Autor: Joaquín Borges-Triana

Un texto de Carlos Victoria

Un texto de Carlos Victoria

Decididamente, en mi caso personal, tengo que estar agradecido al coronavirus. La solidaridad despertada durante estas semanas de reclusión ha posibilitado que en numerosos sitios de la red de redes se hayan puesto de forma gratuita libros a los que por diferentes razones me ha resultado imposible acceder en el pasado. 

Así, he descargado trabajos de autores como Antonio Benítez Rojo, Ahmel Echevarría, Ena Lucía Portella, Jorge Enrique Lage, Guillermo Rosales, Leonardo Padura o Carlos Victoria. De este último, una figura fundamental en eso que los académicos denominan canon literario cubano, he incorporado a mi biblioteca digital los títulos La travesía secretaPuente en la oscuridad y la colección Cuentos completos, publicada por la editorial Aduana Vieja. Dicho compendio  de narraciones de Carlos Victoria se abre  con un texto que resulta premonitorio de su muerte prematura y que Miradas Desde Adentro pone a consideración de sus lectores.

Génesis 

Carlos Victoria 

Mi padre y mi madre me dieron la vida y han sido en gran medida el centro de mi vida y mi escritura. Mi padre por su ausencia, mi madre por su presencia. Estoy marcado por una lejanía y una cercanía. Por supuesto que hay mucho, mucho más, pero si la muerte fuera una empresa en la que yo tuviera que pedir trabajo, y me exigiera un resumen conciso para darme el empleo, un curriculum vitae de pocas palabras, tendría que dedicarles a ellos dos la mayor parte de ese escueto texto. 

Como escritor al fin (mi vocación empezó desde niño), he tenido conciencia de eso que llaman, y no puedo eludir los lugares comunes, la brevedad de la vida, la transitoriedad de las cosas terrenas. Pero ahora que por primera vez padezco de una enfermedad que puede ser mortal, y el final se presenta como algo palpable, y no como esa imagen nebulosa e incluso levemente deseada (nunca he pensado en la muerte con temor, sino más bien como un hombre con sueño piensa en una siesta, que pospone porque tiene otras cosas que hacer), me pregunto si me queda tiempo para escribir esa novela que calculo tendría unas mil páginas y que llevo en la cabeza desde hace dos, tres años, y de las que sólo he terminado con satisfacción las primeras diez. He eliminado el resto de lo que he hecho hasta ahora, un centenar de cuartillas de calidad dudosa en las que me metí por rutas falsas y que me condujeron a un atolladero, a un genuino callejón sin salida. 

Tal vez yo sobreviva, y llegue incluso a concluir esa larga narración sobre un hombre de Miami cuyo rostro cambia y regresa a Cuba sin que ninguno de sus conocidos pueda reconocerlo. Pero la incertidumbre me obliga a iniciar un escrito más breve, mientras estoy en esta especie de salón de espera. 

Además, en estas circunstancias no tengo ganas de escribir ficción. Me sorprende esta frase. Nunca he podido llevar un diario, ni me ha atraído la posibilidad de una autobiografía. Tampoco sirvo para los ensayos, ni siquiera para los artículos. Soy narrador de historias; eso es todo. La “realidad” de un diario o una autobiografía jamás me ha convencido; si intentara hacer cualquiera de los dos me volvería un farsante. Y sin embargo, me hallo en este sitio donde debo esperar. Y como la ficción me ha abandonado, al menos por ahora, es válido que escriba lo que sienta. 

II 

Empecé por hablar de mi padre y mi madre. ¿Qué tenían en común esos dos seres? Muy poco, si exceptúo la vehemencia. Hoy, cuando ambos ya están muertos, puedo verlo. Este rasgo provocó en los dos resultados distintos. En mi padre, la intensidad se tradujo en pasión por conquistar mujeres, en idealismo (¿o en mera vocación de aventurero? ), al punto de que renunciando a su clase social se integró al ejército revolucionario y ascendió hasta volverse mayor, convirtiéndose más tarde en un miembro de la elite comunista de Cuba. Es decir, que regresó a su clase, con sus poderes y sus privilegios. Por otra parte, la intensidad se tradujo también en alcoholismo. En mi madre, la vehemencia tuvo una consecuencia más rápida y concreta: a los 25 años, poco después de darme a luz, se enfermó de esquizofrenia. Él se adentró de cabeza en el mundo, con sus brillos sociales y sexuales, su cuota de traiciones y lealtades, su complicada red de logros y fracasos, de goces y dolores, de orden y caos, y ella renunció al mundo para internarse para siempre en la cárcel de su imaginación. 

Uno de tantos contrastes: mi padre, según él mismo y casi todos los que lo conocieron, fue un hombre generoso y desprendido (excepto con mi madre y conmigo, algo que se apresuró a admitir cuando viajé a Cuba para conocerlo en 1994), pero fue a la vez fuente de disgustos para sus allegados, por su carácter terco, su fanatismo político y sus etapas de libertinaje, ya que era un alcohólico funcional al que de repente le daba por beber para al final volver a una abstinencia que duraba semanas y hasta meses, hasta la próxima ronda de borracheras. Mi madre, por el contrario, fue una gran egoísta, sin que ella pudiera remediarlo. El egoísmo es marca distintiva del enfermo mental. No hay lugar para la generosidad ni el desprendimiento. 

Pero mi madre, dentro de su egoísmo, vivió completamente para mí, y me integró de forma radical a su universo de dioses y fantasmas. Indiferente a toda realidad, se concentró en sí misma, en su fantasía y en su único hijo. Libre de compromisos sociales, de las mentiras que exigen todas las relaciones, mi madre mostró sin tapujos su verdad. 

¿Qué tengo de ellos dos? La vehemencia, sin duda. Y sí, la generosidad y el egoísmo. La facilidad de mi padre de acercarse a la gente y la necesidad de mi madre de escapar de la gente. Estas contradicciones conllevan un precio que me he visto obligado a pagar, a veces puntualmente y otras con demora. Pero a la larga pienso que he cumplido. 

III 

En el camino de explicarme a mí mismo, pues me doy cuenta de que este texto tiene ese objetivo, es lógico que empiece por mi madre y mi padre. Pero no me engaño: los genes son un fundamento, pero no lo son todo. Además, incluso si lo fueran, ¿cómo aclarar ese lenguaje totalmente cifrado, cómo interpretarlo, cómo desmenuzarlo? Puedo intentar resumir ciertas características de esas dos personas a quienes debo hoy estar aquí, pero al final mi madre es un misterio. Mi padre igual. No hay retrato, por profundo, por meticuloso que me esfuerce en hacer, que dé una idea de lo que ellos fueron, ni tampoco de lo que soy yo. 

¿Qué son los datos, cuando se trata de una vida humana? Poca cosa. Una brújula sin ton ni son que apunta a varios rumbos a la vez. Puedo decir: mi padre fue un alcohólico y yo soy un alcohólico. Mi padre tuvo cáncer y ahora yo tengo cáncer. Si me ciño a esas pruebas, mi padre se vuelve un ser monstruoso, y nuestro vínculo sería el inaceptable del verdugo y la víctima. Puedo decir: mi madre estaba loca y yo heredé, filtrada y transformada, su dolencia mental. Además, más que un hijo yo fui el padre de ella, su enfermero, su bastón, su guardián. Su enfermedad me llevó a usar una suerte de camisa de fuerza. Pero eso sería una repetición del esquema de verdugo y víctima. No es así. No. 

Esos datos tan burdos no definen la trama enrevesada de mi propia existencia, ni de mi relación con ellos dos. El amor por mi madre se convirtió en pesar, pero también en gran realización. A ella le debo posiblemente mi creatividad, mi comprensión de los seres humanos (el que comprende a un loco comprende a todo el mundo), mi visión amplia, en la medida en que una visión puede serlo, de la vida y de las circunstancias. La ausencia de mi padre en mi infancia y en mi juventud, aunque me hizo daño, me evitó el lastre del autoritarismo, que hubiera sido un mal mucho mayor. Y nuestra breve relación, desde el 94 hasta el 2005, el año de su muerte, estuvo matizada por una especie de ironía afectuosa, por una mutua naturalidad que he sentido con pocas personas. El conocerlo, el verle frente a frente, el conversar con él, eliminó casi completamente el rencor que le tuve desde que era muy niño, el resentimiento que me inspiraba esa foto sin rostro, esa figura sin cuerpo ni facciones que había dejado una huella brutal en mi madre y en mí. Es decir, que como en esos libros y esas películas de finales felices, la mayoría ridículos e inverosímiles, yo me he reconciliado con mi madre y mi padre. Eran ellos, con sus limitaciones, los que yo requería. No los cambio por nadie. 

Claro, que no es tan simple. Por ejemplo, cuando mi madre murió, en diciembre del 2000, todo el odio a mi padre que acumulé durante tantos años, y que yo daba por eliminado, resucitó de pronto, implacable y feroz. 

En un puro arrebato irracional no concebía que a mi madre le hubiera  tocado morirse primero. Era el razonamiento de un demente. Durante  semanas me resultó imposible hablar por teléfono con mi padre, por temor a  insultarlo. Pero a los pocos meses, cuando al fin lo llamé, el mero hecho de  escuchar su voz borró una vez más todo el rencor. No tengo explicaciones  para esto. Luego él se enfermó de cáncer y yo fui a Cuba para despedirme. 

Y el Día de los Padres del 2005 me decidí a llamar para felicitarlo. Nunca  lo había hecho antes. Aunque ya lo había perdonado desde hacía mucho  tiempo y, como dije, nuestra relación tenía una calidez y una espontaneidad  extraordinarias, me parecía el colmo felicitarlo en un día semejante. ¿Cómo  podía felicitar a un padre que jamás se comportó como tal desde que nací  hasta que cumplí 42 años? Pero por tratarse de que estaba enfermo, lo hice.

Tuvimos como siempre un diálogo de afecto y simpatía. Al día siguiente mi  padre cayó en coma y murió tres semanas después. 

Estos son apenas momentos. Hubo miles, millones de momentos  distintos en que mis sentimientos hacia ellos dos cambiaron. Sería absurdo  tratar de enumerarlos en este breve texto. Sólo deseo dejar constancia de  que la difícil relación con ambos me ha hecho ser en buena medida lo que  soy. 

IV 

Si hablo de génesis y de cimientos, debo también mencionar a Cuba. Para bien y para mal nací allí. ¿Por qué el lugar de origen influye sobre uno? Sé que hay personas indiferentes a su país natal, y hay otras que se sienten, con todo su derecho, ciudadanas del mundo. Tal vez esa es la actitud razonable. Pero son excepciones. Aunque mi vínculo profundo con Cuba se ha desgastado en los últimos años, esa nación me ha marcado hasta hoy. Allí viví hasta los 30 años, y aunque en etapas, por cansancio o despecho, he sentido que ya no soy cubano, lo cierto es que jamás podría ser otra cosa, a pesar de que desde hace 20 años soy ciudadano norteamericano. 

¿Es que acaso uno espera de la patria lo mismo que uno espera de los padres, quiero decir, protección y lealtad, motivos para enorgullecerse? Al parecer en mi caso fue así. Pero la patria, aparte del paisaje, las ciudades, el  clima y los caprichos de la geografía, se sustenta en gobierno y ciudadanos. Gente. Y es allí donde la patria mía me ha causado una enorme decepción. 

Al igual que mi madre, mi patria se enfermó de esquizofrenia. Y lo que  pude aceptar en mi madre (muy a regañadientes, tengo que confesarlo), no  he podido aceptarlo jamás en Cuba y los cubanos. No quiero añadir más. 

