancelaba la “conga” que tenía lugar desde hacía doce años, por la defensa de los derechos de la comunidad LGTBIQ en Cuba, un grupo de activistas y miembros del movimiento tomó la decisión de mantener la convocatoria de manera independiente.

Se trataba, una vez más, de visualizar y abogar por la igualdad de derechos de un segmento de la población que ha sido, y aún es, víctima de políticas discriminatorias y de actitudes de exclusión.

Sin medios de prensa a su alcance, los organizadores de la nueva marcha lanzaron la convocatoria a través de las redes sociales. El boca a boca hizo el resto.

Hace poco más de un mes, el sábado 11 de mayo de 2019, unos 300 participantes se congregaron a primeras horas de la tarde ante la estatua de José Martí, en el Prado habanero. La idea era recorrer el paseo hasta la avenida Malecón.

El grupo echó a andar hacia el mar armado con apenas unas pocas banderas cubanas y del arcoíris, y la determinación de visualizar unos derechos que les son propios y que cada vez parecen más difíciles de conseguir en la Isla.

Una frase inspiraba la marcha: “Por una Cuba diversa”.

Entre los participantes, independientemente de su orientación sexual, había investigadores, artistas, pequeños emprendedores, estudiantes… El país que deseamos y al que debemos aspirar, representado en unos pocos centenares de personas valientes.

Casi concluía la marcha cuando, al llegar a la intersección de Prado y Malecón, topó con un cordón policial.

El final feliz, el proyecto de un país de concordia, acababa de tropezar con las autoridades. Unas fuerzas policiales que tenían órdenes de interrumpir semejante demostración de diversidad y fraternidad entre cubanos.

Valiéndose del uso de la fuerza, en notable desproporción de recursos contra personas pacíficas y desarmadas, la policía desmanteló la movilización e incluso apresó, golpeó y encarceló a algunos de los manifestantes.

Desde Santa Clara, su ciudad natal, a donde había viajado a esperar el Día de las Madres con la suya, el poeta, crítico y dramaturgo Norge Espinosa siguió “conmocionado” los acontecimientos. Horas después escribió en su muro de Facebook:

“Me emocioné, me preocupé y me indigné, porque a la misma hora en que se alzaban los primeros golpes, otros, que dicen [email protected], estaban en su fiesta. Esas separaciones y demarcaciones no deben ser olvidadas. Han caído algunas máscaras y se han hecho nítidas otras verdades. El 11 de mayo del 2019 para la comunidad LGTBIQ de Cuba no fue una simple salida del clóset ni una toma por asalto a la calle, sino una ganancia en términos de liberación”.

Esta conversación, con uno de los intelectuales cubanos más representativos de la cultura nacional y de la comunidad LGTBIQ en Cuba, debió versar sobre su espléndida obra literaria. Debimos sentarnos en La Habana, como hace más de treinta años que no hacemos, a conversar sobre su obra poética, sus nuevos proyectos teatrales, o acerca de los temas sobre los que investiga actualmente.

Pero esa conversación queda pospuesta.

Ahora quiero preguntarle, en su calidad de testigo excepcional y de protagonista por la lucha de los derechos mil veces escamoteados al colectivo LGTBIQ en Cuba, sobre la historia del movimiento, sobre su experiencia durante estos doce años de permanente reivindicación, y, por supuesto, sobre su opinión acerca de la situación creada a partir del pasado 11 de mayo.

La entrevista la cierra uno de los poemas más valientes y hermosos escritos por un autor cubano. Se titula “Vestido de novia” y se lo escuché a Norge Espinosa, por primera vez, en un mediodía de un pueblo de la actual provincia de Artemisa, cuando ambos teníamos apenas dieciséis años.

Quiero agradecerle, además, la gentileza de responder estas preguntas para Hypermedia Magazine.

Norge, has participado desde el inicio de lo que hoy se puede entender como un movimiento LGTBIQ en Cuba. ¿Cómo fue romper una barrera de décadas de apartheid gubernamental sobre la comunidad?

Dudo que se pueda hablar propiamente de un movimiento LGTBIQ en la Isla, aunque no falten antecedentes, figuras, una memoria rota de los conflictos que ser homosexual o lesbiana ha ido dibujando en la historia nacional desde los días de la Colonia hasta el presente, a pesar de las muchas intermitencias que la atacan.

No tener una conciencia activa de esa tradición, un registro que sobrepase la arqueología y el mero gusto por el escándalo, a fin de organizar ese entramado como una noción de lo que también nos pertenece, hace difícil hablar de tal movimiento. Silencio ha habido, y rupturas, y rechazo tanto doméstico como gubernamental, a quienes se identifican como parte de una minoría que ha tenido, también en Cuba, relaciones explosivas con la Iglesia y el Estado.

Todo eso lo he aprendido sobre la marcha, porque tampoco hay en nuestro país estudios de género propiamente dichos, y lo que hemos estado haciendo algunos escritores, artistas, activistas, ha sido justamente recomponer ese mosaico astillado y empezar a establecer, dentro de ese ejercicio de rehabilitación, verdades y jerarquías.

Yo empecé haciéndolo desde mi obra, cuando era un adolescente. Asumir lo que mi escritura decía de mí, en un territorio público, me hizo sentirme también responsable. Y descubrir, en el proceso, que me acompañaban esos nombres generalmente mencionados en voz baja y con temor, me hizo más fuerte en el empeño.

Pero en Santa Clara, cuando escribí “Vestido de novia” bajo el influjo de unos versos de Lorca, poco podía imaginar de hacia dónde me estaba encaminando.

¿Cuáles fueron las primeras reacciones a aquel poema tuyo?

Se ha hablado de escándalo, sorpresa, estupor. Y censura. Y hay un poco de verdad en todo ello.

Bladimir Zamora quiso publicar “Vestido de novia” en El Caimán Barbudo, en la sección “Por primera vez” donde dio a conocer a no pocos poetas jóvenes. La directora del mensuario se negó, aduciendo que poco favor me iban a hacer publicando ese poema que dejaría saber a todo el mundo de mi homosexualidad.

Hubo que esperar un año para que, tras la decisión de Rafael Alcides, Raúl Rivero y Sigfredo Ariel, mi libro Las breves tribulaciones ganara el premio de esa publicación y finalmente el poema lograra verse en letra impresa. Antón Arrufat ha dicho que es un texto que abrió un espacio “para el asunto”; Víctor Fowler dice que es un poema fundacional.

En ese momento hubo, creo recordar, una especie de sobresalto. Pero lo que hay que recordar ahora es que ese poema vino junto a un relato como “¿Por qué llora Leslie Caron?”, de Roberto Urías, y otros textos que apuntaban a una discusión mucho más abierta sobre otros temas tabú.

El batacazo de los años 90 sirvió, entre otras cosas, para dispersar a esa generación literaria y acallar esas demandas inminentes; no pudo, sin embargo, detener del todo lo que ya se avecinaba. El célebre cuento de Senel Paz, “El lobo, el bosque y el hombre nuevo”, dilataría esa reacción a escala internacional. Y lo hizo a pesar del disgusto con el que muchos de los acomodados leyeron esa historia. Y las nuestras.

¿Alguna vez sentiste que el gobierno instrumentalizaba “la causa”?

En ese primer momento, no. Había un pacto de silencio que obraba con mucha eficacia.

Recuerdo la cara de espanto de un joven periodista que vino a preguntarme qué eran las Jornadas de Arte Homoerótico que organicé entre 1998 y 2001 en La Madriguera, sede de la Asociación Hermanos Saíz de la capital. Ni él ni nadie de la prensa oficial se hubiera atrevido a escribir una nota sobre esas acciones. El CENESEX no sale del clóset, en la dimensión en que hoy se le ve, hasta el 2008, y para entonces obraba con mucha cautela.

El tema aparecía por una u otra parte, pero no desde una agenda que lo expusiera ante la sociedad más allá de una suerte de fenómeno. Cuando los Gays for Cuba, liderados por la activista norteamericana Stephanie Davies, hicieron su primera visita a la Isla en 1994, fueron de institución en institución en pos de apoyo para abrir aquí una filial de la Asociación Internacional de Gays, Lesbianas, Bisexuales, Trans e Intersexuales (ILGA, por sus siglas en inglés), y más allá de las sonrisas formales fue poco lo que consiguieron.

Tendría que pasar más tiempo para que esas preocupaciones trataran de ser canalizadas por una vía oficial. Y la vía oficial que existe hoy quiere crear un cerco; a la manera en que ya se ha repetido tanto, pretende crear una línea divisoria, un in y un out que radicaliza, en términos de obedecimiento o disidencia, a las fuerzas que, dentro del núcleo de esa posible/imposible comunidad LGTBIQ cubana, aún tienen que entrenarse para ganar más territorio a favor de todas sus demandas.

¿Te viste a ti mismo sirviendo de imagen intelectual a favor de una imagen gubernamental?

Un escritor al que estimo y respeto, preguntándome alguna vez por mi trabajo como activista en las Jornadas, me dijo: hay que tener cojones para hacer eso. Nunca lo pensé así, y tampoco me veo dentro de ese límite que la pregunta, capciosamente, quiere trazar.

Yo hablo por mi obra y por mi desacato, y sé que debo asumir las consecuencias de la una y de lo otro. Esa es mi área de libertad individual, y desde ahí despliego mi activismo.

De algo tiene que haberme servido, en todos los órdenes, haber conversado con Pedro Lemebel.

En algún momento las marchas convocadas por el CENESEX se entendieron como una discriminación añadida a las tantas discriminaciones sufridas por el movimiento, pues —se dijo— una parte de la comunidad LGTBIQ había sido apartada por razones políticas. ¿Fue así?

En un primer momento de fe, yo organicé desde la UNEAC el día en el que los artistas y creadores saludaban el Día Mundial de Lucha contra la Homofobia y la Transfobia. Llevar a ese sitio a travestis para que hicieran sus números nocturnos, exponer en paneles las fotos más agresivas de una exposición como Sex and the City, curada por Píter Ortega, o poner en la misma mesa a representantes del CENESEX y otros núcleos de activismo, como el Proyecto Arcoíris, me costó bastantes dolores de cabeza.

Cuando me separé de todo aquello, en 2014, estaba agotado y desencantado tras comprobar que el panorama no se abría en la dimensión que ya demandaban estos y otros gestos.

Para ser sincero: vi en las congas, que no marchas, del CENESEX, a representantes de toda la diversidad de esa probable comunidad LGTBIQ, y si algo me incomodó fue que en esas manifestaciones se hiciera obvia la falta de creatividad de dicha presencia, que coreaba las mismas consignas políticas de un Primero de Mayo, pero tardaba en clamar las de una causa que les toca más íntimamente.

Ocupar la calle en Cuba tiene, como se sabe, un cariz simbólico que difícilmente se cede. Hasta donde sé, a Yasmín Silvia Portales y Jimmy Roque, integrantes de Proyecto Arcoíris, alguna vez se les agredió físicamente durante una de esas congas; ellos mismos han dado testimonio. Pero yo hace unos cinco años que no participo de ese momento. Tal vez otros podrían dar ejemplos de algo como lo que preguntas.

El año pasado, tras la propuesta de reforma de la Constitución, surgen dos fenómenos que han llamado mi atención: por una parte la negativa a incluir dentro del documento la aprobación de una Ley de Matrimonio Igualitario y, luego, el surgimiento dentro de la sociedad cubana de un fundamentalismo religioso bastante influyente. ¿Ambos fenómenos están disociados o tienen causas comunes?

Son dos fenómenos casi paralelos, que tienen como eje la refundación o intento de refundación de una vida en Cuba en la era Post Castro.

La lucha de símbolos, sus equivalencias y disonancias en un tiempo en el cual ya no está entre los vivos el que se tomaba como símbolo mayor de causas y numerosos efectos, propone a los miembros de la cúpula de poder una situación sin precedentes. Esto ha agitado el panorama, y lo ha recombinado con la aparición de nuevas herramientas de debate e intercambio como la telefonía móvil, Internet, etc. Una nueva generación se ha apoderado de esos medios y poco a poco la imagen monolítica de una Cuba imantada por una única fe política empieza a movilizarse hacia otros cardinales.

Si quiere regenerarse, la Revolución tendrá que aprender a sobrevivir a sus propios símbolos, y en ese proceso, a diferencia de otras épocas, parece no haber manual.

El fundamentalismo religioso supo armar su estrategia, apeló a esos elementos mediáticos, lanzó una campaña ante la cual palideció la propia voz gubernamental, que al mismo tiempo impidió a los representantes de esa incipiente comunidad LGTBIQ responder a los ataques, a esos sermones y cultos repetidos por altavoces ensordecedores desde los cuales se clamaba por un voto negativo a la nueva Constitución, en caso de que el documento aprobase el matrimonio igualitario.

