Autor: Joaquín Borges-Triana

Jazz Plaza 2019: Una fiesta innombrable

Jazz Plaza 2019: Una fiesta innombrable

Con el concierto del pianista cubano Roberto Fonseca en la Sala Avellaneda del Teatro Nacional, concluyó de manera oficial la 34 edición del Festival Internacional Jazz Plaza 2019. Para quienes hemos seguido el desarrollo de este evento desde sus comienzos allá por 1980 cuando surgió en la instalación ubicada en la esquina de Calzada y 8, Vedado, gracias a la iniciativa de Bobby Carcassés y de Armando Rojas, la recién cerrada emisión ha sido si no la mejor, al menos una de las de mayores aciertos durante los 39 años de vida del encuentro de los jazzistas cubanos.

Después de 34 ediciones, en la actualidad el Jazz Plaza se consolida como un evento de gran prestigio a escala internacional y como  una evidencia del movimiento jazzístico que entre los músicos de nuestro país, ya sea en Cuba o en la diáspora,  se proyecta por defender un sonido legítimo y revolucionario que ya trasciende las fronteras de lo que se conoce como jazz afrocubano.

Sucede que como se pudo comprobar a lo largo de las jornadas transcurridas entre el 14 y el 20 de enero de 2019, el jazz hecho hoy por nuestros compatriotas apuesta por la mixtura de estilos y géneros, como parte del proceso de hibridación que en el presente vive toda una zona de la música cubana.

Durante una semana, la capital cubana y la oriental provincia de Santiago de Cuba fueron testigos de la diversidad de propuestas jazzísticas llegadas hasta aquí de la mano de más de 100 músicos foráneos procedentes de países como Estados Unidos, España, Argentina, Italia, Colombia, Uruguay, Brasil, Alemania, Noruega, Austria, Canadá, Ecuador, Australia, Gran Bretaña, Israel, Suecia, Puerto Rico, Mali y Bélgica. Al grupo de visitantes se añadió una destacada lista de instrumentistas residentes en Cuba y una nutrida representación de compatriotas que en la actualidad radican en disímiles puntos de la geografía internacional, pero que mantienen vivos sus lazos con la tierra que les vio nacer y donde se formaron como músicos.

Figuras como los bateristas Dave Weckl, Dennis Chambers y David Viñolas, el bajista Jeff Berlin, el tecladista David Sancious, el guitarrista Oz Noy, el flautista Néstor Torres, los pianistas Arturo O´Farrill, Jordi Sabatés y Adrián Iaies (este último, también director del festival de jazz de Buenos Aires), el guitarrista y tresero Benjamin Lapidus, las cantantes Joss Stone, Emma Pask y Patricia Kraus (hija del famoso tenor), el saxofonista Víctor Goines, la guitarrista Leny Stern, y la Preservation Hall Jazz Band son nombres de primera plana en el universo jazzístico mundial y que, por separado cada uno de ellos, funcionan a manera de cabezas de festivales en cualquier rincón del planeta.

No está demás acotar que muy pocos eventos de jazz en Europa, Canadá  o Estados Unidos se pueden dar el lujo de programar a la vez tantos escenarios simultáneos, durante la cantidad de días que duró el Jazz Plaza 2019 y además con una nómina de participantes tan sobresaliente y que, bueno es decirlo, intervienen en el evento por amor al arte y en este caso no se trata de una metáfora sino de la más exacta realidad pues no reciben remuneración alguna por tocar.

Como parte del programa de actividades del 34 Festival Jazz Plaza 2019, sesionó también  el Coloquio Internacional Leonardo Acosta in Memoriam, encuentro teórico devenido en eco del acontecer jazzístico en la isla y que ha tenido a la musicóloga Neris González Bello como organizadora y alma impulsora del acompañamiento reflexivo de la fiesta del jazz entre nosotros.

Homenajes a las casas discográficas EGREM, Colibrí y Bis Music por el quehacer de cada una en la producción de fonogramas cubanos de jazz, presentación de nuevos CDs y DVDs, clases magistrales y tributo a personalidades como Benny Moré y Niño Rivera o a las orquestas Aragón y Los Van Van, fueron algunas de las actividades llevadas a cabo en el Coloquio y que una vez más sirvió para promover el intercambio académico, visibilizar la escena jazzística cubana desde múltiples perspectivas y resaltar los aportes que a lo largo del siglo XX y lo que va del XXI nuestra gente ha hecho con sus obras en pro del desarrollo del género en, desde y fuera de nuestro país.

En la reciente edición del Jazz Plaza, un mérito especial del coloquio fue que también llegó a la provincia de Santiago de Cuba (algo inédito hasta este año), donde los espacios de debate se caracterizaron por conferencias magistrales sobre el desempeño de los jóvenes en el género, presentaciones de libros y revistas, así como disertaciones en relación con la siempre cambiante industria musical.

Por supuesto que el Jazz Plaza no es perfecto y todavía quedan cosas pendientes por resolver para que el festival esté acorde con las potencialidades que posee. Entre los aspectos que resultan más negativos mencionaría la inapropiada promoción que previo al evento circula por Internet y que incluso, llega al disparate de anunciar a figuras que se sabe no intervendrán en el certamen por tener en las mismas fechas otros compromisos. Tal fue el caso de cuñas promocionales que en esta ocasión aparecieron en distintos sitios cubanos en el ciberespacio y donde vendían a Chucho Valdés como figura central del Jazz Plaza 2019, cuando se conocía que él no participaría. Ello es una acción irrespetuosa, tanto para el posible público interesado como para el propio artista.

Por otra parte, personalmente conocí de músicos que deseaban venir y que no pudieron hacerlo porque las invitaciones formales que debían recibir no llegaron a tiempo para gestionar patrocinadores que les permitieran costear los gastos para viajar a Cuba e intervenir en el festival. Ello es señal de que todavía hay que ajustar determinados mecanismos organizativos para que algo así no ocurra.

Igualmente, aún no se ha conseguido la apropiada y necesaria articulación de nuestro movimiento jazzístico con otros entornos, en especial los del área caribeña. En ese sentido, sé que los organizadores del Jazz Plaza (en particular Roberto Fonseca) sueñan con la existencia de todo un circuito de festivales de Jazz en el Caribe, a la usanza de lo que acontece en Europa durante el verano, en el que se incluyan eventos del género como los de República Dominicana, Isla Margarita, Cancún, Panamá, el nuestro…, y que contribuiría al crecimiento del turismo especializado en la zona.

Por lo pronto y mientras un sueño así se llega a concretar, los organizadores del Jazz Plaza deberían comenzar a trabajar temprano en la preparación del encuentro correspondiente a 2020, pues en esa 35 emisión se celebran los 40 años de que esta fiesta innombrable de los jazzistas cubanos y de los amantes del género entre nosotros echara a andar en el modesto teatro de la Casa de Cultura de Calzada y 8 en el Vedado. Por lo mucho y bueno que de entonces a acá nos ha regalado este festival, se merece que al arribar a sus cuatro décadas de existencia, el cumpleaños lo festejemos por todo lo alto. Digo yo.

Carmen Herrera: Nunca es tarde si la dicha es buena

Carmen Herrera: Nunca es tarde si la dicha es buena

Nuestra compatriota, la pintora Carmen Herrera, ha expuesto recientemente en el Metropolitan Museum (Met) de Nueva York, como parte de una muestra acerca del  expresionismo abstracto desde nuevos puntos de vista y con una perspectiva de género. En esta exposición se repasa la obra del pintor estadounidense Jackson Pollock, así como la de otras figuras relevantes del panorama artístico internacional como Kazuo Shiraga, Ilona Keserü y Louise Nevelson.

Según diversos despachos de prensa, Epic Abstraction: Pollock to Herrera es el título de la muestra, que abarca desde piezas de la década de 1940 hasta el siglo actual, para explorar a gran escala la pintura, escultura e instalación. La exposición incluye más de medio centenar de obras pertenecientes a su colección, así como préstamos y nuevas adquisiciones.

Piezas icónicas del Met, como el clásico de Jackson Pollock «Autumn Rhythm» (1950) y la monumental «Mrs. N’s Palace» (1964–77), de Louise Nevelson, comparten espacio con obras de importantes artistas internacionales, como las del pintor japonés Kazuo Shiraga y la artista húngara Ilona Keserü.

En opinión de los medios de prensa que han reportado la muestra en el Metropolitan Museum (Met) de Nueva York,, muchos de los artistas reunidos en la exposición trabajaron grandes formatos no solo para explorar elementos formales como la línea, el color, la forma y la textura, sino para activar el potencial metafórico de la escala con el propósito de evocar ideas y temas expansivos o épicos (de ahí el título de la muestra) que incluyen la historia, el tiempo, la naturaleza, el cuerpo, así como preocupaciones existenciales.

En el caso de Carmen Herrera, ella es una creadora cubano-estadounidense de 103 años, edad que la convierte  en una de nuestras artistas en activo más longeva. Como uno de los rasgos a destacar en su quehacer como pintora, vale resaltar que se le considera pionera del expresionismo abstracto en Estados Unidos. Nacida en  La Habana en 1915, reside en Norteamérica desde mediados de los años cincuenta y en la actualidad, vive cerca de Union Square, en la ciudad de Nueva York.