Roles 

La sucesión de roles. En vano he tratado de escapar de su yugo. Los roles definen la conducta, las apariencias, el hablar o el callar, la forma en  que uno se relaciona con los otros o les vuelve la espalda. Los roles que uno asume con conciencia y los que adopta por instinto, o por razones que ni  uno mismo sabe. 

¡Ah, el desfile de roles! El intercambio, la metamorfosis, el círculo  vicioso de los roles. 

Me ha obsesionado ser un yo indivisible, sin fracturas ni máscaras; he  luchado contra el atropello de múltiples personas dentro del ser que  responde a mi nombre. En la época en la que bebía y consumía drogas, me  desgarraba la conciencia de los oscuros Mr. Hydes que dominaban mi  mente y mis acciones. Al menos puedo decir que cuando al fin superé mi  adicción y alcoholismo, las fases más siniestras de mi conducta y de mis  pensamientos en gran parte desaparecieron. 

Y sin embargo, a medida que envejezco, y la enfermedad que padezco  actualmente me ha hecho más viejo en cuestión de semanas, me doy cuenta  de algo que siempre he sabido, pero nunca he aceptado: no hay tal yo  indivisible. La unidad soñada por Parménides es un espejismo cuando se  trata de cada individuo. Entre otras cosas, porque persiste la multitud de  roles. Y yo he asumido los más diversos a lo largo de toda mi existencia, sin  poder evitarlo. Quiero dar de mí mismo una imagen cabal, sin recurrir a la  mentira y a la hipocresía, pero eso es imposible. 

¿Por qué valoro en tan alto grado —y en esto me parezco a mucha gente — la integridad y la sinceridad? ¿Se trata de una ética que nació conmigo,  que aprendí en el camino o que me impuse por mera terquedad? Por  supuesto, está bien que uno intente tenerlas. Pero vivir es interpretar roles, y  esos roles exigen, en el mejor de los casos, ser flexible. 

He aquí algunos de mis roles, y ni siquiera puedo enumerar la cuarta  parte de los que he asumido desde que tengo uso de razón: el rol del  escritor, el del amante, el del solitario, el del buen hijo, el del mal hijo, el  del pecador, el del santo, el del escéptico, el del creyente, el del juerguista,  el del abstemio, el del lujurioso, el del ascético, el del masturbador (uno de  los roles más persistentes desde mi adolescencia), el del responsable, el del  irresponsable, el del fracasado, el del triunfador, el del humilde, el del  orgulloso, el del maestro, el del alumno, el del voyeur (otro rol persistente),  el del tímido, el del audaz, el del rencoroso, el del perdonador, el del  pensador, el del irracional, el del entusiasta, el del indiferente… y así puedo  seguir hasta el agotamiento. 

Pero basta. 

Prefiero seguir escribiendo ficción.

Reflexiones de Slavoj Žižek a partir del coronavirus

Reflexiones de Slavoj Žižek a partir del coronavirus

El fenómeno del coronavirus ha generado no pocas reflexiones en el ámbito del pensamiento contemporáneo. Para hoy, Miradas Desde Adentro propone un texto de Slavoj Zizek, publicado inicialmente en Russia Today, el pasado 27 de febrero.

Nacido en Eslovenia en 1949, Zizek es filósofo, sociólogo, psicoanalista y crítico cultural. En el presente se desempeña como director internacional del Instituto Birkbeck para las Humanidades de la Universidad de Londres.

Coronavirus es un golpe al capitalismo al estilo de ‘Kill Bill’ y podría conducir a la reinvención del comunismo 

Por Slavoj Žižek

La propagación continua de la epidemia de coronavirus también ha desencadenado grandes epidemias de virus ideológicos que estaban latentes en nuestras sociedades: noticias falsas, teorías de conspiración paranoicas, explosiones de racismo. 

La necesidad médica fundamentada de cuarentenas encontró un eco en la presión ideológica para establecer fronteras claras y poner en cuarentena a los enemigos que representan una amenaza para nuestra identidad. 

Pero quizás otro virus ideológico, y mucho más beneficioso, se propagará y con suerte nos infectará: el virus de pensar en una sociedad alternativa, una sociedad más allá del estado-nación, una sociedad que se actualiza a sí misma en las formas de solidaridad y cooperación global. 

A menudo se escucha especulación de que el coronavirus puede conducir a la caída del gobierno comunista en China, de la misma manera que (como el mismo Gorbachov admitió) la catástrofe de Chernobyl fue el evento que desencadenó el fin del comunismo soviético. Pero aquí hay una paradoja: el coronavirus también nos obligará a reinventar el comunismo basado en la confianza en las personas y en la ciencia. 

En la escena final de ‘Kill Bill 2’ de Quentin Tarantino, Beatrix deshabilita al malvado Bill y lo golpea con la “Técnica del corazón explosivo de la palma de cinco puntos” el golpe más mortal en todas las artes marciales. El movimiento consiste en una combinación de cinco golpes con la punta de los dedos a cinco puntos de presión diferentes en el cuerpo del objetivo. Después de que el objetivo se aleja y ha dado cinco pasos, su corazón explota en su cuerpo y caen al suelo. 

Este ataque es parte de la mitología de las artes marciales y no es posible en un combate cuerpo a cuerpo real. 

Pero, volviendo a la película, después de que Beatrix lo hace, Bill tranquilamente hace las paces con ella, da cinco pasos y muere. 

Lo que hace que este ataque sea tan fascinante es el tiempo entre ser golpeado y el momento de la muerte: puedo tener una conversación agradable mientras me siento tranquilo, pero soy consciente de todo este tiempo que en el momento en que empiezo a caminar, mi corazón explotará. y caeré muerto 

¿La idea de quienes especulan sobre cómo la epidemia de coronavirus podría conducir a la caída del gobierno comunista en China no es similar? Al igual que una especie de “Técnica del Corazón Explotante de la Palma de Cinco Puntos” en el régimen comunista del país, las autoridades pueden sentarse, observar y pasar por los movimientos de cuarentena, pero cualquier cambio real en el orden social (como confiar en la gente) resultará en su caída. 

Mi modesta opinión es mucho más radical: la epidemia de coronavirus es una especie de ataque de la “Técnica del corazón explosivo de la palma de cinco puntos” contra el sistema capitalista global, una señal de que no podemos seguir el camino hasta ahora, que un cambio radical es necesario. 

Triste hecho, necesitamos una catástrofe 

Hace años, Fredric Jameson llamó la atención sobre el potencial utópico en las películas sobre una catástrofe cósmica (un asteroide que amenaza la vida en la Tierra o un virus que mata a la humanidad). Tal amenaza global da lugar a la solidaridad global, nuestras pequeñas diferencias se vuelven insignificantes, todos trabajamos juntos para encontrar una solución, y aquí estamos hoy, en la vida real. El punto no es disfrutar sádicamente el sufrimiento generalizado en la medida en que ayuda a nuestra causa; por el contrario, el punto es reflexionar sobre un hecho triste de que necesitamos una catástrofe para que podamos repensar las características básicas de la sociedad en la que nos encontramos. En Vivo. 

El primer modelo vago de una coordinación global de este tipo es la Organización Mundial de la Salud, de la cual no obtenemos el galimatías burocrático habitual sino advertencias precisas proclamadas sin pánico. Dichas organizaciones deberían tener más poder ejecutivo. 

Los escépticos se burlan de Bernie Sanders por su defensa de la atención médica universal en los EE. UU. ¿Es la lección de la epidemia de coronavirus que no se necesita aún más, que debemos comenzar a crear algún tipo de red GLOBAL de atención médica? 

Un día después de que el Viceministro de Salud de Irán, Iraj Harirchi, apareciera en una conferencia de prensa para minimizar la propagación del coronavirus y afirmar que las cuarentenas masivas no son necesarias, hizo una breve declaración admitiendo que ha contraído el corona-virus y se aisló (ya durante su primera aparición en televisión, había mostrado signos de fiebre y debilidad). Harirchi agregó: “Este virus es democrático y no distingue entre pobres y ricos o entre estadista y ciudadano común”. 

En esto, tenía razón: todos estamos en el mismo bote. Es difícil pasar por alto la suprema ironía del hecho de que lo que nos unió a todos y nos empujó a la solidaridad global se expresa a nivel de la vida cotidiana en órdenes estrictas para evitar contactos cercanos con los demás, incluso para aislarse.

Y no estamos lidiando solo con amenazas virales: otras catástrofes se avecinan en el horizonte o ya están ocurriendo: sequías, olas de calor, tormentas masivas, etc. En todos estos casos, la respuesta no es pánico, sino un trabajo duro y urgente para establecer algún tipo de eficiente coordinación global.

¿Solo estaremos seguros en la realidad virtual? 

La primera ilusión para disiparse es la formulada por el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, durante su reciente visita a la India, donde dijo que la epidemia se reduciría rápidamente y que solo tenemos que esperar el pico y luego la vida volverá a la normalidad. 

Contra estas esperanzas demasiado fáciles, lo primero que hay que aceptar es que la amenaza llegó para quedarse. Incluso si esta ola retrocede, reaparecerá en nuevas formas, quizás incluso más peligrosas. 

Por esta razón, podemos esperar que las epidemias virales afecten nuestras interacciones más elementales con  otras personas y objetos que nos rodean, incluidos nuestros propios cuerpos; evite tocar cosas que puedan estar (invisiblemente) sucias, no toque los ganchos, no se siente en asientos de inodoros o bancos públicos, evite abrazar a las personas o estrechar sus manos. Incluso podríamos ser más cuidadosos con los gestos espontáneos: no te toques la nariz ni te frotes los ojos. 

Por lo tanto, no solo el estado y otras agencias nos controlarán, también debemos aprender a controlarnos y disciplinarnos. Tal vez solo la realidad virtual se considere segura, y moverse libremente en un espacio abierto estará restringido a las islas propiedad de los ultra ricos. 

Pero incluso aquí, a nivel de realidad virtual e internet, debemos recordar que, en las últimas décadas, los términos “virus” y”viral” se utilizaron principalmente para designar virus digitales que estaban infectando nuestro espacio web y de los cuales no nos dimos cuenta, al menos hasta que se desató su poder destructivo (por ejemplo, de destruir nuestros datos o nuestro disco duro). Lo que vemos ahora es un retorno masivo al significado literal original del término: las infecciones virales funcionan de la mano en ambas dimensiones, real y virtual. 

Regreso del animismo capitalista 

Otro fenómeno extraño que podemos observar es el retorno triunfal del animismo capitalista, de tratar los fenómenos sociales como los mercados o el capital financiero como entidades vivientes. Si uno lee nuestros grandes medios, la impresión es que lo que realmente debería preocuparnos no son miles de personas que ya murieron (y miles más que morirán) sino el hecho de que “los mercados se están poniendo nerviosos”.

El coronavirus perturba cada vez más el buen funcionamiento del mercado mundial y, como escuchamos, el crecimiento puede caer en un dos o tres por ciento.

¿Todo esto no indica claramente la necesidad urgente de una reorganización de la economía global que ya no estará a merced de los mecanismos del mercado?

No estamos hablando aquí sobre el comunismo a la antigua usanza, por supuesto, sino sobre algún tipo de organización global que pueda controlar y regular la economía, así como limitar la soberanía de los estados nacionales cuando sea necesario. Los países pudieron hacerlo en el contexto de la guerra en el pasado, y todos nos estamos acercando efectivamente a un estado de guerra médica. 

