Autor: Joaquín Borges-Triana

“Ciento cinco escalones”: un cuento de Sergio Cevedo

“Ciento cinco escalones”: un cuento de Sergio Cevedo

La segunda mitad de los ochenta fue un momento propicio para el
florecimiento de maneras renovadoras de expresión artística en Cuba.
Así, después de casi veinte años, el importante pintor Umberto Peña
regresa a un salón del Museo Nacional de Bellas Artes con una gran
retrospectiva de su obra. La literatura ofrece muestras ya estudiadas
de las transgresiones temáticas y formales que tienen lugar en ese
contexto.
Fue por aquellos ya lejanos años cuando por primera vez escuché hablar
del por entonces joven escritor Sergio Cevedo Sosa. El Premio de
narrativa del tabloide El Caimán Barbudo en 1988 se le concede a él,
por su libro Rapsodia bohemia, una cuentística sobre los llamados
freakies en la isla caribeña.
Han transcurrido 33 años desde aquel galardón que recibiese en El
Caimán Barbudo y en ese período, Sergio Cevedo ha publicado libros
como La noche de un día difícil (Premio David), editorial Unión, 1989;
Anglóstica (Premio Fernando González), Editorial IPC, Colombia, 1997;
El envés de la trama y otros relatos (Ed. Letras Cubanas, 1996); El
mundo es nuestro y otros relatos (Ed. Letras Cubanas, 2014) y  La gran
ola de Kanagawa (Ed. Letras Cubanas, 2015), obra con la que obtuvo el
Premio Alejo Carpentier de cuento.
En Miradas Desde Adentro reproducimos un cuento de este narrador y que
en la actualidad se desempeña como profesor del Centro de Formación
Literaria Onelio Jorge Cardoso.

Ciento cinco escalones

Sergio Cevedo

A Romi, porque de alguna forma
tendría que ver con ella.
A José Félix León,
por su poema de la rose, Afasia.

—¿Y qué?
— Nada, pasaba por aquí.
     Abre la puerta un poco más, espera a que entre y luego de
cerrada, adelanta unos pasos en dirección al pasillo.
—  Así que casualmente pasabas por aquí, pero te molestaste en
detenerte y en contar escalones hasta el quinto piso.
    No los conté. Son ciento cinco, exactamente ciento cinco: un
número de buena suerte. El pasillo es estrecho, largo, oscuro, y ella
espaldas anchotas, short raído de mezclilla y unos muslos flaquísimos.
Arribamos al cuarto. Hay una gran maleta abierta.
— ¿Dónde me siento?
— Dondequiera.
     Hace espacio en la cama, apartando revistas, ropas, libros de un
tirón. Tomo un libro de esos de los que se han caído al suelo y lo
hojeo: poemas. Pone la grabadora.
—  Oí decir que te ibas pronto.
—  ¿Sí? ¿Y quién te lo dijo?
—  Aileen, pero lo sabe toda la farándula.
—  ¿La de G o la del Bom?
—  Me imagino que ambas.
       Paso una página del libro. Continúa sacando cosas del
escaparate amontonándolas arriba de la cama. Le queda bien el pelo
corto, le da un aspecto de varón.
—  ¿Los vecinos de abajo siguen vendiendo su brebaje?
—  Mira allí, una botella.
—  Eres un ángel de polietileno.
—  Soy simplemente un ángel.
      Bebo directo desde el borde y continúo con los poemas.
—  ¿Has leído este libro?
      Mira y dice que no.
—  Probemos suerte como los viajeros. Algo al azar, como La Biblia. A
ver, a ver, escucha:
Queríamos saber qué es una rose.
No podía soportarlo. Para empezar decía: una
rose es una rose es una rose. ¿Es una rosa?

—  ¿Sigo?
—  Échame un poco en este vaso.
      Alzo la vista hasta su voz, le escancio la bebida. Después de
darse un grueso trago se sienta al borde de la cama, no al lado mío
sino contra la luz que entra por la ventana. Quedamos con los rostros
frente a frente.
—  Dime qué es una rose.
No me lo dice se desata la blusa. Sus tetas son tan diminutas, casi es
un pecho masculino.
—  Chúpamelas.
Bebo un trago angustioso.
—  Me voy y no regreso —afirma—  No nos vemos más —afirma.
     Otro trago angustioso.
     Tomo el pezón entre mis labios: una tetilla de varón. Luego me
besa, nos besamos: suaves.
     Se deja ir hacia atrás, contra el bazar maometano que es el caos
de su cama. Una onda Yani, Tomita o Vangelis en la grabadora; pero
cierro los ojos, cierro los ojos, displicente, para poderme
concentrar.
      En medio de la oscuridad siento que me despojan del pulóver, me
acarician la nuca, el nacimiento de las nalgas.
—  Tienes la piel de una muchacha —opina.
      Abro los ojos otra vez: ahora estamos desnudos. Ella expectante
boca arriba y las piernas dobladas. Con el dedo registra el interior
de su vagina. Lentos los movimientos, rítmicos, acariciadores. Pero
después vertiginosos, enfáticos y virulentos, rostro de estatua ojos
en blanco. Vuelvo a ampararme en mis tinieblas y adquiero un universo
de respiraciones: jadeos, resuellos, gimoteos, me especifican que se
va.
—  Isabel, Isabel —exclama desfavorecida.
      Con una fuerza inesperada me precipita sobre sí. La siento
rígida y vibrátil, olor a enjuagues de marismas. Como no he conseguido
despertar la erección, mi sexo blando, acojinado, resulta almeja
contra almeja, pero eso incluso, me figuro, puede que la complazca
más.
       Alcanzo a tientas la botella y bebo como si fuera a morirme.
Ella ya debe estar cruzando por frente a su segundo orgasmo. Pensarlo
me hace un infeliz. Al tacto voy considerando sus flacos muslos, sus
espaldas, y de un envión la hago voltear, la estratifico bocabajo y
restriego mi fleje contra su grupa poco generosa, su magro culo de
muchacho.
    Por ahí no, se horroriza en cuanto se da cuenta de lo que me
propongo: su magro culo de muchacho. Me imagino el de Alexis: piel de
pollo, lampiño, sin una pluma y erizado. No, no, clama, suplica,
agita, mientras le espanto un dedo por el ano, pero la tengo bien
atrabancada, lo tengo bien atrabancado, poco puedes hacer.
    Desdibujo su clítoris y lo convierto en otra cosa. En cuanto lo
hago sí la tranca se me pone durísima. De tungsteno, de cuarzo, se me
quiere partir.
    Cojones, chilla cuando se la encentro y con las uñas enristradas
trata de acuchillarme los riñones. Cojones, pinga, escandalizo y se la
clavo más. Soy el gran bugarrón, el lujurioso bugarrón de los efebos
culitiernos: te estoy echando un palo, Alexis, te estoy pariendo el
culo estrecho, tu culo de pollo erizado.
    Siento una mano que se zafa, que consigue meterme un par de dedos
dentro del inán y la estimulo, bugarrona, mete todos los dedos, todos
los dedos juntos, coño, méteme el puño, bugarrona, mete el puño
completo.
    Me vengo estrepitosamente porque una rose es una rose. Ya para
entonces, certifico, ella sincronizó el tercer orgasmo. Cuando
emergemos a la luz, un turbio riff de heavy metal resuena en el
cansancio de la habitación. Queda un poquito del brebaje y nos lo
repartimos.
—  ¿Qué, cómo te sentiste?
—  Como si la revista estuviera al revés. ¿Y tú?
—  Distinto de antes, muy distinto. Entonces éramos dos niños y no
sabíamos nada, siquiera de nosotros mismos. Pero qué clase de locura
coño, ni me acordé de los condones. ¿Tú no estarás ponchado, pájaro,
porque eso de irse con el SIDA?
—  Mira, mejor dejamos eso y regálame el libro.
Antes de retirarme le pregunto quién era la tal Isabel.
—  La estomatóloga del policlínico. ¿No te templaste tú a algún tipo?
—  Por supuesto que sí
—  ¿Quién?
—  ¿Quién va a ser tuerca, quién va a ser? A mi amor imposible.
     Comienza a recoger las cosas de su cama y a acotejarlas en
desorden en el escaparate. Ordena en cambio las que pone dentro de la
maleta.
—  Bon voyage, bon voyage y desde luego escribe.
    Me marcho entonces sin mirarla o esperar su mirada porque una rose
es una rose, el ciento cinco un número de suerte y esta es una
historia con final de música de discoteca.

