Categoría: Artes Visuales

Gracias por tu obra, Gerardo Mosquera

Gracias por tu obra, Gerardo Mosquera

La cultura cubana está en deuda con Gerardo Mosquera. Y no solo ella, sino además un numeroso grupo de creadores de nuestro país que si hoy son conocidos a escala internacional se debe a lo hecho hace años por ese crítico y curador. Lo que se dio en llamar en los años ochenta “renacimiento cubano del arte” no hubiera sido posible sin el acompañamiento teórico en su momento de este hombre, hoy apenas mencionado en el contexto nacional por las instituciones culturales y los medios de comunicación. Por supuesto que ello no sorprende a nadie pues ya sabemos del proceder del Estado y sus dependencias en Cuba con aquellos que no responden ciegamente a los designios oficiales. Lo triste es que idéntico silencio se produce también en la comunidad de artistas radicados mayoritariamente en la diáspora y que han conseguido ubicarse en determinado peldaño del mercado de las artes plásticas, cierto que gracias al talento individual que cada uno de ellos posea, pero también debido al espaldarazo recibido de inicio de parte de Gerardo Mosquera. Pero en fin, con las glorias se olvidan las memorias.

Afortunadamente, Mosquera no necesita en lo más mínimo del reconocimiento ni de las instituciones cubanas ni de sus compatriotas artistas. Como curador, él ha logrado trascender el ámbito nacional y ejercer su erudición en disímiles rincones del mundo. Una nueva prueba de sus muchos resultados la encontramos por estos días: la editorial española Cátedra ha publicado el libro Arte desde América Latina, una antología de textos de Gerardo Mosquera, la cual abarca trabajos suyos que vieron la luz en la década de los ochenta, hasta ensayos que circulan por primera vez. El volumen contiene también más de un centenar de ilustraciones y estuvo prologado por el investigador griego, radicado en Australia,Nikos Papastergiadis, un teórico de obligatoria consulta en lo relacionado con temas como el de la globalización y el multiculturalismo. Por su parte, el artista mexicano Pablo Helguera fue el encargado de ilustrar la portada.

Una de las cosas que más me llama la atención del libro es que aquí las fronteras geográficas se vuelven difusas, realidad que se ha ido imponiendo poco a poco, al margen de que algunos no se percaten de ello. Así, New York es en la actualidad un epicentro fundamental del arte «desde América Latina». Igualmente, artistas europeos, estadounidenses, africanos o asiáticos son partes de un proyecto de arte público, llevado a cabo en Ciudad Panamá, a la par que los latinoamericanos realizan sus creaciones en sitios como Melbourne, EEUU, Madrid o París.  Ese es el caso, por ejemplo, de la importante creadora cubana Tania Bruguera, artífice de la fundación del Immigrant Movement International, en Astoria, Queens, proyecto comunitario harto interesante y que ya tiene una década de existencia. En dicho proyecto ideado por Tania, los inmigrantes, fundamentalmente los hispanos y los indocumentados, reciben gratuitamente clases de inglés, asesoría legal y asisten a talleres de creación artística.

Como era de suponer, en el libro lo relacionado con Cuba ocupa un buen espacio de todas las páginas. De tal modo, podemos leer estupendos ensayos acerca de Portocarrero y Amelia Peláez,  una entrevista que Mosquera le hiciera a Wifredo Lam, así como un grupo de textos sobre creadores pertenecientes a la generación de los 80, protagonistas del parteaguas que para la cultura cubana representó aquel movimiento iniciado con Volumen 1. Pero Gerardo no se queda únicamente en compilar materiales que discursan en torno al pasado sino que se mete de lleno en el abordaje (siempre desde el pensamiento lúcido) de problemáticas contemporáneas como resulta el «artivismo» que en el presente despliega la antes mencionada Tania Bruguera dentro de la propia Cuba, desde la premisa de incentivar tanto la participación cívica como el diálogo político en nuestro país.

No falta en esta obra publicada por la editorial española Cátedra una aproximación a la Bienal de La Habana, fundada en 1984 y que notablemente contribuyó en una etapa a la internacionalización de las producciones culturales de este lado del mundo. Como explica Gerardo Mosquera, ese proyecto tuvo en sus inicios un enfoque globalizador. No está de más recordar que la misma comenzó cinco años antes de que fuese inaugurada la célebre Le Magicians de la Terre, en el Centro Pompidou en París, que vino a ser una suerte de continuidad de lo que se comenzó en La Habana, aunque a estas alturas del siglo XXI y dado el estado actual de la bienal habanera poco o nada se hable de ello.

Ahora bien, el plato fuerte de una propuesta como la recogida en las 384 páginas de arte desde América Latina viene dado, según mi parecer, por la expresa renuncia al encasillamiento en atributos nacionalistas, algo que tanto daño ha hecho a nuestros pueblos, incluido el cubano. Aquí lo entendido por autóctono no entra en contradicción alguna con lo internacional.