Además, tampoco debemos tener miedo de notar algunos efectos secundarios potencialmente beneficiosos de la epidemia.Uno de los símbolos de la epidemia son los pasajeros atrapados (puestos en cuarentena) en grandes cruceros; me siento bien al margen de la obscenidad de dichos barcos. (Solo tenemos que tener cuidado de que viajar a islas solitarias u otros centros turísticos exclusivos no vuelva a ser el privilegio de unos pocos ricos, como lo fue hace décadas con el vuelo). La producción de automóviles también se ve seriamente afectada por el corona-virus, que no es demasiado malo, ya que esto puede obligarnos a pensar en alternativas a nuestra obsesión con los vehículos individuales. La lista continua. 

En un discurso reciente, el primer ministro húngaro, Viktor Orban, dijo: “No hay tal cosa como un liberal. Un liberal no es más que un comunista con un diploma“. 

¿Qué pasa si lo contrario es cierto? ¿Si designamos como “liberales” a todos aquellos que se preocupan por nuestras libertades, y como “comunistas” a aquellos que son conscientes de que solo podemos salvar estas libertades con cambios radicales ya que el capitalismo global se acerca a una crisis? Entonces deberíamos decir que, hoy, aquellos que aún se reconocen a sí mismos como comunistas son liberales con un diploma, liberales que estudiaron seriamente por qué nuestros valores liberales están bajo amenaza y se dieron cuenta de que solo un cambio radical puede salvarlos.

En recuerdo de Guillermo Rosales

En recuerdo de Guillermo Rosales

Cuando me preguntan si en estos días estoy muy aburrido por la reclusión a la que nos ha obligado el coronavirus, tengo que decir que no. Ello responde a que en las semanas transcurridas desde que comenzó la epidemia en Cuba, he podido acceder a una cantidad de libros que durante años había buscado infructuosamente y que ahora, por obra y gracia de la pandemia, han sido liberados para su descarga en incontables sitios de la red. 

Entre los autores que más he disfrutado por los días que corren está Guillermo Rosales, de quien por ejemplo, de una sentada mi novia y yo nos leímos su novela Boarding home (La casa de los náufragos), todo un clásico de la literatura cubana y que estoy convencido de que en el futuro será parte de los programas docentes de nuestras letras, más allá de las diferencias del autor con el sistema sociopolítico imperante en Cuba. 

Mientras tengo en cola para leer su novela El juego de la viola y que bajo otro título fue finalista del Premio Casa de las Américas en 1968, reproduzco en Miradas Desde Adentro una excelente investigación llevada a cabo por la periodista Ivette Leyva Martínez y que ojalá sirva para motivar el interés por la obra de Guillermo Rosales, un grande de nuestra cultura.

Guillermo Rosales o la cólera intelectual[1] 

Pocos escritores cubanos encarnan, como Guillermo Rosales, el 

paradigma de la frustración, el fulgor del genio, el tormento de la 

insatisfacción y la locura. Murió a los 47 años, pobre, solo y olvidado; 

destruyó la mayor parte de su obra y en vida solamente publicó una novela 

de corte autobiográfico, Boarding home [La casa de los náufragos] (1987), 

premiada con el voto de Octavio Paz en un concurso literario local. Mas su 

éxito se apagó con los flashes de las cámaras. Hoy su novela es considerada 

por muchos un clásico de la literatura cubana, pero sigue siendo 

desconocida para la mayoría de los lectores. 

Boarding home[

2] 

cubre una dimensión dantesca de la vida. Es un viaje 

a los rincones más sombríos de la condición humana, y pocos son los que 

permanecen indiferentes ante esta visión. Humillaciones, suciedad, hedor y 

abusos físicos conforman el escenario donde pasa sus días el protagonista. 

Apenas hay un momento de piedad para el lector, un hálito de esperanza 

en las 100 páginas que narran, con descarnada precisión, los días del 

escritor William Figueras, enfermo de los nervios, en la atmósfera 

asfixiante de este refugio de indigentes, basurero de la sociedad miamense. 

El home no es hogar sino infierno, un círculo demencial donde los 

infortunados están condenados a reproducir a perpetuidad los estadios del 

ciclo de vida animal. Son «seres de ojos vacíos, mejillas secas, bocas 

desdentadas, cuerpos sucios»

[3]. 

Boarding home es una novela única dentro de la literatura cubana del 

exilio en los últimos cuarenta años. El protagonista habla desde la certeza 

de la derrota y la inestabilidad de la alienación. Define, desde el inicio, lo 

particular de su situación: «No soy un exilado político. Soy un exilado total.

A veces pienso que si hubiera nacido en Brasil, España, Venezuela o 

Escandinavia, hubiera salido huyendo también de sus calles, puertos y 

praderas»

[4]. 

No hay en esta obra, como tampoco en el último y aún inédito 

libro de Rosales, El alambique mágico, un atisbo de nostalgia, una palabra, 

una frase que denote añoranza por Cuba. 

El novelista Carlos Victoria, la persona más cercana a Rosales en los 

últimos años de su vida, cree que la falta de nostalgia de Rosales por Cuba 

se debía a un odio visceral. «Estaba alimentado por el odio, era su principal 

motor. Un odio contra la naturaleza humana. No perdonaba a nadie ningún 

defecto, ninguna debilidad, empezando con él mismo», recordó Victoria en 

una entrevista para Encuentro. 

El propio Rosales admitió que Boarding home era «una novela escrita 

con odio»

[5] 

y legitimó su visión apocalíptica de la realidad y su vocación 

nihilista: «Creo que la experiencia de quien vivió en el comunismo y el 

capitalismo y no encontró valores sustanciales en ninguna de ambas 

sociedades (sic), merece ser expuesta. Mi mensaje ha de ser pesimista, 

porque lo que veo y vi siempre a mi alrededor no da para más. No creo en 

Dios. No creo en el Hombre. No creo en ideologías»

[6]. 

Muchos de quienes lo conocieron en Miami lo recuerdan hoy con 

especial angustia. Era tremendamente irascible, mordaz hasta el sarcasmo, 

susceptible, agresivo hasta golpear, en ocasiones, a la gente más cercana a 

él. Al día siguiente volvía a tocar las mismas puertas, arrepentido. Sufría, 

pero no estaba en sus manos remediarlo: cada cierto tiempo padecía crisis 

de esquizofrenia; tenía visiones, oía voces, creía ver más allá de las paredes. 

Conservaba, a pesar de todo, un buen sentido del humor y, cuando estaba de 

ánimo, le gustaba hacer bromas. Su capacidad de fabulación era inagotable: 

durante una conversación era capaz de improvisar los relatos más 

increíbles, que luego iba desarrollando por espacio de algunos días. 

En la única entrevista que se le hizo en vida para la prensa, Rosales dice 

que sus personajes «casi todos son cubanos afectados por el totalitarismo 

castrista, guiñapos humanos»

[7]. 

En la novela, aunque el pasado levita sobre los personajes, su presencia 

es breve y tangencial: una loca se lamenta de las propiedades que le 

confiscaron en Cuba, otro chilla contra los comunistas, a los que ve en todas

partes. La voz del autor se desplaza en un presente tortuoso, infinito, con 

pocas referencias al pasado en Cuba y sin mostrar conflictos de identidad. 

La mayoría de las alusiones a la situación cubana develan el subconsciente, 

el universo onírico del protagonista. En sueños William Figueras regresa a 

Cuba y se enfrenta a Fidel Castro. Irónicamente, estas obsesiones de los 

exiliados, que en otras obras son reflejadas con amargura, se convierten en 

el único oasis de humor dentro de una narración seca y desgarradora: 

(…) soñé que estaba de nuevo en La Habana, en el salón de una 

funeraria de la calle veintitrés (…). De pronto se abrió una puerta blanca y 

entró un ataúd enorme cargado por una docena de viejas plañideras. Un 

amigo me dio un codazo en las costillas y me dijo: 

—Ahí traen a Fidel Castro. 

(…) Entonces el ataúd se abrió. Fidel sacó primero una mano. Luego la 

mitad del cuerpo. Finalmente salió por completo de la caja. Se arregló el 

traje de gala, y se acercó sonriente hasta nosotros. 

—¿No hay café para mí? —preguntó[

8]. 

Otras referencias a la posición de William Figueras con respecto a Cuba 

tienen un toque de amargor y sarcasmo: 

Es El Puma, uno de los hombres que hacen temblar a las mujeres de 

Miami (…). Jamás abrazará desesperadamente una ideología y luego se 

sentirá traicionado por ella. Nunca su corazón hará crack ante una idea en la 

que se creyó firme, desesperadamente (…). Nunca experimentará el júbilo 

de ser miembro de una revolución, y luego la angustia de ser devorado por 

ella[

9]. 

Las relaciones entre los indigentes que habitan el asilo se trazan sobre la 

rutina más primitiva: comer, dormir, hacer las necesidades fisiológicas, 

fornicar. William Figueras observa a los demás con frialdad, e interactúa 

con ellos bajo el signo de la crueldad que rige la vida del antro. La novela 

exhala violencia, que es uno de los rasgos distintivos de la obra de Rosales, 

como lo fue de su personalidad. Esa agresividad se expresa también en la

prosa bruñida, en la precisión de los verbos y los adjetivos, en el estilo 

tajante, como un golpeteo en el oído. 

Voy hasta Reyes y lo cojo fuertemente por el cuello. Le doy una patada 

en los testículos. Estallo su cabeza contra la pared. 

—Perdón… perdón… —dice Reyes. 

Lo miro con asco. Sangra por la frente. Siento, al verlo, un extraño 

placer. Cojo la toalla, la tuerzo, y doy un latigazo con ella en su pecho 

esquelético[

10]. 

A pesar de ser partícipe, el protagonista evalúa los acontecimientos con 

la más pasmosa lucidez y distanciamiento: 

Fue una burguesa, allá en Cuba, en los años en que yo era un joven 

comunista. Ahora el comunista y la burguesa están en el mismo lugar (…) 

que les asignó la historia: el boarding home[

11]. 

Tan pronto Rosales llegó a Miami, se le declaró incapacitado por 

problemas mentales y nunca trabajó. Boarding home, escrita unos cinco 

años después, es el testimonio de su vida en Estados Unidos, que 

transcurrió sobre todo en boarding homes, con intervalos en hospitales 

psiquiátricos, en algún que otro hotelucho y en un pobre apartamento. 

Fueron siete años de desamparo, pobreza y corrosión. No gustaba de los 

grupos sociales y tenía pocos, pero fieles amigos. Entre los más cercanos 

estaban, además de Carlos Victoria, Reinaldo Arenas, el poeta Esteban Luis 

Cárdenas —el Negro de Boarding home, hoy también pobre y olvidado en 

uno de esos asilos—, Carlos Quintela, Rosa Berre y el escritor colombiano 

Luis Zalamea. 

Las relaciones con la parte de la familia que ya residía en la ciudad 

fueron difíciles y no contribuyeron a detener su descalabro emocional: 

Creyeron que llegaría un futuro triunfador (…); y lo que apareció en el 

aeropuerto (…) fue un tipo enloquecido, casi sin dientes, flaco y asustado, 

al que hubo que ingresar ese mismo día en una sala psiquiátrica porque

miraba con recelo a toda la familia y en vez de abrazarlos y besarlos los 

insultó (…). Una mancha terrible en esta buena familia de pequeños 

burgueses cubanos (…). La única que se mantuvo fiel a los lazos familiares 

fue esta tía Clotilde (…). Hasta el día en que, aconsejada por otros 

familiares y amigos, decidió meterme en el boarding home; la casa de los 

escombros humanos[

12]. 

Había salido de La Habana rumbo a Madrid a los 33 años, en julio de 

1979, y pudo llegar a Miami en enero de 1980. Estaba dispuesto a hacer su 

obra fuera de la isla. 