A pesar de su longevidad, el trabajo de Carmen Herrera ha sido reconocido internacionalmente en fecha reciente. No obstante, entre los críticos hay consenso acerca de que sus composiciones geométrico-abstractas en colores llamativos no eran menos vanguardistas que las que pintaban otros colegas hombres como Josef Albers o Piet Mondrian, con quienes participó en exposiciones colectivas después de la Segunda Guerra Mundial.

Tras seis décadas dedicándose a la pintura, nuestra compatriota vendió su primera obra en 2004, cuando contaba 89 años de edad. A partir de entonces muchos ojos se fijaron en ella y así, en julio de 2009, la galería IKON de Birmingham, Inglaterra, ofreció una exposición retrospectiva de su trabajo como pintora.

Por ese camino, instituciones de tanto prestigio como la Tate Modern de Londres y el Museo Hirshhorn de Washington han adquirido obras suyas, guiados por el criterio generalizado de que sus piezas tienen una precisión casi espiritual, recuerdan la pintura de Barnett Newman y marcan importantes hitos en la evolución del movimiento minimalista geométrico.

En noviembre de 2017, a los 102 años de vida, Carmen Herrera vendió en la temporada otoñal de subastas su lienzo de 1956, Untitled (Orange and Black) [Sin título (naranja y negro)], en 1.179.000 dólares, un nuevo récord para la artista en venta en subasta. Para el mercado de las artes, aquello no era algo demasiado sorpresivo pues ya en mayo de 2017, nuestra compatriota centenaria  había vendido su cuadro Verticals en casi un millón de dólares (751.500), más del doble de lo anticipado.

Casos como el de Carmen Herrera, subidas a la cresta de la ola a edades más que avanzadas, le hacen evocar a uno la consabida frase popular de que nunca es tarde si la dicha es buena. Digo yo.

Nuevo libro de Ena Columbié

Nuevo libro de Ena Columbié

Sin la menor discusión, la guantanamera Ena Columbié es una de las escritoras cubanas más activas en las últimas décadas. Licenciada en Filología, ella ha conseguido con su quehacer numerosos premios en crítica literaria y artística, cuento y poesía.

Entre otros títulos, Ena ha publicado los libros Dos cuentosEl exégetaRipios y epigramasLas horasSolitarIslaLucesLa luz que conduce a los poetas y Sepia.  Lo interesante del caso de esta guantanamera es que ella no se ha limitado a la escritura en su condición de narradora, poeta y ensayista, sino que también se ha proyectado como fotógrafa y pintora, con exposiciones en varios países.

Radicada actualmente en Estados Unidos, su más reciente obra es la novela Confesiones de un idiota, presentada el sábado 17 de noviembre de 2018 en el Wolfson Campus del Miami Dade College, como parte del programa de la Feria del Libro de Miami. A propósito de esta narración, de temática inusual en el panorama de la literatura cubana, Miradas Desde Adentro reproduce una reseña escrita por nuestra compatriota María Cristina Fernández y aparecida en El Nuevo herald.

Ena Columbié entre la crudeza y la ternura de las ‘Confesiones de un idiota’

por María Cristina Fernández

El libro más reciente de la escritora cubana Ena Columbié, Confesiones de un idiota, publicado por la editorial Silueta, es una novela que nos acerca a un mundo inusual. En algún lugar de California, una mujer cuyo nombre se desconocerá y quien será nombrada solamente como Ella, responde a un anuncio de trabajo para asistir con el cuidado de cinco jóvenes “especiales”; hombres que nunca crecerán, niños eternos, idiotas para gran parte de la humanidad.

Para los antiguos griegos, un idiota era aquel al que se le segregaba e impedía participar activamente del proceso político (legos). En una sociedad donde los afanes de la democracia eran prioritarios, los ciudadanos ideales eran a quienes se les otorgaba el privilegio del quehacer cívico, dádiva vedada a las mujeres, los esclavos o los forasteros. Por supuesto que desde entonces hasta la actualidad, las connotaciones de esta palabra han cambiado, aunque hoy en día un idiota, ya sea porque carezca de los atributos del entendimiento o porque sea un rezagado competitivamente hablando, sigue siendo un ser menoscabado.

A estos seres “especiales” sobre los que narra la autora, no los visita casi nadie, cuando más un pariente o un amigo en algún momento del año. En su conjunto, aunaremos un buen mosaico de síndromes y síntomas: síndrome de Down o el llamado X Frágil, retraso mental, autismo, mosaicismo, entre otros. Alguno puede tener cataratas congénitas o crecimiento anormal de los testículos o pueden ser agresivos consigo mismos o con los demás; a otro le supuran los oídos, o tendrán en mayor o menor medida, incapacidad para la expresión verbal, para vestirse o mantenerse en pie; también consumen una buena dosis de fármacos y se quejan con sonidos guturales, se babean, se divierten caóticamente o se masturban hasta el cansancio.

Vittorio, Bryan, Bill, Brad y Paul conviven sin tener ningún parentesco entre ellos, como los personajes de Boarding Home, una novela de Guillermo Rosales sobre sus vivencias en un asilo, pero tratados con dedicación mientras están bién atendidos, cumplen sus rutinas, no carecen de lo elemental, aunque la dueña de la casa, Julia, pueda tener un “aburrimiento infinito y la mirada ausente”, casi como una idiota más. Pero para alegrarles y cambiarles un poco la vida, está el personaje de Ella, quien pareciera haber llegado a esa casa para suplir las carencias de afecto y atención de los jóvenes.

En particular, quien capta más la atención de la cuidadora es Brad, “un convidado de piedra”, como lo define Ella al conocerlo. Tal vez sea él por quien la novela lleve este título; es a este idiota (adoptando la acepción del vocablo no peyorativamente) en quien la autora se detiene más a exponer su mundo privado, casi inaccesible. “Lagunas profundas y reflexivas son las horas de Brad”, es una imagen que describe con belleza y exactitud el mundo de silencio donde se sumerge este muchacho con trisomía 21, una lengua enorme que se sale de su boca y una aparente sordera. “Si de su silencio dependiera la seguridad del mundo, estoy dispuesta a apostar que nunca nada por pequeño que fuera nos podría suceder”.

Entre Ella y Brad surge una delicada y dedicada complicidad que va socavando incluso las limitaciones físicas e intenta librarlo de un inherente sentimiento de culpa. La sagacidad de la mujer le permite intuir que hay mucho más por descubrir dentro de estos seres raros y que no hay mejor ciencia para ello que la paciencia. “Ella me enseñó a oír con la mirada”, confiesa el muchacho, quien queda fascinado por las historias de su mundo que la mujer le cuenta, y donde habitan los chichiricús, los jigües y los elewas. La mujer le brinda, además de los cuidados elementales de alimento, limpieza, medicación y orden, un regalo muy especial y que quizás nadie antes le ha procurado. Estos son los recursos imaginativos contra la tristeza. No es que de cierto modo él no los tenga, pero con Ella los refuerza, reconoce su valor, se los entrega enriquecidos y más eficaces. Lo mismo ocurre con el baño, que más que un tiempo de aseo, se volverá la fiesta del agua. “Algo duele siempre cuando la gente se va”, pero la vida sigue y al irse Ella, presionada por sus propias urgencias personales, Brad ya no será el mismo.

Aunque las convenciones sociales todavía apuntan al desinterés o la falta de fe en estas personas cuya diferencia se asienta en trastornos genéticos, la novela apuesta por una posición contraria a lo sobreentendido. No recuerdo en la literatura cubana un precedente semejante, aunque sí en el filme Suite Havana del director Fernando Pérez donde se expone silentemente la cotidianidad de un niño con trisomía 21. Este libro tal vez permita al lector, como a la propia Ella en la novela, evocar sus propios seres especiales, esos que no asoman mucho a la vida pública pero que están cerca y sienten, padecen, añoran como los demás.

No puedo dejar de mencionar que la ilustración de portada es de Misleidys Castillo, creadora con impedimentos autistas y de audición. Desde hace un tiempo, organizaciones como NAEMI y la muestra llamada Outsiders que organiza el CCE en Miami, tratan de romper esos aislamientos forzosos para que entre sus vidas y las nuestras, la distancia sea un poco más corta.

Tomado de El Nuevo Heraldwww.elnuevoherald.com

Entrevista a Rafael Grillo

Entrevista a Rafael Grillo

Sicólogo de profesión pero no de vocación, Rafael Grillo es uno de los responsables del surgimiento de una revista digital como Isliada, pionera del hoy pujante movimiento de publicaciones independientes hechas en Cuba. Empero, quizá lo más trascendente llevado a cabo por Rafael Grillo haya sido su labor como profesor en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, donde ha sido responsable de que toda una generación de muchachos y muchachas se hayan vuelto devotos y cultores del llamado periodismo narrativo. Sobre este y otros temas Miradas Desde Adentro conversa con el también novelista, cuentista y editor de El Caimán Barbudo.

María Irene Fornés Collado: ¡Honor a quien honor merece!

María Irene Fornés Collado: ¡Honor a quien honor merece!