Como queda claro tras leer los argumentos de Mosquera, lo llevado a cabo en este lado del mundo en los últimos años se ubica en los circuitos globales sin la más mínima apelación a determinados regionalismos.  Estamos ante una propuesta artística que participa de un modo fluido en los circuitos establecidos para ello. Con razón, en el prólogo de la compilación, Nikos Papastergiadis  expresa que el artista latinoamericano contemporáneo ha dejado de percibirse a sí mismo como alguien que pertenece a la periferia. Sucede que la oposición entre lo local y lo universal hoy es asunto del pasado.

Antes de concluir, quiero reproducir la nota promocional que en relación con este libro de nuestro compatriota ha puesto en circulación Cátedra Ediciones Grupo Anaya en Internet:

«Podría resultar paradójico que quien en 1996 se pronunció «contra el arte latinoamericano» agrupe ahora en este libro algunos de sus escritos sobre el arte en la región. No es así: la obra de Gerardo Mosquera ha contribuido a superar una noción totalizadora y reductora no solo del arte creado en América Latina, sino del continente mismo. Lo prueban los ensayos reunidos en este volumen, buena parte de los cuales no habían aparecido en castellano, que muestran a un pensador que no se resigna al arte con apellidos y trabaja inmerso en los procesos y eventos de la cultura contemporánea.

«El libro sobrepasa el ámbito latinoamericano para discutir problemas globales. Nikos Papastergiadis ha señalado que una de las lecciones que nos ofrece es la de «modificar el papel del artista en la periferia: pasar del que imita lo dominante para acceder a lo universal, al que produce contenido universal a nivel local. Por tanto, ofrece una metodología distintiva». Es el nuevo paradigma del «desde aquí», defendido por el autor: los contextos son ahora actuados más que mostrados.»

Por último, quiero dar gracias a Gerardo Mosquera no solo por este libro, que ojalá alguna vez se publicase en Cuba, sino por lo mucho y bueno que él ha hecho durante más de cuarenta años en pro de enseñarnos el modo en que el arte contemporáneo echa mano a los contextos, tanto culturales como sociales, para intervenir en el presente que nos ha tocado vivir.

Dos muestras transitorias en el Museo Nacional de Bellas Artes

Dos muestras transitorias en el Museo Nacional de Bellas Artes

Poco a poco La Habana va retomando el ritmo de su vida cultural. Después de meses de obligatorio cierre de teatros, cines, museos y galerías, las puertas de tales instalaciones van abriéndose y reanudando la programación que les caracteriza y que permite el enriquecimiento espiritual de los moradores de la capital cubana y de los visitantes a la ciudad

Desde el pasado 9 de octubre el Museo Nacional de Bellas Artes, ubicado en Trocadero entre Zulueta y Monserrate, Habana Vieja, tiene a la disposición de los amantes de las artes visuales dos muestras transitorias. Se trata de Firmeza, de la fotógrafa Marta María Pérez, y de la exposición colectiva denominada La Habana. La exhibición de ambas muestras había quedado interrumpida en marzo del presente año 2020 por causa de la pandemia de coronavirus que ha afectado a Cuba y a otros 184 países del mundo.

Firmeza, según ha trascendido, ofrece una panorámica del quehacer de Marta María Pérez en el período comprendido entre 1983 y la actualidad, a través de 57 fotografías y 10 videos, la casi totalidad de ellos nunca antes presentados en Cuba, dado que desde inicio de los noventa de la anterior centuria, la creadora reside en México.

Por su parte, en la otra muestra, la exposición colectiva La Habana, asistimos al quehacer de un equipo de curadores integrado por Niurka Fanego, Manuel Crespo y María Lucía Bernal, que reunió en «La Habana» unas 150 piezas pertenecientes a las colecciones del Museo, las cuales ofrecen de conjunto y mediante las diferentes manifestaciones de las artes visuales, una visión de la ciudad a través del tiempo.

Tomás Esson vuelve por sus fueros

Tomás Esson vuelve por sus fueros

Quienes vivieron en La Habana durante la segunda mitad de los ochenta o los que son estudiosos del devenir de la historia del arte en Cuba conocen de sobra la importancia que en aquella movida tuvo Tomás Esson, nacido el 8 de febrero de 1963 y de nombre completo Juan Tomás Esson Reid. En el conjunto de su obra creativa de esos años y expresada en la pintura, el dibujo y la instalación, hay dos cuadros a los que siempre habrá que retornar, ya sea para aprobarlos o rechazarlos, pero nunca para obviarlos. Me refiero, claro está, a “Mi Homenaje al Che” (1987) y “Patria o Muerte. Europe” (1989). 