Pero ese fundamentalismo ya estaba presente en la sociedad cubana, no es el resultado reactivo de la propuesta sobre la Carta Magna. Sencillamente aprovechó las posibilidades que tras largas negociaciones ha ido obteniendo, y echó a rodar su mecanismo. Ahora el fundamentalismo religioso siente que ha obtenido una victoria, y mañana podrá lanzarse sobre temas como el aborto y otros no menos preocupantes.

Cuando se anunció que el Decreto 68 pasaba a ser el 82, mucho más impreciso que el primero, y desde la Asamblea Nacional comenzó el aluvión de excusas y explicaciones, el CENESEX, a mi modo de ver, solo enturbió más el panorama. El resultado es un desasosiego que puede conducir a otros, y que por lo menos es útil para entender cómo fue que llegamos al 11 de mayo de 2019.

Esa suerte de “lobby” religioso, ¿cuán fuerte es?

No tengo la menor idea, pero indudablemente es una fuerza en crecimiento. La carta firmada por cinco iglesias evangélicas da la medida de qué procedimientos de consolidación puede conseguir esa voluntad opositora. Y la creación de una Alianza Evangélica, mientras otros segmentos de la sociedad cubana no pueden organizarse ni aglutinarse en la misma medida para coordinar respuestas y reacciones, ofrece un panorama nada tranquilizador.

Desconozco qué se negocia detrás del telón entre esos representantes y los principales nombres del poder político. Lo mínimo sería que nos permitieran, a quienes recibimos los ataques y se nos niegan esos derechos que se pensaban proclamar en lo que popularmente se llegó a llamar “la Constitución de los Patos”, establecer una mesa de diálogo y tener como voceros a personas que también sean capaces de representar a toda la gama de los que, bajo el espectro de esa supuesta comunidad LGTBIQ cubana, viven el día a día de una nación en la que no todos son personas blancas, de linaje y estatus económico privilegiados y con aspiraciones mediáticas, como son las que suelen hablar por ese segmento del país.

Te lo pregunto porque uno de los motivos por los que —según se sospecha— cancelaron la marcha de este año, fueron las amenazas lanzadas por algunos grupos religiosos dispuestos a confrontar a la comunidad LGTBIQ durante la conga… ¿Qué razones crees que hubo realmente detrás de la suspensión?

Después de la nota del CENESEX informando que, según indicaciones del MINSAP, optaba por la no celebración de la conga (que no marcha, insisto), a partir de supuestamente tomar conciencia de la circunstancia política internacional y otras razones no menos vagas, a pocos días del desfile multitudinario del Primero de Mayo, es obvio que el trasfondo de todo es una suerte de desconfianza.

Desconfianza política y de otros órdenes, que intentó justificarse con una supuesta conexión entre Miami y Matanzas, la cual alentaba a sospechosos activistas a sabotear la tradicional apertura de las Jornadas por el 17 de mayo; día que para colmo coincide en el calendario oficial cubano con el Día del Campesino, lo que ha dado pie a comentarios tan jocosos como homofóbicos.

Hasta el momento en que respondo esta entrevista, el CENESEX no ha dado pruebas de que tal amenaza fuera cierta, no ha ofrecido pruebas de que los activistas que organizaron la marcha alternativa —por voluntad propia y con una rapidez y efectividad que debe haberlos dejado pasmados— fueran mercenarios, como se ha dicho, o simplemente parte de una “masa de ignorantes”, como se les tildó.

Varias son las expresiones que, desde la calle, han demostrado que la sociedad cubana está procurando nuevas fórmulas de manifestación pública. El desencanto que había activado la desaparición del Decreto 68, las discusiones y reacciones desatadas por el Decreto 349, la marcha por la ley de protección animal, etc., dan la medida de un ambiente caldeado.

La iglesia evangélica ni se molestó en llegar a Prado el 11 de mayo; deben estar todavía celebrando lo que para ellos es la victoria a favor del diseño de una familia “original”, y eso sí da pie a otras sospechas, confirmadas por la ya aludida creación de una alianza entre muchas de sus ramificaciones, de las que queda esperar un discurso mesiánico, con consecuencias dignas de temer.

Con semejante panorama, ¿hay algún horizonte probable que permita conseguir una Ley de Matrimonio Igualitario en Cuba?

La respuesta oficial radica en el nuevo Código de Familia, cuyo anteproyecto se ha venido redactando con paciencia china y que, finalmente, tras una espera que llegó a ser motivo de burla, tendrá que exponerse a la discusión popular dentro de dos años (que ya están corriendo).

Una encuesta que no se manejó durante la discusión final de la Carta Magna arrojaba que un setenta por ciento de los entrevistados apoyaba el matrimonio igualitario; ese dato, incluso siendo conocido por algunos de quienes apostaban por el cambio, no se publicitó. La imagen final es la de una Cuba que —a pesar de tanta campaña en términos didácticos y dictada desde la zona de confort que puede ser tan engañosa— se resiste a esa maniobra de avance, mientras que otros países de la propia Latinoamérica, como Brasil o Ecuador, aprueban dicha legalización sin que se caiga el Cristo del Corcovado ni se hundan las minas de plata.

Es un horizonte de marco estrecho, porque para lograr el matrimonio igualitario tendrían que crearse alianzas y funcionar nuevos discursos que, por ahora, visto lo sucedido en la más reciente Jornada contra la Homofobia y la Transfobia, no parecen aflorar de manera contundente. De lo probable, ya sabrá Dios.

Has dicho que, de haber estado en La Habana el 11 de mayo, habrías participado en la marcha. ¿Te imaginas entre los represaliados?

En un primer momento, preferí no ir. El 12 de mayo fue el domingo marcado como Día de las Madres, y por razones de salud decidí irme a Santa Clara para pasar ese día con mi familia, amén de librarme de los ecos de una Jornada de la que ya solo espero la repetición de la misma fórmula, adelantada por las discusiones que sostuvieron en las redes sociales, con un grado vergonzoso de bajeza verbal, algunos representantes del CENESEX con quienes se sintieron defraudados ante lo sucedido con el Decreto 68 y la suspensión de la conga.

Pensaba que hacer una marcha alternativa el mismo día en que el CENESEX tenía planificada su conga, serviría para llenar el espacio que ellos dejaban vacío. Y con esa idea en la mente me fui a ver a mi madre. Luego, sin embargo, la inminencia de la manifestación me hizo comprender que se trataba de un golpe de efecto que, de funcionar, tendría consecuencias notables. Y así fue.

Me conecté desde Santa Clara con los activistas que iban al Prado, y estuve al tanto de sus acciones mediante los videos en directo y los mensajes a través de Facebook. Pensé que haber desfilado en ese mismo espacio, el 1 de mayo de 1995, junto a los integrantes de la segunda visita de Queers for Cuba portando un fragmento de la Rainbow Flag original, en su primera aparición pública en la Isla, también me responsabilizaba con esta nueva generación, con estas casi doscientas personas que fueron allí para declarar que no perderían el espacio ganado, que no tenían ánimo alguno de volver al clóset bajo vagas excusas políticas, y que se atrevían a más.

Confieso que eso me emocionó, y también que me temía la reacción final.

Por supuesto, yo hubiera estado ahí. Si lo hice cuando todo aún era mucho más riesgoso   —cuando ni siquiera existía la Jornada contra la Homofobia y ni yo me había atrevido a convocar, desde el arte, a voces diversas en pro de la diversidad sexual en Cuba—, entonces no solo se trataba de estar, sino de la responsabilidad de estar y de acompañar a los que se atrevieron, a los cuales, desde aquí, extiendo mi más profundo respeto.

En tu opinión, ¿cuál debió ser la respuesta adecuada tanto de la policía —es decir, del gobierno— ante la marcha, como de los manifestantes ante la intervención policial?

En lo que escribí inmediatamente después del suceso, dije que lo más lamentable fue lo predecible de cuanto sucedió. Siempre sospeché que llegar al malecón sería imposible (el eco del Maleconazo sigue encendido en muchas mentes), pero el número de personas que desfilaron también me llevó a creer que todo se resolvería de un modo más civilizado. Ya sabemos que no fue así.

En la televisión, en el programa la Mesa Redonda del 13 de mayo, el CENESEX insistió en la presunta manipulación de los manifestantes, a pesar de que varios expresaron a la prensa extranjera que no se trataba de una protesta política, sino de un acto de reafirmación de sus derechos y demandas por el matrimonio igualitario.

La torpeza política de la respuesta del CENESEX arroja luz sobre las incapacidades y las faltas de diálogo que acosan a la sociedad cubana en este nuevo momento. Acusar a alguien de disidente en Cuba, sea cual sea el contexto de la acusación, sataniza de inmediato a esa persona, la convierte en la no-persona de la que hablaron Virgilio Piñera, Reinaldo Arenas y algunos más.

No deja de ser también “luminoso” —a su modo, claro— que ni las temidas iglesias evangélicas, ni los máximos representantes del poder político en Cuba, se hayan expresado al respecto. Da la medida del desamparo en el que se encuentra quien proyecta nuevas conversaciones, nuevas maneras de demandar estrategias de cambio y renegociaciones en el imaginario político nacional.

El CENESEX, que perdió la oportunidad de sumarse a la convocatoria y reconquistar así su rol ante las personas LGTBIQ, que sí respondieron a ella, quiso boicotear la marcha cambiando incluso la hora de la Fiesta por la Diversidad: programada en la noche, la adelantaron para la misma hora en que la marcha alternativa iniciaría su paso desde la estatua de José Martí en el Parque Central (justo donde desfilamos los atrevidos de 1995).

Esto da la medida de sus preocupaciones ante un acontecimiento que se les fue de las manos, que les restó protagonismo —cosa que ha de dolerles mucho— y que resquebrajó su imagen de único canal para esa clase de manifestaciones. De todo ello fue eco la Mesa Redonda, que, para variar y como metáfora monocromática de la sociedad cubana, solo incluyó a las voces oficiales.

Y es que hay quienes, a pesar de las evidencias, siguen queriendo venir a esta Isla a oír el cuento dorado de una Cuba en la que parecieran no haber sucedido las UMAP, la parametración, el éxodo del Mariel, y otras muchas circunstancias en las cuales ser homosexual ha sido, y sigue siendo, reconocerse en el papel de una víctima a la que aún no le llega, ni le es concedida, la hora de su verdadera rehabilitación.

Muchos opinamos que esta marcha del pasado 11 de mayo no puede ser ya entendida exclusivamente como una reivindicación de derechos de la comunidad LGTBIQ, sino como la expresión de una necesidad nacional de concordia… ¿Cómo la valoras Norge Espinosa? ¿Cuáles pudieran ser las respuestas venideras del gobierno a lo sucedido aquel sábado?

Todo está por ver, y a un mes de los acontecimientos, la fecha a la que he esperado para responder estas preguntas, las certezas no son demasiadas.

Para los que forman parte de esta improbable comunidad LGTBIQ cubana, y que van ganando cierta conciencia de que ser integrantes de ella, no se limita a la sandunga de la conga ni al permiso que por unos días pareciera concederse a “maricones y tortilleras” para expresar su deseo, el 11 de mayo será un referente crucial.

Pero el cubano olvida rápido, y bajo el manejo de la versión oficial de los hechos, ese impacto podría disolverse. Se trata pues, de activar conciencia y memoria, no solo sobre la marcha, sino sobre sus detalles más oscuros, como las detenciones que sufrieron algunos activistas antes y después, para que la memoria sea completa.

Con Víctor Fowler, hace unos años, organicé el primer seminario sobre arte y literatura de tema homoerótico de nuestro país, repasando desde los años coloniales hasta nuestros días e incluyendo pasajes complejos, figuras del exilio, cuestiones legales, etc. Víctor creía que no daríamos abasto, pues la novedad del curso le hacía pensar que muchos estarían interesados en lo que íbamos a discutir. Y resultó que no pasaron de diez personas las que nos siguieron de clase en clase para saber más sobre Enriqueta Faber, Julián del Casal, el núcleo homoerótico del teatro de arte de los años 50 en Cuba, Lydia Cabrera, Ofelia Rodríguez Acosta, Piñera, Raúl Martínez, Ballagas, Lezama, Sarduy, Carlos Montenegro, Reinaldo Arenas, Magali Alabau, Delfín Prats, Lina de Feria, Pedro de Jesús, Eduardo Hernández, Rocío García, novísimos autores, realizadores de cine… y muchísimos más.

Aprender significa comprometerse, y no dudo que muchos prefieran una comunidad cubana LGBTIQ carente de esas armas, de esas señales de alerta que le ayuden a prepararse mejor para estas y otras batallas.

El propio Víctor Fowler, en la última mesa que organicé desde la UNEAC como resonancia del Día Mundial de Lucha contra la Homofobia y la Transfobia, habló de la necesidad del perdón, de la imprescindible hora en la cual se pidan disculpas a quienes han sufrido, por el mero hecho de su sexualidad, discriminaciones y represiones en nuestra Historia. Y eso no agradó a algunas mentes, lo que me dio la medida de cuán poco preparados estamos para superar traumas, neurosis, sospechas de todo tipo, y lograr esa concordia de la que hablas.

