Autor: Joaquín Borges-Triana

María Teresa Vera y su Conjunto: Una huella perdurable

María Teresa Vera y su Conjunto: Una huella perdurable

Para los que amamos lo más auténtico de la música tradicional cubana, sin lugar a duda escuchar a María Teresa Vera y su Conjunto, en el que sobresale la voz y la guitarra de Lorenzo Hierrezuelo, representa una fiesta innombrable, al decir de José Lezama Lima. El dueto de María Teresa y Lorenzo dejó registrados algunos de los temas capitales de nuestro devenir sonoro.

El virtuosismo que animó el trabajo por ellos realizados, queda plasmado ciento por ciento en un álbum como el publicado por la EGREM en el 2007, como parte de la Colección Las Voces del Siglo. Las 14 piezas incluidas en el CD deberían constituirse en base material de estudio para todo aquel que aspire a comprender y valorar la cadencia auténtica de nuestra música, conocimiento fundamental no sólo para quienes pretendan preservar la memoria sonora de la nación sino, incluso, para los que aspiren a renovarla mediante procedimientos como el de la deconstrucción.

Composiciones como «Las perlas de tu boca» (Eliseo Grenet), «He perdido contigo» (Luis Cárdenas Triana), «Mujer perjura» (Miguel Campanioni), «Aurora» (Manuel Corona) o «Porque me siento triste» (María Teresa Vera y Guillermina Aramburu), algunas de las compiladas en el fonograma, resultan clases magistrales o prototipos de cómo desarrollar el arte trovadoresco en sus esencias fundamentales.

Se incluyen también en el CD las piezas «La rosa roja» y «Ella y yo» (Oscar Hernández), «Ausencia» (Jaime Prats), «Aquella boca» (Eusebio Delfín), «No me sabes querer» (María Teresa Vera y Guillermina Aramburu), «Para que te recuerdes de mí» (Manuel Corona y H. Cabrisas), «Lágrimas negras» (Miguel Matamoros), «Eso no es na´» (Graciano Gómez) y «Arrolla cubano», composición firmada sola por la propia María Teresa Vera.

Ahora, mientras me deleito con la audición de los 14 temas compilados en este delicioso disco que viera la luz en el 2007 pero que lamentablemente apenas resulta difundido por nuestras emisoras radiales, pienso que el Premio Nacional de Literatura, el avileño Reynaldo González, tenía total razón cuando hace algún tiempo escribió:

«El virtuosismo de María Teresa Vera consistió, exactamente, en cuidar que el sentido dado a la pieza por su compositor no resultara enrarecido con añadidos y divismos. Por eso esas piezas son, también, documentos de las arcas musicales de Cuba, algo que sentimos palpitar en mucho de lo compuesto luego, pues constituyen una raíz poderosa y saludable. (…) Como me gustaría no haberla escuchado tanto para hacerlo por primera vez y descubrir la almendra pura de la isla. Y devolverme a las extensas joyas del archivo de una gran cantante popular –y ella lo fue en el sentido más amplio y definitivo del vocablo– justo cuando las raíces y otros ritmos que conformaron el acervo de la trova tradicional se refrescan y exaltan como herencia cuya continuidad palpita en las multitudes».

Coincidentemente, escucho el fonograma en un momento en que proliferan debates en relación con el tema de la mujer en la música y las investigaciones desde la perspectiva de género, una riquísima discusión que se da en diversos puntos de la geografía internacional.

Ello me conduce a meditar en helecho de que entre nosotros no son abundantes las exégesis concebidas con semejantes enfoques o, por lo menos, tal clase de abordajes en Cuba no están bien visibilizados, algo significativo porque a estas alturas del siglo XXI es obvio que en cualquier análisis que se realice a propósito de una práctica musical, no es posible soslayar las cuestiones de género. Por supuesto que no se trata de apelar tan sólo a investigaciones provenientes de la Musicología sino de animar a otros especialistas de nuestras ciencias sociales a que se motiven con el tema, porque hay mucha tela por donde cortar.

Por lo pronto y mientras esperamos porque en nuestro contexto se produzcan esos estudios acerca de la obra legada al panorama sonoro cubano por tantas y tantas mujeres en el pasado y el presente, disfrutemos de un fonograma como éste de María Teresa Vera y su Conjunto.

Más allá de lo musical

Más allá de lo musical

Decididamente, uno de los fenómenos culturales más excitantes de la segunda mitad del pasado siglo y de lo que va del presente es la música popular. No por gusto culturólogos contemporáneos han dedicado parte de su tiempo al estudio de la misma. Es cierto que su consumo ha sido durante años tan incomprensible como caótico, incluso cuando da la impresión de confirmar las elementales leyes de las modas. Así, predecir la popularidad de una grabación o de un estilo resulta muy difícil.

A estas alturas, nadie puede negar que una porción considerable de la música popular se ha convertido en simple mercancía de consumo y en correspondencia con ello, dependiente de los imperativos de mercado y estrategias de marketing. A la par de lo anterior, siempre nacen corrientes, de inicio fuera de los circuitos comerciales que, desde un accionar propositivo, terminan ganando la aprobación de las audiencias para luego transformarse en algo estándar y de tal suerte, cerrar un ciclo recurrente.

El interés académico por la música popular, no se motiva solo por su valor intrínseco, expresión del placer que produce o por ser un elemento para proporcionar diversión y entretenimiento. También está su capacidad de adaptación y diversificación, en especial en relación con los avances tecnológicos, cuestión que llama la atención de investigadores de todo el orbe.

No debe obviarse que en los últimos 60 años, en muchas ocasiones la música se ha convertido en un medio para la denuncia de problemas y para expresar múltiples inquietudes sociales. Piénsese en el rol desempeñado por el soul y el R&B durante el decenio de los 60 y a inicios de los 70, en la contienda por los derechos civiles de los negros en USA. En este propio sentido, está lo acaecido con el rap, tan vilipendiado como muestra de la idea de matar al mensajero cuando no nos gusta lo que dice, en vez de intentar comprender su mensaje.

Y es que la música, manifestación que aún algunos piensan que solo es un elemento de goce, resulta productora de significado, cultura, valores e imágenes para los receptores. Fenómenos como la transformación social de posguerra tras la derrota del fascismo en 1945, la contracultura de la década de los 60, o la cultura Rave surgida alrededor de 1989, en pleno Thatcherismo y cuando las otroras prósperas regiones industriales del norte de Gran Bretaña sufrían una profunda crisis económica y social, están asociados al hecho musical de manera indisoluble.

Aunque el carácter hedonista de la postmodernidad ha incidido en que en años recientes a nivel global, la música haya puesto énfasis en su costado de ocio y evasión, su potencial capacidad transgresora no se ha extinguido. La actitud propositiva, de indagación en opciones diferentes y desde una esencia dialógica, la cual tiene como punto de partida la tensión entre lo nuevo y lo hegemónico, sigue presente en grupos independientes o artistas individuales, que llevan adelante iniciativas como conciertos e incluso festivales, organizados con un carácter autónomo y a partir de la autogestión.

En la dialéctica entre distribución masiva y crítica de la comercialización, la asimilación no le ha ganado la partida a la contestación respecto a la capacidad reivindicativa y de generación de imaginarios e identidades colectivas, aunque a veces parezca lo contrario. La vulgarización de los aparatos culturales musicales y la preeminencia del «show business» no han extinguido (ni extinguirán) la dosis de rebelión inherente a parte considerable de la música popular y por ello, de manera cíclica surgen movimientos que recuperan esta capacidad subversiva.