La intensidad con que las dos citadas creaciones plásticas y en general muestras suyas como A tarro partido (1987) y Patria o Muerte, (1989), esta última efectuada en el Castillo de la Fuerza (y en la que además de Esson intervinieron Carlos Cárdenas y Glexis Novoa) transgredían la solemnidad y constricción que ha caracterizado por decenios la representación de lo político en Cuba. Tal tipo de discurso ideoestético hizo que en su momento se generasen profundas discusiones sobre la legitimidad o no que tenía un artista para hacer algo así en el contexto cubano. Estoy convencida de que si en La Habana de 2020 se volviese a exponer el cuadro “Mi Homenaje al Che”, un óleo sobre tela de 170 x 200 cm, se generaría idéntico escándalo al acaecido hace alrededor de 33 años, con la diferencia de que en el presente no habría una polémica  a la altura de la que por esa época se produjo. Y es que Carlos Aldana Escalante, al margen de ostentar el mérito de ser uno de los mayores hijos de puta que ha tenido la burocracia cubana, desde su puesto al frente de la esfera ideológica partidista propició un debate entre intelectuales y funcionarios que tras su defenestración jamás se ha vuelto a dar.

La salida de Cuba a inicios de los 90 de Tomás Esson y de la inmensa mayoría de los que fueron protagonistas del llamado Renacimiento Cubano del Arte no podrá verse como el resultado de una decisión natural, sino inducida o impuesta. La censura ideológica ejercida en aquel momento registró notables influencias en la vida pública. El Estado, visto como institución paradigmática que detenta el poder simbólico, económico y coercitivo, o como una estructura que se construye a lo largo del tiempo, siempre ha de tener influencia (mayor o menor) acerca de la experiencia y la vida de los individuos y puede afectarlas e incluso crearlas.

Así, cuando Tomás Esson pasó a residir en Miami y a enfrentarse a la cruda realidad de esta ciudad del sur de USA, tuvo que abandonar en un momento determinado su obra conceptual desarrollada en Cuba (híbridos de bestias y humanos, catalogables como engendros en actitudes en no pocas ocasiones vociferantes) y dedicarse a algo vendible en el mercado, es decir, el retrato y el paisaje. La llamada “Ciudad del sol”, ideal para hacer dinero pero nunca buena para generar cultura, nada tenía que ver con esas mujeres-monstruos salidas del pincel de Tomás, bien distantes del recordado body-building de los años ochenta y sí cercanas a la apariencia grosera, la vulgaridad circundante, la agresividad callejera o doméstica que él no representó directamente pero que sí le funcionó como arquetipo.

Por mi experiencia personal sé de los tremendos cambios que tenemos que darle a nuestras vidas, en el instante en el que optamos por irnos de Cuba. Yo, por ejemplo, me gradué de Historia del Arte y soñaba con ser una renombrada curadora. Sin embargo, al llegar a Miami tuve que renunciar a mi vocación y convertirme en publicista, de lo que no me arrepiento. Por supuesto que ello no ha implicado la renuncia a mi amor por las artes visuales y en especial, por la obra de contemporáneos de mi generación como Tomás Esson. 

Nunca olvidaré la impresión que me dio ver allá por los tempranos 90 en la Sala de Arte Contemporáneo, ubicada en el edificio de Arte Cubano en la calle Trocadero, el cuadro de Esson titulado “La gallina del tutú rosado”, un óleo sobre tela de 176 x 136 cm y que me empujó a indagar en otras piezas suyas como “Spoulakk” (1987) y “Talismán” (1989)

Como que la experiencia es un viaje de eterno retorno, llegó el instante en que Tomás Esson se hartó de esa clase de pinturas de retratos y paisajes que tenía que hacer en Miami, por lo que se fue a New York para allí reencontrarse y dar vida a un nuevo proyecto creativo, mucho más cercano a sus intereses iniciáticos, la serie Wet Paintings.

Ahora, desde julio de 2020 y hasta mayo de 2021, por primera vez los amantes del buen arte cubano tenemos la oportunidad de disfrutar en el espacio de un museo de una muestra expositiva personal de Tomás Esson, el mismo que —al concluir los estudios en el Instituto Superior de Arte— por su trabajo de tesis fuese escogido como “el graduado más destacado en lo artístico-creativo”.

La muestra, curada por el crítico de arte y comisario Gean Moreno, Lleva por nombre el de  Tomás Esson: The GOAT y se presenta en el Instituto de Arte Contemporáneo de Miami (Institute of Contemporary Art, ICA, por sus siglas en inglés). En total, se exponen en el ICA diez pinturas, una instalación y un mural concebido a propósito de la muestra, la cual abarca treinta años de la trayectoria del creador.

La curaduría, llevada a cabo por Gean Moreno, parte de establecer tres ejes a fin de organizar la muestra. De ese modo, el interesado puede apreciar el quehacer de Tomás Esson durante los años ochenta en Cuba, así como retratos y paisajes del artista en su etapa diaspórica. De este último período aparecen las piezas pertenecientes a la serie Retratos, hecha en Miami, y otras incluidas en la serie Wet Paintings, realizada en New York.