No sé qué sucederá el año venidero, si el CENESEX recapacitará y volverá a tener su conga, si a ella acudirán los que la reclamaron o si será nuevamente la avenida de Prado el escenario de una nueva marcha alternativa. No sé, tampoco, aunque me parece algo obvio, si se establecerá una mesa de diálogo que convoque a todas las partes, frente al Estado, y sea capaz de superar puntos de vista y criterios personales para reorganizar una estrategia de reafirmación ante los ataques recibidos, evangélicos y no evangélicos.

Esto depende de muchas cosas que rebasan la mera discusión por los impostergables derechos de la diversidad sexual. Si, por obra divina, mañana el país amaneciera restaurado, con calles limpias, sin carencias materiales, etc., aún quedaría esa otra obra por hacer, mucho más ardua: la de restañar una noción de espiritualidad.

En La Habana, en Miami, en Camagüey, en España, en Nueva York, oyendo hablar a sobrevivientes de esas discriminaciones, he aprendido a entender y a respetar el dolor de quienes me hablan. Pero también a asumirlo como una fuerza progresiva: que no se quede en el eco de la queja, sino que sirva para establecer nuevos pasos y demandas.

La Nación se reconstruye, ya lo dijo Martí, con todos y para el bien de todos. También de los miembros de esa comunidad cubana LGTBIQ de la que aún espero madurez y capacidad para sacar de esta fecha de mayo un acuerdo mayor entre sus partes, una identificación precisa con objetivos de lucha y algo más que el colorido ir y venir entre iniciativas a veces demasiado dispersas.

Para eso debería servirnos el 11 de mayo, que no es una mimética repetición del Stonewall a la cubana, sino lo que nos toca, a 50 años de aquel motín que desequilibró para bien tantas cosas, y de cuyos detalles no saben demasiado muchos de los que conforman esa improbable comunidad LGTBIQ cubana. Y es desde esa conciencia y su responsabilidad, la que emana de las imágenes que nos ayudan a recordar ese día como una opción de cambio, que debería servirnos de orgullo e impulso.

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Vestido de novia

Por eso no levanto mi voz, viejo Walt Whitman,

contra el niño que escribe nombre de niña en su almohada,

ni contra el muchacho que se viste de novia

en la oscuridad del ropero.

Federico García Lorca

Con qué espejos

con qué ojos

va a mirarse este muchacho de manos azules.

Con qué sombrilla va a atreverse a cruzar el aguacero

y la senda del barco hacia la luna.

Cómo va a poder

Cómo va a poder así vestido de novia

si vacío de senos está su corazón si no tiene las uñas pintadas

si tiene sólo un abanico de libélulas.

Cómo va a poder abrir la puerta sin afectación

para saludar a la amiga que le esperó bajo el almendro

sin saber que el almendro raptó a su amiga le dejó solo.

Ay adónde va a ir así este muchacho

que se sienta a llorar entre las niñas que se confunde

adónde podrá ir así tan rubio y azul tan pálido

a contar los pájaros a pedir citas en teléfonos descompuestos

si tiene sólo una mitad de sí la otra mitad pertenece a la madre.

De quién a quién habrá robado ese gesto esa veleidad

esos párpados amarillos esa voz que alguna vez fue de las sirenas.

Quién le va a apagar la luz bajo la cama y le pintará los senos conque sueña

quién le pintará las alas a este mal ángel hecho para las burlas

si a sus alas las condenó el viento y gimen

quién le va a desvestir sobre qué hierba o pañuelo

para abofetearle el vientre para escupirle las piernas

a este muchacho de cabello crecido así vestido de novia.

Con qué espejos

con qué ojos

va a retocarse las pupilas este muchacho que alguna vez quiso llamarse Alicia

que se justifica y echa la culpa a las estrellas.

Con qué estrellas con qué astros podrá mañana adornarse los muslos

con qué alfileres se los va a sostener

con qué pluma va a escribir su confesión ay este muchacho

vestido de novia en la oscuridad es amargo y no quiere salir no se atreve

no sabe a cuál de sus musgos escapó la confianza

no sabe quién le acariciará desde algún otro parque

quién le va a dar un nombre

con el que pueda venir y acallar a las palomas

matarlas así que paguen sus insultos.

Con qué espejos con qué ojos

va a poder asustarse de sí mismo este muchacho

que no ha querido aprender ni un sólo silbido para las estudiantes

las estudiantes que ríen él no puede matarlas

así vestido de novia amordazado por los grillos

siempre del otro lado del puente siempre del otro lado del aguacero

siempre en un teléfono equivocado

no sabe el número tampoco él lo sabe.

Está perdido en un encaje y no tiene tijeras

así vestido de novia como en un pacto hacia el amanecer.

Con qué espejos

con qué ojos.

Tomado de Hypermedia Magazine, localizable en:

https://www.hypermediamagazine.com/columnistas/set-point/hablo-por-mi-obra-y-por-mi-desacato/

Mirada crítica a la Facultad de Medios Audiovisuales del ISA

Mirada crítica a la Facultad de Medios Audiovisuales del ISA

¿Para qué se tiene una escuela de cine o de medios? ¿Qué estudiantes debemos aceptar? ¿Debe ser una cuestión de simple superación, de matemática social, o una plataforma para generar inquietudes estéticas?

¿De qué forma una dinámica docente y creativa puede ser refrendada en una comunidad? ¿No debería un espacio artístico generar confrontaciones académicas capaces de extenderse a los espacios públicos? ¿Tuvimos en los noventa, o ahora, un mejor cine, televisión o radio gracias a este centro?… Son estas algunas de las preguntas que se formula el crítico y profesor universitario Gustavo Arcos Fernández-Britto al hacer un inquietante recuento del devenir de la Facultad de Medios Audiovisuales del ISA, institución que ya ha tenido 18 graduaciones desde que se abrió el curso regular. Por lo llamativo de la temática, Miradas Desde Adentro reproduce este artículo de Gustavo Arcos, aparecido inicialmente como parte del servicio informativo de la agencia IPS.

Había una vez… la FAMCA

Mientras la Facultad de Medios Audiovisuales del Instituto Superior de Arte celebra una nueva graduación y otra edición de su festival Imago, este texto recuerda su importancia para el audiovisual cubano.

Por Gustavo Arcos Fernández-Britto

Llegué como profesor de Historia del Cine a la Facultad de Medios Audiovisuales (FAMCA) a finales de la pasada década de los noventa, el mismo año en que se le otorgaba al Instituto Superior de Arte (ISA) una extraña distinción: el Premio Imperial de las Artes, que confería una asociación japonesa de alto nivel. En ese momento, la escuelita de cine, que es como casi todo el mundo la conocía, estaba ubicada en una casona de 5ta y 20, en la lujosa barriada de Miramar, y solo ofrecía cursos por encuentros quincenales a trabajadores de los medios. El lugar podía ser muchas cosas, pero nadie podía imaginar que detrás de la copiosa vegetación que cubría su entrada se diseñaba, de alguna manera, el futuro de la industria audiovisual del país.

Corría 1999 y por los estrechos pasillos de la institución apuraban sus tesis algunos ilustres desconocidos, como Marilyn Solaya (con un trabajo sobre “Alegrías de sobremesa”), Inti Herrera, Ian Padrón (preparaba Motos), Esteban Insausti (tenía casi listo su corto Más de lo mismo), Leandro Martínez (¿Me extrañaste mi amor?), Humberto Padrón (con Video de familia) Luis Leonel León (Habaneceres) y Marcos Castillo (editaba su documental sobre Los Beatles), entre otros.

Apenas habían pasado 10 años desde aquel día de 1988 en que abrió sus puertas, en un pequeño local perteneciente al Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT), ubicado a pocos metros de la esquina que más tarde le serviría de sede. Debe recordarse que ya existía una escuela de cine, la de San Antonio de los Baños, fundada con gran resonancia en diciembre de 1986, donde estudiaban algunos cubanos. No debe extrañarnos que, entonces, muchos se sorprendieran con esta noticia, cuestionando la viabilidad del nuevo proyecto, pues durante tres décadas el cine cubano alcanzó resonancia universal sin que sus artistas o técnicos hubiesen recibido formación académica o teórica de alto nivel. La industria trabajaba con sus talentos a través de un largo proceso piramidal que utilizaba el ejercicio cinematográfico directo como principal herramienta pedagógica. Al Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) se entraba de diversas formas y, aunque se impartían cursos o talleres internos en múltiples especialidades, el cine se aprendía haciéndolo.

Por aquellos días de 1988 aún existía el campo socialista, aunque nadie imaginaba que le quedaría menos de un año; la perestroika de Gorbachov estaba en su apogeo; Fidel había iniciado el Período de Rectificación de errores y la tenencia de divisas se penalizaba con la cárcel. En La Habana, los artistas habían tomado calles, galerías y plazas con llamativos performances y acciones plásticas, mientras en el plano audiovisual se generaban prometedoras estrategias, pues acababan de surgir los Grupos de Creación en el ICAIC, el Movimiento Nacional de Video daba sus primeros pasos y también los Talleres de Cine, impulsados por la Asociación Hermanos Saíz, que tanto marcaron a una generación.

La facultad de medios surge, sorpresivamente, en aquel contexto de renovaciones, esperanzas y mutaciones. Según Jesús–Chucho-Cabrera, su fundador y decano por 12 años, todo comenzó alrededor de 1987, cuando a raíz de una reunión con directivos del ICRT, el Ministerio de Cultura y el gobierno, él plantea la contradicción de que a muchos de los creadores y artistas de los medios, especialmente los que trabajaban en la TV y la Radio, no se les podía gratificar adecuadamente, pues aunque dirigían complejos programas, no contaban con estudios superiores afines a sus especialidades de labor. Es decir, se podía ser, por la práctica, sonidista, fotógrafo, editor o realizador, pero la escala salarial exigía que para obtener la máxima remuneración había que ser, también, universitario. Así que pudiéramos decir que la facultad de medios surge gracias a un conflicto salarial.

Cuenta Jesús Cabrera que, a los pocos días de aquella reunión, en la que también estaba Raúl Castro, es citado a la oficina de Armando Hart, entonces Ministro de Cultura. Al llegar, se encuentra con Julio García Espinosa, presidente del ICAIC; Antonio Rodríguez, rector del ISA, e Ismael González (Manelo), quien estaba al frente del ICRT. El visto bueno para la apertura de una escuela ciento por ciento cubana estaba dado por las autoridades y había que, en breve tiempo, configurar un plan de estudio, un claustro de profesores y toda una estructura docente sobre la cual levantar la nueva facultad, integrada al sistema de la enseñanza artística que ya existía en el país. Asesores, metodólogos, artistas, funcionarios y profesores fueron llamados a estudiar experiencias similares, adaptar programas y configurar nuevas materias. Cuando aparentemente todo estuvo listo, la sede aún no existía y, por tanto, tampoco la infraestructura tecnológica necesaria para alzar un centro profesional de estudios especializados. Pero en un país acostumbrado al voluntarismo, tales cuestiones se veían como secundarias.

La premura que acompañó el diseño de aquel proyecto puede haber sido la causa de muchos de los problemas que aún hoy lo acompañan. El primero de ellos, desde mi punto de vista, tiene que ver con su propia concepción integradora, que relaciona la radio, una expresión básicamente sonora e informativa, con el cine y la televisión, que se mueven en un espectro más amplio y complejo, cuya naturaleza manipula el tiempo y el espacio utilizando imágenes en movimiento y diferentes técnicas. Son lenguajes diferentes. Desde luego, es justa la lógica de profesionalizar y permitir que los creadores radiales cuenten con estudios superiores, pero esta especialidad debió situarse, antes y ahora, en la Facultad de Periodismo, que le era más consustancial.

Una segunda y grave cuestión fue la de excluir al guion de las especialidades artísticas formativas. La facultad gradúa a editores, sonidistas, fotógrafos, productores y realizadores, pero no a guionistas. Al parecer se entendió, erróneamente, que los jóvenes con talento y habilidades para escribir relatos para los medios debían optar por la facultad de Artes Escénicas, donde se estudiaba Dramaturgia y Teatrología. Un disparate, pues el arte teatral tiene sus propias particularidades expresivas. El sinsentido se hace mayor si pensamos que el cine, la radio y la televisión necesitan historias y guiones sobre los cuales estructurar sus obras. ¿Cómo escindir una especialización tan vital como la escritura de guiones de la propia dinámica académica y artística que pretendía potenciar la facultad?

El tercero de los problemas viene dado por la idea de que se trataba, solo, de un centro para la formación teórica y la elevación del nivel académico de sus estudiantes. Tal “principio” redujo el compromiso de las instituciones, pues bastaban un local, una pizarra y un profesor para echar a andar y, tras cinco años de pura teoría, se egresaba, cual Leonardo da Vinci, listo para trabajar en cualquier medio. Se decía que, como la facultad se había abierto para trabajadores, ellos solo necesitaban aprender un grupo de saberes y conocimientos de la cultura universal. La práctica la tendrían cada día en sus propios medios, pues por algo ya trabajaban en ellos.