Un despacho informativo de la revista Vogue fue quien dio la noticia. La dramaturga, directora escénica, poeta y pedagoga cubana María Irene Fornés Collado murió en Nueva York el martes 30 de octubre de 2018. Para la famosa publicación, esta habanera, hija menor de la pareja conformada por Carlos Luís Fornés y Carmen Hismenia Collado, es una de las voces latinas más influyentes del siglo XX.

Fallecida a la edad de 88 años a causa del Alzheimer, ella resultó una figura de culto dentro de la escena del Off-Off Broadway neoyorkino de la década de 1960 y en Estados Unidos ganó ocho veces el Premio Obie (equivalente al Tony para la escena del Off-Off Broadway), que le entregó además un galardón a toda su carrera en 1982.

Procedente de una familia con un importante legado en la cultura cubana (su hermano Rafael Fornés Collado fue un encumbrado caricaturista, su sobrino Rafael es uno de los más sobresalientes teóricos de nuestra arquitectura y su también sobrino Carlos es uno de los principales promotores y estudiosos del rock en Cuba), María Irene quedó como finalista en el Premio Pulitzer en 1990 y recibió, además, el reconocimiento del New York State Governor’s Arts, mientras que el Festival Internacional de Teatro Hispano de Miami le concedió el premio Toda una vida dedicada a las Artes Escénicas en una de sus ediciones.

Si bien jamás renunció a la escena alternativa, obras suyas escritas en inglés como La conducta de la vidaLa exitosa vida de 3Fefu y sus amigas y Fango son consideradas entre las más importantes de la dramaturgia estadounidense de todos los tiempos. En sus más de 40 obras trató temas como el deseo femenino y la desigualdad económica.

Nacida en La Habana el 14 de mayo de 1930, a la edad de 15 años viajó con su familia a los Estados Unidos, donde estudió pintura con el artista alemán Hans Hofmann, figura pionera del expresionismo abstracto. En esa etapa fue condiscípula y amiga de artistas de la plástica como Lee Krasner y Ray Eames. Tras marchar a París por un tiempo, según ella misma narrase, el impacto que le produjo asistir a una puesta en escena de Esperando a Godot, de Samuel Beckett, la inspiró para emprender su propia obra como dramaturga. Así, para dedicarse al teatro, su primera decisión fue retornar a New York.

De regreso a la  Gran Manzana, inicialmente tuvo que trabajar como diseñadora de ropas de marca pues, como era lógico, no podía vivir del teatro. Fue por entonces que encontró el amor en la persona de la gran escritora Susan Sontag (1933-2004), algo más joven que nuestra compatriota. Puede asegurarse que esa relación de pareja, que duró varios años, resultó muy beneficiosa para ambas y las ayudó a crecer como intelectuales.

Entre las primeras obras teatrales de María Irene Fornés Collado que se dieron a conocer en el circuito neoyorkino, estuvieron La viuda (concebida a partir de cartas de su abuela paterna), Tango Palace, The Successful Life of 3; el musical, en colaboración con el compositor Al Carmines, PromenadeThe OfficeThe AnnunciationA Vietnamese Wedding y Dr. Kheal. Después vendría otro musical, Molly’s Dream, con la colaboración de Cosmos Savage como orquestador de la pieza; Eyes on the Harem; Cap-a-Pie, con música de Raúl Bernardo; MudIn ServiceThe Danube, A Visit, No timeArt. Pero su gran éxito de público y crítica no le llegaría hasta 1977, cuando dio a conocer Fefu and Her Friends, un trabajo experimental que demanda la utilización de varios escenarios simultáneos y la participación activa de los asistentes a la puesta sobre las tablas.

La última creación dramatúrgica de quien fuese becaria de las fundaciones Cintas, Yale, Rockefeller, American for Arts y Guggenhein, fue Letters from Cuba, estrenada en el año 2000, momento en que su quehacer artístico se ve interrumpido por causa del Alzheimer que desde esa fecha padeció hasta el instante de su fallecimiento.

En cuanto al estilo de María Irene Fornés Collado como teatrista, cabe afirmar que en ella prevalece la estructura narrativa no convencional y un acercamiento surrealista a los asuntos de lo cotidiano. Igualmente, la crítica especializada en Estados Unidos la considera como iniciadora de lo que se conoce como “teatro inmersivo”; variante en la que María Irene incursionó mucho antes de que dicho término registrase notoriedad a través de figuras tan destacadas como Tony Kushner, Paula Vogel y el también cubano Nilo Cruz.

En un recuento sobre la intensa carrera artística de la Fornés Collado, no se puede soslayar que ella colaboró con personalidades como Roberto Sierra, Tito Puente (Lovers and Keepers), Fernando Rivas, León Ordenz (Sarita, todo un éxito de taquilla y de crítica en New York), John Fitzgibbon o John Vauman, entre otros; y que fue la encargada de traducir al inglés y llevar a los escenarios de New York obras como Bodas de Sangre del poeta granadino Federico García Lorca, La Vida es un Sueño de Pedro Calderón de la Barca, Aire Frío de nuestro compatriota Virgilio Piñera (uno de sus autores favoritos) y Ahogados y El Tío Vanya, del cuentista y dramaturgo ruso Anton Chejov.

Los últimos galardones otorgados a quien sin la menor discusión es una gloria de la cultura cubana, más allá de que apenas se le conozca entre nosotros, fueron el Robert Chesley Award y el PEN/Laura Pels International Foundation for Theater Award for Master American Dramatist, concedidos en 2001 y 2002. No por gusto, el afamado crítico Hilton Als, uno de los más reputados articulistas de The New Yorker, describió a María Irene Fornés Collado como una autora teatral que no tuvo nunca competidores reales mientras estuvo activa, una voz inherentemente feminista y muy instructiva, pero sin el sentimiento de autoimportancia que daña a tantos buenos escritores. Modesta, prolífica, una especie de femme fatale que supo inspirar el ardor de una joven intelectual nombrada Susan Sontag, pero que jamás se sintió superior o mejor que otros.

Aunque, entre nosotros, únicamente el grupo Argos Teatro, dirigido por Carlos Celdrán, ha montado en su repertorio una obra de María Irene —en este caso su célebre pieza Fango, representativa de la etapa de plena madurez de la dramaturga—, por acá quienes nos interesamos en general por las artes y las letras deberíamos estar al tanto de que la Fornés Collado fue la guía docente y fuente de inspiración de personajes como Tony Kushner, Lanford Wilson, Sam Shepard, Paula Vogel, Holly Hughes, Scott Cummings, Edward Albee, Nilo Cruz, Cherrie Moraga, Caridad Svich, Migdalia Cruz, Elisa Bocanegra, Anne García Romero, Bernardo Solano, Jorge Ignacio Cortiñes, Leo García, Ana María Simo, Lorraine Llamas, Ela Troyano, Eduardo Machado y muchísimos más teatristas de fama internacional.

La harto difícil década final de su existencia a causa del Alzheimer es resumida a manera de crónica en The Rest I Make Up, el largometraje documental realizado por Michelle Memran. La historia de esta mujer, que tuvo que laborar como operaria en la factoría de zapatos finos Capezio pero supo luchar hasta realizar sus más caros anhelos artísticos y convertirse en una figura de culto en el complejo universo teatral contemporáneo norteamericano, es un ejemplo digno de imitar para todos aquellos que en la isla se adentran en el siempre complicado mundo de las tablas.

Como conclusión de este sencillo tributo, solo quiero añadir unas palabras del afamado teatrista Lanford Wilson, quien al referirse a María Irene Fornés Collado, expresó una idea que perfectamente pudiera servir como síntesis del valor de esta compatriota para la dramaturgia de nuestro tiempo: “Ella es la más original de todos nosotros”.

En saludo a los 500 años de La Habana

En saludo a los 500 años de La Habana

Numerosos proyectos culturales se acometen por estas fechas como parte de las celebraciones por los 500 años de La Habana. Libros, discos, multimedias, exposiciones… son partes de ese cúmulo de homenajes que se le rinde a la capital de los cubanos por arribar a su quinto centenario. El poeta y periodista Félix Contreras también se suma a esta declaración de amor por La Habana, con un libro que ve la luz a través de la editorial Unión y acerca del cual Yoe Suárez ha publicado un trabajo en Diario de Cuba que reproducimos hoy en Miradas Desde Adentro.

Apuntes de una Habana sensorial

Por Yoe Suárez

Si para Fayad Jamís La Habana era un mundo de espejos y música, para el periodista Félix Contreras es un almacén de emociones. Y su más reciente libro de entrevistas La Habana narrada en el espejo es inventario, la cuerda que lo guía es la de la nostalgia; si un tono, ambarino. Las preguntas tientan la melancolía y el autor es también presa de ella.

¿Acaso estas 140 páginas prueban que el ayer se idealiza, se decanta lo feo y queda lo bonito? ¿O será tal vez que todo tiempo pasado fue mejor?

La compilación, de arqueología social, se mueve sobre todo en el siglo XX. Trata de reconstruir con palabras lo que el deterioro y el olvido han desvanecido.

Los 30 entrevistados que hablan desde sus páginas describen una ciudad por capas. Una urbe a pesar de los catálogos turísticos, la prensa indolente o la Historia edulcorada.

