Autor: Joaquín Borges-Triana

Otra vez Cecilia Valdés

Otra vez Cecilia Valdés

Por Joaquín Borges-Triana

La novela Cecilia Valdés o La Loma del Ángel, original de Cirilo Villaverde, nunca debería ser leída simplemente como un producto sentimental de entretenimiento, concebido para  la narración de un romance incestuoso. Así, en opinión de Manuel de la Cruz, este es “el libro más revolucionario que haya engendrado el intelecto cubano”. Una edición anotada del importante  título de nuestras letras recién ha visto la luz, preparada por el escritor Reynaldo González y la investigadora Cira Romero (Ediciones Boloña, Publicaciones de la Oficina del Historiador, Colección Raíces, La Habana, 2018, 505 páginas) y con una portada concebida por Sigfredo Ariel. A propósito del suceso, Carlos Espinosa Domínguez ofrece sus valoraciones en un texto publicado por cubaencuentro.com y que Miradas Desde Adentro se complace en reproducir a continuación.

Retrato de un país y una época

Por Carlos Espinosa Domínguez

Tras las dos últimas ediciones que circularon en Cuba, Cecilia Valdés o La Loma del Ángel merecía un desagravio. La de 2011 apareció con el título incompleto; la de 2014, con una fea portada en la cual se ve una figura femenina que grita: “¡A ella, a él no!”. Vaya por Dios Todopoderoso, que se le haga esto al que, a juicio de Manuel de la Cruz, es “el libro más revolucionario que haya engendrado el intelecto cubano”.

Pues bien. Ese desagravio acaba de producirse y se puede afirmar que no puede ser mejor. La novela de Cirilo Villaverde vuelve a estar al acceso de lectoras y lectores con la edición anotada que prepararon el escritor Reynaldo González y la investigadora Cira Romero (Ediciones Boloña, Publicaciones de la Oficina del Historiador, Colección Raíces, La Habana, 2018, 505 páginas). Se ha impreso como un libro de gran formato, que posee una expresiva portada que firma Sigfredo Ariel.

Esa cubierta, además de sus valores estéticos, constituye el pórtico visual idóneo para esta edición. No aparece en ella una recreación de su celebérrima protagonista, ni tampoco una imagen alusiva al romance incestuoso que se cuenta en la novela. A partir de grabados antiguos, Sigfredo Ariel armó una suerte de mural que establece un contraste entre la vida de lujos y saraos de la sacarocracia cubana y la inhumanidad de la trata de esclavos, pilar este en el cual se sustentaba la bonanza de ese sector de la sociedad colonial. Esto es, muestra un cuadro panorámico de esta. Y ese es precisamente el criterio rector de esta edición, como lo adelanta sucintamente González en esta nota que se lee en las primeras páginas:

“Esta edición de la novela Cecilia Valdés o La Loma del Ángel, de Cirilo Villaverde, se basa fielmente en la que publicó el autor en 1882. Intentamos rescatarla de recensiones interesadas que accidentaron su comprensión en más de un siglo. No se trata de hallazgos, sino de elementos que estaban visibles sin que fuesen atendidos. En nuestra lectura cosechamos líneas de la novela y citas de la correspondencia privada del autor y del grupo delmontino, para obviar interpretaciones más inspiradas que investigadas. Consciente del ambicioso plan de su obra —retrato de un país y una época desde una historia de amor interdicto—, Villaverde esclareció dos columnas: su trabajo de narrador y su vida de combatiente anticolonialista. En atención a algunas lagunas de información que puedan tener las actuales generaciones sobre el período anterior a nuestras guerras de independencia, incluimos referencias de asuntos que toca el tema central, alejados de la novela, que permitirán compulsar datos y propiciarán fuentes complementarias. Las que remitan a páginas del relato, de satisfacción inmediata, las ponemos entre corchetes; a las otras damos el tratamiento habitual. Actualizamos la ortografía y allanamos las abreviaturas, socorridas en el intercambio habitual. Esta labor, alejada de todo afán retórico, fue posible gracias a la experiencia y la generosa colaboración de la investigadora Cira Romero”.

El empeño de González por rescatar la obra cumbre de nuestro siglo XIX de las lecturas fáciles, superficiales y atenidas a criterios preconcebidos, se remonta a algunas décadas atrás. En su libro Contradanzas y latigazos, publicado en 1983 y que tuvo una edición aumentada en 2013, se propuso escudriñar Cecilia Valdés desde el presente. Realizó una lectura desacralizadora y cuestionadora, que arroja luz sobre ángulos ciegos de la novela y desmitifica conceptos esenciales de nuestra cultura. Parte, como anuncia en el título, de “los chasquidos del látigo” y “los juguetones compases de la contradanza”, para examinar el complejo entramado de relaciones y sectores sociales que había entre esos dos polos.

Destaca el acierto de Villaverde, al “haber captado una época y una concepción de la vida en sus más complejos pormenores”, en una obra que constituye una reconstrucción crítica de la realidad colonial. Emplea un copioso cuerpo de documentos y referencias, que reunió mediante una acuciosa investigación. Su aguda inteligencia y su sólido conocimiento de la época dieron lugar a un texto que es un modélico ejemplo de estudio interdisciplinario. En su libro mezcla crítica literaria, observaciones sociológicas, valoraciones históricas, sin que falten apelaciones a recursos narrativos.

Pormenorizada descripción de la vida habanera

Para la edición objeto de estas líneas, González redactó un extenso estudio introductorio de 63 páginas, titulado “Cirilo Villaverde y los Delmontinos: El drama racial en Cecilia Valdés”. En el mismo aporta nuevos argumentos a lo antes escrito por él. Entre otros muchos aspectos, comenta que cuando las primeras ediciones empezaron a aparecer, en las primeras décadas del siglo XX, la novela “padeció la torcedura frívola de considerarla puro entretenimiento, bajo apreciaciones de simples gacetilleros”. La recensión se centraba en el principal personaje femenino, traduciendo la consideración que en la colonia se daba a mujeres como ella, “mulatas expósitas, generalizadas rumbosas y de mala fortuna”. Al respecto, González anota que los atractivos bien perfilados que el autor le puso “parecieron trampas de seducción, sin que faltasen apreciaciones presuntamente científicas”.

En cuanto al debate —en su opinión, sobrevalorado— de su definición como participe por igual del costumbrismo y del romanticismo, González afirma que Villaverde asumió el primero “desde ángulos menos favorables al ambiente retratado, porque su comprensión del género divergía de sus colegas (…) No se detuvo en condescendencias al indicar la habitual orientación de estampas y curiosidades”. Y sostiene que tampoco se ciñó “al patrón heroico-romántico de presumibles luchas y personajes vindicadores”.

Y al hacer una valoración general de la obra, González concluye que “pocas novelas decimonónicas de América Latina tuvieron el destino de Cecilia Valdés: ser un documento de obligada consulta sobre un período marcado por la violencia y el crimen, sin perder la condición de relato sentimental. Junto a las características dadas a los personajes y una pormenorizada descripción de la vida habanera, indaga en el imaginario colectivo y las instituciones cuya crueldad e intolerancia motivaron el argumento”.

Cira Romero también contribuye a la edición con un texto, mucho más breve que el de González. Se titula “Cecilia Valdés o La Loma del Ángel: idas y vueltas de una novela” y en él detalla el proceso que hizo que la llamada “primitiva” Cecilia Valdés de 1839 se transformara, al pasar de la revista La Siempreviva a publicarse en libro ese mismo año, en “el inicio y la cima de un género”. Romero además expresa su valoración de la obra magna de Villaverde y apunta que “muestra el talento y la perseverancia de quien sabía, o presentía, que de sus manos había nacido una materia viva, que debía modelar para la posteridad”.

A la investigadora se deben, asimismo, los materiales adicionales que optimizan la edición: el bloque Cirilo Villaverde y su época, la bibliografía citada y consultada y el listado de las ediciones que pudo localizar. Al revisar estas últimas páginas, sale a la luz que la primera traducción fue al inglés, en 1935. Las siguientes fueron al ruso (1963), el polaco (1976), el rumano (1983), el checo (1983), el francés (1984), el chino (1986) y el portugués (2011).

También pertenecen a Romero los varios centenares de notas que contribuyen a que hoy se pueda disfrutar y comprender mejor la novela. Unas sirven para identificar a personajes reales que aparecen o se mencionan (Francisco Vives, José Severino Boloña, Vicente Escobar, para citar unos pocos). Otras ubican con exactitud lugares de La Habana en donde se desenvuelve la acción: Iglesia del Espíritu Santo, Barrio de San Isidro, Casa de Gobierno, Cuartel de Dragones, Colegio de Buena Vista, Jardín Botánico, Teatro Principal; o bien documentan hechos históricos a los cuales se alude (el Tratado de Inglaterra de 1817, la Constitución de 1812, el año en que ahorcaron a Aponte). Y, por último, están las notas que aclaran el significado de términos y frases ya en desuso. Por ejemplo, de ponina en ponina (de fiesta en fiesta), el naipe (la cabeza), de luego a luego (pronto, de inmediato), gañate (la garganta), gustar la tijera (hablar mal del prójimo), vaqueta (cuero), me tengo tragado (estar convencido).