Como la vida es siempre más rica que nuestras ideas y planes, resultó que muchos de esos “trabajadores de los medios” que han pasado por la facultad, no lo eran tanto o, si lo eran, desempeñaban más bien faenas secundarias. Se ocasionaba entonces un conflicto institucional que duró por mucho tiempo: el ICRT exigía a los egresados cursos de habilitación profesional antes de calificarlos para sus puestos, desdeñando los títulos y especializaciones artísticas obtenidas en su paso por el ISA. Para rematar las discordancias del sistema, varios de los profesores que tenían la tarea de “habilitar” eran los mismos que impartían clases en la escuela de Miramar.

Por otra parte, durante la pasada década de los noventa, las relaciones de la facultad con el ICAIC vivieron su momento más bajo y, a ratos, fueron como un matrimonio mal llevado. Muchos en la institución entendían que la escuela tenía poco de cine (solo se hicieron dos tesis sobre celuloide) y demasiado de televisión o radio. Aunque ya las fronteras entre los medios se empezaban a desdibujar, aún permanecía la idea de que los artistas que trabajaban en un medio no debían mezclarse con los de otros. Jesús Cabrera, un “hombre de la televisión”, conformó un claustro mayormente integrado por profesionales de ese medio (Abel Ponce, José Ramón Artigas) y algunos provenientes del entorno del cine, como Enrique Pineda Barnet, Jorge Fuentes, Belkis Vega, José Massip, Rogelio París, Enrique Colina, o el productor Humberto Hernández, quienes se sumaron esporádicamente y de buena gana al proyecto, aunque sus apreciables colaboraciones no duraron, ya fuera por conflictos con el propio sistema de enseñanza, decisiones personales o por discrepancias con el estilo de dirección planteado por su decano.

En 1991, los sucesos de Alicia en el pueblo de Maravillas recolocaron nuevamente al frente del ICAIC a Alfredo Guevara, quien ya tenía que emplear bastantes energías y diplomacia para tratar de mantener a flote el organismo que había fundado en 1959 y que, por decreto ministerial, se había disuelto. La escuela del cine no estaba en sus prioridades, no había participado en su creación, no compartía sus métodos de enseñanza y su personalidad y estilo de trabajo estaban en las antípodas de Jesús Cabrera. En 1994, el ISA le otorgó el título de Doctor Honoris Causa en Arte a Guevara y no hubo muchas menciones en aquel acto para la facultad de medios. El silencio se hace más llamativo al comparar todo el apoyo que el ICAIC le brindó durante esa década a la Escuela Internacional de San Antonio, un proyecto que, desde luego, le era mucho más cercano política y culturalmente.

Las peculiares características de la estructura administrativa que rodeaban a la facultad y al propio Instituto Superior de Arte, al cual pertenecía, la situaban en un terreno de nadie. Se encontraba en el medio de dos organismos estatales: el Ministerio de Cultura y el de Educación Superior. Las intenciones y estrategias de uno muchas veces chocaban con las políticas que en el marco de la enseñanza nacional dictaba el otro. A diferencia de cualquier escuela de cine del mundo, la nuestra no tenía la más mínima autonomía y cualquier decisión que en ella se tomara debía ser ratificada o rechazada por instancias superiores o ajenas a la institución.

En tal sentido, el plan de estudios, el peso de algunas materias, los contenidos de las asignaturas, el financiamiento, las cuestiones administrativas, el apoyo tecnológico o logístico, la promoción, las libertades para invitar a profesores extranjeros o la capacidad para insertarse en las dinámicas de las producciones audiovisuales contemporáneas debían ser aprobadas en otros niveles, anulando múltiples iniciativas y reduciendo el impacto del centro en el ámbito de la cultura nacional. Todavía bien entrado el siglo XXI, la mayor parte de los ciudadanos cubanos y extranjeros reconocían a la de San Antonio como la única escuela del país, pues del ISA apenas se hablaba[1] y es que ni siquiera aparece registrada en la Federación Internacional que agrupa a los centros de formación cinematográfica del mundo, organismo que incluso llegó a presidir recientemente un cineasta cubano.

La frondosa vegetación que rodeaba la casona de 5ta y 20 fue también una metáfora de su invisibilidad. Es cierto que, por aquellos tiempos, estábamos en Período Especial y el país, a mediados de los noventa, justo cuando se producían las primeras graduaciones de la escuela, pasaba por sus momentos más críticos y definitorios. Sin embargo, ¿deberíamos achacar solo a esta terrible circunstancia el hecho de que nunca se propiciaran posgrados y maestrías, que no se conservara una memoria audiovisual con los trabajos que se generaban en su sede, que no existiera una mediateca con los filmes más relevantes de la Historia del Cine, que nunca abriera una oficina o departamento de promoción, o que la facultad se mantuviera distante de los procesos creativos que sí tenían lugar en la escuela de San Antonio o hasta en el propio ISA? Si alguien intentara hoy visionar las obras filmadas en aquellos años, revisar las tesis o incluso repasar la lista de sus egresados, se encontrará con un mundo poblado de fantasmas, de datos imprecisos, o de historias atrapadas en mohosas cintas de VHS.

¿Hasta qué punto los creadores audiovisuales que pasaron por la facultad en los noventa supieron o pudieron interpretar artísticamente los dramáticos acontecimientos que les tocó vivir? ¿Cuántos documentales, cortos de ficción, programas de radio o televisión dialogaron con, por ejemplo, la caída del campo socialista, el “proceso de rectificación”, el llamamiento al Congreso del Partido, la doble moneda, la parálisis del país, el auge de la prostitución, el mercado negro y la crisis de valores, el regreso de nuestras tropas de África, la epidemia de neuritis óptica, la emigración descontrolada, el exilio, los sucesos de 1994, la visita del papa Juan Pablo II en 1998, la llegada de Chávez al poder, la sustitución de Roberto Robaina en 1999, el fin del milenio o el secuestro de Elián González, por solo citar algunos de los sucesos más relevantes e impactantes a nivel social ocurridos en la década? Pero no solo se trataba de dialogar, sino también de problematizar. Si se hicieron, ¿dónde pueden verse aquellos filmes? Creo que solo sobrevive uno,…y todavía el sueño, el found footage documental de Humberto Padrón, rodado en 1998.

Muy difícil debió ser para el equipo de dirección de la facultad mantener las aulas abiertas en tales circunstancias económicas y sociales. En diferentes espacios, Jesús Cabrera ha contado los numerosos problemas que debía enfrentar cada día para asegurar que los alumnos tuvieran, al menos, un profesor delante, aunque no fuese el idóneo. Y es que una cosa era ser un experimentado director de fotografía, un editor o un realizador de extensa obra y otra bien distinta saber cómo transmitir conocimientos a un auditorio durante todo un año de encuentros. Así, la falta de exigencias de algunos profesores, escudados tras la idea de “para qué lo voy a suspender ahora, ya la vida lo suspenderá”, terminaba por naturalizar la apatía y la mediocridad.

Buena parte de las promesas hechas por las autoridades, cuando en 1987 se empezó a diseñar el proyecto, por una razón u otra, nunca fueron satisfechas. Incluso, algunas de ellas (dos pequeños estudios para realizar grabaciones radiales, o televisivas) aún siguen sin concretarse[2]. Habría que señalar también cómo la personalidad de un directivo, su estilo o visión del arte y su relación con la vida contemporánea pueden hacer girar el péndulo hacia uno u otro lado. En tal sentido, se recuerda, lamentablemente, que la dirección de la facultad entorpeció el desarrollo profesional de varias mujeres interesadas en la especialidad de fotografía, quienes tuvieron que esperar hasta bien entrado el presente siglo para concretar sus sueños. Tampoco pareció legitimarse desde la dirección del centro un espíritu crítico en las obras, una reflexión cuestionadora sobre los fenómenos que acontecían en el país, ni tampoco una búsqueda en el orden visual o estético que llevara a los alumnos por sendas más experimentales pues, al parecer, era más importante reproducir que crear, aceptar un modelo que romperlo y siempre aparecía la frase “no es el tiempo adecuado para esto.”

A pesar de todo, un realizador como Tomás Piard, egresado en 1994, recuerda con bastante nostalgia el ambiente que, por ejemplo, lograban infundir a la escuela los profesores del departamento de Filosofía y Estética del ISA, quienes, a su juicio, eran lo mejor que podía tenerse por aquellos años. Se trataba de un grupo conformado por Magaly Espinosa, Madelín Izquierdo, Gustavo Pita, Orlando Suárez Tajonera, Rafael Pinto y Lupe Álvarez, quienes venían implementando un programa de Teoría del Arte que integraba el pensamiento filosófico a la práctica artística. Fue un sistema de enseñanza que ya se aplicaba en otras facultades del ISA y que había causado gran impacto desde el punto de vista creativo entre los artistas plásticos de finales de los ochenta. Trasladado por un tiempo a la experiencia de la facultad de medios, los estudiantes debían visualizar con ejercicios de realización los problemas planteados por la filosofía, y ese reto servía también como una provocación para dialogar con la historia de la cultura e interpretar con imágenes el mundo que les rodeaba.

Llama la atención que, en aquellos primeros años y durante buena parte de los noventa, las matrículas padecían de gigantismo, como si se quisiera purgar de una vez la carencia por décadas de este nivel de enseñanza, y aunque se aplicaban exámenes de aptitud, algunas autoridades se quejaban de ellos, pues entendían que cercenaban, por su rigor, el interés de numerosos aspirantes. Llegó a decirse que, como cada provincia tenía un telecentro, había que graduar la mayor cantidad posible de interesados para ubicarlos a trabajar rápido allí.

Esa política de masificación, improcedente en el área de la tan especializada enseñanza artística, aún perdura; y a cada rato se escuchan voces que cuestionan el sistema de plazas limitadas. Se ha llegado al absurdo de decir que en el ISA y la facultad de medios solo estudian habaneros e “hijos de artistas”. Invito al que lo desee a llegarse a las aulas de la FAMCA y hacer su encuesta. Les adelanto, de todas maneras, que el 75 por ciento de los estudiantes son de provincias y, desde luego, tienen padres y madres, aunque no necesariamente artistas.

Esa lógica formativa a gran escala, propugnada por la burocracia masificadora, obtuvo su respaldo con la apertura, en 1990, de una filial en Holguín y pocos años después otra en Camagüey. Extraordinario debió ser para estas regiones conformar un claustro adecuado y estable que lograra, en pleno Período Especial, solventar los retos pedagógico-artísticos que tal empeño demandaba. Si en la capital la facultad apenas lograba sobrevivir y, con mucho trabajo, mantener por tres años a un mismo profesor, no puedo imaginar lo que debió ocurrir -u ocurre- en las otras filiales.

¿Para qué se tiene una escuela de cine o de medios? ¿Qué esperamos de ella? ¿Qué estudiantes debemos aceptar? ¿Debe ser una cuestión de simple superación, de matemática social, o una plataforma para generar inquietudes estéticas? ¿De qué forma una dinámica docente y creativa puede ser refrendada en una comunidad? ¿No debería un espacio artístico generar confrontaciones académicas capaces de extenderse a los espacios públicos? ¿Tuvimos en los noventa, o ahora, un mejor cine, televisión o radio gracias a este centro? Fomentar la investigación y el análisis teórico está muy bien, pero ¿cómo es posible extirpar la praxis de ese proceso formativo?

Lo cierto es que con carencias y enormes dificultades, cerca de 400 estudiantes pasaron por las aulas de la facultad de medios durante los noventa. Muchos de ellos, a los que quizás “la vida ha suspendido”, son hoy desconocidos, y su quehacer se diluye en el día a día, la rutina, el conformismo. Otros han conseguido hacerse de un nombre, en Cuba o lejos de ella, creando, buscando su estilo, rompiendo moldes, adaptándose o trabajando en cualquier otra cosa. Se sabe que solo una escuela no hace a un artista, pero le brinda las herramientas para que su obra sea estéticamente válida, coherente con sus inquietudes, técnicamente funcional y, quizás, el tiempo dirá, pueda convertirse también en una obra de arte.

La facultad ya no está en 5ta y 20, sino en 14 y 3ra, en otra residencia de Miramar, mucho más amplia. Ahora se llama Facultad de las Artes de los Medios de Comunicación Audiovisual, o FAMCA, por sus siglas, y en algunos días pueden coincidir en sus pasillos y pequeñas aulas casi medio centenar de alumnos al mismo tiempo. El Instituto Superior de Arte también mutó su nombre y ahora es la Universidad de las Artes. Muchas cosas han cambiado allí y otras no tanto. En 2001 la facultad abrió también sus puertas a estudiantes provenientes del nivel preuniversitario. Fue un paso y riesgo extraordinario. Se adaptó el viejo plan de estudios, aplicado con fórceps a los dos primeros grupos que ingresaron, y desde esa fecha hemos tenido otros dos planes nuevos. No se ha abierto el guion como perfil de salida, aunque sí aumentaron las horas para las materias asociadas a él.