Variación sobre un tema de Superville y otros poemas de Atilio Caballero

Variación sobre un tema de Superville y otros poemas de Atilio Caballero

Una síntesis biográfica fría de Atilio Jorge Caballero (Cienfuegos, 5
de abril de 1959) diría que él es Licenciado en dramaturgia, narrador,
ensayista  y poeta. También incluiría que, entre otros libros, ha
publicado Las canciones recuerdan lo mismo (1989), El sabor del agua
(1991), El azar y la cuerda (1995), la novela Naturaleza muerta con
abejas (OLALLA Ediciones, Madrid, 1997 y Letras Cubanas, 1999), La
arena de las plazas (Casa Editora Abril, 1998), Tarántula (2000), La
máquina de Bukowski (2009), Escribir el teatro. Notas sobre
dramaturgia contemporánea (ensayo, 2010), Rosso Lombardo (Premio de
Cuento Alejo Carpentier, 2013). En esa supuesta síntesis no podría
faltar que en el año 1998 se alzó con el premio Uneac de novela con La
última playa (Premio Ópera Prima, Madrid, 2001, Akal Ediciones) y que
textos suyos han aparecido en diversas antologías de narrativa y
poesía, tanto en Cuba como en España, México, Nicaragua, Chile y otros
países.
Por supuesto que todo ello es cierto e importante, pero nada nos dice
del Atilio Jorge Caballero que, cual una rara avis, sigue viviendo y
haciendo cultura desde su terruño cienfueguero, como para desmentir a
los que creen en el fatalismo geográfico; o del conversador
impenitente, capaz de dialogar con igual pasión sobre lo humano y lo
divino; o del fan a la música que en los años ochenta de la anterior
centuria era famoso en los corrillos habaneros por su colección de
grupos ¿raros?, acerca de los que mucha gente se enteraba de su
existencia gracias a él.
Para Miradas Desde Adentro es un honor reproducir una breve selección
de la obra poética de este compatriota, que entre sus últimos lauros
tiene haber sido galardonado en el concurso de reportajes de la
revista Hypermedia Magazine.

(Variación sobre un tema de Superville)

Delante de ti se levanta un espacio
que se anticipa y esconde
privando de luz algunos grabados
que tu memoria evoca o reconstruye.

Los miras sabiendo que no hay nada
te resistes a ignorarlos sin embargo
suponiendo que eso sirva de algo.

La madrugada desciende hasta la mañana
con la serena claridad de una madre
que asiste a la graduación de su hijo mayor.
Y tú tiemblas ante la voz
que huye al acercarse el día.

Mi vecino

Mi vecino deja crecer la hierba de su jardín mientras se preocupa por
la altura de la mía. Cada mañana, con la puntualidad de un guardavía
berlinés afila las cuchillas de su podadora, virgen siempre y
reluciente al pie de la maleza.
Y así todos los días.
Entre la hierba de mi vergel y la del suyo no hay ninguna diferencia.
Pero la otra al lado crece en paz. Sin reproches.

Vitrales en Venecia. Periscopio

Al salir de la Plaza San Marco se sube por la Mercerie
hasta cruzar un puente pequeño.
De allí hasta Campo San Salvador
donde está la Scuola Grande San Teodoro, los vitrales expuestos
de Marc Chagall, son dos pasos, bien atento siempre
al rumbo, a los vicoli que un segundo
te envían a otra dimensión. No hay anuncios,
nadie da voces; uno debe guiarse con la seguridad
del que asiste a un entierro; sólo hay un trayecto y una vía para el regreso.
Pero dentro no están ni el vivo ni el color
que esperaba. Solo cristales. Proyectos de cristales;
peor.
Salgo. Acostado sobre el cemento de una escalera
que nadie sube, mi gorra azul de intersticios
sobre los ojos, mi gorra de almirante
fracciona el sol
en tantos pedazos como lo permite la amplitud del ojo.

Entonces veo el color. La combinación y el secreto.
Aquí me voy s quedar. Intentaré conservarlos hasta tanto
mis amigos, aún en San Teodoro, me lo permitan.

Fosfenos

Comienza a escapar las cosas que ya no puedo detener.
Golpes o caricias, da lo mismo: sombras en una estancia vacía. La
tonta prisa de los
otros comienza a ser mi prisa regresiva.

Cada vez es más difícil evitar los espejos, los rostros conocidos como
calendarios
Furiosos.

Los hijos pródigos que ahora regresa se empeñan en hacerte entender la
refracción
en los charcos de los parques públicos, en la soledad de las vidrieras
donde solo
contemplo la cara ya palpada —presiones sobre el globo ocular, excitación de la
retina—, cómplice del sueño que de un tiempo a esta parte se repite tercamente.

Debajo de mí existe otra dimensión donde fumarse un cigarro puede ser
la tarea de
todo un día. Es decir, el tedioso misterio de amanecer con la misma
ventana se vuelve
ahora un viaje sin confines… tiempo como azar o destino como elección:
yo intento
hacerme sustancial como un parte de guardia.

La tristeza de los niños se parece a la de los animales. La misma
tristeza de todas las vidas involuntarias.

De pequeño aplastaba la nariz contra los cristales como todos los niños. Ahora
mantengo cierta dignidad y una distancia. Pero sigo deseando lo mismo.

Mi madre fue una mujer joven hasta que se casó el último de sus hijos.
Luego se resignó a ser la abuela de sus nietos, que ya para entonces
hacían preguntas inquietantes. La noche anterior a la boda de mi
hermano hice una llamada, de larga distancia, hasta mi casa junto al
mar. Se resignó a que no fuera. Dijo noooooooh, que no me preocupara,
podía quedarme pues de todas formas nada sucedería; solo la formalidad
del acontecimiento, así llamado con el único propósito de que no
pasara como un día más, sin pastel de ceremonia, sin nada de beber,
sin nada realmente. Solo el desatino de un fotógrafo, pues si no
estaba toda la familia, “¿para qué las fotos?” Mi madre a todo
respondía: no importa, no importa, despejando sus dedos, regalando los
anillos. Tuvo cuatro hijos varones porque la hembra no llegaba; luego
la excusa simple: “es más divertida la mesa poblada”. Con seguridad,
ella seguirá yendo a nadar al fondo de casa. Mis hermanos y yo
sabemos. Tal vez alguno camine por la arena, vagando en el patio, y
recogerá las algas. Tal vez no.

Bonsai

Imagínate que eres un estanque
con peces que nadan hacia atrás
ignorando el alcance del ojo;
suponte en la rama de un ciruelo
alegrando diminuta la terraza
de alguien que no floreció;
mírate tendida en una nube
pronta a asumir la figura caprichosa
que instiga un viento autoritario.

Entonces sueña que una vez soñaste
ser un pez, un árbol o una forma indefinida:
he ahí tu contento.