Pienso que de las líneas anteriores se puede deducir que esta nueva edición de Cecilia Valdés es de un gran valor. Por un lado, propone y estimula una lectura que subvierte la manipulación que le agregó envoltorios y mitificaciones y la redujo a producto sentimental de entretenimiento. Aquí, en cambio, se propicia una interpretación en buena ley, que, atiende, ante todo, lo que dijo Villaverde. Por otro, incorpora materiales complementarios que proporcionan elementos para un aprovechamiento razonado de su lectura.

Se trata, en suma, de una notable aportación que permite un disfrute cabal de la novela: entrar en sus detalles, gozar sus matices, las referencias a la época, las figuras y hechos históricos, las costumbres, los modos de pensamiento.

Tomado de cubaencuentro.com

https://www.cubaencuentro.com/cultura/articulos/retrato-de-un-pais-y-una-epoca-334884

¡Ay, reguetón nuestro de cada día!

¡Ay, reguetón nuestro de cada día!

Por Joaquín Borges-Triana

Hay textos periodísticos que resisten la prueba del tiempo y aunque hayan sido escrito varios años atrás, tal parece que han sido concevidos para los días que corren. Tal es el caso del artículo que hoy reproduzco, firmado por el prestigioso académico Alfredo Prieto allá por 2013. El autor de “Sun Tzu y el reguetón” es alguien con una destacada carrera intelectual. Escritor, investigador, editor y periodista, él  se graduó de Lengua y Literaturas Hispánicas. Entre otras instituciones de reconocida solvencia acadèmica, trabajó en el Centro de Estudios sobre América (CEA) como jefe de redacción de Cuadernos de Nuestra América e investigador de su Departamento de América del Norte. También ha laborado en la revista Temas y en Ediciones UNIÓN, así como en medios alternativos al corte de OnCuba. El artículo siguiente fue publicado inicialmente en el Periódico Digital Dominicano 7dias.com.do y es de esos trabajos a los que recomiendo volver una y otra vez siempre que se discuta sobre la presencia del reguetón en el contexto cubano.

Sun Tzu y el reguetón

Por Alfredo Prieto

Uno de los estrategas más sofisticados en el arte de la guerra que en el mundo han sido, el general chino Sun Tzu, aconsejó en un libro clásico no dar batalla a menos que se tenga la absoluta certeza de no ser derrotado. Me temo sin embargo que esto es lo que no tienen en cuenta actores y estructuras involucradas en la ofensiva cubana contra la vulgaridad, la banalidad y la mediocridad, que aquí llamaré reguetón. De la noche a la mañana, algunos de sus protagonistas se han desvanecido de los espacios públicos y las ondas del éter, hecho ocurrido mientras figuraban en sitios estelares en las listas de popularidad y sin que mediara ni información ni notificación social alguna, según la costumbre. Una entrevista del periódico Granma, aparecida cuando el proceso ya estaba en marcha, funcionó como obturador de la cobertura de prensa extranjera sobre la censura en Cuba, por tradición políticamente motivada, incompleta, omisa y sesgada. Antes, un incidente con la figura de José Martí, recogido por las redes sociales y amplificado por El Nuevo Herald y el Canal 23 de Miami, había iniciado ese nuevo capítulo.

Este artículo identifica las razones de un posible fracaso y las fundamenta brevemente, no sin el truismo previo de ubicar a los reguetoneros en su propio contexto.

El fenómeno tiene sus raíces en la peculiar marginalidad del país, que condujo a implementar programas sociales en el marco de la llamada batalla de ideas. Esos jóvenes parados encima del escenario no están entonces ahí por generación espontánea, sino porque responden a un fenómeno llamado crisis cubana, vivida primero por las personas y luego crecientemente estudiada por el pensamiento social. Sin embargo, los discursos públicos sobre ellos suelen sustentarse en una operación disociativa que les corta el cordón umbilical presentándolos como aliens o freaks porque contradicen ciertos supuestos, uno de ellos relacionado con la instrucción y la cultura acumuladas.

La anterior es también la base de un segundo constructo: se trata de una minoría que, si acaso, solo se representa a sí misma, algo que no explicaría un fenómeno de recepción social llamado “fiebre del reguetón” que no solo nos lo ha instalado en el disco duro de las preferencias musicales de la audiencia –o de determinados sectores de esta–, y en nuestros oídos más que renuentes, sino también conducido a lamentables y repudiables actos violentos a manos de jóvenes integrados al sistema nacional de enseñanza. (Luego se sancionó a la directora de una escuela primaria y a tres maestras por permitir se escuchara/bailara un reguetón a la hora del receso, “Kimba pa´que suene”). Su cultura sexual, si así puede llamársele, se origina en sus espacios de socialización, donde el sexo colectivo ha dejado de ser una fantasía para convertirse en realidad mundana. Su lenguaje soez y procaz, vehiculado en unos “metatextos” muchas veces de difícil intelección, pero propio de la jerga carcelaria y de las gangas, remite a la expansión de la marginalidad, un fenómeno por otra parte no exclusivamente cubano. La globalización es como el amor en la canción de Ida y George Gershwin: ha llegado para quedarse.

Lo cierto es que la carga psicológico-emocional acumulada desde el “Chupi-Chupi” de Osmani García y su abrupta retirada de los premios Lucas, más reuniones gremiales y sucesos como el aludido –no muy distinto, por cierto, al que documenta Memorias del subdesarrollo con el mozambique de los 60, a los navajazos cerveza al aire con “El perico está llorando” de los carnavales del 70 o a los salones de la Tropical bajo el imperio de la timba y la salsa–, parecen estar en el centro del asunto, pero quizás con ello se obvie una segunda máxima del pensador chino: “nunca se debe atacar por cólera y con prisa”.

Esa cólera y esa prisa deberían, al menos, ponderar con más detenimiento los tres problemas siguientes:

Los nuevos actores. Hoy el Estado, en proceso de encogimiento respecto a la cosa pública, no es el único emisor cultural en Cuba. La aparición/socialización de nuevas tecnologías –un dato expansivo a partir de los años 90– funciona y aun funcionaría como “balance” ante cualquier forma de control omnisciente de la producción musical. En otras palabras, frente a la EGREM y otras instituciones se alzan los estudios de grabación underground actuantes en el escenario local, a no ser que un día se quieran tomar medidas drásticas. Prácticamente carecen de límites, como no sean los del mercado y los de la propia conciencia de sus gestores. Esto es válido no solo para manifestaciones musicales como el rap, el hip hop y el reguetón (por lo demás con sobradas diferencias internas), sino también para el nuevo cine y sus producciones, a veces asociadas con actores de lo público y/o lo  privado.

El consumo audiovisual informal. El Estado tendría, desde luego, el derecho de controlar/decidir el tipo de música a difundir en sus propios predios, señaladamente en la radio, la televisión y espacios públicos como centros nocturnos y cabarets. (El problema de los parámetros sigue sin embargo en pie: quién decide qué y por qué). Esto no hubiera ocurrido, probablemente, de no mediar el persistente machaqueo de ciertos reguetoneros, demasiado torpes, vulgares, groseros, poco pragmáticos y nada inteligentes. Y pletóricos en actitudes y textos que ubican a la mujeres como simples objetos sexuales o locus para eyacular, un verdadero retroceso ideocultural en el camino hacia su emancipación y la liberación de relaciones de poder, históricas y actuales.

Pero no estamos en los años 60, en los que se quiso ningunear públicamente al rock anglosajón sobre la base de criterios tan estrechos como mecánicos. No resulta superfluo recordar que ni siquiera entonces ese control llegó a ser absoluto gracias a las famosas “placas” de producción doméstica clandestina y a la circulación de discos de acetato traídos de fuera por marineros mercantes y funcionarios; eso era lo que escuchaban y bailaban muchos jóvenes de entonces en las fiestas de 15 y los “güiros” de El Vedado, La Víbora y otros lugares del país.

Hoy esa alternatividad se ha multiplicado con creces, básicamente por dos razones: a) la disponibilidad de memorias flash, MP3, Ipods, Iphones y CDs en amplios sectores de la ciudadanía, bien por compras en el mercado interno o por envíos o adquisiciones en el exterior, y b) la variante cuentapropista de vendedores de música, juegos electrónicos y filmes en los portales, de hecho una legalización de la piratería pagándole impuestos al Estado (hasta donde conozco, Cuba es el único país que no tiene una legislación al respecto, un tema candente en el último congreso de la UNEAC).

Esa lucha cubana contra la vulgaridad, la banalidad y la mediocridad, y contra el reguetón, no significaría entonces el cese de su circulación social, a cargo de esos mecanismos de distribución y consumo que tienen vínculos económicos horizontales con la producción discográfica identificada en el punto anterior. Y como remate, le pondría el discreto encanto de lo prohibido, un imán adicional para cierto tipo de público.

La dimensión jurídica: Según los juristas, para ser efectiva, por definición toda norma jurídica debe poder implementarse. Y este país se caracteriza, precisamente, por un déficit estructural de la cultura jurídica a muchísimos niveles. Es más: la Ley 81 sobre el Medio Ambiente, aprobada por la Asamblea Nacional en 1997, establece en su artículo 147 la prohibición de “emitir, verter o descargar sustancias o disponer desechos, producir sonidos, ruidos, olores,  vibraciones y otros factores físicos que afecten o puedan afectar a la salud humana o dañar la calidad de vida de la población. Las personas naturales o jurídicas que infrinjan la prohibición establecida en el párrafo anterior, serán responsables a tenor de lo dispuesto en la legislación vigente”.