En Cuba se había sumado al entusiasmo inicial de la Revolución; fue 

uno de los primeros en subir a la Sierra Maestra para alfabetizar. Luego 

obtuvo una beca para estudiar derecho diplomático y consular en la Escuela 

Especial del Servicio Exterior. De uniforme verde olivo, camisa gris y botas 

de media caña, se le apareció un día a Carlos Quintela, quien entonces 

dirigía el semanario juvenil Mella, órgano de la Asociación de Jóvenes 

Rebeldes y luego de la Unión de Jóvenes Comunistas. Tendría 14 o 15 años. 

«Quería dejar la escuela de relaciones exteriores, y trabajar para Mella, 

pero eso no se podía hacer sin contar con Fidel [Castro]. Allí ganaba 300 

pesos mensuales, y Mella pagaba 60 o 70. No hubo modo de convencerlo 

de lo contrario; al cabo del tiempo Aníbal Escalante le resolvió la liberación 

de la escuela», rememoró Quiniela[

13]. 

Trabajó para esa revista entre 1961 y 1963. Cuando se sentaba a la 

máquina de escribir era capaz de redactar los reportajes en un dos por tres. 

Tras publicar «Hondo», un fascinante relato sobre espeleología, Mella 

recibió una llamada de la Academia de Ciencias: Rosales había inventado 

14 nombres de formaciones geológicas, dijeron no sin cierta admiración los 

científicos. 

Era un fabulador incansable. Un jodedor con dotes histriónicas al que le 

encantaba hacer bromas y hablar con contraseñas. Obsesivo con los temas 

que le interesaban, impredecible, agresivo: así lo recuerdan sus amigos de 

entonces. Esa luminosidad se tomó en trágica opacidad hacia el final de su 

vida; con tal cúmulo de disonancias entre sus años juveniles y su adultez

que la imagen del joven Rosales tiene visos de irrealidad para quienes lo 

conocieron en Miami. 

En los sesenta, años de fogosidad creativa para los jóvenes periodistas 

de publicaciones como Mella, en la casa de Guillermito —como le decían 

los amigos—, en el Vedado, se reunían Silvio Rodríguez, Norberto Fuentes, 

Antonio Conte, Víctor Casáus y Eliseo Altunaga, entre otros, para oír 

música y hablar, insaciablemente, de todos los temas de este mundo. 

Leen y dibujan mucho sobre papel ahumado. Rosales duerme frente a 

un monstruo que ha pintado Silvio, inspirado en algún cuento de Poe. Le 

teme pero se regodea con la presencia de la imagen: lo feo, lo brutal, lo 

siniestro, lo acosarían noches y días, en angustiosa osmosis entre imaginería 

y realidad. 

Muchos de sus amigos ya conocen por esa época la novela Sábado de 

Gloria, Domingo de Resurrección, que él recita de memoria. Poco después, 

en 1968, quedó finalista del premio Casa de las Américas y obtuvo, por 

unanimidad, la recomendación de ser publicada, pero nunca lo fue. 

Todo lo que dice La Gaceta de Cuba en la breve reseña introductoria a 

dos capítulos, es que: «El protagonista es un niño influido por la lectura de 

los muñequitos [tiras cómicas] de la época anterior al triunfo de la 

Revolución»

[14]. 

Aparentemente, se trataba de una obra inofensiva, a salvo 

de la guillotina editorial. 

Pero sólo llegó a las librerías en 1994, y en Miami, donde se publicó 

postumamente bajo el título de El juego de la viola. La versión publicada 

diverge muy poco de la que apareció en La Gaceta de Cuba: el capítulo «A 

las dos mi reloj» pasa a ser «A la una mi mula», y «A las once campana de 

bronce» es «A las siete mi machete» en la versión definitiva. Un par de 

párrafos fueron suprimidos y hay cambios en los signos de puntuación; se 

añadieron onomatopeyas, y las oraciones son más concisas y cortantes; el 

sello personal de Rosales asoma desde esta primera novela: el estilo, un 

estilete, y la estructura narrativa, ágil, vertiginosa. 

La historia, en efecto, se sitúa antes de 1959, y narra escenas de la vida 

diaria de Agar, un niño fantasioso e infeliz que está en el umbral de la 

adolescencia. Las 95 páginas de la historia, contadas en tiempo pasado, 

están agrupadas en capítulos titulados con los versos del juego infantil de la

viola, que se convierte en una diversión maligna de los Chicos Malos, 

vecinitos del protagonista: 

—¿Criaturas…? ¿Por qué se odian? 

—¡Si estamos jugando! —exclamaron todos[

15]. 

El juego de la viola no es una lectura agradable. Agar vive en un medio 

hostil, donde los personajes de los cómics son sus únicos aliados, y su 

conducta fluye desde una tremenda agresividad y soledad interior. La 

imagen de la niñez es amarga y despiadada: 

¿Han visto ustedes un ser más diabólico que un niño? Los niños del 

trópico son engendros de la delincuencia[

16]. 

Es sintomático que Rosales no intentara seducir al jurado del premio 

Casa de las Américas con la historia de alguna epopeya guerrillera, tan de 

moda en esos momentos en América Latina. En cambio, hay en su novela 

un desasimiento total de las circunstancias políticas y del entusiasmo 

revolucionario de la época. Su osadía —o su ingenuidad— lo llevó también 

a presentar un texto que podría haberse convertido en buena tela para el 

corte de los censores oficiales: 

No. Definitivamente no le gustaban los comunistas. El Halcón, el 

Sargento York y todos los demás eran lindos, y los comunistas calvos y sin 

dientes. 

—Todos con el culo remendado —decía Abuela Agata—. Todos con 

olor a taller de bicicletas[

17]. 

Por si fuera poco, el padre de Agar, Papá Lorenzo, es un comunista 

fervoroso pero poco coherente: 

—Tu padre es un comunista muy extraño —dijo Abuela Ágata—. 

Primero recogía votos y organizaba huelgas y hasta me hizo votar por la 

Candidatura Popular. Y ahora se hizo contador público, y te quiere meter en

un colegio de ricos, y al carajo las huelgas, y los votos, y yo sigo afiliada a 

esa Candidatura Popular, ¿eh? ¡Ahora resulta que es rotario! Comunista y 

Rotario Internacional. No entiendo. «Es una cuestión de táctica», dice. 

»¿Táctica? Yo no entiendo nada de táctica. ¡Que me devuelvan mi 

carnet electoral! 

»¡Eso es lo que quiero![

18] 

El jurado de ese año del premio Casa de las Américas, integrado por 

Julio Cortázar y Noé Jitrik, entre otros, prefirió premiar La canción de la 

crisálida, de Renato Prada Oropesa, una novela sobre las guerrillas 

bolivianas. 

De haber sido publicada, la novela de iniciación de Rosales sería 

reconocida como precursora de una narrativa enraizada en las tradiciones 

populares de la cultura pop, que tuvo en Manuel Puig a uno de sus mejores 

cultores en América Latina. «Hubiera sido fundadora de un camino nuevo 

en la narrativa latinoamericana por su novedoso acercamiento al mundo de 

los cómics», opina el crítico Carlos Espinosa, quien considera que, al haber 

sido publicada después de tantos años, «es ahora una novela extemporánea, 

y uno hace de ella una lectura injusta». 

Tras salir del semanario Mella, en 1963, Rosales fue llamado al Servicio 

Militar Obligatorio, de donde fue dado de baja tras ingresar en el hospital 

de Mazorra, en La Habana, por problemas psiquiátricos. Aunque sus 

trastornos mentales ya se hacían notar, quienes lo conocían de cerca sabían 

que jugaba con ellos de tal modo que para algunos no era posible 

diferenciar una crisis real de una ficticia. Quizás como en Agar, el personaje 

de su primer libro, las fantasías se entronizaban en la vida real. «Me hice el 

loco», le contó a su buen amigo Quíntela, refiriéndose a su salida del 

servicio militar. 

«Odiaba la dictadura, no creía en la autoridad, era rebelde, todo lo ponía 

en duda.» 

En 1965 se unió a su familia en Checoslovaquia, donde el padre era 

embajador. Allí sufrió una larga crisis nerviosa. Más tarde viajó a la Unión 

Soviética, donde fue ingresado en un hospital psiquiátrico y le 

diagnosticaron esquizofrenia. De regreso a Cuba, entre 1966 y 1967,

también recibió tratamiento psiquiátrico, pero a diferencia de los soviéticos, 

los médicos cubanos creían que sólo tenía trastornos de personalidad. 

En los años siguientes transitó por varios puestos de trabajo, pero en 

ninguno estuvo más tiempo que en Mella. Fue maestro, constructor, 

oficinista, guionista de radio y televisión, colaborador de varias revistas. 

Sólo quería escribir. Su hermana Leyma cuenta que hizo una novela, 

Sócrates, tras leer la Paideia griega. «Sócrates lo enloqueció», rememora 

ella. «Para escribirla, se encerró en la casa durante un mes, sin salir a la 

calle. Más tarde la quemó. No he conocido otra persona con tanta capacidad 

de autodestrucción. Era como un esplendor que en cualquier momento se 

iba a apagar, sólo que no sabíamos cuándo.» 

No hacía versiones de sus obras; escribía y rompía papeles a la misma 

velocidad. La madre guardaba sus escritos bajo llave en el armario, pero él 

venía y desfondaba el mueble por detrás, y luego los destruía. En Cuba 

también destruyó otra novela sobre la Guerra de los Diez Años —que 

recordaron sus amigos Quintela y Rosa Berre—, y que recogía, entre otros 

temas, el papel de los hacendados ricos en la independencia, y la historia 

del ron cubano. 

Ya en Estados Unidos intentó reconstruirla, y lo hizo, en forma de 

noveleta, que también desapareció más tarde. Todo lo que ha quedado de 

ésta son dos o tres hojas manuscritas. En ellas trazó el boceto de una novela 

que «tratara de demostrar que la guerra del 68 sirvió grandemente para 

eliminar los regionalismos y crear un concepto de Cuba, psicológica, 

territorial y culturalmente»

[19]. 

Prefirió por aquel entonces escribir una 

narración histórica, eludiendo la realidad inmediata. 

Dado su estilo de trabajo, resulta sorprendente que conservara y sacara 

de Cuba una de las copias de lo que sería El juego de la viola. Escribió 

Boarding home en unos dos años. La novela refleja sobre todo el panorama 

de Happy Home, uno de los muchos asilos donde vivió. Allí, durante una de 

sus visitas, Carlos Victoria leyó las primeras páginas y comprendió que 

tenía en las manos algo especial. 

Fue Victoria quien llevó el libro a la primera edición del concurso 

Letras de Oro. «Guillermo era muy inseguro con respecto a lo que escribía,

siempre estaba muy insatisfecho. Me daba a revisar sus escritos, y luego me 

los pedía y los destruía. Así se perdieron muchos», relata el novelista. 

Octavio Paz, quien presidió la sección de novela del concurso, le 

concedió el premio a Rosales en enero de 1987. Debió de haber sido el 

momento más feliz de su vida. Muchos lo recuerdan en la noche de 

premios; estaba eufórico. Por primera vez, a los cuarenta años, alcanzaba un 

verdadero reconocimiento para su obra. En las fotos, con un smoking negro 

alquilado que le sobra en su cuerpo reseco, posa al lado de las 

personalidades del mundillo intelectual de Miami. Esboza una sonrisa 

tenue. 

«Unicamente en un país tan grande y libre como éste es posible que una 

minoría se exprese en su lengua nativa»

[20], 

declaró a la prensa, al tiempo 

que lamentaba que hubiera en Miami «tremenda pobreza en el mundo 

cultural cubano»

[21]. 