Yarini, protagonista de próxima novela de Leonardo Padura

Yarini, protagonista de próxima novela de Leonardo Padura

El pasado 9 de abril, a partir de las 10:00 pm vía Telegram, se efectuó la primera peña virtual de la revista El Caimán Barbudo. El espacio, que acontecerá a esa hora los segundos viernes de cada mes, forma parte de las celebraciones por el 55 aniversario de la publicación, fundada en 1966 por ese revistero mayor que fue Jesús Díaz.

Entre los invitados de la primera emisión de la peña estuvo el ex caimanero y hoy afamado narrador Leonardo Padura. En nuestra tertulia, Padura contó el modo en que por esas cosas de la realidad cubana, tras una etapa de crítico literario en El Caimán Barbudo,, él fue sacado del tabloide como castigo por un supuesto problema ideológico y enviado a trabajar como reportero en el periódico Juventud Rebelde. En teoría, la reeducación del compañero descarriado se llevaría a cabo gracias a laborar en un medio en el que las rutinas, las consignas y las moralejas son el pan nuestro de cada día.

Empero, la cabra siempre tira hacia el monte y ya en el entonces diario vespertino, Leonardo Padura supo estar apartado del facilismo repetitivo de la mala propaganda política. A partir de una posibilidad brindada por Jacinto Granda y José Ramón Vidal (Cheíto), los dos directores del medio en aquel período, así como con la colaboración de Ricardo “El Gallego” Sanz, jefe de redacción, En Juventud Rebelde se vivió en los 80 uno de los momentos más afortunados del periodismo en Cuba de las últimas décadas. La creación de un pequeño equipo de redactores, encargados de escribir para las ediciones dominicales del diario textos culturales y no simplemente noticiosos, dejó un conjunto de reportajes que figuran en cualquier selecta antología del periodismo hecho en Cuba.

En aquel equipo estuvieron en lo fundamental Ángel Tomás, Emilio Surí Quesada y Leonardo Padura, quien en la reciente peña virtual de El Caimán Barbudo habló acerca de cómo lo que había sido pensado como un castigo, devino una oportunidad para contar con tiempo, medios y libertad para escribir de “los temas que quisiera, del modo que quisiera y con la frecuencia que quisiera”.

Las ediciones dominicales de Juventud Rebelde entre 1984 y 1990 deberían ser estudiadas a profundidad por los interesados en el asunto del ejercicio periodístico en nuestro país. Como resultado de esa movida, jamás vuelta a darse entre nosotros, varios libros fueron publicados, entre ellos uno de Leonardo Padura, titulado El viaje más largo.

En dicho volumen se incluye el trabajo “Yarini, el rey. Vida, pasión y muerte del más célebre proxeneta de Cuba”, que según lo expresado por Leonardo Padura el viernes 9 de abril en la peña virtual de El Caimán Barbudo, es la base para la novela que en torno al mítico personaje de Yarini prepara en la actualidad el otrora caimanero.

Como que muchos de los lectores de Miradas Desde Adentro ni siquiera habían nacido cuando el momento de oro de Juventud Rebelde con el experimento de las ediciones dominicales, reproducimos un fragmento del reportaje de nuestro compatriota sobre el afamado Alberto Yarini y Ponce de León, que en un futuro cercano será el protagonista de una nueva novela.

YARINI, EL REY

Vida, pasión y muerte del más célebre proxeneta de Cuba

Leonardo Padura

Se veía caminar por una línea de ferrocarril que atravesaba un túnel angosto y húmedo, cuyo final le parecía siempre al alcance de la mano.

Pero, mientras avanzaba, su desesperación crecía y la ansiada salida se le hacía cada vez más remota. Sudaba y sentía en su nariz el aroma de los musgos violáceos que colgaban de las paredes del túnel. Y por fin apareció un tren desbocado y negro que le apuntaba con la potente luz de su reflector: se lanzó entonces en la carrera más urgente de su existencia, mientras el tren se aproximaba hasta quemarle las espaldas. De pronto la vio: la rana parecía dormir sobre una de las traviesas de la línea y él trató de no pisarla. Su pie, sin embargo, fue a posarse justamente sobre el lomo viscoso del animal, y cayó bajo las fauces del tren que…

Despertó. Volvió a cerrar los ojos esperando que su respiración se normalizara. En sus veintiséis años de vida había soñado en contadas ocasiones y se alegraba de tener pocos tratos con ese mundo intangible de la inconsciencia: desde que tenía uso de razón, sus sueños habían gozado de un realismo desorbitado y, generalmente, tétrico. Pero la pesadilla angustiosa de aquella mañana había sobrepasado todos los límites y trató de explicarse el significado de aquella premonición de muerte.

Cuando Alberto Yarini y Ponce de León volvió a abrir los ojos, vio que un mediodía esplendoroso se extendía más allá de las cortinas de encaje de su ventana. Pero su mirada se detuvo sobre el cuerpo brillante y desnudo de la joven que dormía a su lado. La Petite Bertha era como una gema invaluable y exótica en ese mundo de mujeres gastadas y tantas veces digeridas, y era una maestra en el arte de hacer el amor.

El joven abandonó la cama y, completamente desnudo, abrió las cortinas de su ventana. A sus pies, la vieja calle Paula refulgía con el sol otoñal, y Alberto Yarini, olvidado ya de su sueño, se sintió fuerte, hermoso, potente. Un rey.

“God save the King” dijo, y sonrió.

Apenas ocho horas después, aquel cuerpo bello y codiciado, iba a yacer, sangrante y sucio, sobre los adoquines de otra calle de La Habana, perforado por tres heridas de plomo. Porque la noche del 21 de noviembre de 1910 se desataría en La Habana la Guerra de las Portañuelas.

El mensaje y otros poemas de Reinaldo García Ramos

El mensaje y otros poemas de Reinaldo García Ramos

El poeta, narrador, ensayista y traductor Reinaldo García Ramos nació en Cienfuegos, en 1944. Fue partícipe de Ediciones El Puente. También trabajó en Casa de las Américas, en la Editorial Arte y Literatura y en el Instituto Cubano del Libro. Salió de Cuba por el puente del Mariel, en 1980. Ya en USA, fue integrante del equipo de la Revista Mariel durante sus ocho números. Posteriormente laboró como  editor latinoamericano de la agencia Associated Press y en la sede de las Naciones Unidas. 

Entre los libros publicados por él está Cuerpos al borde de una isla. Mi salida de Cuba por el Mariel (Editorial Silueta, Miami, 2011). Su obra poética escrita entre 1969 y 2012 fue recogida en el volumen Rondas y presagios (Silueta, Miami, 2012). En fecha reciente publicó Espacio circular. Quince nuevos poemas y veintidós respuestas a Gerardo Fernández Fe (Ediciones La Mirada, Las Cruces, Nuevo México, 2017).

En Miradas Desde Adentro se reproduce una breve selección de la obra de este compatriota, desconocido para muchos hoy en Cuba, al margen de  que también tiene ganado su espacio en la historia de nuestra literatura.

Águila y liebre

Al sol, sobre la hierba seca,

un águila desciende

y fija su mirada en esa liebre

que ya escapa.

Las patas del ave se abalanzan

una y otra vez, pero la presa corre más.

Con sus alas inmensas

el ave agita el aire y se retira,

pero muy pronto gira y vuelve a aproximarse

con sus ojos hambrientos.

La bella liebre salta y se estremece,

se revuelca en el aire,

se aleja temblorosa,

pero no encuentra el agujero

de la cueva en su huida.

Ambas criaturas se revuelcan

y el asalto es perfecto,

la lucha se repite,

no encuentra pronto su final.

¿Cuál de los contrincantes

muestra más claro su torpeza?

¿Cuál va a ganar, cuál gana,

cuál es mejor que permanezca?

A solas en el aire

A Brad Gobright,  in memoriam

Hacia arriba el espacio,

hacia abajo la muerte.

Subir hasta encontrarse con sí mismo,

hasta sentir la pequeñez, su peso.