Y en su  artículo 152: “el Ministerio de Salud Pública, el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social y  el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, en lo que a cada cual compete y mediante el establecimiento de las coordinaciones pertinentes, dictarán o propondrán, según  proceda, las medidas encaminadas a el establecimiento de las normas relativas a los niveles permisibles de sonido y  ruido, a fin de regular sus efectos sobre el medio ambiente”.  Dejando por ahora a un lado el hecho de que hay esquinas y barrios que constituyen verdaderos himalayas de basura y desechos sólidos, la regulación del ruido es, como se sabe, otra gran letra muerta en edificios multifamiliares, lobbies de hoteles, cafeterías y restaurantes emergentes, guaguas, bici-taxis y almendrones. La posible aprobación de un marco jurídico regulando la música en los espacios públicos parecería entonces estar condenada, por las mismas razones, a la misma repetición.

Vigilar y suspender no es la salida. La solución, si alguna, pasaría entonces por la información y la crítica, protagonizada en primer término por los medios masivos, que suelen mantener un patrón de omisión todavía más disfuncional ante los cambios experimentados por la sociedad cubana. El supuesto de no nombrar un problema pretendiendo que no existe acaba generando espacios de silencio cubiertos por fuentes y emisores externos, circulantes de hecho en el tejido social a través de dispositivos tecnológicos o el boca-a-boca –este último, más conocido entre nosotros como “Radio Bemba”. Hacerlo supone  trascender lo que Jesús Martín Barbero denomina “el modelo verticalista” e incorporar un canto coral con pluralidad de actores y perspectivas. Solo de esa pulsión, en el buen sentido del término, podrán salir mejores y más viables políticas públicas.

Dicho de otro modo, el diálogo y la discusión parecen ser los caminos. Pero eso lleva, entre otras cosas, paciencia. Mucha paciencia y más paciencia, como lo predicaba Fidel en una coyuntura específica de principios de la Revolución. El general Sun Tzu lo pondría quizás de otra manera en una tercera sentencia: “Hay rutas que no se deben usar, ejércitos que no han de ser atacados, ciudades que no deben ser rodeadas y órdenes de gobernantes civiles que no deben ser acatadas”.

“Este es un país de grandes olvidos”, declaró no hace mucho Eusebio Leal.

Tomado de Periódico Digital Dominicano, 7días.com.do

www.7dias.com.do/opiniones/2013/01/02/i132657_sun-tzu-regueton.html

 

¿Erotismo o pornografía? He ahí la cuestión

¿Erotismo o pornografía? He ahí la cuestión

Por Joaquín Borges-Triana
Soy un fanático total de la literatura erótica y por ello, tengo plena
conciencia de que entre la misma y lo que puede considerarse como
pornografía existe una frontera muy difícil de definir y que, en
esencia, depende de nuestros criterios personales en cuanto a lo uno y
lo otro. Hoy quiero publicar en Miradas Desde Adentro un cuento de
Magela Garcés que, según cada lector,  podrá ser visto como un relato
muy logrado o como una muestra de simple vulgaridad. Solo quiero
acotar que hace años se vienen publicando cuentos y novelas de este
estilo y que a estas alturas del siglo XXI, además de hacer un
ejercicio escritural rompedor y perturbador, ya no es suficiente con
ser atrevidos a la hora de emplear ciertos vocablos o describir
escenas bien “calientes”. Hay que caracterizar adecuadamente a los
personajes,involucrar al lector…, en una palabra, conmoverlo. No me
interesa aquí pronunciarme en relación con esta narración de Magela
Garcés sino que por hoy, mi deseo es presentar el material y que cada
lector saque sus propias conclusiones.