Ese raquitismo cultural del Miami de entonces determinó la decisión de 

poner fin a sus días. Tras su único instante de gloria, vivió los últimos seis 

años en el forzoso ostracismo del olvido. Letras de Oro no cumplió su 

objetivo de editar en inglés las obras de los autores ganadores. Al cerrarse 

el concurso y con éste los almacenes donde se guardaban las colecciones de 

los libros premiados, alguien decidió deshacerse de ellos mediante el fuego. 

El escritor colombiano Luis Zalamea, quien fuera consultor literario del 

Letras de Oro, quedó tan impresionado con la novela de Rosales que la 

tradujo al inglés. «Se la envié a un par de agentes literarios de Nueva York, 

quienes contestaron que el tema no tenía “mercado” en Estados Unidos.»

[22] 

Rosales estaba desesperado por publicar y le pedía a Zalamea que lo 

ayudara. Pero la perspectiva no podía ser más desalentadora: la mayoría de 

los escritores de Miami tenían y, aún hoy, tienen que costear las ediciones 

de sus obras. Como si tanta adversidad fuera poca, también se han visto 

obligados a lidiar con el estigma de Miami, por cuenta del cual la mayoría 

de las universidades, los círculos intelectuales y las editoriales europeas, 

estadounidenses y latinoamericanas han aislado durante décadas a los 

escritores cubanos del exilio, eludiendo reconocer y difundir sus obras. Los 

escritores cubanos de Miami han sido vistos, quizás, como las turbas de

exiliados enardecidos que en ocasiones han colocado a la ciudad en primera 

plana de la prensa mundial. 

Ahora, tras el desmoronamiento de la «alternativa social cubana» y la 

reevaluación crítica de la diáspora por parte de ciertos sectores, antes 

hostiles, el futuro se perfila algo más promisorio para ellos. 

Pero Rosales no pudo esperar. Marginal y marginado, por su carácter y 

su enfermedad, no tenía capacidad ni dinero para intentar abrir las puertas 

de las editoriales. Alcanzó a publicar fragmentos de El juego de la viola y 

de Boarding home en la revista Mariel[

23], 

y dos cuentos del volumen 

inédito El alambique mágico: «El diablo y la monja» y «A puertas 

cerradas», en Linden Lane Magazine[

24]. 

Entre 1988 y 1990 escribió El alambique mágico, del cual han 

sobrevivido dos copias casi idénticas. «El estaba insatisfecho con ese libro. 

Sabía que la calidad de los cuentos era muy irregular», recuerda Victoria. A 

pesar de que los doce relatos tienen distinta calidad literaria, en todos está el 

inconfundible estilo narrativo de Rosales. Los defectos de algunos, más que 

en la costura, parecen estar en la elección de los temas. El alambique 

mágico tiene además el interés de ser el único libro donde el hilo conductor 

narrativo no es autobiográfico. Es también el de mayor carga erótica, en 

momentos en que el escritor era consciente de que pocas mujeres se habrían 

acercado a él. 

Estaba muy delgado, había perdido todos los dientes y apenas se 

alimentaba. Si lo hubiéramos visto, enrumbando por la calle Flagler hacia el 

downtown, absorbiendo con fruición el humo del cigarrillo, el olor agrio de 

la ropa vagando sobre el cuerpo enteco, lo habríamos confundido con un 

indigente más. De sus años juveniles sólo parecían quedar el hábito de 

fumar constantemente y su sentido del humor. No oía la radio, no iba al cine 

ni veía la televisión, quizás en un intento por mantener su escritura 

incontaminada. 

En su último libro hay resonancias del convencimiento del autor de que 

«a la injusticia de la vida hay que responder con la violencia y la cólera 

intelectual, que es la que más daño hace (…). Mi mente sólo tiene cabida 

para lo que tengo que escribir, que espero sea mucho»

[25].

No escribió más, aunque su capacidad para crear historias permaneció 

casi intacta. El deterioro físico y mental en los últimos tres años de su vida 

fue vertiginoso. Siguió de asilo en asilo, y por último habitó un modesto 

apartamento del noroeste de Miami, con tan pocas pertenencias que parecía 

una celda monacal. Pocos lo visitaban ya: Victoria, Cárdenas, Zalamea y 

algún que otro más. Cuando Victoria lo iba a ver le llevaba un poco de 

dinero, cigarros, libros. «Tenía variaciones fuertes y rápidas de su estado de 

ánimo, propias de una persona con su padecimiento», dice. En los últimos 

tiempos, Rosales prefería leer a sus amigos cartas que él mismo les había 

escrito, antes que decir las cosas verbalmente[

26]; 

un proceso de sustitución 

progresiva de la expresión oral por la escrita. 

«Parecía una vela que flaquea»

[27], 

escribió a su muerte el periodista 

Orlando Alomá, recordando los últimos días de Rosales. La muerte de su 

amigo Reinaldo Arenas también lo afectó mucho. Durante meses, recuerda 

Victoria, lo llamaba todos los días, siempre cerca de las once de la mañana, 

para anunciarle que se iba a matar. «No creía que lo llegara a hacer», cuenta 

el amigo. 

Ni siquiera después de muerto el escritor, la obra ha gozado de 

reconocimiento. El único fragmento de Boarding home publicado en Cuba, 

bajo el título de «El refugio», se agrupó bajo el tema general de «Erotismo 

y humor en la novela cubana de la diáspora», que de por sí desvirtúa la 

esencia de la novela. Si bien hay en ella elementos de erotismo y humor, 

éstos se diluyen, se contraen, adquieren otra significación en el contexto 

terrible del boarding home. 

La mayoría de los críticos que se ocupan de la literatura cubana han 

desconocido o incomprendido la obra de Rosales. Se le menciona, a veces, 

en el contexto de estudios sobre la llamada «Generación del Mariel». 

«Cojo una pistola imaginaria y me la llevo a la sien. Disparo», escribió 

en Boarding home. La mañana del martes 6 de julio de 1993 el gatillo ya no 

era ficticio. Las cenizas de Guillermo Rosales descansan en el regazo cálido 

de Miami, la ciudad «indiferente y superficial donde también el ojo de Dios 

penetra hondo, y juzga, y castiga, y perdona»

[28]. 

Ivette Leyva Martínez

Miami, marzo de 2000 – septiembre de 2002

Notas

[1] Mi agradecimiento al poeta Néstor Díaz de Villegas, quien me sugirió esta investigación; a Delia Quintana y Leyma Rosales, madre y hermana del escritor, y al novelista Carlos Victoria, quienes colaboraron de forma indispensable. También al escritor Norberto Fuentes, que facilitó una de las copias de El alambique mágico. 

 [2] Los boarding homes son asilos privados de Estados Unidos donde se interna a personas discapacitadas física o mentalmente. 

 [3] La casa de los náufragos (Boarding home), Siruela, Madrid 2005, pág. 12. 

 [4] Idem, págs. 11 − 12. 

 [5] Entrevista en la revista Mariel (EE UU), año I, vol. 3, 1986. 

 [6] Idem. 

 [7] Idem. 

 [8] La casa de los náufragos (Boarding home), op. cit., págs. 84 − 85. 

 [9] Idem, págs. 27 − 28. 

 [10] Idem, pág. 37. 

 [11] Idem, pág. 33. 

 [12] Idem, págs. 14 − 15. 

 [13] Carlos Quintela meses después de conceder esta entrevista para Encuentro

 [14] La Gaceta de Cuba, n.º 74, junio de 1969, pág. 2. 

 [15] El juego de la viola, Ediciones Universal, Miami 1994, pág. 64. 

 [16] El juego de la viola, Ediciones Universal, Miami 1994, pág. 64. 

 [17] Idem, pág. 89. 

 [18] Idem, págs. 87 − 88. 

 [19] Papeles personales de Rosales facilitados por su familia. 

 [20] «Escritor miamense entre siete laureados con Letras de Oro», El Nuevo Herald (Miami), 23 de enero de 1987, pág. 2. 

 [21] «Certamen literario revela diversidad», El Nuevo Herald, 27 de enero de 1987, pág. 8. 

 [22] Luis Zalamea, «Elegía para Guillermo Rosales», El Nuevo Herald, 19 de julio de 1983, pág. 8-A. 

 [23] Aparecidos, respectivamente, en Mariel, año I, vol. 2,1986; año I, vol. 3, 1986. 

 [24] «Dos cuentos de Guillermo Rosales», en Linden Lane Magazine, vol. XI, n.º 2, junio. 

 [25] Entrevista en la revista Mariel, idem. 

 [26] En el cuento «La estrella fugaz», incluido en El resbaloso y otros cuentos (Ediciones Universal, Miami 1997), Victoria narra estos encuentros y las relaciones entre él, Rosales y Reinaldo Arenas. 

 [27] Orlando Alomá, «La breve infelicidad de Rosales», El Nuevo Herald, 27 de julio de 1993, pág. 17-A. 

 [28] El alambique mágico (copia mecanografiada).

Los Barba: voces de la nostalgia

Los Barba: voces de la nostalgia

A propósito de un encargo reciente que me han realizado, por estos días reviso la producción cubana de pop y pop rock del período comprendido entre fines de los 60 e inicios de los 80 del pasado siglo. Confieso que al escuchar varios de esos viejos temas, me he llevado toda una sorpresa. Aunque en la actualidad semejante tipo de música solo permanece en el recuerdo de quienes fueron sus hacedores y como parte de las nostalgias personales de algunos de los que vivieron la época, hay mucho de bueno en dicha creación sonora, comparable con lo mejor que se venía haciendo en el ámbito hispano de aquel entonces.

Entre las añosas grabaciones que he descubierto o redescubierto, las que más han captado mi atención son las llevadas a cabo por Los Barba, banda fundada por el teclista, compositor y orquestador José Luis Pérez Cartaya. A partir del interés que la propuesta de la agrupación me motivase, he buscado información y apenas he hallado material acerca de la nómina de sus integrantes, las diferentes etapas del ensamble, el repertorio que interpretaban y en fin, un elemental estudio en relación con el período de auge y el de decadencia de un colectivo que fue muy popular en Cuba.

Procedentes de una institución docente de la que tampoco uno halla casi información, la Escuela de Música Moderna, Los Barba nacen hacia fines de 1967 y entre sus fundadores, además del aludido Pérez Cartaya, estuvieron el guitarrista líder Alfonso Fleitas, «Kikutis»; Mario Moro en el bajo y el vocalista y guitarra acompañante Miguel Velazco (en algunos sitios de internet dan como apellido de Miguelito el de Díaz). Es interesante comprobar que algunos de estos músicos si bien laboraban profesionalmente en Los Barba, canalizaban sus intereses más roqueros como integrantes de Los Kents, de los primeros que por acá en un momento dado endurecieron el sonido.

Me llama la atención que en el primer repertorio de Los Barba, compuesto en lo fundamental por Fleitas, Pérez Cartaya y Moro, también incluían versiones de nombres en apariencia tan distantes como Silvio Rodríguez (contagiosa la interpretación que hacen de «Viven muy felices») o The Rolling Stones, de quienes realizaron un cover renombrado «Es tiempo de terminar». De esa etapa inicial, disfruto en especial oír «Porque no estás», «Mi Mercy Cha» y sobre todo «Si de verdad» (temas originales de Kikutis), esta última pieza con un cautivante sonido de guitarra procesada por el Wah. Claro que el gran éxito de Los Barba en esos años fue «O bem bem o bam bam», una de las tres composiciones de la escena cubana de rock que de verdad han trascendido al gran público nacional (en mi opinión, «La soga», de Raúl Gómez con Los Bucaneros, y «Ese hombre está loco», de Fernando Rodríguez en voz de su hermana Tanya).

