Autor: Asel María Aguilar

Sevilla sin mí

Sevilla sin mí

Le dije a los colegas que me iba a Sevilla aquella Semana Santa del 2008 y
me encerré en mi piso de estudiantes, para acercarme a ella. La llamé tantas
veces  que el teléfono se me quedó sin saldo; entonces cerré los ojos para
que su voz no se escapara. Su voz tan pequeña como ella misma. En la
oscuridad del cuarto recordé todos los detalles: el parto, su cumpleaños, el
primer día de escuela y la magia de los libros. 
Por el balcón se colaba el ruido de las procesiones de Zaragoza, más
modestas, de seguro, que las de Sevilla. Yo tenía miedo de que  la algarabía
de la calle  me robara   su risa. Su risa más grande que ella misma y ahora
tan chica, como todo lo que  queda tan lejos. 
 Ya mi curso está por terminar y estaremos juntas, indivisibles. Ella me
había respondido   un “sí” muy tenue y yo adivinaba sus besos en mi foto y
la comida  de la abuela que no lograba quitarle el frío.  
Aquella semana del 2008,  no pudo ser Santa para mí. Mis colegas de piso
revoloteaban como niñas y llenaban la tarde con sus chistes. Yo salía a
ratos, escondía mis ojeras y me inventaba una sonrisa. 
Y después regresaba a la cama otra vez a tejer un te amo que cruzara el
Atlántico. Casi podía escuchar el ruido de La Habana y  el ladrido del
cachorro que ella escogió como una suave, peluda prolongación de la ternura.

A la siguiente semana volví a la calle. Bajé por Corona de Aragón, crucé
hasta la plaza San Francisco, le sonreí al anciano y al niño  que aún no ha
probado los adioses. Calenté el alma  con un café,  al sol y entre la gente.
Crucé el campus de la Uni Zaragoza y saludé a los colegas.
Bella Sevilla, les dije.  Aun me duelen los pies de tanto taconeo.

De sales y agua

De sales y agua

Mylene Fernández es una de las más importantes narradoras cubanas en el actual panorama de nuestra literatura y el libro aquí comentado resultó Premio de la Crítica.

Agua Dura, de Mylene Fernández,   me ha regresado a lugares y épocas de mi vida que no recordaba,  la escuela y cuando las clases se poblaban  de retozos, de conspiraciones contra los maestros y las ciencias,  se acortaban  los nombres de los amigos y la vida toda, a ratos,  era un paso de risa. La física y sus leyes, las semillas y los elementos que se juntan y resultan  piedra, ave o agua.

“Habeas Corpus”  me  lleva a la orilla de un mar de sales y antojos disueltos. Mi madre siempre decía que vivir lejos del mar te ponía los ojos opacos, yo me reía de su ocurrencia hasta que descubrí que las madres raramente se equivocan.

…Se encaminó a la playa, imagen puntual de agendas y calendarios que le llegaban cada fin de año, poblados de fotografías de arenas blancas y mares azules siempre quietos, como posando eternamente para las cámaras o los ojos…

No hay  que esperar a un despido,  como la mujer de la historia de Mylene,  para saber que el mar cura casi todo, desde la piel al alma.  Quise encontrarlo en los lagos y los ríos de Europa. Me dije bueno, pues agua es agua. Pero no. Casi. Faltan la marisma, los minúsculos cristales en los labios  y la certeza de que las olas de verdad  rompen una  sola vez por continente.  Una playa de turistas, amantes o ladrones que cargan con todo lo que una tiene y si hay suerte, con todo lo que duele.

Cuántas mujeres habitan la muchacha del relato La pausa,  que intenta dormir y  engulle pastillas de colores como si fueran golosinas que devuelvan un poco de dulzor, la sonrisa o un descanso  que repare;   pero  solamente consigue soñar con un tiempo feliz que duele al despertar.  Pero creo que soñar con lo feliz es una semilla, una hendija, una promesa a mañanas con un poco más de luz.