Pescado crudo
Por Magela Garcés
Algo cambió en mí el día en que llegaron a nuestra casa. Vasili (al
que todos llaman Vasia) es un viejo amigo de mi suegro, de la época de
estudiantes en la URSS. Llevaban más de veinte años sin verse cuando
restablecieron el contacto a través de Facebook, y casi enseguida
Vasili decidió tomarse unas vacaciones con su familia en esta Isla.
Como es de esperar, mi suegro ofreció su casa, y así fue que conocimos
a Vasia y a Marina, que es su mujer. Ellos viven en Kiev, pero Marina
es rusa (son tan grandes las diferencias entre rusos y ucranianos…).
La habitación que se les asignó fue la mía y de Tony, por ser la más
cómoda; de modo que él y yo tuvimos que trasladarnos al cuartico de
pintar, donde hay una estrecha cama personal. Por nosotros estaba
bien, de todas formas los visitantes estarían en el país solo 20 días,
de los cuales 7, o más, permanecerían en Varadero.
Desde el inicio se comportaron muy cordiales, como si fueran amigos
nuestros de toda la vida. También desde el inicio cogí a Vasia
mirándome el culo, en un momento en que los dos nos quedamos sin
compañía en la sala. Nosotros en la casa igualmente procuramos todo el
tiempo que los nuevos inquilinos se sintieran a gusto, sin presiones
de formalidades ni nada parecido. Así pues, Vasia y Marina, en muchas
ocasiones, andaban por el apartamento en short y chancletas, ella con
una blusita que dejaba ver el dorado piercing de su ombligo. Él, a
pesar de su edad, tenía una silueta esbelta y fornida. Alto como un
ucraniano, de espaldas anchas, brazos y piernas fuertes y bien
proporcionados, y abdomen con un leve exceso de grasa. Ella también
era dueña de una figura harto agradecida para sus casi 50 años. No tan
alta, caderas anchas, brazos y piernas fuertes y bien proporcionados,
abdomen apenas prominente, y tetas bastante poco caídas. Los dos eran
rubios de ojos claros, con cara de rusos, y tenían la piel bronceada y
tersa. Un par de cuerpos obtenidos gracias a una dieta rica en
proteínas y papa, saunas frecuentes, baños de sol sin ropa en la nieve
(esta imagen me fascina), y casi ningún estrés.
Era un vacilón tenerlos en la casa, ni siquiera la comunicación fue un
problema. Mi suegro hablaba ruso y los traducía, Vasia sabía algo de
inglés y podía hablar conmigo sin mediación de nadie, o bien tomarme
como traductora. Marina solo dominaba el ruso y mi suegra el español
pero a pesar de ello lograron de alguna manera entenderse y cocinaban
a dueto como quienes llevan años haciéndolo.
Ver al ucraniano ir y venir sin camisa era mi placer secreto. Con mi
mejor cara de póquer lo vacilaba entero. Creo que él lo sabía, porque
siempre se aseguraba de pasarme por delante varias veces. Ella también
era bonita de ver, cuánto me gustaría llegar a esa edad con esa
figura. Recuerdo incluso que, dos meses tras su partida, me hice una
perforación en el ombligo; aunque nunca se lo dije a nadie, fue el
piercing de Marina el que me inspiró.
Un día de mucho calor me dirigí a tomar agua a la cocina y allí estaba
Vasia, preparando un pescado. Tenía el torso desnudo. Ya le había
quitado las espinas al animal muerto y ahora lo picaba en filetes.
Manejaba el cuchillo con una destreza de especialista; con la mano
derecha daba cortes suaves pero certeros, mientras con la izquierda,
deleitado, sujetaba y acariciaba la carne e iba poniendo los trozos en
un plato aparte. De repente tomó uno de esos pedazos, le cortó un
cacho, le echó sal y se lo llevó a la boca.  Me sorprendí pero no
sentí asco, no obstante pensé estos rusos son tremendos cochinos.
Vasia me dijo paprovoipaprovoi extendiendo el pescado hacia mi cara y
yo nienie I don´tlikeitthatway y él try it, try it, it´sgood y yo
tímida e indecisa, no me interesaba meterme esa mierda cruda en la
boca pero estuve a punto de hacerlo, al ver su mano toda embarrada de
pescado, con aquellos dedos largos y fuertes ofreciéndole a mi boca un
banquete para mí extraño. Pensé en el sabor del pescado sin cocinar,
luego en Tony, y aparté mi rostro. ¿Tú sabes algo de cocina?, me
preguntó divertido en su inglés macarrónico. No, pero sí sé que eso no
se come así. Él, tú no sabes nada, esto es delicioso, y lentamente se
introdujo en la boca el último pedazo, que degustó con los ojos
cerrados como si aquello fuera lo más grande del mundo, qué clase de
puerco, salvaje, pero qué fácil disfruta de la vida, pensaba yo.
El viaje a Varadero lo hicimos como a los seis días de su llegada.
Fuimos todos. Vasia, Marina, mis suegros, Tony, y yo. El mismo día que
arribamos caí con la menstruación y la rusa me dio un paquete de
tampones para poder bañarme en la playa. Como eran de los chiquitos me
los tenía que meter de dos en dos. Nunca antes los había usado y
contrario a lo que mucha gente dice, no son nada incómodos.
La casa donde nos quedamos estaba a ciento cincuenta metros del agua.
Apenas media hora después de llegar y haber colocado cada cual los
bultos en su habitación, ya nos zambullíamos en un mar calmado y lleno
de sol. Mis suegros estuvieron unos minutos, el resto duramos hasta
bien entrada la noche. Eran cerca de las 21:30 cuando, tras conversar
con nosotros un rato sentados en la arena, Marina y Vasia se pusieron
en pie de repente, se despojaron de sus respectivos trajes de baño, y
corrieron al agua gritando como dos niños. Además de nosotros cuatro,
en la playa solo se veían dos o tres figuras lejanas. Tony y yo los
miramos extrañados primero, luego partidos de la risa.
-Qué clase arrebato tienen estos rusos. – Tony los veía encantado.
-Lucen felices ¿verdad?- Le dije.
-Nos están provocando.
-¿Y qué? ¿Te cuadra? – Le pregunté en tono de broma, pero tanteando el terreno.
-Tú sabes muy bien lo que yo pienso sobre meter terceros en la
relación. – Se puso un poco serio.
-Claro mi amor, estoy jodiendo. -Tony y yo somos de los que piensan
que darle entrada a otra gente en lo nuestro es como ultrajar una
criatura maravillosa a la que solo nosotros tenemos el privilegio del
acceso: nuestra intimidad. No obstante, por aquellos días me sentía
compartidora y se me antojaba exhibir un poco la criatura. A pesar de
ello no me atrevía a proponerle nada a Tony; mucho menos a
materializar mis deseos a espaldas suyas.
Nos levantamos y nos dirigimos a la casa, estábamos hambrientos. Los
rusos ni cuenta se dieron. Sus siluetas desnudas se movían de un lado
a otro, retozando alegres.
Mis suegros, mi novio y yo permanecimos en Varadero de viernes a
domingo, los eslavos se quedaron unos días más. Luego, al regreso, nos
mostraron las fotos que se hicieron. La mayoría eran en la playa, se
fotografiaban entre sí, juntos, o bien con un montón de sujetos para
mí cotidianos y para ellos súper interesantes. Todos eran negros (tal
parecía que se retrataban con cada uno de los que encontraban en su
camino), pero esto no me sorprendió. Conozco el atractivo de lo
exótico y en Kiev no abunda el color del Caribe. Lo que me resultó más
curioso fue lo siguiente: todos eran hombres. Un grupo grande de las
fotos mostraba a Marina y a un negro de cuerpo apolíneo, masajista,
cubierto solo por un ligerísimo traje de baño. Marina bocabajo, Marina
bocarriba, el negro, a veces posando solo a la cámara, mostrando su
cuerpo brillante, sus carnes esculturales, pero casi siempre
masajeando vaporosamente a la rusa, muy concentrado en su labor. Una
de esas fotos (acaso la más pregnante) era un escorzo, tomada desde
los pies de ella y apuntando a sus nalgas, justo en el momento en que
el negro se las apretaba como panadero enardecido. Incluso hicieron un
video, al final de la sesión de masaje, donde se veía a Marina con
tremenda cara de anormal,  como quien acaba de tener un orgasmo
múltiple. Lo que más me gustó de esas imágenes fue saber que era Vasia
quien las había tomado, que era él quien había estado, todo el tiempo,
detrás de la cámara…
Al día siguiente de su retorno a La Habana, cuando llegué de la
facultad, en la casa no estaban ni Tony ni mis suegros. Luego de
entrar oí un sonido extraño; me acerqué a la puerta de su cuarto, que
era la de mi cuarto y estaba entreabierta, y noté que estaban
singando. Me quedé viendo por la rendija, Vasia se percató de mi
presencia y, sin dejar de chupar la teta derecha de su mujer, sostuvo
la mirada en mis ojos unos segundos. Me sonrió. Marina no se había
dado cuenta. Estaban en la cama, él sentado en el borde, ella de
espaldas a la puerta y brincando encima de él, que con una mano le
metía dos dedos en el culo y con la otra le amasaba y cacheteaba
alternativamente la nalga más cercana, ya muy roja. Entré. La rusa se
sobresaltó un instante y con la misma siguió en lo suyo. Los miré en
silencio, se veían hermosos. Cualquiera pensaría que una pareja como
esa, de eslavos cuarentones casados hace dieciocho años, nunca se
vería así de bella teniendo sexo; pero sus movimientos eran tan
armónicos como una coreografía perfecta y espontánea, y su química era
transparente y pura, como si hubieran nacido juntos.
Tomé una silla y me senté de frente al espaldar, de modo que mis
piernas quedaban abiertas. Esa posición me permitía rozar mi clítoris
contra el asiento, lo cual hice durante un rato indefinido, con
oscilaciones apenas perceptibles; y cada vez que estaba a punto del
orgasmo, me detenía. A ellos les divertía mi presencia, a menudo
recorrían mi cuerpo con miradas hambrientas, de esas que le arrancan
la ropa a uno, y me hablaban cochinadas en ruso que, aunque no conocía
el idioma, entendía a la perfección. Sus cálidos contoneos eran una
provocación difícil de resistir (se meneaban expertos, mejor que
cualquier animal tropical), deseos no me faltaron de sumármeles… Al
cabo la mujer de Vasia se vino como por tercera ocasión y esta vez con
gran escándalo (el marido tuvo que taparle la boca) y después se
agachó frente a él con las fauces abiertas y la lengua fuera, presta a
recibir la descarga seminal sobre su cara. Ahí pude ver por primera
vez, en toda su magnificencia, la espléndida pinga de Vasia. Él, con
su diestra potente, la recorría calmado de arriba abajo y la estaca
palpitaba hirviendo. Hasta hoy, es la más linda que he visto en mi
vida. Rosada, con la cabeza roja y tersa, inmejorablemente recta, sin
ningún tipo de curvatura, llena de venas, grande y gorda que no hace
daño… todo un monumento al falocentrismo. Mirando aquel pingón yo solo
podía pensar en metérmelo; primero en la boca, saborearlo un rato, y
luego en el bollo y después en el culo y ahí recibir toda la leche
ucraniana de Vasili PetróvichTimoshenko, que fue abundante, espesa y
olorosa a cloro con piña, como pude constatar al acercarme a la cara
de Marina, para ver más de cerca. A ella le cayó un lechazo en un ojo
y al momento se le enrojeció que parecía conjuntivitis. Por un segundo
volví a la realidad y me percaté de mis labios todos babeados y mi
expresión de imbécil. Sentí unas ganas tremendas de agarrar la pinga
eslava que tenía delante y chupar las gotas de semen que le quedaban
hasta dejarla seca, Vasia me miraba con una gran sonrisa y Marina
también, como diciéndome adelante, es toda tuya. Con esfuerzo me
dirigí a la puerta, dispuesta a retirarme. No tienes que hacerlo, me
dijo el tipo en su pésimo inglés. Miré a sus ojos, luego a su quinta
extremidad, aún erguida, salí y cerré la puerta tras de mí.
Esa noche hice que Tony me diera una cabilla espesa. El pobre terminó
explotado y seco. Al acabar se dejó caer en la cama como un lechón
muerto:
-Ayer cogí al Vasia mirándote las nalgas, se dio cuenta y me miró a mí
con el mismo gesto.
-¿Y tú qué hiciste?
-Miré a su mujer, que estaba a su lado, a ver si se había percatado de
lo que pasaba pero ella estaba en otra cosa, al parecer. Di media
vuelta y me alejé. El descarito ese me está cayendo un poco mal. Hace
falta que no se pasen.
-Déjalos que miren todo lo que quieran papito, se mira y no se toca.
Los días transcurrían sin muchos sobresaltos. En esencia cada jornada
consistía en lo siguiente: llevar a pasear a los rusos (casi siempre
por el día) y más tarde, en la casa, conversar o jugar monopolio o
dominó, o hacer cualquier otra cosa irrelevante; la comida nocturna
solía correr a cargo de mi suegra y Marina. En las salidas Tony y yo
pocas veces participamos, fueron mis suegros los que se la pasaron
haciendo de guías turísticos.
Así, hasta dos días antes del regreso a Kiev. Eran como las once de la
mañana cuando llegué de la escuela -solo había tenido un turno de
clase-. En casa parecía no haber nadie, salvo por el sonido
proveniente del cuarto donde se quedaban los rusos. Sonido que ya se
me empezaba a hacer familiar. Solté en medio de la sala la mochila que
traía y con discreción me dirigí a la habitación ruidosa. Esta vez la
puerta estaba completamente abierta y lo primero que se veía, sin
pasar, era a Marina sentada en la silla, desnuda, relajada, mirando en
dirección a la cama. Al verme tan solo me saludó con una sonrisa
cansada. Me apresuré a entrar al cuarto y ahí estaba Vasia sobre la
cama, sodomizando a Tony. Ninguno de los dos advirtió mi presencia,
estaban de espaldas a la entrada. Tony en cuatro, con la cara pegada
al colchón, masturbándose; Vasia detrás suyo, agazapado, pistoneando
con fuerza, metiéndosela hasta el cabo. Los dos gemían. Me quedé casi
inmóvil en mi posición viendo aquel cuadro, odiosamente bello. Ahí
estaba al fin lo que yo deseaba, sin embargo no me sentía satisfecha,
no me sentía bien del todo. De súbito Vasia dejó de darle pinga a Tony
y se puso a chuparle el culo y a morderle las nalgas.
Fue entonces cuando ambos cayeron en la cuenta de que yo los
observaba. Tony se puso en pie de un salto y se quedó mirándome con
los ojos muy abiertos. Vasia sonreía descarado y tranquilo. Marina
soltó un par de carcajadas, luego se hizo un silencio tenso. Eché un
vistazo a la pinga de mi novio. A la del ucraniano. Ambas se mantenían
como un palo.