La selección de voces del autor busca la representatividad y un virtuosismo que contribuya a describir a veces lo que ya no está, esa Habana de cafetines, de fondas y cabarets.

Hablan ya fallecidos como el musicólogo Helio Orovio y el arquitecto Miguel Coyula. Hablan también otros desde fuera del país. La convocatoria de Contreras propone desnudos personalísimos, que configuran también el espíritu citadino.

Si La Habana son muchas Habanas este libro tiene su centro en el centro, dígase la vieja ciudad y El Vedado. La periferia aparece, precisamente, de un modo periférico. Tanto así, que algún entrevistado pide que desaparezcan Alamar, al este, y el mamotreto diplomático de la antigua URSS, al oeste. Son centro La Rampa, la Catedral, el antiguo Palacio Presidencial asaltado, los espacios engarzados a los recovecos de la juventud y con ella al amor, la amistad, los pavores.

Hay sitios que se reiteran en las respuestas: el Malecón, la Plaza de la Revolución, el Morro, el Capitolio. Sensaciones recicladas: olor a mar, color de atardecer, la mudez de octubre del 67 al anunciar el fin del Che. Personajes que la pueblan hasta después de muertos: Benny Moré, Celia Cruz, El Caballero de París.

También La Habana imaginada se hace ladrillo y carne en las palabras de los entrevistados. Al punto que Cecilia Valdés, por ejemplo, es considerada por varios encuestados como la mujer más importante de la ciudad. Otros sueñan con caminar junto a Martí por la urbe.

El tiempo da vida al mito, y la devuelve a los que hicieron historia.

Este es un libro sensorial. Félix, periodista de larga data, pide a los convocados que huelan, observen, saboreen la capital. De tal ejercicio asoma un tema que atraviesa este compendio de cuestionarios: el dolor. La ciudad, a punto de cumplir 500 años, duele en la misma medida que se ama, y el escritor Tato Quiñones resume mejor que nadie el dilema de mirarla día a día: «Claro que, para hacerlo, a los hombres y a las mujeres de nuestra generación —que ya estamos consumiendo el tiempo de la tercera juventud—, el asunto no es fácil. Y no lo es porque, para nosotros, La Habana son dos: la actual cotidiana que medio nos lastima, medio nos empinga y, aquella, la otra que conservamos en la memoria alimentada por la nostalgia».

El arquitecto Nelson Melero, tiene una explicación para la de hoy, la que hiere: «La Habana ha pagado con creces su cuota de ser la capital hipertrofiada típica de un país subdesarrollado. Por decisión expresa fue condenada al olvido, a no hacer nada más en ella hasta tanto no se desarrollara el resto del país, pero por cuánto tiempo más y hasta cuándo debe durar esta sanción».

Y subraya que del carácter metropolitano y moderno alcanzado durante el siglo XX queda nada:

«ha sufrido un proceso de vuelta atrás, de ruralización que se expresa no solo en las transformaciones realizadas en la arquitectura y el urbanismo, sino también en las manifestaciones de sus habitantes, en sus gustos y preferencias».

En muchos sentidos, este volumen se asemeja a la ciudad que describe. Uno de ellos es que varios de los que hablan aquí nacieron por otros lares, comenzando por el autor (Pinar del Río, 1940). Como la mayoría de las capitales modernas empadrona a quien la precise. La lista de adopciones es larga y tiene un correlato en la muestra de este libro: fifty-fifty.

Invito a los lectores a que examinen su relación con la capital. Las 17 preguntas con que Contreras induce evocaciones bien pueden autoaplicarse.

Yo, por lo pronto, ya tengo mis respuestas y las sumo a las de La Habana narrada en el espejo. ¿Y si usted suma sus respuestas personales sobre la urbe real y la que gravita, como un fantasma bonito, en el recuerdo?

¿Qué lugar define a La Habana?

La Rampa, incluyendo la céntrica intersección de 23 y L, y el pedazo de Malecón que le sucede.

¿Qué sabor te identifica con La Habana?

El de la corteza vitaminosa de la almendra criolla, que mascaba al regreso de la primaria por toda Quinta Avenida de la mano de mi abuela.

¿El olor de La Habana?

El petróleo de los almendrones de alquiler.

¿A qué rincón de La Habana vuelves siempre?

A Marianao, donde he gastado parte de mi adolescencia y mi juventud.

¿Qué lugar para mirar (sentir) La Habana?

Las alturas de Casablanca, al otro lado de la bahía.

¿Qué hora de La Habana?

El amanecer, que nos atrapa tanto a los que madrugamos para trabajar como a los que trasnochamos avivados por los amigos.

¿Qué hecho histórico de La Habana?

El asalto al Palacio Presidencial, por comandos del Directorio Revolucionario de la Universidad de La Habana.

¿La mujer más importante de La Habana?

Mi abuela, descendiente según la historia familiar, de Perucho Figueredo y el general independentista Saturnino Lora.

¿Qué canción te recuerda a La Habana?

«Delirio y habanera», cantada por Liuba Maria Hevia.

¿Tu personaje de La Habana?

Raulito, un loco inofensivo y ocurrente, asiduo a 23 y 12, que a veces se pasea manejando su auto imaginario por las aceras e imita virtuosamente algunos instrumentos musicales montado en las guaguas. Para mí es el nuevo Caballero de París.

¿Qué monumento?

El Martí a los pies de la Plaza de la Revolución: ¿pensativo, molesto? Escalofriante.

¿Qué lugar para el amor?

El Malecón, y la beca de F y Tercera.

¿Qué falta a La Habana?

Sitios de tres B: buenos, bonitos, baratos.

¿Qué libro te identifica con La Habana?

La noche del Aguafiestas, de Antón Arrufat.

¿El pintor de La Habana?

Raúl Martínez.

¿Qué debemos hacer por La Habana?

Ser gentiles con ella.

¿Qué esconderías de La Habana?

Los muros invisibles que la encierran.

Félix Contreras, La Habana narrada en el espejo (Unión, La Habana, 2018).

Tomado de Diario de Cuba, www.ddcuba.com

A propósito de rock de Hungría: Ringasd El Magad

A propósito de rock de Hungría: Ringasd El Magad

Felipe Morfa, uno de los directores de programas radiales de música que más respeto, en virtud de su buen gusto, sentido de búsqueda en cuanto a grabaciones del pasado y del presente, así como por la defensa que hace de la promoción de la música cubana al margen del sitio donde se haya registrado, ha prometido pasarme toda la discografía de Locomotiv GT. Es casi seguro que dicho ensamble poco o nada represente para las nuevas generaciones de melómanos cubanos, pero para los que andamos por la media rueda y gustamos del rock, esa banda húngara es parte de nuestra memoria sonora.

Nombres como Five Moto Rock, Kati Kovacs, Fonograf y los aludidos Locomotiv GT se dieron a conocer en Cuba durante los 70. Tuve la dicha de asistir a las presentaciones de LGT siempre que nos visitó y en particular, tengo grabada en la mente dos de sus conciertos aquí. Uno, el efectuado en el Kart Marx ante un público que repletó el teatro, y otro, llevado a cabo en el Cristino Naranjo, con una audiencia reducida y menos interesada en la propuesta sonora, pero eso sí, con una oferta de comida y cerveza abundantes, y al que pude ir gracias a mi amiga Nancy, compañera del preuniversitario en el que yo estudiaba entonces, que me cedió las invitaciones dadas a sus padres.

Del grupo encabezado por Gábor Presser evoco una pieza como «Lady of the night», tema grabado en inglés pues la banda editó varios discos en dicho idioma con el fin de penetrar el mercado estadounidense y el británico, país este donde la agrupación llegó a interactuar con el legendario Jack Bruce, quien intervino como invitado en un LP de la formación. Ahora bien, sin discusión alguna el corte más popular de LGT en Cuba fue «Ringasd El Magad», que entre nosotros se coreó hasta el cansancio.

Por la ya lejana época, entre los más duchos en materia de rock por acá, con frecuencia Locomotiv GT era comparado con otros compatriotas suyos, el grupo denominado Omega. Cultores de un rock progresivo que en etapas se tornó más o menos cercano al hard rock, lamentablemente este ensamble icónico de la escena underground húngara, nunca vino a Cuba y sus grabaciones solo circularon entre unos pocos afortunados.

Según el criterio de los especialistas, el período de los años 70 resulta el momento de mayor esplendor para el rock en Hungría, dada la coexistencia de bandas como las mencionadas LGT y Omega, junto a otras como Edda, Piramis, Cartago y Solaris. En semejante listado de grupos, Omega es valorada como todo un símbolo. Con cerca de 20 álbumes publicados, los líderes del ensamble han sido László Benkő (cantante, pianista y flautista) y János Kóbor (vocalista y guitarrista). Entre sus producciones fonográficas de mayor interés, yo mencionaría Omega Red Star from Hungary y 10000 lépés, al que pertenece su canción más conocida internacionalmente, «Gyöngyhajú lány», versionada en la década de los 90 por los alemanes de Scorpions con el título de «White Dove».