El título de la muestra, o sea, Tomás Esson: The GOAT, persigue sugerir diferentes modos de leer las marcas autorales –ideoestéticas– que ha ido estableciendo Esson a lo largo de sus tres décadas de fecunda carrera. Prueba de esa destacada trayectoria y que es orgullo para los cubanos y cubanas amantes de las artes visuales (dondequiera que estemos radicados) es que obras suyas hoy se encuentran en las colecciones de instituciones como el Museo Nacional de Bellas Artes, en La Habana; el Museo Whitney de Arte Estadounidense, en New York; el Museo de Arte Contemporáneo, en San Diego; y el Museo de Arte Contemporáneo, en Monterrey, México.

Por último, quiero apuntar que,  como varios críticos han señalado, la muestra Tomás Esson: The GOAT nos convida a reflexionar en relación con la fuerza política y estética de una obra que no se deja disciplinar ni por cánones pictóricos ni por doctrinas. Tal vez de ello provenga la insistencia de Esson en lo grotesco y la desproporción y que hacen de él uno de los artistas cubanos contemporáneos al que siempre habrá que volver.

ANA MENDIETA: LA IMPRONTA DE ECHAR RAÍCES EN SU ORIGEN

ANA MENDIETA: LA IMPRONTA DE ECHAR RAÍCES EN SU ORIGEN

El agravio, la desesperación, la incertidumbre invaden la mente, en el preciso momento en que surge una paradoja entre el recuerdo de las raíces brotadas del lugar de nacimiento con la realidad del lugar a donde fueron a parar. Cuando las raíces se truncan, se cortan abruptamente y se impone otra tierra que no es eficaz para enraizarlas, no puede crecer el sentimiento de pertenencia. Una solución a esta infertilidad de identidad sería partir otra vez desde el inicio para lograr la impronta de echar raíces en el origen.

Ana Mendieta retornó a su tierra materna cubana, en los primeros años de la década del 80 del siglo pasado. Al reconocerse y familiarizarse con sus orígenes, decidió enraizarse en Cuba. Ana realizó conversatorios sobre las nuevas tendencias artísticas con varios jóvenes que integraron el movimiento del nuevo arte cubano de los 80 y produjo varias obras de artes. De esas siembras, la historia de Cuba cosechó la actualización del arte cubano y la presencia del quehacer de una artista cubana-americana.

Su gran legado empezó a nacer en 1981 con su serie Esculturas Rupestres o también conocida como Siluetas Rupestres, las cuales enraizó en el Parque Escaleras de Jaruco –específicamente en un abrigo rocoso llamado Cueva del Águila y en una faja casi perpendicular a una loma -. Las siluetas, además de ser  un ejemplo del vínculo que Ana siempre creó entre su arte y la naturaleza, también conmemoran a las culturas aborígenes de Cuba. La artista se apasionó e investigó la cosmovisión taína a través de los librosMitología y Artes Prehispánica de las Antillas (1975) y Leyendas Cubanas (1978), escritos por José Juan Arrom -profesor de literatura española y latina en la Universidad de Connecticut-

Las obras esculpidas en relieves sobre la tierra y las piedras calizas y delineadas con tintas negras y verde oscuro representan a las deidades femeninas de la cosmogonía Taína, como: I yaré (la Madre), Maroya (La Luna), Guabancex (Diosa del Viento), Guanaroca (La Primera Mujer), Alboboa (La Belleza Primera), Bacayú (La Luz del Día), Guacar (Nuestra Menstruación), Atabey (Madre de las Aguas), Itiba Cahubaba (La Vieja Madre Sangre). Desde el punto de vista formal, todas las deidades contienen como ícono el cuerpo femenino opulento que alude a la maternidad, y en casos como la silueta de Maroya  y de I yaré aparecen definidos los genitales y los senos respectivamente.

Las obras simbolizan el regreso de la humanidad a sus inicios. Cuando la artista retorna al seno natural y al pasado aborigen cubano, pondera los nexos comunes entre su arte y la cultura taína. Su cuerpo femenino fue el vehículo de un discurso relacionado con la violencia de género, el racismo y las identidades subalternas, mientras que la cultura taína idolatró a la mujer y su fertilidad.

Desde el punto de vista biográfico e histórico, también se puede establecer una analogía entre la vida personal de Ana Mendieta y las tribus taínas. Tanto ella como los aborígenes fueron separados de sus entornos naturales y sometidos a convertirse en el otro cultural de una hegemonía eurocentrista.

No obstante, nuestros aborígenes dejaron sus huellas en Cuba con su arte rupestre y Ana tomó el mismo ejemplo. Muchas publicaciones consideran las obras de Jaruco como arte rupestre contemporáneo, alegando que son esculturas realizadas dentro de la naturaleza que representan sencilla e irregularmente los cuerpos de las diosas taínas, sin embargo va más allá de esa noción en la medida en que es continuidad del trabajo que Mendieta venía desarrollando con las siluetas.