…Pero esta mañana no había pastillas, sino la resaca de una borrachera, la foto borrosa de un amante fugaz y mediocre, y un sueño que seguía siendo lo más real de la jornada…

Porque hay y habrá despertares en que  los bancos  y las computadoras no se atasquen, abunden los cheques de derechos de autor y los porteros bondadosos. Las empleadas van a soñar con un amante pirata; la hija caprichosa y su  madre leerán juntas una historia de amor sin esperar  otra vida para darse ternura.

Según cuenta la Química, el agua contiene más sales de la cuenta. Lo mismo que a la vida y los recuerdos, al agua dura uno la filtra, la decanta hasta hacerla más ligera y potable. El libro encierra las vivencias de unas cuantas generaciones, las revive, las pasa por la criba de la nostalgia y en la última página, nos  acerca  a la comprensión y la ternura. Agua dura, pero inmensa, es este libro.

Reguetón y pasión. ¡La clave y la llave!

Reguetón y pasión. ¡La clave y la llave!

Por Asel María Aguilar

No me fue difícil encontrar la casa donde radica Advanced Studio, cruzando la Calzada de Diez de Octubre, en la Habana. Hasta allí me llevó mi nuevo proyecto literario sobre música urbana. De la casa salía una música alta, poderosa. Ruslan me recibió con una risa y con un beso. Estaban en medio de una grabación, un chico cantaba dentro de una cabina y aquello sonaba al reguetón del bueno, del que uno no puede escaparse y el cuerpo, discreto o no, se tiene que mover.

Desde siempre me ha gustado el reguetón. Recuerdo a Elvis Manuel y una tuba que se partía en unos cuantos pedazos, a Candyman y a aquel estribillo de una chica llamada Yunai con ciertas aptitudes internacionalistas.  Confieso que en aquel entonces me avergonzaba de mi preferencia; en mi entorno marcado por la poesía y la ciencia, el reguetón parecía no tener sitio. Pero sí que lo tenía. Alternado con trova, con salsa y hasta con música clásica, se hizo parte de mi mundo. Me reí de sus ocurrencias y alguna vez me escandalicé de sus procacidades. Pero en sus dosis exactas, el reguetón me vuelve más ligera y pedestre, me relaja y me limpia las preocupaciones. Vaya, que me hace el mismo efecto del té verde.  Me acerca al cuerpo y eso también se agradece. El alma necesita elevarse en los celajes y también, a veces, necesita hundirse en la tierra y que la saquen con una retroexcavadora.

Ya hace unas cuantas semanas del encuentro y a cada rato me vienen a la mente Ruslan y Master Vega,  esos dos jóvenes sencillos, de barrio, que  siempre soñaron con hacer música  y ahora que, con trabajo duro, lo han  hecho  realidad, también ayudan a  realizar el sueño de otros.

Creo que lo que me marcó del encuentro es la pasión de ellos a la hora de hablar sobre la música urbana. Para mí la pasión es el motor de todas las artes, de la ciencia, de todas las creaciones. La pasión es lo que convierte a los sueños en una materia tangible.  Y a Ruslan y Master Vega le sobran las ganas de hacer música y de gozar mientras lo hacen, en el poco tiempo que pasé con ellos me llenó su energía contagiosa y una luz que viene de la juventud, del talento o de la certeza de que lo que hacen, lo hacen bien y con alegría.

 Me encantó la manera de Ruslan de contarme anécdotas graciosas,  me habló  de la necesaria   unión de los músicos del género y del apoyo a los chicos que comienzan y que, como ellos, hacen de la música su idioma y su bandera; cada cual, con su lenguaje, su mensaje y sus vivencias. Master Vega supo, desde siempre, que lo que él quería era hacer música y todos los caminos lo llevaron hasta la creación.

No se pueden acallar las voces de barrio que no saben de academias, pero que sí saben del sonar de la calle, de la gracia de los contenes y las esquinas, del lenguaje simple, picante, a veces soez que  ha sido, desde siempre, parte de la vida. Hay pasión en Advanced Studio y a la buena vibra  y a la  voluntad, ¡no hay sueño que se les resista!

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