Un colectivo clásico del mejor rock húngaro de todos los tiempos es Edda, también conocido como Edda Művek. Con más de cinco millones de ejemplares de su discografía vendida en Europa, ellos son valorados en su país natal como una banda de culto. A lo largo de su historia, numerosos integrantes han pasado por las filas de la agrupación, en la que la columna vertebral ha sido el vocalista Attila Pataky. Su debut fonográfico se produce en 1980, con el LP nombrado Edda Művek 1, de notable éxito en Hungría. Su disco más reciente data de 2012 y lleva por nombre Inog a világ (El mundo se tambalea).

Si bien tras el derrumbe del socialismo en las naciones de Europa del Este, para nosotros se ha tornado muy difícil acceder a lo que en materia no solo de música sino de cultura en general acontece en un sitio como el país magiar, de cuando en vez algo nos llega. Así, para los interesados en materia de rock sugiero buscar grabaciones de grupos húngaros de los últimos tiempos, como por ejemplo, Intim Torna Illegál (ITI), cultores de un sonido aproximado al del rock alternativo y al menos con dos discos que yo conozca: Cirkusz Kísérlet; y Turbo, interesantísimo ensamble de rock psicodélico progresivo, como se evidencia al escuchar sus CDs Vol1 Lost Measure.

Con nombres y textos de melodías impronunciables, dado lo complejo del idioma, ello no es óbice para no indagar por lo que en rock y metal se hace hoy en Hungría pues nadie sabe si por ahí nos pudiéramos encontrar con el equivalente de lo que en su momento fue «Ringasd El Magad».

Entrevista a Darío Escobar

Entrevista a Darío Escobar

Para muchos, una de las revistas más complejas de hacer en el variopinto universo de las publicaciones cubanas es Somos Jóvenes, fundada por el siempre recordado Guillermo Cabrera Álvarez. Después de una larga etapa de franca crisis, ahora Somos Jóvenes parece asumir un segundo aire. Uno de los artífices de semejante revival, es el periodista Darío Escobar, actual director de la publicación y con el que Miradas Desde Adentro conversa para saber sobre sus planes para con la revista y acerca de su personal visión en relación con el periodismo que hoy están haciendo sus contemporáneos de generación.

El renacer de la décima

El renacer de la décima

Viajera peninsular

cómo te has aplatanado,

qué sinsonte enamorado

te dio cita en el palmar.

Dejaste viña y pomar

soñando caña y café,

y tu alma española fue

canción de arado y guataca

cuando al vaivén de una hamaca

te diste al Cucalambé.

Lo anterior son unas célebres décimas escritas por El Indio Naborí, sin la menor discusión  uno de los más grandes decimistas que ha tenido Cuba. Como ha señalado el investigador y poeta Virgilio López Lemus: «Décima es una estrofa de diez versos preferentemente octosilábicos, cuyas variantes de mayor difusión han sido la copla real en los siglos XV y XVI y la espinela a partir del XVII. (…) Es el único molde hispánico de origen «culto», que encontró gran aceptación en las poesías escrita y oral.»

Según numerosos estudiosos, como el aludido López lemus, la décima resulta un puente cultural entre naciones que se expresan en español y portugués, por lo que puede valorársele como una manifestación identitaria, uno de los rasgos comunes que encontramos en la lírica hispano-lusitana.

Desde sus orígenes, la décima, que dicho sea de paso, es el único molde hispánico de origen «culto» que tuvo aceptación por igual en las poesías escrita y oral, ha asumido disímiles variantes en su estructura. A partir de 1591, cuando Vicente Martínez Espinel dio a conocer sus «Redondillas» en el libro titulado Diversas rimas y gracias a la popularidad registrada por la fórmula propuesta por este autor, se le comenzó a denominar espinela. Vale acotar que entre las múltiples formas decimísticas, solo hay dos que poseen nombre propio: la espinela y la copla real, por lo que no hay que confundir el término décima con espinela .

En buena medida a partir de la obra de noveles escritores, una estructura como la décima ha experimentado en Cuba lo que puede catalogarse como un auténtico renacer. Muchos jóvenes poetas le han aportado a esta estrofa de diez versos un nuevo aliento en los últimos treinta años. Ello es parte de la movida que se ha dado en nuestro contexto por las nuevas generaciones de artistas e intelectuales, en cuanto al rescate de valores pertenecientes a la tradición de la cultura nacional, pero asumidos desde una renovadora visión ideoestética.

Un libro como El mundo tiene la razón (Editorial Sanlope, 1996), de los holguineros Ronel González y José Luis Serrano, que ganase en 1995 el Premio Cucalambé, sin la menor discusión el concurso más importante de la décima escrita en nuestro país, corrobora ese espíritu innovador al que me refiero. Gracias a las convocatorias del certamen antes aludido, han visto la luz otros decimarios de gran valía, como Sueños sobre la piedra (Editorial Sanlope, 1998), del santiaguero Alberto Garrido, y del que sobresale el texto denominado «Días de la quimera».

Entre los importantes decimarios publicados a partir del Premio Cucalambé habría que mencionar Perros ladrándole a Dios (Editorial Sanlope, 1999), del tunero Carlos Esquivel Guerra; Con esta leve oscilación del péndulo (Editorial Sanlope, 2000) y Examen de fe (Editorial Sanlope, 2002), de los holguineros Yunior Felipe Figueroa y José Luis Serrano, respectivamente, o por poner un último ejemplo, Otra vez la nave de los locos (Editorial Sanlope, 2003), original de la capitalina María de las Nieves Morales.

Mas no ha de hablarse únicamente del concurso Cucalambé como motor impulsor de la décima en Cuba en el pasado reciente. Un análisis del asunto, por somero que sea, no puede soslayar la existencia en el territorio nacional de otros eventos literarios que han coadyuvado al florecimiento de la espinela. Entre tales certámenes, cabe resaltar en el decenio de los noventa la Bienal de la Décima, un premio otorgado al fomento de esta forma poética y en el que fueron laureados los libros Otro nombre de mar(Editorial Capiro, 1993), de Jorge Luis Mederos, y Alucinaciones en el jardín de Ana(Editorial Capiro, 1995), escrito por Alpidio Alonso Grau. Un concurso muy destacado es el que lleva por nombre Fundación de Santa Clara, que entre otros libros ha premiado Aneurisma (Editorial Capiro, 1999), del ya citado José Luis Serrano; Soldado desconocido (Editorial Capiro, 2001), del villaclareño Yamil Díaz Gómez, y El libro del cruel fervor (Editorial Capiro, 1997), del camagüeyano Jesús David Curbelo.

Así las cosas, otras voces han ido surgiendo y ya sorprenden a la crítica y a los lectores por la madurez que registran, a pesar de poseer –en su inmensa mayoría— una corta edad. Son los casos de Omar Raúl Díaz Ávila, Ana Rosa Díaz Naranjo, Diusmel Machado, Rafael de Jesús Valdivia, José Antonio Guerra, Libán H. Izquierdo y el un tanto menos joven Arístides Valdés Guillermo.

De singular valía en el proceso de renovación vivido por la décima en nuestro país en las dos últimas anteriores décadas es el rol desempeñado por muchachas decimistas. Junto a las ya mencionadas María de las Nieves Morales y Ana Rosa Díaz Naranjo, habría que aludir también entre otros nombres a los de María Liliana Celorrio, Elizabeth Álvarez, Odalis Leyva, Alexa Beiro y Nuvia Estévez, hacedoras de un discurso de clara orientación feminista, pues ocurre que a estas alturas del siglo XXI hay tantas razones para enarbolar tales banderas, como reclamar que hombres y mujeres seamos iguales en dignidad y derechos, pedir por el fin de la violencia del sistema machista y que desprecia a los seres diferentes, o luchar porque verdaderamente algún día se haga realidad el ideal republicano de libertad, igualdad, fraternidad, un sueño todavía pendiente.

A tenor con lo anterior, los versos de estas autoras nos invitan a identificarnos con esa mitad de la humanidad, ex moradora de la antigua ciudad de Delfos y donde estaba el templo de Afroditas. Y es que, pensando en una frase de Víctor Hugo en la que expresaba: «la utopía de hoy es la realidad de mañana», podemos captar el supramensaje de los textos de las jóvenes hacedoras de las que no pocos especialistas consideran como inquietantes décimas.

Un ejemplo representativo de lo antes descrito y que ha gozado de mucha popularidad entre amantes de la décima con aproximación a las corrientes feministas es «Yo soy la peor», original de la muy galardonada Nuvia Estévez:

la única

Pola Negri su boquilla

humeando contra la astilla

del Hades (…)

Soy Pola Negri

Mastican

este verde que destilo

Soy la araña Soy el hilo

Son ellos quienes claudican.

Un criterio valorativo de la producción en conjunto de noveles decimistas lo ofrece el investigador y también cultor de la décima Carlos Esquivel Guerra, que en el excelente artículo «Décima y cine: lenguaje de confluencias. Acoplamientos», afirma:

«La búsqueda de nuevas formas comunicativas ha permitido a la última generación decimística del país un ajuste contemporáneo en su visión perceptora respecto al arte y a su compromiso dialéctico. La absorción de moldes o referencias del teatro (‘’imitando’’ los esbozos internos de los personajes, adquiriendo un estilo en la libertad de imponer acotaciones, cortes o giros a un diálogo en específico o en la trama en general), de la música clásica y popular (como citas a Vivaldi, Lennon, The Beatles, Benny Moré…) en las artes plásticas (sobre la base pictórica del verso como unidad de un paisaje, como intuición metafórica en el acercamiento a la luz, al contraste entre el color y la línea, también como glosas o dibujos verbales de las obras de Milo, Goya, Bernini, Picasso…) enriquecen la inclusión de la espinela en el lenguaje estilístico actual.»