Dieciocho han sido las graduaciones que ha tenido la facultad desde que se abrió el curso regular. Un número importante de esos egresados proviene de otras provincias del país y casi una treintena llegó de otras naciones, como Colombia, México, Perú, Bolivia, Ecuador o España. Desde hace cinco años se incorporaron en el proceso docente, ahora más polivalente, los ejercicios audiovisuales de uno y tres minutos para todos los estudiantes del curso regular que es, por mucho, el que mayor atención y recursos exige. Respondiendo a demandas formativas e intereses institucionales, los estudiantes han participado activamente en proyectos comunitarios relacionados con la salud, la educación o el activismo social. Las maestrías y diplomados dejaron de ser asignaturas pendientes y en años recientes se han logrado finalizar algunas.

Los problemas con el claustro docente se han acentuado, siendo este el más grave de todos. No importa la letra o buenas intenciones de los planes de estudio (acaba de aprobarse el plan E) que los metodólogos, obsesionados con homogeneizar la enseñanza en el país, implementen. Todo ese diseño se viene abajo si los profesores no están a la altura que los tiempos y la enseñanza artística de nivel superior requiere. Los mejores creadores y técnicos del país no pueden comprometerse de manera estable con las dinámicas de enseñanza existentes en la facultad. Los artistas no pueden estar a tiempo completo dedicados a la docencia porque, como es lógico, sus prioridades están en la propia creación. Tal vez el camino sea aplicar un modelo de cursos por talleres intensivos o concentrados. El bajo salario, las precarias condiciones de sus aulas, la inexistencia de bibliotecas y videotecas apropiadas, las promesas reiteradamente incumplidas, el envejecimiento del parque tecnológico, la ausencia de estímulos y atenciones para los especialistas que allí laboran han generado sistemáticas deserciones.

Atada aún a las políticas y fórmulas que impone el sistema educativo cubano, la facultad y sus directivos poco pueden hacer. Lo que viene sucediendo en las filiales de Holguín y Camagüey es lamentable. Por otra parte, no existen mecanismos jurídicos para que la facultad gestione de forma autónoma sus recursos, maestros, infraestructura o medios tecnológicos, lo que la hace totalmente dependiente de las estrategias y los fondos que apruebe el Ministerio de Cultura.

Desde que se abrió el curso regular, las sucesivas direcciones -cuatro– de la facultad han intentado suscribir, sin mucho éxito duradero, convenios de trabajo con otros centros superiores del país, universidades que, increíblemente, en similar periodo, sí tuvieron la suerte de contar con recursos y atenciones de las autoridades. No se explica cómo unos pueden tener estudios de televisión y radio, salas de teatro, modernos laboratorios de computación, conexiones a las redes o internet, aulas y espacios dignos para proyectar audiovisuales y la Facultad de Medios del ISA, luego de tres décadas, no disponga de ninguno.

Dicen que la práctica es el mejor criterio para la verdad. Lo que en un momento tuvo sentido, no tiene por qué tenerlo ahora. Deberíamos preguntarnos: ¿es pertinente mantener un curso para trabajadores? La realidad nos dice que cada año tenemos menos aspirantes, hasta el punto de que se han tenido que unificar los aprobados de dos convocatorias para conformar un curso con al menos 10 estudiantes. Ya el ICRT tiene implementados cursos sistemáticos de superación y habilitación en sus predios y desde hace casi dos décadas la facultad tiene también abierto su curso regular. No estamos en las pasadas décadas de los ochenta o noventa, cuando nadie disponía de una calificación superior en las cinco especialidades artísticas que ofrecía la facultad.

Por otra parte, la abrumadora mayoría de los que ingresan en la FAMCA se decantan rápida e inequívocamente por el cine o el audiovisual. Sus intereses, expectativas o deseos se levantan sobre la imagen; entonces, ¿deberíamos mantener los perfiles, la cantidad de horas, las materias y la formación profesional también para la radio? ¿No deberían estos estudios y esfuerzos ubicarse en la Facultad de Periodismo o Comunicación Social, más ahora, cuando se han reducido los años lectivos de cinco a cuatro?

En los últimos tiempos y de forma intrusiva, se vienen aplicando, al menos en la FAMCA, modelos de enseñanza donde los asuntos teóricos y las metodologías para la investigación se superponen en demasía a los procesos creativos. Las discusiones en las tesis son un buen ejemplo de ello, cuando los estudiantes hablan más de conceptos, tropos, paradigmas y modelos de investigación aplicados, que de su propia obra. El Plan E recién aprobado está saturado de categorías científicas, obligaciones y rutas metodológicas, como si nuestros egresados fuesen a ejercer la crítica literaria, o culminaran sus estudios en las facultades de Filología o Historia del Arte. Algunas autoridades sostienen que la razón esencial de las obras audiovisuales es enseñar, mostrar valores, informar, y que nuestros egresados deberían estar preparados para ejercer también una didáctica del audiovisual (¡!). Lo estético se menciona poco y cuestiones tan esenciales como la inspiración, la subjetividad, las poéticas o estilos personales, la libertad artística, el mundo referencial, las emociones, la experimentación o la sinergia con otras especialidades como las artes plásticas o escénicas no proliferan en la redacción del documento.

En una carrera que ahora dura cuatro años, de los cuales solo tres son efectivos (el último es para hacer dos tesis), la cantidad de contenidos y saberes exigidos resulta apabullante. No debe olvidarse que las generaciones actuales cada vez rechazan más los discursos y las retóricas unidireccionales. El exceso de información solo genera extrañamiento y apatía. Si los planes de enseñanza (todavía demasiado presenciales) no se abren a la interactividad, y el conocimiento a la provocación o ruptura de los modelos artísticos, poco estaremos haciendo.

Es extraordinario, casi milagroso, que luego de tanto tiempo y adversidades –que incluyen sobrevivir a tres penetraciones del mar–, esas edificaciones aún consigan formar y graduar a decenas de jóvenes cada año. La enseñanza artística es muy costosa y nuestras instituciones han tenido un rol importante en ello. Pero también es una muestra del enorme potencial creativo latente en el país y, sobre todo, del sacrificado compromiso de muchos de sus profesores. Los nombres de Rudy Mora, Orlando Cruzata, Alejandro Pérez, Ernesto Fundora, Luis Najmías, Tomás Piard, Marilyn Solaya, Luis Hidalgo Ramos, Anabel Leal, Rini Cruz, Lídice Pérez, Delso Aquino, Rolando Chiong, Alejandro Brugués, José Víctor Herrera, Ian Padrón, Esteban Insausti, Inti Herrera, Jonal Cosculluela, Lily Suárez, Humberto Padrón, Carlos Quintela, Alejandro Ramírez, Maryulis Alfonso, Claudia Calviño, Velia Díaz de Villavilla, Sebastián Miló y muchos otros corresponden a alumnos que transitaron durante años por sus pasillos y aulas. La amaron, sintieron y sufrieron. Hoy son relevantes y conocidos artistas, pero ¿hasta qué punto sus miradas, poéticas o estilos responden a los saberes adquiridos en su paso por la facultad? ¿Son conscientes de ello? ¿Fueron felices por siempre?

A esta historia le queda aún mucho por contar. (2019)

Notas:

[1] En Google, FAMCA aparece mayormente asociada a un fusil de la Armada Argentina.

[2] Durante el presente curso 2018-19, comenzaron las labores para construir el primer estudio de TV en un local de la FAMCA. Su equipamiento ya se encuentra en Cuba. Las obras aún se ejecutan.

Disponible en: https://www.ipscuba.net/espacios/altercine/atisbos-desde-el-borde/habia-una-vez-la-famca/

Horacio “El Negro” Hernández: La maravilla de la Italluba Big Band

Horacio “El Negro” Hernández: La maravilla de la Italluba Big Band

Quienes entre nosotros vivieron la década de los ochenta de la anterior centuria, recordarán a Horacio “El Negro” Hernández como integrante del grupo Proyecto, encabezado por ese otro monstruo musical que es Gonzalo Rubalcaba.

No es secreto para los seguidores de la música popular cubana que Horacio “El Negro” Hernández resulta en la actualidad uno de nuestros instrumentistas que goza de mayor prestigio en la escena internacional, gracias al dominio que posee de la batería. Su desempeño durante las últimas cuatro décadas ha hecho que su nombre trascienda los circuitos del jazz y que se le llame para participar en proyectos de otra orientación genérica o estilística.

Quienes entre nosotros vivieron la rica década de los ochenta de la anterior centuria, recordarán a Horacio “El Negro” Hernández como integrante del grupo Proyecto, encabezado por ese otro monstruo musical que es Gonzalo Rubalcaba, agrupación de la que Horacio formó parte por más de diez años. En esa etapa, “El Negro” junto con Roberto Vizcaíno, conformaron una de las mancuernas de percusión de mayor calado en la historia del jazz hecho por nuestros compatriotas.

Creo que uno de los rasgos más interesantes en el quehacer reciente de Horacio “El Negro” Hernández viene dado por el hecho de que no se ha limitado a figurar como sesionero de incontables grabaciones o miembro de diferentes formaciones, siempre con músicos de talla internacional, sino que también ha apostado a defender una idea creativa de corte mucho más personal, a lo cual le ha dado camino a través de su cuarteto Italuba, grupo con el que ya tiene varios discos registrados.

Si bien esos trabajos fonográficos anteriores han sido harto interesantes, en mi opinión el punto de plena madurez se alcanza ahora con la salida al mercado del material titulado Italluba Big Band. No me parece que exagero ni un ápice al afirmar que este es uno de los mejores productos editados por nuestra industria del disco en lo que va del siglo XXI, pues los diez cortes recogidos aquí poseen la virtud de transmitir contemporaneidad y a la vez ser continuidad del legado de grandes maestros del jazz facturado por nuestros compatriotas en otros tiempos. Así, cuando uno escucha de conjunto todas las piezas de la grabación, siente que la buena vibra de maestros como el gran Chico O’farrill se encuentra aquí presente. Vale recordar que “El Negro” fue integrante de la orquesta de este ilustre personaje del jazz latino.

La perspectiva de rendir tributo no solo a cubanos sino a distintas glorias del latin jazz se percibe desde los dos primeros cortes de la grabación, o sea, “Last minute” y “Puerto Rico”, un homenaje a Jerry González, alma del Fort Apache Band,  y Steve Berrios. En el caso de este último tema, es de destacar la participación de los vocalistas Haila, Robertón y Mandy Cantero, quienes como invitados del corte le proporcionan la típica sabrosura de la música bailable caribeña.

Momentos que merecen particular mención en el DVD son “90 millas”, con destaque para el guitarrista eléctrico Héctor Quintana y el saxofonista César López; “Pati metal”, de nuevo con un sobresaliente solo a cargo de Héctor Quintana”,; “Divertimento”, donde las palmas se las lleva el trombonista Eduardo Sandoval;  “Deseo”, tema en el que el protagonismo como invitado lo asume Carlos Miyares, o “Tropical Madrid”, donde el camagüeyano César López vuelve a hacer de las suyas.

Empero, al margen del sobresaliente trabajo de Horacio y sus distintos invitados, en mi parecer el gran mérito de este material está en lo aportado por la Big Band dirigida por Joaquín Betancourt, una orquesta armada con muchachos procedentes en su inmensa mayoría de los participantes en ese importantísimo concurso que es el Jojazz. Sucede que por los costos de producción, hoy no está de moda grabar con una macrobanda y por ello, es difícil encontrarse Cds o DVDs con la intervención de dicho otrora popular formato. A semejante peculiaridad, hay que añadir que los arreglos concebidos para este material de Horacio “El Negro” Hernández demandan de altísima profesionalidad interpretativa por cada uno de los instrumentistas, cosa que los noveles músicos que aquí intervienen consiguen con absoluta y sorprendente facilidad. He ahí una de las muchas pruebas que atestiguan el excelente estado en que se encuentra en la actualidad la práctica del jazz entre nuestros compatriotas, tanto en Cuba como en la diáspora.

Así, al arribar al último corte, el titulado “Free Latin”, solo queda ofrecer gracias por la existencia de la música y porque todavía, en medio de las enormes dificultades que vivimos en Cuba, haya espacio y voluntad para acometer proyectos como el denominadoHORACIO “EL NEGRO” HERNÁNDEZ: Italluba Big Band, un trabajo que estoy convencido resistirá la prueba del paso del tiempo. Digo yo.