Elevarse hasta que el aire falte,

hasta que el tiempo se disuelva.

Perderse en las alturas,

como un ave espectral,

abandonando la memoria

y la razón de estar en el espacio,

entregando a la salvaje roca

la fuerza absoluta de tus sueños.

En el preciso instante en que mirabas

de frente el vacío y el triunfo,

se quebró la cuerda de tu mundo,

apareció el azar y te salvaste:

de un golpe supiste tu destino.

Ahora en el viento

soplan tus últimos deseos,

se escucha arder tu nombre en la distancia.

Cartas de A. M. S.

Cuando se dobla el papel que usas en tus cartas,

las letras quedan del otro lado de la vida,

se vuelven oscuros relieves,

desplazan una respiración temerosa,

y el negro de la tinta comienza a detenerse

en las regiones donde se esconde el lila,

se enturbian los violetas,

y hay reflejos verdosos, metales vivos, rojos.

Del otro lado del papel me pones que te escriba,

y el laberinto de las líneas me aleja

los jardines de plantas, los museos no vistos,

las túnicas hindúes, los juguetes,

las fuentes un tanto rumorosas,

las palabras.

El mensaje

La respuesta no estaba dibujada

sobre la cal de la pared, sino encerrada en ella,

a salvo de la luz,

de la erosión, del frío.

No se podía leer;

nadie había visto nunca sus palabras o signos.

Pero en la piedra había quedado una señal.

En la callada superficie se abría paso una grieta,

          como un antiguo río,

y esa sinuosa línea conducía

al sitio exacto en que el mensaje descansaba.

Para saber lo que el secreto nos decía

era preciso derribar la casa.

En qué lugar…

Pensando en el escondite, metí en la cartera

las cosas más estúpidas, pero no me arrepiento

Ana Frank, Diarios, 8 de julio de 1942

¿Y en qué lugar ahora te puedes ocultar,

muchacha alucinada,

que todo lo comprendes y lo sabes,

si ya no quedan escondites como el tuyo,

si la ciudad no guarda tu desván,

tu gato, tu ventana para ver la noche,

si todos los caminos arden desde entonces,

siguen ardiendo aún,

aunque ya no podemos vislumbrar

ni siquiera las llamas, ni el humo,

ni nos llega el olor a cosas chamuscadas,

y los perseguidores son ahora

los nuevos perseguidos,

y los perseguidos ya no tienen rostro,

o lo tienen y se lo cubren con la luna,

y sus contornos se confunden

y se borran con la bruma azulosa

y se disuelven como las gotas de rocío

en cada amanecer, antes de que estalle

el explosivo y los cuerpos entreguen

su misma sangre sin razón,

si todos viven convencidos

de que ahora sí tienen la verdad,

que la han tenido siempre,

y los guía el derecho absoluto

a triturar tu voz, tus esperanzas?

Otro discurso al odiador

a la memoria de Reinaldo Arenas

Estos, mi amigo, siguen siendo tus días;

no te molestes en contarlos, son poquísimos.

Esta es la sombra y el resplandor de tu presencia,

aquí se aquietan y enardecen tu salvaje parodia

y tu retiro de las cosas;

esta, no cabe duda, es la precaria

y sucia mano del abismo

apresando tu sangre.

(Si miras con fijeza desde ahora,

podrás ir descubriendo

desordenados filamentos que naufragan sin ruido

en esa lluvia fría y gris dentro del cuerpo)

Enormes y escasos son tus días.

Y es comprensible, digamos, y hasta justo,

que una imprecisa ira te ennegrezca las horas

               (tanta inmundicia y pequeñez

               se expanden y te ahogan);

Pero esos aullidos temporales

no convierten a nadie en un demonio,

bien lo sabes.

Son escasos tus días,

y sin la menor duda suficientes

para dejar en claro que,

dando en limpio la cara

al brutal incendio de las ruinas,

manoteando serenos en la piedra sin fondo,

respirando en la masa siniestra,

sin consuelo de árboles perdidos ni flores exclusivas

ni almas devoradas ni venganzas,

hemos sabido disfrutar esta visita

              con paciencia y coraje.

Evocación de Carlos Victoria

Evocación de Carlos Victoria

La noche que la televisión cubana transmitió el filme Chico & Rita por uno de sus canales, sentado en la sala de mi vieja casa en Centro Habana y mientras seguía la narración cinematográfica acerca de los personajes ideados por Trueba y Mariscal, me preguntaba cuántas historias de vida como las de los protagonistas de esta película, en realidad no se habrán extraviado por ahí, transformadas tan solo en polvo de sueños que nunca se podrán recuperar. Y justo me refiero a eso: “historias de vida”, no hablo ya de la historia en conjunto de los miles de artistas e intelectuales cubanos que un día decidieron marcharse de nuestro país para probar suerte en otros lares sino de las vivencias personales de cada uno de ellos, a veces coronadas con el éxito, a veces coronadas con el fracaso.

De numerosas lecturas de los textos del camagüeyano Juan Antonio García Borrero –en mi opinión–, alguien que es mucho más que un excelente crítico de cine para devenir uno de los pensadores de nuestra cultura de mayor relevancia en la actualidad, he aprendido que entre nosotros, lo que conocemos “es la historia de una utopía, y utopía al fin, se prioriza al sujeto colectivo, su lado más fotogénico.” A tono con semejante proceder, las desgarraduras individuales, o las deserciones del sueño, no cuentan. Estas últimas, desde el punto de vista historiográfico y siguiendo también las ideas de García Borrero en el artículo “Gone with the wind”, publicado en su bitácora personal Cine cubano, la pupila insomne, en otros tiempos solían despacharse con una lacónica línea: “Abandonó el país”, frase cuya lectura despierta la impresión de que se establece el fin de una vida o, para decirlo con Juan Antonio: “Como si el rebasar lo geográfico hubiese implicado el no da más de una existencia”.

Por lo anterior, me resulta en extremo penoso que en Cuba apenas se conozca la obra de un escritor como el desaparecido Carlos Victoria, un nombre imprescindible en el devenir de las letras cubanas de los últimos cincuenta años y que con su ingente quehacer, no solo honró nuestra narrativa sino en general la cultura desarrollada por los nacidos en esta tierra.

La primera vez que tuve noticia de que había un escritor cubano llamado Carlos Victoria fue a fines de la década de los ochenta. Supe de su existencia mientras yo participaba en un curso para guionista de series de televisión. Mi gran amiga Tania Chappi y yo habíamos ganado un concurso de guiones convocado por el ICRT, con una propuesta de serie sobre un grupo universitario y que dicho sea de paso, a pesar de que nos la pagaron, nunca se llevó a la pequeña pantalla. Como parte de los premios que nos entregaron, estaba recibir el aludido curso. Una de las que también asistía como alumna fue Olga Consuegra (luego muy conocida por escribir en los noventa varias series televisivas), una de las dos  hermanas De Carlos Victoria por parte de padre y que fue quien me habló de él.

Con el transcurrir del tiempo tuve conciencia de que en la literatura hecha por nuestros compatriotas en las últimas décadas del pasado siglo XX, uno de los narradores cubanos de mayor importancia es sin la menor discusión el camagüeyano Carlos Victoria. Su obra, profundamente autobiográfica,  se caracteriza por transitar los senderos de lo que vendría a ser una suerte de realismo atormentado, pletórico en personajes marginales. Él pertenece a la llamada Generación Mariel, grupo de creadores que aún está por estudiar en conjunto (sobre todo en Cuba) y en el que sobresalen figuras como los escritores Reinaldo Arenas y Guillermo Rosales, los músicos Alfredo Triff y Ricardo Eddy Martínez (Edito), el artista plástico Carlos Alfonzo o el teatrista René Ariza, por solo mencionar unos pocos ejemplos.