De tal suerte, lo importante es saber que entre los actuales decimistas cubanos, en los que abundan representantes de las nuevas generaciones, hay una enorme variedad de temas y de diversidad en los enfoques, con lo cual la que un día fue llamada estrofa nacional se revitaliza, para bien de sus cultores y admiradores.

Recuerdos de Danilo Orozco

Recuerdos de Danilo Orozco

Quienes están al tanto de los estudios sobre música cubana en las últimas décadas, saben que el desaparecido musicólogo Danilo Orozco resulta un nombre de obligatoria consulta a la hora de acudir a investigaciones de perfil académico en la materia. Tuve el privilegio de ser su amigo e incluso, llegué a viajar al exterior con él en una visita que hicimos a República Dominicana para participar en un congreso acerca de música hecha en el Caribe. A propósito de recientes discusiones que se han originado en el ámbito artístico literario en Cuba en relación con el Decreto Ley 349, me he reencontrado con un artículo de Danilo publicado en La Gaceta correspondiente a septiembre-octubre de 2013 y que parece escrito para los días que corren. Léanlo con suma atención y saquen sus propias conclusiones.

Padriiino, quítame esa sal de encima…

Por Danilo Orozco

  1. La sociedad cubana actual evidencia una preocupación generalizada acerca de determinados comportamientos en la juventud, 0 asociados a los usos diversos que hacen de la música (en sus variados géneros y escenarios), a sus hábitos, a su accionar en la vida de los barrios, y su vínculo con los conflictos internos de nuestra sociedad.

De otra parte, se generan inquietudes y tensiones cuando, de cierta forma, se producen restricciones, normativas, documentos o medidas directrices por parte de las instituciones y la sociedad, que de alguna manera, en el rejuego de las interpretaciones, pueden conducir a cualquier estado imprevisto de cercenamiento creativo o participativo, que a la larga venga a empeorar las cosas.

Algunos de tales problemas no son privativos de nuestro medio, se pueden detectar en otros países y contextos, aunque de manera diversa, y con un alcance que depende de donde se manifieste -y de qué modo- el problema en cuestión. Tratándose de Cuba durante los años de revolución, y considerando algunos de sus sonados logros, pero también de sus desaciertos y encontronazos, es lógico que se incrementen las expectativas, aún más en el área de la creación musical, su uso, consumo, difusión y trascendencia social.

  1. Es indiscutible que la presión externa sobre nuestra Isla, el sostenido y severo bloqueo económico y financiero (hasta con terceros países), y sus derivaciones, han hecho mucho daño al país y sus planes de desarrollo social. Por otro lado, se hallan no pocos errores internos, algunos de ellos garrafales y evitables. No se trata de errores que se remedian o justifican como si se corrigiera con goma de borrar una falta ortográfica -como alguien ha dicho-, sino que han costado muy caro y han dejado igualmente muy graves consecuencias y secuelas irremediables en la sociedad cubana, durante todos estos años.

Si los mecanismos y procederes que facilitan tales tipos de errores se han cometido en el campo económico, agrícola, alimenticio, incluso de la salud -a pesar de sus notables logros-, no será difícil suponer cuáles han podido y pueden llegar a ser las consecuencias en el campo de la cultura, del arte y de la música, por las complejidades de esas esferas, donde tanto priman las subjetividades, la diversidad de criterios, los cambios abruptos o bandazos sin más ni más, las decisiones festinadas, y así sucesivamente. En este sentido, se pueden registrar también muy fatales consecuencias contra el bienestar y plenitud espiritual de nuestra sociedad.

  1. No creo que la preocupación principal estribe en cuestionar lo que se haga por proteger la niñez o la juventud, en el sentido de propiciarles plenitud de vida hasta lo humanamente posible. Me parece que todos entendemos que la sociedad puede necesitar de ciertas normas de vida, y también que cada edad, cada momento y etapa de la vida genera sus propias demandas y características, que no se deben soslayar o ignorar so pena de pagar precios muy altos. Por eso no son desechables ciertas normativas, y no necesariamente se ocasiona una situación dictatorial o algo por el estilo -como pudiera alguien suponer- cuando se aplican determinadas normas sociales. Poco se habla, o no lo suficiente, acerca del descuido que durante mucho tiempo se ha tenido en el cuidado y unidad-autoridad de la familia en el seno de la comunidad. Cuando se ha venido a despertar sobre eso, hemos tenido instalados unos cuantos problemas en el comportamiento de muchos jóvenes, fácilmente observables en sus actitudes en las escuelas y en la calle. El problema radica en que los señalamientos que se hacen al respecto no surten el efecto que se pretende, al no tenerse en cuenta que tales comportamientos pueden revelar todo tipo de conglomerado social, de familia, de amistades, y otros con connotaciones profundamente asentadas en esos mismos niños y jóvenes, de acuerdo con su pertenencia a los distintos grupos sociales.

En términos generales, no existe en Cuba un comportamiento social uniforme, sino una especie de contraste que puede ser resultado de barrios de élite, de barrios marginales y de todo tipo de ambiente donde se refleja el imaginario social. Abundan los compartimentos estancos, uno al lado del otro, como que en una casa puede haber un súper «vicioso a la trova», y en la otra casa un reguetonero, etc. De la misma forma, en jóvenes iguales pueden presentarse expresiones diversas, ambas perfectamente válidas y compatibles, pues lo uno no es aberración de lo otro, sino que es perfectamente posible la comunión de una cosa con la otra aunque no tengan nada que ver. El problema no se limita a criticar lo que el joven usa o prefiere, sus hábitos, sus gustos e inquietudes, o cuando detectamos ciertos comportamientos sociales en el uso de una u otra música achacar la culpa al tipo o género de música, sino estar atentos al uso específico que se hace de ella.

Sin embargo, no tomemos rábanos por las hojas. Nada de lo dicho justifica la promulgación de ciertas medidas, directrices y prohibiciones, relativas a la creación y el consumo de productos culturales y artísticos, que, en virtud de criterios específicos, castren o cercenen la plenitud o disfrute de bienes culturales y espirituales, incluyendo la recreación y los momentos de exorcismos corporales como ciertos climax en la música tradicional bailable o en los «tembleques» de la timba o, por supuesto, en los perreos sexualizados del reguetón; de cuya sexualización como manera expresiva, respecto a la época en que vivimos, mucho se puede hablar sin que necesariamente se caiga en un asunto pornográfico o denigrante, como no lo son tampoco algunos movimientos y gestos que simbolizan el apareamiento sexual en no pocos bailes tradicionales cubanos y caribeños. En cuanto a las letras usadas, dependen del contexto, la intención, el uso y la coyuntura existente en tal o cual momento o etapa, como también se puede demostrar en músicas, letras y bailes de otros períodos históricos. No puede olvidarse cómo el cronista Serafín Ramírez, en pleno siglo xix, refería lo que él denominaba «negrada» y epítetos similares respecto al hoy ingenuo y sacrosanto danzón; o cómo en el periódico El Regañón se reseñaba acerca de la denominada «rufiandad canallesca» de un sinnúmero de guarachas de esa etapa -hoy asimiladas y decantadas como absolutamente pintorescas e ingenuas-, entre otros ejemplos.

  1. Todavía se están pagando caro los excesos cometidos en el ya ampliamente reconocido Quinquenio Gris de los años 70, que para no pocos se ha extendido mucho más allá de tal Quinquenio. Los músicos e intelectuales cubanos hemos tenido que sufrir los embates que desde antes y durante dicho Quinquenio se hicieron con la denominada «parametración» (o medición de supuestas condiciones para ser aptos) de numerosos artistas e intelectuales, ya fuese por manifestar determinada afinidad sexual, tener tal o cual apariencia e incluso por hablar «duro» acerca de ciertos hechos críticos de esa etapa. Tales dislates y procederes costaron mucho a muchas personas, pues no fue tan corto tiempo como se piensa, sino lo suficiente para dejar profundas secuelas, al punto de que hoy día aún se detectan huellas de tales situaciones.

Los precios pagados a veces fueron la prisión (que podía originarse por algo tan irracional y absurdo como un supuesto diversionismo ideológico en una persona que era realmente un fanático de la ópera y de su promoción intensa en círculos de amigos), y todas las secuelas derivadas, enfermedades adquiridas o reforzadas (cual lo vi en amigos), traumas sicológicos de por vida, etc. Obviamente, como ya he referido, no creo que estos puedan considerarse errores simples que se borren o subsanen de un plumazo, o como coser y cantar.