La artista funde su arte con la naturaleza de diferentes lugares porque anda buscando su identidad, su pertenencia a una tierra y si se apropió de la mitología taína es porque se sintió identificada con su origen cubano. Por tanto, no es sólo arte rupestre sino también un arte de identidad con motivaciones sociológicas, que intenta establecer canales de comunicación para regresar a su seno materno. (1)

Hoy en día la Cueva del Águila está abandonada y cubierta de maleza, tal es así que la silueta de Guanaroca –realizada en la entrada de la cueva- es casi imposible de localizar. Algunos investigadores y escritores están sobresaltados porque las esculturas se encuentran en peligro de desaparecer debido a la acción de la naturaleza. Sin embargo, por qué mejor no ver ese crecimiento de la vegetación del mismo modo que Nancy Morejón en su poema “Ana Mendieta”.

En un fragmento de la última estrofa referente a las esculturas de Jaruco, la poeta expresa:

(…)

Tus siluetas, adormecidas,

van empinando el papalote multicolor

que huye de Iowa bordeando los cipreses indígenas

y va a posarse sobre las nubes ciertas

de las montañas de Jaruco en cuya tierra húmeda

has vuelto a renacer envuelta en un musgo celeste

que domina la roca y las cuevas del lugar

que es tuyo como nunca. (2)

La naturaleza cubana, útero materno, ha acogido a Ana como una hija auténtica. Si las esculturas son las raíces de su arte sembradas en Cuba, sería lógico y hasta deseable por la artista su integración con la tierra.

De esta acción de retorno se tiene documentación. Son fotografías de las obras -pertenecientes a la colección de la galería Lelong de Nueva York- que se han expuesto en diferentes espacios relevantes bajo el título Esculturas de Jaruco.

Hasta donde se conoce, no corren igual suerte otros eventos en los que se sabe que participó pero no se tiene registro de sus obras presentadas, ejemplo de ello es la exposición colectiva del salón Lalo Carrasco del Hotel Habana Libre en septiembre de 1981 y su exposición personal en el Museo Nacional de Bellas Artes.

Gerardo Mosquera en las líneas finales de su texto “Esculturas Rupestres de Ana Mendieta” alude al primer evento mencionado. Dice Mosquera que Ana fue invitada a participar fuera del concurso del Primer Salón Nacional de Pequeño Formato y en la exposición hundió cinco corazones hechos de raíces de areca en 25 centímetros cuadrados de tierra colorada cubana. Con esta acción performática, la artista empeña su amor a Cuba, a la tierra de sus raíces.

De su exposición personal se sabe que se realizó en el año 1983 y se tituló Geo-Imago, pero en el archivo del Museo nada más existe el catálogo de la exposición con las palabras del curador Alberto Quevedo.

La descripción que hace el especialista de la muestra declara que la misma se basó en cuatro obras: dos fotografías y dos dibujos hechos de tierra negra y roja. En su afán por acercarse a la naturaleza y lo primigenio, Ana utiliza los mismos recursos que nuestros ancestros. Ahonda en los inicios de la historia y de la propia humanidad, al igual que hizo en la serie Esculturas Rupestres.

El catálogo empieza con unas palabras de la artista, las cuales dicen así:

“Durante los últimos doce años mi trabajo ha consistido en establecer un diálogo entre la Naturaleza y el cuerpo femenino. En esto pesa el hecho de haber sido arrancada de mi patria en plena adolescencia y sentirme desgarrada por la violenta ruptura con mi matriz.

Mi arte es la manera con que yo restablezco los lazos que me unen al Universo. Es un retorno a mi tierra, a la madre tierra.

Estos actos obsesivos de reanudar mis vínculos ancestrales son realmente una manifestación de mi necesidad de ser. En esencia, mi trabajo es una reactivación de las creencias primordiales presentes en la psiquis humana.” (3)

Las explicaciones y la retórica de los historiadores del arte son aplacadas ante esta declaración de búsqueda incesante del ser. Ana desnuda su alma y la viste de arte para auto-conocerse y para invitarnos a todos a reflexionar sobre nuestra constitución como seres humanos.

Referencias:

(1) Gerardo Mosquera. Esculturas Rupestres de Ana Mendieta, en Esculturas Rupestres (Catálogo) Nueva York, A.I.R. Gallery, del 10 al 28 de noviembre de 1981.

(2) Nancy Morejón. Ana Mendieta. Disponible en: www.lyrikline.org. Consultado el 30 de octubre del 2018 a las 9:20 am.

(3)  Palabras de Ana Mendieta, en Geo-Imago (Catálogo), La Habana, Museo Nacional de Bellas Artes, abril de 1983.

Bibliografía:

Avendaño Santana, Lynda E. Ana Mendieta: trazas de cuerpo-huellas que obliteran improntas. Pdf descargado de internet.

Benavides, Sofía. Ana Mendieta, una mirada latina y femenina con eco hasta nuestros días. Disponible en: www.infobae.com. Consultado el 25 de septiembre del 2018, 8:47 am.