De ahí que nadie tendría por qué sorprenderse ante el hecho de que cada cierto tiempo, aparezcan voces que en representación de un grupo de artistas y creadores reactualicen la crítica a las instituciones, a los funcionarios y a los programas oficiales del entramado burocrático del culturalismo oficial y oficioso, o la construcción de escenas, medios y productos culturales cuyos signos y discursos sean altamente diferenciables a los predominantes en determinado contexto y que resultan los que por lo general son favorecidos para su reproducción y perpetuación, tanto en forma como en fondo.

Amaury Muro y sus mil formas de estar

Amaury Muro y sus mil formas de estar

Afortunadamente, desde hace varios años las industrias culturales se han democratizado. De tal suerte, ya los músicos no tienen que esperar por un sello discográfico para registrar un fonograma. Entre las formas que hacen posible dicha realidad se encuentran las campañas de crowdfunding. Como resultado de una de ellas es que ve la luz el CD Mil formas de estar, primer álbum llevado a cabo por nuestro compatriota Amaury Muro.

El caso de este cantautor corrobora que el actual panorama musical cubano ha devenido un fenómeno que desborda con creces nuestras fronteras. Radicado desde hace alrededor de seis años en España, la obra de Amaury Muro, como se comprueba en la audición de su ópera prima, se inscribe dentro de lo que se ha dado en llamar Canción Cubana Contemporánea.

Así, a lo largo de los 11 cortes que arman su propuesta discográfica, se persigue la integración entre lo foráneo y lo puramente nacional, si bien en el tratamiento concedido a cada pieza se trasluce  el interés por no estar ajeno al mercado y sus dictados.

Este es un CD en el que señorea la canción y en correspondencia con ello está concebido para escucharlo de manera reposada. Es, por tanto, un material que fluye de forma tranquila y donde hay que prestar atención a los textos y a las líneas melódicas.

En conjunto, cabe resaltar lo funcional de las orquestaciones de las 11 piezas aquí recogidas, en una producción musical que corrió a cargo de Julián Olivares y del propio Amaury Muro y donde por momentos se sienten aires de vivificantes influencias de figuras como el uruguayo Jorge Drexler.

Con la participación de los invitados Leo Minax, Ro Trejo, José Luis Medina y Jorgito Kamankola, entre mis piezas favoritas de la grabación mencionaría la que le da nombre al fonograma, es decir, “Mil formas de estar”, “Unido al camino” (con clara remembranza  a la música latinoamericana), “Curvas” (suerte de declaración filosófica de la concepción de la vida del cantautor), “Más allá de ti” (con la intervención de José Luis Medina y Jorgito Kamankola) y, especialmente, “Pensando la Isla”, composición que transmite los sentimientos de alguien que experimenta la condición de ser un transterrado.

Mezclado y masterizado por Rubén García Motos y con diseño gráfico a cargo de Roberto Rojas, como músicos intervienen en el álbum Raúl Chiocchio, Cary Rosa Varona, Yago Salorio, Ana Cuenca Ramón, Reynier Aldana, Rodrigo Díaz “El Niño”, Víctor González Aceituno, Miguel Reyes, Jorge Barrero, Frank David Santiuste y los antes aludidos Julián Olivares y Rubén García Motos.

Fonograma muy disfrutable en su conjunto, el trabajo desarrollado en Mil formas de estar por Amaury Muro atestigua una vez más el actual transnacionalismo de la sociedad cubana, fenómeno en el que se incluyen la música y en general las restantes manifestaciones artístico literarias.

Imagen tomada de https://amaurymuro.com/

Regalo por el día de la mujer

Regalo por el día de la mujer

Como cada 8 de marzo, este lunes celebramos el Día Internacional de la Mujer. Establecido por la Organización de las Naciones Unidas en 1975, la conmemoración recuerda la lucha de las mujeres contra todo acto discriminatorio y en pro de la búsqueda de la equidad de géneros.

El origen de la celebración se remonta al 8 de marzo de 1857, cuando las mujeres que trabajaban en la industria textil, conocidas como ‘garment workers’, en Nueva York, organizaron una huelga para demandar salarios justos y condiciones laborales más humanas. Dos años después, las manifestantes crearon su primer sindicato para pelear por sus derechos y 51 años  más tarde, el 8 de marzo de 1908, 15.000 mujeres volvieron a llenar las calles de Nueva York para exigir un aumento de sueldo, menos horas de trabajo, derecho al voto y prohibir el trabajo infantil bajo el lema “Pan y Rosas”.

En 1910, se celebró una conferencia internacional en Copenhague a la que acudieron más de 100 mujeres procedentes de 17 países diferentes. En ella, la alemana Clara Zetkin sugirió la idea de conmemorar un día de la mujer a nivel global y la propuesta fue aprobada por unanimidad.

Miradas Desde Adentro no quiere pasar por alto la fecha del 8 de marzo y hemos pensado en regalarle a nuestras lectoras tres textos dedicados a las féminas. En la breve selección que proponemos como homenaje, incluimos el poema “La mujer y la casa”, de José Lezama Lima, así como dos letras de canciones surgidas en el seno de la Nueva Trova. Son ellas “Mujeres”, de Silvio Rodríguez, y “Mujer si la distancia es esa huella”, compuesta por Rodolfo de la Fuente.

Vaya pues con estos textos la más sincera felicitación por el hecho de ser mujer, que es sinónimo de vida.

La mujer y la casa

José Lezama Lima

Hervías la leche

y seguías las aromosas costumbres del café.

Recorrías la casa

con una medida sin desperdicios.

Cada minucia un sacramento,

como una ofrenda al peso de la noche.

Todas tus horas están justificadas

al pasar del comedor a la sala,

donde están los retratos

que gustan de tus comentarios.

Fijas la ley de todos los días

y el ave dominical se entreabre

con los colores del fuego

y las espumas del puchero.

Cuando se rompe un vaso,

es tu risa la que tintinea.

El centro de la casa

vuela como el punto en la línea.

En tus pesadillas

llueve interminablemente

sobre la colección de matas

enanas y el flamboyán subterráneo.

Si te atolondraras,

el firmamento roto

en lanzas de mármol,

se echaría sobre nosotros.

Mujeres

Silvio Rodríguez

Me estremeció la mujer que empinaba a sus hijos

hacia la estrella de aquella otra madre mayor.

Y cómo los recogía del polvo teñidos

para enterrarlos debajo de su corazón.

Me estremeció la mujer del poeta, el caudillo,

siempre a la sombra y llenando un espacio vital.

Me estremeció la mujer que incendiaba los trillos

de la melena invencible de aquel alemán.

Me estremeció la muchacha

hija de aquel feroz continente,

que se marchó de su casa

para otra de toda la gente.

Me han estremecido un montón de mujeres,

mujeres de fuego, mujeres de nieve.

Pero lo que me ha estremecido

hasta perder casi el sentido,

lo que a mí más me ha estremecido

son tus ojitos, mi hija,

son tus ojitos divinos.

Me estremeció la mujer que parió once hijos

en el tiempo de la harina y un quilo de pan

y los miró endurecerse mascando carijos.