Nacido en la ciudad de Camagüey en 1950 y fallecido el 12 de octubre de 2007 en el Hospital Palmetto de Hialeah tras permanecer varios días allí por consumir una sobredosis de analgésicos, desesperado por los fuertes dolores que padecía después de una operación de cáncer, Victoria se identificó desde muy joven con el mundo de los libros, la lectura y el cine.

Un repaso por su biografía nos hace saber que cuando él era un adolescente, empezó a escribir poemas, narraciones y obras teatrales. Por dicho camino, apenas cuando tenía poco más de 15 años de edad, en la primera emisión de un concurso literario convocado por el entonces naciente mensuario cultural El Caimán barbudo, Carlos se alzó con el premio de cuento con un texto influenciado por Julio Cortázar y los surrealistas, que le deslumbraban por esa época.

Lector impenitente de autores como Dickens, Joyce, Verne, Dostoievski, Flaubert,  Camus, Dashiell Hammett, los cubanos Antonio Benítez Rojo, Lino Novás Calvo y Lorenzo García Vega y, por otra parte,  amante empedernido del rock, género del que fue un profundo conocedor, todo apuntaba a que tendría un porvenir brillante en las artes y letras. Empero, sus gustos estéticos y el estilo de vida por el que optó para su proyección personal (el excesivo disfrute de la bebida lo convirtió en alcohólico, adicción de la que en la diáspora logró curarse), pronto entraron en contradicción con el dogmatismo que reinó en Cuba durante un demasiado largo período de tiempo.

Así, como parte de los acontecimientos suscitados en aquella época de la barbarie de los años setenta cubanos, mientras cursaba la Licenciatura en Lengua y Literatura Inglesas en la Universidad de La Habana, en 1971 fue expulsado de dicha carrera por el sacrosanto San Benito de “diversionismo ideológico”. Como es lógico deducir, a partir de entonces se vio socialmente marginado, sin posibilidad para llevar adelante su vocación literaria  y en 1980, opta por ser una de las 125 mil personas que emigran a Estados Unidos por el puente marítimo del Mariel.

Al llegar a Miami, para ganar el pan de cada día, Carlos Victoria se desempeña en distintos oficios, como el de almacenero, pero no renuncia a su amor por la escritura. De tal suerte, junto a su gran amigo Reinaldo Arenas, aparece entre los fundadores de la revista Mariel en 1983, publicación que se mantuvo activa hasta 1985.

Por ese entonces, la traductora y ensayista Liliane Hasson, alguien a la que hay que agradecerle lo mucho y bueno que ha hecho por promover la literatura cubana en francés, lleva a dicho idioma un cuento de Carlos Victoria Y el relato es incluido en 1985 en la selección anual del importante diario parisino Le Monde.

En 1992, por iniciativa de Juan Manuel Salvat, Ediciones Universal, en Miami, le publica a Carlos Victoria su primer libro, el titulado Las sombras en la playa, colección de cuentos que lo lanza al mercado literario en América Latina, Europa y el ámbito hispano de Estados Unidos.

Tras el exitoso debut, da a conocer la novela Puente en la oscuridad, ganadora del premio Letras de Oro de Miami. Esta narración rinde homenaje explícito al poeta británico John Keats y también, de algún modo, a autores románticos como Percy Bysshe Shelley, Samuel Taylor Coleridge, Víctor Hugo, Mijaíl Yúrievich Lérmontov, François-René de Chateaubriand, Alphonse de Lamartine, José de Espronceda y Friedrich Holderlin, a partir de reflexionar sobre la historia de muchos exiliados como el propio Carlos Victoria y en relación con tanta gente solitaria que busca un refugio, un asidero.

Vendrían después las novelas  La travesía secreta y La ruta del Mago, así como los libros de relatos El resbaloso y otros cuentos  y El salón del ciego. Al fallecer en octubre de 2007, ya los libros de Carlos Victoria habían sido traducidos al inglés y al francés.

Para ese instante, entre sus logros como escritor habría que mencionar el hecho de haber ganado la importante Beca Cintas para creación literaria y que su novela La travesía secreta, llevada al francés por Liliane Hasson bajo el título de La traversée secrète, resultó seleccionada en el 2001 como el Mejor Libro Extranjero del Año en Francia, donde también aparecieron publicados El resbaloso y La ruta del Mago.

En el 2004, la editorial Aduana Vieja publicó en España una compilación de sus dos libros de relatos bajo el título Cuentos (1992-2004), y organizó en Cádiz un homenaje a Carlos Victoria por su trayectoria literaria. Pude leerme ese libro, un material que tenía un excelente prólogo realizado por la hoy profesora universitaria Madeline Cámara y mi amigo, el  admirado periodista y escritor Luis Manuel García, quien define a este camagüeyano como un «saqueador de vidas ajenas».

Aunque Carlos Victoria no ha gozado entre nosotros del reconocimiento que se merece ni de la porción de patria literaria a la que tiene total derecho, él disfruta de sumo prestigio entre los más afamados estudiosos nacionales y foráneos de la literatura cubana contemporánea, dada su capacidad para describir el desarraigo, la inadaptación, la intolerancia, la incertidumbre de la soledad, el dolor de la diáspora, el alcoholismo y la abstinencia de todo. De ahí que Luis Manuel García haya escrito lo siguiente:

“Junto con Guillermo Rosales, dotó al exilio, a Miami, de una literatura: artefactos de precisión que uno puede recorrer como una guía desolada del alma humana, de la ciudad, como un mapa de esa soledad que sólo abandonaba para frecuentar la amistad de un grupo sólido y fiel: su anclaje para sobrevivir, incluso en temporadas de ciclones.”

En un texto preparado para un volumen que publicará o tal vez ya ha sacado la Editorial Silueta en homenaje a Carlos Victoria, su amigo, el poeta, narrador, ensayista y traductor Reinaldo García Ramos afirma:

“Su obra nos entrega un paisaje sumido en una serena soledad, un universo atravesado por estallidos de espanto y bruscos intentos de lograr alguna forma de consuelo, pero no se regodea en las abyecciones ni en la depravación. Carlos buscaba otra cosa: quería dejarnos un desfile de personajes hermosos, convincentes, palpables en su ilusión y en su derrota, unos seres humanos que a pesar de todo, a pesar de haber perdido en gran medida su alegría y hasta sus mayores esperanzas, nunca llegaron a perder su dignidad.”

Una reciente iniciativa para ir rompiendo las tinieblas que aún rodean a todo el puñado de creadores aglutinados en la llamada Generación Mariel, en especial en el ámbito de la literatura, la ha puesto en marcha la editorial Hypermedia, con la publicación en 2018 de la Colección Mariel, la cual  recoge 11 títulos emblemáticos de dicho grupo de escritores y en la que se incluyen, además del propio Carlos Victoria con su novela La travesía secreta,  los títulos Este viento de Cuaresma (novela), de Roberto Valero ; Curso para estafar y otras historias (cuento), de Leandro Eduardo (Eddy) Campa; Dile adiós a la Virgen (novela), de José Abreu Felipe; Al norte del infierno (novela), de Miguel Correa; Miami en brumas (novela), de Nicolás Abreu Felipe; Boarding Home (novela), de Guillermo Rosales; Impresiones en el viento (cuento), de Rolando Morelli;  El gen de Dios (novela), de Juan Abreu Felipe; Del lado de la memoria (cuento), de Luis de la Paz; y La loma del Ángel (novela), de Reinaldo Arenas.