Cabrera, Yarisleidy. Ana Mendieta: una exponente del arte rupestre contemporáneo en las cuevas de Jaruco. Disponible en:www.jarucoradioweb.icrt.cu. Consultado el 25 de septiembre del 2018, 8:45 am.

Dias Laranjeira, Maira. Ana Mendieta y Las Esculturas Rupestres (1981). Una lectura semiológica.

Furfari, Sergio. Referencias Ana Mendieta, cuerpo transcultural. Pdf descargado de internet.

Gluzman, Georgina Gabriela. Ana Mendieta: Alma. Silueta en fuego, 1975. Pdf descargado de internet.

Gutiérrez Calvache, Divaldo y José B. González Tendero. Arte rupestre contemporáneo. Ana Mendieta y la cueva del águila. Disponible en: www.rupestreweb.info. Consultado el 25 de septiembre del 2018, 9:20 am.

Mosquera, Gerardo. Esculturas Rupestres de Ana Mendieta, en Esculturas Rupestres (Catálogo) Nueva York, A.I.R. Gallery, del 10 al 28 de noviembre de 1981.

Palabras de Ana Mendieta, en Geo-Imago (Catálogo), La Habana, Museo Nacional de Bellas Artes, abril de 1983.

Velasco, Carolina. Ana Mendieta: el cuerpo como campo de batalla. Disponible en: www.elsalto.com. Consultado el 25 de septiembre del 2018, 8:40 am.

Viso, Olga M. Ana Mendieta: Earth body, sculpture and performance, 1972-1985. Hirshhorn Museum and Sculpture Garden, Smithsonian Institution, Washington DC, 2005.

Adiós al maestro René Azcuy

Adiós al maestro René Azcuy

Por Joaquín Borges-Triana

Allá  por la segunda mitad de los años ochenta, cuando en La Habana ninguna redacción de prensa quiso darme trabajo por mi condición de “pobre cieguito”, el único sitio que encontré para ganarme el pan nuestro de cada día fue la Editorial José Martí, en la que su director, mi apreciado Félix Sautié Mederos, me propuso iniciar en nuestro país la publicación de libros en braille. A partir de uno de los títulos que pusimos por entonces en el mercado para las personas ciegas, tuve la posibilidad de interactuar con René Azcuy, a quien se le encargó diseñar la portada del libro. Por supuesto que yo sabía de su historial en la gráfica cubana e incluso, por esa época mantenía estrechos vínculos con su hijo René, quien en 1985 había matriculado la carrera de periodismo, en un traslado procedente de la de física.

Hoy, con varias semanas de atraso, me entero de que el pasado 25 de marzo, el gran diseñador René Azcuy murió en Miami. Valorado por muchos como todo un maestro de la síntesis y el contraste, él fue uno de los máximos responsables de que en el decenio de los sesenta de la anterior centuria, la imagen visual cubana viviese una revolución, con acontecimientos como la creación del departamento de carteles del Instituto Cubano del Arte y la Industria Cinematográfica (ICAIC).

El empleo de la serigrafía, el lenguaje contemporáneo y el estilo personal de los diseñadores asociados a aquel célebre departamento del ICAIC, con nombres como los de René Azcuy, Eduardo Muñoz Bachs, Antonio Fernández Reboiro, Rafael Morante, Antonio Pérez (Ñiko) y Alfredo Rostgaard, queda entre nosotros como una suerte de parteaguas en el devenir de la visualidad insular y ellos se convirtieron en referencia obligada para lo sucedido después en la materia en Cuba.

La cartelística generada en esa época continúa siendo estudiada y venerada por las nuevas generaciones de diseñadores cubanos. Según consenso de los especialistas, uno de los carteles más representativos de por entonces es Besos Robados (1970), del recientemente fallecido René Azcuy y que fue idolatrado por el afamado director francés de cine François Truffaut. Otros trabajos suyos altamente valorados son La última cena, serigrafía realizada en  1976, y  Rita, también una serigrafía pero llevada a cabo en  1981.

Nacido el 28 de abril de 1939, un repaso por su biografía nos indica que él se graduó de la Escuela Nacional de Bellas Artes de San Alejandro en 1955 y de La Escuela Superior de Artes y Oficios, en 1957. Por otra parte, Azcuy cursó también estudios de psicología que, según el propio artista, resultarían fundamentales en el sustrato conceptual que animara su obra.

Junto al intenso accionar creativo que le caracterizase, hay que resaltar su labor pedagógica, tanto en Cuba como en México, país al que emigró en 1992. Así, durante años fue catedrático en la Escuela de Arquitectura de la CUJAE, en La Habana, y luego en los noventa,  en el Departamento de Diseño de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) y de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), en la hermana nación mexicana.

Una de las realizaciones más cercanas en el tiempo entre las acometidas por René Azcuy y en la que logró aunar su amor por la literatura, el cine y el diseño, resultó la creación del proyecto “Gráfica Latinoamericana Siglos 20/21”, exhibido en Miami en el Centro Cultural Español (CCE) en 2009. En el propio año, Azcuy hizo un taller con estudiantes de diseño en el Wolfson Campus del Miami Dade College. Cabe resaltar que el proyecto “Gráfica Latinoamericana Siglos 20/21” ha sido acogido por múltiples universidades y publicaciones especializadas del mundo del diseño.