Me estremeció porque era mi abuela además.

Me estremecieron mujeres

que la historia anotó entre laureles.

Y otras desconocidas, gigantes,

que no hay libro que las aguante.

Mujer si la distancia es esa huella

Rodolfo de la Fuente

Mujer si la distancia es esa huella

De caminos distantes que me envuelven

Tú no eres la distancia ni lo lejos

Sino lo cerca que se me disuelve

En tantas noches cuando nos buscamos

En la ciudad que ajena parecía

Y con tu risa se fue haciendo mía

La sólida certeza de encontrarte

Mujer en la razón misma de amarte

Está presente el acto de la vida

La vida que construyo con los días

Con estas mismas manos de besarte

Mujer y si los pasos me hacen lejos

Y en otro suelo se me va la vida

Yo sé que en la razón misma de amarte

Está presente el acto de mi vida

Mujer en la razón misma de amarte

Está presente el acto de la vida

La vida que construyo con los días

Con estas mismas manos de besarte

Mujer y si los pasos me hacen lejos

Y en otro suelo se me va la vida

Yo que en la razón misma de amarte

Está presente el acto de mi vida.

El odio a Ben Lerner y otros poemas de Dolan Mor

El odio a Ben Lerner y otros poemas de Dolan Mor

El poeta y narrador Dolan Mor nació en Pinar del Río, en 1968. Licenciado en Literatura y Español, reside en España desde 1999. Por el conjunto de su obra, fue nominado al International Grand Prize for Poetry 2010 de Rumania. Textos suyos han sido traducidos al inglés, francés y polaco.

Entre sus poemarios publicados se encuentran la tetralogía Maladie bleue, una colección de libros híbridos y experimentales inspirada en la obra esencial de Lewis Carroll y en la Fuente Q de los Evangelios. Los títulos que integran Maladie bleue son: Poemas míos escritos por otros (volúmenes I y II), Después de Spicer (volumen III), Dolan y yo (volumen IV), todos  salidos al mercado a través de la editorial española Aduana Vieja.  En fecha más reciente ha dado a conocer los libros Antología de Spoon Raven (Candaya, Barcelona, 2019) y En los extramuros de Zaragoza. Poemas escogidos (Verbum, Madrid, 2021). En Miradas Desde Adentro publicamos una breve selección de la copiosa obra poética de este compatriota.

El odio a Ben Lerner

Hay mucho más consenso en el odio a la poesía

                        que en la propia definición de lo que es realmente la poesía.

                                                                        Ben Lerner (El odio a la poesía)

                    He salido a recoger unas cartas al buzón

del edificio, con el pijama puesto debajo del abrigo,

y me preguntaba si había empezado a volverme loca.

—¿Te encuentras bien? —me preguntó el vecino

una vez que salió del ascensor,

con las llaves de su apartamento en la mano.

—He salido a mirar la nieve —le respondí.

En realidad no me di cuenta que estaba medio loca

sino unas horas más tarde, cuando me encontraba dormida

y pensé, en vigilias, que el vecino no me había preguntado

«si estaba bien», sino «si me encontraba bien».

Un simple cambio de verbo arruinó mi sueño.

¿Qué vio en mi aspecto que le hizo preguntarme

por mi salud o por mi estado de ánimo?

Estoy casi segura que fue mi vestimenta

lo que le hizo reaccionar de ese modo

porque nadie en su sano juicio sale

con el pijama puesto y un abrigo encima

a recoger una carta en el buzón de su edificio.

Nadie tampoco se levantaría a las tres

de la madrugada, desnuda, como yo ahora,

con la temperatura bajo cero, para escribir estos versos.

Sin embargo, la razón es demasiado simple

para un poeta o para alguien que ame la poesía:

Tal vez en este momento en que me siento desnuda

ante el ordenador (y aquí la palabra «siento»

posee un doble e infinito significado),

en realidad, el pijama y el abrigo se encuentran

debajo de mi piel (como mi propia carne), o sea, dentro de mí.

Puede que esta idea imposible de invertir las prendas

de ropa, y ponérmelas debajo, como si fueran mis músculos

o mi sangre, parezca más demencial todavía que salir

con un pijama y un abrigo a recoger una carta

en el buzón de mi edificio; pero si no lo entiendes,

Ben Lerner, entonces ignoras con qué mierda celestial

se construye de lo ordinario un poema.

Ahora la poesía no menciona los sauces a orillas…

Ahora la poesía no menciona los sauces a orillas
de la alberca, ni escribe cisne o dalia al pie de un cardenillo.

Sólo habla de McDonalds, drogas, viajes a Europa,

 la práctica promiscua del sexo en los hoteles.

No está bien ser poeta si no fumas cannabis,

 si no besas a un perro en su esfera de muerte.

Sólo se necesita un coche en la cartera, un anillo

 en la oreja, un polvo en la nariz. No importa

 si eres hembra o macho en tus costumbres

siempre que un vibrador descanse en tu bolsillo

 cual pez de silicona bajo un lago de escarcha.

No debes olvidar las playas de nudismo o leer

 a Bukowski en medio de un spa (aunque ignores

 que Spa se llama un pueblo en Bélgica,

 o que salut per aquam proviene del latín).

Lo importante es decir palabras en inglés e ignorar

 que Lezama vivió dentro de un mulo asmático y rapsoda.

También que lleves gafas en medio de la noche,

 o que hagas como yo que me pongo una gorra

 hasta para ducharme en los meses de invierno.

Un sello en el mercado, los enigmas del marketing

 en cada laberinto que construyen tus dedos

 mientras subes un día al tren, al ascensor que te lleve

 a ese suave destino que es el arte.

Eso sí, nunca olvides borrar de tus poemas las hojas

 de los sauces o ir a un restaurante donde la carta ignore

 ese plato exquisito: el cisne de Darío

 (desplumado y enfermo) con la dalia en el pico.

El poeta

Para J

Dejemos al menos que tenga una silla

de metal que recogió del tanque de basura

Dejemos que escriba por la madrugada

en un pueblo inexistente de un valle en Aragón

Dejemos que juegue como un niño con letras

en la pantalla o en las hojas que hay

sobre la mesa (una mesa que también recogió

de la basura) Dejemos que escriba y escriba

en la arena cuando todos duermen

o hacen el amor en las nubes

Dejemos después que se levante de la silla

vaya a la cocina       abra la nevera vacía

y beba ese último pétalo de leche

que queda en un enano vaso de cristal

Después lo dejaremos entrar en el lavabo

echarse agua en la mente       suspirar en silencio

nadar en el espejo       tocarse la barbilla

y pensar que está viejo y sucio como un perro

Dejemos que regrese del baño a su escritorio

se siente      mire al techo     sepa que no armará

el poema perfecto ni rozará de lejos la blanca eternidad

Aun así dejaremos que vuelva a (re)intentarlo

que escriba al fin sus versos en la arena

en el agua sin fondo de lo efímero

Puede que sea ésta su última función

su velada en un reino que él nunca ha comprendido

y en el que va de un sitio a otro sin carruajes

como un bufón de siervo o un vulgar extranjero

Puede que al menos duerma escribiendo y que sueñe

que el cielo es solo un vaso de leche por las noches

y que vivir       si es niño      le resulta posible

La belleza de la muerte

No es lo mismo conocer la muerte

que oler su perfume.