En relación con la novela de Carlos Victoria titulada  La travesía secreta, perteneciente a la aludida Colección Mariel, de la editorial Hypermedia, puede asegurarse que resulta una narración compleja y con abundante presencia de la intertextualidad, y que tiene en la obra teatral La gaviota, de Antón Chéjov, un referente obligatorio. El libro, signado por un corrosivo escepticismo, relata la vida de un grupo de artistas a finales de la década de los sesenta y comienzos de los setenta de la anterior centuria, con énfasis en el destino de Marcos Manuel Velasco, un joven poeta, y Eulogio Cabada, director de teatro de enorme erudición, que se suicida pero antes se convierte en una suerte de mentor espiritual para el novel hacedor de versos, para quien, como asegura Ubaldo León Barreto en su artículo “Carlos Victoria y Chéjov: un conocimiento de desolación”, publicado en Rialta Magazine:

“el pesimismo sin paliativos no es la última palabra de esta singular novela: tras el suicidio de su mentor algo subsiste en el discípulo que trasciende la desesperación y todos los fastos del aborrecimiento: una fe casi beckettiana en la literatura y sus posibilidades, la terquedad del poeta que ha decidido perseverar en su vocación, «fracasar otra vez, fracasar mejor».”

Como una modesta contribución en pro de divulgar el quehacer de Carlos Victoria, por encima de que sea o no reconocido como se merece en el ámbito de las letras cubanas, en el espacio de Miradas Desde Adentro hoy he evocado a este camagüeyano de talla universal y así, rindo mi personal tributo a uno de nuestros grandes narradores.

Boris Larramendi: Yo vine a querer

Boris Larramendi: Yo vine a querer

“Era primavera y hacía calor,
no sé si te acuerdas,
sobre las baldosas tiré el colchón,
cerraste la puerta.
Casi no teníamos nada más,
solo la belleza
y la profecía de una canción,
que puede ser esta.
NO me la sé todavía,
no tiene nombre, mi amor,
no importa, desde aquel día
yo te la toco.
Es tuya la melodía
y el ritmo es tu corazón,
por siempre, toda la vida,
yo te la toco.”

Los anteriores son los versos iniciales de una canción de Boris Larramendi, titulada “Yo te la toco”. La pieza es el octavo tema del nuevo álbum de dicho cantautor habanero, puesto en el mercado internacional a partir del pasado viernes 5 de marzo de 2021.

El CD Yo vine a querer es el sexto fonograma como solista del otrora integrante de la agrupación Habana Abierta (los anteriores son Yo no tengo la culpaLibreFelicidadLa Cibertimba & El Bárbaro y Samurai). En formato digital se encuentra disponible en iTunes, Spotify, Amazon, Bandcamp, así como en todas las principales tiendas y servicios de streaming online.

Contentivo de diez cortes, en Yo vine a querer Boris continúa la apuesta que desde el primer quinquenio de los 90, cuando encabezaba el grupo Debajo,  le ha caracterizado en cuanto a su interés por hibridar géneros y estilos de la música cubana con sonoridades contemporáneas procedentes de otras áreas del mundo. Esto se percibe ya en la pieza que abre el álbum, “Siempre estaré”, hermosa composición en compás de 6 por 8, en clara reminiscencia de nuestras raíces campesinas e hispanas.

El apego a la tradición rítmica cubana vuelve a registrarse en temas como “Haz lo que te dé la gana”, “I like you”, «Guajira del pelícano», “Llegó el animal”, “De verdad”, “La próxima fiesta” y “Allá en Cuba”. Por su parte, un corte como “La realidad” (Otro de mis favoritos del material y de donde sale el nombre del CD) me hace evocar una vieja e inédita grabación de Boris Larramendi con el grupo Estado de Ánimo, en virtud del trabajo de la batería y en especial por el formidable solo de aires jazzísticos desarrollado en la coda de la pieza por la guitarra eléctrica.

De tal suerte, en el álbum disfrutamos de desprejuiciadas mixturas entre la guajira, la rumba, el changüí, la timba y el bolero, con elementos de clara orientación hacia el rock, el funk, el jazz y el pop. Con ello y como en trabajos anteriores de Larramendi, lo reflexivo pasa por lo lúdrico, con lo cual el que escucha, a la par de  meditar sobre complejos asuntos de nuestra realidad y concordar o discrepar con las ideas del cantautor, puede también -si es su gusto- gozar del baile.

En ese sentido, el disco se inscribe en la tendencia de la Música Cubana Alternativa en la que hallamos materiales trasmisores de colores armónicos y un entusiasmo que se refleja en la búsqueda, evidente en trabajos fonográficos como 24 horas (Habana Abierta), Civilización (X Alfonso) o Goza pepillo (Interactivo), de un encuentro poligenérico. Mientras a lo largo de su sexto  CD Boris habla “a lo cubano” desde cada una de las canciones, los ritmos y géneros universales abordados por él generan climas y ambientes que enriquecen las composiciones, aunque en sus piezas el horizonte siempre está a la vista.

Mezclado y masterizado en El Cerrito, California, por el ingeniero de “El Cerrito Records”, Oscar Autié, al buen resultado final de Yo vine a querer contribuyen los aportes de músicos tan reconocidos como Armando Arce «Pututi», Pável Urquiza, Kelvis Ochoa, Amaury Gutiérrez, Luis Bofill, Nam San Fong, Roberto Carcassés, Yusa,  Daniel Stable, Eduardo Rodríguez, Dianela de la Portilla, William Paredes, Pável Vitier, Segundo Mijares, José Alabre, Yusely Sierra, Néstor Jiménez e Ivette María Falcón, esta última, compañera en la vida de Larramendi y suerte de mano derecha en los proyectos artísticos del cantautor.

Álbum que no parece pretender una unidad predeterminada, en la variedad se encuentra su clave, sostenida por el claro protagonismo rítmico de la música, la cual –en comparación con anteriores producciones de Boris Larramendi- pone mayor énfasis en lo cubano. Así pues, quiero concluir mis palabras a propósito de este disco, volviendo a los decires del propio creador, quien en el tema “La próxima fiesta”, compartido con sus viejos amigos Kelvis Ochoa y Pavel Urquiza, nos transmite un mensaje pletórico de energía positiva al afirmar:

“Tira al dado, dale a la ruleta,
mueve fichas, métete en el lío,
que te espero en la próxima fiesta
para volar por encima del gorrión.”

Acercándonos a la poesía de Rita Martín

Acercándonos a la poesía de Rita Martín

La habanera Rita Martín es alguien que por igual se mueve en el reino de la poesía, como en el de la narrativa o en el de la investigación literaria. Como académica graduada de un doctorado en Filosofía y Lenguas Romances, ha realizado investigaciones acerca de figuras como Eugenio Florit, Emilio Ballagas y Virgilio Piñera. Entre sus libros de poesía pueden mencionarse El cuerpo de su ausencia (Letras Cubanas, 1991), Estación en el mar (Ediciones Extramuros, 1992) y Tocada por el astro (La Torre de Papel, 2006).

Para Miradas Desde Adentro es un placer reproducir los siguientes poemas de esta compatriota, graduada de Filología en la Universidad de La Habana en 1986 y que en Estados Unidos es profesora de lengua española, cultura y literatura latinoamericanas.

TODO ESTÁ escrito

Pero todo transcurre

De otro modo.

Y siempre ha sido

De modo donde la Escritura

Es del Todo Inexistente.

Si al menos creyera en el desastre

De la escritura. Si al menos

En la escritura.

Si al menos en el desastre,

Hijo mío, si al menos

En el hijo

Yo, la madre.

NADA como el papel

Sin escritura ni memoria.

Nada como las líneas

Trazadas para no decir nada.

Todo hacia un fondo

Donde la lluvia clama

Por el origen

De su natura descompuesta.

Ella tan transparente

Tan prístina virgen

Sobre nuestras cabezas.

Relámpagos que traza

Burlándose

Táctil de podredumbre.

Pobrecita la lluvia, pobrecita.