¿Dónde está mi mundo?

¿Dónde está mi mundo?

Por Joaquín Borges-Triana
Nunca he tenido el mal gusto de separar u obviar a los nacidos en Cuba
(músicos incluidos, claro está) por el lugar donde decidan radicarse.
José Martí no dejó de ser el más brillante y patriota de los cubanos
por el largo tiempo que vivió en los muchos países donde residió la
mayor parte de su corta vida. Igualmente, defiendo el criterio de que
no hay manera de imaginar el futuro si se desconoce el pasado, algo
que de manera lamentable ha de admitirse que sucediese entre nosotros,
cuando se ha pretendido borrar de un plumazo lo hecho por artistas en
Cuba antes de su salida del país, absurdo proceder que empieza a
cambiar aunque no con la velocidad que muchos como yo deseamos.
Siempre he pensado que los pueblos que olvidan su historia olvidan,
junto con ella, quiénes han sido y quiénes quieren ser.
Es cierto que hubo una emigración política en los primeros años de la
Revolución que salió del país con mucho rencor, con una ira que
tristemente los ha ido enterrando a todos. En dicho grupo también se
incluyeron artistas e intelectuales, que nunca más se reconciliaron ni
se reconciliarán con Cuba. Ahora bien, no opino que tal sea el caso de
los que en los últimos años han optado por irse a vivir a otros
lugares del mundo. Yo no he dejado de ser amigo, de comunicarme, con
ninguna de mis amistades que han decidido radicarse en muchos sitios
de la infinita geografía con que se dibuja nuestro planeta. Ni creo
que ya sea un obstáculo para nadie el ser tolerante y abierto con ese
tipo de decisiones.
Afortunadamente, aunque aún persisten manifestaciones de las
descalificaciones y la negación de la existencia de los que piensen
distinto, los excesos cometidos en determinados períodos de la
Revolución en virtud de su inmadurez, hoy resultan cuestión de un
pasado lejano. A los que no lo vivimos, nos parecen increíbles las
anécdotas del momento en que, apenas unos cincuenta años atrás, cuando
alguien solicitaba su salida de Cuba, era enviado a trabajar por equis
tiempo en labores agrícolas, o la etapa deleznable de los denominados
“actos de repudio”, en los que el futuro inmigrante era bombardeado a
huevos por las enardecidas masas revolucionarias.
En la actualidad, he sido testigo de cómo en centros de trabajo
últimamente, con besos y abrazos se ha despedido a un –hasta dicho
momento– colega de labor que por variadas circunstancias se marcha del
país. Escenas semejantes las he visto en las cuadras, entre los
vecinos, donde también he asistido a los cálidos recibimientos que se
le ofrecen a los compatriotas que nos visitan. Por todo lo antes
expresado, estoy entre quienes opinan que las mitades separadas entre
cubanos residentes en Cuba o en el exterior, existen en la mala fe de
algunos y a al nivel en que la política defiende intereses mezquinos
que nunca serán los de una mayoría.
A estas alturas  del tercer milenio, uno de los temas heredados de la
anterior centuria que sigue en la agenda del debate internacional es
el de la identidad, acompañado por uno de los principales asuntos del
siglo XXI: la emigración. Comparto el criterio de Norberto Codina
(2002) cuando asegura que en nuestros días no hay nada tan actual como
“el conflicto identidad-emigración”. Y es que en las sociedades
contemporáneas, caracterizadas en muchos casos por ser multiculturales
y multiétnicas, “género, clase, economía, política, religión,
globalización y un largo etcétera forman el contrapunteo entre país
emisor y país receptor, y en muchos casos, los dos roles en el pasado
y/o presente de la misma sociedad” (Codina, 2002). Semejante realidad
se hace corpórea en la discusión académica, en la que sujeto y nación
indagan por variadas respuestas. Los cuestionamientos formulados están
en estrecha relación con la crisis que, en conjunto, padece la
sociedad contemporánea en la que, según John Hutchinson (1992), el
nacionalismo cultural actúa como un factor de integración para
redefinir la relación entre Nación, Estado y territorio.
Términos como desplazamientos, flujos, interconexiones, trayectorias…,
aparecen una y otra vez en los escritos teóricos que aspiran a
reflejar de algún modo las dinámicas de las sociedades contemporáneas.
Otro vocablo muy empleado en la actualidad para referirse a estos
asuntos es el de “movilidad”, a propósito de personas, comunicaciones
o afectos en un mundo que cada día tiene una mayor interconexión.
Dicho concepto ha ido tomando creciente auge en los estudios sociales
llevados a cabo por investigadores como John Urry (2007).
Lo que antaño fue visto como estático y monolítico, dígase la cultura,
el estado-nación, las fronteras, en la actualidad se nos revela fluido
y mutable (Sánchez Fuarros, S.F.). Y es que como apunta dicho
investigador:
“La movilidad, en todas sus manifestaciones, subyace, de este modo,
como una cualidad esencial del aquí y del ahora. La sociedad global se
caracteriza, además, y como consecuencia de lo anterior, por su
(inter)conectividad, es decir, por la facilidad con la que flujos de
información, de capital o de personas se mueven -de manera desigual,
eso sí-a lo largo y ancho del planeta, de tal modo que el espacio,
antes condicionado y circunscrito por las fronteras nacionales, se
disuelve y difumina, dando lugar a nuevas formas de sociabilidad y
nuevas identidades que surgen en los intersticios de la interacción
entre lo global y lo local.”
Lenguaje universal con demasiada riqueza aún no explorada, la música
desempeña un singular papel en la conformación, articulación y
sostenimiento de redes identitarias. Las nuevas maneras de
desplazamiento que caracterizan los flujos transnacionales de personas
en nuestros días, traen consigo la urgencia de disponer de nuevas
herramientas analíticas que nos permitan aproximarnos a la realidad
que se ha ido conformando. Así, ante investigadores de disímiles ramas
de las ciencias sociales, se erige el reto de explicar la dimensión
social de los cambios musicales, desde la comprensión del rol del
lugar y de las migraciones como referentes de sentido y elementos
propiciatorios de la evolución musical.
En el caso de Cuba, su música es el resultado de un proceso
transcultural y de, al decir de Julio Fowler (2007) “una maravillosa
conjunción étnica que fruto de la emigración, la diáspora, y el
exilio, fue construyendo a lo largo del tiempo una de las creaciones
colectivas del genio popular insular más trascendente.”
Lamentablemente, en el pensamiento intelectual y académico cubanos
existe una propensión en los últimos años a la subvaloración de la
música y a considerarla como un arte menor, destinada para la
“gozadera”, visión reduccionista que no se percata de que dicha
manifestación artística tiene un rol central en nuestra cultura, lo
cual implica que ni los discursos cotidianos ni los de los medios de
comunicación entre nosotros pueden escapar a su influencia. Semejante
postura es contrastante con lo que a lo largo de nuestra historia han
considerado figuras fundamentales en el devenir del pensamiento de la
nación.
La noche que la televisión cubana transmitió el filme Chico & Rita por
uno de sus canales, sentado en la sala de mi vieja casa en Centro
Habana y mientras seguía la narración cinematográfica acerca de los
personajes ideados por Trueba y Mariscal, me preguntaba cuántas
historias de vida como las de los protagonistas de esta película, en
realidad no se habrán extraviado por ahí, transformadas tan solo en
polvo de sueños que nunca se podrán recuperar. Y justo me refiero a
eso: “historias de vida”, no hablo ya de la historia en conjunto de
los miles de músicos cubanos que un día decidieron marcharse de
nuestro país para probar suerte en otros lares sino de las vivencias
personales de cada uno de ellos, a veces coronadas con el éxito, a
veces coronadas con el fracaso. Por eso, cuando pienso en nuestros
compatriotas músicos transterrados, no lo hago en términos de mera
abstracción académica sino intentando imaginar cómo ha sido para ellos
el día a día en la diáspora.
De numerosas lecturas de los textos del camagüeyano Juan Antonio García Borrero
–en mi opinión–, alguien que es mucho más que un excelente crítico de
cine para devenir uno de los pensadores de nuestra cultura de mayor
relevancia en la actualidad, he aprendido que entre nosotros, lo que
conocemos “es la historia de una utopía, y utopía al fin, se prioriza
al sujeto colectivo, su lado más fotogénico.” A tono con semejante
proceder, las desgarraduras individuales, o las deserciones del sueño,
no cuentan. Estas últimas, desde el punto de vista historiográfico y
siguiendo también las ideas de García Borrero (2009), en otros tiempos
solían despacharse con una lacónica línea: “Abandonó el país”, frase
cuya lectura despierta la impresión de que se establece el fin de una
vida o, para decirlo con Juan Antonio: “Como si el rebasar lo
geográfico hubiese implicado el no da más de una existencia” (García
Borrero, 2009).
Probablemente, nunca se llegue a saber con certeza quién fue el que
tiró la primera piedra, si los que afirmaron que el son se había ido
de Cuba, o los que se negaron a admitir que quienes se marchaban del
país continuaban siendo cubanos. Lo cierto es que ese alimentarse de
negaciones recíprocas, al margen de las contradicciones políticas, le
ha hecho un enorme daño a nuestra cultura y en particular a la música,
que por la condición de ser también una industria sufre presiones que
no se dan en la literatura o las artes plásticas.
Por mi parte, opino que es un derecho natural que, más temprano que
tarde, se reestablezca la normal y fluida comunicación de la cultura
cubana con nuestros artistas que viven en el exterior, la cual nunca
debió ser cortada si se piensa en el gigantesco vacío creado en el
orden de lo que ha sucedido y está sucediendo, así como en la tristeza
generada al borrar –sin querer o queriendo– una considerable porción
de la memoria de este país, a causa de las innumerables censuras y
omisiones que se han hecho con criterios ideológicos.
Y es que la música cubana facturada en el ámbito diaspórico ha
recorrido diversas etapas y en el presente asume una nueva autoridad
discursiva, a partir del choque o encuentro de nuestro acervo con las
fuentes musicales de otros lares. Porque lo cierto es que en estos
años los que están fuera se han perdido la realidad de la música de
aquí y los que están dentro han perdido el hilo de la evolución de los
que están más allá de nuestras fronteras.
Una exégesis de lo acaecido en la cultura nacional durante el período
de tránsito del siglo XX al XXI y en especial entre las jóvenes
generaciones de artistas e intelectuales de la isla tiene que tener en
cuenta la incidencia en el país –para bien y/o para mal– de los
procesos migratorios que se han producido en la etapa. El conocimiento
de la dialéctica marxista hace perfectamente comprensible la
pertenencia a nuestra cultura en términos de entrada y salida, con lo
cual jamás habría que impugnar o excluir a nadie por el mero y simple
hecho de pasar a vivir en otro lugar del mundo, ni pensar que por
asumir semejante proceder, quienes lo hagan se transforman en
extranjeros física o espiritualmente. Por ello, estudiar –en la medida
de lo posible– la obra de los músicos que forman parte de la comunidad
cubana en el exterior, entretanto el Estado soluciona el problema de
la debida promoción del quehacer de dichos creadores, es la forma que
los cientistas sociales, y en particular los vinculados con el arte,
poseen para aportar al conocimiento del desarrollo artístico cultural
de la nación, hoy producido no solo dentro de las fronteras locales de
Cuba sino también allende los mares.
Referencias bibliográficas:
CODINA, NORBERTO. 2002. “El (otro) discurso de la identidad y La
Gaceta de Cuba en los noventa”. La Jiribilla (revista electrónica),
no. 49, <http://www.lajiribilla.co.cu/paraimprimir/nro49/1333_49_imp.html>
[Consulta: 16.10.2005].
FOWLER, JULIO. 2007. “Diáspora: lo popular bailable, folclor
afrocubano y hip hop en la canción”. Contigo-en-la-distancia (weblog),
edición del domingo 14 de octubre,
<http://contigo-en-la-distancia.blogspot.com> [Consulta: 17.10.2007].
GARCÍA BORRERO, JUAN ANTONIO. 2009. “Gone with the wind”. Cine cubano,
la pupila insomne (bitácora personal), edición del 1º de noviembre,
<http://cinecubanolapupilainsomne.wordpress.com/2009/11/page/3/>
[Consulta: 02.11.2009].
HUTCHINSON, JOHN. 1992. “Moral Innovators and the Politics of
Regeneration: The Distinctive Role of Cultural Nationalism in
Nation-Building”. En Ethnicity and Nationalism, eds. Smith, Anthony.
New York, Brill.
URRY, JOHN. 2007. Mobilities. Cambridge, Polity.
SÁNCHEZ FUARROS, ÍÑIGO. S.F. “Música y diáspora. Nuevos escenarios
para la investigación (etno) musicológica
<http://www.ciudadsonora.net/media/Musica_y_migracion.pdf> [Consulta:
02.10.2008].