Cuando mi marido ingresó en una clínica

de psiquiatría en Zaragoza

estuve presa del tiempo y de las ideas

que venían por las noches como pájaros

sin alas a nuestra habitación.

Rodeados de cristales y de médicos

sufríamos como dos ramas separadas

por el invierno. Después le dio

el infarto y comprendí que la muerte

usa diferentes lenguajes

para dejar su huella en el mundo.

A partir de su enfermedad, me convertí

en demente: conversaba con las piedras,

interpretaba el sonido de las nubes

antes de la lluvia en verano,

leía dormida El pabellón de oro

de Mishima, sin despertarme.

Todo lo que escribí antes de ese tiempo

fue vanidad, como un cazador

que se pierde en el bosque del idioma

buscando una presa inexacta.

Hablaré sencillo como las mariposas, dije,

pero sin usar más prendas de ropa

que el vuelo (ni colores ni luz

ni sombra en la mirada).

Confundí en el pasado el brillo,

o la apariencia de las cosas con la joya.

Ahora entiendo que la poesía en esencia era esto:

poner las vísceras llenas de sangre

encima de una hoja vacía.

Un sitio que es tal vez el fin del universo…

Un sitio que es tal vez el fin del universo,

donde escribo un poema sin lógica ni espíritu.

Un silencio muy breve, con versos construidos

bajo golpes de Artaud, un magnolio en la orilla

del ventanal izquierdo, las barandas

repletas de azaleas marchitas, cubiertas

de cristales, ahumadas mientras suena

la música de Mozart en el fondo del patio,

a un lado del salón, incluso entre las plantas

que crecen de los verbos, adjetivos con lluvia

desfilan ante mí, me siento un bello fámulo,

levanto las cortinas del sujeto primario,

voy al televisor, construyo ahora una tila,

después bebo la mesa, pero el poema sigue

sin lógica ni espíritu, se parece más bien

a un hijo de este mundo: suele crecer con lujo,

observa la belleza entre la fealdad,

pero a la hora cero, a la hora de amar

también el universo, ese sitio que dicen

un día tendrá fin, entonces da la espalda,

pronuncia un sustantivo, por ejemplo «mudanza»,

y es entonces que empiezo a cambiar de lugar,

de ciudad, de país, pero siempre termino

bajo el mismo elemento, en idéntico espacio

donde no cabe otro, donde la ceguedad

pronuncia el mismo verso, el mismo

desconsuelo, la misma capital de un sitio

que es tal vez, de un tal vez que no existe

a no ser en el punto final de este poema.

Amaury Pérez y Meme Solís: dos artistas hechos y derechos

Amaury Pérez y Meme Solís: dos artistas hechos y derechos

“Este es un disco para fatigar con agrado los equipos de música, con mucho que descubrir y agradecer a dos artistas hechos y derechos que se dan la mano en 12 oportunidades bien maduras, en la coincidencia y la devoción artística, sin un reproche. Es un acto de justicia cubana y es también una acción de gracias. No por gusto la primera frase de este fonograma es: Señoras y Señores: ¡Qué emoción!”

Las anteriores son las palabras con las que mi amigo, el lamentablemente fallecido poeta, director de programas radiales e investigador de nuestra música, el villaclareño Sigfredo Ariel, concluía su nota de presentación al fonograma Amaury canta a Meme Solís, hermosa idea de Petí González Gutiérrez y que el compositor de “Acuérdate de abril” concretó en 2018, a fin de rendir tributo a uno de los imprescindibles hacedores de canciones entre nosotros: José Manuel “Meme” Solís.

Por un instante trato de evocar el momento en que conocí la obra de Meme y me resulta imposible precisarlo. Solo consigo percatarme del hecho de que desde muy niño, en el ya lejano decenio de los 60, en el tocadiscos de casa y por iniciativa de mi querida vieja, Elga Triana, resultaba presencia constante la música del cuarteto Los Meme. Así, piezas como “Destino de los dos”, “Estos días de lluvia”, “Te dije quédate”, “Todo eso eres” u “Otro amanecer” (esta última, suerte de himno para una generación de compatriotas) han sido importantes componentes de mi particular banda sonora.

Tampoco puedo establecer la fecha exacta en la que Meme se fue en parte de Cuba y digo así, porque está demostrado que nadie se va del todo. Más allá de que tristemente en una etapa sus canciones dejaron de escucharse en la radio cubana por la censura de que fue víctima, siempre hubo intérpretes que, como Rosita Fornés y Elena Burke, mantuvieron de forma activa en sus repertorios creaciones de Solís. Luego, con el transcurrir del tiempo, comenzaron a circular informaciones acerca de los grandes conciertos que, con frecuencia anual, Meme ha protagonizado en Miami y para los que ha armado cuartetos ocasionales con la intervención de figuras como Xiomara Laugart.

Al margen de la lectura de una que otra reseña en periódicos miamenses como El Nuevo Herald y Diario las Américas sobre dichas presentaciones, debo decir que yo no había podido escuchar nuevas composiciones de Meme. En ese sentido, uno de los principales aciertos del álbum grabado por Amaury Pérez viene dado por el hecho de que nos permite conocer, al menos una porción, de la reciente obra de alguien que no se ha conformado con vivir de repetir lo que en el pasado hizo en Cuba.

Y es que, como ha escrito el ensayista Emilio Ichikawa en un texto suyo a propósito del teatrista habanero Víctor Varela, mantener “fuera del locus domiciliar, más allá del jardín fecundo, un nivel de inconformidad creativa que conduzca, una y otra vez, a la obra de arte, requiere una energía descomunal”.

De los 12 cortes que arman el CD Amaury canta a Meme Solís, una producción que -para no perder la costumbre- ha resultado mal promocionada por los medios de comunicación en Cuba, 11 son temas desconocidos por los seguidores de Meme en nuestro país. Se trata de piezas en las que señorea la balada y en las que apreciamos el estilo que ha signado el trabajo de Solís, tanto en lo concerniente a las líneas melódicas como al tratamiento armónico.

La última pista del fonograma es un muy atinado popurrí de viejos éxitos del cuarteto de Meme y en el que se incluyen “Traigo mi voz”, “Ese hastío“, “Vida si pudieras“, “En la distancia“, “La orquídea“, y, por supuesto, “Otro amanecer”.

Digno de resaltar es el desempeño interpretativo de Amaury Pérez a través del álbum, en el  que logra identificarse con la esencia del repertorio de Meme, en lo cual ayuda mucho el hecho de que en lo fundamental sean baladas, manifestación que por excelencia Amaury ha trabajado como compositor. También es sobresaliente lo hecho por Juan Manuel Ceruto, responsable de la producción, los arreglos y la dirección musical, con una propuesta orquestal que mucho le debe a atmósferas jazzísticas.

Así, en la primera versión del material, la sonoridad es acústica, a partir de un formato de quinteto, en el que participan el aludido Juan Manuel Ceruto (saxofón tenor y flauta), Rodney Barreto a la batería (brillante en los pasajes con escobillas), el contrabajista Roberto Vázquez, Dayron Ortiz en la guitarra con cuerdas de nailon y el pianista Víctor Campbell (recomiendo especialmente escuchar con atención lo que hace en el tema “No soy yo”). En una segunda versión, al anterior formato se añaden unas cuerdas, que aportan diferente color y textura a la grabación.