En un recuento de la vida de este creador, es preciso mencionar su desempeño en los años que fungió como vicepresidente de la sección de Artes plásticas de la UNEAC, en lo que él definía como “su misión”. Entre los muchos reconocimientos que se le otorgaron en vida al maestro Azcuy están la Medalla de Oro José Guadalupe Posada, México; el Primer Premio del Concurso internacional de cine The Hollywood Report, Estados Unidos; y la Distinción por la Cultura Nacional, aquí en Cuba.

Ahora, que ya René Azcuy está muerto y que en nuestro país dicho suceso ha sido ignorado, para los que defendemos el concepto de la memoria cultural de la nación, solo nos queda apostar y trabajar en pro de que el legado artístico de este gran creador perdure tanto en museos e instituciones como en casas particulares, y lo que en mi opinión es lo fundamental,  en la obra de las nuevas generaciones de diseñadores que surgen entre nosotros y que tienen en él a un Maestro con letra inicial mayúscula.

Palabras de José Ángel Toirac

Palabras de José Ángel Toirac

Por Joaquín Borges-Triana

Una nueva edición de la Bienal de La Habana está en marcha y Miradas Desde Adentro no puede estar al margen de este suceso cultural. Por eso, reproducimos una entrevista realizada a José Ángel Toirac, a propósito de su participación en el aludido evento de las artes visuales.

José Ángel Toirac dentro de Lo posible

Por Andrés D. Abreu

José Ángel Toirac no se esperaba ser Premio Nacional de Artes Plásticas en el 2018, incluso aunque ya había estado nominado otras veces. Pero igual no niega que haberlo recibido tan cerca de una Bienal ha facilitado que los curadores canalizaran su obra dentro de ese gran tema de La Construcción de lo Posible y estar invitado a varias  de las más importantes plataformas curatoriales de esta XIII edición de un  evento que considera «tiene que defenderse a capa y espada».

Viejos amigos será la pieza que lo representará dentro del proyecto colectivo Intersecciones, en  Factoría Habana, donde compartirá con otros significativos artistas cubanos como Antonio Eligio (Tonel), Carlos Garaicoa, Los exCarpinteros Alexander Arrechea, Marcos  A. Castillo y Dagoberto Rodríguez,  los hermanos Iván y Yoan Capote, Fernando Rodríguez Falcón y Rafael Villares.

También sumará expectativas al proyecto  La posibilidad infinita. Pensar la nación (en el Edificio de Arte Cubano del Museo Nacional de  Bellas Artes) con la presentación allí de piezas de la colección del MNBA, obras como Relicario, la instalación de 20 pedestales que produjera junto a Marín, y el autorretrato Homenaje a Durero, obra medular en su carrera donde se planteó un discurso paralelo con  el autorretrato que como Cristo-Morfo se realizará Alberto Durero a los 28 años y  que Toirac  revisitó en sí mismo a esa misma edad  a  partir de la foto que Korda tomó de  Fidel en plena Sierra Maestra. También estará mostrando algunos de sus videos y otra parte de su sustancial creación podrá apreciarse en muestras colaterales que se organizan para Fábrica  de Arte Cubano y el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso.

Una presentación especial se organiza en la Fundación Ludwig de Cuba sobre un libro suyo:  «una idea que venía arrastrando hacía mucho tiempo y que se materializó  recientemente con su edición en NY». Considera Toirac que «esta publicación es como una especie de Biblia,  una reescritura de la Historia del Nuevo Testamento con imágenes tomadas de la prensa cubana».

Su espacio de trabajo  estará incluido en el programa Open Studio, una otra posibilidad de recorrer lo que ha producido este artista cubano que no concibe su obra fuera del contexto al que pertenece: «Mi discurso no se da al margen de esta realidad , yo soy un producto de esta realidad, y yo sinceramente pienso que sin contradicción no hay desarrollo posible. Contradicciones siempre van a existir y la sociedad tiene que buscar cómo desarrollarse a partir de superar sus contradicciones. Uno de los roles del artista es poner el dedo en la llaga.»

Desde esa perspectiva Toriac considera que «tener una Bienal debe ser una preocupación de todos porque de lo contrario sería cerrar una tradición. Una bienal no se inventa de ahora para ahorita, hay toda una tradición que no puedes tirar por la borda. El contexto a cambiado, los intereses son otros, las prioridades son otras y la Bienal tiene que ir cambiando con el tiempo y  a la vez ser la misma Bienal. Es importante porque hay que hacer honor al nombre que llevas, y hay que hacer un esfuerzo entre todos para lograrla cada dos años.»