Poemas de Heberto Padilla

Poemas de Heberto Padilla

Más allá de que Heberto Padilla haya trascendido a la historia del devenir cultural de este país posterior a 1959 por motivos extra artísticos, nadie puede negar que por derecho propio él figura en la nómina de los poetas de mayor importancia en el universo cubano de finales del pasado siglo XX. En aras de contribuir a romper, aunque sea en una mínima porción, el desconocimiento que acerca de su obra poseen en la actualidad los más jóvenes entre nosotros, hoy publicamos en Miradas Desde Adentro una selección de poemas del autor de libros como El justo tiempo humanoLa horaProvocacionesEl hombre junto al mar,Un puente, una casa de piedraUna época para hablar y Fuera del juego.

POEMAS DE HEBERTO PADILLA

Mírala tenderse

Mírala tenderse sobre tu cama cuando te yergues. Tiene la forma de tu cuerpo, la prisa de tus manos, tu propio sexo; deja tus huellas y se ahueca como

lo hace tu pecho y nunca la oíste respirar y ella conoce el temblor de tu labio, la cuenca de tu ojo, y está latiendo ahora en tu vida y no sabes

que es ella tu ansiedad.

Frecuentemente oyes sus pasos como en invierno el soplo de las primeras ráfagas. No has hecho fuego para nadie. No es ella la invitada. A menudo sorprendes

un asalto de sombra en los zaguanes y es inútil la presión de tu mano para salvar la llama: siempre

quedas a oscuras. Es tarde, pero es ella quien habla con la voz de la errante que cruza los canales y los puertos

de la ciudad adonde vas,

adonde siempre quieres ir, (¿buscando qué?)

y canta en tus oídos la eterna fábula de horror.

<

p style=»font-weight: 400;»>Solitaria, constante va junto a ti, vigila tu caída. No le des nombres. No le tiendas trampas.
No apresures el paso sobre la tierra. No levantes el rostro si ahora sientes un golpe sordo en la escalera.

Gran taladora, cada día del mundo abates nuevos árboles,

pero es interminable la floresta.

Infancia de William Blake

I

Mujer de la lámpara encendida, ya velaste tres noches. Miras la llama

que tiembla y se achica, y sueñas.

¿Quién puede regresar por la noche de Soho,

entre la ennegrecida primavera de Lambeth? Antigua que en la hora final regabas el almizcle para que trascendieran más sus telas, ¿pensabas que en otra

quemante

primavera inundaría también sus tierras, y crecería allí el hacinamiento y la desidia,

y que un viento más ancho que la noche destrozaría las tablas del alero?

¿Pensabas al hablarle

del silencio o del tiempo, que era ya algo hecho en el viento que nutría una muda corriente en sus huesos livianos?

II

Sé tu temor, girando como tu ala más dichosa, ¡pájaro de susurro y lamentación!

<

p style=»font-weight: 400;»>Es la noche. Ya nadie llama.
Pero a través de la ventana cerrada

él oye crujir la vaina de aquel árbol,

y es como si alguien golpeara. Su más secreto juego se ha llenado de astucia. El ve, desconsolando, en la negra llanura,

el humo de las casas que arden de noche,

y el paso de las bestias contra el fuego.

No abras la puerta. No llames.

En la orilla remota, un pájaro hunde en su pecho el pico centelleante. En la orilla remota está gritando. La última barca se desprende.

“Al cobarde hay que dejarlo en la otra orilla…”

Amarra ese viento encantado

para que no la mueva. El quiere gritar,

su piedra está manchada en sangre de la paloma destruida. ¿No sientes en sus ojos esa oscura desdicha,

sitios que no penetra y ama?

De repente es la lluvia,

y las ovejas más pequeñas balan.

El viento las dibuja en la colina, tiritantes.

“Vengan, mis niños; el sol ha desaparecido, y he aquí el rocío de la noche. Vengan, interrumpan sus juegos hasta que la mañana reaparezca en el cielo…”

¿No sientes ese peso de mantenida

soledad que flota en las caletas de altas aguas,

sobre las garzas muertas, ya para siempre

pedregosas?

¿Y el camino del bosque, la cruda,

alegre luz del alba en la resina de los troncos; el cuchillo cantando, la guirnalda de robles

y de arces y el ruiseñor que sólo puede ser encontrado

en el Yorkshire y el cuerno de venado

y la hoja verde?

Eso que cae y cruje, ¿es eso viento, es agua

entre los árboles, o es sólo el perro destrozando las ratas muertas

en el granero abandonado?

Mujer, deja tu lámpara encendida y abre la puerta y cúbrelo. Su sueño interrumpieron los visitantes

que a cierta hora se dispersan.

“Buenas noches, señora Blake… Oh, fíjese, esa escarcha: la primera del año…”

La nieve cubre el techo, crece a la altura del portal, (en Lambeth es así). Y en la profunda casa de madera, ya ni la magia familiar, ni el golpe de la

lluvia, ni tus pasos cuando llegan deshabitando el agrio terror de la penumbra, podrían consolar a estos ojos

sino el perro del bosque

levantando su parda cabeza entre los gansos salvajes.

Eso que cae y cruje,

<

p style=»font-weight: 400;»>(entre las hojas húmedas hace un ruido
solitario y enérgico) del más remoto sitio del mundo te señala. Medrosa, detenida en las puertas más lejanas y crueles. Te asustan indudablemente esas llamas.

No puedes recordar más que voces difíciles.

Te decían:

Los niños como tú, William, serán negados por el ángel; blasfemas, robas en la despensa; tienes la cara sucia; andas siempre con claves y grabados y láminas…

Tú, arqueado el cuerpo, sonreías.

¡Ay, Blake, el siglo veinte no es un simple grabado

en que batallan el arcángel y el diablo!

Es la trampa

en que luchamos, es esta lluvia que nos ciega. Han arrasado las despensas

y no hay señales ni claves

que no pueda entender

el Ministerio de Guerra.

Entra, aún estamos en vela.

Cualquier día

me gritan a la puerta:

“Un hombre con paraguas, mi señor”

(No puedes conocerlo. Es de esta época)

Cualquier día

penetran en mi cuarto.

<

p style=»font-weight: 400;»>“Mostró insignias, señor”
Cualquier día

me obligan a salir a la calle, me apalean; me lanzan como a una rata

en cualquier parte.

(Tú no puedes saberlo. Es de la época)

Contra mí testifica un inspector de herejías.

VII

Esta noche me basta tu silenciosa presencia. En mi cabeza turbada

tu poesía alumbra mejor que una lámpara

sobre mis círculos de miedo.

No me distraigo.

Tengo los ojos fijos en la negra ventana.

Pasan camiones con soldados, gentes de las líneas de fuego.

En mi casa resuenan las consignas violentas.

VIII

La vieja profecía

que no te pertenece, extiende

como el agua tus dominios Y ese viento te borra,

ese camino que debes proseguir

guarda un instante tu desdicha; esas bestias enanas

soportan equipajes de usureros.

Delante de tus ojos el mundo exasperado resplandece.

¡Alegría! se han perdido todas las llaves, todas las puertas se han cerrado,

y las flores anoche

se cubrieron de un rocío de vasta anunciación. Los árboles voraces,

las flores venenosas

mueren al fondo de la verja, entre animales temibles.

Y aquí, William, te han puesto. Aquí la vida te edifica; hay algo aquí, nocturno, que quieres descifrar

para mis ojos: símbolos, dones tuyos brillando en lo desposeído.

Tu hogar es este mundo de bandidos colocado en el centro de los árboles. Las tablas húmedas

de que están hechas nuestras casas,

son el olor tormentoso de tu alma. ¡Alumbra, Blake, esta sencilla majestad!

Abre la puerta, y en la alta noche, sale.

Síguelo, perro del otoño, lame esa mano, el hueso conmovido de la última piedad; síguelo, ¡Oh centro pedregoso del otoño, animal del otoño, centro grave,

robusto del otoño!

Es el desesperado, recién salido, pálido desertado de tus tardes.

Noche, tú de algún modo le conoces. Por unas cuantas horas

permite, al fin, dormir a William Blake.

Cántale, susúrrale un fragante cuento; déjalo reposar en tus aguas,

que despierte remoto,

sereno, madre, en tu heredad de frío.

El hombre al margen

El no es el hombre que salta la barrera

sintiéndose ya cogido por su tiempo, ni el fugitivo

oculto en el vagón que jadea

o que huye entre los terroristas, ni el pobre

hombre del pasaporte cancelado

que está siempre acechando una frontera.

El vive más acá del heroísmo (en esa parte oscura); pero no se perturba; no se extraña.

No quiere ser un héroe, ni siquiera el romántico alrededor de quien

pudiera tejerse una leyenda;

pero está condenado a esta vida y, lo que más le aterra, fatalmente

condenado a su época.

Es un decapitado en la alta noche, que va de un cuarto al otro, como un enorme viento que apenas sobrevive con el viento de afuera.

Cada mañana recomienza (a la manera de los actores italianos) Se para en seco como si alguien le arrebatara el personaje. Ningún espejo se atrevería a

copiar este labio caído, esta sabiduría en bancarrota.

El que regresa a las regiones claras

Ya dije adiós a las casas brumosas

colocadas al borde de los desfiladeros como el montón de heno en la pintura flamenca,

y adiós también a las mujeres

que más de una vez me conmovieron ──sobre todo aquéllas de ojos color de malaquita──, y los trineos quedaron colgando como gárgolas inservibles en las

ventanas que desde ayer

están cerradas.

Porque el sol me ha curado.

No vivo del recuerdo de ninguna mujer,

ni hay países que puedan vivir en mi memoria con más intensidad que este cuerpo que reposa a mi lado. El sitio ──además── donde mejor

puede permanecer un hombre es en su patio, en su casa,

sin gentes melancólicas que acechen en los muelles

la carne atroz de las pesadillas. Un nuevo día entra por la ventana

──estallante, de trópico──.

El espejo del cuarto multiplica su resplandor. Yo estoy desnudo al lado de mi mujer desnuda, encerrados en esta luz de acuario;

pero éste que huye a través del espejo,

con bufanda y abrigo, escaleras abajo;

el que saluda a toda prisa a la portera

y entra en un comedor atiborrado y se sienta a observar la fachada de una estación de trenes

que el invierno devora

con su lluvia podrida como un estercolero, es mi último espejismo

que ya ha curado el sol, el último síntoma de aquella enfermedad,

afortunadamente transitoria.

Canto de las nodrizas

Niños: vestíos a la usanza de la reina Victoria y ensayemos a Shakespeare: nos ha enseñado muchas cosas. Sé tú el paje, y tú espía en la corte, y tú

la oreja que oye detrás de la cortina.

Nosotras llevaremos puñales en las faldas.

Ensayemos a Shakespeare, niños; nos ha enseñado muchas cosas.

Del carruaje ya han bajado los cómicos. ¿Divertirán de nuevo a un príncipe danés,

o la farsa es realmente un pretexto,

un bello ardid contra las tiranías? ¿Y qué ocurre si al bajar el telón

el veneno no ha entrado aún en la oreja,

o simplemente Horacio no ha visto al Rey (todo fue una mentira)

y ni siquiera Hamlet puede dar fe de que existiera esa voz que usurpaba aquel tiempo a la noche?

Ensayemos a Shakespeare, niños; nos ha enseñado muchas cosas.

En tiempos difíciles

A aquel hombre le pidieron su tiempo

para que lo juntara al tiempo de la Historia.

Le pidieron las manos,

porque para una época difícil

nada hay mejor que un par de buenas manos.

Le pidieron los ojos

que alguna vez tuvieron lágrimas

para que contemplara el lado claro

(especialmente el lado claro de la vida)

porque para el horror basta un ojo de asombro.

Le pidieron sus labios

resecos y cuarteados para afirmar,

para erigir, con cada afirmación, un sueño

(el-alto-sueño);

le pidieron las piernas,

duras y nudosas,

(sus viejas piernas andariegas)

porque en tiempos difíciles

¿algo hay mejor que un par de piernas

para la construcción o la trinchera?

Le pidieron el bosque que lo nutrió de niño,

con su árbol obediente.

Le pidieron el pecho, el corazón, los hombros.

Le dijeron

que era estrictamente necesario.

Le explicaron después

que toda esta donación resultaría inútil

sin entregar la lengua,

porque en tiempos difíciles

nada es tan útil para atajar el odio o la mentira.

Y finalmente le rogaron

que, por favor, echase a andar,

porque en tiempos difíciles

esta es, sin duda, la prueba decisiva.

Hábitos

Cada mañana

me levanto, me baño,

hago correr el agua

y siempre una palabra

me sale al paso feroz

inunda el grifo donde mi ojo resbala.

Fuera del juego

A Yannis Ritzos, en una cárcel de Grecia

¡Al poeta, despídanlo!

Ese no tiene aquí nada que hacer.

No entra en el juego.

No se entusiasma.

No pone en claro su mensaje.

No repara siquiera en los milagros.

Se pasa el día entero cavilando.

Encuentra siempre algo que objetar.

¡A ese tipo, despídanlo!

Echen a un lado al aguafiestas,

a ese malhumorado

del verano,

con gafas negras

bajo el sol que nace.