En la periodización que a priori he armado para la historia de este grupo (no he mencionado que en él debutó como cantante Beatriz Márquez), según las grabaciones encontradas por mí, en una segunda etapa la agrupación amplía la nómina de integrantes al incorporar una cuerda de metales, con lo que el sonido se acerca al que por los tempranos 70 poseían bandas como Chicago.

De ese momento sobresalen cortes como «Dany» (excelente el pasaje de los metales), «Eres» (las dos firmadas por José Luis) y «Como aquella canción», perteneciente al dueto de Kikutis y Pérez Cartaya, una maravilla por el derroche técnico que se aprecia en la intro de batería, así como por los calientes solos de organeta y guitarra.

La etapa también está signada por el arribo al grupo de la vocalista Mireya Escalante y del bajista, compositor y luego destacado productor discográfico Juan Carlos González. De este son piezas como «El cristal», «Debe ser», «Las tardes» y «Al sonar la hora», obras que me sorprenden por el nivel de orquestaciones que poseen y lo contemporáneo que muchos años después siguen sonando.

Tristemente, el 24 de febrero de 1975, cuando la agrupación estaba en pleno apogeo, sus integrantes sufrieron un accidente al retornar de una actuación en la provincia de Pinar del Río, ocasión en que tres de ellos murieron (incluido el director y fundador José Luis Pérez Cartaya).

Pese a lo duro del suceso, la banda prosigue adelante y se establece lo que sería una tercera etapa, en la que predomina el repertorio escrito por Juan Carlos González (fallecido hace algún tiempo en Miami) e interpretado por Mireya Escalante y un nuevo cantante, José Armando.

Es el momento de temas como el instrumental «Ciento once compases de ritmo», «Para quien sé que está pensando en mí», «Es lo nuevo» y «La felicidad de cada día». Si bien hay garra y buen hacer en cortes como «Algo al fin», del desaparecido José Luis, «Al pasar del tiempo» (de Oreste Piñal) o en la versión que hacen de «Mr. Duke», de Stevie Wonder, ya nada era igual.

Aunque con cambios de alineación y de estilos musicales como grupo, Los Barba se mantuvo creo que hasta los 90, su legado está en lo hecho entre los 60 y los 70, con trabajos que deberían ser estudiados por quienes hoy se interesan en cultivar el pop y el pop rock entre nosotros.

Poemas de Sonia Díaz Corrales

Poemas de Sonia Díaz Corrales

El prejuicio con la literatura escrita por mujeres tuvo larga data en el universo literario cubano. Los patrones machistas que han prevalecido en nuestro contexto son responsables en gran medida de dicha situación. Afortunadamente, creo que lo antes expuesto ha ido cambiando poco a poco. La madurez expresiva y calidad del quehacer de nuestras féminas se ha impuesto en la novela, el cuento, la poesía y el ensayo.
Para mi generación, es decir, los que nacimos en el decenio de los sesenta de la pasada centuria e irrumpimos a la esfera pública en la década de los ochenta, hay un grupo de poetas femeninas que impactaron con su decir a quienes amamos la poesía. Entre ellas y de forma rápida pudiera mencionar a Bertha Caluff, Damaris Calderón, Liutmila Quincoses, María Elena Hernández, Odette Alonso, Rita Martín o Teresa Melo
En lo personal, Sonia Díaz Corrales es una de las mujeres poetas que más me gusta de aquel grupo perteneciente a mi generación. Concuerdo con quienes han visto en ella una especial sensibilidad que le posibilita el cuestionamiento de todo acto y en correspondencia con ello, el lector se siente incluido, tentado por el autoexamen que la poeta nos propone. Otro rasgo de su discurso lírico sería la fluidez que posee en el lenguaje utilizado y que pareciera traducir el fluir del pensamiento y de las preocupaciones éticas de buena parte de sus contemporáneos.
Nacida en Sancti Spíritus en 1964, Sonia Díaz Corrales ha sido galardonada en concursos como el David de la UNEAC, 13 de Marzo de la Universidad de La Habana, Abel Santamaría de la Universidad Central de Las Villas, el de la revista El Caimán Barbudo, América Bobia de la ciudad de Matanzas y el Bustarviejo de Madrid. Entre sus libros publicados se encuentran La cáscara y la nuez (1991), la plaquette Diario del grumete (Sed de Belleza y Taller Editorial Vigía, 1997), y Minotauro (Ed. Letras Cubanas, 1998) y aparece incluida en las antologías cubanas Tertulia poética, Poesía infiel, Retrato de grupo, Poesía espirituana, Mis barcos nuevamente, así como en la antología de la Universidad Autónoma de México Un grupo avanza silencioso.
Hoy dejo aquí en Miradas Desde Adentro un par de textos de esta espirituana, en la actualidad residente en España, que tienen méritos suficientes para figurar en cualquier selecta antología de poesía cubana de los últimos cuarenta años. Digo yo.

Poemas de Sonia Díaz Corrales

Ya MÁS NUNCA MÁGICA

Cuando todos nos mirábamos al espejo
y yo era mágica
cuando le daba a cada uno mi brillo
y maldecía de antemano a quien lo perdiera
cuando creía que estaba loquísima
y me llenaba el gorro de guisasos
cuando comíamos y dormíamos la misma siesta
y yo era correcta y no daba gritos
cuando vivíamos felices
y el milagro era yo transparentando mi desnudez
cuando casi no teníamos guerras
cuando nacíamos y moríamos sin que nadie preguntara
por qué esta mujer se ensarta con su lanza
y nadie aquí se mueve del espejo.
Cuando flotaba y ustedes no bajaban a la tierra
cuando pregunté por nosotros
y nadie quiso responderme..Cuando lo bueno y lo peor
lo ácido y lo que no quiero decir ahora
se fundan
y yo avise.
Cuando los hijos no estén en África o en Miami
y los padres no se mueran de cáncer
cuando las mujeres salgan
de los hoteles
de todas las oscuridades
sin que el espejo se empañe.
Cuando me pueda cercenar un brazo
y hallar un hombre que me quiera manca y neurótica
ya más nunca mágica
sin nada que repartir
cuando me quede sola
y ni el espejo devuelva mi imagen verdadera
cuando ni yo me reconozca
cuando volvamos todos y no sea igual
cuando ninguno esté tan puro
como para reírse delante del espejo
cuando yo pregunte
cuando todo se repita
y ustedes no me quieran ver.
Cuando me desarme
cuando me arme
cuando me canse
cuando los acuse
cuando me despierte
cuando llore
cuando me rinda.
¿De parte de quién estará el espejo?

APOLOGÍA DE LA NADA

Amo los caballos cuando van veloces hacia la nada
amo el mar cuando llega a la nada de la arena.
De los caballos amo su altivez
la brillante sagacidad del ojo
del mar amo como envuelve a la arena
y le deja esa huella lisa y fugaz
en ambos el leve temblor de lo imperecedero
ese instante en que saltan los recios músculos
ese mínimo instante en que el agua salta sobre el agua
y tiemblan ambos
porque saben
yo lo sé
que van hacia la nada
y aún asíno se detienen.SEIS HORAS DE DIFERENCIA
Son las diez de la mañana
y del otro lado del mundo duermen
estas seis horas de diferencia
de atraso
de disminución
de franca desesperanza
aún en los relojes.
Son las diez de la mañana
y alguienme ha recordado de modo despectivo
que aunque despierte seis horas antes
en realidad sigo siendo de allá
del otro lado del mundo.

Homenaje a Víctor Batista Falla

Homenaje a Víctor Batista Falla

El pasado domingo 12 de abril murió en La Habana, víctima del coronavirus, el editor y mecenas cubano Víctor Batista Falla (1933-2020), alguien que ha trascendido por su gran obra en pro de nuestra cultura. De visita en Cuba después de sesenta años de no haber pisado suelo patrio, su fallecimiento se produjo en el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK). Procedente de una de las familias cubanas más adineradas antes de 1959, los que amamos la cultura nacional en su sentido más amplio, siempre tendremos que agradecerle de forma especial la puesta en marcha de una idea como la de la Editorial Colibrí, que funcionó en Madrid entre 1998 y 2013, proyecto en el que se publicaron libros ensayísticos e historiográficos, un catálogo fundamental para comprender a Cuba, ya sea desde la discrepancia o el acuerdo con las tesis abordadas por el grupo de autores que encontraron en Víctor Batista Falla a un auténtico promotor cultural. Es pues de desear que esos títulos sean leídos y estudiados a profundidad, lo cual ha de ser el mejor homenaje a un hombre que con su quehacer inscribió para siempre su nombre en el panteón de la cultura cubana.

En Miradas Desde Adentro rendimos un sencillo pero sincero tributo a Víctor Batista Falla por medio de reproducir el obituario que Rafael Rojas Gutiérrez escribió en nombre del comité editor de Cuban Studies como homenaje a este desaparecido compatriota.

Obituario

El domingo 12 de abril, en la tarde, falleció Víctor Batista Falla en el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí de La Habana. A principios de marzo, el importante intelectual y editor cubano había viajado por primera y única vez a la isla, después de seis décadas de exilio. La pandemia del coronavirus lo sorprendió en la ciudad donde nació en 1933.

Batista Falla perteneció a una de las familias más ricas de la Cuba anterior a 1959. Su padre, Agustín Batista y González de Mendoza, era dueño de uno de los mayores bancos de la isla, The Trust Company of Cuba, y su madre, María Teresa Falla Bonet, fue una de las herederas de la fortuna azucarera del santanderino Laureano Falla Gutiérrez. Ambas familias de banqueros, empresarios y hacendados católicos eran conocidas por sus obras filantrópicas y culturales: construyeron el oncológico Hospital Curie del Vedado y financiaron la Orquesta Filarmónica de La Habana, el Patronato Pro Música Sinfónica y la Sociedad Pro-Arte Musical.

A fines de los 50, Víctor Batista ingresó a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de La Habana y, junto a su hermano Laureano, un intelectual católico cercano al núcleo fundador del Partido Demócrata Cristiano, comenzó a frecuentar los círculos literarios y artísticos de la isla. Por las tertulias de su casa pasaron algunas de las figuras centrales del debate intelectual cubano de aquellos años como Jorge Mañach, Cintio Vitier, Luis Aguilar León y Guillermo Cabrera Infante.

Al producirse la radicalización socialista de la Revolución, los Batista Falla, que no simpatizaron con el régimen batistiano, se exiliaron como tantos jóvenes católicos de su generación. En su primer destino de exilio, Nueva York, Víctor Batista financió y fundó, junto con el escritor Raimundo Fernández Bonilla, la revista Exilio (1965-1973). En aquella publicación, ilustrada con los grabados op art de Waldo Díaz Balart, colaboraron algunos de los mayores escritores y pensadores cubanos en el exilio: Eugenio Florit, Lydia Cabrera, Gastón Baquero, Lino Novás Calvo, Humberto Piñera Llera, José Mario, Lorenzo García Vega.