  1. Caso aparte sucedió, para traer otro buen ejemplo de tales procederes, con la música de Los Beatles años atrás. No hubo una ley ni nada explícito que restringiera el uso y consumo de esta música, sino que ciertas directrices «fantasmas» pero reales llegaron a las direcciones de radio y televisión, para hacer desparecer a los cuatro de Liverpool y otros más. Estas medidas las padecieron incluso figuras célebres de nuestra sociedad y, de otro lado, quien aquí escribe fue uno de los que más enfrentó los avatares de tales medidas, sobre todo cuando tuve el arrojo de hacer un ciclo y una gira nacional (junto a un colega compositor), que incluía conferencias y debates acerca de la importancia del tercer mundo en el quehacer musical de Los Beatles, desde diversos puntos de vista. A lo que se sumaron mis investigaciones y debates sobre otras músicas y su interacción con la música nacional, o estudios (llevados igualmente a debates) sobre importantes tendencias internacionales; todo ello, en una actividad permanente pero plagada de impedimentos, trabas y hasta amenazas de toda clase, no obstante, se accionaba aún con logros por el esfuerzo supremo de los protagonistas y de sectores culturales y estudiantiles de apoyo.

Otros muchos incidentes similares sucedieron durante varios años, respecto a la difusión del rock e incluso del jazz, cuando ciertos círculos, no por minoritarios menos poderosos, consideraron que todo aquello eran «rezagos imperialistas». Si este estado de cosas no progresó hacia algo peor, solo se debió a la sólida, firme y honesta postura de un grupo de creadores, artistas e intelectuales y a la postura favorable y abierta de algunas autoridades (si bien no muy abundantes, al menos con determinada autoridad y prestigio).

Después de muchos años, esta tensa situación se fue diluyendo y mejorando gradualmente, siempre a no poco costo, y en lo que a Los Beatles respecta, en medio de vaivenes de toda clase. Un buen día, determinado sector se puso de acuerdo con las autoridades para poner una escultura de Lennon en pleno corazón de La Habana, a cuyo develamiento invitaron incluso al presidente de la nación (escultura realizada antes de que la tuvieran importantes figuras del patio, lo que muchos consideraron un clásico bandazo). Lo más triste y raro es que nunca se dio una explicación de los hechos acaecidos hasta entonces y que se extendieron bastante tiempo, ni excusas a todos los que fuimos afectados, y mucho menos se asumió la responsabilidad debida, por parte de los gestores de aquellas medidas.

  1. Alrededor de estas problemáticas se hacen imprescindibles otras precisiones relacionadas con importantes hechos históricos que han dejado sus huellas indelebles en la cultura y la sociedad (y deben quedar definitivamente zanjados). Las más diversas tradiciones de la música y la cultura nuestras son expresiones sobre todo del ingenioso doble sentido y la gracia picaresca del cubano. Por ejemplo, aconteceres, festejos y músicas donde prima el lenguaje aparentemente soez, burlesco-grotesco y hasta agresivo, con toda su carga y fuerza, funcionando en uno u otro rol que se trate, realidad que se constata hasta en los tiempos de nuestras guerras de independencia.

Algunos combatientes independentistas cubanos (conocidos en la historia como mambises) utilizaban cantos muy fuertes para diversión propia de la tropa y de paso desestabilizar al enemigo (1) (por ejemplo, «la p… de tu madre y la mía no, corinambó, corinambó»; u otro más simbólico que aludía a una imaginaria serpentina -que simboliza la serpiente del ritual africano, pero que a su vez servía para hacer gestos fálicos lascivos a la hora de fastidiar y divertirse en grupo).

Pero no se piense que esto se justificaba solo por el contexto de guerra de la época, ya que podemos encontrarnos piezas populares muy posteriores donde, en una u otra circunstancia, se aplica toda clase de epítetos en una serie de incidencias. Un ejemplo sorprendente y poco conocido procede nada menos que de uno de los considerados sacrosantos canónicos de la música popular cubana de todos los tiempos, nada menos que don Miguel Matamoros, como se observa en una contundente guarachona de 1942, performada no en el trío ni el sexteto sino en su conjunto (interesante en su formato). Su objetivo era divertirse a costa de cualidades y comportamientos pueriles de una novia o una amante, lo que hoy en día se tomaría como ataque a la mujer (muy curioso, porque esa pieza precisamente fue co-creada por una de las esposas de Matamoros, quien con eso se ronchaba o burlaba de sí misma y también participaba en las voces). Tal pareciera que los vocablos que se aplican en esa pieza provienen aparentemente de los timberos modernos (el texto dice: «mamarrachá, mamarra-chá» -con acento en la vocal para subrayar la rima-, «era mi novia la muy salá»; luego, durante las descargas instrumentales, salían voces y gritos como «salá, mamarrachá, paluchera», etc.). En esta misma grabación del conjunto matamorino, participan otros sacrosantos como Carlos Embale, Lorenzo Hierrezuelo, Compay Segundo y hasta el supercanon Benny Moré, que entonces comenzaban sus trayectorias. Por cierto, se trata de una muestra que relaciona los tópicos antes referidos, pues cada una de esas hoy importantes voces de la música cubana procedía de barrios problemáticos célebres (a veces semirrurales) ya de Santiago de Cuba, del centro del país o de La Habana.

Por supuesto que esta clase de pieza siempre debía enfrentar la crítica y la censura de una implacable comisión de moral de aquellas etapas, y era interpretada o no según las circunstancias del contexto y de lo que acontecía. Don Miguel ha dejado testimonio (en cintas privadas) de cómo se divertían entre amigos, añadiendo toda clase de palabrejas y epítetos incluso en piezas superestablecidas como «El que siembra su maíz» (cuyas partes «fuertes» no eran grabadas por estrategia personal pícara, aunque sí las consumían en determinados festejos de barrios y círculos de amigos).

Hay otra grabación impresionante, tan lejana como 1918, que recogió el registro de la Víctor en el Hotel Inglaterra de La Habana, donde nada menos que los excelsos María Teresa Vera y Manuel Corona hacen otra de esas guarachonas híbridas, imprimiéndole una especie de aire rufianesco, al narrar en su letra acerca de una mujer bandolera a la que se quiere mucho. Y ni hablar de lo que encontramos en ciertas piezas de un Arsenio Rodríguez, otro canon, también sometido a la implacable censura de la época.

Claro está, en cada caso se mantenía igualmente el repertorio más lírico-trovadoresco o los grandes bailables estándar, de acuerdo con el contexto donde tenía lugar la actuación. Si de otro lado vamos a los momentos rufianescos de las comparsas o congas santiagueras (de cualquier época, incluso actual), entonces tendremos el paroxismo (por ejemplo, «cógele el casimbo al guardia, eh, eh…»; «hasta los niños… hacen, y si no haces te hacen»). Aquí utilizo eufemísticamente palabras sustitutas por las que realmente se dicen en esos estribillos, con absoluto desenfado y desparpajo malandroso, en plena calle y entre cientos de miles de personas. Por supuesto, toda esta clase de repertorio popular puede encontrar sus homólogos en otras culturas, pero funcionaría y se justificaría, según la demanda de cada contexto, aunque la sana (digamos) agudeza rufianesca y desacralizadora del ámbito cubano adquiere muy notoria especificidad.

  1. Numerosas canciones y las maneras de hacer música popular sobre todo en los estratos de ciertos barrios, más que reflejo de esto o lo otro, son parte de un modo de vida, de un proceso que entrelaza necesidad expresiva, inserción y proyección social, aun sin que el individuo tenga total conciencia de ello. En ese proceso se alimenta la reafirmación o cuestionamiento de ideas, valores, creencias -tanto en más como en menos- y, efectivamente, por lo dicho estos acompañan disímiles circunstancias de vida personal y grupal.

Pero los problemas surgen, precisamente, cuando el que valora de alguna manera violenta pierde el sentido de ese proceso, su necesidad de sedimentación y decantación natural, y junto con eso no hurga en el trasfondo que le dio origen. Entonces se trastocan circunstancias o se introducen, de uno u otro modo, argumentos incompatibles con la misma naturaleza de dicho proceso. En un momento dado esto pudiera parar en restricciones y hasta directrices «de arriba», que, por naturaleza, devienen contraproducentes, como rastro o secuela de una mentalidad mojigata y moralizadora a ultranza (aunque no se reconozca así por los protagonistas).

De manera que no se trata de que uno esgrima la defensa de una libertad abstracta o romántica (como a veces se dice) sino, exactamente, de responder y estar a tono con las citadas realidades, que suceden por muchas cosas que a veces se obvian o no se quieren admitir (incluso en cualquier sociedad y estrato, no solo en la nuestra).

  1. En ese sentido hay músicas de barrio, o que derivan de ese contexto, que pueden resultar agresivas y hasta grotescas, sin embargo, no puede perderse de vista que cuando sucede, por lo general se trata de una reacción no solo de insuficiente nivel educativo, sino más de una concepción que deriva del medio y modo en que se vive, que en este caso se devuelve como expresión de crudeza o incluso como de fuerte sentido de ironía grotesca, o hasta de burla satírica o cínica. Todo ello, a su vez, por lo general encuentra eco en músicos de cierta habilidad que pudieran proceder del entorno barrial, o reciben indirectamente la influencia de estos elementos (de expresiones de esa ascendencia marginal).