Para concluir, deseo señalar que un CD como este de Amaury canta a Meme Solís, en el que intervienen otros muchos colaboradores, cumple una doble función: sociocultural y sicosocial, dado que posibilita a un músico como Meme incorporarse al que es su ámbito mayor, el constituido por las audiencias de Cuba, y al país le permite recobrar un fragmento de nuestra propia memoria colectiva, hoy desperdigada en los más diversos rincones del mundo. Cuando se piensa en el hecho de que los cubanos no somos un pueblo milenario sino que tenemos una historia bastante joven, apenas cinco siglos, hay que concluir que no podemos darnos el lujo de no incentivar la memoria cultural y perder del patrimonio nacional a figuras que, al margen de vivir en disímiles puntos del planeta y/o de discrepar del sistema sociopolítico imperante en la Isla, son glorias de nuestro devenir musical.

Para recordar al maestro Hilario González Íñiguez

Para recordar al maestro Hilario González Íñiguez

El destacado compositor y realizador radial Juan Piñera hace algún tiempo escribió una frase que me parece indispensable tener en cuenta a la hora de valorar el justo significado que puede tener una producción discográfica. En ese sentido, el también profesor en la Facultad de Música de la Universidad de las Artes expresa:

«Insisto e insistimos, el patrimonio de una nación bien pudiera estar en esa región donde reina lo intangible que es la música. Está en el bullicio de la calle, en una casa de cultura, en las salas teatrales y de concierto, en un solar anónimo, y también, en los silenciosos archivos sonoros de la Egrem, donde se atesora lo único, lo irrepetible, diverso y excepcional de nuestros clásicos cubanos».

A mi mente venía la frase anterior a propósito de la audición que hacía en casa de un disco en torno a la obra de Hilario González Íñiguez, alguien que no solo sobresalió en la música como compositor y pianista sino que, además, fue todo un intelectual, como lo demuestran textos suyos de orientación ensayística al corte de su muy interesante trabajo Algunas tesis sobre las raíces de nuestra música sinfónica, publicado en uno de los números de la Revista de la Biblioteca Nacional José Martí en 1976.

Este CD se lleva a cabo en el contexto de una de las acciones de mayor relevancia en el ámbito de nuestra discografía reciente. La cultura cubana tiene que agradecerle muchísimo a Ulises Hernández, no solo por su quehacer como pianista, profesor y promotor, sino por el trabajo que en los últimos tiempos ha realizado como productor musical. Gracias a tal labor, entre otros fonogramas propiciados por Ulises, ha visto la luz una colección imprescindible en torno a la obra de los compositores pertenecientes al Grupo de Renovación Musical, sin discusión alguna, un conjunto de figuras a las que siempre hay que acudir si se aspira a tener una noción del devenir de la música académica facturada en Cuba durante el pasado siglo XX.

Como parte de esa colección organizada por Ulises Hernández, se puso en circulación un álbum dedicado a la figura de Hilario González (La Habana, 24 de enero de 1920-3 de octubre de 1996), quien resultó uno de los discípulos aventajados de José Ardévol, guía espiritual del Grupo de Renovación Musical y donde estuvieron, entre otros, Harold Gramatges, Julián Orbón, Natalio Galán, Edgardo Martín, Argeliers León, Serafín Pro, Dolores Torres, Enrique Bellver, Virginia Fleites y Juan Antonio Cámara.

Según diversos estudiosos, en dicho colectivo de compositores Hilario González representa en la música académica la tendencia al empleo de elementos provenientes del folclor cubano, en la línea que tuviese como máximos exponentes durante la primera mitad de la anterior centuria a los tempranamente desaparecidos Amadeo Roldán y Alejandro García Caturla.

La vivificante influencia de García Caturla en la obra de Hilario González se siente en varios de los cortes del disco que hoy reseño. Tal es el caso de la “Primera Sonata Opus 8”, los “Tres preludios en conga” y las “Dos Danzas Afrocubanas”. Otra composición fundamental en el repertorio autoral de González, que por suerte se recoge en el fonograma, es “Primera suite de canciones cubanas”, escrita en el ya lejano 1940 a partir de un texto del destacado poeta Emilio Ballagas. Vale comentar que por el aludido trabajo, en 1944 Hilario obtuvo el Premio Nacional de Música en nuestro país.

Igualmente, en el fonograma que salió a la luz a través del sello Producciones Colibrí del Instituto Cubano de la Música, aparece otra colaboración con Emilio Ballagas, las “Guajiras en sol”, perteneciente a un hermoso ciclo de lieder que ambos artistas desarrollaron. Aquí es válido resaltar el desempeño interpretativo de la soprano Gessliam Suárez Molina y del pianista Víctor Díaz Hurtado, dos instrumentistas que —más allá de ser jóvenes— dan señales de madurez en su quehacer.

Así pues, al arribar al fin de la audición del CD Hilario González-Renovación Musical, uno experimenta la sensación de haber escuchado un material fonográfico de esos que dignifican el arte musical y corrobora lo afirmado acerca del protagonista del álbum:

«A artistas de la talla de Hilario González se debe, en buena medida, que la música cubana en la actualidad permanezca vigorosa, activa, e influyente, y que cuente con el reconocimiento a nivel internacional».

Allan Holdsworth: gran maestro de las seis cuerdas

Allan Holdsworth: gran maestro de las seis cuerdas

Parece que fue ayer cuando en casa del tecladista Esteban Puebla, hace más de 30 años, escuché por primera vez el discoI.O.U., del guitarrista inglés Allan Holdsworth. Estoy convencido de que pocos fonogramas me han impactado tanto como aquel álbum, signado por un estilo de improvisación que tardé mucho tiempo en llegar a comprender.

Por esa época, en la vivienda de Esteban, me reunía con músicos como los guitarristas Manuel Trujillo y William Martínez, el baterista de origen chileno Alejandro García, el bajista Luis Manresa y el extraordinario multinstrumentista Pucho López. Él fue quien me hizo entender las esencias del modo de tocar de Holdsworth a través de repetidas audiciones de materiales discográficos como Road Games, Metal Fatigue, Atavachron, Sand y Secrets.

Cierto que Allan, antes de iniciar su carrera como solista con la grabación de Velvet Darkness, fonograma registrado en 1976 y del que él renegaba, ya tenía una interesante trayectoria por su participación en bandas como Igginbottom, Tempest, Nucleus, Soft Machine, The Tony Williams New Lifetime, Gong y UK, pero tales andanzas solo pueden ser vistas como una etapa de formación, de búsqueda en lo que sería un estilo interpretativo y de ejecución sencilla y llanamente inigualable.

Por supuesto que el innovador modo de asumir la música por parte de Holdsworth llevó a que en un momento dado se le considerase muy roquero para las emisoras de jazz y demasiado jazzístico para los consumidores de rock. Justo en esa riquísima mixtura de géneros y estilos por él cultivados desde una concepción armónica muy abierta y rompedora de estereotipos, radica una de las grandes virtudes de este maestro del instrumento de las seis cuerdas.

Un segundo aspecto que hizo de Allan un referente universal como instrumentista viene de la mano de su incesante indagación por los caminos de nuevas e innovadoras sonoridades tímbricas. Su vínculo con la tecnología de punta aplicada a la música lo conduce a ser uno de los propulsores de la utilización de la SynthAxe, un instrumento electrónico semejante a una guitarra, pero con otras posibilidades a la hora de emitir notas y acordes, como se comprueba en Atavachron, primer disco en que él usa la SynthAxe.