MOTIVOS PERSONALES

Para que no se pudrieran los versos

Como se pudre el ser

Escribí sobre el amor. Sobre el amor

De nuevo. Esa palabra, extraña

A los sentidos de lo humano, esa palabra

Ceniza, escarcha, mito.

Pero el poeta nunca es previsible:

Los versos se pudren sin remedio.

PALABRA DE ESTE TIEMPO

Estos versos

Que nada significan

Han sido escritos

Dentro de una época

Donde la palabra

Adquiere

Sus dúctiles formas

Dentro de la Nada.

Escritos de una tarde

Testificante

Sólo del ojo que no ve.

Otra tarde

De similar

Juego escribe otra palabra.

Pero este lenguaje

Que ahora se ofrece

No fue ni tan siquiera

La provocación de la tarde

Sino del sueño

Y del juego exorcizante

De mi amante. O de una tarde,

Es decir, de otra tarde.

Discos que no son discos: The Pilgrim’s Progress

Discos que no son discos: The Pilgrim’s Progress

Uno de los materiales que más me ha impactado dentro de lo que hace años denominé Música Cubana Alternativa, a propósito de un artículo para la revista que por entonces hacía la Asociación Hermanos Saíz, es un disco inédito hasta el presente, denominado The Pilgrim’s Progress, pero que En Cuba se movió ampliamente entre los amantes de trabajos propositivos en materia sonora.

De inicio, es oportuno aclarar que no puede afirmarse que la New Age Music haya contado en Cuba con muchos seguidores. A fines de los 70 comenzó a circular entre nosotros algo de música electrónica (de atmósferas cósmicas), representado por el quehacer de grupos como The Ones, Psy Free, Ashra Tempel o Tangerine Dream. Ya en los 80 nos llegó el quehacer de Vangelis y en especial Jean Michel Jarre, que sí tuvo aquí una buena cantidad de admiradores. Sin embargo, no fue hasta inicios de los 90 en que nos encontramos con un músico como Esteban Quintana, uno de los pioneros de nuestro medio en asociarse a esta línea creativa.

El caldo de cultivo para la manifestación viene de los derivados del rock (el sinfónico o el psicodélico) y quizás, como que esos estilos rockeros resultan los menos arraigados en nuestro contexto, de ahí que la New Age se haya practicado tan poco por acá. Vale apuntar que la NAM surge dentro de un amplio entramado cultural de carácter internacional, con un conjunto de aspectos ideoestéticos y que llegan a constituir toda una filosofía, heredera del espíritu contracultural de los 60.

Por lo antes expuesto, para mí resultó una tremenda sorpresa cuando supe de la existencia entre nosotros de un proyecto como el dúo Pilgrim, pero aún quedé más boquiabierto al enterarme de que el dueto integrado por Adela Rivas Cruz y Félix Enrique Muñiz Penedo no eran de Ciudad Habana, sino que residían en Santiago de Cuba. Los estereotipos identitarios a los que tanto nos han acostumbrado, me llevaban a pensar que en la tierra santiaguera era punto menos que imposible el surgimiento de algo como Pilgrim, identificados totalmente con los elementos musicales característicos de la NAM: patrones sonoros muy determinados, la componente ideacional con sus correspondientes paratextos, performance, estética visual, etc.

Esta formación musical no se concibió como la sumatoria entre dos músicos, ambos cantantes e instrumentistas, sino que ellos mismos se definían como un dúo de creación, responsables por igual de la composición, las orquestaciones, los textos, así como de las labores de grabación, producción y mezcla de su repertorio, recogido por ahora en el álbum The Pilgrim’s Progress, un fonograma armado a partir de la idea de musicalizar la obra literaria The Pilgrim’s Progress (El Progreso del Peregrino), original del escritor inglés John Bunyan.

La articulación de determinados principios que se produce en la New Age a manera de conciencia planetaria y que presuponen la existencia de puntos de referencia comunes entre cultores de la corriente en disímiles países, hace que en la ópera prima de Pilgrim (una producción independiente), sintamos los ecos de Andreas Vollenweider, Kitaro, Klaus Schulze, o de los ya aludidos Jean Michel Jarre y Vangelis. Sin embargo, ello no implica que en un trabajo como el realizado por Adela y Félix, dejen de estar presentes rasgos que de inmediato destacan la cubanía de ambos creadores, claro que no de la forma convencional con la que muchos suelen ver este asunto.

A través de los nueve temas del CD (nunca publicado de forma oficial pero bastante difundido en varios espacios radiales) se unen componentes sonoros provenientes de distintos géneros y procedencias, concebidos con una dramaturgia a partir de momentos del libro de John Bunyan y que nos llevan a visualizar en una pieza como “Walker” (portada de la grabación) la partida del peregrino, protagonista de la narración literaria. En ese accionar, se hibridan elementos musicales del Renacimiento, alusiones al Barroco, melodías de aliento céltico, todo desde una sonoridad nacida del rock y que en cortes como “Halls of the Interpreter” y «Apollyon» integran de una manera orgánica pasajes de la percusión afrocubana, diseñada desde el mundo de los teclados.

Cuando escucho una composición como “Palace”, una maravilla tanto por la interpretación vocal de Adela como por la parte instrumental que aporta Félix, me pregunto: ¿hasta qué punto la idea de música cubana que se usa con tanta ligereza no requiere una profunda revisión? Y es que trabajos como el de Pilgrim dan señales de que hoy lo cubano en música es un espacio mediador de apropiación creadora de lo universal, como relación y no como sustancia, con lo que cubanidad resulta universalidad propia.

Joe Zawinul: Hacia ningún lugar conocido

Joe Zawinul: Hacia ningún lugar conocido

Una que otra vez me he referido al impacto que experimenté entre los días 2, 3 y 4 de marzo de 1979, cuando asistí a las tres noches de conciertos, llevadas a cabo por músicos cubanos y otros procedentes de EE.UU., en el Karl Marx, y que luego fueran conocidas como Havana Jam. De aquel espectáculo, al que pude concurrir gracias a mi por entonces maestro Frank Emilio Flynn, una de las presentaciones que más me impactó fue la realizada por Weather Report, el nunca demasiado bien ponderado trío integrado por el bajista Jaco Pastorius, Wayne Shorter como saxofonista y el tecladista Joe Zawinul, a quien quiero evocar hoy desde Miradas Desde Adentro.

Autor de temas como Birdland y Mercy, mercy, mercy, dos clásicos del jazz contemporáneo, el fallecido músico austriaco nació el 7 de julio de 1932. En 1958 logró una beca para estudiar en el Berklee College of Music, el más importante centro docente para descubrir los secretos del lenguaje jazzístico. Ya en la década de los 60, es contratado por el trompetista Miles Davis para que integre la nómina de su agrupación. Con dicha formación, Zawinul graba seis producciones discográficas, entre ellas los álbumes In a silent way y Bitches brew, fonogramas definitorios en la evolución del jazz eléctrico.

Para quienes no conocen la historia del origen de lo que para mí continúa siendo la verdadera fusión, es decir, la mezcla entre el jazz y el rock, les cuento que en 1969, el rock consolidaba su reinado con la celebración de un festival que le otorgó patente de masivo, el célebre Woodstock, y a la vez, de gran negocio para el mercado de la industria cultural. Fue entonces que Miles Davis cambió el devenir del jazz cuando, de tanto escuchar a personajes de la talla de un Jimi Hendrix y siguiendo el instinto de hacer trizas lo establecido, dio vida a esa obra maestra como Bitches brew. Él sabía que en determinados momentos es imprescindible cambiar de rumbo, para continuar amando y creyendo ciertas cosas.