«Esta es una gran posibilidad para el Arte Cubano y lo seguirá siendo, quizás no es la mejor Bienal, pero es la que podemos hacer y es la que se tiene que hacerse. Habrá gente que se oponga, gente que no le ve utilidad, pero hay que estar adentro realmente para apreciar cuanto esfuerzo lleva organizar una Bienal. Y es un esfuerzo que vale la pena, los artistas nos la merecemos, la cultura en sentido general gana con la Bienal, y como Revolución sin cultura no puede haber, la Revolución gana con ella.»

  Tomado de BOLETÍN ESPECIAL BIENAL EN CONSTRUCCIÓN Nro.2/2019.

Vuelve Bienal de La Habana

Vuelve Bienal de La Habana

Por Joaquín Borges-Triana

La XIII edición de la Bienal de La Habana, el mayor evento de las artes visuales de Cuba, se inaugurará el venidero 12 de abril. Este esperado encuentro por los amantes de las artes visuales  contará con una selección de piezas de unos 300 artistas cubanos y de representantes de 52 países invitados.

La nueva emisión de la Bienal de La Habana girará en torno al tema «La construcción de lo posible» y en su nómina de curadores estarán los reconocidos artistas cubanos Manuel Mendive, Roberto Fabelo, René Francisco Rodríguez, José Manuel Fors, José Villa Soberón, Pedro de Oraá, Pedro Pablo Oliva, Eduardo Ponjuán y José A. Toirac, todos premios nacionales de Artes Plásticas.

Según han informado los organizadores de la Bienal, en esta edición habrá una «fuerte» presencia de América Latina, al igual que de Europa y el Caribe, «lo que demuestra el crecimiento del evento como espacio de intercambio y promoción del arte contemporáneo a nivel internacional».

Entre las muestras que se podrán apreciar durante los días de la Bienal están «La posibilidad Infinita», que se instalará en el Museo Nacional de Bellas Artes con seis grandes ejes temáticos; «Intersección» con sede en la galería Factoría Habana y «Detrás del Muro», que ―tras sus exitosas versiones de 2012 y 2015― traslada la creación artística al malecón habanero, con el fin de «hacer del arte un acto cotidiano».

Importante es resaltar que la Bienal también se insertará en instituciones habaneras como los centros de Arte Contemporáneo Wilfredo Lam, el Centro de Desarrollo de las Artes Visuales, el Centro Hispanoamericano de Cultura, la Fototeca de Cuba, la Biblioteca Nacional José Martí, la Casa Simón Bolívar, el céntrico Pabellón Cuba y el Estudio taller Chullima, entre otros.

La Universidad de las Artes (ISA) acogerá las jornadas teóricas en las que habrá exposiciones y talleres impartidos por profesores y recién graduados de esa institución.

Igualmente impartirán talleres intelectuales extranjeros como el paraguayo Ticio Escobar, el portugués Boaventura de Souza Santos y el colombiano, Carlos Jauregui.

En este 2019, el evento trascenderá los límites de La Habana, su sede habitual desde 1984, y se presentarán el proyecto Farmacia, en Pinar del Río; la iniciativa «Ríos intermitentes» de la artista Magdalena Campos, en Matanzas; la muestra colectiva «Mar adentro», en Cienfuegos; y el Festival de Videoarte, en Camagüey.

Asimismo, en la próxima edición de la Bienal volverá a sorprender a todos la intervención del Malecón, solo que en esta oportunidad se presta más atención al proceso de retroalimentación entre los espectadores y las obras, a partir de la inserción del arte en el espacio público.

De tal suerte, habrá un despliegue de la exposición Detrás del Muro antes, durante y después del evento, dado que los espectadores tendrán la posibilidad de participar en los procesos de montaje, las performances, y en los talleres. La exposición no acaba junto con la Bienal el 12 de mayo, sino que continúa hasta noviembre, como parte de la celebración por el aniversario 500 de La Habana.

Por otra parte, el proyecto dedelmu, como se le llama abreviadamente, se extenderá a la Avenida de Puerto, el Prado, el Callejón de los Peluqueros, el solar de La California y la barriada Colón. Participarán 71 artistas de nueve países, entre ellos, la peruano-americana Grimanesa Amorós; los mexicanos José Dávila y Javier Marín; el francés Laurent Grasso, y el español David Magán.

Varios artistas cubanos de la diáspora también son parte imprescindible de este proyecto, como se anuncia desde el mismo título Detrás del muro, y en la ocasión estarán Nereida García y Carlos Martiel, Juan Milanés y Emilio Pérez; Aimée Joaristi y Enrique Martínez Celaya, entre otros.

Entre las obras anunciadas que ya despiertan vivo interés, habrá una escultura de Roberto Fabelo, quien llama la atención sobre los problemas de la cotidianidad, y  la intervención que hará Pedro Pablo Oliva del Hotel Terral con una selección de lienzos y bronces.

Es importante acotar que desde su surgimiento, Detrás del Muro es un proyecto que revalida la intención de transformar la manera en que los seres humanos interactúan con el espacio público.

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