Batista mostró desde muy joven un gran interés en la historia política y las ciencias sociales de la isla. De ahí que abriera su revista a la producción académica que comenzaban a realizar profesores cubanos instalados en importantes universidades de Estados Unidos. Un número de Exilio, editado en la primavera de 1970, recogió ensayos de varios de los miembros fundadores del Instituto de Estudios Cubanos: Lourdes Casal, María Cristina Herrera, José Ignacio Rasco, Luis Aguilar León, Mercedes García Tudurí y Carmelo Mesa-Lago. A fines de la década, Batista fundó otra revista, hoy de culto entre la nueva generación de escritores latinoamericanos: escandalar (1978-1984). Dirigida por el poeta, narrador y ensayista Octavio Armand, con Batista encabezando la lista de “Asesores” y un Consejo de Redacción de lujo (Octavio Paz, Guillermo Cabrera Infante, Severo Sarduy, Salvador Garmendia, Julio Ramón Ribeyro, Helena Araújo, Mark Strand…), escandalar propició algunos de los debates centrales de la producción literaria latinoamericana desde Nueva York. Allí se leyeron inéditos de José Lezama Lima y Virgilio Piñera, Lydia Cabrera escribió sobre medicina popular afrocubana, Antonio Benítez Rojo discurrió sobre el Caribe y la plantación azucarera, Natalio Galán describió la “psicosis guarachera”, Julio Miranda habló de los “cubanos invisibles” y Heberto Padilla publicó sus “apuntes sobre Paradiso”.

A mediados de los 80, Víctor Batista se trasladó a Madrid, donde se reencontró con una colonia de exiliados a la que lo unían viejos lazos: Gastón Baquero, Martha Frayde, Mario Parajón, Anabelle Rodríguez, Pío Serrano, Felipe Lázaro… Su gran amistad y colaboración con el erudito Mario Parajón dejó un legado tangible : los ocho volúmenes de las Obras Completas (1995-1999) de Jorge Mañach, que siguen siendo de consulta obligada para quienes se tomen en serio la historia de las ideas en Cuba.

Aquella colonia madrileña creció entre fines de los 80 y principios de los 90, cuando arribó a España una nueva generación de intelectuales cubanos: Jesús Díaz, Manuel Díaz Martínez, Carlos Espinosa Domínguez, Rafael Zequeira, Carlos Cabrera, Iván de la Nuez. El encuentro de esas dos generaciones de exiliados produjo la que sería la publicación cultural emblemática de la diáspora de los 90: Encuentro de la Cultura Cubana (1996-2009). Víctor Batista fue uno de los referentes de aquella publicación fundada, en Madrid, por Jesús Díaz.

De la experiencia de los primeros años de Encuentro, una revista que siempre concedió un lugar central al ensayo, la historia y las ciencias sociales, surgió la idea del proyecto al que Batista entregaría los últimos años de su vida: la editorial Colibrí. Pensada como una plataforma editorial donde dar cabida a la producción ensayística y académica cubana, fuera de la isla, pero capaz de intervenir en los grandes debates económicos y políticos, culturales y sociales, literarios y artísticos de la nación, Colibrí lanzó una amplia convocatoria a académicos y críticos de todas las generaciones de la diáspora.

Una parte considerable del trabajo editorial, que Víctor Batista encabezó con Helen Díaz Argüelles, tuvo que ver con la traducción al español de clásicos de la producción académica cubana en Estados Unidos. Fue así como aquella pequeña imprenta de Madrid dio a conocer las únicas ediciones en castellano que existen de libros refereciales de Marifeli Pérez Stable, Carmelo Mesa Lago, Roberto González Echevarría, Jorge I. Domínguez, José Manuel Hernández, Rafael Fermoselle, Gustavo Pérez Firmat, Enrico Mario Santí, Alejandro de la Fuente, K. Lynn Stoner, Anke Birkenmaier y Robin Moore, por sólo mencionar algunos.

Desde un inicio, la editorial también se abrió al campo más propiamente ensayístico, como muestra la hermosa antología de escritos del músico Julián Orbón, La esencia de los estilos (2000). Ese flanco se desarrolló mucho más en los últimos años de la editorial con autores como Antonio José Ponte, Jorge Luis Arcos, Jorge Ferrer, Wilfredo Cancio Isla, Ernesto Hernández Busto, Duanel Díaz, Sergio Ugalde Quintana, Enrique del Risco, Alexis Jardines, Orlando Jiménez Leal o Manual Zayas.

Las decenas de volúmenes que conforman el catálogo de Colibrí, así como los más de veinte años que Batista dedicó a revistas como Exilioescandalar y Encuentro, conforman un testimonio estremecedor de la entrega de este intelectual exiliado a su cultura. Una cultura que siempre entendió de manera incluyente, sin desconocer la centralidad de la isla en un territorio que intelectualmente la desbordaba. Quienes lo conocimos sabemos que la interlocución de Batista, en Madrid, con académicos e historiadores de la isla, fue permanente. Muchos de ellos pueden dar fe de lo anterior.

También sabemos de sus constantes esfuerzos, como de los de Jesús Díaz con Encuentro, por enviar ejemplares a la isla e incorporar autores residentes en Cuba. Muchos de esos esfuerzos se frustraron, pero a juzgar por la producción intelectual cubana de las dos últimas décadas, no pocos número de Encuentro y libros de Colibrí llegaron a las manos que debían. Constatar que sus libros eran leídos por jóvenes historiadores de la isla fue uno de los mayores orgullos de Víctor Batista al final de su vida.

La revista Cuban Studies rinde homenaje a este gran cubano, a este editor exiliado, cuyo epitafio podría ser: “por sus libros lo conoceréis”. A propósito de los impresores de libros en Estados Unidos, escribió José Martí: “Una pistola hace temblar… Un libro, aunque de mente ajena, parece cosa como nacida de uno mismo, y se siente uno como mejorado y agrandado con cada libro nuevo”. Esa herencia invaluable nos deja Víctor Batista Falla: sus libros.

Rafael Rojas (autor), Alejandro de la Fuente y Lillian Guerra (editores) y miembros del Comité Editorial de Cuban Studies: Michael Bustamante, Odette Casamayor Cisneros, Julio Antonio Fernández Estrada, Ada Ferrer, Luis Miguel García Mora, Mario González Corzo, Yvon Grenier, Jennifer Lambe, Carmelo Mesa-Lago, Robin Moore, Lisandro Pérez, Enrico Mario Santí y Ricardo Torres

Poemas de Víctor Rodríguez Núñez

Poemas de Víctor Rodríguez Núñez

El habanero Víctor Rodríguez Núñez (1955) es de esas personas que le hacen pensar a uno que el día tiene más de 24 horas, si nos guiamos por la intensidad de su quehacer. Con 16 libros de poesía publicados, numerosos galardones en concursos literarios y una labor como traductor, tanto del inglés al español (Mark Strand, John Kinsella, poetas indígenas norteamericanos), como del español al inglés (Ida Vitale, Juan Gelman, José Emilio Pacheco), este otrora periodista y jefe de redacción en El Caimán Barbudo allá por los lejanos años 80 de la anterior centuria y hoy con una obra llevada al alemán, árabe, chino, francés, hebreo, inglés, italiano, macedonio, serbio y sueco, sigue siendo un cubano de pura cepa, más allá de que gracias a su condición de Doctor en Literaturas Hispánicas por la Universidad de Texas en Austin, se desempeñe como catedrático de esa especialidad desde 2001 en Kenyon College, Estados Unidos. A continuación reproducimos algunos poemas de este prolífero autor, a fin de motivar en los lectores de Miradas Desde Adentro el deseo de buscar su poesía.

 

Poemas de Víctor Rodríguez Núñez

 

por el rabo del ojo los relámpagos

el uno enuncia todo

………………………………lo que debe surtir

desdoblado en escarcha

el torrente no puede conciliar

el sueño y la oropéndola

su rítmico ajedrez en la memoria

la copla sobre el heno

………………………………….cifra de tu abandono

el norte arranca frecuencias del hambre

muestra su fondo azul

inacabado como el arrecife

arista de horizonte

puede venirse abajo con la lluvia

la luna se clava en tu dorso

………………………………………….claro sin bosque

por el rabo del ojo los relámpagos

hasta el viento te imita

…………………………………….con esta fiebre virgen

se fija en el destino de las nubes

la irritación del lago

………………………………..la rabia del ciprés

cada melancolía en su ecuación

hasta el viento te influye

……………………………………….con instantes en pámpano

si en invierno le doy de comer al azulejo

estas semillas negras

…………………………………en verano el rocío

apretará los nudos del ciprés

y si en vez de penumbras me echo encima

tu tez de albaricoque

el oso polar hallará una foca

en el iris abierto por la madre

el ojo de la rueda

donde convergen rayos infinitos

son múltiplos de cero no se encienden

la rueda se duplica corresponde

la estática del carro

se arquea por el peso del vacío

la certeza lo aborda con sus vértices

enseguida se enrumba se aligera

si se volviera al punto de raíz

a repasar el destino del árbol

sería un framboyán en la nevada

su arresto carmesí

………………………………su ánima de cernícalo

o un arce en el ciclón sin rumbo fijo

su desazón traslúcida

……………………………….…su corazón de ardilla

oscura y húmeda como la fe

espacio en que penetro

……………………………………cuando el tiempo se enroca

por ser parte de ti

con tus embrujos de no ser perfecta

y los cálculos de mi imperfección

seremos la unidad

…………………………..…el orgasmo absoluto

sin que la huella tiemble

colma el vaso sagrado como folio

si una gota se vuelca

……………………………….…es porque tengo sed

me arriesgo a intervenir en esta data

que no es cosa de juego

hay que cambiar el curso de las formas

y morir para ser

 

 

de la moderación no brotan lilas

el arroyo grumoso que divide

espejos y derrotas

……………………………..rencores y nidadas

el cerdo no sacrificado esta navidad

para que gane cebo

………………………………..hociqueando el estar

la culpa su piojillo

desordenando el vuelo de los grajos

sobre la equitación en carrusel

y la esgrima a sangrar

………………………………..…esta miel que borbota

entre todas las artes del chiquero

la guerra en porcelana

…………………………………….este rescoldo fiel

pulsiones de la ética

………………………………..mi final tu principio

de la moderación no brotan lilas

ni otros códigos de la primavera

es la flor que no siega la mudanza

y saca la cabeza tiznada entre la nieve

sobreviven sin más los cautelosos

aunque siempre tengan algo de que arrepentirse

la nada hace el amor

………………………….……….con los valientes

has crecido sin poda

eres mijo resistencia unicornio

ceguera deslumbrante

a pesar del incienso no das tregua

a quienes gimen creyéndose solos

en los aseos públicos

tuya es la actualidad la dieta paleolítica

te adiciono me excluyo

estricto no tajante

como el cirujano que fuma en un albañal

escrupuloso pero sin herir

como el hijo a sabiendas que la madre

no va a llegar a tiempo

natural no imponente

como el nazi que le bruñe a un gitano

su frágil terquedad

desde lejos pero corresponder

sobre pliegos robados de noche en la oficina

achicar el silencio

……………………………..que conmueve los sauces

y dejarse inundar por la corriente

que desgarra la niebla

ser como escoba amarga

………………………………………..y hacer crujir el hielo

la codicia su embudo de latón

y su novela pastoral urbana

si no te entregas crecen

las islas desechables en Hawái

si no te entregas menguan

los osos polares en el Yukón

la democracia en segunda persona

esa revolución que no se va a bolina

la moral del venado

que a la luna despoja el abedul

la moral del viento que cada otoño

devuelve la corteza al arcoíris

la moral de los simios

que tiemplan sin maromas en el zoo

no vives para ti serás eterna

te desnudas por eso permaneces

 

 

solo ensamblar la nada sus tornillos

 

para Francisco de Asís Fernández

 

¿qué pasará con la palabra pueblo

marchita en un rincón?