Siempre

le sedujeron las andanzas

y las bellas catástrofes

del tiempo sin Historia.

Es

incluso

anticuado.

Sólo le gusta el viejo Amstrong.

Tararea, a la sumo,

una canción de Pete Seeger.

Canta,

entre dientes.

La Guantanamera.

Pero no hay

quien lo haga abrir la boca,

pero no hay

quien lo haga sonreír

cada vez que comienza el espectáculo

y brincan

los payasos por la escena;

cunado las cacatúas

confunden el amor con el terror

y está crujiendo el escenario

y truenan los metales

y los cueros

y todo el mundo salta,

se inclina,

retrocede,

sonríe,

abre la boca

“Pues sí,

claro que sí,

por supuesto que sí…”

Y bailan todos bien,

bailan bonito,

como les piden que sea el baile.

¡A ese tipo, despídanlo!

Ese no tiene aquí nada que hacer.

Estado de sitio

¿Por qué están esos pájaros cantando

si el milano y la zorra se han hecho dueños de la situación

y están pidiendo silencio?

Muy pronto el guardabosques tendrá que darse cuenta,

pero será muy tarde.

Los niños no supieron mantener el secreto de sus padres

y el sitio en que se ocultaba la familia

fue descubierto en menos de lo que canta un gallo.

Dichosos los que miran como piedras,

más elocuentes que una piedra, porque la época es terrible.

La vida hay que vivirla en los refugios,

debajo de la tierra.

Las insignias más bellas que dibujamos en los cuadernos

escolares siempre conducen a la muerte.

Y el coraje, ¿qué es sin una ametralladora?

No fue un poeta del porvenir

Dirán un día:

él no tuvo visiones que puedan añadirse a la posteridad. No poseyó el talento de un profeta.

No encontró esfinges que interrogar

ni hechiceras que leyeran en la mano de su muchacha

el terror con que oían

las noticias y los partes de guerra.

Definitivamente él no fue un poeta del porvenir.

Habló mucho de los tiempos difíciles

y analizó las ruinas,

pero no fue capaz de apuntalarlas.

Siempre anduvo con ceniza en los hombros.

No develó ni siquiera un misterio.

No fue la primera ni la última figura de un cuadrivio.

Octavio Paz ya nunca se ocupará de él.

No será ni un ejemplo en los ensayos de Retamar.

Ni Alomá ni Rodríguez Rivera

Ni Wichy el pelirrojo se ocuparán de él.

La Estilística tampoco se ocupará de él,

No hubo nada extralógico en su lengua.

Envejeció de claridad.

Fue más directo que un objeto.

El discurso del método

Si después que termina el bombardeo,

andando sobre la hierba que puede crecer lo mismo

entre las ruinas

que en el sombrero de tu Obispo,

eres capaz de imaginar que no estás viendo

lo que se va a plantar irremediablemente delante de tus ojos,

o que no estás oyendo

lo que tendrás que oír durante mucho tiempo todavía;

o (lo que es peor)

piensas que será suficiente la astucia o el buen juicio

para evitar que un día, al entrar en tu casa,

sólo encuentres un sillón destruido, con un montón

de libros rotos,

yo te aconsejo que corras enseguida,

que busques un pasaporte,

alguna contraseña,

un hijo enclenque, cualquier cosa

que puedan justificarte ante una policía por el momento torpe

(porque ahora está formada de campesinos y peones)

y que te largues de una vez y para siempre

Dos cuentos de Hugo Luis Sánchez

Dos cuentos de Hugo Luis Sánchez

En la feria del libro correspondiente a 2019, se presentó un volumen que recoge las narraciones galardonadas en la edición décimo séptima del Premio Iberoamericano de Cuento Julio Cortázar. En la obra, entre otros textos, aparece el titulado “En el lugar de las sombras”, original del cubano Hugo Luis Sánchez, autor que ha sido galardonado en varios certámenes literarios, tanto en Cuba como en el extranjero. Hoy publicamos en Miradas Desde Adentro dos cuentos de alguien que en lo personal valoro como un amigo y que a los amantes de la buena literatura nos ha entregado obras que, como por ejemplo, las novelas Doble jueves y El puente de coral, figuran entre lo más novedoso del ámbito de las letras cubanas contemporáneas.

Cuentos de Hugo Luis Sánchez

NOTA DE PRENSA

Se informa a la ciudadanía que el horizonte ha desaparecido. Valiéndose de la noche, el enemigo ha obrado de manera pérfida, como nos tiene acostumbrados, y al amanecer nuestras fuerzas han podido constatar a todo lo largo de la Isla que ya no existe la línea del horizonte. Si aquellos que nos quieren destruir piensan que con ello van a mellar nuestra fe en el porvenir, deberían tener por sabido que a nosotros nada nos asusta, que el futuro nos pertenece por entero, que nuestros principios son indoblegables y que, ante todo, estamos consagrados y somos inmortales. A quienes creyeron que veíamos en el horizonte un símbolo de esperanza, también debemos recordarles que la fe va dentro de nosotros mismos, que nos acompaña como la gloria eterna, que la historia así lo ha confirmado y que ningún espejismo, por real que parezca, nos va a engañar. Y aun más, si pudieron en solo unas horas borrar el horizonte, con ello no han hecho más que demostrar que el horizonte fue un invento, una patraña para tratar de engatusarnos y confundirnos. Lo que verdaderamente ha ocurrido es que el horizonte jamás existió, fue una quimera que nos inocularon con la finalidad de alocar nuestra brújula y hacernos adictos a las ilusiones. Nosotros permaneceremos firmes, inclaudicables dentro de las trincheras que hemos cavado en el suelo de la Patria y que, por tanto, son sagradas. Si ya no hay horizonte, son ellos quienes se lo pierden.

EN EL LUGAR DE LAS SOMBRAS

“…solo una transición entre la sombra y el rostro.”

Elogio de la sombra, de Junichiro Tanizaki.

Las aves, es decir, sus sombras, se deslizaron dóciles, como cada mañana en que el viento les permitía planear y había luz, después de que ocurriera lo que ocurrió, aquel resplandor tan blanco, en exceso puro, un día que debió parecerse a tantos otros días.

El macho, quizá el macho, iba delante abriendo camino. Le evitaba esfuerzos a su compañera, la consentía. Su cabeza mostraba forma de lanza, pico puntiagudo; la cola estrecha, semejando una cuña y, luego, aquellas alas enormes, de alcatraz, insertadas muy delante del cuerpo. Era hábil en utilizar las corrientes secretas del aire y en modular sus transparencias. Se le sentía flotar; nada o casi nada de esfuerzo, flotar: el puro placer de flotar.

Ella, puede que la hembra, igual aunque a escala menor y con, digamos, una fuerza sutil, propia de quien se hace llevar sobre un vientecillo, apenas una insinuación, casi una promesa. Eso es algo que se siente, aunque de sombras se trate, y observarla arrastra cierto encanto que calma extrañamente los sentidos y crea adicción ante la suavidad de la brisa, su imaginable textura.

Ambos, macho y hembra, estarían hechos de viento cubierto de plumaje. Es decir, no sería propiamente viento, o sí.

Es ese viento y su profunda y autista transparencia, que no necesita nada, ni dependen de nadie, ni quiere nada como no sea el goce de su propia transparencia y ser cada vez más transparente aunque ya no le es posible: disfruta de toda la invisibilidad.

Buscaban, acaso macho y hembra, el hilo de aire y se entregaban al movimiento bordeando la línea costera, unas veces deslizándose sobre el mar y otras entre piedras y areniscas.

Las sombras no se mojan, tampoco se empolvan; están patinadas con unturas de tiempo y por ese aceite resbala, eso mismo, la intuición del tiempo, el más horrendo de los inventos humanos después de la realidad. El tiempo que se dilata y se contrae, no importa que no exista, le da lo mismo, se dilata y se contrae, sístole y diástole.

Y como las sombras no están hechas para verse de una sola vez, sino con la finalidad de ser presentidas; son anteriores a ese tiempo y a cuanto hay, antecedieron a Dios, no tienen edad y lo van a sobrevivir. Hágase la luz, dijo, y la luz se hizo y con ellas las ilusiones que les son propias y las que no, y cada cuerpo fue presuroso a ocupar su sombra, que ya lo esperaba. El Señor también su tenía sombra, no la mejor, solo sombra, no existen unas mejores que otras, son iguales a secas y fueron las mismas en cualquier caso, con un número limitado, foliadas, similares a la población de las almas, ni una más, ni una menos.

Al clarear, el hombre que miraba las sombras de las aves, de pie bajo el dintel de la terraza, no se atrevía a dar un paso más hacia fuera. Tampoco le ves juntas, empujando el amanecer con sus picos: el día por delante. Eran las primeras sombras. Las sombras que despertaban a las sombra.

Siempre, si era muy necesario, desde donde se situaba podía observar perfectamente a las que damos por sentado duermen o que algunas sombras, algún tipo de sombra, duerme aunque ya se dijo que son iguales. El sueño no establece diferencias, si de sombras se trata.

En su caso no era tan así, a lo sumo su sombra de hombre llegaba al estupor de la vigilia, esa soñolencia vaga entre estar despierto o no estarlo. Las sombras tienen su parentesco con los sueños y sus delirios. Por más que se diga, los sueños, las sombras y también los silencios son ciudadanos de la nada, no existen otros, tampoco hacen falta más. Hay, en abundancia, más nada que todo.

Las sombras, ser sombra da cierto derecho a hablar con propiedad sobre sombras, absorben silencio, eficaz nutriente, y se enriquece de cuanto no se dice. El poder secuestró a los alquimistas para que lograran la fórmula del silencio. Tuvieron éxito en su empeño y aun así continúan batallando. Es su razón de ser.

Con tal piedra filosofal, el amo de la fórmula del silencio, de su espesura, de las tinieblas y opacidades, tendría la eternidad del poder y sería quien determinaría el uso de las palabras jamás, eterno, inmortal… Los amos partían del criterio de que el silencio era neutro o, preferentemente, de que quien calla, otorga.

Por aquel entonces, el hombre sospechaba que el silencio corroía: lo callado, termina por desaparecer y luego pasa a la categoría inmediata y última de nunca haber existido, que es el estado ideal: el silencio, en su cualidad de aniquilador. Lo primero que hizo el silencio fue abolir las fronteras y así facilitar que las sombras se esparcieran a su gusto, con entera impunidad.

Pero estaba equivocado, era todo lo contrario: el silencio añejaba, concentraba mostos, convertía en esencia cuanta cosa enmudecía. El silencio grita, es su única forma de expresión oral, y el grito pasa a eco de su propio eco, se autoengendra, hace pensar en cuando una sombra se mira en un espejo frente a otro espejo y la silueta se repite hasta el infinito, hasta el eco tartamudo del eco.

Y, además del grito, el silencio deja un testimonio. La sombra escribe en Braille, el silencio lee, tiene en la punta de los dedos las yemas de la noche y conoce el idioma de las ausencias, dueña del más vasto diccionario de cuantos se conocieron antes de que ocurriera lo que ocurrió y un soplido licuara el interior de todo lo vivo, quebrara el aire un día que debió parecerse a tantos otros días de siempre.

Respecto al silencio, es preciso saber que era rotundo y no se debía a que las sombras, sobre las que se había sedimentado, fueran insonoras, o sí lo eran: sucede que en el presente no había nada que sonara, ni siquiera ese rap rap rap de cuando estas aves pescaban. Luego del gran resplandor, el flash inmisericorde, el viento hirviendo… no hubo nada más que emitiera sonido alguno.

Y no había nada que sonara excepto el viento, el estremecimiento sobre el mar, ese silbido, su travesía; la persistencia cansina de las olas, llegan, van, murmuran… y las pulsaciones de la noche. Lo demás es lo que se escucha del propio silencio, su callada resonancia.

Pero da igual, lo importante consistía ahora dar vueltas a la noria de los días y es ahí, justo al hombre ver aparecer las aves, que surgía la sombra aplastada de lo que debió ser el techo de la terraza de su hogar. Solo lo compartía consigo mismo, la soledad es su fuerte, su avaricia, su lingote de oro. Entonces estiraba una mano, cualquiera, y asomaba una sombra alargada, cinco dedos chinescos, una palma; luego la muñeca, el antebrazo, aparentando trazos de Modigliani, y la detenía ahí.

Si llovía, se apresuraba a extenderlas, una primero, otra después, fuera de la casa. Las gotas caían en la sombra y hacían check marks, muchos. Era un deleite, aunque las sombras, está dicho, son impermeables incluso a esta lluvia ácida que cae desde que ocurriera lo que ocurrió, un estallido de sol.

Desde entonces, sabemos que alguien existió porque dejó su sombra impresa donde antes se hallaba, sentado en los peldaños de una escalera, en una pared que le quedaba de fondo… aunque algunas, las menos inconsistentes, se ha ido borrado con los años quizá porque nunca llegaron a ser sombras del todo o fueran las sombras de lo innombrable.