Cuando el domingo 16 de abril de 2017 este extraordinario guitarrista murió a los 70 años de edad, los admiradores de Allan Holdsworth quedamos consternados ante la inesperada noticia. Cientos de comentarios circularon  esos días por Internet a propósito del penoso suceso. Personalidades como Peter Frampton, Steve Lukather, Joe Satriani y el recientemente fallecido  Eddie Van Halen ponderaron las virtudes de Holdsworth y volvieron a salir a la luz afirmaciones del pasado, como esta de Van Halen en la que se dice: «Allan es el mejor y tan condenadamente bueno que no le puedo copiar nada».

El trabajo de Holdsworth como solista es de tanta importancia, que en numerosas ocasiones se pasa por alto el hecho de que él colaboró en álbumes de disímiles figuras y diversos estilos, que van desde el jazz tradicional, el free jazz, el acid jazz, la música electrónica y hasta el metal progresivo. En tal sentido, yo pudiera enumerar aquí múltiples ejemplos, pero me limitaré solo a algunos de los que más guardo en mi memoria. Entre ellos están los discos Feels Good To MeOne Of A KindHell’s Bell’sMaster Strokes, con su viejo amigo el baterista Bill Bruford; Truth In Shredding, con el guitarrista Frank Gambale;Guaranteed, con la banda Level 42; y los llevados a cabo con el violinista francés Jean-Luc Ponty, o sea, Enigmatic Ocean,Individual ChoiceLe VoyageThe Jean-Luc Ponty Anthology y The Very Best Of Jean-Luc Ponty.

Aunque de seguro muchos en nuestro país no tienen la menor idea de quién es Allan Holdsworth y de lo que ha representado en la música desde su debut en 1969, puedo asegurar que él es uno de los nombres en verdad grandes de la guitarra internacional. No sin razón, uno de los comentarios que por los días de su muerte motivó más opiniones en la red fue el que afirma: «Hunter S. Thompson, periodista y escritor estadounidense tenía razón cuando dijo: “El negocio de la música es una trinchera de dinero cruel y superficial, un largo pasillo de plástico donde ladrones y chulos corren libres, y los buenos mueren como perros”. A lo que añadiría, lo mediocre y lo banal son celebrados y remunerados, mientras que los sublimemente dotados y siempre buscadores son rutinariamente marginados».

6 poemas de Felipe Lázaro

6 poemas de Felipe Lázaro

La primera persona que me habló de Felipe Lázaro fue nuestro común amigo Bladimir Zamora Céspedes. Fue al regreso de uno de los viajes del Blado por España, allá por 1995. Ël venía de Madrid más que feliz pues por esos días recién se publicaba una antología titulada Poesía cubana: La isla entera, un proyecto que había preparado con Felipe Lázaro y que salía al mercado a través de la Editorial Betania. El libro  reúne a 54 poetas cubanos residentes en la Isla y la diáspora, algo que hoy puede parecer lo más normal del mundo, pero que por aquella fecha aún no era bien asimilado por los clásicos extremistas de uno y otro signo.

Desde aquel remoto 1995 he seguido, en la medida de lo posible, el quehacer de Felipe Lázaro al frente de Betania, proyecto fundado por él hace 33 años y que sin la menor discusión resulta una de las editoriales cubanas en la diáspora de mayor importancia por la magnitud de la obra que ha desarrollado. Pero Felipe Lázaro (Güines, 1948). No es solo un destacado editor sino también un poeta que los interesados en la literatura cubana deberían leer. Entre los méritos de este gennuino creador figura el haber obtenido la muy importante Beca Cintas en 1987-88. Sus últimos títulos publicados son: Tiempo de exilio. Antología poética, 1974-2016  (2017), el libro de relatos Invisibles triángulos de muerte. Con Cuba en la memoria (2018) y  la 5ª edición de Conversaciones con Gastón Baquero (2019), que se puede adquirir en AMAZON.

Para Miradas Desde Adentro es un honor publicar este puñado de poemas, que el propio Felipe Lázaro envió para nuestro sitio. Ojalá que con ello motivemos a nuestros lectores a buscar la obra de este poeta de Güines, de Cuba, de España y del mundo.

Díptico del eterno exiliado

  Para José Mario, in memoriam

Soy un exiliado total

  GUILLERMO ROSALES

                                                    I

Nos quedamos con tantas dudas e interrogantes

que faltó más de una conversación

con la frecuencia del abrazo que todo lo sella.

No obstante, ahora revives en la cercanía de nuestra memoria,

justo cuando has iniciado un viaje sin retorno

con tus ciudades amadas como equipaje:

esas interminables calles neoyorquinas.

tus sueños en un tranvía lisboeta,

taciturno quizá en Café de Flore

o la presencia en Praga del verdadero rostro humano

sesenta y ocho veces congelado.

Hasta tu cotidiano caminar por los madriles

-de Lavapiés a Sol y viceversa-

donde repites con la ebriedad de tus versos

la travesía de los deseos.

Pero aún falta regodearte en otras latitudes

que reclaman tu regreso,

en este preciso instante

cuando deambulas en la nada.                    

Ahora que no necesitas ningún trámite

para volver a tu Isla,

porque llevas su mapa incrustado en tus neuronas.

Y así trasnochas como fantasma en tu Habana,

Ansioso de recuperar todo aquello que te sostuvo en vida:

El Gato Tuerto, La Roca, el puerto;

El Pastores o la Rampa,

hasta la escalinata que libertino frecuentabas

con la lucidez de tus poemas más subversivos,

irremediablemente proféticos de tu posterior destino:

¡Un Rimbaud que ardía en el trópico

mientras toda querencia se convertía en cenizas!

Volver a ese espacio vital

de tu primer bautizo amoroso.

como el alegre y travieso adolescente

que asombraba a su entorno familiar leyendo a Proust.

Sentar tu precocidad en la lujuria del Malecón

y ver escapar los abrazos idos

que retornan con la incertidumbre del oleaje,

donde el susurro de otras voces

danzan en la intimidad de un caracol

y repiten con la sonoridad de la nostalgia

el ceremonial de esas canciones

-preferiblemente de Bola de Nieve o de Vicentino Valdés-

grabadas en lluvia de tus recuerdos

en un bar sin nombre

de una esquina cualquiera…

                                           II

Tan caro precio pagaste por el amor de ese paisaje

que tan solo se escucha el triste eco solitario de u voz.

Con tu poesía rodeas la esencia del verdor insular,

vitral ausente de todo tipo de emblemas patrios.

Sin datos inscritos en tu pasaporte

deshaces la telaraña de tus ensueños

y confirmas la más trágica verdad:

los hombres son más libres después de muertos.

Al final, quemaste tu vida a grandes sorbos:

rebelde, iconoclasta, irreverente,

doblemente exiliado,

poeta maldito en tierra y en el destierro.

Precursor de tantos enfrentamientos,

rechazas la fugacidad de las vanidades

-incluido los transitorios ismos-

y nos dejas tu paso por este mundo

como un enigma injustamente inacabado.

Portador de la más cínica sonrisa,

ya saltas y brincas a tu libre albedrío,

a carcajadas te retuerces

de toda pequeñez humana.