Algunos músicos de esa raíz llegan incluso a ser célebres, en la medida en que entran en los circuitos de difusión y promoción. Sus músicas y sus letras, en la actualidad, tienden a recepcionarse como desagradables por otros tantos receptores, y en tales casos puede convertirse en ruido para muchos miembros de la sociedad, en ocasiones debido a posturas de cierto elitismo mojigato que puede resultar subconsciente (incluso se olvida que existen manifestaciones similares en el medioevo, como lo suscribe Rabelais y lo analiza y estudia el sabio Bajtin), también en la historia de los países más cultos y hasta en los griegos (aun cuando obedecen a otros mecanismos sociales y socioculturales).

Otras veces sucede en verdad que la agresividad y crudeza traspasan cierto límite, o que pueden transgredir la adecuación contextualy la del sector que consume. En esos casos, sencillas normas de uso y difusión consensuadas resolverían cualquier momento crítico en esa dirección, sin necesidad de armar o alimentar seudocrisis con posturas que hasta califican a un sector o tipo de canción como «inteligente», lo que presupone que el resto podría considerarse algo así como «detritus rufianesco», o el formular declaraciones altisonantes que empeoran el momento que fuese.

  1. Podría preguntarse el porqué de algunas actitudes en los practicantes creadores, en los usuarios consumidores, o sea, la causa de esos comportamientos extremos actuales, si se supone que nuestra sociedad ha dado una formación y educación generalizada, y qué posibilidades reales se tienen a mano.

Esa aparente contradicción se explica, primero, porque la instrucción no es precisamente educación y, de otro lado, porque en nuestra historia social reciente se han dado toda clase de alteraciones de la cotidianidad, así como por el hecho de que aun con el gran esfuerzo de nuestra sociedad, no pocos problemas han escapado de las manos. Asimismo, numerosas familias en ciertos sectores, en circunstancias internas y sociales complejas, han devenido disfuncionales, y ello ha derivado en toda clase de comportamientos agresivos, antisociales, con posible trasmisión a sus
hijos. (2)

Hay que ver lo que se produce desde hace tiempo y actualmente en lo cotidiano de nuestras colas para abordar un ómnibus, o para comprar cualquier producto deficitario o cuando numerosos muchachos salen de las escuelas, sin camisas, desarreglados y en actitudes vandálicas. A veces cuesta a muchas personas y a las autoridades entender que estos causales sociales son la realidad, y se intenta ocultar o buscan mil justificaciones y subterfugios, o se pretende resolver con medidas coercitivas en lugar de dirigir el esfuerzo en una dirección más cercana a la vida cotidiana de los implicados (que no son pocos ni mucho menos).

Es de suponer que este asunto tiene su casi obligada asociación con los usos y preferencias de la música que se consume, con los hábitos de la moda, y se hace más que obvio que ninguna restricción o regulación «de arriba» va a lograr nada sustancial en cuanto a lo intrínseco, si no hay un contacto e intercambio dinámico con el consumidor, y su adecuación a las motivaciones, las edades o las características sicosociales, familiares o de género en otros casos, o a vivencias conjuntas (ajenas al didactismo), que busquen acercamientos a otros horizontes, los cuales, sin obviar los perfiles propios de sujetos y grupos, esbocen una más amplia perspectiva de vida, en consecuencia con renovados valores, necesidades de uso y de consumo.

De otra parte, en todo el espectro social, lo único que pudiera contrarrestar la interrogante de la ley del más fuerte (de lo que se impone a través del monopolio de poder y los medios) no es necesariamente el intento de ser más contrafuerte a ultranza (o sea, por directrices «de arriba») sino algo que se aproxime a lo propuesto, como parte de un trabajo de intercambio de base sicosocial y socio-antropológica, vivencial, en el terreno, a la vez que determinados sectores de la enseñanza y formación pública retomen el papel ahora disminuido, como parte de ese propósito. De ahí la importancia acerca de una labor sólida desde las escuelas, de la preparación de sus docentes, del perfil formador, pero claro, nunca al margen del trabajo de intercambio y sensibilización en la vida de barrio e incluso dentro de la familia.

  1. No toda norma gubernamental tendría que ser tomada como negativa, sobre todo aquellas encaminadas a dar protección física, de salud, ambiental, así como a la formación, la prevención delincuencial, etc., para expresarlo de manera general, simplificadamente. Sin embargo, como hemos visto, otra cosa muy diferente -y con mayor riesgo- es el caso de la cultura, de las motivaciones e inquietudes de las personas, de los grupos o sectores, de las necesidades expresivas, creativas y de satisfacción espiritual en uno u otro sentido. Aquí, cuando pretendemos ayudar o contribuir a mejorar situaciones, esto no pasa en modo alguno por la acción paternalista ni punitiva (de lo que se pretende enseñar o supuestamente corregir a ultranza) y tal disyuntiva se hace aún más crítica con los jóvenes de cualquier nivel y estirpe social.

La cosa no va por el camino de «Mira, mijito, eso que haces es muy vulgar y grosero» (si es que realmente lo es porque lo dictamine el uso, contexto y función, no se olvide, por favor), «lo bello y sano es esto otro». Tampoco se trata de transmitir por radio un espacio dramatizado, como escuché hace muy poco, en que una madre regañaba a su hija por la escucha de un célebre grupo cubano de rap y reguetón, y además le recomendaba y casi obligaba a consumir tales o más cuales músicas supuestamente «mejoradas» o consagradas por algún canon tradicional o actual. El disparate de ese ejemplo (ahora mismo sonando por la radio como «genial» interpretación de lo que se dice por la prensa hace semanas) es sencillamente espectacular. Y debido a casos como este, muchos temen -no con poca razón- la batida del reguetón e incluso de otras manifestaciones cercanas, a través de una suerte de cruzada fundamentalista con ese objetivo y no del real trabajo socio-antropológico sostenido, de participación e intercambio en la vida de los barrios.

  1. En esta perspectiva, me muevo a preguntar: ¿cuántos funcionarios, dirigentes y hasta intelectuales de cierto sector se han acercado de verdad al modus vivendis de un barrio marginal, a las necesidades (no solo materiales) y motivaciones de sus moradores, y a sus intrincadas y a veces dramáticas circunstancias? Estamos seguros y sabemos que no muchos se han acercado de ese modo, y qué falta hace, entre otras cosas, para que no se confunda más, por ejemplo, entre el hacer arte como tal (en este caso dentro del ámbito popular) y lo que deviene una necesidad expresiva como modo de vida, y así quizás derivar elementos para una política cultural musical que no se funde en el paternalismo y en «lo de arriba», que no dependa tanto de restricciones sino más de inserciones en la realidad y su dinámica de movimiento y cambio.

Los que hemos vivido en mundos marginales a diario en esa dirección específica, lo sabemos bien. Son insustituibles y medulares experiencias que se obtienen para ese propósito (quien escribe, además, vive en uno de los barrios más especialmente conflictivos de La Habana, por el intenso cruce social y por representar el núcleo duro de la cultura underground del Este de La Habana).

Uno puede encontrar que hasta los más delincuenciales y malandros, con no poca frecuencia, sorprenden por su agudeza natural basada en la vivencia diaria, con independencia de que una u otra acción pueda devenir problemática y hasta delictiva (pero remediable por dentro).

En la etapa de la timba dura de los años 90 ocurrieron cosas muy similares, incluido el culpar a una agrupación bailable porque la letra de tal o cual pieza supuestamente provocaba el desnudarse o cosas de ese tipo. Nunca olvidaré una célebre reunión de trabajo con algunos de los principales dirigentes del país y varios músicos importantes (algunos de muy humilde procedencia), que devino, pese a las tensiones de ese intercambio, algo bastante fructífero. Allí tuve ocasión de mostrar y explicar -en discusión viva- los rasgos de algunas de las músicas históricas en las que se evidencian las problemáticas que antes he descrito aquí, para cotejarlas además con las circunstancias y rasgos dentro de los cuales se producían las intensas músicas bailables del momento en que se efectuaba aquella importante discusión.

De ahí se obtuvieron medulares experiencias, y además se derivó un ensayo nuestro que fuera muy acogido, todavía hoy muy citado aunque muy parcialmente aplicado, «Échale salsita a la cachimba», en La Gaceta de Cuba, de junio-julio del 95.

No obstante, hoy día resurgen y se reiteran similares problemas en fenómenos parecidos de nuestra actualidad, como los aquí comentados, quizás más agudos, así como apreciaciones algo problemáticas y contraproducentes de estas realidades (por lo ya harto descrito y explicado). Se trata de un rejuego entre lo que va sucediendo y lo que deba suceder, no se puede ser un adivino de lo que va sucediendo, pero al mismo tiempo se pueden tener determinados criterios que ayuden a corroborar y sortear determinadas cosas. Espero que logremos salir a flote, y ojalá que de algún modo todo el testimonio de esta experiencia sea de provecho para muchos involucrados.

(1) Es el caso de cantos recogidos por el autor a sobrevivientes centenarios de la guerra de independencia o algunos de sus familiares en la zona del Cauto.

(2) Téngase en cuenta que esto no siempre ocurre en los sectores más bajos, pues en este asunto se dan diversas cuotas de participación social.

Onis Yissel Ruiz, estudiante de Musicología del ISA, discípula del autor, colaboró con Danilo Orozco en la revisión de este texto.

Tomado de La Gaceta, no. 5, sep-oct, 2013, pp. 19-23.

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