Antes, el hombre que observaba las aves tuvo otro goce, ya no. Le fascinaba ir a Distopía, la fábrica a él asignada.

Uno miraba al Ojo que registra el código del iris y luego de ello, si todo estaba bien, porque todo como es costumbre tenía que estar extremadamente bien, escuchaba una voz mecánica que indicaba “Pase” y el portón se abría, él ingresaba, seleccionaba de las taquillas su overol personal, con el número 6079, y con ello adquiría el derecho a trabajar una jornada de ocho horas, que se interrumpían cada dos para escuchar el lema “Arbeit macht Frei” y repetir el lema “Arbeit macht Frei” .

Se podían añadir dos más. La solicitud se hacía a la hora laboral 7. Al Ojo, ubicado frente a cada obrero se le anunciaba: “Necesito trabajar horas adicionales”. Si se le concedía, era posible entonces permanecer más tiempo en la fábrica. La jornada extra no incluía lemas y esa era la única desventaja.

Ingresar a la fábrica lo autorizaba a ser un algo, adoraba ser un algo, el infinito placer de ser una obsolescencia programada, que nadie pareciera advertir su presencia gracias a que habrían más, muchísimos más para su reemplazo y, sobre todo, ¡eso sí!, idolatraba su Máquina de Tiempos Modernos.

Al pensar en ello, en ocasiones se decía que ser un algo era lo que todos y cada uno habían sido: iguales en una estera de la máquina. Una vez y otra vez y otra vez, que nada cambiara, que nada perturbara la perfección de la sociedad y pensar únicamente en la repetición de lo mismo con lo mismo: la gloria en una estera.

En cuanto a él, vale aclarar que prefería inventarse a sí mismo, no implicaba riesgo alguno. El procedimiento era idéntico: como un algo, todos y cada uno, más cada uno, habían sido imágenes de ellos, semejantes los unos a los otros: no amaos, semejantes.

Además creía parecerse a un algo afín a los polinesios, lo que vendría a ser un algo más. Pensó en llamarse a sí mismo “gente” y es que como ellos mismos, por creerse gentes de islas, no sabían de la existencia de alguien más, solo ellos en sus universos. No, no existían, era “gente”. Igual que en el pasado, antes del día que debió parecerse a tantos otros días de siempre, él también fue gente y lo desconocía.

Se sentaba erguido delante de la Máquina de Tiempos Modernos y apretaba el botón del encendido. Por la estera, pasaban las igualdades en fila, de una en fondo, un ejército ordenado y anónimo, las cosas anónimas pierden su veneno connatural. Desfilaban delante de sus ojos y solo el cansancio era capaz de hacerle levantarse de ahí. La seductora impresión de repetir lo mismo, el placer del que Sísifo, indiscreto, codicioso y falso, no quiso reconocer su complacencia y calló para no salirse del mito.

Después de la máquina de igualdades, fueran las que fueran, sentía una predilección especial por las columnas de la fábrica. Esta columnata era su mayor predilección inconfesable. En fila infinita, una detrás de otra, estaban hechas del humo de la propia fábrica y se expandían y expandían hacia el cielo hasta el momento en que lo tocaran, fueran sus pilares, y siguieran más allá y llegaran a su destino, más allá del color, desde donde vino lo negro.

Pero había algo más que podían merecer quienes trabajaran en la fábrica y lo hicieran excepcionalmente bien. Se trataba de la Píldora del Día Final. En un acto solemne, el escogido en esa ocasión, se colocaba un guante blanco en la mano izquierda y ahí se situaba, cuidadosamente, la píldora. Luego vendrían los aplausos.

El hombre había merecido la suya. La llevó a casa, pero cree que llegado el momento, el día en que ocurrió lo que debió ocurrir y los rastros de una inmensa luz se filtraran por todos lados, no le dio tiempo a tomarla y ese viento caliente que lo desapareció todo, también se llevó su píldora, que era su medalla, su diploma, su gallardete… Solo cree que quizá fue así y seguro que así no fue.

Distopía puede que ha dejado de existir, ya no está más; la sombra de la fábrica sí, debe. En caso de que algún día se atreviera a salir de la casa, iría únicamente a ver a la fábrica. Como quiera que sea, a él ya no le es dado esperar algo mejor y, bueno, también es cierto que un hombre no puede saltar fuera de su sombra, tanto es así que tampoco dentro. Es ley y se acata que viene de ese verbo tan hermoso que es acatar: Yo acato.

Si se atreviera a salir fuera de casa, lo haría, ya lo ha pensado muchas muchas veces, caminando con extremo cuidado no fuera ser que en una distracción pisara alguno de los limpios abismos de sombras dentro de las sombras y fuera absorbido por ese remolino, que gira contrario a las manecillas del reloj –es que contradice el tiempo y hace que el futuro determine al pasado– y fuera a parar ya mareado de tanto girar, a lo más profundo de la nada.

En este momento resulta obligatorio no ignorar que en el estadio de las sombras es innecesario presuponer. El cuerpo precisa presuponer, lo requiere para continuar, así fue concebido. Al vacío se lanza el suicida presuponiendo que no le brotarán enormes alas de alcatraces y podrá cumplir con su propósito de dejar los sesos esparcidos en el pavimento. Como es de presuponer, no se puede subvertir ese pensamiento, el cuerpo no entendería siquiera su propia existencia ni el hallazgo de la muerte. Los hallazgos.

Pero la vida, esta después del fogonazo que dio lugar a una inmensa nube y no aquella anterior, resultaría más fácil en caso de que los humanos se hubieran ocupado de hacer un catálogo de sombras.

Uno veía las sombras de las aves, buscaba su correspondencia, digamos en un libro o lo que fuera, y sabría, en su caso, con qué pájaro se identificaba. Para el plumaje, escogería el ocelado, se inventaría que fuera de gorguera roja o amarilla; fantasearía sobre la forma de los ojos, los festones, el barreteado de las alas; sus distintos volúmenes y no exclusivamente esa negrura aplanada que asemeja a todas las sombras, a excepción de la forma, esa es distinta, aplanada y distinta.

La sombra implica profundidad y su naturaleza resulta de por sí densa, en cambio no pesa. En este punto, es bueno dejarlo en claro.

Ese libro de sombras, o lo que fuera, seguro nunca existió. Antes no hacían falta estudios de las sombras. Como quiera que sea, si el libro hubiera existido, hoy sería sombra.

Los únicos colores que quedaban, además de los propios de las sombras, de los claroscuros por el valor de los contrastes y la pereza de sus pausas y del lapso que va de una sombra a la otra, eran todos los del cielo, el mar y los astros y, a modo de memo, los del camino del arco iris al paso por polvo de agua. Así fueron los rojos, naranjas, amarillos, verdes, azules y violetas, tres primarios, tres secundarios, al sellar el convenio de lo divino con la tierra.

La forma y su forma. Las sombras sí saben de compenetración, la fusión es su don. El hombre pensaba mucho en ello. Una sombra se une a otra, adopta su forma o entre ambas crean una nueva figura. En cuanto se separan, en caso de que lo hagan, cada una vuelve a ser lo que era, sin nada de la otra sombra, ni un resquicio de aquella unión, así jamás hubiera sucedido.

Lo que ocurrió debió venir de arriba, como una máquina que aplastó las imágenes sobre sus sombras, finamente. Se acepta el que las sombras carezcan de volumen, su reflejo interior no lo requiere. Aplastó, no, es más correcto decir que impregnó de imágenes las sombras en una superficie tersa, como aquella de la silueta en los peldaños, formada por la superposición de estratos de oscuridad estancada. El hombre que observaba las aves guardaría hoy para sí esta expresión: impregnó de imágenes las sombras.

Además de recordar a la fábrica, la estera y ser un algo, él tenía otra pasión: volvía, por una cosa o por la otra, sobre el recuerdo de su película predilecta, una en que sobrevivieron muy pocos y por un corto tiempo corto. On the beach. El capitán Dwight Towers, jefe del submarino nuclear Sawfish, 623, recibe una señal de telégrafo y va en su búsqueda. Sigue el indicio, parte de Melbourne y llega a San Francisco, en California. Es enero de 1964.

El comandante de la nave observa por el periscopio. Ningún vehículo por el Golden Gate, en la Cuesta de las Hortensias, en el Barrio Chino; ni bajando o subiendo de un vagón en Powell Street. Lo pasa a sus subalternos. Las esperanzas tocan a su fin.

Se vuelve a sumergir y sigue la señal, esta vez rumbo a San Diego. No logran decodificar la letanía del cifrado Morse, transmitido a un mundo untándose aceleradamente de sombras. Se entiende a secas “agua” y “conectar”, a lo sumo.

Un tripulante desciende en misión de reconocimiento con escafandra radiológica y dos tanques de oxígeno. Recorre la ciudad hasta dar con la oficina de una refinería desde donde se emiten las claves. Halla una botella casi vacía enredada en el tirante de una persiana, que el viento mueve y la hace golpear la tecla del telégrafo. Es cuanto queda de la vida. Apaga el marinero el generador de la planta y retorna al sumergible. La nave emprende el camino de vuelta a su base en Australia. Eso era todo. Así de singular su filme predilecto.

Ser sombra no es malo. Las sombras no sienten, es decir, no sufren ni padecen; no comen ni son comestibles. Pero sí tienen temperatura. Las del día, templadas; las de la noche, frías y de alguna manera guardan el calor del momento del gran impacto. El sol alto, más cálidas; la Luna llena, más frescas.

Y, si uno mira una sombra desde la comprensión que solo puede tener una sombra de otra, nota con facilidad que reverbera, sobre la sombra flota una nata de temblor umbrío, casi inmaterial, como de algo que estamos a un paso de entender.

Además, tienen olor, un olor que no acepta medias tintas: o se siente o no se siente. Si no se siente, es peor, es un olor invisible: está y no está y tan así que se hubiera podido tocar, de saber hacerlo.

También es sabido del juego de la luz y la sombra y que en días de Luna negra existe un tipo de sombra sin luz, solo que no se deja ver y, por comportarse de esa manera, resulta imprudente mantener tratos con ella. El hombre la evitaba, por esa misma razón.

En cuanto a la de las estrellas, dan una sombra muy peculiar. Es la memoria de una luz tan antigua que ya sabe cuándo habrá de ocurrir el resplandor que debió caer aplomado desde el cielo. Nos pudieron haber advertido, han descrito que el centelleo es su lenguaje, y no lo hicieron. Total, de nada hubiera servido.

Nadie recuerda el momento en que descubrió por primera vez una sombra, la suya o la de alguien, y si lo hubiera recordado entonces comprendería enseguida que antes ya la había visto, una y otra vez, aquí y allá, en las parcelas de la memoria, en sus estancos.

Por lo demás, con las sombras nada anda mal y, mientras exista luz y aun cuando no exista, sombras habrá y si la oscuridad llegara a ser perpetua, permanecería el recuerdo errante de lo que fueron las sombras, como ahora de lo que fueron los cuerpos, en caso de que subsista alguien para acordarse o ellas se reserven para cuando vuelva a ver alguien para recordar y las sombras sean una sola sombra, la sombra de las sombras y de esa forma se tenga finalmente una opinión favorable de la que no se ve.

Terminado el ejercicio de imaginarse lo que fue su jornada laboral en Distopía, le quedaba a él esperar al atardecer, seguir su costumbre de detenerse en el vano de la terraza para ver el regreso de las aves, esta vez batiendo enérgicas las alas, extendidas, imitando pardelas, y es que la brisa de por las tardes les iba en contra y aun así se las agenciaban para planear utilizando el viento que hacen las olas con su parte anterior. Debían regresan con el buche lleno de sombras de eglefinos y anchoas.

Antes, él se la pasaría andando por la casa. Lo que más le regocijaba era caminar sobre las cruces cambiantes que en el piso proyectaban los marcos de los vidrios de donde estuvieron los ventanales. Y lo prefería porque le facilitaba pensar que si las sombras de las aves estaban completas y las de su casa por igual, la suya propia también debería estarlo.

Mejor lo inventaba, no implicaba riesgo alguno. El hombre que observaba las aves, veía la sombra de sus pies, es curioso hasta qué punto los pies son tan personales como lo fueron las huellas dactilares o el rastro del iris, y seguro que en algún lugar debía aparecer su tronco, su cabeza, el resto del pesado y perfecto equipaje del cuerpo… solo que en cuanto suponía dónde debían asomar, de inmediato miraba hacia otro lado.

Los que pudieran haber sobrevivido, de seguro aprendieron a adiestrar sus sombras antes de que todo y ellos mismos fueran sombras nada más.

Ese debió ser el origen de todo, antes de que fuéramos solo sombras y las dudas estuvieran prohibidas: elegimos, eso mismo, mirar hacia otro lado y esperar, sin impaciencia, a que el olvido no demore.

A Winston Smith, por obvio.

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