Repiensas tu vida como un misterio

al borde del más inusual abismo.

Rehaces tus huellas

como testigo de una época

teñida de sangre a borbotones:

¡Ay Cuba!

La historia se equivoca tantas veces. *

————–

·         José Mario.

Espejo de impaciencia

 Mi memoria prepara su sorpresa.

JOSÉ LEZAMA LIMA

Para Manuel Díaz Martínez

                                                     I

No traigan al vidente Orlando a la gran fiesta.

Jamás a Silvia en cuyas piernas baila un colibrí.

Tampoco a Sergio, el tartamudo,

porque para palabras bastan las nuestras

y los oradores ya no son de esta época.

No digamos a la exquisita Matilde o al titiritero Osiris.

Aquí no necesitamos a los aguafiestas.

En este torbellino sucesorio ya somos jefes inmutables.

¡Eso nos basta!

Dictaremos las directrices maestras para el novísimo ismo

perfeccionando nuestro más caprichoso ghetto.

Nosotros juzgamos según nuestro más íntimo pasado.

Algunos conversos agazapados

-el disfraz siempre ha sido muy útil en tiempos convulsos-

otros esperando

-siempre esperando-

el cambio de piel o la mejor marea,

soñando con propiedades, aunque –por ahora-

sólo sean ficticias.

Y esas palabras disparatadas que suenan a ensoñación:

¡Jamás serán admitidas en nuestro nuevo Club social!   

Queremos construir una nación casi perfecta

donde quizá exista toda arbitrariedad ,

pero con mercado cautivamente atractivo.

Aspiramos a reunir a los más inútiles

para que nos sea más fácil toda posible permuta encubierta.

Y así poder vender la dichosa Isla por la levedad del peso

evitando la imparable tragedia                 

de una inmensa oleada tardía de futuros desterrados.

Los amantes amados de la patria

queremos construir un vergel dogmáticamente exclusivo

y ordenamos que en la nueva República sobrarán:

los colores ácrata del arcoíris,

todos los librepensadores,

algún que otro sospechoso por s caminar cadencioso,

las ninfas con su flor en la más íntima entrepierna

o los escribanos, los más temibles de todos.

Hasta los mudos, porque no podrán repetir consignas

y, sobre tofo, los payasos,

capaces de escenificar nuestros horrores más sublimes.

No hablemos de los idealistas, esos son traidores de raíz.

Y de las musas, todo es opinable.

¡Ah, amor mío! Y de los poetas:

¡Di todo, di más!, si te atreves.

Esos son pequeños tiranos

y, a veces, hasta libertadores.

Son románticos de profesión,

taciturnos y rebeldes, siempre opositores,

y los inocentes jamás podrán reinar

pues de su canto sólo debe creerse

lo estrictamente necesario.

                            II

De la tartamudez de un pueblo

cuídense todos los caudillos,

las máscaras perdurarán hasta el instante oportuno.

Esas simples marionetas del capricho vitalicio

de un solo hombre,

se hundirán en el abismo absurdo

de un destino geopolítico.

Definitivamente, las revoluciones interminables han caducado.

Ha llegado la hora de la ciudadanía activa:

Ansias de ser algo más que un puñetero país

en un estercolero repleto de alacranes.

A Bloody Mary, please

La única certeza que encierra Manhattan es su atardecer.

Posponer el desayuno habitual por algo más tonificante

se impone tras una musical juerga nocturna por el Village.

Es llegar al primer bar visible

y pedir solemnemente un rotundo Bloody Mary,

como única contraseña de todo verdadero visitante neoyorquino.

Después, en un improvisado, brunch,

comprarse –al peso-

un kilo de un humeante arroz amarillo

-con camarones gigantes-

y tener que degustarlo con algún refresco

porque las bebidas alcohólicas están prohibidas

en esta exquisita tienda coreana del antiguo barrio judío.

Satisfecho camino hasta el Soho,

donde entro en otro barucho que me atrae.

Unos pocos parroquianos ven, al unísono, varios televisiones.

¡Los Yankees juegan hoy!

Y es una ceremonias asistir al silencio contemplativo

que rompo al pedir mi segundo trago del día:

A Bloody Mary, please.

Jack Daniel’s galopa de nuevo

El dolor en la nuca es extenuante,

los poros destilan un sudor ebrio de felicidad

para saciar la sed intempestiva de cada mañana.

Es como un amanecer azucarado

con unos brillantes ojos achinados

que reclaman amor a destajo

en la impaciencia de toda memoria.

Es la vida misma, como carrusel cotidiano,

dictando vaciar el cáliz de un solo trago

cuando los hielos no llegan a consumir

su inevitable tiempo de desgaste,

pues el calor verbal consume todo líquido

y el mejor espejo es el fondo de cualquier vaso.

Ella, la escurridiza

Para Alfredo, en su reino salmantino.

Ella presidía el desayuno de poetas.

Era la más animosa,

la más concreta presencia de nuestros versos.

Gozaba, saltaba de una loncha de salmón ahumado

a las copas del cava casi congelado,

que cómplice libaba a hurtadillas;

despejadas las reales dudas de esa mañana.

En pandilla caminamos juntos hacia la Plaza Mayor

-a donde siempre se vuelve

y pasea toda la juventud del Universo-.

Recordábamos poemas y anécdotas de bardos,

buscando la complicidad del mediodía,

de la tarde o de la noche salmantina

hasta ese amanecer único de piedras rojizas

que nos incrusta la Historia en cada poro de nuestra aturdida piel.

Ella, la escurridiza, nos seguía a todas partes.

La recuerdo tomando tragos a mansalva hasta la madrugada,

rastreando nuestras huellas:

de bar en bar,

de taberna en taberna.

Sí, ella ha bebido a nuestro lado.

Doy fe de ello.

Sentada en una alta butaca,

como una silente señorita aristócrata,

nos platicaba a susurros, de amores y desamores

hasta desvanecerse en la niebla de la ebriedad

y volver sigilosamente –como cada mañanita-

a su perfecto estado pétreo

para que los incesantes visitantes la busquen en la piedra.

Ella, socarrona y divertida,

duerme, ya eterna, su resaca milenaria.

Memoria de mandarín

En la Isla Entera.

Sigiloso cabecea con un largo suspiro,

como si hiciese un gesto afirmativo.

En su sueño, un gato deslumbrado

degusta

el contenido de la neverita del hotel.

A sorbos acompasados,

el felino bebe lo etílicamente posible:

botellines de cerveza,

botellitas de whisky, vodka o ginebra

-según su más estricto estado de ánimo-.

Rituales engulle, glotonamente,

bombones de varios sabores,

casca maníes en abundancia.

Adereza el condumio con diminutas bolsas de patatas fritas

que le encanta rasgar con sus finas uñas bien cuidadas.

Ya en el protocolario acto,

ante el tedioso turno de lectura

-entre aturdido y soñoliento.

el poeta rememora con sabiduría de mandarín

su propia afición de catador

y todos sus recuerdos bebibles

se mezclan como el más eficaz somnífero.

De repente, todo el auditorio se percata de su dormidera.

El salón se estremece con una estruendosa ovación.

Todavía se escucha el bullicioso lenguaje de aprobación

de un público entregado a la poesía

Mientras, el soñador ausente,

silente y taciturno,

solo deja escapar una lágrima.