…………………………………….rima como lombriz

como Julián del Casal como desasosiego

debe quitársele el tizne dorado

renovarle los óleos

………………………………frotarle con vigor

 

hasta que su octavo genio despierte

en este asunto personal el cielo

no meterá las manos

abajo feudos rojos democracias azules

aquí no hay propietario no hay autor

todo por lo irreal gana

 

y gobernar sin miedo de la vida

…………………………………….…………..el plomo

para que no se vuelen los papeles de arroz

si el pueblo es sumatoria

la virtud misteriosa no germina

se debe solo empuñar los pinceles

transmutarse a sí mismo

abolir los corrales las esclusas

ser un campo de dientes de león

ese recado de la primavera

desde su destierro en el horizonte

no son horas de paz

ni de atizar las dos pipas de lluvia

a la izquierda me planto un eucalipto

entre los subalternos de guerreras raídas

con la sangre cuajada del próximo combate

que no será el más cruento

en la trinchera opuesta

donde no alcanza el bálsamo el obús

medio sordo del oído derecho

develo un compás transparente copio

los gestos radicales del vacío

el afán sucesivo concentrado en un punto

tiempo y categoría

……………………………….espacio y cantidad

solo ensamblar la nada sus tornillos

al menos esta octava redime

 

no unirás tu reino menor al reino mayor

aunque el azafrán manche la intuición

y se surquen los cráteres

……………………………………….de planetas impropios

no unirás tu reino mayor al reino menor

aunque no se cultive la humildad

y los cándidos lirios

………………………………….puedan oler a pólvora

 

los vecinos apagan las estrellas

su destino encubierto

pero Tu Fu escruta el infinito

su sonrisa está firme

…………………………………y su médula fluye

el cedro perfumado no le nubla la vista

a falta de vicarias

en el ardor se plantan tulipanes

 

este reino sea cauce sin márgenes

donde se arremolinen desganados y dóciles

un país regido con el esmero

del que fríe sardinas para la multitud

un reino en que converjan

las oscuras corrientes las leyes femeninas

un país moderado como el que solo está

a solas con el vino

 

 

 

leer desde tus labios

en el reflejo sinuoso del mar

la seña no acordada

…………………………………y que enrojezca el sauce

luego escuchar la plegaria interior

sin que se esquile el Buda desflorado

entonces renegar significarse

en la gaviota negra de Cayama

y llegar a un acuerdo

sobre el borde mismo de una censura

 

los sueños en la costa

se te van de las manos como arpones

nadie debe asentarlos

…………………………………..en la fresa espumante

sus heridas se pueden enconar

si les pega la luna

………………….…………el salitre celeste

resuman la mudez la desmemoria

desangre transparente que al secarse enuncia

tu oración en marea

 

 

 

araña encenizada

………………………………….que te dejas caer

con hilos impacientes sobre su pecho

si el sueño diera vuelta

no serías memoria

………………………………oponente

mancha imperceptible sobre la sábana

es mejor escaparte en una elipsis

hacia la intrascendencia

……………………….…………..…ese escondrijo

 

la araña que en la noche

urde la simetría de su tela

para enredar el día

……………………………….y entrar viento en razón

la araña que se arriesga

entre los dos alambres

……………………….…………..donde penden

las hambres del pardal

 

la araña que se oculta

segura de que algo no fue en vano

Aisles: buen rock progresivo chileno

Aisles: buen rock progresivo chileno

Durante años he disfrutado del quehacer musical chileno, en particular de las agrupaciones de corte propositivo de ese país. Bandas como Santiago del Nuevo Extremo, Congreso y Fulano han estado entre los grupos que desde el decenio de los 80 del pasado siglo he admirado con creces. En fecha mucho más reciente he añadido otro nombre al conjunto de ensambles surgidos en la tierra de Violeta Parra por los que me declaro total devoto. Me refiero a Aisles, cultores de rock progresivo.

 

Lo primero que se conoció de este sexteto santiaguino fue el fonograma The Yearning, publicado en 2005. Aquel disco se distribuyó internacionalmente a través de un sello francés y desde el primer momento recibió una cálida acogida, en lo fundamental en el circuito europeo y que es el mayor consumidor de rock progresivo. En su debut discográfico, uno puede apreciar que un rasgo distintivo de la banda es el trabajo colectivo de los músicos en cada tema, sin la presencia de un alto grado de virtuosismo o lucimiento instrumental por los integrantes, cosa que les diferencia de la línea establecida últimamente en el género por los estadounidenses de Dream theater.

 

El sentido de lo progresivo en Aisles recuerda, por momentos, los aires del rock sinfónico setentón, sobre todo por el modo de orquestar las piezas de su repertorio (aunque a tono con nuestros días). Las sanas influencias de Yes y Genesis se perciben a cada rato. Dirigidos por el guitarrista, letrista y productor Germán Vergara, integran también el grupo el vocalista Sebastián Vergara, Rodrigo Sepúlveda en una segunda guitarra y coros, Daniel Baird-Kerr al bajo, el tecladista Juan Pablo Gaete y Felipe Candia en batería.

 

Si el primer álbum del colectivo tuvo elogios por doquier, el segundo, In sudden walks, editado en 2009, fue la confirmación de la seriedad de la banda y de que los excelentes resultados alcanzados en su ópera prima no eran obra de la casualidad. Así, el CD resultó nominado como mejor disco extranjero en el prestigioso certamen Progs awards, de Italia. El interés suscitado en Europa por la creación sonora del sexteto chileno era tal que fueron invitados a inaugurar el festival Crescendo, en Francia, un muy reconocido encuentro dedicado a lo mejor del rock progresivo.

 

Con otras dos producciones fonográficas registradas que yo conozca, la más reciente de ellas vio la luz en 2016 y se trata de un doble disco titulado Hawaii. Gracias a mi gran amigo Humberto Manduley, he podido acceder al mismo, algo que le agradezco pues se ha tornado en extremo difícil poder conseguir en nuestro país lo que en materia de rock, jazz, metal y canción de autor acontece en países de América Latina.

 

Hawaii es una propuesta conceptual, inmersa en los códigos de la ciencia ficción. El material nos traslada hacia el año 2300, en un instante en que la Tierra vive una crisis terminal y una colonia de sobrevivientes se lanza a un viaje interestelar. En semejante contexto, las letras escritas por Germán Vergara hablan de preocupaciones existencialistas a propósito de la identidad del individuo, sobre el absurdo de la vida y también su sentido de ser.

 

El primero de los CD contiene cinco cortes. Desde el que sirve a manera de apertura, me llama la atención lo cautivante del diseño de la línea melódica interpretada por el vocalista, rasgo que se mantiene a lo largo del resto de la grabación. De igual modo, destácanse los pasajes ejecutados al unísono entre varios instrumentos (a veces moviendo las voces por tercera), en una atmósfera de piezas largas en su duración y que las hace difíciles de asimilar por la radio convencional.

 

La misma fórmula se repite en el segundo álbum, contentivo de siete temas, todos escritos en inglés. Sobre por qué utilizan el idioma de Shakespeare para expresarse, ellos argumentan que por razones estéticas, pues su fonética encaja mejor con este tipo de música y porque así, consideran facilitar una mayor comunicación con públicos de sitios como Europa, Japón y    Australia.

 

En conjunto, lo hecho por Aisles es más que admirable, tanto por la calidad musical de su trabajo, como por el hecho cierto de que en América Latina es harto difícil llevar adelante una propuesta de rock progresivo de forma permanente y profesional. Por suerte, siempre hay empecinados y grupos que nos sorprenden gratamente, como pasa con la banda encabezada por Germán Vergara.

De nuevo en el ciberespacio – Por Joaquín Borges-Triana

De nuevo en el ciberespacio – Por Joaquín Borges-Triana

A propósito del primer aniversario de Miradas Desde Adentro,  en mi anterior post publicado en el sitio yo escribía:

“cada edición de Miradas Desde Adentro ha tratado de recoger los sucesos fundamentales de la cultura cubana, pero sin un enfoque excluyente sino todo lo contrario.

“Por eso, aquí hemos estado abiertos a informar acerca de sucesos del arte de nuestro país en sus múltiples expresiones, sin establecer distingos entre el facturado dentro de las fronteras cubanas como el llevado a cabo en la diáspora, porque a fin de cuentas siempre es más lo que nos une que lo que nos separa.

“Así pues, sobradas son las razones para darnos un autohomenaje porque si bien aún no hemos conseguido lo que nos propusimos de inicio y como toda utopía también atesoramos una que otra frustración, lo importante es intentarlo.

“En nombre de quienes hemos participado en el proyecto, Leticia, Chao y yo, puedo asegurar que este  nos ha enriquecido espiritualmente y en él encontramos la energía necesaria para seguir adelante mientras la buena suerte nos acompañe.

“Ahora, como corresponde tras un año de trabajo, nos tomamos unas vacaciones para recargar las pilas.”

Después de esas bien ganadas vacaciones, es el momento justo de volver al ciberespacio. El hecho de permanecer en casa por la existencia del coronavirus y la realidad de que ya he experimentado con las mil y una formas del ocio, me anima a aportar algo a la causa de tener uno que otro material para leer en medio de nuestra voluntaria reclusión domiciliaria.

Como siempre he expresado, este es un proyecto que no quiero sea solo mío, por lo que te invito a aportar colaboraciones. También te informo que en cuanto la actividad normal sea retomada, reiniciaré las entrevistas y comentarios en mi canal de YouTube. Por lo pronto y a modo de recordatorio, te reitero cuáles son mis espacios en la red de redes:

Sitio personal con artículos:

https://looksfrominside.com

Canal de YouTube, sería bueno suscribirse (opción que aparece en cualquiera de los videos o esquina superior derecha del canal. Si no tienes cuenta de google puedes guiarte por este link):

https://www.youtube.com/channel/UCwB4smI0KXHvx9EaHxzOG4A

Página en Facebook, sería bueno dar click en “Me Gusta” de la página en sí, para quedar subscrito:

https://www.facebook.com/joaquinborgestriana

Por favor, recuerda aquello de «Coopere con el artista cubano» y tírame un cabo con solo subscribirte o pasarle esta información a una de tus amistades.

Agradecido como un perro (al decir de ese gran poeta que fue y es Rafael Alcides), mucha suerte y sanos humos o buenos alcoholes según sea tu gusto.

Autohomenaje

Autohomenaje

Este 28 de octubre de 2019, justo hace un año que salió la primera edición de nuestro espacio. Quienes estamos involucrados en el proyecto, que abarca un sitio en la web así como un canal en YouTube, nos sentimos felices por lo hecho. En los anteriores doce meses, cada edición de Miradas Desde Adentro ha tratado de recoger los sucesos fundamentales de la cultura cubana, pero sin un enfoque excluyente sino todo lo contrario.

Por eso, aquí hemos estado abiertos a informar acerca de sucesos del arte de nuestro país en sus múltiples expresiones, sin establecer distingos entre el facturado dentro de las fronteras cubanas como el llevado a cabo en la diáspora, porque a fin de cuentas siempre es más lo que nos une que lo que nos separa.

Así pues, sobradas son las razones para darnos un autohomenaje porque si bien aún no hemos conseguido lo que nos propusimos de inicio y como toda utopía también atesoramos una que otra frustración, lo importante es intentarlo.

En nombre de quienes hemos participado en el proyecto, Leticia, Chao y yo, puedo asegurar que este  nos ha enriquecido espiritualmente y en él encontramos la energía necesaria para seguir adelante mientras la buena suerte nos acompañe.

Ahora, como corresponde tras un año de trabajo, nos tomamos unas vacaciones para recargar las pilas.

A quienes de una u otra forma han colaborado con la idea, por ejemplo, varios de mis alumnos de Historia del Arte en la Universidad de La Habana y la comunicadora Isely Ravelo Rojas, o a los que sólo se vinculan con nosotros desde la condición de visitantes esporádicos de Miradas Desde Adentro y de nuestro canal en YouTube,  de corazón ¡gracias!

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