Para una aproximación al William Roblejo’s Trío

Para una aproximación al William Roblejo’s Trío

Por Joaquín Borges-Triana
Siempre habrá que lamentar el hecho de que, por un complejo entramado
de razones subjetivas y objetivas, la industria musical no ha logrado
desarrollarse en Cuba a tono con las capacidades que el país posee.
Porque a decir verdad, uno no deja de sorprenderse ante el nivel de
los instrumentistas que se gradúan en nuestros conservatorios.
Incluso, en expresiones sonoras en las que de manera aparente no
contamos con una gran tradición, cuando se formula un recuento no
faltan motivos para el regocijo.
Lo anterior puede afirmarse en lo concerniente a lo alcanzado entre
nosotros con respecto a la ejecución del violín en el jazz. Si bien es
cierto que al comparar lo sucedido en tal sentido con otros
instrumentos como el piano, el saxofón o la batería, el violín queda
en desventaja, ello no implica que en décadas recientes no hayamos
contado con excelentes violinistas en las manifestaciones afines al
campo de la improvisación.
En una incompleta relación de nombres, a la cabeza me vienen figuras
como Joaquín Betancourt, Santiago Jiménez, Rubén Chaviano, Omar
Puente, Jorge Orozco Alemán, los integrantes del recordado quinteto
Diapasón, Ricardo González Lewis, los hermanos Dagoberto y Lázaro
Dagoberto González, Irving Frontela, Ramsés Puentes y Asley Brito. Es
en esa tradición en la que se incluye el quehacer de William Roblejo,
violinista graduado del conservatorio Amadeo Roldán y del Instituto
Superior de Arte (ISA) quien, gracias a su formación e información,
tiene la capacidad de abordar con idéntica soltura tanto la música
académica como la popular.
Yo conocí el trabajo de William allá por 2001 o 2002, cuando él era
miembro del interesantísimo cuarteto Traza. Después de aquella
experiencia, a Roblejo se le ha visto desempeñarse junto a cantautores
como Raúl Torres o David Torrens, en agrupaciones tan diferentes como
Interactivo y el Cuarteto de Cuerdas Amadeo Roldán, o al frente de lo
que él ha denominado William Roblejo’s Trío, proyecto con el que
resultase laureado en la edición del festival Jojazz de 2010.
Con esta última agrupación graba lo que constituye su ópera prima, el
álbum titulado Dreaming, uno de los discos que más ha captado mi
atención entre la producción fonográfica nacional de los últimos años.
Lo primero que resalta al escuchar Dreaming es que no se trata de un
álbum más de latin jazz o jazz afrocubano. Creo que una de las cosas a
las que hoy los estudiosos del género entre nosotros tienen que
prestarle atención es al cambio estilístico que de un tiempo a acá
viene dándose en una creciente zona de nuestros jazzistas y que ya se
percibe en no pocos fonogramas de los hechos por nuestros
compatriotas, tanto en la Isla como allende los mares.
Así, en este disco de William Roblejo uno siente que de algún modo, a
veces notable, en ocasiones apenas perceptible, están las más
vivificantes influencias de disímiles estilos dentro del jazz y que
van del Dixieland al swing y al bop, pasando claro está por el jazz
rock del inmenso Miles Davis.
La sonoridad predominante en el fonograma me retrotrae a los trabajos
realizados por Stephane Grapelli y Bucky Pizzarelli, en los que la
combinación entre violín y guitarra tenía el rol protagónico.
Igualmente, en el fraseo y los intensos solos de violín que hay en el
material, aprecio el eco de personajes del violín jazzístico
contemporáneo como Michal Urbaniak o Jean-Luc Ponty.
Temas como «Tuyo y mío», «2011», «Beatiful love», «Andando así»,
«Continuum», «Para Claudia», «Mecánica diferente» o la versión
realizada acerca de ese clásico que es «Pasos perdidos» destacan no
solo por la excelencia del trabajo de William Roblejo sino también por
el desempeño del bajista Julio César González y el guitarrista Roberto
Luis Gómez, y que hacen de este CD una brillante ópera prima, de esas
a las que vale la pena volver una y otra vez.

Encuentro con la poética de Leonardo García

Encuentro con la poética de Leonardo García

Por Joaquín Borges-Triana
Leonardo García es sin la menor discusión uno de los trovadores más completos en la actualidad en Cuba. Él domina la técnica guitarrística como pocos de sus colegas de oficio, sabe interpretar vocalmente sus canciones y escribe como si fuese un poeta de mayor edad. Pero si todo lo anterior fuese poco, Leo es una buena persona, algo que cada vez nos hace más falta. Por ello y porque soy fanático absoluto de sus
composiciones, hoy publico un puñado de textos de sus canciones y que dan idea de por donde se mueven las motivaciones de este fundador de la Trovuntivitis en Santa Clara, esa reunión de amigos que tuviese en
el núcleo inicial a gentes como Alain Garrido, Diego Gutiérrez y Roly Berrío.