Música cubana: verla desde una historia de su tecnología

Música cubana: verla desde una historia de su tecnología

Confieso que en no pocas ocasiones me resulta harto difícil comprender el proceder de las discográficas cubanas. Sé que la tarea que acometen es muy compleja y que lo hacen con la mejor voluntad posible, pero más allá de ello, con frecuencia dejan pasar propuestas signadas por la calidad artística y que no asumen, supuestamente, por no resultarles interesantes para comercializarlas.

Por suerte, hoy la técnica le facilita al músico poder registrar en soporte digital su quehacer, por encima de que sea o no puesto en circulación por una disquera. Dicha realidad ha sido comentada hasta por el ex ministro de Cultura, Abel Prieto, quien en una entrevista concedida a la periodista Vladia Rubio durante el Taller Internacional sobre Redes Sociales, efectuado en La Habana en diciembre de 2011, expresó lo siguiente:

«Las industrias culturales se han democratizado. Antes tú tenías que hacer una cola en la Egrem para que te hicieran un disco, o tenías que presentar un guion al Icaic y esperar turno para que te lo aprobaran y, después, que se pudiera disponer de presupuesto. Hoy, puedes hacer una película y un disco en tu casa. Las nuevas tecnologías favorecen formas que antes eran industriales. (…) Por eso las instituciones tienen que tener la flexibilidad, la atención suficiente, a los procesos creativos novedosos que pueden considerarse “alternativos”».

Las llamadas nuevas Tecnologías de la Informática y las Comunicaciones (TIC) brindan posibilidades nunca antes pensadas de grabar, escuchar y producir nuevos sonidos y músicas. Estas emergentes experiencias sonoras son el resultado de un acceso y disponibilidad tecnológicos no predecibles hace solo unos años, y de unas condiciones mediáticas gestadas en las dos pasadas décadas, cuyas consecuencias aún se desconocen. La sociedad de la información y la explosión informática han permitido el desarrollo de un nuevo esquema de consumo de mensajes, que convierte al habitante de una cibercomunidad en un ser democráticamente participativo y respetuoso de las escenas emergentes.

Está claro para todos que las innovaciones tecnológicas transforman las culturas. Eso es algo que ya fuese sobradamente explicado en 1936 por Walter Benjamin  en su célebre ensayo La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica. Ahora bien, los procesos de globalización cultural son incipientes, heterogéneos y se encuentran en acelerada transformación como consecuencia de los cambios tecnológicos que los hacen posibles. Así, la expansión de la música popular anglosajona en los últimos cincuenta años no sólo ha conllevado el auge y desarrollo de un nuevo sector comercial para la acumulación de capital, sino a la vez un vehículo de gran magnitud, tanto para la extensión en todo el mundo de la cultura occidental, como para la difusión de una serie de avances tecnológicos que por doquier han sido usados en su reproducción y consumo.

A la par de dicha realidad, la profusa circulación en urbes de las otroras metrópolis, como New York, París y Londres, de sonidos y de músicas provenientes de los países subdesarrollados ha resultado posible a tenor precisamente de la existencia misma de estos medios internacionales de comunicación y gracias a esos propios avances tecnológicos, que son los que han propiciado que la producción de la música popular se haya “democratizado”, al brindarle la oportunidad a numerosos músicos de autoproducirse sus propias grabaciones, sin la necesidad de esperar porque la industria fonográfica (privada o estatal, como sucede en el caso cubano) preste atención a su propuesta, la cual ahora se puede encauzar sin tener que pagar enormes cifras de dinero por el alquiler de un estudio, así como comercializar directamente sin la intervención de intermediarios.

El enfoque aportado por las zonas de alta tecnología en cuanto al principio descentralizado de hágaselo-usted-mismo respecto a la producción (proveniente de la frase en inglés do-it-yourself del movimiento punk), en convergencia con las características propias de la “ética hacker” y del “cortar y pegar” (cut ‘n paste), derivado  de los movimientos artísticos previos que utilizaron el bricolaje y el collage como formas de composición, de cuyas prácticas dejó constancia el inglés Dick Hebdige en su libro Subculture: The meaning of style, ha introducido una nueva dinámica en el panorama cultural cubano.

El bajo costo y la diversificación de las herramientas a utilizar han posibilitado que hoy el músico iguale los estándares que la industria discográfica impusiera en relación con la técnica de grabación y niveles cualitativos del audio, a partir de apoyarse en elementos como la computadora personal o de escritorio, que funciona como oficina y centro laboral, y las estaciones de trabajo de audio digital o DAW, es decir, programas para crear, grabar, producir y masterizar audio (pro Tools, Reason, Ableton Live…). Esto corrobora la idea de Keith Negus en cuanto a que los sonidos y prácticas musicales no solo dependen de la manera en que la industria produce cultura, sino que a su vez están condicionados por el modo en que la cultura produce una industria.

El metainstrumento que es el estudio de grabación multipista, algo a lo que hasta hace muy poco tiempo resultaba un privilegio acceder, en la actualidad se ha incorporado a un metainstrumento mayor: la computadora personal o instrumento total, al decir de Israel V. Márquez, “capaz de albergar en su interior todo tipo de recursos y materiales para la edición y creación musicales, esto es, un verdadero estudio de grabación digital.” Como apunta Pierre Lévy, uno de los primeros efectos de la digitalización es que ha situado el estudio de grabación a la disposición del bolsillo individual de cualquier músico, que en el presente posee la capacidad para controlar personalmente todas las fases de producción de la música, desde la etapa de creación hasta la de las orquestaciones, mezcla, masterización y distribución.

El hecho de que un músico se anime a asumir las (virtuales) riendas del carruaje e ir hacia la montaña (léase industria privada o estatal) cuando esta no viene a él, como ha afirmado Manuel Santín, «genera la policromía y también la dispersión cualitativa, hay que reconocerlo, pero que se convierte en testimonio fiel de los tiempos que corren».

Afirmaba Roland Barthes acerca de la pintura que sería posible escribir una historia distinta de la misma, de forma que atendiera no ya a las obras ni a los artistas, sino a los instrumentos y a los materiales, es decir, a la tecnología utilizada por los autores para la realización de estas obras. Semejante proyecto vale por igual para la pintura como para el resto de las artes y resulta mucho más evidente en una época donde la tecnología se halla cada vez con mayor presencia en nuestras vidas, configurando las formas de sentir, experimentar y pensar la actualidad.

La música siempre se ha creado y transmitido mediante distintas tecnologías. El arribo de la computadora y la era digital ha hecho más evidente este proceso mediante el cual la tecnología incide en lo musical. De lo anterior se desprende que la historia de los instrumentos musicales (y por supuesto, también de la grabación, producción y recepción) es, en este sentido, una historia de tecnología. Así pues, siguiendo a Barthes,la historia de la música puede interpretarse, no sólo como una historia de sus obras y artistas, sino además de sus instrumentos y materiales: una historia de su tecnología. En sintonía con lo anterior, ya existe una copiosa bibliografía que persigue describir y comprender los numerosos cambios ocurridos en el campo de la producción musical de nuestros días, a partir de la digitalización de la música, su distribución y el impacto originado por la incorporación de las nuevas tecnologías en el proceso creativo. Así pues, a  tono con la nueva circunstancia, la triste realidad de antaño de que valiosos trabajos se perdían al no poder quedar grabados, en la actualidad es cosa del pasado.

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