Uno de los pilares en el resultado sonoro de dicho fonograma fue la intervención de Joe Zawinul como uno de los tres tecladistas que participan en la grabación (los otros dos fueron Chick Corea y Larry Young). Aquel disco no solo catapulteó a otro rango las posibilidades comerciales del jazz y amplió los oídos de la fanaticada, sino que impuso la idea de que los dos principales lenguajes sonoros del siglo XX podían ser parte de la misma travesía hacia ningún lugar conocido.

Después de esa experiencia junto a Miles Davis, el teclista austriaco crea Weather Report, agrupación fundada de inicio por él, Jaco Pastorius, Wayne Shorter y el batería Peter Erskine. Entre los trabajos del grupo que mantienen hoy total vigencia, pudiera mencionar I sing the body electric, Heavy weather o Black market, que son memorables, entre otras razones, por la utilización que Joe hace de los teclados electrónicos, en los que desarrolla improvisaciones que se han convertido en materia de estudio para alumnos de conservatorios en distintos puntos del planeta.

Creo que sin discusión, la pieza por la que Zawinul es mucho más conocido como compositor y por la que perdurará a través del tiempo es la titulada Birdland, la que ha contado con múltiples versiones, de las cuales las de mayor éxito son las llevadas a cabo por Weather Report, Manhattan Transfer y Quincy Jones, y que demuestran cómo un mismo tema puede recibir múltiples lecturas a la hora de ser interpretado, al margen de que, en mi gusto personal, me quedo con la original del trío Pastorius, Shorter y Zawinul.

Vendría luego, en 1987, la creación de la banda Zawinul Syndicate, un proyecto por el que desfilaron distintos instrumentistas de rango mundial. Por su trabajo en general, revistas como la Down Beat lo seleccionaron en repetidas ocasiones como el mejor intérprete de teclados del planeta. No sé si ello sea o no cierto, además en mi opinión el arte no es para esa clase de competencias, pero lo que sí puedo asegurar es que el legado de Joe Zawinul perdurará entre los amantes del jazz.

Dos poemas de Rolando Sánchez Mejías

Dos poemas de Rolando Sánchez Mejías

Nacido en 1959, el holguinero Rolando Sánchez Mejías es alguien que como escritor ha incursionado en la ficción, la poesía y el ensayo. Su catálogo de título es en verdad impresionante y entre los libros que nos ha entregado pueden mencionarse 5 piezas narrativas, Escrituras, Collage en azul adorable, Derivas, publicados en la Habana antes de marcharse de Cuba. También están Cuaderno de Feldafing y Historias de Olmo, ambos de narrativa y sacados al mercado en España a través de la editorial Siruela.

En poesía, Rolando Sánchez Mejías ha escrito libros como  Cálculo de lindes (México, Aldus), Mecánica celeste (España,  Ed. Bokeh), Geschichten von Olmo (Frankfurt, Ed.  Verlag Schöffling, la traducción del libro de relatos Historias de Olmo). Como recopilador, a él le debemos  Poésie Cubaine du XXe Siécle (Genève, Ed. C. Couffon), Antología de la poesía cubana siglo XVIII al XX  (España, Ed. Verbum), Antología de la Poesía Latinoamericana del siglo XXI (México, F.C.E.), Cuerpo plural. Antología de la poesía hispanoamericana contemporánea (España, Pretextos), Cuentos latinoamericanos (Alemania, D.T.V), bilingüe), Antología de la poesía hispanoamericana contemporánea (España, Pre-Textos), Cuban Poetry Today (USA, Ed. City Lighs),  Antología del cuento latinoamericano del siglo XXI (México, Ed. F. C. E.), Prístina y última piedra. Poetas latinoamericanos (México, Aldus), An Anthology of Cuban Stories (Londres / USA, Ed. Quartet Books Ltd. / Grove Press), Pristina y ultima piedra: Antología Hispanoamericana presente (México). Entre sus antologías aparecen: Mapa imaginario. Nuevos poetas cubanos (La Habana), 9 poetas cubanos del siglo XX (España), Obras maestras del relato breve (España) y Cuentos chinos maravillosos (España).

No debe soslayarse que Sánchez Mejías fue director del grupo y revista de literatura y pensamiento Diáspora(s), publicada como “zamisdat” (al margen del Estado) en Cuba y España entre 1993 y 1999. La idea central de dicho proyecto consistió en un intento de “revisión creativa” de la tradición literaria en Cuba e influencias foráneas no usuales a semejante tradición, a través de escrituras personales.

En sintonía con el interés que tenemos en Miradas Desde Adentro de promover la creación artístico literaria cubana que por distintas razones se conoce poco en el país, publicamos un par de poemas de Rolando Sánchez Mejías, galardonado en Cuba en 1993 y 1994 con el Premio Nacional de la Crítica y quien, sin discusión alguna, es  uno de nuestros escritores más sólidos en el presente.

JARDIN ZEN

Sólo un poco de grava inerte

quizá sirva para explicar

(al fin como metáfora vana)

que la dignidad del mundo consiste

en conservar para sí

cualquier inclemencia de ruina.

El monje

cortésmente inclinado

quizá también explique

con los dibujos del rastrillo

que no existe el ardor,

solamente el limpio espacio

que antecede a la ruina.

Alrededor del jardín

en movimiento nulo

de irrealidad o poesía

pernoctan

en un aire civil de turistas y curiosos

sílabas de sutras, pájaros que estallan sus pechos

contra sonidos de gong. Todo envuelto

en el halo de la historia

como en celofán tardío.

El lugar ha sido cercado:

breves muros y arboledas

suspenden la certeza

en teatro de hielo.

La cabeza rapada del monje

conserva la naturaleza de la grava

y de un tiempo circular, levemente

azul: cráneo de papel

o libro muerto

absorbe el sentido

que puede venir de afuera.

En la disposición de las grandes piedras

(con esfuerzo

pueden ser vistas

como azarosos dados de dioses

en quietud proverbial)

tampoco hay ardor. Sólo un resto

de cálida confianza

que el sol deposita

en su parodia de retorno sin fin.

La muerte

(siempre de algún modo poderosa)

podría situarnos

abruptamente dentro

y nos daría, tal vez,

la ilusión del ardor.

Como mimos, entonces,

trataríamos de concertar

desde el cuerpo acabado

el ninguna parte donde hay ardor alguno

en el corazón secreto

que podría brindar el jardín.

Pero hay algo

de helada costumbre

en el jardín

y en el ojo que observa.

Es posible que sea el vacío

(¿por fin el vacío?)

o la ciega intimidad

con que cada cosa responde

a su llamado de muerte.

Y esto se desdibuja

con cierta pasión

en los trazos del rastrillo,

junto a las pobres huellas del monje,

entre inadvertidas cenizas de cigarros

y otras insignificancias

que a fin de cuentas

en el corazón del jardín

parecen caídas del cielo.

HEIMAT

(a J. L. Lima)

No se vio ningún tártaro partir

la línea occipital del horizonte.       

Ni un bárbaro de aquellos

jalando con sogas de yute

jabatos de peso mediano.

Ni tocando trompeta.

En el bosque.

A nadie.

Ahora

Lingua Mater sustenta y amortaja,

su boca húmeda y esponjosa

prodigándonos afectos para-

sintácticos y hasta

locales.

In situ: se sigue bailando

con o sin zampoña y se escribe

bellamente aún al compás de

y va escabulléndose

(va cayendo el telón)

uno con

la bípeda y/o loca velocidad que va dictando

el estado de las cosas.

Un registro de vozes tan amplio

quién te lo iba a quitar, menos que menos

a escribir, por ti, por los demás,

padre mío que nadas como un tonel

en la corriente brumosa de las palabras.

Ahora,

rema.

Es decir parte

y tápate las gordas orejas

y rema, rumbo al poniente.

(No escuches viejo chillar

en el canal que corta el mar

dichas ratas de agua dulce).

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