Textos de canciones de Leonardo García

DÍAS CORRIENDO

Días corriendo, caminos fuertes
Por entre las rocas del callejón
Busco rincones donde acampar
Para descifrar mi silencio
Río revuelto, partes o cauces
Separando el cuerpo y el corazón
Puertos distintos, Firme almirante
teniendo dónde desembarcar

Divertir el aire de la esperanza
Me consuela
Preparar el huerto
Me hace la vida pasajera
Castigar el polvo de los años,
No vale la pena.

La casa, la ventana abierta,
El mundo riéndose afuera
Hay que morir un poco cada día
Para escribir el cuento,
Para intentar la vida

Días corriendo,
Vueltas y vueltas
Llegaremos locos hasta el final
Suerte a la suerte,
Penas partidas,
Continuaremos a la deriva

Divertir el aire de la esperanza
Me consuela
Preparar el huerto
Me hace la vida pasajera
Castigar el polvo de los años,
No vale la pena

LA NIÑA SE DIVIERTE

Llega una voz de la cocina,
La niña se divierte
Las hormigas aplauden
Su cancioncita

Soñando con los peces
Que volarán al jardín
Las flores te llaman
Adriana, contesta,
Está llegando el aire
Que te arrodillará la vida

Tus pasos susurran
Por no dañar a nadie
Todo lo que juega en tus ojos
Se elevará

Canta una melodía
Alborotando la casa
Y la pared está poniendo
Una mancha
Adriana, contesta,
Te están gritando un nombre
Que nos aliviará la vida.
Tus pasos susurran
Por no dañar a nadie
Todo lo que juega en tus ojos
Se elevará

CAFÉ

Hoy caminé la cuerda floja del tiempo
Y me miré de animalejo en un cuento
Salió corriendo el destino,
Se puso viejo el camino.

Las hojas en los árboles, riendo de mí,
Se montan en mi frente,
Arrugada, feliz.
Las cuevas y los bosques que me hicieron llorar
Hoy solo se presienten, dejándome pasar

Lenta, llega. Torpe, llega,
Caníbal de mi fe,
Y mi suerte, tropezando
Depende de un café

Que puede hacerse hoy domingo,
Si me levanto de lunes y no me encuentro
De pasajero en las nubes

Películas y cuentas que aturdieron mi paz
Sacuden sus arañas, mirándolas brillar
Memorias y paredes que soñaron llegar
Resuelven sus instintos y aprenden a callar

Lenta, llega. Torpe, llega,
Caníbal de mi fe,
Y mi suerte, tropezando,
Depende de un café

EMIGRO

Monto en el auto
Ya casi termino
Sostengo una foto de algunos amigos
Comienzo a moverme
Sopla la confianza en la ventana

Pasan las últimas casas
Y el pueblo se pierde
Detrás de los perros
Las cercas me ladran
Y estallan mis ojos
Las pupilas rotas me delatan
Los tiempos se han vuelto duros

Correr sin un sentido
Es intentar el sueño de vivir
Llevo el alma de abrigo
No debo detenerme a pensar
No volveré la cabeza
No quiero mirar

Hay una garza volando a la izquierda
Su sombra y mi sombra
Se cortan y juegan
Vendrán juntas al valle
Abandonan el río
Y ya se alejan

Cuentan los campos
Que en campos vecinos
Los ciervos se escapan
Rozando dormidos
Sobrecargas del tiempo
Nos apartan los pasos
Del camino

Y el mundo será testigo
De esta carretera
De entregarme adentro
A mis arenas

Ya oscureciendo, las luces despiertan
Aprieta el invierno
Y es la niebla muerta, todo lo que vivo.

Correr sin un sentido
Es intentar el sueño de vivir
Llevo el alma de abrigo
No debo detenerme a pensar
No volveré la cabeza
No quiero mirar

37 VERSOS PARA UNA MUJER

Estoy velando la esquina
por donde pasan tus gatos
Se está quemando el arroz en la cocina
Mi humanidad te respira
Y entre el olor a tostado
Se concentran los pecados de mi vida
Hoy que llegué tan lejos
Hasta el salón donde bailan
Los caramelos largos que me faltan
Y es que no hay encanto mayor
Que escuchar los pies de tu corazón
Cuando se acerca al mío.
Aquí está el pecho, mujer,
Que ya sé que lo herirás:
¡Más grande debiera ser,
para que lo hirieses más!

Porque noto, alma torcida,
Que en mi pecho milagroso,
Mientras más honda la herida,
Es mi canto más hermoso.

Hoy que llegué tan lejos
Hasta el salón donde bailan
los caramelos largos que me faltan;
Y es que no hay encanto mayor
Que escuchar los pies de tu corazón
Cuando se acerca al mío.

BAILANDO EN LA TELARAÑA

Pasa la gente del brazo de la situación
Los árboles se ríen de los caprichos del tiempo
Este y Oeste se pierden en contradicción
Por un sano aguacero que salvará mis cultivos.

La felicidad tocará a la puerta y tú
Tienes que aprender a reconocerla
Son esos momentos los que te dan la luz
No dejes que la vida te pierda.

Suelo transitar por la llovizna retando al sol
Sobre una calle lenta que abre sus piernas
Humedeciendo el sudor
Un canto humano ha desarmado las cadenas
Y mi palabra blanca te enseñará
Que soy gente buena

Suéltale las manos a la cabeza y ven
Vamos a bailar en la telaraña
Es inteligente convocar al bien
Para subir la montaña.

Lobos cruzando la calma de luna
Llegarán de lejos
Compartiremos la carne más dura,
El agua y el juego.

La felicidad tocará a la puerta y tú
Tienes que aprender a reconocerla
Son esos momentos los que te dan la luz
No dejes que la vida te pierda

Suéltale las manos a la cabeza y ven
Vamos a bailar en la telaraña
Es inteligente convocar al bien
Para subir la montaña.

Entrevista a Sigfredo Ariel (poeta y director de programas radiales) – 🍵 Por Joaquín Borges-Triana

Entrevista a Sigfredo Ariel (poeta y director de programas radiales) – 🍵 Por Joaquín Borges-Triana

En esa zona donde uno se guarda todo aquello que forma la memoria o, para ser más explícito aún, nuestra particular biblioteca cerebral, del decenio de los ochenta atesoro los decires de un grupo de poetas pertenecientes a mi generación y en el que figuraban, entre otros, Alberto Rodríguez Tosca o Tosquita, como se le solía decir en los predios de la emisora Radio Ciudad, Ramón Fernández Larrea, Teresa Melo, Damaris Calderón, Omar Pérez, María Elena Hernández, Carlos Augusto Alfonso, y de manera muy especial, Sigfredo Ariel… Lo conocí gracias a nuestro hermano Bladimir Zamora y hemos mantenido una larga amistad. Él fue el primero en llegar y el último en marcharse del equipo que hace alrededor de 30 años revolucionó la radio cubana desde el edificio N del Vedado. Para Miradas Desde Adentro es hoy un privilegio conversar con esta genuina figura de nuestra cultura.

 

Buen concierto de William Vivanco en Bellas Artes

Buen concierto de William Vivanco en Bellas Artes

Por Joaquín Borges-Triana
William Vivanco es uno de los creadores que dentro de lo que se ha
dado en llamar Canción Cubana Contemporánea sobresale por el conjunto
de su quehacer. No es únicamente que él sea un buen compositor y un
excelente intérprete, sino que además de eso tiene muy claro lo que se
propone con su música. Ello se pudo comprobar una vez más el pasado
jueves 21 de marzo, cuando fue protagonista de un hermoso concierto en
la sala teatro del Museo Nacional de Bellas Artes.
Bajo el título de “Vívelo ahora”, la presentación de casi dos horas de
duración, sirvió para que este trovador procedente de Santiago de Cuba
hiciera un repaso por varios de los temas de su nueva producción
fonográfica, el disco denominado 13 con magia y que todavía no ha
salido al mercado ni está firmado con ninguna empresa discográfica.
Por supuesto que también interpretó canciones de sus anteriores CDs y
una que otra pieza de las grabadas por él como parte del grupo
Interactivo. En tales casos, es lindo ver el modo en que su público
natural y que repletó la salita de Bellas Artes, se suma a cada
interpretación, como parte de una suerte de gran masa coral.
Un recuento de la función permite asegurar que Vivanco sigue apegado a
las raíces de su natal Santiago de Cuba. Fue por aquellos lejanos y
duros años noventa cuando lo conocí, como parte del dúo Wiler, que
integraba con el también cantautor Ernesto Rodríguez, luego miembro de
Postrova. Desde esos días, William ha sido un verdadero estudioso de
la producción musical no solo de la zona oriental cubana sino en
especial de la facturada en el área del Caribe, algo que se percibe en
no pocos de sus composiciones y que le otorga un rasgo singular entre
sus colegas de oficio.
En el disco 13 con magia, la vocación por lo que vendría a ser la
world music vuelve a hacerse presente. Como que he tenido la
posibilidad de escuchar completa la producción fonográfica, puedo
asegurar que este nuevo CD resulta un trabajo de plena madurez,
gracias a cortes como “Palo haitiano”, “Bailarina”, “Ríos que no
vuelven”, “Tu danzón”, “Changüí en París”, “La flor de mi jardín” o
“Verano Mozambique”.
De los cortes del disco 13 con magia que William presentó al público
en su reciente concierto en Bellas Artes, el más aplaudido fue
“Charleston 21”, un corte compuesto e interpretado con Israel Rojas,
de Buena Fe, y que de ser bien promovido por los medios de
comunicación, estoy seguro de que puede llegar a ser muy popular.
En espera de que la nueva propuesta discográfica de William Vivanco
aparezca de forma oficial en el mercado, ya sea en Cuba o el
extranjero, la misma comienza a circular por vías alternativas de mano
en mano y los que estén interesados en escuchar en vivo algunas de
esas canciones y otras de este auténtico santiaguero, les recomiendo
llegarse al espacio que él ha abierto cada dos semanas los domingos a
las seis de la tarde en el Jazz Café, donde se presenta con el
respaldo de su grupo e interpreta algunos de los mejores ejemplos de
lo que está pasando por estos días en la Canción Cubana Contemporánea.
Allí nos vemos.

Poemas de Alberto Rodríguez Tosca

Poemas de Alberto Rodríguez Tosca

Por Joaquín Borges-Triana

Alberto Rodríguez Tosca resulta un nombre imprescindible en la poesía cubana de los últimos algo más de 30 años. Fallecido el miércoles 16 de septiembre de 2015, su libro Todas las jaurías del rey, Premio David de Poesía en 1987, es una obra fundamental de nuestro reino literario no solo de la década de los ochenta sino además de las que vinieron después, en virtud de su proyección de aguda y fina disquisición de índole filosófica, con textos signados por una intimidad poética explosiva y versos duros, estremecedores y profundamente dialogantes.

Hoy en Miradas Desde Adentro publicamos varios poemas del siempre recordado Tosquita,  que, aunque físicamente ya no está, para quienes le conocimos o simplemente fuimos sus fieles lectores, no cabe hablar en pasado de alguien que tan memorable literatura nos ha regalado.

Poemas de Alberto Rodríguez Tosca

Las derrotas

“Aquí comienza la enumeración de mis derrotas. Las que me propiné y me propinaron. Les ordeno marchar en fila india como bestias marcadas con broquetas de azufre a la vista de una horda de ángeles. Les tapo los oídos para que no se distraigan con la euforia de los triunfadores. Las beso en la boca para que se distraigan con mi beso mientras pasa la quinta columna de los hombres felices. Este lunes, mis derrotas y yo nos pusimos de acuerdo para mirarnos a los ojos. Ya nos estamos viendo, rozando con los dedos, casi amándonos a la sombra indiferente de un cielo en llamas: Amigos idos, cuerpos enfermos, espíritus en ruina, vinos baratos, endiablados alcoholes, heridas en la cara, lenguas traidoras, mujeres en fuga, puertas clausuradas, plegarias, miedos, hambres, fiebres, cansancios, filias, fobias, héroes, mártires, extravíos de fe, hojas en blanco, naves a la deriva, falsos poemas, entierros, destierros, nombres propios, recónditos adioses, mis 38 años, todas las tumbas: mi madre en una de ellas, y polvo, polvo, mucho polvo cayendo sobre la realidad como chispas de agua sin consagrar en un bautizo embrujado. Ya fueron despedidas todas las plañideras. No habrá lamentos pero habrá un gemido. Un solitario gemido de papel a la luz de dos lunas. La mía y la vieja luna del mundo sobre cuyas laderas se acuestan con la muerte todos los derrotados. Buenos días, siglo. Por fin nos encontramos. Ojalá no hayamos llegado tarde a la cita.”

El juicio inicial

“TODO SERÁ rendir homenaje a los contrarios. Este es el reino, la corona
tendida, y esta es la mano que va a trazar la última alabanza. (Infelices los conquistados, vamos a corear un estribillo que diga algo que alivie a los
conquistados, pero que enardezca a los conquistadores.) Y a rodear la hora del triunfo, que es la hora de la derrota. Que es la alegría de alguien y la
tristeza de alguien. El uno por el otro (y para); asistan a la ceremonia filial.
Este es el ademán de los vecinos y el susurro de las mujeres. Los niños no
vinieron. Los animales domésticos ──el perro, el gato o la mariposa── no vinieron. Sólo los contrarios, pero la fiesta parece cada vez más propicia
a la conciliación. Humanos, asistan a la primera noche común de la tierra de Dios. NADA HA SIDO nunca tan real como esta ceremonia del mundo
en la que se disputa a quién pertenece la inmortalidad.
Aquellas luces las dejamos para alumbrar la reunión. Véanse las manos,
las palabras que se demoran
en los labios y se accidentan en el aire. ¿Por qué resquicio escapan los espíritus acusados, las esencias vencidas? ¿Por qué agujeros de sus cuerpos se filtran vuestros cuerpos, huyendo de qué ideal agresión de los contrarios, tan sonrientes y tan tristes? Posterguemos la certidumbre
para ningún crepúsculo: la tierra no gira si no lo comprobamos con nuestro propio y elegido mareo.
Traición, humanos, desobedezcan, las palabras, los párpados,
asistan a la perplejidad del comienzo. ESTA ES la parte de la
nada que nos delimita la realidad y los augurios. Aquí se arriesga la vida. Alguien debe conocer nuestras coordenadas.
Acaso nos busquen antes de perdernos.
Hermano, demos pequeños gritos furiosos a ver.”

Los cobardes

“Y si sobre los cobardes no se ha escrito nada se va a escribir ahora. Y se va
a escribir por ejemplo que soy cobarde. Tan cobarde que ayer no lo pudiera haber escrito. Esto es un arranque de valor, un instante de relativa lucidez,
y si me da vergüenza es por la cobardía de no haberlo gritado antes. Los engañé a todos. Les hice creer un cuento y era otro. Y si me da vergüenza
es porque nunca me engañé yo mismo, siempre tuve conciencia de mis
disfraces, con ellos evadí infinitos campos de batallas y seguí recibiendo las mismas ganancias que en la Victoria. Que nadie me perdone ni me diga lo
que tengo que hacer (…) Lo peor de todo era escribirlo, y ya está escrito.”

Los muertos y la luna

“al milagro de vivir suma el milagro

de seguir viviendo no preguntes por qué

no preguntes conserva tu ignorancia

sobre la seducción de los escarabajos

nocturnos ladea el rostro y esquiva la mirada

de esos arqueólogos del conocimiento

compra un ramo de espinas y sale a repartirlo

cada peatón espera con ansia su pequeña

mordedura de plata no preguntes por qué no

preguntes simplemente camina y al filo

de la noche acércate a una vidriera contempla

fijamente tu rostro como si fuera de otro

(en realidad no es tuyo) ese otro sabrá explicar

lo que sucede después lava tus manos en todas

las pilas bautismales sécalas con el viento

no mires hacia atrás no mires camina

simplemente camina y ruega porque ningún

desprevenido reproduzca el juego (es peligroso

jugar cuando se borraron las reglas de antemano)

no preguntes por qué no preguntes lo que sólo

los muertos y la luna podrían responder.”

Mi sombra y yo

“No estamos para nadie mi sombra y yo. No estamos para el cobrador de impuestos, la prostituta, el argonauta, el ministro, el alienígena, el banquero, el

bibliotecario, la viuda alegre, la monja, el cura, el pastor cuáquero, el hijo pródigo, el aprendiz de brujo ni para el último de los Mohicanos. No estamos

para el Señor de los Anillos, el Corsario Negro, el dueño de las nubes, el cazador solitario, la voz de la conciencia, la mejor usanza, los días de guardar,

el Ángel de la Jiribilla, los ratones de Hamelin, el Cardenal Masarino, Rómulo y Remo, Hansel y Gretel, Tristán e Isolda, Jonás y su ballena, San Jorge

y su dragón. No estamos para el coleccionista de mariposas, el general de cinco estrellas, el soldado desconocido, el vendedor de Biblias, la niña, el

parapléjico, el suicida, el borracho, el proxeneta, el médico de guardia, el terrorista talibán, el falso amigo, el jugador de póker, el corredor de bolsa,

el contrabandista de huracanes. No estamos ni para Dios si llega con sus perros a llevarse mi sombra.”

Todos los días lo mismo

“todos los días lo mismo levantarse

tomar café bañarse vestirse salir a

caminar lo mismo todos los días todos

lunes martes miércoles jueves viernes

la misma resurrección después de una

madrugada de muerte todos los días

saludar beber comer besar a una mujer

desear la del prójimo sentir envidia por

el que sonrió sábado domingo lunes

martes miércoles jueves pagar cuentas

hablar siempre de más despedir amigos

masturbarse con rabia vender el alma

al diablo negar asentir (no señor sí señor)

redactar burdas lamentaciones que no

conducen si no a todos los días lo mismo

burlar las leyes acatarlas sortear deudas

dudar mentir reír llorar huir pedir perdón

arrepentirse hojear la prensa arrepentirse

escuchar la radio arrepentirse (se acaba

el mundo) viernes sábado domingo vagar

como alma en pena por calles de otros

tropezar en ellas con lánguidos transeúntes

enceguecidos por la indiferencia del ser

la inmortalidad del miedo y la rueda dentada

de la repetición todos los días lo mismo

todos los días lo mismo todos los días.”

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